Relación Histórica de los Sucesos de la Rebelión de José Gabriel Túpac - Amaru en las Provincias del Perú, el Año de 178 by Anonymous Author - HTML preview

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Asegurábase tambien por otra parte, que estos mismos comisionadosintentaban atacar la villa de Puno, y seguir á la espugnacion de lainmediata ciudad de Chucuito, para apoderarse de mas de 300 quintales deazogue, que habia en aquellas cajas reales para el fomento de losminerales inmediatos. Todas estas circunstancias agitaban el corazon deOrellana, pero al propio tiempo le afirmaban en su determinacion,deseoso de evitar tan lamentables y extraordinarios males. Lleno, pues,de estos pensamientos, y de amor y celo por los intereses de S.M., nodudó un instante sacrificarse en su servicio.

Con este designio librólas órdenes para que se aprontase toda su gente, incluso alguna de otrasprovincias, que buscaron su seguridad amparándose en la suya, y pasadala revista se halló consistian todas sus fuerzas en 130 fusileros, 390lanceros de á pié, y 140 de á caballo, 84 hombres armados con sables y80 únicamente con palos y hondas, cuyo total componia el de 824 hombres.

Verificadas estas primeras diligencias, y completo el número de lanzasque habia mandado hacer en su misma provincia, como tambien preparadaslas demas cosas que parecian indispensables siguió la prudente conductade juntar todos aquellos que componian la parte mas principal de lasmilicias, y á los curas y sacerdotes, á quienes manifestó su pensamientode salir en busca de los traidores que asolaban las provinciasinmediatas y particularmente la de Lampa. Dióles noticias de las armas,municiones y tropas milicianas que ya tenia á sus órdenes, representóleslos beneficios y ventajas que podian esperarse para el resguardo deaquella provincia, y recuperacion de otras, si el Cielo se dignababendecir y prosperar sus sanos designios, y concluyó rogándoles lediesen su dictámen, y le representasen todos los inconvenientes queconsiderasen justos, para variarla en caso que fuese preciso. Todosconformes y gustosos adhirieron á sus ideas y aprobaron la determinacionque les habia manifestado, ofreciendo sacrificar sus vidas en la justadefensa de la patria; por lo que, aprovechándose de la buenadisposicion en que todos se hallaban de salir á campaña, dió las órdenespara la marcha, y á pesar de las incomodidades que ofrecia la estacionrigorosa de las aguas, verificó la salida de la villa de Puno, el dia 7de Febrero de 1781, sin detenerse en lo crecido de los rios, queopusieron no cortas dificultades á su paso el siguiente dia, entre lospueblos de Paucarcolla Caracoto, en cuyo puesto acabó de certificarseera cierto que los comisionado de Tupac-Amaru recorrian las poblaciones,divididos en tres trozos, y que el primero estaba situado en lasinmediaciones de Saman, Taraco y Pusi. Desde luego determinó dirigirse ásorprenderlo, y siguió, sus marchas hasta el rio de Juliaca, que mandóvadear por toda la caballeria, con ánimo de atacar á los rebeldesimprovisamente; pero lo suspendió, por haberle avisado el cura deTaraco, que los indios estaban pasando el rio de Saman, que distaba seisleguas. Con este aviso se dirigió á el con 24 fusileros y 60

lanceros:pero cuando llegó ya habian pasado precipitadamente con la noticia queadquirieron de que estaba en Juliaca. Sin detenerse un instante mandóembarcar los pocos soldados que llevaba, y á las dos de la mañana llegóá acabar de pasar aquel rio caudaloso, é inmediatamente fué en busca delos enemigos, que favorecidos de la obscuridad de la noche, se habianretirado á mayor distancia. Siguió la marcha á pié como cinco leguas,porque no pudo pasar las mulas y caballos, y de esta conformidad alcanzóun trozo de 52

rebeldes á las 6 de la mañana, á quienes intimó leentregasen al cruel Nicolas Sanca, que con título de Coronel deTupac-Amaru, ocasionaba aquellos alborotos: pero ellos contestaron conoprobios, llamándoles alzados y rebeldes, y seguidamente acometieronfuriosos: atrevimiento que pagaron, quedando muertos todos los que leemprendieron.

