Nunca Esnifes al Anochecer by Marco Montero - HTML preview

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Ocaso del planeta Rhod

 

 Parte I. – los terremotos

Un poco antes de la mitad de la tarde las ondas gravitatorias penetraron dentro del sub-núcleo sólido del planeta Rhod y lo hicieron oscilar. Luego lo entrelazaron y cambiaron su rotación lenta. Al alejarse de él, a través de la corteza terrestre, provocaron un desplazamiento grande de las placas tectónicas.

El primer terremoto se produjo en la zona neutral. Dos grandes placas que estaban apoyadas contra sí por millones de años se entrechocaron y originaron así una secuencia de ondas sísmicas fuertes. El fondo del mar negro se agrietó y después se abrió. Los temblores enormes levantaron una ola potente de líquido ácido y la arrojaron a lo largo de la superficie del mar hacia la costa de la zona neutral y consecuentemente a la zona seis.

La ola que medía casi 46 metros arrasó y devastó completamente unos 186 kilómetros cuadrados y definitivamente sepultó el litoral, la planicie y al final también el cuadrante nueve por debajo de centenas de toneladas de lodo mezclado con arena, arcilla y piedras. Todos los humroides, que no se habían contagiado, murieron literalmente destrozados por la presión y el peso del líquido.

Más tarde, la ola disminuyó y empezó a retirarse nuevamente hacia atrás. Más del 30% del líquido fue absorbido por la tierra seca. El resto o bien creó unas charcas amplias o fluyó otra vez al mar. Por entonces, las ondas gravitatorias se comenzaron a regresar al núcleo del planeta y al chocarlo, suscitaron dos terremotos más.

/

El vigilante alto que se había escapado de la sala siete de cuarentena se escondía en una habitación pequeña, poco iluminada que se hallaba en la parte trasera del almacén. A pesar de que la metamorfosis le menguó considerablemente sus sentimientos básicos, tenía miedo. La situación en la zona dos diurna se fue totalmente de las manos y las cosas se pusieron muy feas.

Los seres que habían atravesado las brechas sembraban la muerte por doquier. Primero mataron todos los médicos, los asistentes y los soldados que se encontraban en el recinto. Los desgarraron y luego se los comieron.

El vigilante había visto uno de ellos que había arrancado fácilmente dos brazos de un guarda fornido y después de un tirón también su cabeza.

Cuando no quedaba ya nadie a quien matar, los seres se volvieron contra sí y empezaron a luchar. Por todo el recinto sonaban rugidos graves y alaridos de furia y dolor.

A media tarde, terminó la última pelea. Sobrevivió sólo uno de ellos. Éste tenía cuatro manos, dos de ellas le crecían de su pecho abultado y otras dos desde su espalda. Su cara estaba llena de úlceras y abscesos supurantes y entre sus piernas le pendía un tubo hendido.

Ahora merodeaba por los laboratorios y los registraba.

También había entrado una vez en el almacén. El vigilante alto había oído como pasaba por las hileras y tiraba los recipientes que contenían compuestos químicos al suelo. Temblando se había pegado a la pared y rezaba para que se alejase cuanto antes.

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El Maar se declinó más al horizonte.

Estaba sentado en el suelo. Hace poco le empezaron a escocer los ojos y también le apareció un eccema en el dorso de su mano central.

Ausentemente se lo rascaba.

Luego se abrió la puerta del almacén y el ser internó nuevamente. Esta vez se dirigió directamente hacia la habitación donde se escondía.

Se apartó de la pared y se quedó inmóvil en el centro. El ser se paró en frente de la puerta. Hubo un momento de silencio tenso. Luego sonó un rugido salvaje y unos golpes atacaron la puerta.

(Parecía que el señor del destino o bien tenía sentido del humor un poco perverso o simplemente le había apasionado la muerte fea de Crogg a tal punto que quería repetirlo, pero con un final diferente.)

Seguía inerte. Sus ojos lagrimeaban y empeoraban así el escozor. La puerta se sacudía por los puños. Sabía que no aguantaría mucho tiempo. De modo que se desplazó más hacia la derecha.

