Las instituciones norteamericanas han sido blanco de un insistente ataque por los religiosos conservadores, quienes sostienen la idea de que estamos ante una grave debacle moral. Ellos lo atribuyen al desarrollo del secularismo humanista, al que acusan de haber corrompido a la juventud y socavado la base moral de la sociedad. La causa principal de nuestra degradación moral, insisten ellos, es que nos hemos alejado de la moralidad bíblica: sólamente con el retorno a los "valores tradicionales", podremos salvarnos del pecado y de la inmoralidad. Culpan a los humanistas por la violencia, el crimen, las drogas, la pornografía, y la libertad sexual que son, según ellos, señales del declive de esta nación. Yo, de seguro, no apruebo el crimen, la violencia, el tráfico irresponsable de drogas o la pornografía; sin embargo, aducen, ésto es el humanismo.
Hay algo tragicómico en estas acusaciones, ya que debería hacerse ya bien evidente que una profesada creencia en la Biblia, no es ninguna garantía de virtud moral. La doble moralidad se hace muy obvia. Jim y Tammy Baker y Jimmy Swaggart, por ejemplo, hicieron una cruzada contra los pecadores, cuando al mismo tiempo escondían de los demás, sus indiscreciones.
Algunos predican un evangelio de amor mientras condenan a los enemigos -
tanto extranjeros como domésticos- e insisten en armarse hasta los dientes.
Otros azuzan con el miedo de un inminente holocausto nuclear que destrozará el mundo y alistará el terreno para goce de los verdaderos creyentes. Curanderos inescrupulosos de la fe trabajan con masas ingenuas, con promesas de redenciones milagrosas.
Existe una resurrección del neofundamentalismo ortodoxo religioso en el mundo entero. Los creyentes comprometidos están muy dispuestos a matarse los unos a los otros en el nombre de Dios: los musulmanes y los cristianos en el Líbano, los shiítas y sunitas en Irak e Irán, los judíos y los musulmanes en Israel, los católicos y los protestantes en Irlanda del Norte, los sikhs y los hindúes en la India. Paradójicamente, distintas sectas atribuyen mandamientos, muchas veces contradictorios, a los deseos de Dios. Los judíos y los católicos ortodoxos, por ejemplo, alaban la monogamia, mientras que los musulmanes, citando el Corán, encuentran moralmente ejemplar a la poligamia.
Muchos teístas conservadores consideran que la moralidad necesita de 113
fundamentos religiosos y que uno no puede ser una persona responsable, al menos que acepte la religión teísta como una guía para la vida. Richard Neuhaus, en su obra The Naked Public Square, ataca la doctrina de la Primer Enmienda de la Constitución, por excluir la religión de la vida pública.
Muchos religiosos atacan, por la misma razón, las escuelas, los libros de texto, los medios de comunicación, la profesión legal, y las universidades.
Ellos prometen recrear a los Estados Unidos y hacerlo volver a sus
"fundamentos religiosos". Pero la edad dorada de la supuesta moralidad es una ilusión. En la sociedad de frontera abierta del pasado, la violencia y la indecencia eran la norma; muy poca gente era educada, a las mujeres se les negaba la igualdad, el racismo era de rigor, y existía un desempleo e inseguridad económica generalizados. Hemos avanzado un buen trecho en ciertas áreas del desarrollo moral.
La pregunta que generalmente se hace es ésta: ¿Puede uno ser un buen ciudadano, criar a niños amorosos, contribuir a la sociedad, encontrarle sentido a la vida, y estar consciente de los valores morales, y al mismo tiempo, no creer en una deidad o seguir las ordenanzas religiosas convencionales? De acuerdo con una encuesta Gallup, alrededor de noventa millones de norteamericanos, el 41% de la población, no pertenece a ninguna organización religiosa, iglesia, sinagoga, o mezquita. Otros millones son miembros nominales de la iglesia, o se consideran secularistas, humanistas, agnósticos, escépticos, o ateos. Sin embargo, la mayoría tiene grandes valores y preceptos éticos y morales. Demuestran con sus acciones que existen sendas morales alternativas y que la ausencia de una fe religiosa tradicional, no significa que una persona tenga que ser inmoral o perdida. Es totalmente cierto que no todos los santos están en las iglesias y los pecadores, fuera de ellas.
