Viajes por Filipinas: De Manila á Tayabas by Juan Álvarez Guerra - HTML preview

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CHAPTER IV

CAPÍTULO IV.

El puente del suspiro

.

Las mujeres no aman, los pájarosno cantan, y las flores no huelen.

(Dicho popular filipino.)

SECTION I

¡Qué triste es un día sin sol!

Cuanta melancolía lleva al alma uno de esos breves crepúsculos enque el astro del día desciende oculto tras los inmensos pliegues debrumas, que forma el insondable manto de los cielos.

¡Qué momentos tan llenos de sentimiento los que se mezclan con lospausados ecos de la oración de la tarde!

La esquila que en el sombrío torreón produce los sonidos de la oraciónvespertina, vibra en el mundo del sentimiento con una forma extraña;tiene un no sé qué indefinido, misterioso, incalificable.

Las campanadas que siguen al crepúsculo son el sublime canto funeralque el cristianismo creó á la muerte del día.

El alegre volteo de la campana cede en esos cortos momentos susbulliciosos ecos á las tristes, melancólicas y pausadas notas que sedesprenden del bronce, yendo á mezclarse con el Ángelus

que murmurala lengua y el recuerdo que despierta la mente.

En el misterioso

archivo

de la memoria recorre el eco de la campanatodas las más sublimes páginas; páginas que á la voz de los recuerdosllegan al santuario del alma, evocando realidades del ayer y creandofantasmas para el mañana.

El toque de la muerte del día siempre me parece nuevo, siempre creooírlo por primera vez.

Su primera campanada produce en mi organismo una sacudida magnética,creyendo percibir en su monótono tañir la voz querida de la mujeramada.

Años hace que el ángel de mis sueños oyó, desde el

mundo

de la luz,mi triste plegaria y el funeral doblar que escribe en el libro de lavida la última letra, al confundirse con el ruido de la piqueta queabre la fosa y el martillazo que cierra el ataúd; últimos adiós

que se elevan desde el fondo de la tumba á los que quedan esperandoen el teatro

del mundo la realidad de la muerte.

¡Qué triste está hoy el día!

La

madeja rubia

que reparte la luz á los mundos en sus puras hebras,perezosamente ha corrido el firmamento envuelta entre pardas nubes. Unfuerte

Noroeste

ha hecho gemir á la naturaleza que me rodea.

¡Hoy no hay crepúsculo!

Hoy muere el día sin que el astro que lo alienta y vivifica hayareanimado mi ser.

¡La noche bate sus negras alas en el cementerio de los vivos…!

Abstraído en mis profundas reflexiones, no he notado que la luzartificial ha sustituído á la luz del día.

¡Suena la oración!

Recemos por los que fueron…

* * * * *

Las anteriores líneas, ¿cuándo han sido escritas? No lo recuerdo, solopuedo decir que las leí entre las notas de mi cartera, encabezadascon dos renglones que decían: «Recuerdos de Filipinas.»

De cómo noes verdad que las mujeres no aman, los pájaros no cantan y las floresno huelen

.

La lectura de semejantes conclusiones me hicieron leer y releerlo que seguía, y por más que refrescaba mi memoria, no encontrabala relación de lo escrito con su epígrafe. ¡Bah!—dije por últimotirando la cartera sobre la mesa—sea de ello lo que quiera, es locierto que Ratelán

, [6] á quien cariñosamente saludo, tiene razónen muchas de sus brillantes y poéticas apreciaciones.

—Ratelán tiene razón—dije distraído en voz alta.

La india puede poetizar el amor, es más, lo poetiza.—¿Lo poetiza?—¿Síó no?—le dije en tono de buen humor á mi buen

Quico

, antiguoveterano de la guerra de Cochinchina, más mudo que Grimeau

y másfiel que un perro de Terranova.

Mi criado que me ayudaba á vestir, se quedó mirándome con esa gravedaddel que trata de investigar una cosa que no comprende, y por últimome dijo—no entiendo, señor.

—Digo, mi buen Quico, si tú crees, por ejemplo, que una india puedallegar á ponerse muy flaca, muy pálida y muy mala, en

puro

quererá un hombre.

—Puede más, señor.

—¡Caramba! Puede más.

—Seguro, más.

