Viaje al Parnaso, La Numancia (Tragedia) y El Trato de Argel (Comedia) by Miguel de Cervantes Saavedra - HTML preview

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Con la ciencia que á serdivinos guia.

Por el solio de Apolo soberano

Juro ... y no digo mas: y ardiendo en ira

Se echó á las barbas una y otra mano.

Y prosiguió diciendo: el DOTOR MIRA,

Apostare, sino lo manda el Conde,

Que tambien en sus puntos se retira.

Señor galan, parezca: á qué se asconde?

Pues á fé por llevarle, si él no gusta,

Que ni le busque, aseche, ni le ronde.

Es esta empresa acaso tan injusta,

Que se esquiven de hallar en ella quantos

Tienen conciencia limitada y justa?

Carece el cielo de poetas santos?

Puesto que brote á cada paso el suelo

Poetas, que lo son tantos y tantos?

No se oyen sacros hymnos en el cielo?

La harpa de David allá no suena,

Causando nuevo acidental consuelo?

Fuera melindres, y cese la entena,

Que llegue al tope, y luego obedeciendo

Fue de la chusma sobre buenas buena.

Poco tiempo pasó, quando un ruido

Se oyó, que los oidos atronaba,

Y era de perros aspero ladrido.

Mercurio se turbó, la gente estaba

Suspensa al triste son, y en cadapecho

El corazon mas valido temblaba.

En esto descubrióse el corto estrecho,

Que Scila, y que Caribdis espantosas,

Tan temeroso con su furia han hecho.

Estas olas que veis presuntuosas

En visitar las nubes de contino,

Y aun de tocar el cielo codiciosas.

Venciólas el prudente peregrino

Amante de Calipso, al tiempo quando

Hizo, dixo Mercurio, este camino.

Su prudencia nosotros imitando,

Echaremos al mar en que se ocupen,

Entanto que el bagel pasa volando.

Que entanto que ellas tasquen, roan, chupen

Al misero que al mar ha de entregarse,

Seguro estoy que el paso desocupen.

Miren si puede en la galera hallarse

Algun poeta desdichado acaso,

Que á las fieras gargantas pueda darse.

Buscaronle, y hallaron á LOFRASO,

Poeta militar Sardo, que estaba

Desmayado á un rincon marchito y laso:

Que á sus diez libros de Fortuna, andaba

Añadiendo otros diez, y el tiempo escoge,

Que mas desocupado se mostraba.

Gritó la chusma toda: al mar se arroje,

Vaya Lofraso al mar sin resistencia.

Por Dios, dixo Mercurio, que me enoje.

Cómo? y no será cargo de conciencia

Y grande echar al mar tanta poesia?

Puesto que aqui nos hunda su inclemencia?

Viva Lofraso, entanto que dé al dia

Apolo luz, y entanto que los hombres

Tengan discreta alegre fantasia.

Tocante á ti, ó Lofraso, los renombres,

Y epitetos de agudo y de sincero,

Y gusto que mi comitre te nombres.

Esto dixo Mercurio al caballero,

El qual en la crugia en pie se puso

Con un rebenque despiadado y fiero.

Creo que de sus versos le compuso,

Y no sé como fue, que en un momento,

O ya el cielo, ó Lofraso lo dispuso,

Salimos del estrecho á salvamento

Sin arrojar al mar poeta alguno,

Tanto del Sardo fue el merecimiento.

Mas luego otro peligro, otro importuno

Temor amenazó, sino gritára

Mercurio, qual jamas gritó ninguno.

Diciendo al timonero: á orza, pára,

Amainese de golpe, y todo á un punto

Se hizo, y el peligro se repara.

Estos montes que veis que están tan juntos,

Son los que Acroceraunos son llamados,

De infame nombre, como yo barrunto.

Asieron de los remos los honrados,

Los tiernos, los melifluos, los godescos;

Y los de á cantimplora acostumbrados.

