(el combate final)
Un pajaroid grande que ahora pasaba lentamente por encima de la cabeza de Lorm dio dos graznidos roncos. Lo miró. El ave viró a la izquierda, dio otro graznido más y se empezó a alejar. Bajó la vista. El Maar se asomó por un momento a las nubes y le acarició su cara. Las zapatillas hacían crujir la arena mezclada con la arcilla seca que cubría toda la superficie de la tierra y dejaban en ella huellas suaves. El cuadrante nueve se aproximaba.
Apresuró el paso. Estaba pensando en Protor. En su hogar que, como esperaba, vería pronto. Los recuerdos de los paisajes verdes y limpios, praderas exuberantes y lluvias sin ácido flotaban por los recovecos de su consciencia.
Una racha de la brisa fresca le pasó por el semblante. Luego las imágenes de su planeta natal desaparecieron y él de repente, sintió como una mano virtual tocó su mente, hurgó en ella por un instante y después se retiró de nuevo.
Se paró y frunció el ceño.
(¿el asombro, la imposibilidad, el temor?)
Miró detenidamente al sur. Nada, salvo los contornos del cuadrante nueve. Luego giró la cabeza hacia oeste y divisó en la distancia una silueta flaca que se movía rápidamente en su dirección.
(¡el asombro, la imposibilidad, el temor!)
Bajó la mano y sacó el arma. Desde arriba sonó otro graznido. El pajaroid regresó.
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La sonrisa espeluznante de Flegg se ensanchó y creó en su cara arrugas profundas. No cabía duda, la figura que veía en la distancia era Lorm.
La locura, la avidez y la revancha le anegaron. Llenaron cada centímetro de su cuerpo y le impulsaron. Echó a correr. Su corazón le latía velozmente.
Un ave pasó volando por encima de su cabeza. Levantó la mirada. Luego lanzó mentalmente una onda corta y el pajaroid graznó de dolor. Acto seguido, se inclinó un poco y giró a la derecha. Flegg bajó la vista y continuó corriendo.
La distancia entre él y su rival se acortó a menos de medio kilómetro.
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Mediante las imágenes, que el pajaroid le transmitía a su cerebro, Tonny vio cómo se abrió una fisura al oeste del recinto. Desde ella salió otro ser. Éste era más flaco que él que ahora se estaba aproximando por la planicie.
Probó entrar en su mente, pero logró sólo rozarla. El ser la tenía protegida por un muro mental. Sin embargo, y a pesar de no haber tenido contacto directo con él, percibió como desprendía las ondas de ira y de violencia. Era muy peligroso. Lo comenzó a llamar: el hibridor.
Había que movilizar a los humroides para que protegieran al otro.
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Lorm casi no le reconoció. Había pasado ya mucho tiempo y la cara de Flegg se borró casi por completo de su memoria. Despacio levantó el arma y su dedo comenzó a apretar el gatillo. Pero antes de que pudiera disparar, Flegg le habló en su mente: “¡De eso nada, amigo!”
A continuación, la mano derecha de Lorm se torció y luego arrojó el desintegrador con doble cañón al suelo. Flegg le clavó la mirada y dijo: -
¿Crees que he estado esperando y preparando todo esto tanto tiempo sólo para que tú ahora me mates con tu arma ridícula? Qué ingenuo eres. He venido aquí a este planeta piojoso para hacerte sufrir. Para ver como al borde de la muerte te arrastrarás por la tierra suplicándome que, por fin, acabe contigo. Quiero que te sientas igual como yo me sentía tantas orbitas encerrado en la mazmorra apestada, humillado y desairado.
Quiero que pruebes el sabor amargo de la perdición y del repudio. Quiero que tu cadáver se pudra debajo de mis pies. Y después te escupiré en la cara como lo hiciste tú cuando asesinaste a mi hermano y a mis amigos.
Flegg dio un paso adelante y entrecerró los parpados. Lorm gritó de dolor. La mano virtual oprimió su cerebro y empezó a estrujarlo.
-¿Duele verdad?- continuó. -Pero eso no es nada en comparación con que voy a hacer contigo. ¡Ahora arrodíllate y agáchate! Quiero oír de tu boca falsa que te arrepientes y lastimas de haberme hecho esas cosas asquerosas. Quiero ver el miedo en tus ojos y sentir el temblor de tus manos.