—¿Has visto tú alguna india en esas noches en que la luna asoma sublanca faz por allí—y le señalé los picachos del vecino Banajao—quehaya cantado muy bajito, muy bajito, canciones que al que las escuchabale dieran ganas de llorar?

Sabe,

señor.

—¿Si será cierto que la india podrá llegar al paroxismo del amor, ála idealidad del querer, á la poética fusión de dos almas, á parodiará Julieta, á sacrificar su vida, á morir en fin, de amor?

—Muere también—dijo Quico, interrumpiendo mi

crescendo

.

—¡Que muere has dicho!

—Muere, señor—contestó aquel con esa gravedad cómica delindio.—Pregunte V. á su amiga X … y ella contará á V. la historiade

El puente del suspiro

.

Diez minutos después de la anterior conversación, y bajo un cielocubierto de pesados nubarrones, cosa habitual en los horizontesque cierran las elevadas cumbres del Banajao, cabalgaba camino delpintoresco pueblo de Lucban, donde vive mi amiga, en busca de lamisteriosa historia de El puente del suspiro

.

SECTION II

El que haya corrido las alturas y hondonadas con que encadenan el Malinao

, el

Dalitiuan

y el

Balete,

á las provincias de la Lagunay Tayabas; el que haya contemplado desde la descarnada atalaya del San Cristóbal,

los risueños panoramas de Paquil y Paete; el quehaya palpitado de emoción ante la grandiosidad del Botocan

; el quela curiosidad, el estudio, la necesidad, ó la caza le hayan obligadoá pasar el camino de Majayjay, necesariamente le habrá llamado laatención un puente abandonado, semi-derruído y de lúgubre aspecto quese eleva á un lado del camino. Su antigua y sólida fábrica ha adquiridocon el tiempo, las aguas, y la viscosidad de los musgos que abrazanla bóveda que lo forma, un aspecto tan sencillo, al par que severo,que parece decir al viajero:—«Deten tu marcha; deletrea en mis piedrascon los ojos de la investigación; escucha el gemir de las puras ondasque en un beso eterno acarician mi vida; contempla el panorama querodea mi cuna; oye los alegres cantos y los melancólicos susurrosque adormecen en mi cárcel de granito á los genios de las sombras,en esas interminables noches en que el aguacero carcome mis entrañasy el

cierzo

conmueve mi ser; reúne todo esto en el

laboratorio

donde se purifican los pensamientos, donde se aquilatan las mássublimes concepciones, donde se anida el genio, donde mora el alma;y al leer mi nombre de

El suspiro

en los viejos sillares que mesostienen, evocarás la triste historia de la desgraciada Hasay. [7]

¿Quién fué Hasay? ¿Cuál fué su vida? ¿Cuál su historia?

Poco más ó menos, procuraré recordar lo que en lenguaje natural yverídico me contó mi buena y bellísima amiga.

SECTION III

Hasay, era allá por los años de 1845, una hermosa dalaga que contabaunos quince, desde que su madre, india en toda su pureza, lanzó elúltimo aliento al arrancar de sus entrañas un pedazo de su alma ensu hija Hasay.

La primera lágrima de Hasay, cayó sobre los inmóviles restos desu madre.

Hasay jamás supo quién fué su padre.

¡Infeliz expósita!…

La niñez de la huérfana fué todo lo laboriosa que era consiguienteá una pobre que no la habían legado más que un padrón de deshonra supadre, y una ardiente lágrima, que en un beso supremo antes de espirar,depósito en su frente su desgraciada madre.

Ha dicho no sé quién—creo que Selgas—que se conocen los niños quese crían sin madre.

¡Qué cierto es esto!

¡Cuántas veces en mi querida España, en las templadas tardes delOtoño, he admirado en los jardines del

Parterre

, aquellas bandadasde alegres niños entretenidos en sus juegos! ¡Cuántas otras, alcaer cerca de mí un volante ó llegar rodando un aro, he detenido alpequeño ser que lo buscaba! Al ver una de aquellas rubias cabecitascuidadosamente peinadas, formando bucles; al distinguir entre losblanquísimos pliegues de la batista una pequeñita Virgen de losDolores; al apreciar aquellas ligeras falditas, tan minuciosamenteinspeccionadas, sin faltarles ni una cinta, ni un pliegue, ni elmás ligero detalle, no he podido menos de exclamar. Esa niña tienemadre. Nadie, nadie más que una madre sabe vestir á su hija.