 

(…una risotada horripilante ululó omnipresentemente y…)

La tierra dio tres temblores fuertes. Las paredes se resquebrajaron y desde el techo cayeron varios trozos de revoque. El ser dejó de golpear. Sólo se escuchaba su respiración ronca y entrecortada.

( “hihihi” …otra risotada )

La tierra se sacudió nuevamente y en el suelo de la habitación apareció una grieta fina. La miró aturdidamente. De pronto, la grieta se ensanchó casi a dos metros. El vigilante, perdió el equilibrio y se precipitó dentro de ella.

(la risotada se convirtió en una carcajada estrepitosa)

Las paredes se derrumbaron ruidosamente seguidas casi inmediatamente por el techo. A continuación, la grieta se empezó a extender velozmente hacia el norte y Mix número 28 terminó aullando en sus fauces. La tierra dio otros tres temblores y el almacén se derribó por completo.

/

Nadie lo sabía pero debajo casi de toda la zona nueve a unos 35 metros estaba un yacimiento enorme de fusforidium, un gas inestable, volátil y agresivo. El tercer terremoto que tenía su epicentro en la planicie no más de 25 kilómetros del cobertizo de Broky, originó una grieta ancha que se empezó a extender hacia el sur-oeste. Los temblores fuertes movieron el sustrato que protegía la tierra contra el gas, y lo estropearon de modo que, el fusforidium comenzó a salir a la superficie. El aire se llenó rápidamente con sus partículas y el viento lo esparció por toda la zona.

Cuando el gas llegó a la base militar, Mix número seis, que por entonces ya había matado a dos soldados y a un médico, estaba en la enfermería torturando a un asistente. Éste atado en una mesa ovalada carecía de tres dedos de su mano derecha. Mix se los había cortado con un serrucho pequeño que se utilizaba para abrir las partes torácicas. Las partículas del gas agresivo volaban dentro de la enfermería a través de un ventanal abierto y tanto el asistente como Mix empezaron a toser. Al principio sólo un poco, pero a medida que seguían respirando el aire enrarecido, sus gargantas se irritaban cada vez más. La metamorfosis de Mix agilizó la intoxicación y vomitó. El serrucho se le cayó al suelo. Más tarde se unió a él también el asistente.

La tierra se sacudió varias veces más y la grieta se dividió en dos. El fusforidium comenzó a subir con más abundancia y los 33 Xibogs que quedaban en la base militar se empezaron a asfixiar. El gas descomponía sus órganos de respiración y corroía las membranas mucosas y las faringes. Los vómitos fuertes empeoraban aún más sus estados críticos. Sin embargo, la muerte no venía.

El primero, que tuvo esa suerte y la “huesuda” lo liberó del sufrimiento fue Mix número seis. Su garganta se comprimió y el aire venenoso, que se había quedado dentro, le infló los pulmones. Acto seguido, se rompieron los canales pulmonares y su tórax explotó.

Hubo también varios suicidios, sobre todo disparos. Dos soldados se degollaron y uno se tragó un corrosivo.

El penúltimo Xibog, que quedaba vivo, se arrastró a un aerodeslizador y desbloqueó la puerta corrediza. Después subió tambaleándose y cogió un lanzallamas. La vista le falló y el órgano que funcionaba como el corazón dio tres latidos descompasados. El soldado medio inconsciente apretó el disparador y abrió fuego. El gas volátil se inflamó y casi al mismo tiempo estalló. La base militar fue arrastrada totalmente en menos de 400 segundos. Después, el fuego entró en la grieta y encendió el yacimiento subterráneo. La zona nueve desapareció de la superficie del planeta Rhod.

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El Maar tocó el horizonte.

Los escarabajos alcanzaron las montañas. La frecuencia de las ondas gravitatorias que pasaban por el planeta, perturbó fatalmente el vínculo mental entre ellos. Estas interferencias, cada vez más frecuentes, comenzaron a desequilibrar su fragilidad psíquica y los trastornaron de modo que, predominó su agresividad sobre la colectividad. En pocas palabras, los escarabajos simplemente empezaron a atacarse mutuamente.