Entre los papeles que se le encontraron, habia algunos autos originalesy en testimonio, de lo que habia librado el traidor Tupac-Amaru,dirigidos á apresurar el alistamiento que necesitaba, en que prevenia secastigase á los párrocos y demas eclesiásticos que se opusiesen á susórdenes: y se halló tambien una carta de un alcalde, que citaba aljusticia mayor de la provincia de Azangaro, puesto por el rebelde, paraque reunidos en la estancia de Chingora, con Andres Ingaricona,comisionado asimismo para juntar los indios de los pueblos de Achaya,Nicasio y Calapuja, todos incorporados con el mencionado Nicolas Sanca,acometiesen al cuerpo de tropas de Orellana, al tiempo de pasar el riode Juliaca: novedad que le hizo retroceder inmediatamente en busca delresto de sus tropas que encontró habian ya pasado el rio; y cuidadoso deaquella reunion, se propuso estorbarla á toda costa. Con este designiodirigió su marcha hacia el pueblo de Lampa por Calapuja, obligándole áseguir esta ruta los clamores de una muger, que le representó lasmuchas violencias que sufrian en aquel pueblo, por una partida de 300indios, gobernados por Ingaricona. Pero, por mas diligencias quepracticó, no pudo por entonces descubrir, ni la situacion, ni elparadero de los indios rebeldes, y resolvió pasar la noche en lasllanuras de Surpo, en cuyo campamento logró se lo declarase una espia,despues de haberle mandado castigar con algunos azotes, el que confesóse hallaban situados en la cima de la montaña, llamada Catacora. Sinesperar mas noticia, se puso en movimiento para buscar al enemigo, y ápoco rato descubrió que ocupaba la eminencia, haciendo ostentacion desus banderas, que tremolaban incesantemente: demostracion queacompañaban de una continuada y confusa griteria, pero no tardaron endesamparar aquel puesto, para subir á otro mas eminente, donde sehallaba el grueso de sus tropas.

Buscaba en vano Orellana la subida, porque no habia vereda ni ladoalguno que permitiese el acceso á la parte superior de la montaña en quese habian apostado los enemigos, cuya dificultad se aumentaba con lacopiosa lluvia y granizo que experimentaron por algun tiempo. Conocia ladificultad y se mantenia con alguna circunspeccion, hasta que le fuépreciso condescender con las instancias de sus tropas, que pedian coneficacia las guiase al ataque. En efecto, dividió su fusileria en dostrozos, que marcharon en distintas direcciones, amparándose de lospeñascos para acercarse á los rebeldes, con menos riesgo de las piedrasqué con obstinacion arrojaban con las hondas. Los fusileros y algunospocos soldados armados con sables, trabaron el combate, y peleabanllenos de ardor, avanzando apresuradamente con la mayor bizarria: peroeran pocos para no ser confundidos y derrotados en la eminencia por lamultitud que los esperaba.

Dejólos Orellana en la accion, y volvió enbusca de los demas para persuadirlos, representándoles el laudableejemplo de sus compañeros: esfuerzos que no bastaron á empeñarlos; yreceloso de un accidente desgraciado con la proximidad de la noche,mandó tocar la retirada, que se efectuó sin mas pérdida que la de doshombres que se despeñaron. Tuvo cinco heridos de consideracion y otrosmuchos levemente, y el mismo Orellana recibió un fuerte golpe de piedra,que despues de haberle roto la quijada inferior, pasó á herirle en elpecho. Los indios tuvieron muchos heridos, 30 muertos, con pérdida dealgunas cargas de poca consideracion, y sin embargo que no fué grande laventaja que lograron los nuestros este dia, aprovecharon los contrariosla oscuridad de la noche para ir en busca del Coronel Sanca, que despuesde haber abandonado y entregado á las llamas el pueblo de Lampa, vino áacampar con su gente á unos cerros eminentes, que distaban solo legua ymedia del campo de Orellana.

