Un Paseo por París Retratos al Natural by Roque Barcia - HTML preview

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Hasta aquí he hablado de la historia de la piedra. Ahora tengo que decirdos palabras acerca de la historia del libro.

Ahí, en medio de esa sala del trono, el pueblo de Paris, puesto derodillas, saludó á Enrique IV y á Luis XIV.

Ahí, en medio de esa sala del trono, en donde Paris arrodillado saludó áEnrique IV y á Luis XIV, se instaló la Comision revolucionaria delmemorable 10 de Agosto.

Ahí organizó la rebelion que la hizo triunfar de un monarca, encerradoen las Tullerías.

Ahí, en medio de esa sala del trono, en donde una crísis turbulentaarrancó á un monarca de su palacio, cayó herida y exánime la revolucioncon Robespierre en el memorable dia 9 de Thermidor.

Ahí, en ese balcon de la fachada principal, se asomó el general Lafayette, presentando al duque de Orleans, que luego se llamó Luis Felipe.

Ahí, en los tramos de esa magnífica escalera, casi debajo del balcon enque Luis Felipe habia sucedido á otro rey, el movimiento del 48 presentóal tribuno y poeta Lamartine la bandera republicana, esa bandera quesucedió á Luis Felipe, como Luis Felipe habia sucedido á Cárlos X.

Esta plaza, la plaza de la Greve, cuyo nombre hace brotar en nuestrafantasía tantos espectros ensangrentados, sirvió de lugar á las públicasejecuciones hasta 1830.

Si esas piedras pudiesen decir lo que han visto; si esta tierra pudiesehablar, ¡cuántos crímenes, cuántas agonías, cuantas lágrimas, cuántosgemidos, cuántos arcanos y cuántos y cuán graves remordimientos vendrianá caer sobre la conciencia de Paris!

Me quité el sombrero ante el ilustre y orgulloso sucesor de la casa delos Delfines y de la barraca del Sena, me metí en el coche:

al arco dela Estrella

, grité al cochero, y á los quince ó veinte minutos meencontraba bajo esta pirámide colosal, bajo este enorme catafalco.

Pero me olvidaba de una coincidencia que me hirió de un modo muy raro. Álos trescientos ó cuatrocientos pasos de la casa de la Ciudad, vi unedificio grande, muy grande, negruzco, pesado, macizo, como si estuvieseapilado sobre sus cimientos: un palacio lóbrego, que parece más bien unafortaleza, ó una prision de Estado. Era el palacio de las Tullerías. Ydije para mí: no en balde se encuentra este palacio en la misma líneaque la casa de la Ciudad; no en balde se hallan en una misma zonageográfica, bajo un meridiano, por decirlo así. Esos dos monumentoshistóricos y políticos son dos poderes, dos recuerdos, que se miran y seprovocan. Las Tullerías son la morada del silencio, de la ceremonia y dela reserva. El palacio del Ayuntamiento es la morada de la discusion, dela franqueza y de la libertad. Esta es la casa de la tradicion; aquellaes la casa de la historia. Son dos tronos, en el de aquí se sienta elrey; en el de allí se sienta el pueblo.

Aquí reina la Monarquía; allíreina la Francia. Pero vamos al trofeo de Napoleon.

Llego al arco de la Estrella á las siete y cuarto. El sol acaba deponerse, y brilla el Occidente á las últimas ráfagas del astro del dia,sin embargo de que ya se insinúan las primeras sombras de la noche,formando esa atmósfera vaga é indecisa, medio brillante y medio turbia,en que no sabemos si miramos luces ó sombras.

Pero yo habia logrado miobjeto. No queria sino dominar de una mirada aquel maravilloso conjunto;no quería sino recibir la impresion de aquel enorme promontorio, y veoperfectamente hasta los menores detalles.

Este coloso que contemplo es el arco de más magnitud de que habla lahistoria. Acaso Babilonia, Tebas, Nínive ó Mitilene ofrecieron á laadmiracion de aquellos siglos un arco más grande; pero esos monumentos,si existieron, se han perdido para la historia.

