Un Paseo por París Retratos al Natural by Roque Barcia - HTML preview

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Instituto

, y vimos lasestátuas de Bossuet, de Descartes, de Fenelon y de Tully. Vimos tambiencon gran satisfaccion los bustos de otros hombres célebres, entre ellosel de Molière, sin embargo de que este gran poeta no perteneció á la

Academia de su siglo

. Pertenecia á otra Academia mucho más grande: ála de la historia, á la del tiempo. El busto tiene esta noble y discretainscripcion:

Rien ne manque à sa gloire, il manquait à la nôtre. Nada falta á sugloria; pero á nuestra gloria faltaba el tenerle aquí

.

Estas palabras son un digno y generoso epitafio. ¡Ilustre Molière! Yaque un siglo dejó tu cadáver insepulto; ya que un siglo negó á tuscenizas el palmo de tierra, que no se niega á tantos idiotas y á tantosmalvados, otro siglo te llama, te hace entrar y te tiene guardado aquí.

¡Qué arcanos tan raros envuelven el destino de la vida! El genio salvaal mundo, y el mundo lo trata casi siempre como herege. O lo quema, ó loahorca, ó lo reduce á morir de hambre, ó lo deja insepulto. Pero Diosque está arriba, tan arriba, Dios que ve tanto, que tanto vela, que tanjusto es, entierra luego á los que no tuvieron sepultura, y da pan á losque se murieron de hambre, y quita la argolla á los que perecieron enlos cadalsos, y junta los miembros, y resucita el polvo de los quesirvieron de pábulo á bárbaras hogueras. Ahí estan esas estátuas y esosbustos. ¡Gloria á ellos, gloria al siglo cristiano que los fabrica, ygloria al espíritu que los ha mandado fabricar!

Vamos á las curiosidades de este dia. Ha caido en mis manos, por unaventurosa casualidad, un memorial antiguo, y en él encuentro noticias,que no dejan de llamarme la atencion.

Primera

. En tiempo de San Luis, se dió el nombre de

Universidad

á lareunion de todas las escuelas parisienses, y la universidad se llamabaentonces LA TRES-HUMBLE

ET TRES-DEVOTE FILLE DU ROY: LA MUY HUMILDE yMUY DEVOTA HIJA DEL REY.

¡Quién habia de decir á San Luis que

la muyhumilde y muy devota hija del rey

, habia de poner pleito á los mismosreyes!

Segunda

. La vara toesa de mampostería, que hoy no costará menos dequince ó diez y seis reales, costaba en Francia ocho sueldos, ó seandoce cuartos españoles, á mediados del siglo XIII.

Tercera

. En el mes de Febrero de 1377, el Emperador Cárlos V recibióen Paris al Emperador Cárlos IV. Entre los multiplicados presentes queel Preboste y los Síndicos de la ciudad hicieron al recien venido, seveia un barquichuelo, que pesaba ciento noventa marcos de plata, neufvingt et dix marcs d'argent

, lo que equivale á unas cuatro arrobas deCastilla.

Si los demás presentes eran por el estilo, bien necesitaba el Emperadoruna acémila para cada presente.

A la segunda comida que el rey de Francia dió á su huésped, asistieronel Delfin, el duque de Sajonia, las duques de Berry, de Borbon, deBrabante, de Borgoña, de Bar, el conde de Eu, y cerca de mil caballerosy barones, así extranjeros como franceses. Durante la comida, serepresentaron dos entremeses

, uno de los cuales tenia por asunto

latoma de Jerusalem

, por Godofredo de Bullon. Una de las decoracionesfiguraba la gran torre, desde donde los musulmanes proclaman su ley. Unactor, vestido de sarraceno con la más minuciosa propiedad, pregonaba laley desde la torre en lengua arábiga.

A juzgar por las muestras, debe suponerse que el convite duró todo eldia. Los dos entremeses no dejarian de durar dos ó tres horas; de modo,que cuando tomaran los postres, las entradas debian estar ya en lostalones. ¡Con qué reposo lo tomaba aquella buena gente!