Con esta noticia juzgó inutil y arriesgado seguir su empeño, ydeterminó retroceder hasta las Balzas de Juliaca, para atender no soloá los insultos que se intentasen contra su provincia, sino tambien paramantener en la fidelidad á los indios de aquel pueblo, y á los deCaracoto, Cabana y otros, que se mantenian, aun por el Rey. Durante lamarcha tuvo vehementes indicios de la infidelidad del cacique Pacoriconaque le seguia, á quien hizo prender y conducir asegurado, y despues dehaber hecho alto en las cercanias de Chingora, advirtió que por lacumbre de las montañas se descubrian los indios divididos en dos trozos,y que el uno marchaba hacia las Balzas de Juliaca; de que infirióintentaban apoderarse de ellas para cortarle la retirada.

A fin deevitarlo se puso en movimiento, deseoso de atraerlos á un encuentro siintentaban oponerse, y se acercó al pueblo de Coata, donde podia hallarel número de balzas que fuese necesario para pasar sus tropas: yhaciendo inclinar parte de ellas al parage por donde bajaban los indios,retrocedieron á la eminencia, desde donde el caudillo que los gobernabapreguntó la razon porque se conducia preso al cacique Pacoricona, siendoinocente: y seguidamente intimó se le pusiese en libertad, y se leentregase la persona de Orellana, porque de lo contrario experimentarianirremediablemente su ruina. Pagaron, unos pocos que dejaron el asilo dela eminencia, el atrevimiento de su capitan, y en seguimiento de la ideapropuesta, se continuó la marcha para campar en la llanura de Ayaguacas,donde pasaron la noche sobre las armas, por el cuidado que daba lainmediacion del enemigo.

El cacique de Caracato, impulsado de su fidelidad, manifestó la órdenque habia recibido del indio, Coronel Sanca, para alistar la gente de supueblo y cortar las citadas Balsas de Juliaca y Suches, cuyocumplimiento se encargaba bajo graves penas en nombre del Inca, Rey ySeñor del Perú; de que receló Orellana que el pensamiento del rebelde noera otro que dejarle cortado, y atacar la villa de Puno y Chucuito, parapoder pasar mas libremente por Pacajes á la ciudad de la Paz razonporque adelantó su marcha hasta las cercanias de Coata, campando en lasorillas del rio. Y sin perder instante expidió las órdenes para quecondugesen 25

balzas del pueblo de Capachica, y se mantuvo un dia eneste puesto, así para dar descanso á sus tropas, como para conocer elestado de las armas: diligencia oportuna, porque al siguiente dia unindio de aquella inmediaciones avisó que los enemigos venian marchando,dispuestos para al ataque; como efectivamente se verificó, y al mediodia habian ya bajado de las montañas, y se adelantaban con ademan deacometer el campo que ocupaban nuestras tropas. Era ventajoso, porque suizquierda estaba apoyada sobre el rio caudaloso de Coata; su derechacubierta de una laguna, y por la espalda no permitia sino un estrechopaso la península que forman las aguas, en cuya entrada se colocaron 25hombres de á caballo para mayor seguridad de la mulada y ganado queestaban como encerradas en su recinto.

Reconocieron los comandantes de los rebeldes, Ingaricona y Sanca, tanventajosa situacion, y se suscitó entre ellos la disputa sobre siconvendria ó no emprender el ataque: resistíalo el segundo contra losdeseos y esfuerzos del primero, que queria obstinadamente se acometiese,considerando el poco número que se le oponia, que aun creyeron menor delo que realmente era, por haber mandado á la infanteria se sentase paraesperar el momento del combate: disposicion que certificó al enemigo ensu opinion, y se persuadió que los bultos que se divisaban eran lascargas de equipaje, colocadas de aquel modo para que sirviesen deresguardo al impulso de las piedras de sus hondas. Preocupados delengaño y del dictámen de Ingaricona, apoyado por el de un cacique de laprovincia de Carabaya, que se les habia incorporado en el acto de ladisputa, resolvieron atacar contando con la victoria, y apoderarse delas armas y municiones para remitirlas á Tupac-Amaru. Con este intentose fueron acercando, y cuando estaban inmediatos, se les hicieronalgunas proposiciones pacíficas por el teniente de cura de Nicasio, y eleclesiástico D. Manuel Salazar, quienes los persuadoan á que rendidaslas armas, aprovechasen el indulto y perdon general, que á nombre deS.M. se habia publicado: pero ellos respondieron osadamente, por mediode un indio, que no lo necesitaban, ni menos reconocian ya por suSoberano al Rey de España, sino únicamente á su Inca, Tupac-Amaru, ydesde luego empezaron á hacer algunos movimientos, y á las cuatro de latarde se avanzaban con gran prisa para atacar. Formaban un semi-círculo,cuyo costado derecho gobernaba Ingaricona, el izquierdo Sanca, y elcentro el cacique de Carabaya, que terminó la disputa á favor delprimero: pero los que venian á las órdenes de Sanca entraban tibios ycon grande repugnancia en el combate; efectos sin duda, de la oposicionque habia manifestado su capitan.