Los cimientos de este arco monstruoso, sublimemente monstruoso, tienencerca de 9 metros de profundidad, segun el cochero me asegura, más de 54de longitud y 27 de latitud. Su elevacion raya en 50 metros, sobre unalatitud de 44 y un espesor de 22 ó 23. Napoleon puso la primera piedraen 15 de Agosto de 1806, y se terminó en 1832, bajo Luis Felipe.

Las sombras de la noche empiezan á indicarse, dejando en el aire ciertotinte oscuro, como si empañasen el ambiente. En este momento seencienden los faroles de la gran plaza, cuyo centro ocupa estegigantesco panteon histórico, y la luna aparece á poco, entre nubesligeras, por detrás de los árboles de las Tullerías, de las fuentes ydel obelisco de la plaza de la Concordia.

La fachada principal del arco está decorada por dos trofeos simbólicos:el uno representa la partida, y el otro la vuelta del ejército. Otrosdos emblemas exornan la fachada opuesta, que mira á Neuilly: laresistencia y la paz.

Entre la imposta del arco principal y el cornisamento, se ven cuatrohermosos bajo-relieves, los cuales figuran las exequias de Marceau, labatalla de Aboukir, dada en 1798, en ocasion en que Murat haceprisionero al bajá de Roumelia; el puente de Arcola, tomadoportentosamente por Napoleon en medio del fuego enemigo, y la toma deAlejandría, á fines del siglo XVIII.

Un bajo-relieve de Marocheti, que representa la batalla de Jemmapes, en1792, orna el frontis lateral del Norte, y otro bajo-relieve, querepresenta la batalla de Austerlitz, orna la fachada lateral delMediodía.

Arriba, sobre el friso, como una corona que está ciñendo una cabeza, seven grupos inmensos, los cuales figuran la ida y la vuelta de losejércitos franceses. ¡Cuánta belleza!

Palmas, cabezas de Medusa, coronas, famas de Pradier, rótulos,victorias, todo completa la ilusion del triunfo. Así como en laMagdalena no puede pensarse en los santos, aquí no se puede dejar depensar en los héroes. Si la Magdalena fuese una basílica como este arcoes un trofeo, si el espíritu de la religion dominase tanto en aquelalcázar, como el espíritu de la heroicidad y del entusiasmo domina enesta poderosa creacion, la Magdalena seria un gran templo.

Penetré en el arco, y escritos sobre las anchurosas paredes y sobre lasaltísimas bóvedas, divisé los nombres de noventa y tantas victorias,además de las representadas en los bajo-relieves del frontis, detrescientos ochenta y cuatro generales, y de varios cuerpos de divisionque tomaron parte en las guerras de la Revolucion y del primer Imperio.

Este arco prodigioso es la verdadera divinizacion de Bonaparte. El almano puede menos de formar una idea muy grande, muy atrevida, muygigantesca, una idea casi maravillosa, casi fantástica, del hombre quecon ese monton de mármoles da las gracias á sus compañeros de lucha, detriunfo y de gloria; porque esa enormísima y espléndida pirámide no esotra cosa que las gracias que da un general á sus fieles y valientessoldados. La gratitud que así se insinúa, podrá no ser muy fervorosa;pero es magnífica.

Yo permanecia embobado leyendo en las paredes y en las bóvedas losnombres memorables de los generales y de las batallas, cuando la lunase oscurece repentinamente, ocultándose en un celaje espeso, la luz delos faroles de la plaza no penetraba por el arco, y me vi envuelto ensombras, pareciéndome que me encontraba en el fondo de un grande osario.El arco habia dejado de ser un trofeo, para convertirse en un panteon.En este momento la luna se despeja, ilumina la sombra que me rodeaba, yquitándome instantáneamente el punto de vista, me pareció que el arco semovia, y que avanzaba, con todos sus huéspedes y sus combates, hácia laplaza de la Concordia. Yo me creí arrostrado por aquel empujedescomunal, figurándoseme que iba en el vientre de un mónstruo deforme.Sentí escalofrios en toda la espalda, y con los cabellos erizados y unestremecimiento nervioso que no podia evitar, salí á cielo raso.