Cuarta

. El Memorial cuenta la historia de un compadre que no se andaen chiquitas. Estéban Marcel, de quien ya he hablado en estos apuntes,era Preboste de Paris á mediados del siglo XIV. Un dia tuvo la idea (¡enmala hora la tuvo!) de vender la ciudad á los ingleses. Era el 1.º deAgosto de 1358, y por más señas que habia nubes. Así lo dice elMemorial. Para el Preboste de Paris estuvo realmente bien nublado. Puesnuestro buen Estéban Marcel se hace amo de las llaves de la ciudad, y ála media noche, toma el camino de la Bastilla de San Antonio. ElPreboste creia que iba solo; pero se engañaba. Dos hombres le seguian.Estos dos hombres silenciosos, que avanzaban como dos sombras, eran loshermanos Juan y Simon Maillard.

—Estéban, ¿qué se hace por aquí á estas horas?

—Juan, ¿qué importa á nadie lo que yo hago? Atiendo á mi oficio de Preboste de la ciudad.

—¡Voto á brios! exclamó Juan Maillard, que era su compadre; el diablocargue conmigo, si estais aquí para nada que huela á bueno. Ved, añadióluego á varios hombres que se habian reunido; intenta vender la ciudad,y por eso tiene las llaves en la mano.

—¡Compadre Juan, miente usted!

—¡Usted es el que miente, compadre Estéban! Y si no, ahora lo veráusted; y acercándose al Preboste, levanta el hacha y le separa la cabezadel cuerpo. ¡Y eso que era compadre! ¿Qué hubiera hecho, á no mediar elcompadrazgo?

Quinta

. (Para el Sr. Alejandro Dumas.) El Memorial refiere que en elsiglo XI, estaba Paris lleno de clérigos y de estudiantes, cuyosclérigos y estudiantes, en su mayoría, «vivian menos en el santuario delas artes y de las ciencias, que en medio de las riñas y de lasbacanales de la calle de Fouare. Saqueaban las tabernas, violentaban álas mujeres, apaleaban á sus maridos con bastones ofensivos

, ypreferian la belleza de las muchachas á las bellezas de Ciceron.»

Sepa el Sr. Alejandro Dumas que los clérigos y los estudiantes de Paris,en el siglo XI, saqueaban las tabernas, violentaban á las mujeres, yapaleaban á sus maridos con bastones ofensivos

. Sepa el Sr. AlejandroDumas que Paris, en el siglo XI y bastante despues, era una horda,porque solamente en una horda pueden consentirse tamañas tropelías. Másvaliera que el Sr. Dumas tuviese presente la historia de su pueblo,antes de hacer befa de una nacion leal y generosa, á quien paga condespropósitos, con calumnias y ridiculeces.

Sexta

. (Para el mismo Sr. Dumas.) Bajo el reinado de San Luis, el jefede los mercaderes tomó el célebre nombre de Preboste, y á contar de estafecha, el Prebostazgo dejó de venderse á pública subasta, como aconteciaen los tiempos anteriores. «De aquí resultaba, dice el Memorial, que lospobres no hallaban amparo contra los ricos, á causa de los muchospresentes que los ricos hacian á los Prebostes. El bajo pueblo no seatrevia á morar en las tierras del rey, y se iba en busca de otrasprebostias y otros señoríos, por lo cual las tierras del rey estaban tandesiertas, que cuando el Preboste daba audiencia, no asistian á ellasarriba de diez ó de doce personas; pero en cambio, habia tantosmalhechores y rateros dentro y fuera de la ciudad, que toda la comarcaestaba llena.»

Y para que el Sr. Alejandro Dumas no crea que pretendo burlarme,siguiendo su costumbre, copio á continuacion el texto en francésantiguo.

«Le menu peuple n'osoit demourer en la terre du roy, et alloit demoureren d'autres prévostés et aultres seigneuries, et la terre du roy etoitsi déserte que, quand le prébost tenoit ses plaids, il n'y avoit pasplus de dix personnes ou de douze; mais il y avoit tant de malfaicteurset larrons à Paris et dehors, que tout le pays en estoit plein.»

Sepa tambien el Sr. Dumas que, hasta el reinado de San Luis, Paris y susalrededores estaban plagados de malhechores y de rateros, y que losvasallos de la corona tenian que ir á buscar otros señoríos, porque nopodian parar en las tierras del rey. ¿Y cómo llama usted á eso, Sr.Dumas? ¿Es eso cultura y civilizacion?