Empezaron el ataque por los 25 hombres de á acaballo que guardaban elpaso que cubria la retaguardia, y era entrada del puesto donde estaba elganado y la mulada de que intentaron desde luego apoderarse, reforzandolos ataques y los esfuerzos: de modo, que fué preciso tambien doblar laresistencia, reforzando aquel puesto con otros 25 hombres. En estasituacion estaba casi rodeada la gente de Orellana, y considerando eraya tiempo de atacar á los contrarios, se formó en batalla, colocando lafusileria en el centro.

Las lanzas, sables y palos, divididos por mitadá los costados, sostenidos por la poca caballeria que le habia quedado,y mandando dar un cuarto de conversion por mitad á derecha é izquierda,acometió á un tiempo á los indios de Ingaricona y Sanca, que sesostuvieron por algun rato con teson, peleando valerosamente, hasta quelos de Sanca cedieron, despues de haber perdido algunos hombres, yemprendieron una fuga precipitada, arrojándose á un estero profundo,donde se ahogaron algunos, y los demas siguieron la retirada con elmayor desórden, hasta ampararse de las montañas inmediatas. Esteaccidente dió lugar á que la tropa que cargaba aquel rebelde le dejaseen su vergonzosa fuga, y revolviese sobre el centro y derecha de losenemigos, mandados por Ingaricona, que peleaban con la mayorobstinacion, para dejar airosa la opinion que habia sostenido su gefe.Pero, obligados del esfuerzo del trozo vencedor que los cargóimpetuosamente, tuvieron que ceder al órden y constancia de las tropasde Orellana, que empeñadas en la accion, mataban cuantos rebeldes se lesoponian, hasta que amedrentados por el continuado fuego del fusil, sepusieron en desordenada fuga. La victoria fué completa, y se siguió elalcance hasta los cerros y collados, en que procuraban ampararse loscontrarios para salvar sus vidas: pero la muerte y el horror los siguiópor todas partes, y dejaron en el campo mas de 400 cadáveres. Cuidaba elcelo del licenciado Salazar de exhortar á los moribundos,persuadiéndolos á que en su última agonia invocasen los dulces nombresde Jesus y de Maria, pero tuvo que lamentarse mucho su caridad á vistade la pertinacia con que espiraban. Duró la accion dos horas y media, yconseguido el triunfo, se celebró con repetidas aclamaciones de viva elRey, y añadiéndose el consuelo, de que ninguno de los nuestros hubieseprecido, cuyo particular beneficio se atribuyó justamente á la ReinaPurisima de la Concepcion, cuya efigie iba colocada en la principalbandera, y en los corazones de los soldados, que devotos y confiados,imploraban su auxilio para el vencimiento; porque las fuerzas de losrebeldes ascendian á 5,000 combatientes, sin contar un crecido número demugeres, que obstinadas los seguian, y no les eran inutiles, porqueconducian sin cesar piedras á los hombres, para que no les faltasen enel acto del combate. Pagaron algunas con la vida su ferocidad, por masque procuraba impedirlo el Comandante, persuadiendo á sus soldados noempleasen el valor en objeto tan débil: pero rara vez puede contenerseel furor de la milicia, empeñada en seguimiento del enemigo.

