En la Mesa del Señor Biblia y Homosexualidad by Jácobo Schifter Sikora - HTML preview

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¿Debe tomarse en cuenta el contexto?

Mi maestro de religión judía, al que llamábamos Moré (palabra que quiere decir Maestro), tenía un rostro muy atractivo. Sin embargo, era cojo. Esto no me molestaba aunque mis compañeros se burlaban de él y decían que parecía un trompo cuando caminaba. Estaba casado con una mujer muy bonita. Pero nadie es perfecto: tenía mal aliento. Algo en su estómago producía un olor que liquidaba cualquier mosca que volara cerca. Mis compañeros juraban que era un placer tenerlo de visita en la casa, porque porque no se necesitaba mosquitero contra los temidos zancudos tropicales.

Una tarde el Moré se enfermó y no hubo clases de religión. No podíamos irnos para la casa hasta que pasaran por nosotros y debimos esperar en el aula. A mí no me preocupaba que el maestro estuviera enfermo, pero Aidita, a quien le gustaban sus lecciones, lo echaba de menos. Yo estaba feliz porque no tenía que leer la tarea que me puso, pero debía escribir una historia para explicarle a los compañeros qué era el “contexto” en la Biblia. La ausencia del maestro me sirvió para aclararle el contexto a Aidita.

¡Ay que le pasará al Moré! ¿De qué estará enfermo?

Ayer le olía la boca peor que nunca, seguro es que se le arruinó un libro.

¿Cómo que se le arruinó un libro?

Pues sí. Mi abuelo dice que Dios escribe libros y los publica con su aliento y el Moré debe hacer lo mismo. Pero a diferencia del Señor, él tiene tan mala pasta, o sea un ambiente tan podrido en su estómago, que las palabras le salen oliendo muy mal.

Esa es la cosa más rara que he oído en mi vida. El único

“contexto” que va a oler mal será el tuyo cuando se lo cuente al Moré.

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La noche anterior había estado pensando en cómo explicar lo que era el famoso “contexto”. Esa palabrita me confundía, porque en algunos casos el Moré estaba dispuesto a aceptar que la Biblia no podía leerse de manera literal y en otros sí. Cuando nos leía que Abraham había tenido como cinco hijos después de los 100 años, o que en el Arca de Noé cabían dos especies de cada animal, decía que ésto no era literal. En otras palabras, que ambas cosas eran imposibles de realizar (ni áun con el caldo de gallina de la abuela) y que debían ser interpretadas. Pero cuando leía un mandamiento o una ley del Levítico todo era literal y nada podía ser interpretado. Algo que me molestaba mucho era la prohibición de comer cerdo.

¿Pero si los chicharrones son riquísimos, Moré, ¿no será que antes era prohibido porque no sabían conservar la carne y ahora ya eso no es problema?

¡Jamás! Está muy claro que no podemos comer cerdo. Es una abominación.

¿Y no sería una abominación pedirle a Abraham que sacrificara a su hijo Isaac?

Para nada. Dios quería probar a Abraham.

¿Pero, acaso no es peor poner una prueba tan desagradable que comerse un chicharrón?

Yo estaba indignado. No me parecía correcto que Dios pidiera a un hombre realizar un sacrificio humano, aunque al final resultara un truco. Por un lado, la Biblia prohibía el sacrificio humano y, por otro, lo aceptaba. De no haber intervenido Dios a última hora, Abraham hubiera matado a su propio hijo. Por dicha que el Moré se enfermó ese día. Yo había llegado a la conclusión de que él leía el “contexto” cuando quería y le convenía y cuando no, tomaba las palabras al pie de la letra.

La Biblia (el Antiguo y el Nuevo Testamento), que es el testimonio de fe de un pueblo (el hebreo), es un libro que contiene la interpretación de cómo ese mismo pueblo vio su historia permeada por la actitud de un Dios testarudo, empecinado en 24

liberarlo de todo aquello que lo esclavizara individual o socialmente y le impidiera vivir bajo relaciones de justicia, equidad, paz y amor.

Es necesario entender que esta voluntad divina de liberación y de relaciones armónicas se da en una sociedad, en un contexto geográfico y en un tiempo determinados y que se sirvió de un idioma específico en una cosmovisión específica, de manera que el producto final (la Biblia y su mensaje liberador) estará mediatizado por todos estos elementos, que sirvieron de canal entre el emisor (Dios) y el receptor (usted y yo).

No fue sino hasta hace pocos años que los teólogos y biblistas tomaron consciencia de esta mediación, de manera que antes no se hizo una separación en la Biblia entre lo que era “voluntad divina” y lo que era “la cultura” en la cual, por decirlo de alguna manera, venía “envuelta” esa voluntad. Así, ellos tomaron el todo (fe y cultura) y lo aplicaron directamente.

