que
a
su
esclavo
Falte
por
su
causa
honor.
ARR.
¿Qué
te
ha
enviado?
ALARA.
El
papel[85]
Que
tú
escribiste.
ARR.
Y
¿no
más?
Salen en hábito de moros NARVÁEZ y NUÑO con ARDINO.
ARDIN.
Dentro
en
su
heredad
estás,[86]
Y
aun
pienso
que
cerca
dél.
NARV.
Entre
aquellos
olivares
Desta
huerta
hablando
están.
NUÑO.
Nuestros
caballos
se
oirán;
Bien
es
que
aquí
poco
pares,
Porque
los
ate
en
la
cerca.
Si
hay
yeguas
en
los
establos
Relincharán
como
diablos
Si
les
da
el
viento
de
cerca.
Vuélvete,
señor,
a
Alora,
Que
hay
grande
peligro
aquí.
NARV.
Nuño,
en
mi
vida
te
vi
Con
miedo,
si
no
es
agora.
NUÑO.
Señor,
cuando
solo
vengo,
Jamás
temo
al
enemigo;
Mas
cuando
vengo
contigo
Miedo
de
perderte
tengo.
NARV.
Pues
calla,
que
es
desvarío;
Y
pues
el
cielo
te
ha
hecho
Sin
poner
miedo
en
tu
pecho,
No
le
pongas
en
el
mío.
Cuanto
más,
que
no
habrá
aquí,
Siendo
en
el
campo
heredad,
Tanta
gente.
ARDIN.
Así
es
verdad.
NARV.
Y
algo
valdré
yo
por
mí.
Escuchemos
lo
que
pasa.
ARR.
No
se
escusa
tu
castigo,
O
me
dirás
si
Rodrigo
Ha
entrado
en
mi
propia
casa.
NARV.
De
mí
le
pregunta.
Escucha.
ALARA.
Jamás
le
he
visto
en
Coín.
NUÑO.
El
la
da
tormento,
en
fin.
Debe
de
ser
de
garrucha.
ARDIN.
El
la
debe
de
matar.
ARR.
Y
tú,
cuando
a
verme
fuiste,
¿Qué
hiciste
con
él,
qué
hiciste?
ALARA.
No
más
de
hablar.
ARR.
¿Sólo
hablar?
¿Qué
te
dijo?
ALARA.
Que
si
hubiera
Sabido
que
era
mujer
Tuya,
se
dejara
arder
Primero
que
me
escribiera.
ARR.
Mas,
paso,
di
la
verdad,
Perra,
que
te
mataré.
ALARA.
¡Ay,
que
me
matan!
NARV.
¿Podré,
Nuño,
sufrir
tal
crueldad?
NUÑO.
Aguarda.
ARR.
Y
ese
villano,
Ese
cobarde
Rodrigo,
¿Podrá
a
tan
justo
castigo
Agora
impedir
mi
mano?
Que
si
la
ponía
en
ti,
Dijo
que
a
Coín
vendría
Y
mi
casa
quemaría,
Y
aun
dijo
que
dentro
a
mí.
Por
Alá
que
habló
el
villano
Tal,
que
me
obliga
a
reír
De
ver
que
entrar
y
salir
Le
parezca
que
es
tan
llano.
¡Oh
Rey,
que
por
esto
pasas!
¿Que
digan
cristianos
quieres
Que
forzarán
las
mujeres
Y
pondrán
fuego
a
las
casas?
¿Quién
dió
a
Narváez
cuidados
De
los
casamientos?
Di.
¿Por
dicha
es
nuestro
alfaquí,
Que
compone
los
casados?
El
habla
entre
su
canalla;
Que
aquí
no
sé
si
conmigo
Osara
el
perro
enemigo
Cuerpo
a
cuerpo
hacer
batalla:
Que
no
hay
una
hormiga
en
él,
Ni
en
otros
diez,
para
Arráez.
NARV.
Aquí
tienes
a
Narváez,
Moro
villano
y
cruel.
Desnuda
presto
la
espada.
ARR.
¡Ay
de
mí!
Vendido
soy.—
Señor,
a
tus
pies
estoy,
Y
te
la
rindo
envainada.
NARV.
¿Por
qué
tan
humilde
quieres
Ofender
tus
altos
nombres?[87]
ARR.
Porque
todos
somos
hombres
Hablando
con
las
mujeres.
Mal
mi
palabra
cumplí.
Pues
has
visto
lo
que
pasa,
Ves
aquí,
señor,
mi
casa:
Abrásame
en
ella
a
mí.
NUÑO. ( Fisgando. ) "¿Quién dió a Narváez cuidados De
los
casamientos?
Di.
¿Por
dicha
es
nuestro
alfaquí,
Que
compone
los
casados?
