El Criterio by Padre Jaime Luciano Balmes - HTML preview

PLEASE NOTE: This is an HTML preview only and some elements such as links or page numbers may be incorrect.
Download the book in PDF, ePub, Kindle for a complete version.

La humildad cristiana, esa virtud que nos haceconocer el límite de nuestras fuerzas, que nos revelanuestros propios defectos, que no nos permiteexagerar nuestro mérito, ni ensalzarnossobre los demas, que no nos consiente despreciará nadie, que nos inclina á aprovecharnos del consejoy ejemplo de todos, aun de los inferiores, quenos hace mirar como frivolidades indignas de unespíritu serio el andar en busca de aplausos, el saborearseen el humo de la lisonja; que no nosdeja creer jamas que hemos llegado á la cumbrede la perfeccion en ningun sentido, ni cegarnoshasta el punto de no ver lo mucho que nos quedapor adelantar, y la ventaja que nos llevan otros;esa virtud que bien entendida es la verdad, perola verdad aplicada al conocimiento de lo que somos,de nuestras relaciones con Dios y con loshombres; la verdad guiando nuestra conductapara que no nos extravien las exageraciones delamor propio; esa virtud, repito, es de suma utilidaden todo cuanto concierne á la práctica, aunen las cosas puramente mundanas.

Sí, la humildad cristiana, en cambio de algunossacrificios, produce grandes ventajas, hasta en losasuntos mas distantes de la devocion. El soberbiocompra muy caro su satisfaccion propia; y no advierteque la víctima que inmola á ese ídolo que ha[Pg 246]levantado en su corazon, son á veces sus interesesmas caros, es la misma gloria en pos de la cual tandesolado corre.

§ XIV.

Daños acarreados por la vanidad y la soberbia.

¡Cuántas reputaciones se ajan, cuando no sedestruyen, por la miserable vanidad! ¡cómo sedisipa la ilusión que inspirara un gran nombre,si al acercársele os encontrais con una personaque solo habla de sí misma! ¡Cuántos hombres,por otra parte recomendabilísimos, se deslustran,y hasta se hacen objeto de burla, por un tono desuperioridad, que choca é irrita, ó atrae los envenenadosdardos de la sátira! ¡Cuántos se empeñanen negocios funestos, dan pasos desastrosos,se desacreditan ó se pierden, solo por haberse entregadoá su propio pensamiento de una maneraexclusiva, sin dar ninguna importancia á los consejos,á las reflexiones ó indicaciones de los queveian mas claro, pero que tenian la desgracia deser mirados de arriba abajo, á una distancia inmensa,por ese dios mentido que habitando alláen el fantástico empíreo fabricado por su vanidad,no se dignaba descender á la ínfima region dondemora el vulgo de los modestos mortales!

¿Y para qué necesitaba él de consultar á nadie?La elevacion de su entendimiento, la seguridad yacierto de su juicio, la fuerza de su penetracion,el alcance de su prevision, la sagacidad de suscombinaciones, ¿no son ya cosas proverbiales?El buen resultado de todos los negocios en que ha[Pg 247]intervenido, ¿á quién se debe sino á él? Si se hansuperado gravísimas dificultades,

¿quién las hasuperado sino él? Si todo no lo han echado á perdersus compañeros, ¿quién lo ha evitado sino él?¿Qué pensamiento se ha concebido de alguna importanciaque no le haya concebido él? ¿Qué ocurrenciahabrán tenido los otros que con muchaanticipacion no la hubiese tenido él? ¿De qué hubieraservido cuanto hayan excogitado los demas,si no lo hubiese rectificado, enmendado, ilustrado,agrandado, dirigido él?

Contempladle; su frente altiva parece amenazaral cielo; su mirada imperiosa exige sumision yacatamiento; en sus labios asoma el desden háciacuanto le rodea; en toda su fisonomía veréis querebosa la complacencia en sí propio; la afectacionde sus gestos y modales os presenta un hombrelleno de sí mismo, que procede con excesiva compostura,como si temiese derramarse.