Cienmagníficas farolas alumbraban la plaza del arco del Triunfo; estánencendidos todos los faroles que se extienden, en dos líneas simétricas,hasta el jardin de las Tullerías; veo á lo léjos tres variados grupos deluces, como si fuesen otras tantas hogueras: eran los tres caféscantantes de los Campos Elíseos; veo tambien profusamente iluminada lapuerta del baile de Mabille, del castillo de las flores…. Esto no esun paraje público, no es un paseo; es un teatro; más que un teatro, unaespecie de encantamiento. Esta perspectiva es una de esas imaginacionescon que los poetas han idealizado los valles y los bosques de laNormandía; esto es un lago de hadas; una fantasía de Osian, no tandelicada, no tan tierna, no tan expresiva, no tan grata al espíritu;pero brillante, deslumbradora, francesa, parisiense, es decir,dramática.

Subí al coche, y bajamos pausadamente á través de los Campos Elíseos,hasta la plaza de la Concordia. Allí me apeé, y me dirigí hacia lasfuentes. La luna caia sobre los borbotones de agua y de espuma, y daba ála nube de agua que las fuentes arrojan, la diafanidad y el brillo delnácar, de la concha ó del cristal, mientas que en medio de las dosfuentes, emblemático y silencioso, se levantaba el monumento de otrasedades, la creacion de otra raza, el peregrino de otras religiones, unviajero de otros climas, de climas remotos y poéticos; el obelisco deLoupsor, cerca del Cairo. Al llegar al pié del obelisco, volví los ojosinstintivamente como para ver si descubria el arco del Triunfo, lodescubrí en efecto como desde la mar se descubre un monte, y una ideaardiente cruzó como un rayo por mi imaginacion. Me figuré que los dosmonumentos se miraban; me figuré que dos mundos distintos y contrariossacudian el polvo de su honda tumba, para pedirse cuentas ante lahistoria: me figuré ver el Asia y la Europa, Mahoma y Jesucristo,Sesostris y Napoleon.

Clavado al pié de aquel trofeo de otras victorias,procuré ver si podia distinguir algun geroglífico, á favor de los rayosde la luna, deseando probar el efecto que produciria en mi inteligencia.Despues de empinarme sobre la punta de los piés, y de estirar el cuello;despues de esforzar á un mismo tiempo los ojos y la voluntad, alcancé ádistinguir una figura, que era una especie de cuadrilátero, emblema talvez de los cuatro elementos. Pasaron cuatro ó cinco minutos, y no sabiacómo desasirme del encanto que me tenia sujeto á las paredes de aquellamágica columna. Y allí me preguntaba: ¿por qué el obelisco cautiva detal modo nuestra atencion?

Escritores notables son de parecer que el interés que el obelisco nosinspira procede de la circunstancia de ser una columna, compuesta de unasola pieza; más claro, de la circunstancia de ser una maravilla demármol. Para estos escritores no hay otra razon que la magnitud, laforma, el arte, la arquitectura. Esto explica algo; pero está muydistante de explicarlo todo. No, no es únicamente la arquitectura.

¿Quéarquitectura tiene una cruz? Sin embargo, halle el hombre másindiferente una cruz humilde en medio de un desierto, en el silencio dela soledad; mire aquella cruz que le está diciendo que allí descansanlas cenizas de un hermano suyo, como sus cenizas descansarán mañana enotra parte, y el hombre se destoca, palidece ó reza. Visitemos un vallefrondoso, y entre flores verdes y lozanas, encontremos una flormarchita.

¿Qué arquitectura tiene esa pobre flor? Sin embargo, al mirarla flor seca, no podemos menos de suspirar; aquella flor se mústia comose marchita nuestra vida, como se marchitan nuestras ilusiones, nuestrosamores, nuestras esperanzas, nuestros sueños, nuestros delirios. Aquellaflor seca es la historia de nuestro corazon, un eco que resuenahondamente en nuestra alma. No es una flor del valle; es una memoria, unsentimiento, un vaticinio de la vida; es una poesía triste, una poesíaque hace llorar.

El obelisco no nos atrae, no nos llama, no nos interesa, no nos seduce,sino porque es una especie de escritura sagrada, un geroglífico que nocomprendemos, un pensamiento que no adivinamos, el símbolo de unacreencia, un símbolo de fe, un símbolo de religion. No es el arte, no esla arquitectura, no es la forma, no es la magnitud lo que nos llama enese monumento emblemático; es la religion, el misterio, el espíritu.