Los árboles del conocimiento y de la vida
Existen en nuestra sociedad, por lo menos dos enfoques de la moralidad. El primero, la moralidad religiosa, intenta deducir las reglas morales de los mandamientos divinos según se encuentran en la Biblia, el Libro de Mormón, el Corán, o en las enseñanzas de Mary Baker Eddy o del Reverendo Moon. En éste, la obligación principal es la obediencia a los mandamientos, los que son vistos usualmente como absolutos. La piedad religiosa precede a la conciencia moral.
En el Viejo Testamento, Jehová le prohíbe a Adán y a Eva comer del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal. Ellos le desobedecen y son expulsados del Jardín de Edén. Jehová expresa su disgusto y su temor por la posibilidad de que ellos hubieran podido continuar comiendo del fruto prohibido de otro árbol del Edén, el árbol de la vida.
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Existe una segunda tradición histórica, sin embargo, cuyo imperativo principal es basar las decisiones éticas precisamente comiendo de los frutos prohibidos del árbol del conocimiento del bien y del mal y del de la vida. Esta tradición se inició con los filósofos griegos y romanos- Sócrates, Aristóteles, Hiparco, Epicuro, y Epicteto- y el sabio chino, Confucio. Fue expresado durante el Renacimiento por Erasmo, Espinoza, y muchos otros filósofos, como Emanuel Kant y John Stuart Mill y es la que busca desarrollar la ética sobre bases racionales. Aún los padres fundadores de la República Americana- James Madison, Tomás Jefferson, Tom Paine- eran deístas y humanistas, y tuvieron confianza en el poder de la razón para mejorar la condición humana. Robert Ingersoll, John Dewey, Bertrand Russell, A. H.
Maslow, Margaret Sanger, Carl Sagan, Sidney Hook, Isaac Asimov, y otros, expresan valores humanistas.
Esta vena profunda de la civilización corre al lado de la tradición judaica, cristiana y musulmana. No puede ser ignorada, como sus críticos suelen hacer, o ser catalogada como "inmoral". La ética del humanismo es un enfoque auténtico de los principios éticos y morales y en vez de corromper a los hombres y las mujeres, ha contribuido inconmesurablemente a la cultura humana. El que el humanismo secular haya sido injustamente atacado como carente de ética, es un grave error de nuestra sociedad democrática. Por el contrario, si es precisamente algo, el humanismo es la expresión de la auténtica filosofía ética, la que es especialmente relevante para el mundo actual.
Los buenas costumbres o decencias morales comunes La pregunta se hace constantemente: ¿Cómo se puede ser moral y no creer en Dios? ¿Cuáles son las bases en que descansa la ética humanista?
Déjenme resumir, para contestar, las principales características del humanismo:
Primero, existe un conjunto de lo que yo llamo "las buenas costumbres o decencias comunes morales" que son compartidas tanto por los teístas como por los no teístas y que son la base de la conducta moral. En realidad, tienen un alcance transcultural y raíces en las necesidades humanas comunes. Han germinado de la lucha por la sobrevivencia y pueden tener alguna base sociobiológica. En vista de que su emergencia depende de ciertas precondiciones de desarrollo moral y social, pueden estar ausentes en algunos individuos o sociedades.
No obstante, las decencias morales comunes son tan básicas para la sobrevivencia de cualquier comunidad humana que, mientras éstas sean comúnmente violadas, ninguna coexistencia significativa puede darse. Estas son enseñadas de generación a generación y son reconocidas 115
mundialmente tanto por amigos como amantes, por colegas como compañeros de trabajo, por extraños como conocidos, como las reglas básicas de la interacción social. Son la base de la educación moral y deberían ser enseñadas en las escuelas. Expresan las virtudes elementales de la cortesía, la delicadeza, la empatía, todas esenciales para poder vivir juntos; en realidad, son la base misma de la vida civilizada.
