Legends, Tales and Poems by Gustavo Adolfo Bécquer - HTML preview

PLEASE NOTE: This is an HTML preview only and some elements such as links or page numbers may be incorrect.
Download the book in PDF, ePub, Kindle for a complete version.

 

EL BESO

 

I

Cuando una parte del ejército francés se apodero á principios de este siglo[1] de la histórica Toledo,[2] sus jefes, que no ignoraban el peligro á que se exponían en las poblaciones españolas diseminándose en alojamientos separados, comenzaron por habilitar para cuarteles los más grandes y mejores edificios de la ciudad.

[Footnote 1: una parte... siglo. The French armies of Napoleon entered Spain in 1808. Joseph Bonaparte was declared king, but the opposition of Spain was most heroic, and in 1814 the French were expelled. They made great havoc in Toledo, where among other desecrations they burned the Alcazar (now restored) and the convent church of San Juan de los Reyes.]

[Footnote 2: Toledo. See p. 50, note 2.]

Después de ocupado el suntuoso alcázar[1] de Carlos V, [Footnote:2] echóse mano de la casa de Consejos;[3] y cuando ésta no pudo contener más gente, comenzaron á invadir el asilo de las comunidades religiosas, acabando á la postre por transformar en cuadras hasta las iglesias consagradas al culto. En esta conformidad se encontraban las cosas en la población donde tuvo lugar el suceso que voy á referir, cuando, una noche, ya á hora bastante avanzada, envueltos en sus obscures capotes de guerra y ensordeciendo las estrechas y solitarias calles que conducen desde la Puerta del Sol[4] á Zocodover,[5] con el choque de sus armas y el ruidoso golpear de los cascos de sus corceles que sacaban chispas de los pedernales, entraron en la ciudad hasta unos cien dragones de aquellos altos, arrogantes y fornidos, de que todavía nos hablan con admiración nuestras abuelas.

[Footnote 1: alcázar. See p. 61, note 3.]

[Footnote 2: Carlos V. Charles V, the son of Philip of Burgundy by Joanna (daughter of Ferdinand and Isabella), and grandson of the emperor Maximilian 1, was bom at Ghent, Flanders, February 24,1500, and died in the monastery of Yuste, Estremadura, Spain, September 21, 1558. He became king of Spain (as Charles 1) in 1516, and emperor in 1520. In 1556 he abdicated the government of the former in favor of his son Philip II, and of the latter in favor of his brother Ferdinand I.]

[Footnote 3: la casa de Consejos. The Casa de Consejos ('City Hall'), Casa Consistorial, or Ayuntamiento, by which various names it is known, is a building erected in the fifteenth century and remodeled in the seventeenth. It has a handsome Greco-Roman façade in striking' contrast with the Gothic architecture of the cathedral, which stands upon the same plaza (see p. 73, note 2).]

[Footnote 4: la Puerta del Sol. A charming old Moorish gateway with horseshoe arches between two towers, built about 1100, and recently restored. It is one of the most impressive and beautiful of Toledo's monuments.]

[Footnote 5: Zocodover. See p. 64, note 1.]

Mandaba la fuerza un oficial bastante joven, el cual iba como á distancia de unos treinta pasos de su gente hablando á media voz con otro, también militar á lo que podía colegirse por su traje. Éste, que caminaba á pie delante de su interlocutor, llevando en la mano un farolillo, parecía servirle de guía por entre aquel laberinto de calles obscuras, enmarañadas y revueltas.

—Con verdad, decía el jinete á su acompañante, que si el alojamiento que se nos prepara es tal y como me lo pintas, casi casi sería preferible arrancharnos en el campo ó en medio de una plaza.

—¿Y qué queréis, mi capitán? contestóle el guía que efectivamente era un sargento aposentador; en el alcázar no cabe ya un grano de trigo cuanto mas un hombre; de San Juan de los Reyes[1] no digamos, porque hay celda de fraile en la que duermen quince húsares. El convento á donde voy á conduciros no era mal local, pero hará cosa de tres ó cuatro días nos cayó aquí como de las nubes ima de las columnas volantes que recorren la provincia, y gracias que hemos podido conseguir que se amontonen por los claustros y dejen libre la iglesia.