Aquello es un arco; esto es una plegaria.

Aquello es un trofeo; esto es un enigma.

Allí admiro el orgullo de un hombre.

Aquí venero el arcano de una esperanza.

Esto es más que aquello, lo ha sido, lo es, lo será eternamente, porquepara la idea de Dios el tiempo es una escala que, no tiene tramos. Elgeroglífico misterioso de Sesostris, es más que la soberbia fastuosa deNapoleon. Sí, repetia yo interiormente, el obelisco me atrae más que elarco, porque esto es más que aquello

, y al pronunciar estas palabrasme volví, y alcancé á ver, como una aparicion trémula, casi flotante, elsuntuoso pórtico de la Magdalena, que parecia nadar sobre sus columnas.Entonces, sin poder resistir á mis ideas, dije en alta voz:

y aquelloes más que esto

; la iglesia cristiana es más que el obelisco asiático;la caridad del Redentor del mundo es más que el misterio de Sesostris.

Me dirigí al coche, al mismo tiempo que el cochero avanzaba hácia mí,porque habiéndome oído hablar, se imaginó que le llamaba, ó quizá queestaba maniático ó que me habia vuelto loco.

¿Est-ce que vous m'appelez, monsieur? (¿Me llama usted, señor?)

Pas du tout. (No.)

Mais j'ai entendu…. (Es que he oído….)

Je n'ai rien dit. Á l'hôtel des Étrangers! (Nada he dicho; á la fondade los Extranjeros)

, y me metí en el coche. No habian pasado quinceminutos, cuando me apeaba en la calle de Feideau.

Mi pobre mujer meesperaba asomada al balcon, significando cierta impaciencia, pagué alcochero y subí la escalera como un relámpago.

—¿De dónde vienes?

—De la casa de la Ciudad y del arco del Triunfo.

—¿Y qué traes?

—Muchas cosas, muy grandes y muy buenas.

Mi mujer tomó una friolera y se acostó. Yo empecé á escribir estadesaliñada Revista, que me entretuvo hasta la una y media. Pero noquiero terminar este dia sin dar parte al lector de que tengo unacuriosidad, casi un deseo, casi una ilusion: la ilusion de visitar unmonumento de Paris; un monumento en que he pensado muchas veces, que hecreido ver desde España, porque uno cree ver todo aquello que le hacesentir, y algo ve realmente, puesto que el corazon tiene tambien ojos;un monumento que amo mucho, tanto como si fuera de mi país, aunque losmonumentos no tienen países. El arte es como el sol: donde brilla allíreina; tiene por patria todo lo que alumbra.

Al acostarme, vi que mi mujer estaba despierta. ¿Cuándo visitarémos, ladije, el edificio de que te he hablado tantas veces?

—En la semana entrante, contestó mi mujer.

—En la semana entrante, respondí yo; queda convenido.

Hoy es miércoles; de modo que tenemos seis ó siete dias para darnos encuerpo y alma por esas plazas y calles de Dios, por esos cafés, por esosteatros, por ese bullicioso y reluciente laberinto, á caza deimpresiones y curiosidades de sociedad. Despues volverémos á la historiay á la piedra, alternando con cuadros de costumbres, de carácter, deraza, por decirlo así, hasta que logremos formar una idea provechosa deeste fabuloso conjunto. Si no hallo el camino de agradar al lector,acháquelo á falta de talento y de habilidad, no á falta de intencion, dedeseo y hasta de cariño.

=Dia sétimo=.

Vistas de Paris.

Un amigo viene á buscarnos muy de mañana, y á propuesta suya, hemosempleado casi todo el dia en ver á Paris desde tres puntos diferentes:desde lo alto del arco del Triunfo, desde una orilla del Sena, y desdelas alturas de Montmartre.

La vista desde el arco es extensa, varia, pintoresca, rica, grandiosa.Paris entero se ve desde allí, como se distinguen todas las figuras deun panorama bien descrito.