Los frios los asieron y los frescos,

Asieronlos tambien los calurosos,

Y los de calzas largas y greguescos.

Del sopraestante daño temerosos,

Todos á una la galera empujan,

Con flacos y con brazos poderosos.

Debaxo del bagel se somurmujan

Las sirenas que dél no se apartaron,

Y á si mismas en fuerzas sobrepujan.

Y en un pequeño espacio la llevaron

A vista de Corfú, y á mano diestra

La isla inexpugnable se dexaron.

Y dando la galera á la siniestra

Discurria de Grecia las riberas,

Adonde el cielo su hermosura muestra.

Mostravanse las olas lisongeras,

Impeliendo el bagel suavemente,

Como burlando con alegres veras.

Y luego al parecer por el oriente,

(Rayando el rubio sol nuestroorizonte

Con rayas rojas, hebras de su frente;)

Gritó un grumete y dixo: el monte, el monte,

El monte se descubre, donde tiene

Su buen rocin el gran Belorofonte.

Por el monte se arroja, y á pie viene

Apolo á recebirnos. Yo lo creo,

Dixo Lofraso, ya llega á la Hipocrene.

Yo desde aqui columbro, miro y veo

Que se andan solazando entre unas matas

Las musas con dulcisimo recreo.

Unas antiguas son, otras novatas,

Y todas con ligero paso y tardo

Andan las cinco en pie, las quatro á gatas.

Si tu tal ves, dixo Mercurio, ó Sardo

Poeta, que me corten las orejas,

O me tengan los hombres por bastardo.

Dime, porqué algun tanto no te alejas

De la ignorancia, pobretón, y adviertes

Lo que cantan tus rimas en tus quejas?

Porqué con tus mentiras nos diviertes

De recibir á Apolo qual se debe,

Por haver mejorado vuestras suertes?

En esto mucho mas que el viento leve

Baxó el lucido Apolo á la marina

A pie, porque en su carro no se atreve.

Quitó los rayos de la faz divina,

Mostróse en calzas y en jubon vistoso,

Porque dar gusto á todos determina.

Seguiale detras un numeroso

Esquadron de doncellas bailadoras,

Aunque pequeñas, de ademan brioso.

Supe poco despues, que estas señoras,

Sanas las mas, las menos mal paradas.

Las del tiempo y del sol eran las horas.

Las medio rotas eran las menguadas,

Las sanas las felices, y con esto

Eran todas en todo apresuradas.

Apolo luego con alegre gesto

Abrazó á los soldados, que esperaba

Para la alta ocasion que se ha propuesto.

Y no de un mismo modo acariciaba

A todos, porque alguna diferiencia

Hacia con los que él mas se alegraba.

Que á los de señoria y excelencia

Nuevos abrazos dió, razones dixo,

En que guardó decoro y preeminencia.

Entre ellos abrazó á DON JUAN DE ARGUIJO,

Que no sé en qué, ó como, ó quandohizo

Tan aspero viage y tan prolijo.

Con él á su deseo satisfizo

Apolo y confirmó su pensamiento,

Mandó, vedó,quitó, hizo y deshizo.

Hecho pues el sinpar recebimiento,

Do se halló DON LUIS DE BARAHONA,

Llevado alli por su merecimiento.

Del siempre verde lauro una corona

Le ofrece Apolo en su intencion, y un vaso

Del agua de Castalia y de Elicona.

Y luego vuelve el magestoso paso,

Y el esquadron pensado y de repente

Le sigue por las faldas del Parnaso.

Llegóse enfin á la Castalia fuente,

Y en viendola infinitos se arrojaron

Sedientos al cristal de su corriente.

Unos no solamente se hartaron,

Sino que pies y manos, y otras cosas

Algo mas indecentes se lavaron.

Otros mas advertidos, las sabrosas

Aguas gustaron poco á poco, dando

Espacio al gusto, á pausas melindrosas.

El brindez y el caraos se puso en vando,

Porque los mas de bruces, y no á sorbos

El suave licor fueron gustando.