¡Significa tanto el nombre de madre!

Por el contrario, cuando ha llegado hasta mi vista una niña de fazmacilenta, con el peinado descuidado, el vestido aunque rico, manchado,sustituyendo algunos botones con alfileres puestos á la ligera, no lahe mirado al sonrosado y puro seno, pues estaba seguro que cual en laanterior no descansaría la pequeña imagen

símbolo del dolor

. Al ver áestas niñas, siempre he dicho: ¡pobrecitas! ¡vosotras no tenéis madre!

Una madre para su hija, es como el rocío de la mañana para la flor;encerrar esta en una estufa, privarla de los primeros besos de lafresca aurora y palidecerá triste y mustia.

Un niño sin madre es cual la flor.

¡Saben tantas cosas las madres! ¡Tiene tanto calor el seno de la quenos dió el ser!

¡Hasay, estaba en el número de las niñas que no tienen madre! ¡Erala flor de la estufa!

En la misteriosa cadena de todo lo creado se destacan dos eslabones; la sensitiva

y la madre: en la primera concluye el vegetal; en el amorde la segunda, se establece el lazo de unión entre lo inmortal y lomortal, entre lo infinito y lo finito. La Reina de los Angeles, antesde ser la Señora

de los cielos, fué la amantísima madre del Salvador.

Con la proverbial caridad de Filipinas, afortunadamente no se hallegado á escribir todavía en estas playas el filosófico pareadoque inspiró un infanticidio á el autor de El Rey se divierte

,al exclamar:

«Amor, contra el honor, te dió la vida.

Honor, contra el amor, te dió la muerte.»

Pensamiento sublime encerrado en dos versos, que en su laconismoexpresan y revelan todo un mundo de pasión el primero, todo un infiernono descrito tras el terrible lasciate

del Dante, el segundo.

¡Qué negra será la existencia de la madre que ahoga al hijo de susentrañas!

Imposible es que la oración dé consuelo, el sol alegría, ni el tiempoolvido, á la que no conmovió la inocencia del niño, que en vez deencontrar los amantes brazos que le dan vida y calor, solo halló,al alargar sus manitas, el frío hierro de la reja del refugio, ósintió sobre su sonrosada faz el duro viento que se estrella contralas macizas puertas del templo, ante cuyo dintel lo abandonó el crimenpara que lo recoja la caridad.

En Filipinas, donde no se conoce esa monstruosidad del corazón,tampoco se conoce el que un ser quede abandonado en el mundo.

Hasay fué recogida por unas vecinas de su madre, y aunque con trabajos,llegó á los seis años, en que una casualidad hizo la conociese DoñaLuisa, excelente y buenísima mujer, que en los veinticinco años quellevaba de país, no había olvidado la hidalguía castellana.

La protectora de la niña, era lavandera de la casa de Doña Luisa,y un día en que Hasay llevaba sobre su cabecita un lío de ropa,la vió aquella.

Desde aquel día, la vida de Hasay tomó un nuevo aspecto.

SECTION IV

Doña Luisa, viuda y rica, poseía en su hija Lola la verdadera riquezaque satisfacía su alma, sin perjuicio que las atesoraba, y muy pingües,para las necesidades materiales, en las que acaudaló su difunto marido,probo empleado primero, activo comerciante más tarde, é inteligentepropietario después.

Dos años tenía Lola cuando murió su padre. Doña Luisa, desde que sumarido descendió á la tumba, concentró toda su vida, todo su cariño,todos sus cuidados en la hija de sus amores.

Hasay pasó á casa de Doña Luisa, teniendo Lola su misma edad.

Los infantiles juegos y las caricias de Doña Luisa desarrollaron laexistencia de sus dos hijas, como ella las llamaba.

El nombre de hija que daba á Hasay, era verdadero; su noble y bellocorazón latía para el amor, y lo que en un principio fué compasión,poco á poco fué cambiándose en un profundo cariño.

Hasay tenía una segunda madre en su protectora.

Sin conocer su triste historia, y sin que pena alguna amargase latierna infancia de la huérfana, cumplió los diez años.