Al caer la noche los últimos hilos de su vínculo se rompieron por completo y desencadenaron una lucha cruenta que duró unas tres cuartas partes de la salida del Maar. Sobrevivieron sólo 128 de ellos. Algunos se escondieron en las numerosas cuevas y algunos se alejaron a la planicie. Luego vinieron los temblores y las sacudidas sísmicas.

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Casi amanecía. Los nubarrones pesados cubrieron totalmente el firmamento y la lluvia ácida empezó a azotar la tierra agrietada.

En el Cuadrante C-16 en la zona seis el combate entre los Xibogs y los Mixs terminó ya hace mucho. La última pelea transcurrió cuando se puso el Maar. Los Xibogs mataron nueve de ellos (o sea a todos menos uno que se escapó a la planicie). Sin embargo, el precio que pagaron por ello, era muy alto: diecinueve bajas.

En ese momento, quedaban sólo tres soldados y todos se refugiaban en una habitación blindada detrás del bloque A. Nadie hablaba. Estaban aturdidos, asustados y exhaustos.

Los aerodeslizadores no funcionaban. Las ondas gravitatorias crearon un campo magnético incoherente que impedía arrancar los motores protónicos.

La lluvia arreció y también el viento cobró velocidad.

De repente, uno de los soldados susurró: -¿Qué vamos a hacer?

Al cabo de un rato, le respondió otro: -Esperar.

Su destino llegó a la primera hora de la madrugada. Tres placas tectónicas que se extendían entre las zonas cuatro y siete se entrechocaron  fuertemente. La energía potencial que se liberó por la fricción hizo vibrar la corteza terrestre. El terremoto que se desató posteriormente era realmente masivo e indescriptible y devastó totalmente el terreno entero. Los soldados murieron enterrados debajo de los escombros de basalto y de marga. La lluvia continuaba cayendo sin cesar como si supiera que sería una de sus últimas oportunidades de zurrar la tierra.

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Lorm y Tonny, ( que amistad tan extraña )

El cohete espacial abandonó el planeta Rhod y entró en la vaciedad del universo. Sus ocho positro-turbo propulsores se apagaron, y a continuación, los suplieron automáticamente seis motores protónicos.

Lorm programó la trayectoria de su destino y el cohete inició su camino hacia su hogar, el planeta Protor. A través del ventanal frontal grande se veía la oscuridad densa, interrumpida sólo por el brillo tenue que emitían las estrellas remotas.

Se levantó y caminó a la opuesta parte de la sala de mandos. Luego salió a un pasillito estrecho y dijo: -¿Tonny?

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Durante el despegue Tonny estaba pegado a la pared en la parte trasera de la nave. El casco vibraba y los propulsores hacían un ruido tremendo.

La temperatura interior subió.

Cuando, por fin, pasaron por la atmósfera y entraron en el espacio abierto, se relajó. Dentro de él se mezclaban sentimientos de alegría, de confusión, de miedo y de frustración: de alegría porque acababa de abandonar Rhod; de confusión porque se rompió el vínculo con los humroides y lo sustituyó un extraño hueco vacío que le anubló la mente; de miedo porque el ser que ahora conducía el cohete podría ser peligroso; y por último de frustración por si todo su esfuerzo hubiera sido en balde.

Luego escuchó su nombre y decidió arriesgar. No tenía otra opción.

“Estoy aquí atrás, pero no soy como tú “ respondió mentalmente.

“¿A qué te refieres? ” preguntó también mentalmente Lorm.

“Ya lo verás.” contestó Tonny y empezó a arrastrarse hacia el pasillito.

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Oyó como se aproximaba algo pesado. Como reptaba por el suelo. Bajó la mano derecha cerca de su cinturón donde guardaba el rifle. Después apareció Tonny. Aturdidamente le miró, tratando de asimilar lo que estaba viendo. Después preguntó sorprendido: “¿Eres un ceflopoid?”