Toma lapalabra, resignaos á callar. ¿Replicais? no escuchavuestras réplicas y sigue su camino;

¿insistísotra vez? el mismo desden, acompañado de unamirada que exige atencion é impone silencio. Estáfatigado de hablar, y descansa; entre tanto aprovechaisla ocasion de exponer lo que intentabais hacelargo rato; vanos esfuerzos! el semi-dios no sedigna prestaros atencion, os interrumpe cuandose le antoja, dirigiendo á otros la palabra, si es queno estaba absorto en sus profundas meditaciones,arqueando las cejas, y preparándose á desplegarnuevamente sus labios con la majestuosa solemnidadde un oráculo.

¿Cómo podia ménos de cometer grandes yerros[Pg 248]un hombre tan fatuo? y de esa clase hay muchos,por mas que no siempre llegue la fatuidad á unaexageracion tan repugnante.

Desgraciado el quedesde sus primeros años no se acostumbra á rechazarla lisonja, á dar á los elogios que se le tributanel debido valor; que no se concentra repetidasveces, para preguntarse si el orgullo le ciega, sila vanidad le hace ridículo, si la excesiva confianzaen su propio dictámen le extravía y le pierde. Enllegando á la edad de los negocios, cuando ocupaya en la sociedad una posicion independiente,cuando ha adquirido cierta reputacion merecida óinmerecida, cuando se ve rodeado de consideracion,cuando ya tiene inferiores, las lisonjas semultiplican y agrandan, los amigos son ménosfrancos y ménos sinceros, y el hombre abandonadoá la vanidad que dejó desarrollarse en su corazon,sigue cada dia con mas ceguedad el peligroso sendero,hundiéndose mas y mas en ese ensimismamiento,en ese goce de sí mismo, en que el amorpropio se exagera hasta un punto lamentable, degenerando,por decirlo asi, en egolatria.

§ XV.

El orgullo.

La exageracion del amor propio, la soberbia,no siempre se presenta con un mismo carácter.En los hombres de temple fuerte y de entendimientosagaz, es orgullo; en los flojos y pocoavisados, es vanidad. Ambos tienen un mismoobjeto, pero emplean medios diferentes. El orgullososin vanidad, tiene la hipocresía de la virtud; el[Pg 249]vanidoso tiene la franqueza de su debilidad.

Lisonjeadal orgulloso, y rechazará la lisonja, temerosode dañar á su reputacion haciéndose ridículo; de élse ha dicho con mucha verdad, que es demasiadoorgulloso para ser vano. En el fondo de su corazonsiente viva complacencia en la alabanza; pero sabemuy bien que este es un incienso honroso miéntrasel ídolo no manifiesta deleitarse en el perfume;por esto no os pondrá jamas el incensarioen la mano, ni consentirá que le hagais undulardemasiado cerca. Es un dios á quien agrada untemplo magnífico, y un culto esplendoroso; peromanteniéndose el ídolo escondido en la misteriosaoscuridad del santuario.

Esto probablemente es mas culpable á los ojosde Dios, pero no atrae con tanta frecuencia el ridículode los hombres. Con tanta frecuencia digo,porque difícilmente se alberga en un corazon elorgullo, sin que á pesar de todas las precauciones,degenere en vanidad. Aquella violencia no puedeser duradera; la ficcion no es para continuada pormucho tiempo. Saborearse en la alabanza y mostrardesden hácia ella; proponerse por objeto principalel placer de la gloria, y aparentar que no se piensaen ella, es demasiado fingir para que al traves delos mas tupidos velos no se descubra la verdad. Elorgulloso á quien he descrito mas arriba no podiallamarse propiamente vano, y no obstante su conductainspiraba algo peor que la vanidad misma:sobre la indignacion provocaba tambien la burla.[Pg 250]

§ XVI.

La vanidad.

El simplemente vano no irrita, excita compasion,presta pábulo á la sátira. El infeliz no despreciaá los demas hombres, los respeta, quizaslos admira y teme. Pero padece una verdaderased de alabanza: y no como quiera, sino que necesitaoirla él mismo, asegurarse de que en efectose le alaba, complacerse en ella con delectacionmorosa, y corresponder á las buenas almas quele favorecen, expresando con una inocente sonrisitasu íntimo goce, su dicha, su gratitud.

