El vecindario de Libon con sus barrios llega á 3.666 almas, tributando1.882 en 21 cabecerías. Su estadística parroquial registra 29casamientos, 156 bautizos y 75 inhumaciones. Europeo solo lo es elpárroco, contándose en aquel vecindario dos chinos. De los 60 niñosque asisten á las escuelas, no hay ninguno que conozca el español. Notuvo criminalidad.
Los pueblos de Quipia, Donzol y Pilar, que están muy distantes de lacarretera que hemos seguido, ya los encontraremos cuando hagamos lavisita al partido de Sorsogon.
De Libon regresamos á la cabecera.
En el tiempo que estuve en Albay, tuve ocasión de apreciar en todassus manifestaciones, lo que es la prestación personal, siendo misobservaciones objeto del siguiente capítulo.
CAPÍTULO IX.
Prestación personal.
—¿Querías ver funcionar lo que se llama en presupuestos prestaciónpersonal? Pues héla ahí.—Esto me decía un amigo encontrándonos sobreel camino que dirige á Daraga en una hermosa tarde, señalándomeuna doble hilera de indios de poca edad la mayoría, que parecía
querían trabajar en el arreglo de un terraplén. Había unos 300 hombres,y entre ellos poquísimos tenían herramientas.
—Y bien, si no me explicas lo que es la prestación personal, pocopodré saber por lo que veo.
—Puesto que no tenemos prisa y hay tiempo, sentémonos bajo un árboly teórica y prácticamente podrás apreciar esa cuestión tan debatidaen la prensa y en los proyectos, llamada prestación personal. Todoindio—
dijo mi amigo encendiendo un cigarro,—tiene derechos ydeberes con relación al Estado y á la provincia en que vive, estandoentre los deberes el de trabajar cuarenta días [4] dentro del año,en la jurisdicción de su pueblo. De este trabajo están exceptuadoslos privilegiados por sangre, por inutilidad ó por edad. No habiendoninguna de estas circunstancias, todo indio que cumple los 18 añosdebe trabajar hasta que llega á los 60, los cuarenta días en beneficiode la circunscripción del pueblo en que está avecindado. El indiopudiente que no quiere trabajar puede redimirse, y en este caso la leyle admite dicha exención mediante una cuota. La redención puede sertotal ó parcial, la primera se adquiere pagando 3 pesos, al principiodel año, llamándose esta contribución exención de polos. Veamos ahorala parcial, ó sea la redención por días llamada falla. [5] El cabezade barangay una vez que hay dispuesto un trabajo, anuncia con tiempoá sus polistas el día que han de salir á hacerlo, y el que quiereredimirse de él da 12 cuartos y con ellos paga su jornal.
—Pues no exigiéndose más de 12 cuartos y pagando, como en estaprovincia paga, el particular á 40 ó más el jornal, desde luegose supone que todos los indios se rediman, bien por año ó bien pordías,—objeté yo con la mayor candidez del mundo.