El teniente, lo observaba sin reacción ninguna.
-¡HAZLO!- gritó Flegg y emitió otra onda a su mente. A él se le retorció la cara y se le debilitaron las rodillas.
-¡Eso es! Y ahora lame mis zapatillas y saborea la mugre y la suciedad de la sumisión. ¡Rinde un homenaje a tu Amo y perdónate!
Pero Lorm no se movía.
Flegg levantó la zapatilla izquierda y la acercó hacia su boca. Luego lanzó otra onda. Lorm gritó. La mano virtual se hundió aún más dentro de sus sesos. A continuación, sacó su oblonga lengua y tocó con ella el cuero agrietado de la zapatilla de Flegg.
-Oh, sí, gusano, lame y disfruta de tu degradación.
Flegg le contemplaba. Eso le excitaba muchísimo. Hasta sentía que su órgano de reproducción se estaba poniendo más ancho. Su mano virtual que apretaba el cerebro de Lorm se aflojó….
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…. y el teniente aprovechó el fallo de su enemigo y contraatacó.
Sus tres manos velozmente cogieron las piernas de Flegg, y tiraron de ellas. Éste pillado por sorpresa se cayó hacia atrás y se golpeó la nuca. Por un momento corto se ennegreció su mente, pero después las nubes se disiparon y él comenzó a forcejear.
Lorm le agarró la mano izquierda y la torció hacia atrás. Sonó un crujido seco. Flegg chilló, cogió con la otra mano su bulto de cuello y lo oprimió.
Él le respondió con un puñetazo fuerte en la nariz y el líquido corporal salpicó de ella. Flegg intensificó la presión. El teniente, se comenzó a asfixiar. Acto seguido, se giró bruscamente a la derecha y logró liberarse.
A continuación, asestó otro puñetazo en la cara de Flegg. Él rugió, internó en su mente y atacó directamente el centro de dolor. Lorm aulló y se cogió con dos manos la cabeza. Flegg le empujó. El teniente, se cayó a la tierra.
En ese momento, apareció el pajaroid y graznó varias veces. Sus alas negras se movían lentamente. Flegg alzó la cabeza con la intención de lanzar una onda a su cerebro y matarlo.
Lorm divisó su arma y se arrastró hacia él. Después, estrechó la mano central y lo cogió. Apuntó a Flegg y disparó. Los rayos que salieron de los dos cañones rozaron su hombro y dejaron en él una lesión poco profunda.
Flegg gritó de dolor. La ira y el rencor alcanzaron el punto culminante y él asaltó nuevamente la mente de Lorm.
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El dolor era estridente. Le perforaba y le penetraba hasta el último nervio. Atenazó los dientes. En sus ojos aparecieron las lágrimas espesas y empezaron a correr por sus mejillas sucias de arcilla. El arma se le cayó de la mano. Al volver la cabeza, vio que Flegg se estaba incorporando. Desde su brazo le fluían varios hilos de su líquido corporal.
Respiró hondo. Acto seguido, sintió una patada dura en su pecho y después Flegg vociferó: -¡Ya basta! ¿Acaso no lo entiendes? ¡TÚ NO PUEDES GANAR! Eres débil, cobarde y patético.
Y para confirmar sus palabras pisó el desintegrador y lo apartó. Después continuó: -Nunca has jugado limpio, pero ahora eres viejo y acabado.
Mírate bien, pareces uno de esos punkies con los que pasé casi seis orbitas debajo de la tierra. La organización te mandó aquí a este planeta de mierda sólo para deshacerse de ti. La basura a la basura. Hasta me das pena. No entiendo que alguien tan malvado y tan miserable como tú haya podido sobrevivir tanto tiempo.
Hizo una pausa y pensativamente prosiguió: -Sin embargo, quizás sepa porqué. Puede que ellos quisieran que te carcomiera lentamente tu propia conciencia y te obligara a suicidarte. Pero yo creo que se equivocaron porque no te conocían tal como yo.
Un ruido de los motores protónicos interrumpió su arenga. Algo azorado levantó la cabeza y divisó un aerodeslizador que se aproximaba desde norte.