¿Eso no es Africa? ¿Para eso nohay Pirineos?

Basta de

Memorial

. Vamos á curiosidades de otro género. Segun uninventario hecho en 1774, los diamantes de la corona francesa excediande ocho mil, de los cuales eran los mejores, y lo son todavía, losdenominados el Regente y el Sancy.

El Regente, que ocupaba el tercero ó cuarto lugar entre los primerosdiamantes conocidos, fué comprado por el duque de Orleans porcuatrocientos mil napoleones, en 1717.

La historia de Sancy es más antigua y novelesca. En el siglo XV, unsuizo poseia este gran diamante, no se sabe cómo, y lo vendió por un

escudo

á Cárlos el Temerario. El tal hombre ignoraba seguramente queaquel pedacito de piedra encerraba una gran fortuna. De Cárlos elTemerario pasó á Nicolás de Harlay de Sancy, que lo empeñó á D.

Antonio,rey de Portugal, en doscientos mil francos. El mismo Sancy lo desempeñóluego, mediante una suma de quinientos mil, ó sean dos millones dereales. ¿Qué diria á esto el buen Suizo, que lo vendió por un escudo?

Ultima curiosidad. En la calle de los Pequeños Campos, hemos encontradoá una señora que caminaba con el aire de una heroina, mientras que laseguia un corderito, que llevaba sobre el lomo un manojo de parras.

Laseñora volvia la cara de cuando en cuando, de lo cual inferimos nosotrosque alguna persona interesada quedaba atrás, y así era efectivamente,segun luego vimos. En estos dares y tomares, atraviesa la acera uncaballero jóven, y ambos se saludan con más afecto del que convienemanifestar en público, sobre todo cuando la mujer es casada, y muyespecialmente, cuando detrás viene un carnero. El recienvenido lapregunta por su esposo, y ella, con cierto desden, con cierta saciedad(es muy prosáico en el poético Paris el amar á un marido) contesta ámedia voz: ahí detrás viene. El otro miró, y no vió otra cosa que elborreguillo que traia las parras. Nosotros presenciábamos la escena,situados delante de un escaparate, á diez ó doce pasos de distancia. Mimujer me miraba, porque no comprendia el tremendo chiste de lasituacion, hasta que yo me eché á reir, sin ser dueño de contenerme.Entonces mi mujer me preguntó por qué me reia, y yo la conté el lance,que la hizo reir tambien.

No comprendo por qué; pero ello sucede que, las cosas más graves son lasque nos causan más risa.

Yo no pude menos de poner en verso esta peregrina aventura, aunque en Paris no tiene nada de peregrina, ni de extraordinaria.

Va una dama con gran fuero,

Y gran pompa y grande brillo,

Siguiéndola un carnerillo

Que es animal muy casero.

Con su manojo de parras

Iba el animal ufano,

Cuando llega un Don Fulano

Que es amigote de marras,

—¿Y su esposo? dice luego.

—Detrás viene, dice ella …

¡Oh prodigio de la estrella!

Detrás marchaba un borrego.

A lo léjos, muy á lo léjos, apareció una víctima. Era el marido.

A última hora

. Son las once de la noche. En el momento de ponerme áescribir el noveno artículo para La América

, nos traen una noticia. Nosé cómo anunciarla á mis lectores. Temo lastimar su corazon, como loestá el de mi mujer y el mio. Luisa ha muerto. Sin duda la sorpresa quela produjo el ver á su hermana, la causó un derrame cerebral, que devorósu vida en pocos instantes. ¡Pobre mujer! Hé aquí lo que deben esperarlas jóvenes que no saben luchar consigo mismas, que no saben ser lo queDios ha querido que sean, y los padres que ponen en olvido que lapaternidad no es una tiranía, sino una mision, un sacramento, unsacerdocio.

¡Desgraciada Luisa, adios! ¡El cielo tenga más misericordia de tí, quelástima te tuvo ese hombre infame de Rodhese! Si tuviéramos valor paraello, averiguariamos en dónde te entierran, y antes de volver á nuestropaís, iriamos á despedirnos de tus cenizas. Mi mujer llora, y yo tengoel pecho oprimido.

