que pasa!... ¿Ha tenido V. miedo de dormir sola?
—¡No sea V. desvergonzado, señor Juan! ¡Demasiado
sabe V. que a mí no me gustan sus bromas ni sus 88-10
veras! Lo que me pasa es una cosa muy sencilla: que
V. y el señor Corregidor han querido perderme; ¡pero
que se han llevado un solemne chasco! ¡Yo estoy aquí
sin tener de qué abochornarme, y el señor Corregidor
se queda en el molino muriéndose!... 88-15
—¡Muriéndose el Corregidor! (exclamó su subordinado).
Señora, ¿sabe V. lo que se dice?
—¡Lo que V. oye! Se ha caído en el caz, y casi
se ha ahogado, o ha cogido una pulmonía, o yo no sé...
¡Eso es cuenta de la Corregidora! Yo vengo a 88-20
buscar a mi marido, sin perjuicio de salir mañana mismo
para Madrid, donde le contaré al Rey....
—¡Demonio, demonio! (murmuró el Sr. Juan López).—
¡A
ver,
Manuela!...
¡muchacha!...
Anda
y
aparéjame la mulilla....—Señá Frasquita al molino 88-25
voy.... ¡Desgraciada de V. si le ha hecho algún
daño al señor Corregidor!
—¡Señor Alcalde, señor Alcalde! (exclamó en esto
Toñuelo, entrando más muerto que vivo). El tío Lucas
no está en el pajar. Su burra no se halla tampoco en 88-30 89
los pesebres, y la puerta del corral esta abierta....
¡De modo que el pájaro se ha escapado!
—¿Qué estás diciendo?—gritó el señor Juan López.
—¡Virgen del Carmen! ¿Qué va a pasar en mi
casa? (exclamó la señá Frasquita). ¡Corramos, señor 89-5
Alcalde; no perdamos tiempo!... Mi marido va a
matar al Corregidor al encontrarlo allí a estas horas....
—¿Luego V. cree que el tío Lucas está en el molino?
—¿Pues no lo he de creer?—Digo más... cuando
yo venía me he cruzado con él sin conocerlo. ¡Él era 89-10
sin duda uno que echaba yescas en medio de un
sembrado!—¡Dios
mío!
¡Cuando
piensa
una
que
los
animales tienen más entendimiento que las personas!—
Porque
ha de saber V., señor Juan, que indudablemente
nuestras dos burras se reconocieron y se saludaron, 89-15
mientras que mi Lucas y yo ni nos saludamos ni
nos reconocimos.... ¡Antes bien huimos el uno del
otro, tomándonos mutuamente por espías!...
—¡Bueno está su Lucas de V.! (replicó el Alcalde).—En
fin, vamos andando, y ya veremos lo que hay que 89-20
hacer con todos Vds. ¡Conmigo no se juega! ¡Yo
soy el Rey!... Pero no un rey como el que ahora
tenemos en Madrid, o sea en el Pardo, sino como aquel
que hubo en Sevilla, a quien llamaban D. Pedro el
Cruel.—¡A ver, Manuela! ¡Tráeme el bastón, y dile 89-25
a tu ama que me marcho!
Obedeció la sirvienta (que era por cierto más buena
moza de lo que convenía a la Alcaldesa y a la moral),
y, como la mulilla del Sr. Juan López estuviese ya
aparejada,
la señá Frasquita y él salieron para el molino, 89-30
seguidos del indispensable Toñuelo. 90
XXV
LA ESTRELLA DE GARDUÑA
PRECEDÁMOSLES nosotros, supuesto que tenemos carta
blanca para andar más de prisa que nadie.
Garduña se hallaba ya de vuelta en el molino, después
de haber buscado a la señá Frasquita por todas las
calles de la Ciudad. 90-5
El astuto Alguacil había tocado de camino en el
Corregimiento, donde lo encontró todo muy sosegado.
Las puertas seguían abiertas como en medio del día,
según es costumbre cuando la Autoridad está en la calle
ejerciendo sus sagradas funciones. Dormitaban en la 90-10
meseta de la escalera y en el recibimiento otros alguaciles
y ministros, esperando descansadamente a su amo;
mas, cuando sintieron llegar a Garduña, desperezáronse
dos o tres de ellos, y le preguntaron al que era su decano
y jefe inmediato: 90-15
—¿Viene ya el señor?