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A través de la ventana frontal Mix número tres vio dos cosas. Primero, a su Amo luchando contra su enemigo jurado. El Amo ganaba ya que su adversario se retorcía debajo de sus pies. Eso era lo bueno. Sin embargo, la segunda cosa que vio ya no era tan buena. Desde oeste se aproximaba una manada de formas inferiores. Mix las reconoció. Eran las que vivían en la costa del mar negro.
-¡Aterriza detrás de ellos!- ordenó a su rehén que estaba conduciendo. -
Tenemos que bloquear el camino.
El soldado giró el volante semicircular a la izquierda y redujo la velocidad. También había reconocido a Lorm, ya desde lejos. Pero lo que le extrañaba era la presencia de los humroides, porque ellos se quedaban exclusivamente en el litoral. Apretó el volante hacia abajo y la nave comenzó a bajar.
Durante todo el trayecto Mix manejaba su centro de control y a veces, por puro capricho, le irritaba también el centro de dolor. Pero el soldado esperaba su oportunidad y ahora quizás viniera.
-¿Hey, qué está haciendo este bicharraco?-vociferó de pronto, Mix.
El soldado volvió la cabeza hacia la ventana lateral y vio a un pajaroid grande que volaba velozmente contra ellos. Intentó hacer una maniobra y esquivarlo pero ya fue muy tarde. El ave chocó con su pico largo contra la ventana frontal y la rompió. Acto seguido, una de sus cuatro alas se metió dentro de las aspas del motor principal derecho y lo bloqueó por un momento.
El aerodeslizador dio un bandazo y luego se inclinó. El pajaroid sacó el pico de un tirón y trató de liberar su ala. A duras penas lo consiguió, pero ella se quedó totalmente destrozada.
El soldado agarró el volante con intención de equilibrar la posición de la nave. No obstante, el ángulo era ya muy abrupto y la tierra se acercaba rápidamente.
Mix maldijo algo ininteligible y luego sintió que el vínculo entre su rehén y él se rompió. Procuró establecerlo de nuevo pero fue entonces cuando el pajaroid atacó por segunda vez y penetró con su pico la ventana lateral.
La nave se inclinó aún más. Acto seguido, chocó contra el suelo y se estalló. Los tres murieron prácticamente a la vez. Un trozo de la placa desgarrada del casco fue arrojado por la explosión y se clavó profundamente en la arcilla rojiza a unos quince metros del sitio donde estaban Flegg y Lorm.
Los humroides aumentaron su tempo y se prepararon para el ataque.
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Las imágenes desaparecieron y Tonny perdió definitivamente el contacto con el ave.
Antes había visto a través de sus ojos que se acercaba un cohete pequeño. Sin embargo, no podía averiguar quién estaba dentro. Para ello simplemente no había suficiente tiempo. La situación era muy grave. El hibridor ganaba y los humroides aún estaban lejos. De modo que, ordenó al pajaroid que atacara.
Ahora, cuando el ave había muerto, sólo quedaba esperar y rezar a que los humroides llegaran a tiempo y acabarían con hibridor antes de que él matara al otro.
Pero la idea de rendirse tan fácilmente y echar todo al agua, sin por lo menos intentar algo más, no era exactamente lo que Tonny pretendía hacer en este momento. El deseo de abandonar Rhod era muy fuerte. Y él, de alguna manera presentía que aún existía una pizca de la esperanza, que la suerte estaba escondida ahí cerca y que sólo había que encontrarla y sacarla a la luz.
Se concentró y envió una dosis grande de energía a su cerebro adicional.
Después emitió un mensaje virtual.
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En cuanto Flegg levantó la cabeza y observó el aerodeslizador, el teniente se arrastró un poco más hacia el desintegrador. Los sesos le dolían y le daban punzadas. Sentía como la mano virtual de Flegg los oprimía.
La nave pasó por encima de ellos y giró a la izquierda. Luego apareció el pajaroid.
Flegg seguía mirando hacia arriba. Lorm se acercó aún más al arma, quedaba sólo un metro. Después Flegg bajó la vista e intensificó el apretón mental. -No me lo puedo creer, que sigues siendo un cabrón hasta el final.