—Pues ahí verás tú, sucede todo lo contrario, y cuesta un triunfo elpoder llevar algunas fallas á las cajas de la provincia. La prestaciónpersonal es uno de los asuntos más dignos de estudio, y sin embargo,casi puedo asegurarte que es el que menos se ha profundizado. Sejuega continuamente con una serie de palabras, cuyos significadosconstituyen los verdaderos ingresos de la colonia, y sin embargo nose llega á definirlas en la practica en su verdadero valor. Muchose habla de economía política, de proteccionismo y de derechos ydeberes; pero pocas, poquísimas veces, vemos que se aquilaten en loque significan, en lo que son y en lo que pueden ser las palabrasprestación personal, polos, fallas, comunidad y subsidio y tanoriasy guardias, palabras en las que se juegan una porción de millones yen las que se encierran todas las obligaciones del indio en la esferagubernativa, pues en la administrativa tiene otras que tienden de díaen día á regularizarse. Un administrador de Hacienda sabe perfectamentecuánto debe ingresar un pueblo por concepto de tributo, lo mismo que elpárroco conoce al centimaje la cantidad que á su iglesia correspondepor concepto de santorum;
en cambio, los cálculos en las oficinasde fondos locales jamás podrán ser ni aun aproximados en la cuestiónde fallas mientras dure el actual sistema. No pudiendo fijarse cifras,dime si hay calculo posible, ni presupuesto aproximado, y dime asimismosi esta cuestión no merece la pena de que se estudie de una vez, sediscuta, se analice y se vea la forma y manera de que obedezca á reglasy principios fijos. Ves esos individuos, ¿qué hacen? pasar el tiempolo mejor posible. ¿Ves aquel que lleva una esportilla? ¿qué ha hecho enla media hora que llevamos aquí? casi nada. ¿Qué ha hecho aquel otroque tiene por toda herramienta de trabajo una caña afilada? removerdos puñados de tierra y levantar un poco de polvo. ¿En qué se hanocupado aquellos otros, que no tienen herramienta alguna?
en extendercon los pies un poco de arena. ¿Es esto trabajo, es esto beneficio?
—Poco es en efecto—repliqué yo.—¿Pero á esa gente no se lavigila? ¿Por qué no se la reglamenta?
—Tá, tá, tá,—dijo mi amigo,—y al vigilante, ¿qué le importa quetrabajen ó no? ¿Es suyo el camino? No,
¿pues entonces? ¿Sientes ánuestra espalda el ruido de la cuchilla del beneficiador de abacá, ósea el jornalero que paga el particular? Pues bien, á ese bracero nadiele ha preguntado quién es cuando llegó esta mañana á ese late, cogióuna herramienta, cortó un pono, limpió sus hebras, las acumuló conlas de otros y al caer el sol colgará de la romana el montón de blancofilamento, y ya sabe que si ha beneficiado una arroba, media es suya,recibiendo en el acto el precio de su trabajo. Por bajo que esté elvalor del abacá, siempre puede ganar un bracero más de 30 cuartos. ¿Porqué, pues, esos 300 hombres no prefirieron esta mañana al amo que lesda 30 ó más y sí al que solo les data 12? La contestación la tienessobre el terreno. El obrero del Estado trabaja poco ó nada, el obrerodel particular, por el contrario, trabaja mucho y duro. Hace falta,muchísima falta, escribir menos y observar en la práctica mucho más.
—De modo que si tú algún día hablaras sobre este particular con el Ministro de Ultramar, por ejemplo, ¿qué le dirías?
—Pues le diría lo siguiente. Las fallas, tal como hoy existen,perdieron toda su razón de ser en el mero hecho de que no respondená la idea del que las creó. Antiguamente todas las obras de lasprovincias las hacía el fraile ó el Alcalde con el trabajo personal,ó sea la antítesis de la falla; entonces se hacían obras que requeríantrabajo duro, constante y pesado; antes la vigilancia podía hacerseporque se localizaba el trabajo en un punto dado al que podía llegarla inspección; antes un fraile decía á un Alcalde, ó un Alcalde áun fraile, vamos á hacer una iglesia, como San Agustín por ejemplo,ó un puente como el de la Perseverancia, pongo por caso, y trasaquellas palabras, ni más papeles ni más expediente, se abría á laspocas horas un cimiento por la piqueta de la prestación personal,cuya prestación personal no dejaba la obra hasta que fijaba en supunto mas culminante una sencilla cruz con el añejo «
Finís coronatopus
». El trabajo personal entonces era una verdad, se circunscribíaal círculo de los muros de un convento ó al espacio que separanlos estribos de un puente, y la prestación personal perfectamentevigilada sabía que desde formar el horno para hacer la cal hastacepillar el último trozo de madera, todo lo había de hacer. Con esto,dicho se está, que fallaban cuantos querían los encargados de laobra. Faltaba dinero para el hierro, por ejemplo, pues se admitíanfallas y se cubría en seguida la cantidad. ¿Pasa hoy esto?