¿Ha hecho alguna cosa buena? Ah! habladle deella por piedad, no le hagais padecer. ¿No veis quese muere por dirigir la conversacion hácia sus glorias?Cruel! que os desentendeis de sus indicaciones,que con vuestra distraccion, con vuestra dureza,le obligaréis á aclararlas mas y mas hastaconvertirlas en súplicas.

En efecto, ¿ha gustado lo que él ha dicho óescrito ó hecho? ¡qué felicidad! y es necesario quese advierta que fué sin preparacion, que todo sedebió á la fecundidad de su vena, á una de susfelices ocurrencias. ¿No habeis notado cuántasbellezas, cuántos golpes afortunados? Por piedad,no aparteis la vista de tantas maravillas, no introduzcaisen la conversacion especies inconducentes,dejadle gozar de su beatitud.

Nada de la altivez satánica del orgulloso; nadade hipocresía, un inexprimable candor se retrataen su semblante; su fisonomía se dilata agradablemente;[Pg 251]su mirada es afable, es dulce, sus modalesatentos; su conducta complaciente; el desgraciadoestá en actitud de suplicante, teme que unaimprudencia no le arrebate su dicha suprema. Noes duro, no es insultante, no es ni siquiera exclusivo,no se opone á que otros sean alabados; soloquiere participar.

¡Con qué ingenua complacencia refiere sus trabajosy aventuras! En pudiendo hablar de sí mismosu palabra es inextinguible. A sus alucinados ojos,su vida es poco ménos que una epopeya. Los hechosmas insignificantes se convierten en episodiosde sumo interes, las vulgaridades en golpes deingenio, los desenlaces mas naturales en resultadosde combinaciones estupendas. Todo converge háciaél: la misma historia de su pais no es mas que ungran drama, cuyo héroe es él; todo es insipido sino lleva su nombre.

§ XVII.

La influencia del orgullo es peor para los negocios que lade la vanidad.

Este defecto, aunque mas ridículo que el orgullo,no tiene sin embargo tantos inconvenientespara la práctica. Como es una complacencia en laalabanza mas bien que un sentimiento fuerte desuperioridad, no ejerce sobre el entendimientoun influjo tan maléfico. Estos hombres son por locomun de un carácter flojo, como lo manifiesta lamisma debilidad con que se dejan arrastrar por suinclinacion. Así es, que no suelen desechar comolos orgullosos el consejo ajeno, y aun muchas veces[Pg 252]se adelantan á pedirle. No son tan altivos que noquieran recibir nada de nadie; y ademas se reservanel derecho de explotar despues el negocio paraformar su pomito de olor de vanagloria en que sepuedan deleitar. ¿Es poco por ventura si el asuntosale bien, el gusto de referir todo lo que pensó elque le condujo, y la sagacidad con que conociólas dificultades, y el tino con que procedió paravencerlas, y la prudencia con que tomó consejode personas entendidas, y lo mucho que el aconsejadoilustró el juicio del consejero? No deja dehaber en esto una mina abundante, que á su debidotiempo será explotada cual conviene.

§ XVIII.

Cotejo entre el orgullo y la vanidad.

El orgullo tiene mas malicia, la vanidad masflaqueza; el orgullo irrita, la vanidad inspira compasion;el orgullo concentra, la vanidad disipa; elorgullo sugiere quizas grandes crímenes, la vanidadridículas miserias; el orgullo está acompañadode un fuerte sentimiento de superioridad é independencia,la vanidad se aviene con la desconfianzade sí mismo, hasta con la humillacion; el orgullotiende los resortes del alma, la vanidad los afloja;el orgullo es violento, la vanidad es blanda; el orgulloquiere la gloria, pero con cierta dignidad,con cierto predominio, con altivez, sin degradarse;la vanidad la quiere tambien, pero con lánguidapasion, con abandono, con molicie: podria llamarsela afeminacion del orgullo. Así la vanidades mas propia de las mujeres, el orgullo de los[Pg 253]hombres, y por la misma razon la infancia tienemas vanidad que orgullo, y este no suele desarrollarsesino en la edad adulta.