Primero, están las que involucran la integridad personal, esto es la expresión de la verdad, de no mentir o engañar, de ser sincero, cándido, franco, y libre de hipocresía, de honrar las promesas, de cumplir con los compromisos, de ser honesto, evitando el fraude o las trampas.
Segundo, está la confianza. Debemos ser leales con nuestros amantes, amigos, parientes, y colegas, y debemos ser de confiar y responsables.
Tercero, están las decencias de la benevolencia, que implican la expresión de la buena voluntad y las intenciones nobles hacia otros seres humanos, y la preocupación sincera por ellos. Significa la ausencia de maldad (no delictividad), evitando hacer daño a los demás o a sus propiedades: No debemos robar o matar, infligir violencia física o daño, ser crueles, abusadores, o vengativos. En el dominio sexual, significa no imponer nuestras pasiones sexuales a otros y buscar el mutuo consentimiento entre adultos. Quiere decir que tenemos una obligación de ser benéficos; o sea, nobles, solidarios, compasivos. Debemos darle una mano a aquellos que la necesitan y tratar de aminorar su dolor y sufrimiento y contribuir para su bienestar. Jesús es quien mejor ejemplifica los principios de la benevolencia.
Cuarto, están los principios de la equidad. Debemos expresar gratitud y aprecio para aquellos que lo merecen. Una comunidad civilizada hará que la gente se responsabilice de sus acciones, haciendo que los que dañan a otros no continúen sin recibir algún castigo y los afectados, quizás, indemnizaciones; por lo tanto, ésto involucra el principio de justicia e igualdad en la sociedad. La tolerancia es una de las cualidades morales básicas. Debemos respetar el derecho de los otros a tener sus creencias, valores, y estilos de vida, aunque éstos difieran de los nuestros. Podemos no estar de acuerdo con ellos, pero cada individuo tiene derecho a tener sus convicciones, mientras éstas no dañen a otros o los prevengan de ejercer sus derechos. Debemos tratar de cooperar con los otros, buscando negociar las diferencias de manera pacífica y sin recurrir a la violencia o al odio.
Estas costumbres o decencias morales comunes expresan prima facie principios y reglas generales. Aunque algunos individuos o naciones puedan desviarse de su práctica, proveen, de todas maneras, los parámetros generales para guiar nuestra conducta. No son absolutos y pueden existir conflictos; a veces tenemos que establecer prioridades entre ellos. No tienen que haber sido ordenados divinamente para tener fuerza, sino que son 116
puestos a prueba por la práctica y por sus consecuencias. Los seres humanos moralmente desarrollados aceptan estos principios y tratan de vivir con ellos porque entienden que, cuando se trabaja y vive con otros, son necesarios algunos sacrificios morales para evitar los conflictos. La sabiduría del pragmatismo moral, entonces, reconoce la naturaleza obligatoria de la conducta responsable.
En el Viejo Testamento, la fe de Abraham se pone a prueba cuando Dios le exige el sacrificio de su único hijo, Isaac, a quien él adora. Abraham está listo a obedecer, pero, en el último momento, Dios detiene su mano. ¿Es malo que un padre mate a su hijo? Una conciencia moral desarrollada comprendería que así es. ¿Pero está mal simplemente porque Jehová así lo determina? No. Considero que existe una conciencia humana autónoma que se desarrolla de la experiencia humana, que crece de nuestra naturaleza de animales sociales, y que comprende, ya sea que Dios lo declare o no, que es equivocado matar. Debemos sospechar ampliamente de aquél que cree que el asesinato es malo sólo porque Dios lo dice. Más bien, creo que le atribuimos este decreto moral a Dios porque nosotros mismos lo llegamos así a entender.