¿Osara
el
perro
enemigo
Cuerpo
a
cuerpo
hacer
batalla?"
NARV.
¿Por
qué
Alara,
Ardino,
calla,
Y
no
viene
a
hablar
conmigo?
ALARA.
Porque
sé
que
has
de
dejarme
Otra
vez
en
el
poder
Deste
moro,
y
ha
de
ser
Ocasión
para
matarme.
NARV.
No
será;
fiad
de
mí.
Tomemos
nuestros
caballos,
Que
a
Alora
quiero
llevallos.
NUÑO.
Bien
haces.
Vamos
de
aquí.
ARR.
¡A
qué
punto,
triste
moro,
Te
han
traído
injustos
celos!
ALARA.
¡Ay,
mi
Alcaide
de
los
cielos!
NARV.
¡Ay,
Alara,
que
te
adoro!
[ Vanse. ]
Salen
ZORAIDE,
CELINDO,
BAJAMED
y
ZARO.
ZORAID.
¿Qué
es
lo
que
dices,
bárbaro
enemigo?
CELIND.
Córtame,
gran
Alcaide,
la
cabeza,
Si
te
parece
que
la
culpa
es
mía.
ZORAID.
¿Adónde
está
Jarifa?
CELIND.
No
presumas
Que
alguno
de
tu
casa
parte
ha
sido
Para
tanta
desdicha.
ZORAID.
Dime
luego
Quién
la
llevó
y
adónde
está,
Celindo,
O
pasaréte
aquese
infame
pecho.
CELIND.
Señor,
cuando
a
Granada
te
partiste,
Vino
aquí
de
secreto
Abindarráez,
Y
se
casó
con
ella.
ZORAID.
¡Ah
santo
cielo!
Cumplióse
lo
que
yo
siempre
temía.
¿Que
en
fin
el
mal
nacido
abencerraje
Se
casó
con
Jarifa?
Pues
di,
perro,
¿Quién
le
dijo
que
no
era
hermano
suyo?
CELIND. Dicen que ha mucho que ellos lo sabían, Y
que
casados
de
secreto
estaban.
ZORAID.
¿Dónde
la
tiene
agora?
BAJAM.
El
miedo
tuyo
Por
ventura
le
esconde
de
tus
ojos.
CELIND. No es miedo, Bajamed, que ha sido fuerza Ir
a
Alora
los
dos,
porque
era
preso
De
su
alcaide
Narváez,
y
al
tercer
día
Juró
volver
si
libertad
le
diese;
Y
ella,
como
mujer,
con
él
ha
ido,
Ansí
por
no
esperar
tu
justo
enojo
Como
por
no
dejar
a
su
marido.
ZORAID.
Ensíllame
un
caballo,
ponle
a
punto;
Dame
una
lanza
y
una
adarga
fuerte;
Podrá
ser
que
le
alcance
en
el
camino.
CELIND.
Bien
puede
ser.
ZORAID.
¡Ah
fiero
bencerraje,
Deshonra
de
mi
honor
y
mi
linaje.
[ Vanse. ]
Salen
NUÑO,
ARRÁEZ,
ALARA
y
NARVÁEZ.
NARV.
Ya
que
en
Alora
estáis,
mi
dulce
Alara,
Pruebe
vuestro
cruel
fiero
marido
El
gusto
de
escuchar
estos
requiebros
Pues
no
quiso
sufrir
celos
injustos.
ALARA. Ya no es aquese nombre el propio suyo, Que
yo,
señor,
me
he
de
volver
cristiana.
ARR.
Ni
yo
quiero
tener
el
que
he
tenido;
Que
quien
tiene
mujer
que
le
da
celos,
Mejor
dirá
que
tiene
sobre
el
pecho
Un
águila
que
come
sus
entrañas,
Un
monte
grave
y
una
eterna
pena.
NARV.
Si
vos
cristiana
habéis
de
ser,
señora,
Daréle
libertad,
y
a
Coín
se
vuelva.
Y
vos
podréis
quedaros
en
Alora,
Donde
no
os
faltará
lo
que
perdistes.
ARR.
Pues
eso
quiero;
y
si
sufrir
no
pude
Mujer
hermosa,
viviré
sin
ella,
Y
haré
cuenta
que
es
muerta;
que
bien
puedo,
Pues
si
es
cristiana,
no
es
la
que
solía.
NARV.
Primero
que
a
Coín
vuelvas,
Arráez,
Le
has
de
dar
la
mitad
de
tu
hacienda
Para
que
viva
aquí;
si
no,
no
creas
Que
deste
cautiverio
libre
escapes.
ARR.
Y
es
poco
lo
que
pides;
yo
me
ofrezco
De
darla
con
que
viva,
y
es
partido
A
trueco
de
escapar
de
sus
rigores.
NARV.
Pues
alto:
en