En la Mesa del Señor Biblia y Homosexualidad by Jácobo Schifter Sikora - HTML preview

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“Abominación”: ¿algo malo o algo impuro?

El Moré nos dijo un día que los homosexuales eran abominables y que la Biblia lo dice en los siguientes versículos: Levíticos 18:22

“No te acuestes con un hombre como si te acostaras con una mujer. Eso es una abominación.”

Levíticos 20:13:

“Si alguien se acuesta con varón como se hace con mujer, ambos han cometido abominación (toebah): morirán sin remedio; su sangre caerá sobre ellos”

Como yo sospechaba que podía ser uno de ellos, corrí donde mi madre a preguntarle qué significaba esa palabra.

Mamá, mamá, ¿qué es ser abominable?

Pues lo único abominable que conozco es el abominable hombre de las nieves.

¿Y quién es?

Es un monstruo que vive en Siberia, muy feo, que casi nadie ve.

¿Y todos los que son abominables se tienen que ir a vivir en la nieve?

Creo que sí. Son tan feos que nadie los quiere ver y se tienen que ir a esconder en la nieve.

Mamá, ¿hay nieve en Costa Rica?

¡Claro que no! Este es un país tropical.

¿En lugar de nieve se puede usar la harina?

Estoy segura. Lo que se necesita es que uno se cubra con algo blanco.

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Esa noche me embarré de harina en todo el cuerpo. Mi madre no entendió por qué se quedó sin hacer pan esa semana.

Estos dos pasajes del Levítico (18:22 y 20:13) que condenan el sexo entre hombres están localizados en un Código de Santidad.

La intención de estos códigos era proteger la identidad del pueblo hebreo ante las costumbres contaminantes de los pueblos vecinos. Se inicia precisamente con el capítulo 18 del Levítico, el cual dice: “No sigan las costumbres de Canaán, país al cual voy a llevarlos, ni vivan conforme a sus leyes”. Practicar las costumbres de este pueblo será para los judíos una “Toebah”, que en este caso se traduce como “abominación”. Sin embargo, esa traducción es incorrecta.

“Toebah” significa algo impuro, sucio, pero no algo moralmente incorrecto. Algo impuro consistía en violar las leyes rituales judías. Por ejemplo, era impuro comer ciertos animales; también algunas prácticas como mezclar dos hilos -por ejemplo, el algodón y el lino- en un tejido de ropa, o sembrar dos semillas distintas en un mismo surco o comer la carne con la leche. Otras cosas hacían impuras a las personas por períodos cortos: la menstruación, las emisiones nocturnas de semen, ir a un funeral o dar a luz.

¿Por qué eran impuras? Algunos dicen que por razones sanitarias, pero eso no es lógico: nadie se muere por vestir ropa hecha de algodón con poliéster. Ni siquiera tiene que ver con la enfermedad misma, ya que una lesión de lepra hace a una persona impura pero si ésta se extiende a todo el cuerpo “es puro porque se ha vuelto blanco” (Levíticos 13:13). Aparentemente, la consistencia era más importante que la salud.

Que algo sea impuro no significa que sea malo. De haber querido catalogarlo como algo moralmente malo, la palabra hebrea correcta hubiera sido “Zimah” en vez de “Toebah”. Esto mismo se demostraría cuando la Biblia Hebrea fue traducida por los judíos al griego entre 300 y 150 antes de Cristo. “Toebah” se traduciría 82

por “Bdelygma”, o sea algo impuro, no limpio desde el punto de vista ritual. No fue traducida como “Anomia”, que significa precisamente un pecado o algo intrínsecamente malo28.

Entre las ofensas rituales por las cuales se impone la muerte también está maldecir a los padres, el adulterio, el incesto y el bestialismo.

La condena de las prácticas homosexuales por “impuras” tiene como intención condenar lo exógeno a esta cultura:

“En toda la región cananea prevalecieron numerosas prácticas envilecedoras, entre las cuales se incluían la prostitución sagrada, la homosexualidad y diversos ritos orgiásticos. Fue la clase de religión con la que Israel, aún tomando mucho de la cultura de Canaán, nunca pudo pactar en buena conciencia.” 29

En otras palabras, se trata de un pecado en contra de la identidad hebrea más que de un acto punible per se. El mismo versículo 24

(Levítico 18:24) que se encuentra seguidamente dice: “No os hagáis impuros con ninguna de estas acciones, pues con ellas se han hecho impuras las naciones que yo voy a arrojar ante vosotros”. En el texto de Levítico 20:13, de nuevo está la misma prohibición y diez versos más adelante también aparece la causa por la cual ésto se considera una falta. El verso 23 dice: “No caminéis según las costumbres de las naciones que yo voy a expulsar ante vosotros”.

Nótese cómo, en los dos casos, el elemento que se usa para calificarlo de falta es una costumbre practicada por las naciones que los hebreos después habrán de atacar, destruir y expulsar de su tierra.

28 Daniel A. Helminiak. What the Bible Really Says About Homosexuality. Alamo Square Press. San Francisco, 1995.

29John Bright. Historia de Israel. Decleé de Brouwer. Bilbao, 1970, pp. 132-133.