Si bien es verdad que en teoria estos dos viciosse distinguen por las cualidades expresadas, nosiempre se encuentran en la práctica con señalestan características. Lo mas comun es hallarse mezcladoen el corazon humano, teniendo cada cualno solo sus épocas sino sus dias, sus horas, susmomentos. No hay una línea divisoria que separeperfectamente los dos colores; hay una gradacionde matices, hay irregularidad en los rasgos, hayondas, aguas, que solo descubre quien está acostumbradoá desenvolver y contemplar los complicadosy delicados pliegues del humano corazon.Y aun si bien se mira, el orgullo y la vanidad sonuna misma cosa con distintas formas; es un mismofondo que ofrece diversos cambiantes segun elmodo con que le da la luz. Este fondo es la exageraciondel amor propio, el culto de sí mismo. Elídolo está cubierto con tupido velo, ó se presentaá los adoradores con faz atractiva y risueña; maspor esto no varía, es el hombre que se ha levantadoá sí propio un altar en su corazon, y se tributaincienso, y desea que se lo tributen los demas.

§ XIX.

Cuán general es dicha pasion.

Puede asegurarse sin temor de errar, que esta esla pasion mas general, la que admite ménos excepciones,quizas ninguna, aparte las almas privilegiadassumergidas en la purísima llama de un[Pg 254]amor celeste. La soberbia ciega al ignorante comoal sabio, al pobre como al rico, al débil como alpoderoso, al desventurado como al feliz, á la infanciacomo á la vejez; domina al libertino, noperdona al austero, campea en el gran mundo, ypenetra en el retiro de los claustros; rebosa en elsemblante de la altiva señora, que reina en los salonespor la nobleza de su linaje, por sus talentosy hermosura, pero se trasluce tambien en la tímidapalabra de la humilde religiosa, que salida de familiaoscura, se ha encerrado en el monasterio,desconocida de los hombres sin mas porvenir enla tierra que una sepultura ignorada.

Encuéntranse personas exentas de liviandad, decodicia, de envidia, de odio, de espíritu de venganza;pero libre de esa exageracion del amorpropio, que segun es su forma, se llama orgulloó vanidad, no se halla casi nadie, bien podria decirseque nadie. El sabio se complace en la narracionde los prodigios de su saber, el ignorante sesaborea en sus necedades; el valiente cuenta sushazañas, el galan sus aventuras; el avariento ensalzasus talentos económicos, el pródigo su generosidad;el lijero pondera su viveza, el tardío suaplomo; el libertino se envanece por sus desórdenes,y el austero se deleita en que su semblantemuestre á los hombres la mortificacion y el ayuno.

Este es sin duda el defecto mas general; esta esla pasion mas insaciable cuando se le da riendasuelta; la mas insidiosa, mas sagaz para sobreponerse,cuando se la intenta sujetar. Si se la dominaun tanto á fuerza de elevacion de ideas, deseriedad de espíritu y firmeza de carácter, bien[Pg 255]pronto trabaja por explotar esas nobles cualidades,dirigiendo el ánimo hácia la contemplacion deellas; y si se la resiste con el arma verdaderamentepoderosa y única eficaz, que es la humildad cristiana,á esta misma procura envanecerla, poniéndoleasechanzas para hacerla perecer. Es un reptilque si le arrojamos de nuestro pecho, se arrastray enrosca á nuestros pies; y cuando pisamos unextremo de su flexible cuerpo, se vuelve y noshiere con emponzoñada picadura.

§ XX.

Necesidad de una lucha continua.

Siendo esta una de las miserias de la flaca humanidad,preciso es resignarse á luchar con ella todala vida; pero es necesario tener siempre fija lavista sobre el mal, limitarle al menor círculo posible;y ya que no sea dado á nuestra debilidad elremediarlo del todo, al ménos no dejarle que progrese,evitar que cause los estragos que acostumbra.El hombre que en este punto sabe dominarseá si mismo, tiene mucho adelantado para conducirsebien; posee una cualidad rara que luegoproducirá sus buenos resultados, perfeccionandoy madurando el juicio, haciendo adelantar en elconocimiento de las cosas y de los hombres, yadquiriendo esa misma alabanza que tanto mas semerece cuanto ménos se busca.

Removido el óbice es mas fácil entrar en el buencamino; y libre la vista de esa niebla que la ofusca,no es tan peligroso extraviarse.[Pg 256]

§ XXI.

No es solo la soberbia lo que nos induce á error al proponernosun fin.