La vista del Sena es más delicada, más graciosa, más elegante. Hay allíalgo poético, algo ideal. Una parte de Paris se nos ofrece como siestuviera cimentada sobre los arcos de los puentes; parece un pueblo quevive y se mueve sobre un rio, y esto causa una impresion extraña yagradable.

Por fin, la vista desde las alturas de Montmartre no tiene que ver nadacon las otras. Es una perspectiva especial, en que apenas sabemos lo quemiramos. Desde aquellas alturas no es Paris, sino el embrion de unaciudad de un millon de almas; una mesa revuelta de veletas, agujas,torreones, cúpulas, campanarios. Al fijarnos en aquel grupo indefinibleé interminable, creemos que unas casas se han edificado encima de otras,y que Paris está como hacinado, como arrollado sobre sí mismo. Es untodo revuelto, deforme, confuso, extravagante, casi sublime.

Los tres grabados que acompañan sobre el asunto, dan una idea exactísimade cada una de las situaciones indicadas. Figúrese el lector que estáviendo á Paris en miniatura desde las alturas de Montmartre, desde elarco del Triunfo, y desde una orilla del Sena.

[Ilustración: Vista de Paris desde la cima del arco del Triunfo.]

[Ilustración: Vista de Paris desde una orilla del Sena.]

=Dias octavo, noveno y décimo=.

Dos dias de encierro.—Provisiones.—Los libros de mi mujer.—Unespañol.—Compras.—Patriotismo de mi compañera.—Carácter capital delas mujeres.

Llueve á cántaros, y hemos invertido dos dias en asuntos privados. Mimujer ha dispuesto el equipaje y yo he escrito á mis buenos amigos deEspaña, más un artículo para La América

, titulado,

filiacion de lospartidos en política

.

La cuestion de comida nos preocupa muy sériamente, é ignoro á dóndeirémos á parar. Desde que salí de Madrid no he hecho una verdaderadigestion, y ya mi estómago principia á volverse contra su sueño.

Noentienda el lector que somos dados á la gula; no se trata de gozar sinode vivir, y cosa es esta para no ser mirada de cualquier modo.

Buscando recursos contra esta penuria artificial, mi mujer y yo hemosido al pasaje de los Panoramas, que dista pocos pasos de nuestro hotel,y nos hemos provisto de jamon dulce, salchichon, una caja de sardinasescabechadas, un cestillo de fresas y pan. Un tabernero de la acera deenfrente, el buen Jeannin

, nos ha enviado dos botellas de vino Macon(á 20 cuartos el cuartillo), y una lechera de la vecindad nos ha hechoel favor de enviar á su niña con un cuartillo de leche de vaca.

Los fiambres no podrán ser el alimento de muchos dias, al menos para mí;pero son el recurso de hoy.

Mi mujer está empeñada en que con tres litros de cinta tiene bastantepara aderezarse el sombrero.

Despues de querer la cinta por litros, quees como si dijéramos por azumbres ó por celemines, estoy viendo quecualquier dia va á pedir un

metro

de vino.

Esta mañana hice cierta pregunta á un caballero que encontramos cerca dela fuente de Moliére, calle de Richelieu; el caballero me contestó queno me comprendia porque era de otras tierras. Esto lo dijo en español. Ámi mujer le pareció que habia sacado la lotería.

—¿Es usted español? ¡Bendito sea el cielo! Venga usted acá, hable ustedespañol, hablemos español: apenas vuelva á España, estaré hablando elespañol durante un mes seguido.

Aquel caballero debia marcharse al dia siguiente, y nos dió las señas desu habitacion en Barcelona, en el Lóndres de España; un Lóndres tanactivo, tan laborioso, tan inteligente, tan moral como Lóndres; tandesgraciado como Barcelona.

Mi mujer estaria aquí todo lo bien que puede estar una mujer léjos delpaís de sus afecciones, de sus conocimientos y de sus hábitos, cuandocomprendiera y hablara el idioma: no hablándolo ni comprendiéndolo, vivemártir ó poco menos. No poder hablar es para la mujer una contínuairritacion, una perdurable indigestion de palabras y de deseos, unaespecie de hidrofobia

. Quien inventó el silencio, no tuvo necesidad deinventar infierno para las mujeres.