Él contestó: “Mi cuerpo es de ceflopoid, si así es como se llama esta forma, pero aquí dentro soy Tonny.”

“Explícate mejor” dijo el teniente. Su mano derecha seguía cerca del arma.

“Es difícil explicarlo. He perdido casi todos los recuerdos de mi vida anterior. Sólo sé que mi hogar está muy lejos de aquí pero no sé lo que me ha llegado a pasar. A veces me invaden unas imágenes raras que son muy personales como si se tratara de algo que antes conocía” terminó Tonny y después añadió: “No me temas. No quiero hacerte daño. Sólo quiero volver a mi casa.”

Lorm seguía observándole, sin embargo, su mano derecha se aflojó.

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De vez en cuando las relaciones amistosas son muy extrañas o peculiares dado las condiciones inusuales o poco comunes. Y los vínculos que se crean pueden durar una eternidad o pueden ser quebrantados en un santiamén. Existen personas que tienen como amigo un perro, un gato o por ejemplo una araña. Existen asesinos que aman a sus víctimas o rehenes que adoran a sus secuestradores. Existen depredadores fieros y crueles que se dejan cuidar por sus presas y no llegan a matarlas. Así mismo, si uno cierra los ojos y se pondría a pensar, y aceptaría que no somos los únicos que habitan y viven en este universo tan extraordinario y excepcional, las posibilidades de tener estas relaciones se multiplicarían casi por infinito.

Lorm y Tonny estaban ahora en la sala de mandos. No hablaban. Lorm apoyado contra el panel de control miraba el ordenador de a bordo. Rhod ya había quedado lejos detrás de ellos y se veía sólo como un punto  pulsante y escondido entre las estrellas. El teniente, apretó sucesivamente cuatro botones negros y los motores protónicos aceleraron.

“Cuánto tiempo durará el viaje a tu planeta.” preguntó, de repente, Tonny.

“Unas veintiocho puestas si todo va bien” le respondió Lorm.

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Pasaron tres puestas.

El cohete espacial entró en la constelación Premm K3. Estaban en la sala de descanso y comían. Lorm abrió una lata de carne triturada de can-toy y se la pasó a Tonny. Éste metió dentro uno de sus tentáculos secundarios y succionó rápidamente el contenido. Después alzó su cabeza y le miró con sus cuatro ojos. El teniente, se encogió de hombros. Luego esbozó en su cara una sonrisa y le dijo: “Ya lo sé que es poco, pero tenemos que ahorrar las provisiones.”

Tonny quería responder algo pero en ese momento, comenzó a sonar la alarma y acto seguido, una voz mecánica avisó:

“¡ALERTA! ¡ALERTA! SE HA DETECTADO UN ENJAMBRE DE ASTEROIDES EN EL VECTOR ALFA. SE ADVIERTE ACTIVAR EL ESCUDO DE PROTECCIÓN. REPITO, SE HA DETECTADO UN ENJAMBRE DE ASTEROIDES EN EL VECTOR ALFA. SE ADVIERTE ACTIVAR EL ESCUDO DE PROTECCIÓN”

Lorm se levantó apresuradamente y salió pitando a la sala de mandos. Tonny le siguió reptando.

Al llegar, encendió el radar. Apareció una pantalla grande en la pared lateral. Varios asteroides de menor tamaño se aproximaban velozmente desde la izquierda.

Se acercó al panel de control y activó el sistema de protección. Los escudos de polititano comenzaron a salir de las ranuras del casco. Clavó su mirada nuevamente al radar y cogió el volante. Dos asteroides alcanzaron la nave y la chocaron. El cohete se sacudió y dio un bandazo.

Apretando el volante lo giró bruscamente a la izquierda. Otro asteroide rozó el escudo lateral.

Tonny entró en la sala de mandos. Sonaron tres impactos más provenientes desde la parte trasera. La nave dio varios tumbos y luego se inclinó. Tonny fue arrojado hacia la pared y se golpeó su costado derecho.