Para proponerse acertadamente un fin, es necesariocomprender perfectamente la posicion delque le ha de alcanzar. Y aquí repetiré lo que llevoindicado mas arriba, y es que son muchos loshombres que marchan á la aventura, ya sea nofijándose en un fin bien determinado, ya no calculandola relacion que este tiene con los medios deque se puede disponer. En la vida privada como enla pública, es tarea harto difícil el comprenderbien la posicion propia: el hombre se forma mililusiones, que le hacen equivocar sobre el alcancede sus fuerzas, y la oportunidad de desplegarlas.Sucede con mucha frecuencia que la vanidad lasexagera, pero como el corazón humano es unabismo de contradicciones, tampoco es raro el verque la pusilanimidad las disminuye mas de lo justo.Los hombres levantan con demasiada facilidad encumbradastorres de Babel, con la insensata esperanzade que la cima podrá tocar al cielo: perotambien les acontece desistir pusilánimes, hastade la construccion de una modesta vivienda. Verdaderosniños que ora creen poder tocar el cielocon la mano, en subiendo á una colina, ora tomanpor estrellas que brillan á inmensa distancia en lomas elevado del firmamento, bajas y pasajerasexhalaciones de la atmósfera sublunar. Quizas seatreven á mas de lo que pueden; pero á veces nopueden porque no se atreven.[Pg 257]

¿Cuál será en estos casos el verdadero criterio?Pregunta á que es difícil contestar, y sobre la cualsolo caben reflexiones muy vagas. El primer obstáculoque se encuentra es que el hombre se conocepoco á sí mismo; y entónces, ¿cómo sabrá lo quepuede y lo que no puede? Se dirá que con la experiencia;es cierto; pero el mal está en que esaexperiencia es larga, y que á veces da su frutocuando la vida toca á su término.

No digo que ese criterio sea imposible; muy alcontrario, en varias partes de esta misma obraindico los medios para adquirirle. Señalo la dificultad,pero no afirmo la imposibilidad: la dificultaddebe inspirarnos diligencia, mas no producirnosabatimiento.

§ XXII.

Desarrollo de fuerzas latentes.

Hay en el espíritu humano muchas fuerzas quepermanecen en estado de latentes hasta que la ocasionlas despierta y aviva; el que las posee no losospecha siquiera, quizas baja al sepulcro sin habertenido conciencia de aquel precioso tesoro, sinque un rayo de luz reflejara en aquel diamante quehubiera podido embellecer la mas esplendentediadema.

¡Cuántas veces una escena, una lectura, unapalabra, una indicacion, remueve el fondo del almay hace brotar de ella inspiraciones misteriosas!Fria, endurecida, inerte ahora, y un momentodespues surge de ella un raudal de fuego que nadiesospechara oculto en sus entrañas.

¿Qué ha[Pg 258]sucedido? se ha removido un pequeño obstáculoque impedia la comunicacion con el aire libre,se ha presentado á la masa eléctrica un puntoatrayente, y el fluido se ha comunicado y dilatadocon la celeridad del pensamiento.

El espíritu se desenvuelve con el trato, con lalectura, con los viajes, con la presencia de grandesespectáculos; no tanto por lo que recibe de fuera,como por lo que descubre dentro de sí.

¿Qué leimporta el haber olvidado lo visto ú oido ó leído,si se mantiene viva la facultad que el afortunadoencuentro le revelara? el fuego prendió, arde sinextinguirse, poco importa que se haya perdidola tea.

Las facultades intelectuales y morales se excitantambien como las pasiones. A veces un corazoninexperto duerme tranquilamente el sueño de lainocencia: sus pensamientos son puros como losde un ángel, sus ilusiones cándidas como el copode nieve que cubre de blanquísima alfombra la dilatadallanura; pasó un instante; se ha corrido unvelo misterioso; el mundo de la inocencia y de lacalma desapareció, y el horizonte se ha convertidoen un mar de fuego y de borrascas. ¿Qué ha sucedido?Ha mediado una lectura, una conversacionimprudente, la presencia de un objeto seductor.Hé aquí la historia del dispertar de muchas facultadesdel alma. Criada para estar unida con elcuerpo con lazo incomprensible, y para ponerseen relacion con sus semejantes, tiene como ligadasalgunas de sus facultades hasta que una impresionexterior viene á desenvolverlas.