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El hecho de que los judíos consideraran que algunas prácticas gentiles (no judías) no eran buenas o puras no significa que fueran necesariamente pecaminosas o moralmente malas. Dios, por ejemplo, demandaba a los judíos la circuncisión pero no así a los gentiles. Él mismo reconocía la bondad de los gentiles y no consideraba que fueran moralmente perversos porque no siguieran la Ley Judía.

Cristo vio la diferencia entre los ritos de pureza cúltica y lo bueno y lo malo. Para él, lo que importaba era la pureza del alma más que la práctica de ciertas reglas. Según Mateo, el mismo Cristo considera que las leyes cúlticas del Levítico sobre la comida son obsoletas, ya que lo que “entra por la boca del hombre no es lo que lo hace impuro. Al contrario, lo que hace impuro al hombre es lo que sale de su corazón”. Cristo no considera que lo más importante sea cumplir con la ceremonia de lavarse las manos antes de la comida sino lo que se tiene en los pensamientos o en el corazón (Mateo 15:10, 18-20).

Jesús objetaba la práctica religiosa como espectáculo para los demás. Consideraba incorrecto que la gente rezara, ayunara o diera limosna sin querer hacerlo en verdad, con el fin de impresionar a otros (Mateo 6:1, 6). Más bien elogiaba a la mujer pobre que daba menos monedas pero que lo hacía “con el corazón” (Mateo 5: 28).

Los primeros cristianos estuvieron de acuerdo con rechazar las demandas cúlticas de la religión judía. Los apóstoles y ancianos de la Iglesia decidieron dejar a un lado la circuncisión, a pesar de que la Biblia decía que “a menos que usted se someta al rito de la circuncisión, conforme a la práctica establecida por Moisés, no podrá ser salvo” (Hechos 15:1).

Pedro había llegado a la misma conclusión con respecto a las leyes de la dieta. Dios le dice que coma de animales considerados impuros porque “Lo que Dios ha purificado, no lo llames tú profano” (Hechos 10:11-15). Lo mismo sucede respecto a las 84

prácticas exigidas a los judíos. Para Pedro lo importante no era seguir las reglas cúlticas sino hacer el bien: “Ahora entiendo que Dios no hace diferencia entre una persona y otras sino que en cualquier nación acepta a los que reverencian y hacen lo bueno”

(Hechos 10:34).

Los que quieren atacar a los homosexuales usan estas reglas, a pesar de que el mismo Cristo las rechazaría. Sin embargo, otras condenas, aún más severas que las que se utilizaron contra los actos homosexuales, han sido convenientemente dejadas de lado.

Según la Biblia, la emisión de semen ensucia al hombre y así se ve también el acto sexual (Levítico 15:16-18). No obstante, hoy día ningún hombre que se “ensucie” así acudiría a una limpieza ritual. Pocos aceptarían ahora que la menstruación ensucia a la mujer y todo lo que ella toque y por lo tanto debe limpiarse ritualmente (Levítico 15:19 f). Las Sagradas Escrituras sostienen que los adúlteros deben ser asesinados (Levítico 20:10) y el deseo sexual es equiparado con el adulterio (Mateo 5:27). En Mateo 5:32

se indica que el divorcio no se justifica a menos que exista adulterio, mientras que casarse con una mujer divorciada equivale a cometer adulterio. En Corintios 14:34f se dice que en la iglesia las mujeres deben mantenerse calladas.

La misma Biblia condena la hipocresía de la manera más severa, pero a pocos teólogos y padres de la Iglesia se les ocurrió sostener que los hipócritas eran seres antinaturales y que debían ser segregados de la sociedad, como se haría con los homosexuales.

La usura ha sido condenada en la Biblia de manera más severa que la homosexualidad. A diferencia de esta última, la usura fue también rechazada por los filósofos del mundo antiguo como degradante, inmisericorde y contraria a la naturaleza, ya que violaba el principio que representaba un crecimiento “normal” del dinero (el prestamista no lo incrementaba con su trabajo). Los primeros teólogos interpretaron las palabras de Jesús “Dad sin esperar nada a cambio” (Lucas 6:35) como una extensión a los 85

cristianos de la prohibición levítica de la práctica de la usura entre los judíos. En el siglo XIV existían más condenas contra ésta que contra la homosexualidad. Pero la práctica demostraría ser más fuerte. En la actualidad no sólo se permite prestar dinero con intereses sino que las iglesias compran bonos y acciones en las casas de préstamos. Una más de las leyes que ha quedado en desuso.

Otra ley que ha quedado en el olvido es El Levirato, que ordena el matrimonio de una viuda sin hijos con uno de sus antiguos cuñados (Génesis 38:3). Lo que se busca es garantizar que la mujer continúe teniendo hijos, no dejar una matriz improductiva.

Sin embargo, hoy pocos hombres desposarían a su cuñada en caso de la muerte del hermano. Esto a pesar de que en el Génesis se dice que su incumplimiento desagradó tanto a Dios que por ello le segó la vida a Onán (Génesis 38:3).

Desde luego que todas estas leyes son relativas si se toma en cuenta la época, la cultura, la situación geográfica y la estructura de la sociedad. Lo que podríamos recuperar como una constante en todos los casos es la voluntad de Dios de que existan relaciones justas y de equidad. Lo demás, como si se come o no langosta, si se ama a un hombre o a una mujer o si se puede ir a la iglesia con los testículos magullados, son prohibiciones propias de una cultura y no de Dios.

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