Amar es Vencer by Madame P. Caro - HTML preview

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Elena al Padre Jalavieux.

Lo imposible sucede algunas veces, señor cura.

Mi padre me ha llamado hace un momento y en cuanto le he visto, heconocido que no estaba satisfecho.

—Ven aquí—me dijo,—y dame cuenta de tu conducta. ¿Por qué me hasmentido?

—¿En qué, papá?

—Me has afirmado que no sabías nada de las fechorías de Luciana, apesar de que estabas perfectamente informada, con pruebas, y has dejadoa Máximo, un amigo, caer sin socorro en el lazo que le tendía esacasquivana.

—Papá, se había confiado a mí y yo le había jurado el secreto.

—Has hecho mal, muy mal. Una joven que quiere y respeta a su padre notiene secretos para él.

—He deplorado amargamente mi imprudencia, pero, una vez cometida lafalta, ¿podía yo hacer traición a la que se había entregado a mí contoda confianza?

—Se había entregado... por interés; por hacerte sacar las castañas delfuego, tontilla.

—No pensé en eso al verla tan desolada, tan infeliz. Y después no hecreído que debía cometer un perjurio.

Mi padre dijo, ahuecando la voz:

—¡Oh! ¡Hermosos sentimientos!... Habría que preguntarte, sin embargo,si la fidelidad a tu palabra debía poder más que el respeto a la verdad.

—Me lo he preguntado con angustia, papá... Y, en la duda de lo quedebía hacer, he tomado el partido que más trabajo me costaba. He temidoque el decir la verdad estuviese demasiado conforme con mis... deseos.

No pude continuar y bajé la cabeza.

Mi padre se agitó en su sillón, creyendo que estaba yo llorando, y dijo:

—Ahora lágrimas; el argumento supremo de las mujeres. ¡No llores, votova!

Se quitó el gorro y lo lanzó al otro extremo de la habitación.

Despuésse dulcificó.

—Tráeme el gorro y no tomes ese aire desesperado... Vamos, ven acá...Algo hay de bueno, después de todo, en esa cabecita.

¿Dices que temías,hablando, ceder a algún deseo secreto? ¿Es ese tu pensamiento?Responde... ¿Es que amas a Máximo?

Yo estaba como una acusada, con la cabeza baja, y no tenía valor pararesponder.

Mi padre continuó:

—Lo sospechaba... lo amas. ¿Dónde está el mal? Hablemos un poco...

—Pero él no me ama a mí—murmuré tristemente.

—¡Déjame hablar, qué diablo! Si lo amas, sabrás sin pena que sumatrimonio se ha roto.

—¿Completamente?

—Completamente. La misma Luciana le ha confesado la historia y lo hadispensado de sus juramentos.

—¿Y él ha consentido?

—Sin resistencia, y debe estimarse muy dichoso. Es evidente que esajoven corría dos liebres a la vez y que lo reservaba como plato desegunda mesa.

—Sin embargo, estoy segura de que él la ama todavía... ¡Es tan hermosay tan seductora!

—¡Bah!... En todo caso, Máximo no piensa como un amigo nuestro, que labelleza es una virtud que dispensa de las otras...

Por el momento, elpobre parece un gato escapado de la caldera...

y tiene un saludabletemor de la mujer... lo que es el principio de la sabiduría... Dejemoshacer al tiempo... Entretanto, lo tendremos más a nuestro lado, ya quese ha desembarazado de esa muchacha.

¿No admira usted, señor cura, cómo me he librado, sin hacer nada paraello, de ese secreto que tanto me pesaba?