Se revistaron al dia siguiente las armas, y se hallaron algunas rotas,y muchas torcidas, por haber usado los indios la precaucion de cubrirsecon unos cueros muy gruesos y duros, para resistir los golpes de lossables y lanzas; y habiéndose explorado la campaña por algunas partidas,no vió rebelde alguno en todas las inmediaciones, de que se infirióhabian caminado toda la noche en retirada, como en efecto, se supo pocodespues, estaban en las montañas de la estancia de Chingora. PasóOrellana el rio con estas noticias, con intencion de cortar á los que sehubiesen dirigido por Juliaca; pero no encontró ninguno que se loopusiese, antes bien, los indios del pueblo de Guaca y susinmediaciones, escarmentados ó temerosos por la funcion antecedente, sepresentaron pidiendo con humildad el perdon é indulto general de susvidas y haciendan, que se les concedió desde luego, sin inferirlesperjuicio alguno, y continuando sus marchas hasta Puno, entró felizmenteen esta villa, despues de haberse mantenido en la campaña doce dias, ydesde luego se repitieron á la Soberana Emperatriz de los cielossolemnes gracias, por la cuidadosa proteccion que se dignó dispensar álas armas de S.M., como que se reconocia por primera causa de aquellasfelicidades.

Resentidos los indios de las ventajas conseguidas por los que seguianlas reales banderas, y en continuacion de sus ideas sediciosas, noomitian diligencia para reunir cuantas fuerzas les eran posibles, conintento de atacar la villa de Puno, y quitado este estorbo, llevar susinvasiones libremente á las demas provincias, y llegar hasta Oruro, queya se habia declarado abiertamente por el rebelde. Observaba Orellanacuidadosamente sus movimientos, y certificado que no podia resistir alenemigo en la campaña, determinó defenderse dentro de la villa, yesperar en ella al enemigo. Para este logro, mandó sin pérdida de tiempoabrir fosos, levantar trincheras en los puestos mas necesarios,abastecióse de las municiones de guerra y boca, que permitia la escasezen que se hallaba, y considerándose todavia muy inferior á los esfuerzosde los rebeldes, reunió las fuerzas que tenia el Gobernador de Chucuito,D. Ramon de Moya, quien se habia restituido por este tiempo á suprovincia, para obrar de concierto, ofensiva y defensivamente.Verificado este intento, aun se halló no eran bastantes para resistir alenemigo, y se determinó pedir refuerzos al Comandante y Junta de RealHacienda de la ciudad de la Paz, pero solo se logró la remesa de 10,000pesos; porque el socorro de tropas fué derrotado en la marcha, por losindios de Omasuyos y Larecaja. Confirmábanse de dia en dia las noticias,de que un ejército de los rebeldes, compuesto de 18,000 indios yengrosado por varias partidas de Atuncolla, Vilque y Totorani, sehallaba ya en el pueblo de Juliaca, distante solo nueve leguas de Puno,á las órdenes del mestizo teniente general, nombrado por el rebelde,Ramon Ponce, y los coroneles, Pedro Bargas y Andres Ingaricona, quienesdejaban derramada por todas partes la sangre española, sin distincion desexos ni edades, pues á cuantos animaba alguna parte de ellas eranvíctimas de su crueldad y furor. En efecto el dia 10 de Marzo de 1730, álas 11 de la mañana, se presentaron en las alturas inmediatas á Puno congrande voceria y estrépito de tambores y clarines, que alternaban consalvas de fusileria, para autorizar las nuevas banderas que tremolaban,en tanto se iba estendiendo aquella multitud por los montes, quecircundaban la poblacion, de modo que ocupaban una estencion detres leguas.

Se habia cubierto anticipadamcnte con los indios fieles que sedistinguen por Mañazos, á las órdenes de su cacique D. Anselmo Bastirra,el cerro elevado, que vulgarmente se llama del Azogue

. Incomodabamucho á los enemigos la posesion de este sitio, y le atacaroninmediatamente con tal impetu, que á poco rato fué preciso acudir con elsocorro que pedian los defensores, mandando marchar las cuatro compañiasde caballeria, con órden de hacer solo el ademan de querer subir hastala cumbre, por si los rebeldes, al advertir este movimiento, acudian ádefenderse, y desistian del ataque. Y sin duda se hubiera logrado elintento, si la tropa se hubiese sugetado á la obediencia: pero lejos deesto, repechó hacia la cumbre inmediata, y trabó combate con losenemigos, que por instantes aumentaban el número, y de esta suerte seacaloró tanto la accion, que los mismos que iban al socorro de los otrosle pidieron á poco rato. Se hacia sensible este accidente por la faltaque podia hacer para la defensa del pueblo: pero sin embargo se envióuna compañia de fusileros con el capitan D. Santiago Vial, únicamentepara sostener la retirada de la caballeria, la que se consiguiófelizmente, cubriendo esta operacion con el fuego del fusil, de cuyasresultas tuvieron los contrarios 30 muertos y muchos heridos, y de losnuestros solo lo fueron levemente D. José Antonio Castilla, cacique dePomata, y un soldado de su compañia.