—¡Ni
por
asomo!—Estaos
quietos.—Vengo
a
saber si ha habido novedad en la casa....
—Ninguna.
—¿Y la Señora? 90-20
—Recogida en sus aposentos.
—¿No ha entrado una mujer por estas puertas hace
poco? 91
—Nadie ha parecido por aquí en toda la noche....
—Pues no dejéis entrar a persona alguna, sea quien
sea y diga lo que diga. ¡Al contrario! Echadle mano
al mismo lucero del alba que venga a preguntar por el
Señor o por la Señora, y llevadlo a la cárcel. 91-5
—¿Parece que esta noche se anda a caza de pájaros
de cuenta?—preguntó uno de los esbirros.
—¡Caza mayor!—añadió otro.
—¡Mayúscula! (respondió Garduña solemnemente.)
¡Figuraos si la cosa será delicada, cuando el señor 91-10
Corregidor y yo hacemos la batida por nosotros
mismos!...—Conque...
hasta
luego,
buenas
piezas,
y
¡mucho ojo!
—Vaya V. con Dios, señor Bastián,—repusieron
todos, saludando a Garduña. 91-15
—¡Mi estrella se eclipsa! (murmuró éste al salir del
Corregimiento.) ¡Hasta las mujeres me engañan! La
Molinera se encaminó al Lugar en busca de su esposo,
en vez de venirse a la Ciudad...—¡Pobre Garduña!
¿Qué se ha hecho de tu olfato? 91-20
Y, discurriendo de este modo, tomó la vuelta del
molino.
Razón tenía el Alguacil para echar de menos su
antiguo olfato, pues que no venteó a un hombre que se
escondía en aquel momento detrás de unos mimbres, a 91-25
poca distancia de la ramblilla, y el cual exclamó para
su capote, o más bien para su capa de grana:
—¡Guarda, Pablo! ¡Por allí viene Garduña!...
Es menester que no me vea....
Era el tío Lucas, vestido de Corregidor, que se dirigía 91-
30 92
a la Ciudad, repitiendo de vez en cuando su diabólica
frase:
—¡También la Corregidora es guapa!
Pasó Garduña sin verlo, y el falso Corregidor dejó
su escondite y penetró en la población... 92-5
Poco después llegaba el Alguacil al molino, según
dejamos indicado. 93
XXVI
REACCIÓN
EL Corregidor seguía en la cama, tal y como acababa
de verlo el tío Lucas por el ojo de la llave.
—¡Qué bien sudo, Garduña! ¡Me he salvado de
una enfermedad! (exclamó tan luego como penetró el
Alguacil en la estancia).—¿Y la señá Frasquita? ¿Has 93-5
dado con ella? ¿Viene contigo? ¿Ha hablado con la
Señora?
—La Molinera, señor (respondió Garduña con angustiado
acento), me engañó como a un pobre hombre;
pues no se fue a la Ciudad, sino al pueblecillo..., en 93-10
busca de su esposo.—Perdone Usía la torpeza...
—¡Mejor! ¡mejor! (dijo el madrileño, con los ojos
chispeantes de maldad). ¡Todo se ha salvado entonces!
Antes de que amanezca estarán caminando para las
cárceles de la Inquisición, atados codo con codo, el tío 93-15
Lucas y la señá Frasquita, y allí se pudrirán sin tener
a quien contarle sus aventuras de esta noche.—Tráeme
la ropa, Garduña, que ya estará seca... ¡Tráemela,
y vísteme! ¡El amante se va a convertir en
Corregidor!... 93-20
Garduña bajó a la cocina por la ropa.
. . . . . . . . . . .
94
XXVII
¡FAVOR AL REY!
ENTRETANTO, la señá Frasquita, el Sr. Juan López y
Toñuelo avanzaban hacia el molino, al cual llegaron
pocos minutos después.
—¡Yo entraré delante! (exclamó el Alcalde de
monterilla).
¡Para
algo
soy
la
Autoridad!—Sígueme,
94-5
Toñuelo, y V., sená Frasquita, espérese a la puerta
hasta que yo la llame.
Penetró, pues, el Sr. Juan López bajo la parra, donde
vio a la luz de la luna un hombre casi jorobado, vestido
como solía el Molinero, con chupetín y calzón de paño 94-
10
pardo, faja negra, medias azules, montera murciana de
felpa, y el capote de monte al hombro.