Cuando los cristianos se enfrentan a un problema moral o de interpretación de su realidad recurren a la Biblia como libro esclarecedor, bajo el supuesto de que contiene un párrafo que habla explícitamente sobre el asunto en cuestión. Sin embargo, en numerosas oportunidades y sobre diversos temas el texto sagrado no contiene ese apartado, por lo cual la Iglesia ha recurrido a otro sistema: “torcer” el texto, ponerlo a decir lo que no dice.

El texto de la Biblia ha sido tergiversado para justificar la esclavitud. Fue manipulado durante la Inquisición, llegándose a extremos como acosar a Galileo por sustentar la teoría heliocéntrica en contra de la supuesta tesis bíblica. Otros lo han tergiversado para justificar la sumisión del negro y el indio ante el blanco o de la mujer ante el hombre. Algunos se oponen a la teoría de la evolución de Darwin por una deformada interpretación de los relatos etiológicos del Génesis.

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La esclavitud es defendida, por ejemplo, en la Epístola de Filemón y en otros pasajes: Efesios 6:5-9, Colosenses 3:22-41, Timoteo 6:1-2, Pedro 2:18. En la Epístola de Filemón, Pablo devuelve el esclavo Onésimo a su legítimo dueño, sin cuestionar la esclavitud como institución. Aunque el esclavo le había sido de gran ayuda, la ley romana lo obligaba a devolverlo.

En Colosenses 3:22-41 se dice: “Esclavos, obedezcan en todo a quienes en la Tierra son sus amos, no solamente cuando ellos los estén mirando, para quedar bien con ellos, sino de todo corazón sincero, por temor al Señor”. En Timoteo 6:1-2 se lee: “Los que están sometidos a esclavitud deben considerar a sus amos dignos de todo respeto, para que no se hable mal del nombre de Dios ni de nuestra enseñanza. Y si algunos tienen amos creyentes, que no dejen de respetarlos por ser sus hermanos en la fe”. En Pedro 2:18 se nos dice: “Sirvientes, sométanse con todo respeto a sus amos, no solamente a los buenos y comprensivos sino también a los malos”.

A la mujer también se le pide que se someta al hombre. En 1

Timoteo 2-4 se le prohíbe hablar en la iglesia: “La mujer debe escuchar la instrucción en silencio, con toda sumisión, y no permito que la mujer enseñe en público y domine al hombre.

Quiero que permanezca callada”.

A todos estos ejemplos se suma la persecución de los homosexuales y las lesbianas, amparada en unas pocas citas bíblicas fuera de contexto.

Durante muchos años la Iglesia se preocupó por sistematizar y ordenar los temas bíblicos, sin tomar en cuenta el tiempo y las circunstancias que mediaron para su surgimiento, de manera que poco a poco se fue perdiendo el concepto de hombre y de mujer como sujetos históricos, como sujetos de fe, al punto de dársele más importancia al acto de “pensar la fe” que al acto de vivirla.

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Con las nuevas corrientes teológicas se pudo desplazar a un segundo plano el hecho de pensar la fe (la Teología como acto primero) y apareció en un primerísimo lugar la “praxis de la fe”.

De esta manera, se logra que la palabra dicha por la Teología sea generada gracias a la experiencia obtenida mediante el acompañamiento, mediante la pastoral con los marginados, los oprimidos y vulnerables de la sociedad (la Teología como acto segundo).

Así se reduce la importancia de los teólogos que desde un escritorio escriben libros que sólo habrán de leer otros colegas suyos y éstos a su vez responderán a los primeros. Gracias a estas nuevas corrientes teológicas -la Teología Negra, la Teología Latinoamericana y otras-, la Biblia ha vuelto a ser un libro leído con y desde la perspectiva del pueblo, de los vulnerables de la sociedad, particularizados o singularizados no en posiciones intimistas sino en la realidad de una comunidad determinada.

Con el surgimiento de las llamadas “teologías de la liberación” se logra la liberación del ser humano, que ya no será producto de la especulación propia del pasado sino la síntesis de la interpretación de la fe, mediante las luchas del hombre y de la mujer por llegar a ser personas.

La Teología de la Liberación en América Latina, la Teología Negra en Africa y las nuevas corrientes teológicas del Primer Mundo -

como la holandesa- cuestionaron la Teología e hicieron una relectura del Texto Sagrado 9.

De hecho, la palabra sólo puede entenderse y hacerse propia cuando se hace “carne” en una situación histórica específica, con todas sus formas culturales particulares 10 .

9

Comisión Episcopal de Enseñanza y de Educación Religiosa. Nuevo Catecismo Holandés para adultos. Editorial Herder. Barcelona, 1969.

10

René C. Padilla. “La palabra interpretada”, Boletín Teológico Fraternidad Teológica Latinoamericana. México, Enero-Marzo 1981, p.1.

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