Mantuviéronse los rebeldes sin hacer movimiento lo poco que quedaba deaquel dia y toda la noche siguiente, poro fué insufrible su algazara.Por nuestra parte se doblaron las guardias y centinelas, se nombraronpiquetes de caballeria y algunos lanceros á pié, para que se mantuviesenen continua vigilancia al rededor de la villa, así para evitar algunincendio, como para que con la mayor precaucion y silencio seadelantasen cuanto les fuese posible á observar los movimientos delenemigo, tornando despues cuantas providencias eran necesarias para noser sorprendidos. A cuyo tiempo rompieron el ataque del Cerro delAzogue, y reconociendo era muy dificultoso defenderle, se mandóabandonar, é inmediatamente le ocupó el enemigo, que parece no esperabamas que posesionarse de él para comenzar el ataque del pueblo, porque álas diez de la mañana del dia siguiente se puso en movimiento con ademande bajar de las eminencias, haciendo jactanciosa ostentacion de sumultitud, con extenderse por las faldas de los montes que se presentabaná la vista. Adelantáronse algunos á prender fuego á los ranchos queestaban poco distantes de la poblacion, abrigados y sostenidos dealgunos fusiles que disparaban contra la guarnicion, y ofendian hasta laplaza mayor; pero se evitó, colocando en una de las torres de la matrizseis fusileros para que hiciesen fuego sobre ellos, y destacando haciael puesto de Orcopata un piquete de los mismos con una compañia decaballeria, que no solo lograron ahuyentarlos, sino tambien embarazarcortasen el camino real de Chucuito, como lo intentaban.

A vista de estos sucesos, se adelantaron los indios con todo su grueso,hasta las faldas y pié de la montaña de Queroni; de suerte que nodejaron libre á la villa otro frente que el que descubre la laguna porla parte superior inmediata al Cerro del Azogue. Incendiaron algunosranchos, poco distantes de la iglesia de San Juan, se apoderaron delarrabal de Guansapata, rechazaron á los indios fieles Mañazos que lodefendian, y finalmente pusieron una de sus banderas sobre un peñascomuy inmediato á la poblacion, en cuya mayor altura habia una cruz. Enesta crítica situacion, se mandó á los tenientes de fusileros de lasmilicias de Puno, D. Martin Sea y D. Evaristo Franco, que con susrespectivos piquetes acometiesen bruscamente á los enemigos en el paragedonde habian colocado la bandera, lo que egecutaron con mucho riesgo;pero ayudados del vivo fuego que les hicieron, lograron rechazarlos enbreve rato de aquel puesto: y para que los nuestros le mantuviesencontra los nuevos refuerzos y socorros que les oponian los contrarios,fué preciso destacar al capitan D. Santiago Vial, con otro piquete defusileros, á fin de que los reforzase; con lo cual no solo contuvieron álos indios, sino que los apartaron á una considerable distancia,quedando dueños de una situacion tan importante. Logróse el mismo objetopor la parte del Cerro de San José, donde tambien fueron rechazados losrebeldes por el alferez D. Juan Cáceres, que los acometió con lacompañia de caballeria de Pomata, otra de ronderos de Chucuito, yabrigado del fuego de los fusileros, apostados en la torre de laiglesia. Las compañias de caballeria de Puno, y la de Tiquillaca,mandadas por D. Andres Calisaya, cacique de este segundo pueblo, conotras de las de Chucuito, se opusieron á los que intentaban atacar porla parte del Cerro de Queroni, pero nunca trabaron el combate, porqueacometidos huian hasta las faldas de la montaña, y bajaban cuando losnuestros se retiraban. Por lo que se dispuso que el capitan D. JuanAsencio Monasterio, con el ayudante D. Francisco del Castillo, y algunosotros oficiales de otras provincias, incorporadas con la compañia defusileros, avanzasen apoyados de la caballeria, como lo egecutaronfelizmente, haciendo retroceder al enemigo hasta las montañas, de cuyasresultas quedó el pueblo libre por todas partes. Duró la funcion hastalas seis de la tarde: en ella acometieron los enemigos repetidas vecescon todas sus fuerzas, que como queda dicho pasaban de 18,000combatientes, y las nuestras solo llegaban á 1,400. El número fijo delos muertos que tuvieron, no se pudo indagar, porque cuidaban deretirarlos prontamente: pero atendiendo al vivo y continuado fuego quesufrieron, se puede creer fueron muchos, y mayor número el de losheridos. De los nuestros salió herido el Gobernador de Chucuito de unbala de fusil, que le atravesó el muslo izquierdo, y el mismo Orellanase dislocó un pié de una caida de caballo, cuya incomodidad reparóbrevemente, y continuó la accion. Otros oficiales y soldados fuerontambien heridos, y algunos de ellos peligrosamente, pero se terminaroncon felicidad las resultas de sus heridas.