—¡Él es! (gritó el Alcalde). ¡Favor al Rey!—¡Entréguese
V., tío Lucas!
El hombre de la montera intentó meterse en el molino. 94-
15
—¡Date!—gritó a su vez Toñuelo, saltando sobre
él, cogiéndolo por el pescuezo, aplicándole una rodilla
al espinazo y haciéndole rodar por tierra.
Al mismo tiempo, otra especie de fiera saltó sobre
Toñuelo, y, agarrándolo de la cintura, lo tiró sobre el 94-20
empedrado y principió a darle de bofetones.
Era la señá Frasquita, que exclamaba:
—¡Tunante! ¡Deja a mi Lucas!
Pero, en esto, otra persona, que había aparecido
llevando95
del
diestro
una
borrica,
metiose
resueltamente
entre los dos, y trató de salvar a Toñuelo...
Era Garduña, que, tomando al Alguacil del Lugar
por D. Eugenio de Zúñiga, le decía a la Molinera:
—¡Señora, respete V. a mi amo! 95-5
Y la derribó de espaldas sobre el lugareño.
La seña Frasquita, viéndose entre dos fuegos, descargó
entonces a Garduña tal revés en medio del estómago,
que le hizo caer de boca tan largo como era.
Y, con él, ya eran cuatro las personas que rodaban 95-10
por el suelo.
El Sr. Juan López impedía entretanto levantarse al
supuesto tío Lucas, teniéndole plantado un pie sobre los
riñones.
—¡Garduña! ¡Socorro! ¡Favor al Rey! ¡Yo soy 95-15
el Corregidor!—gritó al fin Don Eugenio, sintiendo
que la pezuña del Alcalde, calzada con albarca de piel
de toro, lo reventaba materialmente.
—¡El Corregidor! ¡Pues es verdad!—dijo el Sr.
Juan López, lleno de asombro... 95-20
—¡El Corregidor!—repitieron todos.
Y pronto estuvieron de pie los cuatro derribados.
—¡Todo el mundo a la cárcel! (exclamó D. Eugenio
de Zúñiga). ¡Todo el mundo a la horca!
—Pero, señor... (observó el Sr. Juan López, poniéndose
95-25
de
rodillas).—¡Perdone
Usía
que
lo
haya
maltratado! ¿Cómo había de conocer a Usía con esa
ropa tan ordinaria?
—¡Bárbaro! (replicó el Corregidor): ¡alguna había
de ponerme! ¿No sabes que me han robado la mía? 95-30 96
¿No sabes que una compañía de ladrones, mandada por
el tío Lucas...
—¡Miente V.!—gritó la navarra.
—Escúcheme V., señá Frasquita (le dijo Garduña,
llamándola aparte).—Con permiso del señor Corregidor 96-
5
y la compaña...—¡Si V. no arregla esto, nos van
a ahorcar a todos, empezando por el tío Lucas!...
—Pues ¿qué ocurre?—preguntó la señá Frasquita.
—Que el tío Lucas anda a estas horas por la Ciudad
vestido de Corregidor..., y que Dios sabe si habrá 96-10
llegado con su disfraz hasta el propio dormitorio de la
Corregidora.
Y el Alguacil le refirió en cuatro palabras todo lo que
ya sabemos.
—¡Jesús! (exclamó la Molinera). ¡Conque mi marido 96-
15
me cree deshonrada! ¡Conque ha ido a la Ciudad
a vengarse!—¡Vamos, vamos a la Ciudad, y justificadme
a los ojos de mi Lucas!
—¡Vamos a la Ciudad, e impidamos que ese hombre
hable con mi mujer y le cuente todas las majaderías que 96-
20
se haya figurado! (dijo el Corregidor, arrimándose a
una de las burras).—Deme V. un pie para montar,
señor Alcalde.
—Vamos a la Ciudad, sí... (añadió Garduña); ¡y
quiera el cielo, señor Corregidor, que el tío Lucas, 96-25
amparado por su vestimenta, se haya contentado con
hablarle a la Señora!
—¿Qué dices, desgraciado? (prorrumpió D. Eugenio
de Zúñiga). ¿Crees tú a ese villano capaz?...
—¡De todo!—contestó la señá Frasquita. 96-3097
XXVIII
¡AVE MARÍA PURÍSIMA! ¡LAS DOCE Y MEDIA Y
SERENO!