De ambas manos hacian vasos corbos

Otros, y algunos de la boca al agua

Temian de hallar cien mil estorbos.

Poco á poco la fuente se desagua,

Y pasa en los estomagos bebientes,

Y aun no se apaga de su sed la fragua.

Mas dixoles Apolo: otras dos fuentes

Aun quedan Aganipe é Hipocrene,

Ambas sabrosas, ambas excelentes.

Cada qual de licor dulce y perene,

Todas de calidad aumentativa

Del alto ingenio que a gustarlas viene.

Beben, y suben por el monte arriba,

Por entre palmas, y entre cedros altos,

Y entre arboles pacificos de oliva.

De gusto llenos y de angustia faltos,

Siguiendo á Apolo el esquadron camina,

Unos á pedicox, otros á saltos.

Al pie sentado de una antigua encina

Vi á ALONSO DE LEDESMA, componiendo

Una cancion angelica y divina.

Conocíle, y á él me fui corriendo

Con los brazos abiertos como amigo,

Pero no se movió con el estruendo.

No ves, me dixo Apolo, que consigo

No está Ledesma ahora, no ves claro

Que está fuera de sí, y está conmigo?

A la sombra de un mirto, al verde amparo

GERONIMO DE CASTRO sesteaba,

Varon de ingenio peregrino y raro.

Un motete imagino que cantaba

Con voz suave; yo quedé admirado

De verle alli, porque en Madrid quedaba.

Apolo me entendió, y dixo: un soldado

Como este no era bien que se quedara

Entre el ocio y el sueño sepultado.

Yo le truxe, y sé como, que á mi rara

Potencia no la impide otra ninguna,

Ni inconveniente alguno la repara.

En esto se llegaba la oportuna

Hora á mi parecer de dar sustento

Al estomago pobre, y mas si ayuna;

Pero no le pasó por pensamiento

A Delio que el exercito conduce,

Satisfacer al misero hambriento.

Primero á un jardin rico nos reduce,

Donde el poder de la naturaleza,

Y el de la industria mas campea y luce.

Tuvieron los Hesperidas belleza

Menor, no le igualaron los Pensiles

En sitio, en hermosura y en grandeza.

En su comparacion se muestran viles

Los de Alcinoo, en cuyas alabanzas

Se han ocupado ingenios bien sotiles:

No sugeto del tiempo á las madanzas,

Que todo el año primavera ofrece

Frutos en posesion, no enesperanzas.

Naturaleza y arte alli parece

Andar en competencia, y está en duda

Qual vence de las dos, qual mas merece.

Muestrase balbuciente y casi muda,

Si le alaba la lengua mas experta

De adulacion y de mentir desnuda.

Junto con ser jardin, era una huerta,

Un soto, un bosque, un prado, un valle ameno,

Que en todos estos titulos concierta.

De tanta gracia y hermosura lleno,

Que una parte del cielo parecia

El todo del bellisimo terreno.

Alto en el sitio alegre Apolo hacia,

Y alli mandó que todos se sentasen

A tres horas despues de mediodia.

Y porque los asientos señalasen

El ingenio y valor de cada uno,

Y unos con otros no se embarazasen;

A despecho y pesar del importuno

Ambicioso deseo, les dió asiento

En el sitio y lugar mas oportuno.

Llegaban los laureles casi á ciento,

A cuya sombra y troncos se sentaron

Algunos de aquel numero contento.

Otros los de las palmas ocuparon,

De los mirtos, y yedras, y losrobles

Tambien varios poetas albergaron.

Puesto que humildes, eran de los nobles

Los asientos qual tronos levantados,

Porque tú, ó envidia, aqui tu rabia dobles.

Enfin, primero fueron ocupados

Los troncos de aquel ancho circuito,

Para honrar á poetas dedicados,

Antes que yo en el numero infinito

Hallase asiento: y asi en pie quedeme

Despechado, colerico y marchito.

