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Recorriendo de nuevo aquel suntuoso barrio monumental, que tanto noshabía entusiasmado la mañana anterior, y al pasar por la calle de Bohordadores (llamada así porque en ella se hacían los bohordos paralos caballerescos juegos de cañas, pero cuyo azulejo dice hoymalamente: «calle de Bordadores»), vimos una antigua casa, triste,bella, cerrada, en cuya primorosa fachada plateresca había un busto, conbonete y capa muy bordada y lujosa, el cual representaba, según pudimosleer, al severissimo Fonseca, patriarcha alejandrino.
—¿Qué casa será ésta?—nos preguntamos.
—Esa es la Casa de las Muertes.....—respondió una huevera que pasabapor allí á la sazón.—No llamen ustedes, que ahí no vivo nunca nadie.
—¿Y por qué?
—Porque ahí hubo siete muertes.....—replicó la mujer con acentolúgubre.
Nosotros nos miramos muy regocijados, y proseguimos elinterrogatorio.....
Pero la huevera no sabía más.
Había, sin embargo, que averiguar el resto, y, efectivamente, aquellatarde supimos por nuestros amigos los anticuarios de Salamanca, que elnombre de Casa de las Muertes le venía á aquel edificio de lacircunstancia de haber ostentado, entre los adornos de su portada, hastahace muy poco tiempo, varias calaveras de piedra, borradas al fin por elterror de la plebe: que, ciertamente, había dado la casualidad, haceveintiséis años, de que una mujer que vivía sola en aquella casa de tanfúnebre nombre, fuese asesinada misteriosamente, cosa que al vulgo lepareció sobrenatural, y que, por resultas de todo esto, nadie ha vueltoá pisar aquellos umbrales, si se exceptúan dos comandantes deCarabineros y un jefe de Estadística, forasteros todos, que vivieronallí breves temporadas..... sin que les ocurriese ningún percance.....
¡Triste condición humana! ¿Por qué ha de ser siempre más poética lamentira que la verdad?
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* *
De lo demás que vimos (regresando ya hacia el hotel; pues, á fuer demortales, también teníamos precisión de almorzar aquel segundo día),sólo citaré y recomendaré la Iglesia de las Agustinas, correspondienteal convento del mismo nombre.
Es aquél el mejor monumento de estilo greco-romano que encierraSalamanca. Sus elementos griegos pertenecen al orden corintio, y todo eltemplo, aunque edificado á la mitad del siglo XVII, según lo demuestranalgunos detalles poco clásicos, tiene la grandiosa sencillez y armoníade proporciones que constituyen el mayor mérito de este género dearquitectura. La cúpula es copia exacta de la del Escorial, aunque notan gigantesca.
En el retablo del altar mayor hay un notabilísimo cuadro, de que conrazón están orgullosos los salmantinos aficionados á las Bellas Artes.Es una Virgen de la Concepción, de tamaño natural, pintada por el Spagnoletto, y, sin embargo, dulce, suave, tierna, ideal; rodeada deángeles de rostro inocente, y anegada, por decirlo así, en la placidezde la divina gracia..... Más claro: es una Virgen de la Concepción quenadie hubiera creído pudiese pintar el austero y sombrío autor del Jacob, de los martirios de San Bartolomé y San Esteban, del Apostolado y de todas las demás enérgicas y terribles obras queconstituyen la gloria especialísima de nuestro inmortal Rivera.
Quien recuerde otras Vírgenes y otros ángeles pintados por él, y se hayaasombrado, como nosotros, al considerar hasta qué punto negó lanaturaleza á tan soberano artista el don de crear tipos afables; quiense haya asustado al ver aquellas Marías tan duras, ásperas y feroces, yaquellos niños de tan salvaje y desapacible aspecto, comprenderá toda laverdad é importancia de lo que digo. Es, por consiguiente, la Virgen que vimos en Salamanca un dato curiosísimo de la historia del arte y dela historia de Rivera; pues hay que advertir que no cabe duda algunarespecto de su
autenticidad,
ya
porque
así
resulta
de
incontestablesdocumentos, ya porque, en medio de su santa alegría y pudorosamansedumbre, aquel cuadro ostenta, en cuanto lo consiente la índole delasunto, toda la intensidad y brío de color del Spagnoletto; su manera,su estilo, su genio, su carácter.
