Los evangelistas estaban conscientes de las acusaciones contra Cristo. La mayoría de los judíos no quiso aceptarlo como Mesías.
La hostilidad que se muestra en los evangelios hacia los escribas, fariseos, ricos y académicos es muy obvia: ellos eran los que conocían bien las Antiguas Escrituras y tenían la capacidad de refutar los argumentos cristianos. Los argumentos de los no creyentes eran los siguientes:
1.
Cristo no era descendiente de David y no podía ser el Mesías.
2.
Cristo no sabía leer ni escribir.
3.
Cristo no había nacido en Belén como se había profetizado en Isaías.
4.
Cristo era hijo ilegítimo.
5.
El Reino de Dios no llegó.
6.
Cristo no resucitó, sus seguidores lo sacaron de la tumba67.
7.
Cristo era un mago y un falso profeta.
1. Resulta curioso que el Evangelio de Marcos no diga nada de la descendencia de Cristo de la casa de David. Las genealogías están sólo en Lucas y Mateo y ya vimos que ambas difieren y se contradicen entre sí. Las genealogías tienen como función refutar las críticas de los no creyentes, según los cuales Cristo no descendía del Rey David. Es muy probable que las genealogías fueran inventadas por los evangelistas para “hacer que la historia calzara”.
67 Joseph Hoffmann. Jesus Outside the Gospels. Prometheus Books. New York, 1984, pág. 25. E. P.
Sanders. The Historical Figure of Jesus. Penguin Books. UK. 1993, pág. 72.
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2. Cristo pertenecía a la clase pobre. En la Palestina de la época, el 97% de la población era analfabeta y un carpintero pertenecía a la clase más pobre. Sólo los muy ricos podían darse el lujo de aprender a leer y escribir. Debemos presumir que Cristo no pudo hacerlo68. Para contrarrestar esta crítica, Lucas pone a Jesús a los 12 años discutiendo sobre teología con un rabino (Lucas 2:46-48).
Marcos lo describe leyendo a Isaías (Marcos 6:3). Esto demuestra que los evangelistas, ansiosos de que Cristo fuera aceptado por las clases más poderosas, se avergüenzan de su pobreza y empiezan a reconstruir, por omisión, sus orígenes humildes. El hecho de que no supiera leer o escribir hacía a Cristo más notable por su inteligencia, sin embargo, ésto no lo comparten ellos.
Después de todo, los evangelistas saben leer y escribir y provienen de las clases ricas; querían un Dios como ellos.
3. Hemos visto que Lucas y Mateo tratan de demostrar que Cristo nació en Belén (para cumplir con las profecías de Isaías), a pesar de que hizo su vida en Nazaret de Galilea (Mateo 1:15-16, Lucas 3: 23-36). Juan, por el contrario, no tiene conocimiento de que Jesús haya nacido en Belén: “Pero otros decían: No, porque el Mesías tiene que ser descendiente de David, y que no procederá de Belén, el mismo pueblo de donde era David” (Juan 7:41-42).
Lucas y Mateo tienen historias distintas. En una, María y José vuelven a Belén para cumplir con un censo romano, en otra, están en Belén pero deben huir a Egipto para evitar la matanza de Herodes y luego deciden no regresar allí sino ir a Nazaret. El hecho de que Juan y Marcos no supieran nada sobre el nacimiento de Jesús hace que las historias de Lucas y Mateo no sean confiables.
4. Marcos no dice que Cristo nació de una virgen, sin embargo, no se trata de un detalle como para pasarlo por alto. Para los otros evangelistas, conscientes de las críticas de los no creyentes, era importante demostrar que Cristo no era el hijo ilegítimo de un soldado romano llamado Pandera, como se escribió en el Talmud 68 John Dominic Crossan. Jesus, A Revolutionary Biography. Harper. San Francisco, 1993, pág.25.
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(el libro judío de comentarios sobre leyes y tradiciones)69. Algunos especialistas creen que la historia de su nacimiento de una virgen fue inventada para que las profecías de Isaías se cumplieran al pie de la letra. Pero como hemos visto, estas profecías no dicen que el Mesías nacería de una virgen sino de una mujer joven (Isaías 7:14)). Los evangelistas leyeron una mala traducción al griego de una palabra originalmente hebrea.
5. Para contestar a los no creyentes que dudaban de la resurrección era necesario añadirle al evangelio de Marcos algunos aspectos. Uno de ellos fue incluir que había guardias en la tumba de Cristo. Además, Mateo nos dice que Pilatos pidió a los guardias que “aseguraran” el sepulcro y éstos pusieron un “sello”
(Mateo 27:62-66). Finalmente, se agrega el soborno de los soldados. Según Mateo, los judíos les dijeron “ustedes digan que durante la noche, mientras dormían, los discípulos de Jesús vinieron y robaron el cuerpo” (Mateo 28:13). Con ésto se contestaba la acusación de que el cuerpo había sido robado por los discípulos en vez de haber resucitado.