Sin embargo, es cosa de la Providencia que no sepa francés, porque si losupiera, ¿qué dirian los franceses al oirse llamados

animales

á cadamomento?

Pero, hombre, ¿no ves qué bestias son estas gentes?

Hé aquí una delas frases más indulgentes de mi compañera. Los llama bestias, porque noentiende su idioma.

Hemos empleado una gran parte de la mañana en hacer varias pequeñascompras.

Mi mujer.

Compremos ahora un ovillo de hilo.

Yo.

Es que yo ignoro cómo se llama el ovillo en francés.

Mi mujer.

Pues, compremos trencilla para atar las botas.

Yo.

Es que yo ignoro cómo se llama la trencilla en francés.

Mi mujer.

Pues compremos siquiera los camisolines.

Yo.

Es que ignoro tambien cómo se llaman los camisolines en francés.

Mi mujer.

Llevemos al menos los manguitos.

Yo.

Es que ignoro cómo se llaman los manguitos.

En resumidas cuentas, tuvimos que volver al hotel, y tomar una porcionde notas del Diccionario. ¡Trencilla, ovillo, manguitos, camisolines! Hepasado hoy el estrecho de Magallanes en plena tempestad.

Nuestra venida á Francia me ha hecho comprender un sentimiento que yo noconocia en mi compañera, al menos desarrollado en tan grande escala. Mimujer es una patriota acérrima, intransigente, absoluta. No oye hablarde España sin que la sangre se la suba al rostro. ¡Ay del mundo si suvoluntad se cumpliera! ¡España pesaria como una cadena de bronce sobreel cuello de la humanidad!

Bien es verdad que el amor á su país, lo que llamamos nuestro país, noes el atributo de una mujer, sino de la mujer, especialmente cuando seha educado en uno de esos pueblos en donde imperan aún las costumbresdel Asia. En el amor ardiente, imaginativo, vaporoso, poético, que lamujer profesa á su tierra natal, hay un algo que pone la naturaleza, yotro algo que ponen la educacion y el hábito.

Evidentemente, la mujer está llamada por la naturaleza á no poder vivirsin una pasion efectiva; su ciencia grande, su gran vida tiene porcentro el corazon. Por esto mismo es la destinada á concebirnos en susentrañas y á darnos su sangre con placer. No bastaba el tierno alimentocon que nos nutre. La mision de la madre, esa mision augusta, la másaugusta que el cielo encomendó al género humano, no es una tareamecánica; la tarea autómata de sacar el pecho y llevarlo á la boca delhijo, no: es una tarea de cariño, de efusion, de delicia; es una tareasantamente providencial.

La ley de la mujer es amar, amar desde luego, lo primero que ve, loprimero que oye; porque lo primero que oye y que ve la hace sentir, y enla mujer sentir es amar.

Ve la flor, y ama la flor. Canta un ave, y ama aquel ave. ¿Cómo no se hade enamorar de su país, cuando se enamora de las flores que ve crecer,de las aves que oye cantar? ¿Cuántas mujeres no han vertido lágrimasamargas bajo la impresion del arrullo tardío y doloroso de una tórtola?

En esta estructura sentimental é imaginativa de la mujer; en estecarácter radical y profundo, entra indudablemente la naturaleza.Nuestras madres son por naturaleza afectivas, y como el afecto obrainstantáneamente sobre la fantasía, son tambien por naturalezafantásticas, pero si la naturaleza pone una parte, la educacion y elhábito ponen otra, como antes dije.

La sociedad histórica tiene hasta hoy dos revelaciones capitales: lasociedad egipcia y la sociedad humana; es decir, la sociedad referida ála tradicion, y la sociedad referida á la misma sociedad.

Estas dos transiciones históricas están reflejadas en todas las faces dela humanidad; por consecuencia en todas las faces de la mujer.

Mujer asiática y mujer social: mujer religiosa y mujer política.