No, hoy laprestación personal está reducida á la recomposición de los caminos,á la construcción de escuelas y cuarteles, obras que necesariamentehan de ser insignificantes, pues que son de materiales ligeros, y á lalimpieza de las calles. Hoy para hacer una alcantarilla se necesita porlo menos un ingeniero, un teodolito, media docena de banderolas, unoscuantos metros de papel tela, un plano, un proyecto, un expediente y unestuche de matemáticas. Hoy, añadiría al señor Ministro de Ultramar,es preciso variar la forma de ser de la prestación personal, y parahacerlo y hacerlo con cordura es preciso oir antes no á los que laconocen en teoría, sino á los que han tenido necesidad de estudiarlay bregar con ella en la práctica en sus menores detalles. De cada unade las órdenes monásticas se podría designar por sus provincialesun individuo de los que siempre han ocupado curatos en provincias,pudiéndose nombrar por el Gobierno general cuatro Gobernadores delos de más antigüedad en el país, formada esta Junta se les pediríainforme sobre el asunto y con este primer elemento se vendría áuna buena reforma. Muchas más cosas le diría al señor Ministro deUltramar sobre el particular, pero estas muchas cosas se las diríade silla á silla y como S.E. no puede hacerme el honor de dejarmeacercar la mía á la suya por razón del charco [6] que las separa,de aquí el que renuncie á decir más por hoy.
CAPÍTULO X.
Legaspi.—Correrías moras.—El comisario Juan.—Un viejo uniforme y unaalma grande.—Cuatrocientas orejas moras.—Estadística.—El Tribunal,la iglesia y la casa parroquial.—La imagen de San Rafael.—
Undeportado de tiempo de Narvaez.—El literato Fernández.—Alguacilesy maitines.—Las leyendas del Capuntocan.—Teatro bicol.
Legaspi es el primer pueblo que se encuentra en el partido de Tabaco. Ya hemos dicho que donde hoy se levanta aquel, existió la antigua cabecera de Albay, y que aún le llaman algunos naturales Albay viejo.
El primitivo pueblo como todos los playeros de aquella provincia,fueron blanco en el siglo pasado y principios del presente, de lascrueldades y correrías meras, en cuyas empresas vencedores unas veces óvencidos otras, siempre dejaban á su paso huellas de sangre é incendio.
Las piraterías moras no reconocían cuartel, salvándose únicamenteel hombre fuerte que le conceptuaban útil para los duros trabajos delesclavo, ó la mujer joven y hermosa que pasaba á ser en las tolderíasmoriscas víctima del insaciable sensualismo de aquellas razas.
La esclavitud, el deshonor y el incendio, eran las consecuencias áque se entregaba el vencido, de aquí el que las resistencias fuesentan tenaces como el ataque.
En el poético canal que se abre frente á Albay y que divide la islade Bataan de la de Cagraray, achacoso y octogenario vive el célebrecomisario Juan, héroe de una de las correrías moriscas. Marcialmenteviste en las grandes solemnidades un viejísimo uniforme de sargento yperiódicamente cobra una pequeña asignación en premio á sus serviciosentre los que descuella el siguiente: Una mañana se encontraba elGobernador de Albay en su despacho, cuando se le anunció que un indiomal herido y cubierto de sangre deseaba hablarle.
Recibido el permisose presentó el hoy comisario Juan, y con el laconismo, indiferencia ypoco valor que le dan los indios á los actos y acciones de la vida,le dijo al Gobernador al par que abría un tosco saco:—
«Señor;anoche asaltaron los moros el pueblo; á todos los cogimos, y comoeran muchos, y las cabezas seguro no habría podido traer; aquí eneste saco hay más de cuatrocientas orejas moras;»—y esto dicho,las presentó ensartadas en una larga cuerda de abacá.
El valor del indio Juan fué recompensado con el título de comisario,uso de uniforme de sargento y pequeña pensión.
