—Segunda: ¿cree V. que doña Carmen apoyará mis deseos?
—Cuando me ha permitido venir aquí, es que ha visto en V. un hombrehonrado para su Julia.
—Pues si es así, yo aprovecharé la primera ocasión que se me presentepropicia para hablar con Julia. ¡Con tal de que su antiguo amor haciaMolínez no sea una verdadera pasión!
—Se me figura que no; eso V. lo averiguará. Y ahora, para concluir, yotambién tengo que hacer a V. una pregunta por encargo de mi ama, y claroestá que repetiré con la mayor prudencia lo que V. diga. Vamos a ver:¿cuál es el verdadero estado de la señorita Clotilde?
—Hoy por hoy, gravísimo. Creo, sin embargo, que de esa crisissaldremos adelante; pero de las que vengan luego no respondo; en unode esos ataques tiene que quedarse.
De modo que si ahora se alivia, loantes posible, a Madrid con ella.
Desde la mañana en que Ruiloz habló con la criada confidente de doñaCarmen, subieron de punto sus cavilaciones. Ya sabía cuanto deseó saber;ya conocía el secreto de aquella familia, el motivo de las tristezas deJulia, y sin embargo, sus dudas eran más dolorosas que antes. Ella ennada desmereció a sus ojos, siguió pareciéndole tan digna de ser queridacomo antes; nada viturable halló en su conducta; había amado a un hombreque la despreció por otra, ni más ni menos... Allí la traidora, la dignade censura era Clotilde. Para Molínez no encontraba calificativobastante duro: era un miserable vulgar, que sintiendo inclinación haciauna mujer la dejó en cuanto supo que era pobre, dándole por rival a sumisma prima, prolongando luego una situación en que la infeliz había desufrir doblemente con mortificaciones de amor propio y...
acaso, acasocon dolorosísimos celos. Porque ¿quién podría decir si Julia no amaba aJavier? ¿En qué consistiría su tormento? ¿En la postergación sufrida, oen el desengaño experimentado? ¿Quién era capaz de saber lo que pasabaen su alma? El haberle quitado el novio, ¿significaba para ella lasimple humillación del orgullo femenino, herida hecha en la vanidad, queescuece pero se cura, o sería tal vez el robo de sus ilusiones y lamuerte de sus esperanzas? Aquel odio hacia Clotilde que Julia no podíaencubrir ¿era expresión más o menos exagerada de desprecio ysuperioridad, o era el rencor de un alma a quien se habían cerrado laspuertas de la dicha? En una palabra, ¿habría Julia sentido por Molínezun amor tibio y pasajero, ya extinto, o una de esas pasiones que en laadversidad se exacerban y llenan toda la vida?
Ruiloz necesitaba saberlo, pues una cosa era para él pretender a quiensólo fue requerida de amores consintiendo en ello, y otra cosa muydistinta sería aspirar a enseñorearse de un corazón que tenía dueño,tanto más adorado cuanto más imposible era poseerlo. Finalmente,comprendía que le era indispensable averiguar si Julia