Juro que no he de partir de esta ciudad, sin escribir al estudiante de Estrasburgo, noticiándole la desgracia de una mujer que él no merecia.

Sí, lo sabrá al menos, para que esa sombra vaya sobre su corazon, y no engañe á otra desdichada.

=Dia trigésimo quinto=.

Disputa del

restaurant

de las Columnas.—Manuela Bernaola.—Una mujerde Batiñoles y de Lamartine.—Un caballero vestido de hombre, y unhombre vestido de caballero.—Un conflicto.—Llanto de mimujer.—Cartas—

Visitas.—Las cinco y media de la tarde.—Un puente.—ElNapoleon y el guardia civil.

Prometi dar cuenta de una disputa que presencié el otro dia en el restaurant

de las Columnas. Era la siguiente. Dos caballeros discutianen alta voz, acerca de la prenda que constituia el carácter más grandedel hombre. Uno opinaba que era la generosidad, la abnegacion. El otrodecia que era el valor ó la firmeza. Yo creo que es la resolucion

paraemprender, y

la constancia

para proseguir y terminar. Despues delgenio y de la honradez, me parece que aquellas dos virtudes son las máselevadas y trascendentales del mundo. Con resolucion hay casi todo.

Obran en mi poder los datos relativos al asesinato de Manuela Bernaola éIgnacio Cabezudo; pero no puedo publicarlos aquí, porque un escritor deMadrid me participa que prepara una historia de aquel atentado, y nodebo perjudicar á mi compañero de letras, anticipando datos curiosos quequitarian interés á su obra.

Dicho escritor me pide un prólogo para lahistoria que piensa publicar, y me despido del asunto hasta entonces.

Me han contado hoy cierta aventura muy notable de una mujer deBatiñoles. Esta mujer, que es una verdulera, supo que se habia abiertouna suscricion á favor del célebre poeta de Lamartine, con el fin deque pudiera rescatar un castillo feudal, que tenia empezado. Con este ósemejante motivo, se han abierto ya dos suscriciones, que no habránimportado menos de trescientos mil duros. ¡Un republicano acude á lacaridad europea, para desempeñar un castillo feudal! ¡A la suscricion deun republicano francés, contribuyen en primer lugar los lores ingleses!Esto seria extraño, muy extraño, en cualquier país de la tierra; enParis, no.

En Paris no tienen absolutamente nada de extraño las cosasmás extrañas.

Pues la buena mujer de Batiñoles supo la suscricion á que me refiero,supuso que el poeta se hallaba en grandes conflictos, y repetiafrecuentemente: ¡pobre señor Alfonso de Lamartine! ¡Qué apurado estará!Y hoy guardaba un franco, otro franco mañana, y así fué reuniendo hastacuatro napoleones.

Toma nota del número de la casa, se aliña lo mejorque puede, y llena de gozo, como quien sabe que va á practicar una buenaobra, coge el camino de Paris, y al cabo de una hora de buen andar, separa en la puerta del gran escritor. El corazon saltaba del pecho á lapobre mujer, imaginándose que iba á encontrar, afligido y pobre, aleminente autor de las

Melodías

. Pasa el umbral…. No, no es aquí,dijo en sus adentros la verdulera. En este patio hay coches, veolacayos, escudos de armas … no, no es esta la casa de mi pobre señorAlfonso de Lamartine.

Pregunta á los vecinos, y todos la aseguran queaquella es la casa del poeta. Pasa segunda vez el umbral, se detiene,mira, da unos cuantos pasos con recelo…. La vecindad me engaña sinduda, decia para sí la aturdida mujer. Por fin, medio balbuceando,entera á uno de los criados del objeto que la llevaba, y la hacen entraren un gabinete. Alfombras, cortinajes, dorados, tremoles…. ¿Que esesto?

exclamaba la verdulera. Sale del gabinete, atraviesa el patio,cruza el umbral, camina á marchas dobles por la calle, y como alma quelleva el diablo, entra en Batiñoles. Inmediatamente que se vió en sucasa, se sienta, deshace el nudo que tenia la esquina de un pañuelo,saca cuatro napoleones que habia envueltos allí, y se los mete en elbolsillo exclamando: mucha más falta me hacen á mí que al señor Alfonsode Lamartine. Con estos veinte francos, haré un vestido nuevo á mi hijoVicente. El niño asoma en este momento, da un grito de alegría, y correhácia su madre, que le abre los brazos.