Dixe entre mí: es posible que se estreme

En perseguirme la fortuna airada,

Que ofende á muchos y á ninguno teme?

Y volviendome á Apolo con turbada

Lengua le dixe lo que oirá el que gusta

Saber, pues la tercera es acabada,

La quarta parte desta empresa justa.

VIAGE AL PARNASO.

CAPITULOIV.

Suele la indignacion componer versos,

Pero si el indignado es algun tonto,

Ellos tendrán su todo de perversos.

De mí yo no sé mas, sino que pronto

Me halle para decir en tercia rima

Lo que no dixo el desterrado al Ponto.

Y asi le dixe á Delio: no se estima,

Señor, del vulgo vano el que te sigue

Y al arbol sacro del laurel se arrima.

La envidia y la ignorancia le persigue,

Y asi envidiado siempre y perseguido

El bien que espera, por jamas consigue.

Yo corté con mi ingenio aquel vestido,

Con que al mundo la hermosa Galatea

Salió para librarse del olvido.

Soy por quien La Confusa nada fea

Pareció en los teatros admirable,

Si esto á su fama es justo se le crea.

Yo con estilo en parte razonable

He compuesto Comedias, que ensu tiempo

Tuvieron de lo grave y de lo afable.

Yo he dado en Don Quixote pasatiempo

Al pecho melancolico y mohino

En qualquiera sazon, en todo tiempo.

Yo he abierto en mis Novelas un camino,

Por do la lengua Castellana puede

Mostrar con propriedad un desatino.

Yo soy aquel que en la invencion excede

A muchos, y al que falta en esta parte,

Es fuerza que su fama falta quede.

Desde mis tiernos años amé el arte

Dulce de la agradable poesia,

Y en ella procuré siempre agradarte.

Nunca voló la pluma humilde mia

Por la region satirica, baxeza

Que á infames premios y desgracias guia.

Yo el soneto compuse que asi empieza,

Por honra principal de mis escritos:

Voto á Dios que me espanta esta grandeza.

Yo he compuesto Romances infinitos,

Y el de los zelos es aquel que estimo,

Entre otros que los tengo por malditos.

Por esto me congojo y me lastimo

De verme solo en pie, sin que se aplique

Arbol que me conceda algun arrimo.

Yo estoy, qual decir suelen, puesto á pique

Para dar á la estampa al gran Persiles,

Con que mi nombre y obras multiplique.

Yo en pensamientos castos y sotiles,

Dispuestos en soneto de á docena,

He honrado tres sugetos fregoniles.

Tambien al par de Filis mi Filena

Resonó por las selvas, que escucharon

Mas de una y otra alegre cantilena.

Y en dulces varias rimas se llevaron

Mis esperanzas los ligeros vientos,

Que en ellos y en la arena se sembraron.

Tuve, tengo y tendré los pensamientos,

Merced al cielo que á tal bien me inclina,

De toda adulacion libres y esentos.

Nunca pongo los pies por do camina

La mentira, la fraude y el engaño,

De la santa virtud total ruina.

Con mi corta fortuna no me ensaño,

Aunque por verme en pie, como me veo,

Y en tal lugar, pondero asi mi daño.

Con poco me contento, aunque deseo

Mucho. A cuyas razones enojadas,

Con estas blandas respondió Timbreo:

Vienen las malas suertes atrasadas,

Y toman tan de lejos la corriente,

Que son temidas, pero noescusadas.

El bien les viene á algunos derepente,

A otros poco á poco y sin pensallo,

Y el mal no guarda estilo diferente.

El bien que está adquirido, conservallo

Con maña, diligencia y con cordura

Es no menor virtud, que el grangeallo.

Tu mismo te has forjado tu ventura,

Y yo te he visto alguna vez con ella,

Pero en el imprudente poco dura.

Mas si quieres salir de tu querella,

Alegre, y no confuso, y consolado

Dobla tu capa, y sientate sobre ella.

Que tal vez suele un venturoso estado,

Quando le niega sin razon la suerte,

Honrar mas merecido, que alcanzado.