En mi sentir, y en el de mis compañeros de expedición, el Estado debíahacer que se recompusiera y copiara tan peregrino lienzo; dejar la copiaá las Agustinas de Salamanca, y comprarles el original, para colocarloen el Museo Nacional de Madrid. De lo contrario, las luces del altarmayor, el incienso, el polvo, la incuria y los sacristanes ymonaguillos, acabarán con aquella obra maestra, ya muy deteriorada.
Pero se me ocurre otra idea. La iglesia y comunidad de las Agustinastienen por patrono al Conde de Monterey, á sea al Duque de Alba. Así lorevela la inscripción que dice, al pie de una sepultura mural, á laizquierda del presbiterio, que D. Manuel Fonseca y Zúñiga, 7.º Conde deMonterey, fundó y erigió aquel convento..... ¡Bien podía, pues, elseñor Duque, mi noble amigo, que tan espléndido es y ha sido siempre,hacer este regalo á la nación!—El mundo entero se lo agradeceríaextraordinariamente[11].
XI
ÚLTIMO PASEO.—LA CASA DE LA SALINA.—
DOÑA MARÍA LA BRAVA.—LATORRE DEL
CLAVERO.—RECAPITULACIÓN.
Después de almorzar hicimos algunas indispensables visitas de despedida,entre ellas, la del sabio y virtuoso Obispo de la Diócesis, antiguocanónigo de Granada y actual adorno del Senado español, Sr. MartínezIzquierdo.
Cumplidos tan gratos deberes, fuimos á visitar, acompañados de loseruditos salmantinos que ya conocéis, la renombrada Casa de la Salina,sita en la calle de San Pablo, y llamada así por haber servidomodernamente de almacén de sal.
Caminando hacia ella, nos refirieron la tradición que corre muy válidaacerca del origen del edificio; y, como es digna de que la conozcáis, yyo no quiero poner ni quitar nada en tan delicado asunto, voy átranscribirla puntualmente, tal como la publicó hace años el Sr.
D.Modesto Falcón, individuo correspondiente de la Real Academia de SanFernando, Secretario de la Comisión de Monumentos de Salamanca, etc.,etc.
Dice así:
«Parece que en los últimos años del siglo XV llegó á Salamanca laCorte, y con la Corte muchos grandes, prelados, damas y caballeros.Contábase entre éstos el poderoso D. Alfonso de Fonseca, hijo natural deesta ciudad, oriundo de una noble familia, y que más tarde ocupó laSilla arzobispal de Santiago, recibiendo la dignidad de Patriarca deAlejandría, con la que más comúnmente es conocido en la Historia. ElAyuntamiento, según costumbre, proporcionó digno hospedaje á la Corte,puesto que, de acuerdo con la nobleza de la ciudad, hizo que losgrandes, los prelados y las damas hallasen acogida entre las familiasmás distinguidas. Olvidó, sin embargo, dispensar el mismo agasajo á unaseñora llamada D.ª María de Ulloa, gallega, según dicen, de nacimiento,y amiga, según cuentan, de Fonseca; y resentido por aquella exclusión,casual ó intencionada, el caballero, dice la tradición, juró que la damahabía de poseer el mejor palacio de Salamanca. El palacio, con efecto,se construyó, y la tradición quedó unida á su fábrica.
»Si la tradición se muestra veraz en todo lo que relata, no seremosnosotros quienes lo afirmen ni lo nieguen rotundamente; pero nuestraimparcialidad nos obliga á decir que se parece mucho á la verdad. Elpoderoso Patriarca de Alejandría había tenido un hijo en su juventud,como él Alfonso de nombre, y que, como él, llegó á ser con el tiempoArzobispo;
y
aunque
las
historias
suelen
confundirlos
por
lascircunstancias
de
ser
ambos
Arzobispos, ambos Fonsecas de apellido,ambos Alfonsos de
nombre,
y
ambos,
en
fin,
patronos
de
grandesfundaciones, fácil es distinguirlos cuando en ellos se para bien laatención.
. . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . .
. .. . . . . . . . . . . . . . . . .
»La Casa de la Salina se fundó en los últimos años del siglo XV, enque tuvo lugar la tradición referida. Los escudos de cinco estrellas queen la fachada, en el interior y por todas partes del edificio seencuentran, no dejan lugar á dudas sobre la familia á que pertenecía elfundador. El escudo es de los Fonsecas.....
»Nada se sabe de los artistas que labraron este monumento; pero como porla misma época, y con pocos años de diferencia, se fabricaban también lafachada plateresca de la Universidad, el convento de San Esteban y otraporción de edificios, los mejores precisamente de la ciudad y cuyadecoración es tan semejante, puede presumirse que anduvieron en él lasmismas manos que esculpieron los demás. Si no fueron Sardiña, Ceroni óBerruguete, fueron discípulos ó compañeros suyos.»
Hasta aquí el Sr. Falcón.—Ahora debo yo decir, como obsequio debido ála verdad, que son irrebatibles de todo punto las obvias razones queaduce otro autor (D. J. M.
Quadrado) para demostrar que esa tradición haconfundido tiempos, cosas y personas.—«Que la casa se labró por losFonsecas (dice) lo acreditan los blasones de cinco estrellas colocadossobre las ventanas de la izquierda, y en los ángulos de la fachada; maslo avanzado del Renacimiento, aviniéndose con la noticia de que seempezó hacia 1538, desmiente la tradición, que enlaza su origen con lamemoria del Patriarca de Alejandría, fallecido en 1512.....»—A lo cualpudo añadir el Sr. Quadrado, que Berruguete, educado en Italia, noregresó á España hasta 1520, y que Sardiña floreció mucho después.
Sea de todo ello lo que quiera, y ciñéndome yo á mi papel de cronista yde fotógrafo, diré que la Casa de la Salina, en medio de lo mucho quela han deteriorado el abandono en que estuvo largo tiempo y el bajoempleo á que se la destinó después, y no obstante las recientesprofanaciones de que ha sido objeto al tratar de convertirla en casamoderna, cerrando nobilísimos arcos y poniendo en su lugar puertas,balcones, ventanas y todo un entresuelo, conserva aún, por dentro y porfuera, columnas, medallones, arcos, bustos, estatuas, mensulones,cornisamentos, escudos y centenares de figuras de animales fantásticos ycaprichosos, que son otras tantas maravillas.
Yo espero que con el tiempo, y quiera Dios que no demasiado tarde, elAyuntamiento de la culta Salamanca dedique su atención y algunos fondosá este notabilísimo edificio, comprándolo, si ya no es suyo, derribandotodo lo moderno y postizo que hay en él, reforzando lo viejo ymonumental, y poniendo allí un conserje que custodie y muestre á losviajeros aquellos prodigios del arte, dignos de veneración yestudio[12].
*
* *
En la misma calle de San Pablo, núm. 84, hay otra casa célebre, no yapor su estructura artística, sino por la rara é interesantísima
historiaque
recuerda.—Llámase,
por
singular antífrasis, Casa de las Batallas,cuando debía llamarse Casa de las Paces, dado que en ella las pactarony juraron dos bandos ferocísimos que, durante mucho tiempo, cubrieron áSalamanca de sangre y luto.—« Ira odium generat, concordia nutritamorem»—dice una inscripción sobre el arco de la puerta de aquellacasa desde el día que se firmaron allí las mencionadas paces.
Todo esto se refiere á la terrible historia de Doña María la Brava,de que ya hicimos conmemoración en el Corrillo de la Hierba y de lacual voy á daros dos versiones á cual más interesantes.
