quisiera
dar.
¿No
respondéis?
Culpa
os
doy,
Lengua
de
fuego
inhumano.
No
me
miran
como
a
hermano;
No
es
posible
que
lo
soy.
Pues
¿preguntaré
a
la
boca?
Esta
no
dirá
verdad,
Cuando
pura
voluntad
El
instrumento
no
toca.
Pues
¿a
los
tiernos
oídos?
Pero
ya
con
escucharme,
O
pretenden
consolarme
O
quitarme
los
sentidos.
El
gusto,
si
está
olvidado,
¿Qué
pregunta
le
he
de
hacer?
Que
el
gusto
de
la
mujer
No
quiere
ser
preguntado.
Mas
¿qué
importa,
ojos,
oídos,
Boca,
manos,
gusto,
haceros
Testigos,
si
he
de
perderos
Sólo
porque
sois
queridos?
Dése,
pues,
ya
la
sentencia
En
que
sea
el
cuerpo
hermano
Y
el
alma
no;
que
es
en
vano
Querer
que
tenga
paciencia;
Pero,
aunque
vencido
estoy
Y
a
la
muerte
condenado,
Quiero
morir
coronado
Pues
como
víctima
voy.
Dadme,
hermosas
flores
bellas,
Rubí,
zafir
y
esmeralda
Para
hacer
una
guirnalda.
Haga
que
compone
una
guirnalda.
JARIFA.
Bien
es
que
te
adornes
dellas.
Triunfa
de
mi
loco
amor
Y
de
mi
seso
perdido;
Que,
aunque
piensas
por
vencido,
Yo
sé
que
es
por
vencedor.
Pon
la
rosa
carmesí
De
mi
prestada
alegría,
Y
mi
celosa
porfía
En
el
lirio
azul
turquí;
En
el
alhelí
pajizo
Mi
desesperado
ardor,
Y
en
la
violeta
el
amor
Que
mi
voluntad
deshizo;
Mi
imposible
en
el
jazmín
Blanco,
sin
dar
en
el
blanco.
ABIND.
¡Cuánto
se
te
muestra
franco
El
cielo,
hermoso
jardín!
Bella
guirnalda
he
tejido,
Ciña
mis
dichosas
sienes.
Póngase
la
guirnalda.
JARIFA.
Galán
por
estremo
vienes.
ABIND.
Y
coronado
y
vencido.
JARIFA.
Muestra,
pondrémela
yo,
¿Qué
te
parece
de
mí?
¿No
estoy
buena?
ABIND.
Mi
bien,
sí.
JARIFA.
¿Soy
tu
hermana?
ABIND.
Mi
bien,
no;
Y
en
lo
que
os
quiero
me
fundo.
JARIFA.
Dime
ya
tu
parecer.
ABIND.
Hoy
acabáis
de
vencer,
Como
otro
Alejandro,
el
mundo.
Parece
que
agora
en
él
No
cabe
vuestra
persona,
Y
que
os
laurea
y
corona
Por
reina
y
señora
dél.
JARIFA.
Si
así
fuera,
dulce
hermano,
Vuestra
fuera
la
mitad.
ABIND.
¿Tanto
bien
a
mi
humildad?
Dadme
vuestra
hermosa
mano.[11]
ZORAIDE,
alcaide
de
Cartama,
ALBORÁN,
moro.
ZOR.
¿Eso
dicen
en
Granada
Del
buen
Fernando?[12]
ALBOR.
Esta
nueva
Agora
la
fama
lleva.
ZOR.
Tu
buen
suceso
me
agrada:
No
hay
a
quien
amor
no
deba.
ALBOR.
Es
muy
propio
del
valor
Obligar
al
tierno
amor
Desde
el
propio
hasta
el
estraño.
No
habrá
más
guerras
este
año,
Que
ansí
lo
dice
Almanzor.
ZOR.
¿Traes
cartas?
ALBOR.
Señor,
sí.
ABIND.
¡Nuestro
padre!
ZOR.
¡Oh
hijos
caros!
Huélgome
mucho
de
hallaros
En
esta
ocasión
aquí:
Llegad,
que
quiero
abrazaros.
ABIND.
Sin
duda
trae
Alborán
Buenas
nuevas.
ZOR.
No
me
dan
Poco
gusto,
si
este
invierno
Descansare
del
gobierno
De
militar
capitán.
ABIND.
¿Dejó
Fernando
la
guerra?
ALBOR.
Por
este
año
está
olvidada.
ZOR.
Colguemos
todos
la
espada,
Y
esté
segura
la
tierra
Y
la
frontera
guardada;
Que
harto
el
cuidado
me
aprieta
En
defender
a
Cartama,
Porque
jamás
en
la
cama
Me
halló
el
sol
ni
la
trompeta
Que
la
gente
al
campo
llama.