[Footnote 1: San Juan de los Reyes. This convent was founded in 1476 by Ferdinand and Isabella, who meant it to be their burial-place, and was dedicated to their patron saint John the Baptist. "After the capture of Granada in 1492 and the foundation of the royal mausoleum there, the chief object of San Juan disappeared and the building was protracted till the seventeenth century. Thus the edifice, begun in the late Gothic style, shows a strong leaning towards the forms of the Renaissance. The interior was much damaged by the French in 1808." Baedeker's Spain (1901), p. 147.]

—En fin, exclamó el oficial después de un corto silencio y como resignándose con el extraño alojamiento que la casualidad le deparaba,—más vale incómodo que ninguno. De todas maneras, si llueve, que no será dificil según se agrupan las nubes, estaremos á cubierto y algo es algo.

Interrumpida la conversación en este punto, los jinetes, precedidos del guía, siguieron en silencio el camino adelante hasta llegar á una plazuela, en cuyo fondo se destacaba la negra silueta del convento con su torre morisca, su campanario de espadaña, su cúpula ojival y sus tejados de crestas desiguales y obscuras.

—He aquí vuestro alojamiento, exclamó el aposentador al divisarle y dirigiéndose al capitán, que después que hubo mandado hacer alto á la tropa, echó pie á tierra, tomó el farolillo de manos del guía, y se dirigió hacia el punto que este le señalaba.

Como quiera que la iglesia del convento estaba completamente desmantelada, los soldados que ocupaban el resto del edificio habían creído que las puertas le eran ya poco menos que inútiles, y un tablero hoy, otro mañana, habían ido arrancándolas pedazo á pedazo para hacer hogueras con que calentarse por las noches.

Nuestro joven oficial no tuvo, pues, que torcer Haves ni descorrer cerrojos para penetrar en el interior del templo.

Á la luz del farolillo, cuya dudosa claridad se perdía entre las espesas sombras de las naves y dibujaba con gigantescas proporciones sobre el muro la fantástica sombra del sargento aposentador que iba precediéndole, recorrió la iglesia de arriba abajo y escudriñó una por una todas sus desiertas capillas, hasta que una vez hecho cargo del local, mandó echar pie á tierra á su gente, y hombres y caballos revueltos, fué acomodándola como mejor pudo.

Según dejamos dicho, la iglesia estaba completamente desmantelada; en el altar mayor pendían aún de las alias cornisas los rotos jirones del velo con que le habían cubierto los religiosos al abandonar aquel recinto; diseminados por las naves veianse algunos retablos adosados al muro, sin imágenes en las hornacinas; en el coro se 'dibujaban con un ribete de luz los extraños perfiles de la obscura sillería de alerce; en el pavimento, destrozado en varies puntos, distinguíanse aún anchas losas sepulcrales llenas de timbres, escudos y largas inscripciones góticas; y allá á lo lejos, en el fondo de las silenciosas capillas y á lo largo del crucero, se destacaban confusamente entre la obscuridad, semejantes á blancos é inmóviles fantasmas, las estatuas de piedra que, unas tendidas, otras de hinojos sobre el mármol de sus tumbas, parecían ser los únicos habitantes del ruinoso edificio.

Á cualquiera otro menos molido que el oficial de dragones, el cual traía una jornada de catorce leguas en el cuerpo, ó menos acostumbrado á ver estos sacrilegios como la cosa más natural del mundo, hubiéranle bastado dos adarmes de imaginación para no pegar los ojos en toda la noche en aquel obscuro é imponente recinto, donde las blasfemias de los soldados que se quejaban en alta voz del improvisado cuartel, el metálico golpe de sus espuelas que resonaban sobre las antes losas sepulcrales del navimento, el ruido de los caballos que piafaban impacientes, cabeceando y haciendo sonar las cadenas con que estaban sujetos á los pilares, formaban un rumor extraño y temeroso que se dilataba por todo el ámbito de la iglesia y se reproducía cada vez más confuso repetido de eco en eco en sus alias bóvedas.

Pero nuestro héroe, aunque joven, estaba ya tan familiarizado con estas peripecias de la vida de campaña, que apenas hubo acomodado á su gente, mandó colocar un saco de forraje al pie de la grada del presbiterio, y arrebujándose como mejor pudo en su capote y echando la cabeza en el escalón, á los cinco minutos roncaba con más tranquilidad que el mismo rey José[1] en su palacio de Madrid.[2]

[Footnote 1: rey José. Joseph Bonaport. See p. 76, note 1.]