Lola, ya hemos dicho, era de su misma edad.

La noble viuda comprendió debía confiar la educación de su hija á unode esos centros en que la vida se auna con el saber, formando de laniña que juega con la muñeca, la mujer que piensa en las hojas dellibro, ó siente ante el teclado del piano.

De la muñeca al piano, hay la misma distancia que de la crisálida ála mariposa.

La niña, instintivamente, llega un día en que deja de fijar su miradaen las inmóviles formas del cartón, lo mismo que la mariposa llega unmomento en que rompe su cárcel de seda y extiende su vuelo revoloteandodonde hay luz y perfumes.

Doña Luisa confió la educación de sus dos hijas al desvelo de lasvirtuosas y buenas madres del beaterío de Santa Isabel, no sin antestener que vencer algunas dificultades para el ingreso de Hasay,cuyas facciones acentuaban marcadamente su raza india.

Hasay vivía feliz entre sus amigas, sus juegos y sus estudios.

Una sola frase de una colegiala, vino á verter la primera gota dehiel en el hermoso vaso que guardaba la existencia de la huérfana.

Sucede—no sabemos cómo, pero es un hecho que sucede,—que traslas paredes de esas infantiles sociedades que se llaman colegios,trascienden hechos íntimos que se desarrollan en el hogar de lospequeños asociados. Lo que todos habían tenido cuidado de ocultar,lo que la misma Hasay ignoraba, se lo reveló en una sola palabra unaamiga suya.

—¿Qué quiere decir inclusera?—Preguntó un día Hasay á la que llamabasu hermana.

—No sé, contestó Lola; y, dime: ¿por qué me lo preguntas?

—Porque ayer, sin querer, pisé el vestido á Ángela, y esta al verque estaba roto, me dijo:—¡anda, inclusera!

La terrible palabra que descorría en parte el misterio de la vida dela niña, quedó grabada en su memoria, y poco á poco fué comprendiendotodo el valor de aquella frase.

SECTION V

La alegría de Hasay fué desapareciendo, sustituyéndola una profundatristeza.

A los trece años, la niña era mujer.

La mujer, dejó de jugar y pensó.

Por este tiempo la naturaleza de Lola sostenía una terrible crisis,luchando con la pobreza de su constitución.

Lola era el melancólico lirio que poco á poco doblega su esbelto talle.

Esa terrible enfermedad de la juventud; ese aterrador despertar de losmás hermosos sueños del amor; ese descarnado fantasma, que inflexible,rígido, implacable, avanza y avanza siempre cual si lo empujara lamaléfica influencia de la maldición del réprobo; esa enfermedad,tormento de la ciencia que busca siempre el calor del alma, quese desarrolla al compás del amante corazón, y que nunca retrocede,se apoderó de la pobre existencia de Lola.

¡La tisis, es incurable! Ante ella, la ciencia es impotente. El nombreno puede parar las funciones del organismo. El pulmón obedece alcorazón. Para curar al primero, era preciso dejara de latir el segundo.

No hay ningún engranaje que se componga funcionando la máquina.

Y la humana máquina obedece como las obras del

Divino Artífice

á inmutables leyes.

¡Inmutable ley es, que el corazón no dejará de latir mientras hayavida!

¡La tisis ocupará siempre un rincón en las salas de incurables!

SECTION VI

Los médicos que asistían á Lola, comprendieron bien pronto que laterrible enfermedad se incubaba en su vida.

La ciencia creyó que lo mejor para la enferma sería el campo y laspuras y frescas brisas.

Doña Luisa poseía un magnífico cafetal en las vertientes del Banajao,y tan luego fué prescrito á la enferma la vida del campo, su solícitamadre dió órdenes para que se alojara y dispusiera la casa que sealzaba en el centro de la hacienda.

Nada de cuanto constituye lo necesario y representa lo supérfluofaltaba en la finca. Hábiles tallistas de Paete, inteligentesartistas de Lucban, y activos personeros de Manila, cambiaron enpocos días el aspecto de la granja agrícola en mansión señorial. Nose olvidó ni un detalle en el pequeño santuario de la coquetería,que constituye el tocador de una dama, ni se dejó de indagar hastaencontrar un excelente piano de

cola

, construcción belga, que congrandes cuidados, quedó instalado en la casa, pronto á llenar dearmonías las fragosas faldas del Banajao.