Existe hoy día un gran debate acerca de si la religión debería ser impartida en nuestras escuelas; muchos están violentamente opuestos a ello. Pero tenemos un tesoro de sabiduría moral que podríamos impartir a los jóvenes y que muchas veces no se les enseña activamente en la casa. Debemos cultivar la inteligencia moral, la capacidad para pensar racionalmente acerca de nuestros valores. Es en este aspecto en que el debate se intensifica porque algunos críticos del humanismo están opuestos a cualquier cuestionamiento reflexivo de ellos.
Buenas costumbres o excelencias éticas
Las buenas costumbres o decencias comunes morales, se refieren a cómo nos relacionamos con los otros. Pero existe un grupo de valores a los que debemos aspirar en nuestras propias vidas, y propondría yo, que debemos impartir a nuestros jóvenes. A éstas llamo las excelencias morales. Creo que existen normas de desarrollo ético, cualidades exquisitas de sumo mérito y logros. En realidad, algunos individuos brillan por su nobleza; existen, de acuerdo con el filósofo griego Aristóteles, ciertas virtudes o excelencias que las personas moralmente desarrolladas ejemplifican. Estos estados mentales están basados en la regla dorada del término medio, y proveen cierto balance en la vida. Creo que estas excelencias clásicas o virtudes necesitan ser actualizadas para nuestra época. ¿Cuáles son?
Primero, la excelencia de la autonomía, o lo que Ralph Waldo Emerson llamó autosuficiencia. Con esto quiero decir la capacidad que posee una 117
persona de tomar control de su propia vida, de aceptar responsabilidad de sus propios sentimientos, matrimonio o carrera, su forma de vivir y aprender, los valores y las cosas que aprecia. Esta persona es autogestadora y autogobernada. Su autonomía es una afirmación de su libertad.
Desafortunadamente, alguna gente encuentra la libertad como una carga y está dispuesta a sumitirle a otros, ya sea los padres, los compañeros o compañeras, los dictadores totalitarios, o los gurús autoritarios, su derecho a la libre autodeterminación. Una persona libre reconoce que tiene sólo una vida por vivir y que como la vivirá, es, a fin de cuentas, su propia decisión.
Esto no niega que vivamos con otros y compartamos con ellos valores e ideales, pero sostiene, que como básico de la ética de la democracia, está el aprecio por la autonomía de la decisión individual.
Segundo, la inteligencia y la razón están arriba en la escala de valores. Para alcanzar la buena vida, debemos desarrollar nuestra capacida cognitiva; no sólamente la destreza técnica o la virtuosidad artística, sino que el buen juicio para tomar decisiones sabias. Desafortunadamente, muchos críticos del humanismo minusvalorizan la inteligencia humana y creen que no podemos con ella solucionar nuestros problemas. Están dispuestos a abdicar su autonomía racional a otros. La razón puede que no sirva para solucionar todos los problemas- algunas veces debemos escoger el mal menor- pero es el método más confiable que tenemos para llegar a las decisiones morales.
Tercero, es necesaria la autodisciplina en cuanto a las pasiones y los deseos. Debemos satisfacer nuestos deseos, pasiones y necesidades con moderación, bajo la guía de la decisión racional, reconociendo las consecuencias adversas que decisiones imprudentes pueden tener en nosotros mismos y en los demás.
Cuarto, es vital para alcanzar un balance psíquico, cierto respeto de uno mismo. El odio hacia uno mismo puede destruir la personalidad. Tenemos que desarrollar un aprecio por lo que somos como individuos y un sentido realista de nuestras identidades, ya que una falta de confianza en sí misma, hace sentir a la persona verdaderamente sin valor, lo cual ni es saludable para el individuo, ni beneficioso para la sociedad en general.
Quinto, y muy arriba en la escala de virtudes, está la creatividad. Está estrechamente relacionada con la autonomía y con el respeto de uno mismo, ya que la persona independiente tiene algo de confianza en sus propios poderes y está dispuesta a expresar sus talentos especiales. La persona no creativa es usualmente conformista, incapaz de hacer algo nuevo, tímida y miedosa de las nuevas iniciativas. Una persona creativa está dispuesta a ser innovadora y a tener una pasión por la vida que incluye aventuras y descubrimientos.