[Footnote 2: Madrid. The capital of Spain and of the province of Madrid, situated on the Manzanares, and nearly in the geographical center of Spain. Population some 540,000. The royal palace, begun in 1737, is an imposing rectangular structure on a lofty terrace overlooking the Manzanares.]

Los soldados, haciendose almohadas de las monturas, imitaron su ejemplo, y poco á poco fué apagándose el murmullo de sus voces.

Á la media hora sólo se oían los ahogados gemidos del aire que entraba por las rotas vidrieras de las ojivas del templo, el atolondrado revolotear de las aves nocturnas que tenían sus nidos en el dosel de piedra de las esculturas dé los muros, y el alternado rumor de los pasos del vigilante que se paseaba envuelto en los anchos pliegues de su capote, á lo largo del pórtico.

 

II

En la época á que se remonta la relación de esta historia, tan verídica como extraordinaria, lo mismo que al presente, para los que no sabían apreciar los tesoros del arte que encierran sus muros la ciudad de Toledo no era mas que un poblacón destartalado, antiguo, ruinoso é insufrible.

Los oficiales del ejército francés, que á juzgar por los actos de vandalismo[1] con que dejaron en ella triste y perdurable memoria de su ocupación, de todo tenían menos de artistas ó arqueólogos, no hay para que decir que se fastidiaban soberanamente en la vetusta ciudad de los Césares.[2]

[Footnote 1: vandalismo. See p. 76, note 1.]

[Footnote 2: ciudad de los Césares. See p. 50, note 2, and p. 52, note 1.]

En esta situación de ánimo, la más insignificante novedad que viniese á romper la monótona quietud de aquellos días eternos é iguales, era acogida con avidez entre los ociosos; así es que la promoción al grado inmediato de uno de sus camaradas, la noticia del movimiento estratégico de una columna volante, la salida de un correo de gabinete, ó la llegada de una fuerza cualquiera á la ciudad, convertíanse en tema fecundo de conversación y objeto de toda clase de comentarios, hasta tanto que otro incidente venía á sustituirle,[1] sirviendo de base á nuevas quejas, críticas y suposiciones.

[Footnote 1: sustituirle. See p. 66, note 1.]

Como era de esperar, entre los oficiales que, según tenían de costumbre, acudieron al día siguiente á tomar el sol y á charlar un rato en el Zocodover, no se hizo platillo de otra cosa que de la llegada de los dragones, cuyo jefe dejamos en el anterior capítulo durmiendo á pierna suelta y descansando de las fatigas de su viaje. Cerca de una hora hacía que la conversación giraba alrededor de este asunto, y ya comenzaba á interpretarse de diversos modos la ausencia del recién venido, á quien uno de los presentes, antiguo compañero suyo de colegio, habia citado para el Zocodover, cuando en una de las boca-calles de la plaza apareció al fin nuestro bizarro capitán despojado de su ancho capotón de guerra, luciendo un gran casco de metal con penacho de plumas blancas, una casaca azul turquí con vueltas rojas y un magnífico mandoble con vaina de acero, que resonaba arrastrándose al compás de sus marciales pasos y del golpe seco y agudo de sus espuelas de oro.

Apenas le vió su camarada, salió á su encuentro para saludarle, y con él se adelantaron casi todos los que á la sazón se encontraban en el corrillo; en quienes habían despertado la curiosidad y la gana de conocerle, los pormenores que ya habían oído referir acerca de su carácter original y extraño.

Después de los estrechos abrazos de costumbre y de las exclamaciones, plácemes y preguntas de rigor en estas entrevistas; después de hablar largo y tendido sobre las novedades que andaban por Madrid, la varia fortuna de la guerra y los amigotes muertos ó ausentes, rodando de uno en otro asunto la conversación, vino á parar al tema obligado, esto es, las penalidades del servicio, la falta de distracciones de la ciudad y el inconveniente de los alojamientos.