A doscientos metros de la casa se destacaba cual centinela avanzado,el sombrío Puente del suspiro

, conocido por entonces, por el del

Capricho

, nombre que tuvo su origen en el informe que se emitió alser reconocido y en la extraña y atrevida concepción de su único arco.

Registrando crónicas he podido adquirir algunas curiosas noticiasrespecto al puente que nos ocupa.

Un respetable escritor, virtuoso y docto, hijo de la orden de San Francisco, dice en sus escritos:

«Dicho puente fué construido por el reverendo padre Fr. Victorianode Moral. Se halla sobre el río Olla, basado sobre dos montes y cuyoarco tiene sobre noventa piés de cuerda, sin haber usado más amarrasni maderas para la formación de la colosal cimbra que bejucos, cañas,cocos y bongas; entrando en su construcción solo argamasa; su únicoojo mide de luz cincuenta y dos pies de alto por cuarenta y ocho deancho, construcción casi milagrosa, por lo cual sin duda alguna elarquitecto mayor de Filipinas en su informe al Superior Gobierno,fechado en 7 de Diciembre de 1852 decía entre otras cosas lo queliteralmente copiamos.»

«Si se tratase de un puente levantado con estudio y bajo las reglasdel arte, la prueba hecha con el de Majayjay era ya suficiente paramanifestar su estabilidad. Por desgracia se trata de una obra sinprincipios: que los aplicados en su ejecución han sido caprichosos,y si bien el arco se mantiene sin desprenderse, como no puede hallarseen la ciencia una regla que manifieste la causa de este procedimiento,ó mejor diré fenómeno, no es la opinión del que suscribe, sino de todala ciencia junta la que lo condena.»—A cuyo informe, donosamente diceun cronista de la orden del constructor. «Hete aquí un puente, tan asazatrevido, que á pesar de estar condenado por toda la ciencia junta,tiene la desfachatez de mantenerse firme, de sufrir temblores como losdel 16 de Setiembre de 1852 y el 3 de Junio de 1863 sin resentirse;fuertes avenidas como las que se desprenden del gran monte Banajao,sin descimbrarse, estando dispuesto y con pensamientos quizás dedecir después de algunos siglos: yo fuí construido por un frailefranciscano sin principios. Sabed que los principios aplicados en miconstrucción fueron caprichosos, y más caprichoso aún, el empeño deconstruirme sin gastar un solo maravedí y llevar á cabo su empeño.

»

Muchos más datos poseemos entre nuestros apuntes tomados unosdel análisis del mismo puente y otros de documentos particulares yoficiales; pero como nuestra misión ni es arquitectónica, ni histórica,ni más que ligeramente descriptiva, basta con que nuestros lectoressepan que dicho puente existe, como existen diferentes

consejas

que á él se refieren.

SECTION VII

—Decíamos,—que el

Puente del suspiro

, se destacaba cual sombríaatalaya á la vista de la casa de Doña Luisa.

Esta quedó instalada en el cafetal con sus dos hijas, su antiguo y lealPedro, criado depositario de la confianza de la familia ya largos años,su servidumbre, y su fiel León, hermosísimo perro de Terranova.

La joven naturaleza de Lola; las puras emanaciones azoadas delBanajao; sus frescas y deliciosas brisas, impregnadas de las delicadasesencias de la

sampaguita

y del

ilang-ilang;

la vida del campo,el constante murmurio de sus bosques, el lenguaje poético y enamoradode los cientos de arroyos que retratan en sus bulliciosas ondas la palma, la bonga y el coco

; la existencia tranquila, la bondad delclima y los exquisitos cuidados, hicieron crisis en la enfermedadde Lola. Sus ojos se animaron, adquirieron color sus mejillas, yla imperceptible y pertinaz tos, terrible alerta de la enfermedad,dejó su monótona y constante pertinacia.

Todo respiraba alegría.

Hasay únicamente estaba triste.

Lola, entre los puros cristales del rocío de la mañana, buscaba labrillante rosa.

Hasay, entre las sombras de la noche, arrancaba triste y melancólicala humilde siempreviva

, fiel emblema de la amargura.