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Sexto, necesitamos gran motivación, un deseo de emprender en la vida y llevar a cabo nuevos planes y proyectos. Una persona motivada encuentra la vida interesante y excitante. El problema de mucha gente es que miran su vida y sus trabajos como aburridos. Desafortunadamente, están simplemente escondiendo su falta de intensidad y de compromiso con las grandes aspiraciones y valores.
Octavo, una persona positiva es capaz de cierto joie de vivre, o sea de sentir felicidad de estar viva, una apreciación por la multiplicidad de placeres humanos, desde los que se llaman placeres físicos, como la comida y el sexo, hasta los más nobles y creativos de los placeres estéticos, espirituales, y morales.
Nueve, si queremos vivir bien debemos entonces estar racionalemnte preocupados con nuestra salud como una precondición de todo lo demás.
Para mantener una buena salud, debemos evitar el fumado y las drogas, beber sólo con moderación, reducir el estrés en nuestras vidas, y aspirar a obtener una nutrición, ejercicio y descanso adecuados.
Todas estas excelencias apuntan hacia la summa bonum. El valor intrínsico que los humanistas aspiran a alcanzar es eudemonismo: la felicidad o la dicha. Yo prefiero la palabra exuberancia o excelsitud para describir este estado de vida, porque creo que es un proceso activo y no pasivo. Creo que el motivo o el fin de la vida es vivir plena y creativamente, compartiendo con los otros las muchas oportunidades para una experiencia feliz. El significado de la vida no está para ser descubierto sólo después de una muerte en algún misterioso y escondido reino, al contrario, se puede encontrarlo comiendo el suculento fruto del Arbol de la Vida y viviendo, de la manera más creativa posible, en el aquí y en el ahora.
Sin embargo, el humanista es condenado por enfatizar la felicidad como objetivo de la vida. Para algunas teologías de la salvación, esta vida no tiene ningún sentido- es sólo una preparación para la próxima. Pero ésto es un escape para aquellos que no pueden encontrar sentido en sus vidas personales y buscan ser liberados en la próxima. Aún si la inmortalidad existiera, esto no es razón para denigrar la vida del aquí y del ahora. El punto importante que es siempre olvidado es que para encontrar la vida significativa, es importante analizar lo que le damos a ésta. La vida nos presenta oportunidades y posibilidades, y si las aprovechamos o no, depende de nuestra capacidad de autonomía y de afirmación.
Hay quienes mantienen que la ética del humanismo, en vista de que se centra en la vida feliz y creativa, es corruptora y degradante y lleva al libertinaje y al hedonismo en el que "todo es permitido". Para ellos, la moralidad significa represión: el cuerpo es despreciado, la expresión sexual, 119
por razones distintas a las de la procreación, es vista como pecado, y el mundo, percibido como un trágico valle de lágrimas. Ellos se consideran incapaces de resolver sus propios problemas o de obtener felicidad en la tierra por sus propios esfuerzos, y crean el mito del consuelo para ayudarse a escapar de las pruebas y tribulaciones de la injusticia mortal. Están cargados de culpa y de un sentido de pecado y tratan de aliviarlo al preferir el bienestar a la verdad.
Este punto de vista es extremadamente pesimista (y, diría yo, contrario al espíritu del optimismo americano) ya que desvaloriza y denigra nuestra inteligencia y nuestra capacidad para grandes logros. En su forma excesiva, es profundamente antihumano, aún patológico. Enmascara un miedo profundo a la propia capacidad de vivir autónomamente, y expresa una ausencia de respeto y un odio por uno mismo.