Dice el ya citado D. Modesto Falcón:
«El drama comenzó en un juego de pelota. Dos jóvenes, hijos de la noblefamilia de los Manzanos, mataron en una contienda suscitada sobre eljuego á otros dos jóvenes, muy amigos suyos, é hijos de la familia delos Monroy. La madre de éstos, D.ª María Rodríguez, buscando á losagresores y hallándolos
en
tierra
de
Portugal,
adonde
se
habíanrefugiado huyendo de la justicia, tomó sangrienta venganza en ellos,cortándoles las cabezas y entrando con ellas triunfante en Salamanca. Asu vez, los deudos de los Manzanos, indignados de aquella bárbaraacción, quisieron ejercer represalias semejantes, y agrupados los Monroyen torno á D.ª María, defendieron á la vengativa madre, arrastrando unosy otros á muchos parciales. Los bandos en que se dividieron, y quetomaron por nombre á las parroquias de Santo Tomé y San Benito, dondelas irritadas familias
enemigas
tenían
sus
casas
solariegas,
duraroncuarenta años, sembrando la desolación y el espanto en la ciudad yenrojeciendo muchas veces de sangre sus calles. Impotentes fueron elObispo, el Cabildo, las autoridades
y
el
mismo
Conde
de
Benavente,
queintervinieron en la contienda, para poner fin á aquella terrible lucha,que fomentaban las discordias civiles. San Juan de Sahagún, más felizque las autoridades, se interpuso entre los combatientes, y logróatraerlos á una concordia.»
La segunda versión, más trágica y animada que ésta, es la que figura en Recuerdos y Bellezas de España, y dice del siguiente modo:
«Sobre un lance del juego de pelota trabaron contienda dos hermanos dela familia de Enríquez de Sevilla con otros dos de la de Manzano[13]:aquéllos sucumbieron en la atroz refriega, y fueron llevados exánimes ála casa de su madre.—D.ª María Rodríguez de Monroy no lloró sobre loscadáveres de sus hijos: nada dispuso acerca de su sepultura: silenciosa,sombría, fingiendo temer por sí, salió acompañada de criados y escuderospara su lugar de Villalba;
pero
á
la
mitad
del
camino
les
anuncióresueltamente que no era fuga, sino venganza lo que meditaba; yasociándolos con terrible juramento á su plan, los condujo á Portugal,donde se habían amparado los homicidas. Dónde y cómo los sorprendió, sifué en Viseo, de noche, derribando las puertas de su posada, no quedabien averiguado; lo cierto es que á los pocos días volvió á entrar enSalamanca, animosa y terrible, al frente de su comitiva, enarbolando enlas puntas de las picas las cabezas de los dos Manzanos; y á guisa deofrenda expiatoria, más digna del altar de las Euménides que de unatumba cristiana, las hizo rodar sobre las recientes losas que en laiglesia de San Francisco, ó en la de Santo Tomé, cubrían los restos desus hijos.—Poco sobrevivió á esta feroz proeza, que le valió el epítetode Doña María la Brava; pero sí más de un siglo los bandos que de ellanacieron entre los caballeros salmantinos ligados con una ú otrafamilia, á los cuales se dice servía de línea divisoria, rara vezhollada, el Corrillo de la Hierba, explicando este título, allá comoen Zamora, por lo solitario y medroso del sitio.—No hay, sin embargo,más fundamento para derivar de la expresada ocasión el origen de estasluchas tan habituales en todo el país durante la Edad Media, que parafijar su término (de 1460 á 1478) en los días de San Juan de Sahagún,cuyas fervorosas predicaciones, calmando y no extinguiendo la furia delos ánimos, le acarrearon más de una vez odios y violencias, y porúltimo, la muerte propinada con veneno.—Bajo los nombres de Santo Toméy San Benito, parroquias que encabezaban los dos grandes distritos de laciudad, perpetuáronse largo tiempo dichos bandos, recordando aún susdistintos colores y opuestas cuadrillas, en las justas Reales de ladinastía austriaca, los antiguos enconos y reyertas.»
Y basta ya de anécdotas y de historias, que se hace tarde, y tenemos quesalir para Madrid antes del obscurecer.....
*
* *
Así dijimos nosotros aquel día, tratando de volver á la Fonda delComercio; pero todavía fuimos á contemplar, por consejo de nuestrosamigos (y de ello nos alegramos extraordinariamente), la Torre denominada del Clavero, que hasta entonces sólo habíamos divisado ácierta distancia.
Dicha Torre pertenecía antes á un extenso edificio; pero hoy se haquedado aislada y sola, como padrón conmemorativo de la Edad Media.—Sufigura es de lo más elegante y gallardo que nos han legado aquellostiempos.