Cuando los blancos dedos de Lola recorrían el teclado, arrancabanbulliciosos allegros

; cuando los de Hasay se posaban en el marfil,solo producían tiernos nocturnos

. A la una la animaba el genio de

Strauss

, á la otra la tierna inspiración de Beethoven.

Aunque distintos tipos, las dos eran hermosas.

Lola era blanca cual los misteriosos genios de las puras nieves:Hasay morena cual la mas perfecta concepción del sueño de un árabe. Laprimera poseía en sus azules ojos toda la ternura de la resignación;la segunda despedía de su negra y ardiente pupila el rugir de lapasión. Las rizadas hebras

que adornaban á Lola se esparcían sobre susonrosado seno, cuya blancura se confundía con las purísimas mallas delencaje que resguardaba los encantos de la virgen: la suelta cabellerade Hasay, negra cual el palacio de la noche, destacaba las cobrizasy mórbidas formas en que descansaba. El conjunto de esta irradiabael ardor de la lucha, el de aquella, la paz de la conformidad.

Una mañana, encontrándose toda la familia reunida en la espaciosacaída, recibió Doña Luisa una carta de un antiguo capitán de la marinamercante, paisano y amigo de su difunto marido. En dicha carta ladecía tendría sobre anclas el barco hasta

abarrotar

sus bodegasy cubierta de madera, y aprovechando la circunstancia de la larga estadía,

y la proximidad del cafetal al fondeadero donde hacía sucarga el velero Neblí,

invitaba el capitán á sus antiguas y lealesamigas á pasar unos días á bordo.

La oferta fué aceptada, y se dieron órdenes para emprender la marchalo antes posible.

Hasay, de día en día, aumentaba su tristeza, viéndola muchas vecescoger un libro y pasar horas sin volver una hoja, prueba evidentedel ensimismamiento que dominaba su ser.

¿Qué motiva la creciente tristeza de Hasay? ¿Por qué todas las tardes,cuando el sublime artista combina en los cielos sus más divinas tintas,va al puente cual si fuera empujada por una invisible fuerza? ¿Porqué contempla con la inmovilidad de la estatua del dolor, el profundoabismo? ¿Por qué cuidadosamente limpia de gramas una frondosa plantade

suspiros

[8] que crece á la orilla del río? ¿Qué maléficogenio atormenta su corazón? ¿Qué sueño la adormece?

¿Qué fantasmala despierta?

¡Solo Dios lo sabe!…

SECTION VIII

Los diamantinos dedos de la aurora perezosamente plegaban los cresponesde las sombras, en el amanecer del día en que Doña Luisa debía llegará bordo del Neblí

.

El gallardo

brik

denunciaba en su aparejo, en su fino y airosocasco, en su ligera arboladura, y en lo minucioso de su cordaje, laconstrucción americana. El

Neblí

besó por primera vez las saladasaguas, en las que acarician las playas de California. En uno desus viajes dió fondo en las revueltas ondas de Bilbao, en donde fuécomprado por una casa española, la cual desde aquel momento lo dedicóá la carrera de Filipinas.

Barco alguno ha rendido viajes tan rápidos como el

Neblí

.

Cuando sobre el

espejo

de los cielos tendía el

Neblí

sus blancas

alas

; cuando la

embergadura

de sus ligeras

arrastraderas

reclinaba en sus

tomadores;

cuando en la fresca

ventolina

se largaban

gabias y velas altas

, crugiendo

cables, motones yrelingas

; cuando no quedaba

rizo, trapo

, ni

estay

que al vientono diera cara, entonces era de ver al

Neblí

besar con sus finísimos

tajamares

el encaje de espuma con que el creador borda el insondable manto

de las ondas.

A bordo del

Neblí

venía como agregado, un joven que había dejado lasrutinarias y graves carreras universitarias, optando por inscribirseen Cádiz en la matrícula del colegio naval.

López Ródenas se llamaba el prófugo de la Universidad de Madrid, encuyos claustros siempre se había distinguido como calavera, decidory camorrista.

Las horas que le dejaban libres el aula y los libros—que erancasi todas,—las pasaba entre requiebros, cañas y jolgorios. Jamásestudiante alguno ha corrido la calle de la Luna

, llevando con másgracia la recortada

torera

; jamás

pirata

callejero, ha sabido mejorpo