ASÍ gritaba por las calles de la Ciudad quien tenía
facultades para tanto, cuando la Molinera y el Corregidor,
cada cual en una de las burras del molino, el Sr.
Juan López en su mula, y los dos alguaciles andando,
llegaron a la puerta del Corregimiento. 97-5
La puerta estaba cerrada.
Dijérase que para el Gobierno, lo mismo que para los
gobernados, había concluido todo por aquel día.
—¡Malo!—pensó Garduña.
Y llamó con el aldabón dos o tres veces. 97-10
Pasó mucho tiempo, y ni abrieron, ni contestaron.
La señá Frasquita estaba más amarilla que la cera.
El Corregidor se había comido ya todas las uñas de
ambas manos.
Nadie decía una palabra. 97-15
¡Pum!...
¡Pum!...
¡Pum!...—golpes
y
más
golpes a la puerta del Corregimiento (aplicados
sucesivamente
por
los
dos
alguaciles
y
por
el
Sr.
Juan
López)...—Y
¡nada!
¡No
respondía
nadie!
¡No
abrían! ¡No se movía una mosca! 97-20
Sólo se oía el claro rumor de los caños de una fuente
que había en el patio de la casa.
Y de esta manera transcurrían minutos, largos como
eternidades. 98
Al fin, cerca de la una, abriose un ventanillo del piso
segundo, y dijo una voz femenina:
—¿Quién?
—Es la voz del ama de leche...—murmuró
Garduña. 98-5
—¡Yo! (respondió D. Eugenio de Zúñiga).—¡Abrid!
Pasó un instante de silencio.
—¿Y quién es V.?—replicó luego la nodriza.
—¿Pues no me está V. oyendo?—¡Soy el amo!...
¡el Corregidor!... 98-10
Hubo otra pausa.
—¡Vaya V. mucho con Dios! (repuso la buena
mujer).—Mi amo vino hace una hora, y se acostó en
seguida.—¡Acuéstense Vds. también, y duerman el
vino que tendrán en el cuerpo! 98-15
Y la ventana se cerró de golpe.
La señá Frasquita se cubrió el rostro con las manos.
—¡Ama! (tronó el Corregidor, fuera de sí). ¿No
oye V. que le digo que abra la puerta? ¿No oye V.
que soy yo? ¿Quiere V. que la ahorque también? 98-20
La ventana volvió a abrirse.
—Pero vamos a ver... (expuso el ama). ¿Quién
es V. para dar esos gritos?
—¡Soy el Corregidor!
—¡Dale, bola! ¿No le digo a V. que el señor Corregidor
98-25
vino antes de las doce..., y que yo lo vi con
mis propios ojos encerrarse en las habitaciones de la
Señora? ¿Se quiere V. divertir conmigo?—¡Pues
espere V..., y verá lo que le pasa!
Al mismo tiempo se abrió repentinamente la puerta, 98-
30 99
y una nube de criados y ministriles, provistos de sendos
garrotes, se lanzó sobre los de afuera, exclamando
furiosamente:
—¡A ver! ¿Dónde está ese que dice que es el Corregidor?
¿Dónde
está
ese
chusco?
¿Dónde
está
99-5
ese borracho?
Y se armó un lío de todos los demonios en medio de
la obscuridad, sin que nadie pudiera entenderse, y no
dejando de recibir algunos palos el Corregidor, Garduña,
el Sr. Juan López y Toñuelo. 99-10
Era la segunda paliza que le costaba a D. Eugenio
su aventura de aquella noche, además del remojón que
se dio en el caz del molino.
La señá Frasquita, apartada de aquel laberinto, lloraba
por la primera vez de su vida... 99-15
—¡Lucas! ¡Lucas! (decía). ¡Y has podido dudar
de mí! ¡Y has podido estrechar en tus brazos a otra!
—¡Ah! ¡Nuestra desventura no tiene ya remedio!100
XXIX
POST NUBILA... DIANA
—¿QUÉ escándalo es este?—dijo al fin una voz tranquila,
majestuosa y de gracioso timbre, resonando encima
de aquella baraúnda.
Todos levantaron la cabeza, y vieron a una mujer vestida
de negro, asomada al balcón principal del edificio. 100-5
—¡La Señora!—dijeron los criados, suspendiendo
la retreta de palos.