Por la noche se doblaron los cuidados y precauciones de seguridad paraevitar una sorpresa; pero los rebeldes abandonaron el sitio y dejaronsolo un trozo que disimulase su retirada: para cohonestar mejor suverdadera intencion, los que se mantenian á la vista usaron la cautelade hacer algunas proposiciones á los eclesiásticos que se pusieron á suinmediacion para parlamentarlos, pidiéndoles de nuevo se le entregase lapersona del corregidor Orellana, y se publicase el bando que remitieron,mandado observar por el traidor José Gabriel Tupac-Amaru, entreteniendoparte de la mañana siguiente con estas y otras estratagemas, algo massutiles y advertidas, que lo que regularmente se cree de una nacionreputada por humilde y poco instruida, hasta que desaparecieron todos enbusca de los primeros que desistieron del empeño. Reconocióse entoncesera cierta su entera retirada, y no dudando irian en mucho desórden, sedispuso quedasen en la villa las compañias que se estimaron necesariaspara su resguardo, y el resto de las tropas salió en su alcance, á lasórdenes del Coronel de milicias de Chucuito, D. Nicolas de Mendiolaza,para que les picase la retaguardia, con la prevencion de no empeñarsedemasiado con los enemigos. Logró alcanzarlos á legua y media dedistancia, en una montaña no muy elevada, á la izquierda del caminoreal del Cuzco. Al instante que estuvieron inmediatos, los primeros seapearon, y sin esperar se les uniesen los demas, principiaron el fuegocontra algunos indios, que separados del grueso de su ejército ocupabany defendian una corta eminencia de piedra, de donde fueron rechazados alinstante, y pasaron á reunirse con los demas, en lo mas alto del cerro,que era donde tenian sus cargas. Allí se renovó el combate, conincreible obstinacion y bizarria de una y otra parte, porque separadoslos fusileros, segun creian mas convenientes para divertir á loscontrarios, causaban mucho estrago en ellos, que tambien se defendiancon denuedo y constancia. No obstante pudo haberse logrado una acciongloriosa, si las compañias de caballeria hubieran imitado á los pocos dela vanguardia que peleaban con intrepidez y arrojo: pero á pesar de lacelosa actividad con que procuró llevarlas al combate su ComandanteMendiolaza, no pudo reducirlas con la persuasion ni el ejemplo que lesdió, poniendose á la cabeza de ellas, haciendo fuego él mismo á losenemigos, en medio de un torbellino de piedras, que le arrojaban con sushondas desde muy corta distancia: y viendo que nada bastaba, desistiódel intento que se habia propuesto, de mantenerse en aquel sitio hastael dia siguiente, para continuar el ataque, y mandó tocar la llamadapara retirarse á Puno, como lo efectuó. Pero la misma inobediencia delas tropas causó el desórden, y que pereciesen en la funcion y retiradaseis de los nuestros: bien que los enemigos compraron á mucho precioesta ventaja, porque tuvieron mayor número de muertos y heridos, porhaber sufrido mas de dos horas un fuego muy vivo que les hizo lafusileria.