El pueblo de Legaspi recibió en 1856 ese nombre en honor del célebrenavegante.
Legaspi, con los barrios que de él dependen cuenta con una población de6.411 almas. Tiene 1.587 tributos, distribuidos en 34 cabecerías. Seinscribieron 35 casamientos, 284 bautizos y 184 defunciones.
Hayradicados 8 europeos y 13 chinos, asintiendo, por término medio álas escuelas de 120 á 130 niños y otras tantas niñas, siendo 8 y 6respectivamente los que hablan imperfectamente el español.
A la estadística criminal dió 8 individuos.
Los grandes acopidores de abacá poseen al pie de los almacenes que hayen Legaspi, sólidos pantalanes de madera que les facilita las faenas decarga y descarga. Este puerto es sin disputa el más importante de laprovincia de Albay, sosteniendo un constante movimiento con el arrozque importa, y la gran masa de abacá que exporta, dándole algunosdías extremada animación las operaciones del puerto, el prensaje yenfardamiento del abacá en los extensos almacenes.
Fuera de la vida comercial poco notable tiene Legaspi de que podamosocuparnos. El Tribunal, la iglesia y la casa parroquial son pobrísimas,sin razón de ser que justifique semejante pobreza, puesto que sumunicipio lo forman no pocos mestizos ricos; y en cuanto á la iglesia,baste decir que en ella se venera una célebre imagen de San Rafael,que viene á representar no solo para la provincia de Albay, si quetambién para otras de Luzón y aun de Visayas, lo que la Virgen de laPaloma es para los madrileños ó la de Antipolo para los manileños.
Las deportaciones de Narvaez, llevaron bastantes individuos á laprovincia de Albay, en donde la mayoría de ellos se casaron y nopocos hicieron su fortuna. En Legaspi, vive un antiguo deportadomaestro constructor de coches, que en sus ratos de ocio se dedicaá la literatura. Jamás hemos podido amalgamar la pueril inocencia,hábitos pacíficos y bonachón carácter de aquel deportado, con losantitéticos que debían delatar al conspirador; y en efecto, estaes la bendita hora (y cuidado que han pasado unas pocas), que noha podido averiguar el bueno de Fernández el por qué una noche quese retiraba á su casa después de rezar unos tiernos maitines en SanGinés, le echaron mano los alguaciles encontrándose al cabo de oncemeses de navegación en pleno Filipinas.
El pueblo que nos ocupa, como todos los indios, tiene suscorrespondientes leyendas, fijando la tradición popular una de ellasen las cuevas que á la derecha del pueblo abren hueco en las entrañasdel Capuntocan.
Se cuenta que en estas cavernas habita encerrado ungenio enamorado de una diosa, que á su vez llora ausencias amarradaá las peñas del Griñong de Albay, atribuyendo aquellos naturales queeste cautiverio durará hasta que rompa las cadenas el gran monstruoque habita en las profundidades del volcán.
Yo no sé si las aficiones poéticas de Fernández habrán influído enlas del pueblo; pero lo cierto es que sus vecinos prefieren el teatrobicol á toda otra diversión, y puesto que nos encontramos en lugará propósito para tomar del natural un cuadro de costumbres indígenasno desperdiciemos la ocasión.
CAPÍTULO XI.
Talía á la luz de un juepe.
Encontrándome en Legaspi supe que con motivo de aproximarse el pintacasi
de dicho pueblo,
bullía
en las munícipes cabezas, entreotros obsequios, dar una comedia, utilizando únicamente los elementosdel pueblo. Tan luego supe semejante proyecto, me propuse seguirlo pasoá paso, aun cuando tuviese que detenerme en Legaspi los dos meses quefaltaban para la fiesta, y al efecto alquilé una casita inmediata ála que habitaba la respetable persona del Gobernadorcillo, quien entales casos es empresario, director de escena, y hasta algunas vecesautor y actor, siendo, por lo tanto, su casa templo obligado de Talía,y su persona su primer sacerdote.
