Este texto consiste en cuatro evangelios que cuentan la vida de Jesús, seguidos de los “Hechos” de los Apóstoles (un recuerdo de lo que pasó tras la muerte de Cristo) y Epístolas o cartas, muchas de Pablo, dirigidas a los primeros cristianos. Termina con el libro de la Revelación, un sueño misterioso de un tal Juan respecto al fin del mundo y el Juicio Final.
5 Richard Elliott Friedman. Who Wrote the Bible? Harper and Row, New York, 1987.
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Evangelio significa en griego “buenas noticias”. Ninguno de los evangelios tuvo como intención ser una biografía sino que fueron escritos por creyentes con un doble objetivo: documentar su convicción de que Cristo resucitado era el Mesías y persuadir a otros de unirse al culto. El propósito era hacer propaganda y no historia. De ahí la escasa atención, con muy pocas y específicas excepciones, que le prestan al Jesús histórico: existen lagunas enormes sobre su vida desde la infancia hasta el inicio de su prédica.
Los evangelios fueron escritos en griego, aunque la gente a la cual se refiere posiblemente hablaba arameo. Las primeras historias sobre Jesús fueron escritas en arameo y eran relatadas de boca en boca 50 años antes de que los evangelistas las tradujeran y escribieran.
Cerca del año 185 DC los evangelios fueron atribuidos a Mateo, Marcos, Lucas y Juan. Sin embargo, no sabemos quiénes eran ellos en realidad ni cuándo los escribieron. Era costumbre de la época atribuir escritos teológicos a personajes famosos, aunque éstos no los hubieran escrito 6.
Los nombres que se atribuyeron a estos evangelios se basaron en especulaciones de los padres de las comunidades cristianas primitivas. Muchas cartas atribuidas a Pablo tampoco fueron escritas por él. Por ejempo, se estima que Pablo no fue el autor de Colosenses y Tesalonicenses 2, sino que fueron escritas por sus discípulos una generación después de su muerte. Lo mismo sucede con la Epístola a los Efesios, que se cree proviene del año 90 DC 7 aproximadamente.
Es poco probable que el evangelio de Juan haya sido escrito por Juan el apóstol, por Juan de Efesio o por Juan el “amado 6 Un disidente de esta teoría es Carsten Peter Thiede. Según este experto, que los data mucho antes que otros especialistas, los evangelios sí fueron escritos por testigos oculares (Carsten Peter Thiede, Jesus: Life or Legend? A Lion Book, Oxford, Inglaterra, 1997).
7 Carl Lofmark, What is The Bible? Prometheus Books, New York, 1992.
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discípulo”. En vista de las diferencias lingüísticas, se considera que sus autores fueron varios discípulos de una comunidad cristiana primitiva.
El evangelio de Marcos, por su parte, se le atribuye a Juan Marcos, compañero de Pablo (Hechos 12:12, 2; 15:36-41; 2
Timoteo 4:11; Filemón 24). Esta sugerencia la hizo el líder cristiano Papias (150 DC). Sin embargo, Papias no es confiable porque era un evangelizador y propagandista que pretendía que se aceptara la Biblia como la verdadera por haber sido escrita por testigos oculares.
El mismo Papias nos dice que Mateo es el autor del otro evangelio (10-3) y se basa en que este evangelista llama al cobrador de impuestos con su propio nombre (Mateo) y no “Levi”, como lo hace Marcos (2-14). Sin embargo, Papias nos dice que fue escrito en hebreo, lo cual es falso ya que fue redactado en griego, como los otros.
Al evangelio de Lucas se le vincula con el médico compañero de Pablo que se menciona en Colocenses 4:14; Filemón 24, 2
Timoteo 4:11. Sin embargo, es muy poco probable la veracidad de este dato.
Los especialistas coinciden en que la sección más antigua del Nuevo Testamento son las epístolas de Pablo. Se cree que Pablo escribió sus cartas unos 20 años después de la muerte de Jesús, en el año 50. El Evangelio de Marcos fue escrito 40 años después de la muerte de Cristo, en el año 70. El de Mateo y el de Lucas se escribieron entre los años 80 y 100 DC y el de Juan de 100 a 150
DC. Estos evangelios serían canonizados -i.e. declarados oficiales-por el Concilio de Nicea en el año 325 DC.
En la redacción de los libros de la Biblia trabajaron aproximadamente 40 hombres (existen dudas sobre si participó alguna mujer). Aunque leamos proverbios de Salomón, “visiones de Daniel” o “Salmos de David”, ninguno de estos personajes los 21
escribió. Lo mismo sucedería en el Nuevo Testamento con muchas cartas de Pablo que no fueron escritas por él, o en el mismo evangelio de Mateo, que tampoco fue escrito por el apóstol de ese nombre.
Era común en el Mundo Antiguo atribuir la autoría de libros de sabiduría y leyes a profetas y a hombres famosos. Los que trataban de historias narradas se dejaban anónimos. De ahí que el nombre de los libros del Pentateuco lleve los nombres de sus primeras palabras y no de sus autores. Los libros de Oseas y Amos fueron atribuídos a estos profetas, pero seguramente fueron escritos por sus seguidores. Darles el nombre de profetas incrementaba la legitimidad de las enseñanzas y tenía una larga tradición y aceptación. No sería hasta el siglo XVII que Thomas Hobbes refutaría que Moisés fuera el autor del Pentateuco 8.
Esta tendencia a escribir y atribuirle las escrituras a personajes famosos y respetados hacía del Mundo Antiguo un paraíso para los plagiadores. Cualquiera podía escribir sus ideas teológicas y atribuirlas a un profeta de Israel o al mismo Cristo. Además, esa costumbre fomentaba la diversidad de las escrituras, ya que cada escriba podía imprimir su propia ortografía, palabra y pensamiento religioso. La existencia de varios manuscritos distintos de los mismos libros sagrados, tanto del Viejo como del Nuevo Testamento, es un buen ejemplo de ésto.
La Biblia no fue escrita por Dios sino por hombres de carne y hueso. la mayoría de los libros de ambos testamentos fue atribuida a personas legendarias o supuestos testigos oculares, lo cual era común en el Mundo Antiguo. Sin embargo, los verdaderos autores permanecen anónimos; sus intenciones no eran hacer historia o biografía sino convencer a sus pueblos de que aceptaran la voluntad divina a partir de los relatos.
8 Robin Lane Fox. The Unauthorized Version. Truth and Fiction in The Bible. Vintage Books, New York, 1993.
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