Al llegar á este punto, uno de los de la reunión que, por lo visto, tenía noticia del mal talante con que el joven oficial se había resignado á acomodar su gente en la abandonada iglesia, le dijo con aire de zumba:

—Y á propósito de alojamiento, ¿qué tal se ha pasado la noche en el que ocupáis?

—Ha habido de todo, contestó el interpelado; pues si bien es verdad que no he dormido gran cosa, el origen de mi vigilia merece la pena de la velada. El insomnio junto á una mujer bonita no es seguramente el peor de los males.

—¡Una mujer! repitió su interlocutor como admirándose de la buena fortuna del recién venido; eso es lo que se llama llegar y besar el santo.

—Será tal vez algún antiguo amor de la corte que le sigue á Toledo para hacerle más soportable el ostracismo, añadió otro de los del grupo.

—¡Oh! no, dijo entonces el capitán; nada menos que eso. Juro, á fe de quien soy, que no la conocía y que nunca creí hallar tan bella patrona en tan incómódo alojamiento. Es todo lo que se llama una verdadera aventura.

—¡Contadla! ¡contadla! exclamaron en coro los oficiales que rodeaban al capitán; y como éste se dispusiera á hacerlo así, todos prestaron la mayor atención á sus palabras, mientras él comenzó la historia en estos terminos:

—Dormía esta noche pasada como duerme un hombre que trae en el cuerpo trece[1] leguas de camino, cuando he aquí que en lo mejor del sueño me hizo despertar sobresaltado é incorporarme sobre el codo un estruendo horrible, un estruendo tal, que me ensordeció un instante para dejarme después los oídos zumbando cerca de un minuto, como si un moscardón me cantase á la oreja.

[Footnote 1: trece = 'thirteen.' Our author has told us on p. 79 that it was catorce ('fourteen').]

Como os habrás figurado, la causa de mi susto era el primer golpe que oía de esa endiablada campana gorda,[1] especie de sochantre de bronce, que los canónigos de Toledo han colgado en su catedral con el laudable propósito de matar á disgustos a los necesitados de reposo.

[Footnote 1: campana gorda = 'great bell.' The famous Campana Gorda, weighing nearly two tons, was cast by Alejandro Gargollo in 1753. It hangs in the cathedral tower surrounded by eight other bells, and surmounted by two more.]

Renegando entre dientes de la campana y del campanero que la toca, disponíame, una vez apagado aquel insólito y temeroso rumor, á coger nuevamente el hilo del interrumpido sueño, cuando vino á herir mi imaginación y á ofrecerse ante mis ojos una cosa extraordinaria. Á la dudosa luz de la luna que entraba en el templo por el estrecho ajimez del muro de la capilla mayor, ví una mujer arrodillada junto al altar.

Los oficiales se miraron éntre sí con expresion entre asombrada é incrédula; el capitán, sin atender al efecto que su narración producía, continuó de este modo:

—No podéis figuraros nada semejante á aquella nocturna y fantástica visión que se dibujaba confusamente en la penumbra de la capilla como esas virgenes pintadas en los vidrios de colores que habréis visto alguna vez destacarse á lo lejos, blancas y luminosas, sobre el obscuro fondo de las catedrales.

Su rostro ovalado, en donde se veía impreso el sello de una leve y espiritual demacración, sus armoniosas facciones llenas de una suave y melancólica dulzura; su intensa palidez, las purisimas líneas de su contorno esbelto, su ademán reposado y noble, su traje blanco y flotante, me traían á la memoria esas mujeres que yo soñaba cuando casi era un niño. ¡Castas y celestes imágenes, quimérico objeto del vago amor de la adolescencia! Yo me creía juguete de una alucinación, y sin quitarle un punto los ojos, ni aún osaba respirar, temiendo que un soplo desvaneciese el encanto. Ella permanecía inmóvil.

Antojábaseme al verla tan diáfana y luminosa que no era una criatura terrenal, sino un espíritu que, revistiendo por un instante la forma humana, había descendido en el rayo de la luna, dejando en el aire y en pos de sí la azulada estela que desde el alto ajimez bajaba verticalmente hasta el pie del opuesto muro, rompiendo la obscura sombra de aquel recinto lóbrego y misterioso.

—Pero ... exclamó interrumpiéndole su camarada de colegio, que, comenzando por echar á broma la historia, había concluido interesándose con su relato: ¿cómo estaba allí aquella mujer? ¿No la[1] dijiste nada? ¿No te explicó su presencia en aquel sitio?