De pronto, saltó nueva alarma:

“¡ALERTA! ¡ALERTA! ROTURA DEL ESCUDO EN EL SECTOR C. AMENAZA DE POSIBLES DAÑOS DEL CASCO.”

Lorm apretó dos botones en el ordenador de a bordo y vociferó: -

¡Agárrate, mi amigo extraño! ¡Vamos a pirarnos de aquí!

A continuación, los motores protónicos cobraron potencia máxima y el cohete cobró una velocidad asombrosa.

Los impactos sonaban por todas partes. El casco vibraba y la alarma gritaba. Lorm manejando el volante frenéticamente de sopetón, se empezó a reír. Tonny pegado a la pared y acojonado hasta la última escama de su piel, se unió mentalmente a él.

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Pasó una puesta más.

Los daños del cohete no eran graves sin embargo, se habían estropeado dos escudos laterales y uno frontal. Lorm verificaba los sistemas de control igual que el rendimiento de los turbopropulsores. Afortunadamente, todos los datos estaban bien.

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Más tarde, cuando descansaban el teniente preguntó a Tonny: “¿Te gustaría vivir en mi planeta?”

Él reflexionó sobre eso largo tiempo y luego contestó: “Durante un tiempo sí.”

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Parte II. – el ocaso

La destrucción del planeta Rhod tenía dos etapas.

La primera duró aproximadamente dos puestas y media. Las ondas gravitatorias con la combinación de los terremotos enormes gradualmente alternaban el núcleo del planeta y su corteza terrestre hasta el punto que, por fin, se empezó a resquebrajar el sub-núcleo sólido de hierro.

Por entonces, ya se habían creado en la superficie dieciocho grietas grandes y muy profundas que se extendían prácticamente por todas las zonas. Las montañas se comenzaban a hundir debido a su peso enorme y a la inestabilidad del substrato. El eje del planeta se inclinó aún más y se desvió. La gravedad cumulativa de las tres lunas alineadas levantó el nivel del mar negro a 46 metros. Luego vinieron dos erupciones de los volcanes subterráneos. La lava comenzó a penetrar hacia dentro y aumentó así la temperatura de la corteza.

Después se rompió totalmente el sub-núcleo sólido y se puso en marcha la etapa dos. El planeta se comenzó a desgarrar en cinco enormes partes. Al principio la gravedad las mantenía juntas pero la rotación del eje del planeta se aumentó hasta el punto que superó esa fuerza y las alejó de sí.

Toda la vida en Rhod se terminó.

El último que sobrevivió fue un hun-hun que se escondió debajo de la tierra en una madriguera profunda. En cuanto se le acabó la poca reserva de aire que tenía allí dentro, murió de asfixia.

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La promesa y la incertidumbre

Viajaban ya once puestas hablando, comiendo, descansando. El vínculo amistoso que se había creado entre ellos se fortalecía más cada kilómetro que se aproximaban a Protor.

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La sala de mandos:

Observaba una nebulosa que se extendía en frente de ellos, era enorme y maravillosa. Tonny estaba a su lado ensimismado, nostálgico y afligido. Lorm sentía su angustia y la comprendía.

“¿Piensas en tu hogar, verdad?”

“Sí, mucho” respondió con tristeza.

El teniente, le tocó la cabeza y dijo: “Cuando lleguemos a Protor te ayudaré a encontrar alguna manera para que regreses a tu casa. Te lo prometo.”

De pronto, escuchó en su cabeza un graznido solitario de un pajaroid. Luego el graznido enmudeció y lo sustituyó una risotada loca de Flegg. Apagada como si sonara desde muy lejos.

Se estremeció y algo asustado miró a Tonny. Sus ojos se encontraron. Parecía que también lo había oído.

El sinvivir, la inquietud y la incertidumbre regresaron. Y asimismo acudieron las preguntas.

´¿Y si todavía la lucha no había terminado? ¿Y si todo eso había sido sólo un augurio de una guerra de verdad?Ĺa risotada de Flegg sonó nuevamente, pero esta vez desde más cerca.