Reinaldo Vera: Gran Maestro del Ajedrez Cubano by Nibaldo Calvo - HTML preview

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XIII

¿QUÉ OPINAN DE VERA?

Cuando Vera pertenecía a la categoría escolar visitaba la Sala de ajedrez de mi municipio (Jagüey Grande, prov.

Matanzas), donde yo era entrenador. Lo conocía de las competencias provinciales a las que yo llevaba a mis alumnos.

Él tenía una noviecita en una de las escuelas secundarias de este municipio y a menudo venía a verla y siempre pasaba para jugar, principalmente rápid-transit, porque no tenía mucho tiempo.

Se le veía mucho talento, además de tener mucha voluntad.

Cada vez que venía, yo notaba sus avances. Asimilaba toda indicación que uno le diera.

Jugué contra Vera en un torneo (Aguirre-Haza), en la década del ´80. Yo llevaba las blancas y jugamos una defensa Siciliana. La partida finalizó tablas.

Ya era un jugador fuerte. Creo que entonces tenía el título de MI. Pero con él sí perdí en dos simultáneas que realizó en Matanzas. Participamos 8 ó 9 ajedrecistas de buen nivel. Esos encuentros le servían de preparación.

También impartía elementos técnicos, aconsejaba a los muchachos, cooperaba con libros, enciclopedias y llevaba sus partidas para que nosotros la analizáramos y

‗sacáramos‘ algo.

(Noel Martínez, Experto Nacional)

Reinaldo desde niño fue muy inteligente. No era de los que tenía dificultades en el estudio, de lo contrario, se destacaba en la escuela, sobre todo en las matemáticas.

En esta asignatura tenía una maestra, Erundina Toledo, que había estudiado en la antigua República Democrática Alemana y al regresar aplicó nuevos métodos de enseñanzas y estuvo entre el grupo de alumnos que más lo asimiló.

Se caracterizaba por tener muchos amigos. En la casa jugábamos al teatro y le gustaba fantasear con los personajes de la televisión; de pronto quería hacer como Supermán y lanzarse del techo de la casa, y había que estar cuidándolo en ese sentido.

No era majadero, pero con un mundo muy propio, personal, interesante como niño. Presentaba un gran equilibrio emocional y muy cariñoso con la familia.

Te lo digo porque yo soy ocho años mayor que él y lo veía, y me daba cuenta de que siempre mostraba interés por investigar, descubrir el mundo, y estudiaba de manera estable, todo lo contrario a mí.

Cuando él comenzó a jugar ajedrez mi papá lo ayudó bastante, le hizo ver las posibilidades que tenía. Se percató de que este hijo tenía más condiciones para el deporte que yo.

Reinaldo me enseñó a mover las piezas, pero de ahí no avancé más. Nunca he sentido motivación, yo admiro mucho el mundo del ajedrez, pero para mi cerebro es muy complicado, como lo fue la matemática durante mi etapa de estudiante.

Me cuesta mucho trabajo asimilarlo. No creo que tenga la inteligencia suficiente para dominarlo. Lo veo muy abstracto, aunque yo me muevo con otro tipo de abstracción en mi carrera.

De su calidad humana te digo que durante 15 años nuestra madre (Mirta) padeció del Mal de Alzheimer y en todo ese tiempo fue un hijo ejemplar. Estuvo al lado de ella, compartiendo las atenciones conmigo y nuestra hermana, lo cual posibilitó que pudiera mantener mi vida en el teatro, realizar unas giras...

Siempre estuvo pendiente de ella. Muy preocupado con todas sus medicinas. O sea, que no era una gente que vivía en las nubes; sabía aterrizar. (Pedro Vera, hermano y director del teatro DŚur )

Reinaldito tenía más o menos 12 años cuando el padre, muy preocupado por su educación, lo llevó a la Sala de ajedrez que se había abierto uno o dos meses antes, aquí, en Unión de Reyes.

Desde pequeño se le vio el interés por este juego. Al principio, claro, Santiago, Sardiñas y yo le ganábamos, pero ya al poco tiempo, a los 4 ó 5 meses, nosotros perdíamos, porque jugaba mucho más.

En esa época el ajedrez cobró tremenda fuerza aquí. Se abrió la Sala y en la ciudad de Matanzas, capital provincial, logramos conseguir libros, alrededor de diez mesas con sus juegos, relojes, se hizo una biblioteca...

Todas las noches Santiago, Sardiñas y yo la abríamos voluntariamente, no nos pagaban por eso. Reinaldito empezó a ir noche por noche, o sino a mi casa. Había veces que nos metíamos el sábado y domingo enteros jugando.

Cuando el padre hace las gestiones con Galbany para que entrara en la Escuela Deportiva, Galbany me preguntó: ¿Qué tú crees del muchacho?, y le digo: El muchacho promete, si puedes trata de conseguirle la beca.

Cuando en sus inicios concertamos el match de 20

partidas, y le gané las tres primeras y después creo que él me lo ganó, realmente no le aflojé la mano, sino que él iba cogiendo más fuerza y era más difícil ganarle. Cuando uno juega ajedrez, y le gusta, no quiere perder con nadie. Uno trata de ganar, pero si el otro juega más que tú...

Teoría no podía enseñarle, la aprendió después, pues yo no tenía suficiente conocimiento y en la Sala no existían entrenadores. Yo más bien lo ayudaba jugando partidas.