Esta aventura, que no tiene nada de particular para otros, tiene para míuna grandísima importancia, porque tiene una grandísima moralidad. Laaccion de la mujer de Batiñoles vale infinitamente más que el castillo,y que mil castillos del poeta de Lamartine.

Otro incidente no ha dejado de impresionarme. En el pasaje de Jouffroihemos encontrado á un vizcaino, que viene de la Habana, y que se hahecho rico con la trata de negros. Lleva una gran cadena de oro, sortijade brillantes, alfiler de lo mismo; casi al propio tiempo, pasa pornuestro lado un hombre modesto y humilde. Era M. Littré, el hombre mássábio quizá de todo el Instituto de Francia. Yo dije para mí: aquel esun hombre disfrazado de caballero, y señalé al vizcaino: aquel otro esun caballero vestido de hombre, y señalé al sábio y modesto publicista.

Otro incidente me ha impresionado más. Un amigo llega esta mañana, memira, calla, y despues de un minuto de silencio, me dice: ¿usted me oye?

—Sí, señor, le oigo.

—Si usted no me ayuda, dentro de tres horas estoy en la cárcel.

—¡Cómo! ¿Por qué?

—Porque debo ochocientos cincuenta francos.

Vi el conflicto pintado en el semblante de aquel hombre; aquel hombre nome engañaba; era un amigo mio; sobre todo, era un hombre honrado, lavergüenza quemaba sus mejillas, y no me fué dado vacilar. No quise, nipude. Un hombre que tiene corazon, no vacila nunca en tales momentos. Mimujer no se habia levantado aún. Sin decirla nada, sin saber lo quehacia, tanto ó más aturdido que mi amigo, abro mi cofre, y le doy losciento setenta napoleones que necesita. Aquel hombre coge el dinero, meaprieta la mano sin decir palabra, y con los ojos humedecidos, saleprecipitadamente de mi habitacion.

Si él no me paga, exclamé para mí, Dios me lo pagará. No sabemos cómo,acaso no lo conocemos, tal vez nos quejamos, porque no vemos el interiorde esta enorme máquina que se llama mundo; pero tenga el lector porcierto que Dios paga siempre estas cosas. Tal vez nos lo paga conmonedas que nosotros no sabemos apreciar; pero nos lo paga. Esta verdades la más evidente y la más necesaria de la vida.

Pero otra cosa me ha producido todavía mayor sensacion. Luego que elamigo partió con su dinero, conté lo que me quedaba, y despues de pagarla fonda, no me resta lo necesario para volver á nuestro país.¡Desdichado de mí un millon de veces! ¿Cómo se lo digo á mi mujer? ¿Quéhago? ¿A qué apelo?

Pero otra novedad debia impresionarme más aún. Á la vuelta del restaurant

de las Columnas, entrados ya en nuestra calle, hube dedecir algo á mi compañera sobre la aventura del amigo; mi mujer se pararepentinamente, me echa una ojeada terrible, suelta su brazo del mio, secubre la cara con ambas manos, y arranca á llorar; pero un llorar que nopodia contener, un llorar sin consuelo. Yo me quedé inmóvil, estático;crucé los brazos, y la miraba sin saber qué hacer, ni qué decir.

Debiaestar pálido como un cadáver. Hice que se cogiera de nuevo á mi brazo,entramos en la fonda, la señora acudió para saber qué la sucedia, yo ladije que habiamos recibido la noticia de que mi suegro estaba enfermo degravedad, la patrona nos manifestó su deseo de que se aliviara, ysubimos. Al entrar en nuestra habitacion, vi algunas cartas sobre lachimenea. Abro la primera que cogí, y con la carta abierta en la mano,digo á mi compañera:

—¿Por quién dirás que podemos volver á España cuando queramos?