Al segundo día de ser vecino del más alto de los munícipes, adquiríamistades con la respetabilísima y nunca bastante cantada mi señoraDoña Tintay, Capitana en ejercicio, moza ya entrada en años, de anchascaderas, gran verbosidad, gran fama como matrona y gran influenciacomo legítima esposa, de legítimo matrimonio con el Gobernadorcillodel pueblo de Legaspi, el Sr. Tenten, con quien hacía treinta añoscompartía en paz y en gracia de Dios la distinción de Cabeza, primero,llamándose entonces Cabezang
Tintay, la dignidad de Teniente mayordespués, en que pasó á ser Tenientelang
Tintay, y la majestad deCapitán más tarde, en que cambió todos los anteriores calificativospor el nuevo y retumbante de
Capitana
Tintay, capitanía que ya jamásabandonará, pues aun cuando su consorte se despoje de la recortada ynegra chaqueta y de los tiesos y blancos faldones que le dan carácter,sustituyéndolos por los remangados calzones y la abierta camisa delsementerero, Tintay seguirá siendo la Capitana
Tintay.
Las cañas del
batalan
de la casa de Tintay y las de la mía, nodigamos que se besaban, pero sí se arañaban unas á otras.
Tintay salía con frecuencia al
batalan,
yendo unas veces en buscade menesteres de una casa arreglada, y otras á hacer menesteresajenos á la casa. Siempre que la Capitana se hacia visible procurabaserlo yo, y cuando esto ocurría cambiábamos recíprocos cumplimientos,que solían terminar con un chiquirritín buyito
, que ella me daba,y un negro y retorcido tabaco de Arroceros, que la daba yo. Tintaymascaba tanto como Tenten, con la diferencia que este tenía siemprela boca llena de buyo
, mientras que su cara mitad se las arreglabacon las hojas de Cagayan.
Una de las tardes en que Tintay asomó su arrogante figura al batalan
,noté en ella ese embarazo propio de toda india que quiere pedir algoá un castila
. Primero, me dijo
deseaba dar un rato de conversarconmigo
; después, y antes de
darme
nada, abrevió varias veces losnombres de la Sacra Familia, lanzando, como por vía de exordio, dosó tres «
Osus-María-seff,
» hasta que por último, entró en materia,y en materia muy de mi agrado, pues se trataba nada menos que de laproyectada comedia. Tintay, fundándose en que los urofeos
somos
muymasiados
en esto de comedias, me rogaba tuviese
un poco no más depaciencia con ellos
. Este
poco
me pareció de una magnanimidad másgrande que la de Job; pero á trueque de profundizar todos los misteriosde los bastidores bicoles, la prometí tener á su disposición,
no un poco, sino toda la paciencia que me pidiera. Hecha mi oferta,me dijo Tintay que aquella noche me esperaba, pues se iba á conversarde la
funcia
.
Más exacto que un cronómetro, me presenté en la casa de Tintay,quien tanto ella como su marido me recibieron con grandes muestrasde contento. Después del consabido siente V. primero,
frase enque el indio condensa y sintetiza todas nuestras salutaciones,me hice cargo de cuanto me rodeaba. En la sala había una veintenade Adanes y una mitad de Evas. Ellas y ellos, según supe más tarde,componían lo más azul de la sangre del pueblo. Me río yo de toda lagravedad del Reistag alemán, de toda la seriedad de los Comunes deInglaterra y de todo el estiramiento de la Puerta Otomana, ante lacómica gravedad que respiraban todas las
candongas
de las
ñoras
y toda la tiesura y almidonamiento de los
faldones
de los munícipes.
Capitán Tenten abrió la boca y en perfecto bicol dijo á la reuniónque la derramita
que había echado para obsequiar al pueblo habíadado 700 pesos, los mismos que guardaba en su arca su
digna
esposa.