A continuación, apartó nuevamente el desintegrador de una patada. Éste se alejó a tres metros más del alcance de Lorm. Flegg sonrió y continuó hablando: -¿Seguramente estás pesando porque no lo cojo y simplemente no te disparo, verdad? Pues te respondo. Esto me gusta más. Jugar contigo.
Verte como te esfuerzas impotentemente a salvar tu culo, aunque sabes que no puedes ganar. O realmente…
En ese momento, la nave chocó contra la tierra y explotó. Flegg se volteó y aflojó su mano virtual. Lorm se apoyó en su codo y saltó. Acto seguido, estrechó su mano central y agarró la empuñadura de su arma. Lo alzó y apuntó a Flegg. Pero antes de que pudiera abrir fuego estalló en su mente una voz potente:
“¡HUYE! ¡YO DETENGO AL HIBRIDOR!”
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Flegg también escuchó el mensaje y gritó virtualmente: ¿QUIÉN ERES?”
Pero luego le penetraron dos rayos gruesos y le causaron dos agujeros grandes en el pecho. Lanzó un largo “aaahh” y se desplomó en la tierra seca.
Lorm sentado le contemplaba. La mano que le apretaba el cerebro desapareció. Se apoyó contra una piedra grande y se levantó.
Los humroides rodearon el aerodeslizador naufragado y se dirigieron apresuradamente hacia él. El teniente, empezó a dispararlos y a la vez, echó a correr. Logró matar tres de ellos.
(regresó la desesperación pero también la ira)
Con la cabeza girada hacia atrás seguía huyendo. Disparó dos veces más, pero falló en los dos casos. Los humroides alcanzaron el cuerpo moribundo de Flegg y se pararon.
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Tonny percibió una fluctuación repentina del vínculo entre él y los moluscos. Eso significaba sólo una cosa, que algunos de ellos habían muerto. Intentó tocar sus mentes para averiguar qué estaba pasando pero encontró en sus cerebros rudimentarios sólo señales de la devoración.
Luego se concentró más y emitió otro mensaje virtual al ser: “¿Tú, EXTRA– ÑO, vives? Puedo ayudarte. Ellos me obedecen.”
Pero no hubo respuesta.
Acto seguido, la tierra dio un temblor potente. El cohete espacial se inclinó un poco y luego se equilibró nuevamente. Las ondas gravitatorias penetraron la parte líquida del núcleo del planeta y chocaron contra el grano sólido. La sacudida provocó un error sísmico.
Se pegó más al casco interior del cohete y trató de mandar otra vez el mensaje mental: “¿EXTRAÑO, vives? ¡Respóndeme! Hay un cohete y podemos escapar.”
Nada. La tierra dio otro temblor y una de las naves pequeñas que estaban en la parte frontal del hangar se cayó al suelo. Estaba desesperado, no quería morir así. Envió más energía a su cerebro adicional y literalmente gritó: “¡RESPÓNDEME! ¡SI VIVES! ”
Su nivel de energía bajó a un 69%.
Pasaron unos segundos de la tensión subrayada por la frustración.
Después percibió una repentina vibración débil que se formó posteriormente a una voz: “¡Sí, vivo! ¿Pero NO grites y dime quién eres?”.
/
Lorm alejándose de los humroides, miraba hacia adelante y atrás al mismo tiempo, pero ellos se quedaron parados alrededor del cuerpo muerto de Flegg. El órgano que funcionaba como el corazón le latía frenéticamente y su cerebro aún estaba conmovido por el ataque mental.
Así que, el primer mensaje de Tonny no lo oyó.
Luego se sacudió la tierra y el teniente se cayó al suelo. A un metro por su lado derecho apareció una grieta fina en la superficie. Se enderezó y comenzó a correr nuevamente. El cuadrante nueve estaba a menos de medio kilómetro de él.
El Maar se escondió detrás de una nube grisácea como si tuviera miedo de algo malo y fue entonces cuando vino el segundo temblor. Éste no era tan fuerte como el primero y Lorm logró mantenerse de pie y seguir corriendo.
Aparecieron dos grietas más y se extendieron por toda la planicie. Acto seguido, resonó en su cerebro el segundo mensaje de Tonny. Sonaba como un eco de algo que se había rebotado en una pared sólida y remota: “¿EXTRAÑO, vives? ¡Respóndeme! Hay un cohete y podemos escapar.”