La necesidad del pensamiento creativo ético
Hasta ahora, he discutido dos áreas de la ética: 1- las costumbres o decencias comunes morales y 2- la ética de la excelencia personal. La ética del humanismo es todo menos egoísmo o egocentrismo; involucra una apreciación profunda por las necesidades de otros seres humanos, como el reconocimiento que ninguna persona es una isla en sí misma y que que entre los mayores deleites, están aquellos que compartimos con los demás.
Más bien, las decencias o buenas costumbres comunes morales, apuntan hacia la necesidad de desarrollar la integridad, la sinceridad, la beneficiencia, y la equidad- y estas excelencias se relacionan con nuestro trato con los demás. La ética del humanismo alaba la fortaleza de carácter.
Creo que la mayoría de los miembros de nuestra sociedad pueden aceptar los principios y valores que he enumerado y que tenemos puntos en común que generalmente no son reconocidos. Pero vivimos en un período de rápido crecimiento tecnológico y cambio social que permanentemente nos enfrenta a nuevas ambiguedades y problemas. La meta de llegar a tener una absoluta certeza, es difícil de alcanzar. No podemos contentarnos con simplemente utilizar la sabiduría de las antiguas generaciones; debemos estar preparados para hacer revisiones de nuestra visión moral tradicional.
Debemos adaptarnos a los nuevos desafíos que nos retan y desarrollar principios y valores nuevos y apropiados para el siglo XXI y después. La moralidad vieja contiene muchos principios probados, pero mucha de ella-particularmente la religiosa- fue desarrollada por sociedades nomádicas y agrícolas. Es difícil aplicar estos antiguos códigos morales a la sumamente desarrollada y tecnificada sociedad posindustrial en la que vivimos ahora.
¿Cómo vamos a lidiar, por ejemplo, con el problema de la ética médica, desarrollada en razón de las nuevas tecnologías que pueden mantener vivas a las personas más allá de lo que sería una vida digna? ¿Cómo debemos decidir sobre los transplantes de órganos, en vista de su escasez? ¿Cómo 120
podrá la sociedad cuidar a un número de ancianos en constante aumento?
Estos problemas presentan nuevos dilemas morales a lo cuales la religión clásica bíblica no puede responder. Estas situaciones simplemente no existían en las generaciones anteriores. Esta es la época del viaje espacial, de la revolución de la información computarizada, de la ingeniería biogenética. Nuevos descubrimientos científicos y tecnológicos nos proveen oportunidades enormes para el mejoramiento humano, pero también provocan dilemas morales por sus posibles abusos y peligros.
No podemos enfrentarnos a estos problemas recurriendo a los absolutos del pasado: el pensamiento fresco para el futuro es esencial. La inteligenica crítica es el instrumento más util que tenemos- no será perfecta, pero nada lo es cuando tratamos los problemas morales.
Esta posición es usualmente atacada por aquellos que no entienden la naturaleza de la deliberación moral. Ellos la condenan como "ética situacional"- pero el punto del pensamiento situacional es que muchas veces encontramos nuevos contextos en la experiencia humana que son totalmente distintos a lo que ha existido en el pasado, y necesitamos la investigación creativa para enfrentarnos con ellos. Si hay una excelencia que la sociedad debería desarrollar es precisamente la necesidad de sumar la sabiduría ética y la inteligencia social. En vez de recurrir a denuncias chillonas, debemos estar dispuestos a enfrascarnos en un diálogo cooperativo y racional que ayude a desarrollar, cuando se necesite, nuevos valores y principios apropiados para un mundo emergente. Esta es la principal propiedad mental que deberíamos aspirar fuese impartida a nuestros hijos: que piensen no sólo acerca de datos sino también acerca de los principios y valores morales.
Existen muchos filósofos hoy día que se encuentran enfrascados en el pensamiento ético creativo, y que nos han brindado nuevas guías morales.
En el campo de la medicina ética, por ejemplo, el "consentimiento informado" es un principio general moral que se aplica a la esfera de la salud, que significa que los pacientes tienen derechos y que es necesario su consentimiento cuando se trata de la naturaleza y la extensión de su tratamiento.