Lo del
obsequio
y lo de la
digna
esposa no lo entendí bien alprincipio, más luego lo fuí comprendiendo tan perfectamente quecasi casi me atrevía yo á hacer todos los meses un
obsequio
comoaquel. En cuanto á lo de
digna
me explicaron que en juntas solemnescomo aquella, el capitán siempre que tiene que nombrar á su mujer lohace anteponiendo un adjetivo más ó menos respetuoso.
Una vez que aquella alta Cámara aprobó, como si dijéramos, la orden deldía anterior, que eran los 700
machacantes
, se entró de lleno en ladel día que era la
Comediajan
. La discusión fué larga y templada,y aunque las representantes del sexo débil abusaron de la palabra,no se oyó una más alta que otra, viniendo todas á un perfecto acuerdotan luego como la digna Tintay lanzaba por entre olas de negra salivasu consabido osus-María-seff.
Se trataba de representar una comedia y ni había cómicos—y no cómicosasí como se quiera, sino cómicos que habían de resistir ocho ó dieznoches seguidas de función,—ni había teatro, ni atrezzo, ni autores,ni obra, ni apuntador, ni nada absolutamente de cuanto hace faltapara el más modesto templo de Talía, pero esto para nada preocupala imaginación del indio que formula un deseo, siendo verdaderamenteasombrosa la facilidad con que crea, remedia, adiciona ó remienda
cualquier proyecto. Habían dicho que habría comedia y aun cuando nadatenían, de seguro se representaría.
El primer punto que aquella noche se puso á discusión fuéla designación de señoras
—nombre que dan los bicoles á lasactrices.—Aquí no podemos menos de hacer la salvedad—pues es dehacer,—que el capitán de un pueblo cuenta en absoluto con todaslas voluntades, así que no hay temor de que al señalar á fulana ó ámengana reciba un desaire.
Una vez aprobado que la comedia precisamente había de tener una reinacristiana, una emperatriz mora y tres princesas neutras, se recorriótodo el personal de dalagas
del pueblo, conviniéndose por últimoen que la cristiana había de ser Pupen,
guapa y robusta mocetonade 17 abriles, muy á propósito para representar toda la altivez deuna princesa
cristiana. Para la mora hubo un poco de discusión,opinando unos que Acay
era más á propósito que
Beten
y otros locontrario, pero la opinión se decidió por la última, ante la justaobservación del Directorcillo
, quien dijo que la mora tenía queponerse calzoncillos muy cortos y las pantorrillas de Acay eran muydelgadas.—Como se ve, aquel
Directorcillo
presiente el porvenirde los Bufos en el extremo Oriente.—Para las tres princesas no hubodificultad alguna, en que lo fueran
Momay, Ganday
y
Gisan
. Enla elección de las cinco
señoras
supe se había tenido un especialcuidado en escoger
dalagas
de lo más
mabansay
del pueblo.
La elección de reyes, príncipes y emperadores la dejaron hasta conocertoda la partida
que requiriese el argumento.
En esta clase de espectáculos no visten y costean los trajes de lasactrices sus familias y sí las que designa la junta, quien tiene unespecial cuidado
en dar de vestir
á las casas más pudientes delpueblo. Se escogieron las cinco, cuyos dueños, que estaban presentesaceptaron sin objeción alguna, y acto seguido se procedió á nombrardirector de escena, director de magia y director compositor. Para elprimer cargo se nombró al Juez mayor de policía, cuya obligación sereducía
nada más
que á construir teatro, adornarlo, iluminarloy darlo listo: la magia quedó al cuidado de la experiencia delvacunadorcillo y el proporcionar comedia fué encargo que se hizo alDirectorcillo, á quien por un favor especial se le agregó el maestro,sin duda para que en sus conocimientos de letras llevase la censuray corrección de la obra. En cuanto á la alta inspección de todo
,quedaba, como era consiguiente, á la experiencia de Tenten y de su digna
Tintay.