Fernando
es
ido
a
Toledo:
Seguro
pienso
que
quedo
De
dejar
mi
casa.
Ven,
Responderé
al
Rey
y
a
Hazén
Cuanto
agradecerles
puedo.
O
quédate,
si
por
dicha
Abindarráez
quisiere
Saber
nuevas.
ABIND.
No
hay
que
espere
Después
de
la
nueva,
dicha.
Aquí
mi
esperanza
muere.
ZOR.
Ven
tú,
Jarifa,
que
tengo
Vase
ZORAIDE.
Que
hablarte.
JARIFA.
Adiós;
luego
vengo.
Vase
JARIFA.
ABIND.
¿Que
aquí
mi
padre
se
queda?
¿Posible
es
que
vivir
pueda
La
esperanza
que
entretengo?—
Alborán,
¿que
no
hay
jornada?
ALBOR.
Ya
el
cristiano
ha
recogido
Sobre
la
pica
ferrada
El
tafetán
descogido
De
la
bandera
cruzada.
Ya
Mendozas
y
Guzmanes,
Leivas,
Toledos,
Bazanes,
Enríquez,
Rojas,
Girones,
Pachecos,
Lasos,
Quiñones,
Pimenteles
y
Lujanes,
Truecan
las
armas
por
galas,
Por
música
el
atambor,
Y
por
las
plazas
las
salas;
A
Belona
por
Amor,
A
quien
nacen
nuevas
alas.
Ya
Bencerrajes,
Zegríes,
Zaros,
Muzas,
Alfaquíes,
Abenabos,
Aibenzaides,
Mazas,
Gomeles
y
Zaides,
Hacenes
y
Almoradíes,
Dejan
lanzas,
toman
varas,
Juegan
cañas,
corren
yeguas;
Que
se
escuchan
a
dos
leguas
Los
relinchos
y
algazaras
Con
que
celebran
las
treguas.
ABIN.
¿Abencerrajes
dijiste?
Pues
¿han
quedado
en
Granada
Después
del
suceso
triste?[13]
ALBOR.
Fuése
la
lengua
engañada
Al
nombre
ilustre
que
oíste;
Que
ya
no
hay
en
todo
el
mundo
Sino
tú.
ABIND.
¿Cómo?
ALBOR.
No
digo
Sino
que
eres
tú
segundo
Al
valor
de
que
es
testigo
Cielo,
tierra
y
mar
profundo.
ABIND.
No,
Alborán,
eso
me
di.
Dame
esa
mano.
ALBOR.
Mancebo
¡Qué
deudos
perder
te
vi!
Reviente
con
llanto
nuevo
El
alma
de
nuevo
aquí.
No
te
miro
vez
alguna
Que
de
su
triste
fortuna
Y
próspera
no
me
acuerde:
A
nadie
de
vista
pierde
La
envidia,
aunque
esté
en
la
luna,
Aún
veo
en
viles
espadas
Las
cabezas
separadas
De
aquellos
ilustres
cuellos,
Y
asidas
de
los
cabellos,
En
el
Alhambra
clavadas.
Aún
corre
la
sangre
aquí,
Y
aún
aquí
la
envidia
aleve
Me
parece
que
la
bebe.
¡Oh
vil
Gomel,
vil
Zegrí!
¿Lloras?
ABIND.
Su
historia
me
mueve.
Pero
dime,
Alborán,
así
los
cielos
Te
dejen
ver
el
fin
de
tu
esperanza,
Y
lo
que
quieres
bien
gozar
sin
celos;
Ansí
en
el
campo
la
gallarda
lanza
Y
en
la
plaza
tu
caña
sea
famosa,
Y
el
Rey
te
dé
su
Alhambra
en
confianza;
Ansí
de
amiga
cara
o
dulce
esposa,
Si
dellos
tienes
esperanzas
vanas,
Alcances
hijos,
sucesión
dichosa;
Y
dellos,
en
moriscas
africanas,
Los
nietos,
que
colgados
de
tu
cuello,
Con
tiernas
manos
jueguen
con
tus
canas
Ansí
primero
veas
su
cabello
Nevado
que
tu
muerte,
y
lleno
acabes
De
fama
y
años,
que
Alá
puede
hacello,
Que
me
digas,
pues
sé
yo
que
lo
sabes,
Si
soy
yo
Bencerraje,
y
si
deciendo
De
los
que
alabas
y
es
razón
que
alabes,
O,
como
por
ventura
estoy
temiendo,
Soy
hijo
del
alcaide
de
Cartama,[14]
Puesto
que
la
verdad
del
alma
ofendo;[15]
Que
por
la
fe
que
el
noble
estima
y
ama,[16]
De
guardarte
secreto
eternamente.
Dime
tú
lo
que
dicen
alma
y
fama.