—¡Mi mujer!—tartamudeó D. Eugenio.
—Que pasen esos rústicos...—El señor Corregidor
dice que lo permite...—agregó la Corregidora. 100-10
Los criados cedieron el paso, y el de Zúñiga y sus
acompañantes penetraron en el portal y tomaron por la
escalera arriba.
Ningún reo ha subido al patíbulo con paso tan inseguro
y semblante tan demudado como el Corregidor 100-15
subía las escaleras de su casa.—Sin embargo, la idea
de su deshonra principiaba ya a descollar, con noble
egoísmo, por encima de todos los infortunios que había
causado y que lo afligían y sobre las demás ridiculeces
de la situación en que se hallaba... 100-20
—¡Antes que todo (iba pensando), soy un Zúñiga y
un Ponce de León!... ¡Ay de aquellos que lo hayan
echado en olvido! ¡Ay de mi mujer, si ha mancillado
mi nombre! 101
XXX
UNA SEÑORA DE CLASE
LA Corregidora recibió a su esposo y a la rústica
comitiva en el salón principal del Corregimiento.
Estaba sola, de pie, y con los ojos clavados en la
puerta.
Érase una principalísima dama, bastante joven todavía,
101-5
de plácida y severa hermosura, más propia del
pincel cristiano que del cincel gentílico, y estaba vestida
con toda la nobleza y seriedad que consentía el gusto
de la época. Su traje, de corta y estrecha falda y
mangas huecas y subidas, era de alepín negro: una 101-10
pañoleta de blonda blanca, algo amarillenta, velaba
sus admirables hombros, y larguísimos maniquetes o
mitones de tul negro cubrían la mayor parte de sus
alabastrinos
brazos.
Abanicábase
majestuosamente
con
un
pericón enorme, traído de las islas Filipinas, y empuñaba
101-15
con la otra mano un pañuelo de encaje, cuyos
cuatro picos colgaban simétricamente con una regularidad
sólo comparable a la de su actitud y menores
movimientos.
Aquella hermosa mujer tenía algo de reina y mucho 101-20
de abadesa, e infundía por ende veneración y miedo
a cuantos la miraban. Por lo demás, el atildamiento
de su traje a semejante hora, la gravedad de su continente
y las muchas luces que alumbraban el salón, 102
demostraban que la Corregidora se había esmerado en
dar a aquella escena una solemnidad teatral y un tinte
ceremonioso que contrastasen con el carácter villano y
grosero de la aventura de su marido.
Advertiremos, finalmente, que aquella señora se 102-5
llamaba Doña Mercedes Carrillo de Albornoz y Espinosa
de los Monteros, y que era hija, nieta, biznieta,
tataranieta y hasta vigésima nieta de la Ciudad, como
descendiente de sus ilustres conquistadores.—Su familia,
por razones de vanidad mundana, la había inducido 102-10
a casarse con el viejo y acaudalado Corregidor, y
ella, que de otro modo hubiera sido monja, pues su
vocación natural la iba llevando al claustro, consintió
en aquel doloroso sacrificio.
A la sazón tenía ya dos vástagos del arriscado madrileño,
102-15
y aún se susurraba que había otra vez moros en
la costa...
Conque volvamos a nuestro cuento. 103
XXXI
LA PENA DEL TALIÓN
¡MERCEDES! (exclamó el Corregidor al comparecer
delante
de
su
esposa).
Necesito
saber
inmediatamente....
—¡Hola, tío Lucas! ¿V. por aquí? (dijo la Corregidora,
interrumpiéndole).—¿Ocurre
alguna
desgracia
103-5
en el molino?
—¡Señora! ¡no estoy para chanzas! (repuso el Corregidor
hecho una fiera).—Antes de entrar en explicaciones
por mi parte, necesito saber qué ha sido de
mi honor.... 103-10
—¡Esa no es cuenta mía! ¿Acaso me lo ha dejado
V. a mí en depósito?
—Sí, Señora.... ¡A V.! (replicó D. Eugenio).—¡Las
mujeres
son
depositarias
del
honor
de
sus
maridos! 103-15
—Pues entonces, mi querido tío Lucas, pregúntele
V.
a
su
mujer....—Precisamente
nos
está
escuchando.
La señá Frasquita, que se había quedado a la puerta
del salón, lanzó una especie de