Un
maray na bangui
de la capitana, que es como si dijéramos, buenasnoches, en tierra de Castilla, disolvió aquella pacífica reunión,en que fuí varias veces consultado, diciendo á todo amén
, pues miobjeto era ver y no adicionar detalle alguno.
A los ocho días de celebrarse la anterior junta, todo el pueblo estabaen movimiento. Por mañana y tarde un redoble de tambor y un alegrepaso doble convocaba á todo el que gratuitamente quería contribuirá levantar el escenario.
Como la fiesta era para el pueblo, este en masa acudía á la granexplanada, cerca de la mar y á la vista del Mayon, que se habíaelegido para construir el teatro. El que no llevaba una tabla, lohacía de una docena de cañas, el que no arrastraba cuatro bongas,cargaba diez rollos de bejucos, y el que nada de esto tenía, llevabasus manos y con ellas y su buena voluntad iba la cosa adelantandocomo por ensalmo.
Esto en cuanto al teatro. En cuanto á la obra,el Directorcillo se había hecho con una antigua comedia de magia,que según todos los que la conocían sobrepujaba á la del célebre D. Teñoso
ó á la casi inmortal de
Los guantes amarillos
. ElDirectorcillo tuvo que vencer sin embargo varios inconvenientes, puesla comedia tenía tres majestades femeninas y cinco princesas, y comosolo podía disponer de dos de las primeras y tres de las segundas,de aquí que el hombre tuvo que
comerse
por buen componer unoscinco mil versos y sustituir no pocos nombres con otros. Descartadoel personal y hecho el
arreglo
, le quedaba el epílogo en que esde
ene
que todas y todos convertidos al cristianismo se casen enpaz y en gracia de Dios, con arreglo á su clase, uniéndose los reyescon reinas, y las princesas con príncipes, y una vez atados con elsanto yugo se adelantan al público y ejecutan una especie de
loa
en obsequio al Alcalde, al Cura y al Gobernadorcillo, y como losnombres y circunstancias de los actuales señores no eran los mismos,ni las mismas que las del original, cuyos individuos hacía muchosaños habían muerto, de aquí que mi pobre Directorcillo menudease lasconsultas con el maestro, y se rascase varias veces todo lo rascablehasta encontrar un centenar de consonantes para aliñar una veintenade quintillas, que gracias á que el Alcalde no entiende el bicol, y elCura no asiste al espectáculo, que á no suceder lo primero ó lo segundoestarían muy seriamente amenazadas las costillas del Director coplero.
La comedia que había
dado de ver conmigo
mi amiga Tintay estabadividida en diez infolios, conteniendo cada uno de ellos unos 8 á 9.000versos, formando quintillas y redondillas en su mayoría. Cada partecorrespondía á una noche, de modo que la comedia había de durar diez,á no ser que se repitiese—pues se dan casos—y entonces la obra se empalma
y se estira un mes.
No quiero privar á mis lectores de la distribución y nombres de lospersonajes, así que copio al pie de la letra todas cuantas tiene laprimera página de la famosísima comedia de magia El Príncipe DonGrimaldo en el Reino de Sansueña
.
Hélos aquí:
Eurica, reina mora.
Galiana, idem cristiana.
Rogeria, Robuana, Igmidia, princesas.
Almadan, emperador.
Mahometo, rey.
Grimaldo, Bernardo Carpió, Brabonel, príncipes.
Don Aguilar, consejero.
Don Fernández, conde.
Don Rodríguez, capitán.
Dos graciosos.
Los doce pares de Francia, ejércitos moros y ejércitos cristianos.
Después de lo anterior, ni se marcaba época, ni lugar, ni distribuciónde escena; bien es verdad que, según iba viendo, para maldita la cosahacían falta tan
pequeñísimos
detalles.
Llegó por fin la primera noche de ensayo, y aquí te quiero escopeta,con más fruición que si fuese á ocupar una barrera de sombra en día deplaza partida, me posesioné de un banco, en la mismísima del pueblo,que aunque no era de toros lo sería de la Constitución si estuvieseen España.