Si supiéramos de qué disposiciones nos ha dotado[Pg 259]el Autor de la naturaleza no seria difícil ponerlasen accion, ofreciéndoles el objeto que masse les adapta, y que por lo mismo las excita y desarrolla;pero como al encontrarse el hombre engolfadoen la carrera de la vida, ya le es muchasveces imposible volver atras, deshaciendo todo elcamino que la educacion y la profesion escogidaó impuesta le han hecho andar, es necesario queacepte las cosas tales como son, aprovechándosede lo bueno, y evitando lo malo en lo que le seaposible.

§ XXIII.

Al proponernos un fin debemos guardarnos de la presunciony de la excesiva desconfianza.

Sea cual fuere su carrera, su posicion en lasociedad, sus talentos, inclinaciones ó índole,nunca el hombre debe prescindir de emplear surazon, ya sea para prefijarse con acierto el fin, yapara echar mano de los medios mas á propósitopara llegar á el.

El fin ha de ser proporcionado á los medios, yestos son las fuerzas intelectuales, morales ó fisicasy demas recursos de que se puede disponer. Proponerseun blanco fuera del alcance, es gastarinútilmente las fuerzas; así como es desperdiciarlas,exponiéndolas á disminuirse por falta de ejercicio,el no aspirar á lo que la razon y la experienciadicen que se puede llegar.[Pg 260]

§ XXIV.

La pereza.

Si bien es cierto que la prudencia aconseja sermas bien desconfiado que presuntuoso, y que porlo mismo no conviene entregarse con facilidad áempresas arduas, tambien importa no olvidar quela resistencia á las sugestiones del orgullo ó de lavanidad, puede muy bien explotarla la pereza.

La soberbia es sin duda un mal consejero, nosolo por el objeto á que nos conduce, sino tambienpor la dificultad que hay en guardarse de sus insidiososamaños; pero es seguro que poco falta sino encuentra en la pereza una digna competidora.El hombre ama las riquezas, la gloria, los placeres,pero tambien ama mucho el no hacer nada; estoes para él un verdadero goce, al que sacrifica ámenudo su reputacion y bienestar. Dios conociabien la naturaleza humana, cuando la castigó conel trabajo; el comer el pan con el sudor de su rostroes para el hombre una pena continua, y frecuentementemuy dura.

§ XXV.

Una ventaja de la pereza sobre las demas pasiones.

La pereza, es decir, la pasion de la inaccion,tiene para triunfar, una ventaja sobre las demaspasiones, y es que no exige nada; su objeto esuna pura negacion. Para conquistar un alto puestoes preciso mucha actividad, constancia, esfuerzos;para granjearse brillante nombradía es necesario[Pg 261]presentar títulos que la merezcan, y estos no seadquieren sin largas y penosas fatigas; para acumularriquezas es indispensable atinada combinaciony perseverante trabajo; hasta los placeres masmuelles no se disfrutan si no se anda en busca deellos, y no se emplean los medios conducentes.Todas las pasiones, para el logro de su objeto,exigen algo; solo la pereza no exige nada. Mejorla contentais sentado que en pié, mejor echadoque sentado, mejor soñoliento que bien dispierto.Parece ser la tendencia á la misma nada; la nadaes al ménos su solo límite; cuanto mas se acercaá ella el perezoso, en su modo de ser, mejor está.

§ XXVI.

Orígen de la pereza.

El orígen de la pereza se halla en nuestra mismaorganizacion, y en el modo con que se ejercennuestras funciones. En todo acto hay un gasto defuerza, hay pues un principio de cansancio, y porconsiguiente de sufrimiento. Cuando la pérdida esinsignificante, y solo ha trascurrido el tiempo necesariopara desplegar la accion de los órganos ómiembros, no hay sufrimiento todavía, y hastapuede sentirse placer; mas bien pronto la pérdidase hace sensible, y el cansancio empieza. Por estacausa no hay perezoso que no emprenda repetidasveces y con gusto algunos trabajos; y quizas porla misma razon tambien, los mas vivos no son losmas laboriosos. La intensidad con que ponen enejercicio sus fuerzas, debe de excitar en ellos maspronto que en otros, la sensacion de cansancio;[Pg 262]por cuyo motivo, se acostumbrarán mas fácilmenteá mirar el trabajo con aversion.