Mi mujer me miraba con mucha atencion, y con un aire indefinible desorpresa y de regocijo.

—¿Por quién? me preguntó.

—Por la ciudad de Reus.

—¡Bendita sea! exclamó mi mujer.

—¡Bendita sea! exclamaron tambien otros labios.

Mis amigos de Reus, presumiendo que podia verme en algun apuro, ydeseosos de que no me quedara en Francia, me mandaban cien duros áParis, y otros ciento á Madrid, con el objeto de que me encontrase conrecursos á mi llegada. Hay demostraciones tan generosas, tan delicadas ytan nobles, que no se pueden olvidar nunca, aún supuesta la ingratitud,aún supuesto ese negro vicio, el más negro de todos. Y ya que trato delcapítulo de la gratitud, voy á trasladar al papel algunas páginas de micorazon, por si sucede que estos apuntes sean el último ensayo que doyal público, como pudiera suceder, si la terrible dolencia que me afligeavanza algo más. Estoy seguro de que mis lectores no llevarán á mal estedesahogo de un alma agradecida y lacerada, porque ¿quién no tiene en elmundo algo que agradecer? ¿Quién no tiene deudas sagradas que pagar?

Cuando la prohibicion de siete obras consecutivas (prohibicionessistemáticas las más de ellas) consumieron todos mis recursos, puestoque las obras prohibidas no valian menos de cuatrocientos mil reales:cuando me he visto sin medios humanos de vivir, despues de veinticincoaños de estudios constantes, de constantes vigilias; un artesano, unmenestral, un hombre que no me conocia; un hombre que habia aprendido áleer en un libro mio, se redujo á comer un pedazo de pan, y me enviaba,contra mi voluntad, todo el preciosísimo capital de sus economías: esteartesano, esta alma grande, es José Mallol, natural de Gandía, provinciade Valencia. Pongo este ejemplo en primer lugar, porque José Mallol nome daba lo que él tenia, sino lo que arrancaba de su existencia.

Si algo he hecho y puedo hacer por mi patria; si alguna huella dejo enel mundo; si la Providencia ha querido favorecerme con esta altísimamerced, á que seguramente no me considero acreedor, España deberiaagradecerlo al marido de mi hermana Filomena, D. Antonio Miravent yBogarin, á su hermano D.

Francisco, y al marido de mi hermana Amparo,D. Juan María de Zarandieta, naturales todos de la isla Cristina,provincia de Huelva. Tambien son dignos de mi gratitud, por su conductaliberal y caballerosa, D.

Miguel Roselló, de las Baleares; D. Cayetanodel Portillo, D. Rafael Molero de la Borbolla, D. José Bulnes y Solera,y mi hermano político, D. Salvador de Cantos, de Sevilla; D. Ramon Sans,de Huesca; el Marqués de Premio Real, y D. José Bartorelo y Quintana, deCádiz; D. Cárlos Cervera y D. Félix Gallac, de Valencia; D. AlejoTresario Echevarría, de Bilbao; D. Serafin Martinez y D. GregorioGarcerán, de la Habana; D. Lúcas Cuesta, de Oviedo; D. Juan de Torres yGil, de Casariche; D. Antonio Gonzalez y Ciezar, de Ayamonte; D. VicenteRamirez Cruzado, de Villarrasa; D. Juan Bautista Revuelta, de Carlet; D.Policarpo Villalobos, de Dénia, y otros muchos, cuyos nombres no me sonconocidos. Casi, casi puede un hombre ser desgraciado, por tener elconsuelo de verse rodeado de tantas almas buenas. Reciban todos misaludo y mi agradecimiento; si me muero, como en señal de despedida; sivivo, como en señal de testimonio. Á la lista de mis amigos yfavorecedores debo añadir tres nombres queridos: D. Juan de la PuertaCanseco, de Santa Cruz de Tenerife; D. Amaranto Martinez Escobar, dePalmas de Canarias; y D.

Fernando García, de Gerona.