Se paró en seco y se volvió. Los moluscos seguían agrupados en la distancia. Miró hacia el recinto, pero no vio a nadie.
El tercer mensaje casi le voló los sesos. Gritó y apretó dos de sus tres manos contra las sienes. Luego contestó: “¡Sí, vivo! ¿Pero NO grites y dime quién eres?”.
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(tanto alivio)
“Soy Tonny. ¿El hibridor está muerto?”
“No sé quién es el hibridor, pero si te refieres a Flegg, él sí que está muerto.” dijo el teniente que en ese momento ya había llegado a las vallas del cuadrante nueve. Después giró a la izquierda y se dirigió al portón.
“¿Estoy en un cohete espacial. Lo sabes manejar?” le preguntó Tonny.
El teniente sin contestar, se aproximó al portón. Acto seguido, tecleó su código personal, parpadeó una luz blanca que estaba en el panel numérico y el portón se abrió sigilosamente. Entró en el recinto. La tierra se sacudió dos veces más. Tuvo que sujetarse de la valla.
De repente, se oyó un ruido como si se rompiera algo duro. A continuación, se abrió a su lado una grieta de casi cuarenta centímetros y comenzó a ensancharse.
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El tercer cohete grande se inclinó y luego se empezó a caer. Su morro romo rozó el casco del que estaba a su derecha y lo derribó. El hangar se llenó del ruido férreo cuando los dos chocaron contra el suelo. La tierra se sacudió nuevamente. Tonny gritó mentalmente: “¡DEPRISA!”.
Pasó corriendo por el centro del recinto. El temblor fuerte lo desequilibró. Se tambaleó y tropezó. Pero en el último momento agitó las manos y se mantuvo de pie. En su cerebro estalló un alarido: (“¡DEPRISA!”). Giró a la derecha y entró apresuradamente en el hangar.
Tres cohetes estaban derrumbados en el suelo. Miró alrededor. Más a la derecha había otro con la puerta abierta. Sin pensar se dirigió hacia allí.
La tierra empezó a romperse. Lorm que ahora estaba subiendo por la plataforma de embarque saltó y aterrizó dentro. Acto seguido, bloqueó la puerta. Ésta al cerrarse, produjo un “ssss” entrecortado.
El casco del cohete vibraba. Se giró e internó en la sala de mandos. A continuación, apretó un botón hexagonal rojo que salía del panel y tres más en el ordenador de a bordo. Los ocho positro-turbo propulsores de alta potencia arrancaron y sus aspas hechas de aleación templada iniciaron dar vueltas.
La tierra se sacudió una vez más. El cohete se inclinó peligrosamente a la izquierda. Lorm cogió el doble volante y lo arrimó hacia arriba. Los propulsores aumentaron la fuerza ascensional y el cohete despegó. Programó la trayectoria y se sentó en el asiento.
La nave espacial aceleró y le ofreció una vista horrible. La superficie, en donde hace un instante estuvo el hangar, se hundió dentro de una grieta ancha. Después se levantó una nube de polvo y la cubrió por completo.
El teniente, se respaldó. Luego se limpió su frente que le sudaba y dijo: – ¡Joder, por los pelos!
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Cuando el cohete abandonó el hangar, el vínculo entre los humroides y Tonny se debilitó considerablemente. Ellos se quedaron inmóviles al lado de los pocos restos que dejaron de Flegg (los huesos, los dientes, las uñas y varios trozos pequeños de su piel). La tierra temblaba y se creaban en ella fisuras ramificadas.
Cuando el cohete penetró en la troposfera, el vínculo se rompió definitivamente. Sus atrofiados cerebros de repente, no tuvieron propósito ninguno. Y lo único que les quedaba era la ira y la devoración. Así que, impulsados por ese instinto primitivo se volvieron contra sí mismo y comenzaron a matarse.
Los últimos tres que sobrevivieron, iniciaron el camino hacia el norte de la planicie. Su muerte les vino pronto. Un temblor intenso abrió debajo de sus pies la tierra y ellos desaparecieron para siempre en sus entrañas enormes.