[Footnote 1: la. See p. 20, note 2.]

—No me determiné á hablarla,[1] porque estaba seguro de que no había de contestarme, ni verme ni oirme.

[Footnote 1: la. See p. 20, note 2.]

—¿Era sorda?

—¿Era ciega?

—¿Era muda? exclamaron á un tiempo tres ó cuatro de los que escuchaban la relación.

—Lo era todo á la vez, exclamó al fin el capitán después de un momento de pausa; porque era... de mármol. Al oir el estupendo desenlace de tan extraña aventura, cuantos había en el corro prorrumpieron en una ruidosa carcajada, mientras uno de ellos dijo al narrador de la peregrina historia, que era el único que permanecía callado y en una grave actitud:

—¡Acabáramos de una vez! Lo que es de ese género, tengo yo más de un millar, un verdadero serrallo, en San Juan de los Reyes; serrallo que desde ahora pongo á vuestra disposición, ya que, á lo que parece, tanto os da de una mujer de carne como de piedra.

—¡Oh! no ... continuó el capitán, sin alterarse en lo más mínimo por las carcajadas de sus compañeros: estoy seguro de que no pueden ser como la mía. La mía es una verdadera dama castellana que por un milagro de la escultura parece que no la han enterrado en un sepulcro, sino que aún permanece en cuerpo y alma de hinojos sobre la losa que le cubre, inmóvil, con las manos juntas en ademan suplicante, sumergida en un éxtasis de místico amor.

—De tal modo te explicas, que acabarás por probarnos la verosimilitud de la fábula de Galatea.[1]

[Footnote 1: Galatea. In the story told by Ovid (Met. x. 243) Pygmalion, king of Cyprus, conceived an aversion to women, and devoted himself to art, but having made in ivory a lovely statue of a woman he became enamored of it, and at his request Aphrodite endowed it with life. This beautiful woman, Galatea, became his wife, and bore him a son called Paphos, founder of the city of that name in Cyprus.]

—Por mi parte, puedo deciros que siempre la creí una locura; mas desde anoche comienzo á comprender la pasión del escultor griego.

—Dadas las especiales condiciones de tu nueva dama, creo que, no tendrás inconveniente en presentarnos á ella. De mí sé decir que ya no vivo hasta ver esa maravilla. Pero ... ¿qué diantres te pasa? ... diríase que esquivas la presentación. ¡Já! ¡já! ¡já! Bonito fuera que ya te tuviéramos hasta celoso.

—Celoso, se apresuró á decir el capitán, celoso ... de los hombres no ... mas ved, sin embargo, hasta donde llega mi extravagancia. Junto á la imagen de esa mujer, también de mármol, grave y al parecer con vida como ella, hay un guerrero, ... su marido sin duda.... Pues bien ... lo voy á decir todo, aunque os moféis de mi necedad ... si no hubiera temido que me tratasen de loco, creo que ya lo habría hecho cien veces pedazos.

Una nueva y aún más ruidosa carcajada de los oficiales saludó esta original revelación del estrambótico enamorado de la dama de piedra.

—Nada, nada; es preciso que la veamos, decían los unos.

—Si, si, es preciso saber si el objeto corresponde á tan alta pasión, añadian los otros.

—¿Cuando nos reuniremos á echar un trago en la iglesia en que os alojáis? exclamaron los demás.

—Cuando mejor os parezca: esta misma noche si queréis, respondió el joven capitán, recobrando su habitual sonrisa, disipada un instante por aquel relámpago de celos.—Á propósito. Con los bagajes he traído hasta un par de docenas de botellas de Champagne, verdadero Champagne, restos de un regalo hecho á nuestro general de brigada, que, como sabéis, es algo pariente.

¡Bravo! ¡bravo! exclamaron los oficiales á una voz, prorrumpiendo en alegres exclamaciones.

—¡Se bebera vino del país![1]

[Footnote 1: vino del país = 'wine from home,' 'wine from our own country.']

—¡Y cantaremos una canción de Ronsard![1]

[Footnote 1: Ronsard. A celebrated French poet of the sixteenth century (b. 1524, d. 1585) and father of lyric poetry in France.]