Cobramos la letra de Reus, pagamos la fonda, hacemos tres visitas,compramos algunas frioleras, y nos proveemos de dos billetes. Llegan lascinco y media, subimos á un coche que nos conduce á una estacion deferro-carril; nos acomodamos en nuestros puestos, y el tren arranca.Pasan algunas horas, y á los rayos de una luna llena, distinguimos losárboles corpulentos de Orleans, luego las llanuras de Burdeos, despueslas torres de Angulema, de Bayona y de Irun. Irun está delante denosotros. Pasamos un puente, á cuya izquierda hay un guardia civil: mimujer se baja del carruaje, besa la tierra, y da un napoleon al guardia,que no quiere tomarlo. Estamos en España. Al oir mi mujer que estamosen España

, las órbitas la saltan de los ojos, y tartamudeaba dealegría. Entre estos regocijos, se vuelve hácia el territorio francés, yhace una cruz, diciendo;

cruz y raya: una y no más, Santo Tomás

. Entretanto, yo murmuraba: ¡Paris, palacio por fuera, sepulcro por dentro;fábula del mundo, fábula de tí propio, adiós! ¡Luisa, pobre Luisa,adiós!

FIN.

INDICE.

Págs.

Advertencia 4

I. Moralidad de Paris con relacion á la ley 17

II. Moralidad de Paris con relacion á la opinion 21

III. Moralidad de Paris con relacion á las costumbres 24

IV. Moralidad con relacion al trato civil 32

V. Moralidad en industria y comercio. 33

VI. Moralidad de Paris con relacion al arte. 44

VII. Moralidad de Paris con relacion á la familia. 50

VIII. Moralidad francesa con relacion á la política. 51

Resúmen de esta série. 66

PARIS CURIOSO.

DIA PRIMERO. Advertencia del autor.—Llegada á Paris.—Ómnibus.

—Travesía.—Hotel español.—Luisa Noel.—Hotel de los Extranjeros.

—Restaurant.—Garçones.—Mi barbarie.—Fin del dia. 68

DIA SEGUNDO. Mi amargor de boca.—Jeannin, sucesor de Sellier.

—Recado de la señora del hotel.—Paseo á pié.—Extravagancias de una cosa que en Paris se llama gusto civilizado.—Sueldo francés.

—Calcetines.—Sortija.—Chaleco.—Pipa.—Sombrero de paja.

—Programa.—Rótulos.—Cocina francesa.—Fin del dia. 79

DIA TERCERO. Progresos de mi mujer.—Melancolía.—Nuevos rótulos.—Anuncio de la Union Agrícola.—Costumbre de las señoras deParis.—Sangre fria de los hombres.—Achaques de raza.—

Lasoga.—Una mujer en la calle de Richelieu.—La mujer francesa.—Medallas.—Prodigio del genio francés.—Más rótulos.—Bastonde Richelieu.—Plaza de la Concordia.—Arco de la Estrella.—Campos Elíseos.—Vuelta al hotel. 91

DIA CUARTO. Artículo, recuerdo, pesares. 105

DIA QUINTO. La Magdalena. 109

DIA SEXTO. Calle de Rívoli, casa de la Ciudad, columna de Julio,arco del Triunfo, Campos Elíseos.—¿Se vive aquí mejor que enotros puntos? 115

DIA SÉTIMO. Casa de Ciudad, arco del Triunfo, Obelisco. 122

DIA OCTAVO. Vistas de Paris. 134

DIA NOVENO, DÉCIMO Y UNDÉCIMO. Dos dias de encierro.—Provisiones.—Los libros de mi mujer.—Un español.—Compras.—Patriotismode mi compañera.—Carácter capital de las mujeres. 135

DIA DUODÉCIMO. Bustos de azúcar y de chocolate.—Hombres que no debian comer.—Apuros.—Primer restaurant del pasaje de los

Panoramas.—Segundo restaurant.—Vajilla de Luis Felipe.

—Francia.—Inglaterra.—Pequeño restaurant de Lóndres. 147

DIA DÉCIMO TERCERO. Almuerzo.—Coche.—Nuestra Señora de Paris.

—Hija deshonrada.—Comida de campo. 156

DIA DÉCIMO CUARTO. El sueldo de la paralítica.—Mis humos caballerescos.—Establecimiento de caldo.—Comida compuesta de tres sopas, de tresplatos de carne, de tres legumbres y de tres postres, á franco y mediopor perso

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