Aunque se logró rechazar á los rebeldes en Puno, la confianza quefundaron en la inutilidad con que se dirigian contra aquella villa losindios de los pueblos por donde transitaron, ocasionó gravísimasdesgracias.

En el pueblo de Coata exterminaron el propio dia á todos losespañoles y mestizos que pudieron haber á las manos, y lo propioaconteció en el de Capachica. Por otra parte, los pueblos de Yunguyo,Desaguadero y Cepita de la provincia de Chucuito, se declararon por elpartido de rebelion y se unieron á los de la provincia de Pacajes,impidiendo pasase un extraordinario, despachado por Orellana alComandante de la Paz, en que le pedia nombrase un sugeto capaz demantener y defender aquel puesto que ya consideraba preciso, en atencioná que de resultas de la caida del caballo estaba imposibilitado decontinuar tan importante objeto: y en consideracion á que habia sidoinfructuosa aquella diligencia, no pensó en otra cosa que en prevenirsepara hacer menores los daños que esperaba, y resistir las invasiones querepitiesen los insurgentes. Asimismo el Gobernador de Chucuito, luegoque supo la alteracion de los primeros pueblos de su provincia,solicitaba los medios de sosegarla, y habiéndose tratado en junta, deguerra los que parecian mas oportuno, se propuso remitir gente armadapara contener aquellos movimientos, á que no asintió Orellana por laconsideracion de que, siendo dimanados de la misma causa que los demas,era indispensable que toda la provincia se conmoviese, y porconsiguiente quedase encerrado el destacamento en el centro de ella:como efectivamente le sucedió al que, por órden particular de suGobernador, se despachó á las del cacique de Pomata, D. José ToribioCastilla, que fué sacrificado con 25 hombres que le acompañaban en sumismo pueblo; ocasion que aprovecharon los vecinos para declararse ácara descubierta por el rebelde.

Con la noticia de este segundo desgraciado suceso, determinó el mismocorregidor enviar todas las milicias de su provincia, que marcharon bajola conducta del capitan D. Santiago Vial, y al llegar á Juli reconocióel sangriento estrago de todos los vecinos de aquel pueblo, que pasabanpor españoles, cuyos bienes habian saqueado, sin librarse el sagrado delos templos del furor y la profanacion, tomando despues los rebeldes porasilo las cumbres de las montañas inmediatas. Al entrar los nuestros enla poblacion, encontraron las plazas y calles inundadas de sangre, yarrojados los cadáveres por todas partes, sin hallar quien les dieserazon alguna de aquel funesto espectáculo: hasta que el ruido de algunosfusilazos que dispararon á los indios que descendian á las faldas deunos cerros para incomodarlos, hicieron salir á los curas y algunos masque pudieron escapar, metidos en los lugares mas ocultos; y asegurado elcapitan Vial de que no quedaban otros escondidos, recogió su gente ysalió de nuevo á la campaña con todos los que habian tenido la felicidadde libertarse de la cuidadosa solicitud de los indios, y continuóretrocediendo hasta las cercanias de Ylabe, desde donde participó cuantole habia ocurrido, y en su consecuencia se determinó en junta de guerraque siguiese su retirada: pero él no obedeció, hasta que le obligaronlos muchos indios del pueblo de Acora, que improvisamente se declararonpor el usurpudor, cuya novedad precisó á Orellana á que acudiese con uncuerpo de tropas de su mando, solo para sostenerle la retirada, porquelas justas atenciones de su capital no

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    Sep 2024

    O vento que beija Recife traz consigo as histórias dos que viveram antes de nós. Ventos muito mais antigos que as ruas; é bom sentir o vento, não é? Principal...

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  • Endstation unvergesslich
    Endstation unvergesslich International by Tom 4tune
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    296

    Published:
    Aug 2024

    Die Welt im freien Fall des Klimawandels, jedoch vier Menschen stehen dagegen. Sie kämpfen für Satz und Sieg der Menschheit.Ein Ideenwettbewerb der UNO, als E...

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  • Der Tote im Sand
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    54

    Published:
    Aug 2024

    Die Polizei auf der wunderschönen Mittelmeerinsel Formentera ermittelt in einem Mord. Reichlich Sonne – ein wenig Sand – das Rauschen des Meeres – und eine bl...

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