—Y hablaremos de mujeres, á proposito de la dama del anfitrión.

—Conque ... ¡hasta la noche!

—Hasta la noche.

 

III

Ya hacía largo rato que los pacíficos habitantes de Toledo habían cerrado con llave y cerrojo las pesadas puertas de sus antiguos caserones; la campana gorda de la catedral anunciaba la hora de la queda, y en lo alto del alcázar, convertido en cuartel, se oía el ultimo toque de silencio de los clarines, cuando diez ó doce oficiales que poco á poco habían ido reuniéndose en el Zocodover, tomaron el camino que conduce desde aquel punto al convento en que se alojaba el capitán, animados más con la esperanza de apurar las prometidas botellas, que con el deseo de conocer la-maravillosa escultura.

La noche había cerrado sombría y amenazadora; el cielo estaba cubierto de nubes de color de plomo; el aire, que zumbaba encarcelado en las estrechas y retorcidas calles, agitaba la moribunda luz del farolillo de los retablos, ó hacia girar con un chirrido agudo las veletas de hierro de las torres.

Apenas los oficiales dieron vista á la plaza en que se hallaba situado el alojamiento de su nuevo amigo, este, que les aguardaba impaciente, salió á encontrarles; y después de cambiar algunas palabras á media voz, todos penetraron juntos en la iglesia, en cuyo lóbrego recinto la escasa claridad de una linterna luchaba trabajosamente con las obscuras y espesísimas sombras.

—¡Por quien soy! exclamo uno de los convidados tendiendo a su alrededor la vista, que el local es de los menos aproposito del mundo para una fiesta.

—Efectivamente, dijo otro; nos traes á conocer á una dama, y apenas si con mucha dificultad se ven los dedos de la mano.

—Y sobre todo, hace un frío, que no parece sino que estamos en la Siberia,[1] añadió un tercero arrebujándose en el capote.

[Footnote 1: Siberia. A vast region in northern and central Asia, which forms part of the Russian empire, and which has by far the lowest winter temperatures of the known world.]

—Calma, señores, calma, interrumpió el anfitrión; calma, que á todo. se proveerá. ¡Eh, muchacho! prosiguió dirigiéndose á uno de sus asistentes; busca por ahí un poco de leña, y enciéndenos una buena fogata en la capilla mayor.

El asistente, obedeciendo las órdenes de su capitán, comenzó á descargar golpes en la sillería del coro, y después que hubo reunido una gran cantidad de leña que fué apilando al pie de las gradas del presbiterio, tomó la linterna y se dispuso á hacer un auto de fe con aquellos fragmentos tallados de riquísimas labores entre los que se veían por aquí parte de una columnilla salomónica, por allá la imagen de un santo abad, el torso de una mujer, ó la disforme cabeza de un grifo asomado entre hojarasca.

Á los pocos minutos, una gran claridad que de improviso se derramó por todo el ámbito de la iglesia, anunció á los oficiales que había llegado la hora de comenzar el festín.

El capitán, que hacía los honores de su alojamiento con la misma ceremonia que hubiera hecho los de su casa, exclamó dirigiéndose á los convidados:

—Si gustáis, pasaremos al buffet.[1]

[Footnote 1: buffet. A French word meaning 'refreshment-table.' It is customary in France at large receptions and dancing-parties to install in some room a counter or table from which to serve refreshments. This is known as the buffet.]

Sus camaradas, afectando la mayor gravedad, respondieron á la invitación con un cómico salido, y se encaminaron á la capilla mayor precedidos del héroe de la fiesta, que al llegar á la escalinata se detuvo un instante, y extendiendo la mano en dirección al sitio que ocupaba la tumba, les dijo con la finura más exquisita:

—Tengo el placer de presentaros á la dama de mis pensamientos. Creo que convendréis conmigo en que no he exagerado su belleza.

Los oficiales volvieron los ojos al punto que les señalaba su amigo, y una exclamación de asombro se escapó involuntariamente de todos los labios.

En el fondo de un arco sepulcral revestido de mármoles negros, arrodillada delante de un reclinatorio, con las manos juntas y la cara vuelta hacia el altar, vieron, en efecto, la imagen de una mujer tan bella, que jamás salió otra igual de manos de un escultor, ni el deseo pudo pintarla en la fantasía más soberanamente hermosa.