En una ocasión, ya era GM, jugamos en una simultánea que realizó en el centro del pueblo. Creo yo que él fue quien me llevó bien entonces y me dio la posibilidad de hacer tablas. (Julián Pérez)

Nosotros desde muchachos siempre andábamos juntos, éramos como si fuéramos hermanos. No utilizábamos la puerta de la calle de nuestras casas, sino que brincábamos por la cerca del patio.

Mi hermano sabía jugar un poco ajedrez y me enseñó a mover las piezas, y yo a Vera un año después, quien aprendió y le interesó.

Jugábamos en mi casa o en la de él al regreso de la escuela. Era un muchacho muy sacrificado, pero no se puede dejar de mencionar a Pedro Vera, su papá, que, el pobre, con una enfermedad bastante grave cómo lo ayudaba.

Recuerdo que diariamente le conseguía las partidas del match Fisher-Spassky para que él las reprodujera. La verdad que Reinaldo se merece todo lo que logró con su esfuerzo, y con el apoyo de su papá y de Julián. Yo nada más le enseñé a mover las piezas y las primeras jugadas para dar jaque mate pastor, porque era lo poco que conocía. Además, no me interesaba ese deporte. Lo mío era la gimnasia, el judo, pero no era deportista. Prefería otras diversiones, como saltar, montar bicicletas...

Él asimiló rápido lo que le enseñé. Era muy inteligente, tenía buena cabeza, siempre me ganaba. Ya después no podía ni jugar con él, porque con dos jugadas acababa conmigo.

Porque te digo, Rey nació para el ajedrez.

Salía de la escuela y todas las tardes iba por la Sala de Ajedrez que habían abierto, y por las noches su papá lo educó al estudio del ajedrez. Tenía que dedicarle buen tiempo, hasta en las vacaciones, por lo que esto nos alejó de los otros juegos de la infancia. Muchas veces hasta lloraba, y que no se apene de lo que estoy diciendo, pero es que él era un muchacho y le gustaba jugar a las espadas, corretear, jugar a los patines...

Pero no, no, no...su papá lo ponía ahí y hasta que no terminara no se podía levantar. Lo fue encaminando al estudio. Ya lo otro se lo ganó él, pero el mérito más grande es de su papá.

El famoso juego de ajedrez que utilizamos para que aprendiera a jugar ajedrez, se lo regalé hace poco cuando cumplió años. Se puso muy contento. Yo tenía hasta el tablero, pero aquí los muchachos jugando damas lo deterioraron.

En todo ese tiempo el juego estuvo guardado aquí en la casa y nunca me había pasado por la mente dárselo. La idea surgió cuando conversando con un amigo de él, Joaquín Mestre, le dije: ―Yo te voy a dar una cosa para que se la obsequies a Rey en su cumpleaños‖.

Se lo regalé mediante Joaquín Mestre porque él también vive en Matanzas y tenía más posibilidades que yo de verlo.

A mí me resultaba más difícil, por lo distante que vivo, y porque él casi siempre está de viaje.

Su vida se ha convertido en ajedrez. Cada vez que él juega sigo sus actuaciones, porque la verdad es que me gusta cómo lo hace. Él va a Oriente, a La Habana, y seguimos sus resultados. Nos ponemos contentos cuando gana, pero si pierde me encabrono. Es que yo lo siento como si fuera mi hermano.

Él viene aquí y me manda a buscar, seguimos como cuando muchachos, con la diferencia de que el tiempo ha pasado y tenemos familias.

Hace tres años realizó una simultánea frente a mi casa y mi niña que tenía 12 años y le gustaba el ajedrez jugó; pero perdió. Yo no he jugado más con él. Vaya, ni me atrevo.

Sí quisiera que pusieran ahí, porque él se va sentir muy orgulloso al igual que yo, que gracias a su padre es lo que es ahora. Yo le enseñé los primeros pasos, pero eso no es lo que vale, sino la dedicación de su padre hacia él.

Él puede ser muy bueno, no te lo discuto, pero él siempre tiene que pensar en todo el apoyo de su padre. Lo demás fue un empujón. Sería bonito que si escribieran algo dedicaran un pedazo grande a Pedro Vera. (Jorge Dopaso)

A Vera y a mí nos une una entrañable amistad. Lo admiro tanto por su lealtad con sus amigos como por los resultados ajedrecísticos.

Desde que él comenzó a despuntar, me dediqué a seguir de cerca sus resultados. De manera religiosa archivaba los desempeños en torneos, cuánto ganaba o perdía de Elo, y así por el estilo, estaba al detalle.

A veces le he recordado sobre su desempeño en determinado certamen, y se sorprende porque no recuerda con exactitud cómo fue todo. Es que han sido muchos los torneos en que ha participado.

No he perdido esa costumbre de seguirle sus actuaciones.

Por internet estoy pendiente de sus desempeños en los eventos en que participa en el exterior; aunque ya no son tantos como antes porque como sabes se ha dedicado más a la pedagogía. Y estoy completamente seguro que ahí también le irá bien porque ahora tiene experiencia y capacidad de comunicación.

Siempre quise escribir un libro de ajedrez, donde reflejara sus actuaciones y que tuviera como título Reinaldo Vera: Gran Maestro del Centenario.

La verdad es que no he tenido todo el tiempo que se requiere para eso. Debo priorizar mis responsabilidades como profesor en la Universidad de Matanzas Camilo Cienfuegos.

¿Van a hacerle un libro?, ¡qué bien, qué bueno! Pueden contar conmigo si necesitan esclarecer algún dato sobre Vera.

(Dr. Vladimir Vega)

ANEXOS