Bien parece, señor, que no se advierte,

Le respondí, que yo no tengo capa.

El dixo: aunque sea asi, gusto de verte.

La virtud es un manto con que tapa

Y cubre su indecencia la estrecheza,

Que esenta y libre de la envidia escapa.

Incliné al gran consejo la cabeza.

Quedeme en pie: que no hay asiento bueno,

Si el favor no le labra, ó la riqueza.

Alguno murmuró, viendome ageno

Del honor que pensó se medebia,

Del planeta de luz y virtud lleno.

En esto pareció que cobró el dia

Un nuevo resplandor, y el aire oyóse

Herir de una dulcisima harmonia.

Y en esto por un lado descubrióse

Del sitio un esquadron de ninfas bellas,

Con que infinito el rubio dios holgóse.

Venia enfin, y por remate dellas

Una resplandeciendo, como hace

El sol ante la luz de las estrellas.

La mayor hermosura se deshace

Ante ella, y ella sola resplandece

Sobre todas, y alegra y satisface.

Bien asi semejaba, qual se ofrece

Entre liquidas perlas y entre rosas

La aurora que despunta y amanece.

La rica vestidura, las preciosas

Joyas que la adornaban, competian

Con las que suelen ser marabillosas.

Las ninfas que al querer suyo asistian

En el gallardo brio y bello aspecto,

Las artes liberales parecian.

Todas con amoroso y tierno afecto,

Con las ciencias mas claras y escogidas,

Le guardaban santisimo respeto.

Mostraban que en servirla eran servidas,

Y que por su ocasion de todas gentes

En mas veneracion eran tenidas.

Su influjo y su reflujo las corrientes

Del mar y su profundo le mostraban,

Y el ser padre de rios y de fuentes.

Las yerbas su virtud la presentaban,

Los arboles sus frutos y sus flores,

Las piedras el valor que en sí encerraban.

El santo amor castisimos amores,

La dulce paz su quietud sabrosa,

La guerra amarga todos sus rigores.

Mostrabasele clara la espaciosa

Via, por donde el sol hace contino

Su natural carrera y la forzosa.

La inclinacion, ó fuerza del destino,

Y de qué estrellas consta y se compone,

Y como influye este planeta ó sino.

Todo lo sabe, todo lo dispone

La santa y hermosisima doncella,

Que admiracion como alegria pone.

Preguntele al parlero, si en la bella

Ninfa alguna deidad se disfrazaba,

Que fuese justo el adorar en ella.

Porque en el rico adorno que mostraba,

Y en el gallardo sér que descubria,

Del cielo, y no del suelosemejaba.

Descubres, respondió, tu boberia,

Que ha que la tratas infinitos años,

Y no conoces que es la Poesia.

Siempre la he visto envuelta en pobres paños,

Le repliqué: jamas la vi compuesta

Con adornos tan ricos y tamaños:

Parece que la he visto descompuesta,

Vestida de color de primavera

En los dias de cutio y los de fiesta.

Esta que es la poesia verdadera,

La grave, la discreta, la elegante,

Dixo Mercurio, la alta y la sincera,

Siempre con vestidura rozagante

Se muestra en qualquier acto que se halla,

Quando á su profesion es importante.

Nunca se inclina, ó sirve á la canalla

Trobadora, maligna y trafalmeja,

Que en lo que mas ignora, menos calla.

Hay otra falsa, ansiosa, torpe y vieja,

Amiga de sonaja y morteruelo,

Que ni tabanco, ni taberna dexa.

No se alza dos, ni aun un coto del suelo,

Grande amiga de bodas y bautismos,

Larga de manos, corta de cerbelo.

Tomanla por momentos parasismos,

No acierta á pronunciar, y sipronuncia,

Absurdos hace, y forma solecismos.

Baco donde ella esta, su gusto anuncia,

Y ella derrama en coplas el poleo,

Compa, y vereda, y el mastranzo, y juncia.