La mujer sepultada en su casa desde que nace hasta que muere; la mujer áquien se representa como un vacío insondable el espacio que media entrela cuna y el sepulcro; que está acostumbrada á mirar en aquel vacío unataud, cuya gasa negra no puede suspender; una madre, una esposa, unahija que tiene el hábito de enamorarse hasta del espejo en que secontempla, hasta de la vajilla en que come, hasta del dedal de sucosturero: esa mujer cuyo destino está cifrado en amar lo que ve, y nove otra cosa que el misterio que la rodea; esa mujer que se habitúa áenamorarse de su propio misterio, no puede menos de ser ardientementepatriótica, porque es ardientemente doméstica. Yo he conocido á unaseñora que lo guardaba todo en un gran cofre que tenia, como si fuerauna reliquia preciosa: hasta la cáscara de los huevos, y más de un vivopodria atestiguar la verdad de este caso. Diga ahora conmigo el lector:¿qué significacion podria tener en la casa de esa señora el nombrehumanidad? Ese nombre allí hubiera sido una palabra peregrina, intrusa,repugnante. ¿Qué sitio del cofre habia de ocupar? La palabra mundo,humanidad, género humano

, no ocupaba en el cofre sitio alguno: lacáscara de huevo, sí; esta cáscara valia más para la señora que elgénero humano, que el mundo, que toda abstraccion, que todo idealismopor más universal y grande que fuese.

Hé aquí la mujer asiática; la mujer del primer período histórico; laesclava del marido, el misterio profano de la familia, el perfumequemado en los altares de Faraon.

Pero esa mujer halla abiertas un dia las puertas de su casa; sale á lacalle, la permiten salir; habla, piensa, obra; oye pensar, ve hacer;entra en la revolucion de las opiniones y de los derechos; la nuevamoral la auxilia; la nueva religion la llama; se asocia, por fin, á lavida pública; por fin, se asocia

; siente este vínculo, siente larelacion social, como antes sintió el cariño á la aguja con que cosia:comprendiendo y sintiendo la razon que la une á un pueblo, á una razapolítica, comprende y siente por intuicion lógica las razones queexisten para que una raza se asocie á otra raza; para que un pueblollame hermano á otro pueblo, y de escala en escala, de idea en idea, deemocion en emocion, de regocijo en regocijo, de dignidad en dignidad:¡sí! de virtud en virtud, de alteza en alteza, en su cerebro y en sucorazon se va criando una figura alentada y noble, una síntesis que noes otra cosa, en resúmen, que la idea y el sentimiento de su propio sér,extendido á toda su esfera, á su magnánima nacionalidad; á lanacionalidad de un poder que creó para un mundo un cielo y una tierra.

En toda el Asia, en toda la Turquía de Europa, en Italia, en Grecia, encasi toda España, en Portugal, en la mayor parte de América; en laAmérica tradicional por hábito, aunque sea social por instituciones queno han tenido tiempo de renovar la faz política; en todos esos pueblosenumerados la mujer pertenece al primer período: es egipcia; es laesclava del Faraon que se llama marido; familia, hogar; es la flor quese cria en el jardin para que la huela su amo.

La mujer alemana (en una gran parte de aquel país), la mujer francesa yla de algunos puntos de los Estados-Unidos del Norte americano,pertenecen al período segundo: son el sepulcro de Jesucristoreconquistado por una cruzada que se llama civilizacion, como podriallamarse derecho, justicia, amor, dogma.

En estos pueblos las mujeres son casi hombres: hombres afectuosos,imaginarios, tiernos: hombres como pueden serlo una madre y una hija,porque la naturaleza no puede mentir; pero personalidades humanas,verdaderos poderes en la familia, en la opinion, en el derecho, en lascreaciones sociales; personas de razon

, porque la educacion no puededejar de enaltecer, libertando al esclavo; porque la libertad es lasancion divina del albedrío; porque el albedrío es la sancion divina delhombre; porque el hombre es la sancion divina de la sociedad; lalibertad es el mismo Dios que se filtró en nuestra conciencia: sedsemejantes á mí

, quiere decir

sed libres

. «Si no sois libres, nosdice Dios, ¿con qué virtud me vais á amar?»

Es indecible la complacencia con que estudio á las mujeres de Paris. Noconozco la representacion de la mujer inglesa y rusa, y este es uno delos motivos porque más deseo visitar á Lóndres y San Petersburgo. Á

unamujer debo toda mi vida, y natural parece desquitarme de semejantedeuda, consagrándola una pequeña parte de aquella vida