Cuadrada por la parte inferior, conviértese luego en octógona,y resaltan de ella ocho garitas preciosísimas, que la hacen másvoluminosa por arriba que por abajo. Los capacetes que cubren estasgaritas descuellan sobre el cuerpo de la torre, dibujando en el cielouna especie de corona
feudal
que
ennoblece
aquel
esbeltísimo
monumento.
Toda la fábrica es de granito, y mide 28 metros de elevación por seis ymedio de anchura.—Edificóse en 1484, á expensas de D. Francisco deSotomayor, Clavero de la orden de Alcántara, y hoy pertenece al señorMarqués de Santa Marta.—Recientemente han construído en lo alto de ellauna especie de templete ú observatorio de pésimo gusto; y, pues me honrocon la amistad de dicho señor Marqués, atrévome á suplicarle que mandederribar aquel detestable apéndice, por muy asombrosas que sean lasvistas que desde él se disfruten.—Los fueros del arte, mi querido D.Enrique, son superiores á los derechos del individuo[14].
*
* *
A todo esto eran las tres de la tarde, y el tren para Madrid salía á lascinco.—¡Demasiado sabíamos lo mucho que nos quedaba que ver!.....Salamanca encerraba todavía iglesias, palacios, colegios, casashistóricas y otros monumentos, para cuyo examen se requería por lo menosuna semana de continuo andar..... Pero no podíamos disponer de mástiempo, y, además, estábamos tan rendidos, que teníamos que sentarnos ádescansar en los trancos de las puertas, con gran asombro de lostranseuntes.....—
¡Habíamos andado tantísimo en dos días escasos!.....
Emprendimos, pues, la retiraaa; y ya, desde aquel momento hasta lamañana siguiente, que llegamos á esta Villa y Corte, no hicimos más querecapitular nuestras impresiones de Salamanca.....
He aquí un sucinto resumen de las mías.
———
La Universidad ha sido, moral y materialmente, el alma y la vida deSalamanca, la fuente de su grandeza y de su renombre, la ocasión yorigen de casi todos sus mejores monumentos.—Si hubo allí los famosos Colegios mayores, llamados del Arzobispo, de San Bartolomé (elviejo), de Oviedo y de Cuenca (de los cuales sólo existen ya los dosprimeros); si fundaron otros cuatro Colegios las Órdenes militares, ycontáronse además infinidad de Colegios menores, de Seminarios, de Escuelas, etc.; si todas las Órdenes monásticas erigieron suntuososConventos; si los Jesuítas levantaron allí su mejor Casa, y si fué laCiudad del Tormes mansión predilecta de Reyes y Magnates, que laembellecieron con multitud de palacios y de iglesias, todo se debió áaquel foco permanente de sabiduría, á aquel centro que atraía lasmiradas de Europa, á aquel emporio de la enseñanza, adonde iban áestudiar por millares (y muchas veces acompañados de sus familias) losjóvenes más ricos y nobles de toda España.—Cuando Toledo, y Segovia, yBurgos, y Valladolid, y todas las ciudades castellanas decaían; esto es,cuando se hubo entronizado en nuestro suelo la calamitosa dinastíaaustriaca, Salamanca se libró, por excepción y privilegio, de aquellapostración general, que muy luego rayó en indescriptible miseria; y esteprivilegio y esta excepción fueron también debidos á la perdurable bogade su Universidad, al respeto que infundía, al constante atractivo queejerció sobre Reyes, Prelados, Grandes, Sabios y hasta Santos,obligándolos á ir á rendirle pleito-homenaje y á enriquecerla más y máscon nuevas fundaciones.
De aquí tantos soberbios edificios de los siglos XVI y XVII, y de aquítambién el haberse conservado cuidadosamente los de épocas anteriores.Es decir, que la segunda barbarie demoledora de monumentos; la barbarieque en otras regiones de España destruyó, blanqueó, reformó y afeótantas y tan preciosas obras artísticas en los tiempos que median entrelos Reyes Católicos y Carlos III, no llegó á las orillas delTormes.—
En cambio, llegaron después otros bárbaros, émulos de losAtilas y Alaricos, y destruyeron dos terceras partes de los edificiosmonumentales de Salamanca..... Refiérome á los franceses y á losingleses (durante la Guerra de la Independencia), y también á losiconoclastas modernos, que tanto y tanto han derribado al grito deprogreso y libertad, en sus varios períodos de dominación ó de anarquía.