—En verdad que es un ángel, exclamó uno de ellos.

—¡Lástima que sea de mármol! añadió otro.

—No hay duda que aunque no sea más que la ilusión de hallarse junto á una mujer de este calibre, es lo suficiente para no pegar los ojos en toda la noche.

—¿Y no sabéis quién es ella? preguntaron algunos de los que contemplaban la estatua al capitán, que sonreía satisfecho de su triunfo.

—Recordando un poco del latín—que en mi niñez supe, he conseguido, á duras penas, descifrar la inscripción de la tumba, contestó el interpelado; y á lo que he podido colegir, pertenece á un título de Castilla,[1] famoso guerrero que hizo la campaña con el Gran Capitán.[2] Su nombre lo he olvidado; mas su esposa, que es la que véis, se llama doña Elvira de Castañeda, y por mi fe que si la copia se parece al original, debió ser la mujer más notable de su siglo.

[Footnote 1: Castilla. See p. 34, note 1.]

[Footnote 2: el Gran Capitán. Gonzalo Fernández de Córdoba (b. 1453, d. 1515). A famous Spanish general, who served with distinction in the wars against Portugal and the Moors, and in several Italian campaigns.]

Después de estas breves explicaciones, los convidados, que no perdían de vista al principal objeto de la reunión, procedieron á destapar algunas de las botellas y sentándose alrededor de la lumbre, empezó á andar el vino á la ronda.

Á medida que las libaciones se hacían más numerosas y frecuentes, y el vapor del espumoso Champagne comenzaba á trastornar las cabezas, crecían la animación, el ruido y la algazara de los jóvenes, de los cuales éstos arrojaban á los monjes de granito adosados en los pilares los cascos de las botellas vacías, y aquellos cantaban á toda voz canciones báquicas y escandalosas, mientras los de más allá prorrumpían en carcajadas, batían las palmas en señal de aplauso, ó disputaban entre sí con blasfemias y juramentos.

El capitán bebía en silencio como un desesperado y sin apartar los ojos de la estatua de doña Elvira.

Iluminada por el rojizo resplandor de la hoguera, y á través del confuso velo que la embriaguez había puesto delante de su vista, parecíale que la marmórea imagen se transformaba áveces en una mujer real; parecíale que entreabría los labios como murmurando una oración; que se alzaba su pecho' como oprimido y sollozante; que cruzaba las manos con más fuerza; que sus mejillas se coloreaban, en fin, como si se ruborizase ante aquel sacrílego y repugnante espectáculo.

Los oficiales que advirtieron la taciturna tristeza de su camarada, le sacaron del éxtasis en que se encontraba sumergido, y presentándole una copa, exclamaron en coro:

—¡Vamos, brindad vos, que sois el único que no lo ha hecho en toda la noche!

El joven tomó la copa, y poniéndose de pie y alzándola en alto, dijo encarándose con la estatua del guerrero arrodillado junto á doña Elvira:

—¡Brindo por el emperador,[1] y brindo por la fortuna de sus armas, merced á las cuales hemos podido venir hasta el fondo de Castilla á cortejarle su mujer, en su misma tumba, á un vencedor de Ceriñola![2]

[Footnote 1: el emperador. Napoleon Bonaparte, born at Ajaccio, Corsica, August 15, 1769; died on the island of St. Helena, May 5, 1821. At this time he was at the height of his power.]

[Footnote 2: Ceriñola. At Cerignola, Italy, on April 28, 1503, the Spanish army under Gonzalo de Córdoba defeated the French under the Duc de Nemours, and gained for Spain the kingdom of Naples.]

Los militares acogieron el brindis con una salva de aplausos, y el capitán, balanceándose, dio algunos pasos hacia el sepulcro.

—No... prosiguió dirigiéndose siempre á la estatua del guerrero, y con esa sonrisa estúpida propia de la embriaguez ...no creas que te tengo rencor alguno porque veo en tí un rival... al contrario, te admiro como un marido paciente, ejemplo de longanimidad y mansedumbre, y á mi vez quiero también ser generoso. Tú serias bebedor á fuer de soldado... no se ha de decir que te he dejado morir de sed, viéndonos vaciar veinte botellas... ¡toma!

<