§ XXVII.

Pereza del espíritu.

Como el ejercicio de las facultades intelectualesy morales necesita la concomitancia de ciertas funcionesorgánicas, la pereza tiene lugar en los actosdel espíritu como en los del cuerpo. No es el espírituquien se cansa, sino los órganos corporales que lesirven; pero el resultado viene á ser el mismo. Asíes que hay á veces una pereza de pensar y aun dequerer, tan poderosa como la de hacer cualquiertrabajo corpóreo. Y es de notar que estas dos clasesde pereza no siempre son simultáneas, pudiendoexistir la una sin la otra. La experiencia atestiguaque la fatiga puramente corporal, ó del sistemamuscular, no siempre produce postracion intelectualy moral; y no es raro estar sumamente fatigadode cuerpo, y sentir muy activas las facultadesdel espíritu. Al contrario, despues de largos é intensostrabajos mentales, á veces se experimentaun verdadero placer en ejercitar las fuerzas físicas,cuando las intelectuales han llegado ya á un estadode completa postracion. Estos fenómenos no sondifíciles de explicar si se advierte que las alteracionesdel sistema muscular distan mucho de guardarproporcion con las del sistema nervioso.[Pg 263]

§ XXVIII.

Razones que confirman lo dicho sobre el orígen de la pereza.

En prueba de que la pereza es un instinto deprecaucion contra el sufrimiento que nace delejercicio de las facultades, se puede observar:1º. que cuando este ejercicio produce placer, nosolo no hay repugnancia á la accion, sino que hayinclinacion hácia ella; 2º. que la repugnancia altrabajo es mas poderosa ántes de empezarle, porqueentónces es necesario un esfuerzo para poneren accion los órganos ó miembros; 3º. que la repugnanciaes nula cuando desplegado ya el movimiento,no ha trascurrido aun el tiempo suficientepara hacer sentir el cansancio que nace del quebrantode las fuerzas; 4º. que la repugnancia renace,y se aumenta á medida que este quebrantose verifica; 5º. que los mas vivos adolecen mas deeste mal porque experimentan ántes al sufrimiento;6º. que los de índole versátil y lijera, suelen tenerel mismo defecto, por la sencilla razon de queá mas del esfuerzo que exige el trabajo, han demenester otro para sujetarse á sí mismos venciendosu propension á variar del objeto.

§ XXIX.

La inconstancia. Su naturaleza y orígen.

La inconstancia, que en apariencia no es mas queun exceso de actividad, pues que nos lleva continuamenteá ocuparnos de cosas diferentes, no esmas que la pereza bajo un velo hipócrita. El in[Pg 264]constantesustituye un trabajo á otro, porque asíse evita la molestia que experimenta con la necesidadde sujetar su atencion y accion á un objetodeterminado. Así es que todos los perezosos suelenser grandes proyectistas; porque el excogitarproyectos es cosa que ofrece campo á vastas divagaciones,que no exigen esfuerzo para sujetar elespíritu; tambien suelen ser amigos de emprendermuchas cosas, sucesiva ó simultáneamente, siemprecon el bien entendido de no llevar á cabo ninguna.

§ XXX.

Pruebas y aplicaciones.

Vemos á cada paso hombres cuyos intereses ydeberes reclaman ciertos trabajos no mas pesadosque los que ellos mismos se imponen: y no obstantedejan aquellos por estos, sacrificando á sugusto el interes y el deber. Han de despachar unexpediente, y le dejan intacto, á pesar de que nohabian de emplear en él ni la mitad del tiempo quehan gastado en correspondencias insignificantes.Han de avistarse con una persona para tratar unnegocio; no lo hacen, y andan mas camino, yconsumen mas tiempo y mas palabras, hablando decosas indiferentes. Han de acudir á una reuniondonde se han de ventilar asuntos de intereses: noignoran lo que se ha de tratar, y no habrian de hacergrande esfuerzo para enterarse de lo que ocurra,y dar con acierto su dictámen; pues no importa,aquellas horas reclamadas por sus intereses, lasconsumirán quizas disputando de política, deguerra, de ciencias, de literatura, de cualquie