Otra de las razones que más han influído para que Salamanca puedacalificarse de Museo arquitectónico (donde se hallan, perfectamenteconservados, exquisitos modelos de las obras más perecederas y hoy másdestruídas, por lo nimio y menudo de sus primorosos detalles), es laexcelente, inmejorable calidad de la piedra de todos sus monumentos.
Esta piedra, llamada franca, se encuentra á una legua de la ciudad,cerca de Villa Mayor. Blanda al principio como la cera, el tiempo lapone tan dura como el bronce y le da un
hermosísimo color de oro.Admite, pues, y conserva perfectamente las más finas y delicadaslabores, y de aquí la riqueza de obras platerescas que acabamos deenumerar y las muchas que no hemos citado, todas las cuales parecenrecién hechas en sus menores tallas, sin embargo de estar á laintemperie: de aquí también aquellas afiladas aristas de las esquinasde la Casa de las Conchas; aquella tersura de sus muros, que parecenbruñidos; aquellos atletas, de tan admirable musculatura, de la Casa dela Salina; aquella férrea solidez de la Catedral Fuerte, ó sea de la Catedral vieja; aquellos primores del patio del Colegio delArzobispo, y tantos y tantos otros prodigios de escultura yarquitectura como ve el viajero en todas partes.
Conque hagamos punto final.
He concluído mi penosa tarea, incompleta (ó sea diminuta, como se diceen el foro) para lo mucho que requería la gran Ciudad de los Fonsecas yMaldonados, pero harto larga para ser obra de un mero aficionado á lasBellas Artes, incompetente en todas ellas, y poco dado á escudriñar yexplotar libros ajenos.
Réstame añadir que dedico estas pobres páginas, como recuerdo cariñoso,á mis amigos los Excmos. Sres. D.
Servando Ruiz Gómez y D. José España,y á mi camarada Dióscoro Puebla.
1878.
LA GRANADINA[15]
PROGRAMA
UPONGOque los panegiristas de Las Mujeres españolas que preceden á La Mujer de Granada en el orden alfabético, habrán escrito ya más deuna disertación sobre la mujer en general, comparada con el hombre, ysobre las españolas ó ibéricas en particular, comparadas con las hembrasde otros países. A mayor abundamiento, el ilustre redactor[16] del Prólogo capital de la obra ha sabido, como no podía menos tratándosede pensador tan profundo, desempeñar magistralmente la parte sinfónicade esta composición, sin que á su mirada comprensiva se obscurezcaninguno de los aspectos sumarios del asunto, ni en la esfera filosófica,ni en la moral, ni en la meramente literaria.
Véome, pues, por fortuna, dispensado de establecer aquí temerarios yabstrusos prolegómenos, á medida de mis intereses, respecto de lascandentes cuestiones genéricas y diferenciales que ventilan hace 5856años los dos sexos beligerantes en que se divide la especie humana, ydispensado también de definir, á medida de mis afectos, si la mujer blanca es superior ó inferior á la negra, la roja, la morena yla amarilla, ó si entre las blancas debemos preferir la europea, yentre las europeas á la latina, entre las latinas á la católica, yentre las católicas á la ibérica, todo ello (¡gran iniquidad!) sinaudiencia de las pobres agraviadas.—En cambio, y aunque supongo tambiénque otros de mis colegas lo habrán hecho, no puedo menos de discurrir unpoco, por vía de Introducción, acerca de los inconvenientes con quetropezamos los autores de estas monografías al pretender clasificar álas mujeres de cada una de las actuales Provincias de España en unacasilla aparte, que delimite técnicamente pretendidas variedades de sunaturaleza ó de sus costumbres.
Estuviera aún dividida España al tenor de los antiguos reinos, ó de lasvulgares y significativas denominaciones de Mancha, Rioja, Alcarria, Alpujarra, etc., etc., y sería obvio, en la mayor parte delos casos, trazar lindes y fija