AL CONTRARIO, SE CONFIRMA LA ACUSACION
6. Cristo no quiso fundar una iglesia y tampoco consideró necesario preservar y transmitir sus enseñanzas. Su misión se dirigía a “las ovejas perdidas de la casa de Israel”, o sea, a los judíos (Mateo 15:24). Tampoco se veía a sí mismo como el Hijo del Hombre, sino que quería continuar el mensaje de Juan el Bautista y promover el arrepentimiento. Su mensaje, por lo menos para los discípulos, tenía que ver con el fin de los días en que el Hijo del Hombre, una oscura figura apocalíptica, tendría licencia para tomar control directo del Nuevo Reino (Marcos 14:62). Cristo y sus discípulos estaban tan convencidos de que el Nuevo Reino llegaría muy pronto que no era su misión escribir para la posteridad sino preparar a la gente.
Según las palabras de Cristo, “no pasará una generación” antes de que las señales (del advenimiento del Reino del Cielo) se 69 Joseph Hoffmann. Jesus Outside the Gospels. Prometheus, New York, 1984, pág. 43.
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hicieran evidentes (Marcos 13:30-32). En Mateo 10:23 se confirma que el fin del mundo está muy cerca: “Se los digo que no habrán ido a todos los pueblos de Israel cuando ya el Hijo del Hombre vendrá”. El movimiento cristiano primitivo estaba convencido de que Cristo reaparecería “inminentemente para cumplir su promesa” (Revelaciones 22:20; 1 Corintios 16:22). Esto mismo había predicado Juan el Bautista (Juan 1:37; 5:31f).
Estas palabras de Cristo fueron tan evidentes que los evangelistas no las pudieron cambiar. Sin embargo, pronto se verían en la necesidad de explicar por qué el regreso no se materializaba.
Como Juan el Bautista, Cristo había sido asesinado en circunstancias similares. La crucifixión representaba un duro golpe a las expectativas de Cristo y sus discípulos.
Pablo fue el primero en escribir sobre Cristo y reconoce que había
“falsos profetas” que predicaban a las comunidades cristianas (2
Corintios 11:12f). La polémica entre él y los apóstoles de Jerusalén se centraba en el carácter apocalíptico de la comunidad de Palestina, que le daba prioridad al tema del fin del mundo.(OK?) Pablo estaba de acuerdo en que el mundo se aproximaba a su fin, pero creía que la resurrección era más importante que la reaparición de Cristo al final de los tiempos (“parusía”). Pablo creía que Cristo había descendido al infierno y había vencido a Satán entre la crucifixión y la resurrección. Así, en su carta a los tesalonicenses, admite que no se sabe con exactitud cuándo será el regreso de Cristo “porque el regreso del Señor se dará como lo hace un ladrón en la noche” (Tes. 5: 1-3).
En otras palabras, era más importante para la fe cristiana saber que Cristo había resucitado que el hecho de saber que volvería.
Cristo dijo que la evangelización debía extenderse a toda Galilea; sin embargo, los evangelistas sienten la necesidad de propagarla por todo Israel (Mateo 10:23). Cuando ésto fracasó, la evangelización debía incluir el mundo más allá de los judíos (Mateo 28:19).
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Otro Pablo, que no es el mismo de las primeras cartas aunque se le atribuyen a él, vuelve a escribir sobre el asunto. Han pasado ya 40 años desde la muerte de Cristo y dos décadas desde la primera carta. La espera se ha prolongado y por eso es necesario aplazar el regreso. Este Pablo escribe que Cristo no vendrá hasta que el Imperio del Mal y el Emperador desaparezcan y hayan sido conquistados por el poder del bien, a saber, el cristianismo (2
Tesalonicenses 2:8).
También era necesario demostrar que Cristo profetizó su muerte y que nada había sucedido al azar. De ahí que, según los evangelistas, los discípulos no entendieran sus palabras cuando les dijo: “El Hijo del Hombre será entregado a las manos de los hombres… Pero ellos no entendieron lo que les decía” (Marcos 9:31-32). Con estos testimonios la Iglesia explicaba a los recién convertidos que:
1.
La pasión de Cristo no fue accidental, sino parte de un plan divino de redención.
2.
No sólo se profetizó que el Hijo del Hombre vendría, sino que debía sufrir y morir.
7. Justino Mártir fue el primero en aceptar que a Cristo se le acusaba de ser un falso profeta y un mago70. En un debate con un adversario llamado Trifo, en el año 160 DC, Justino replica que a Cristo se le acusaba falsamente de ser “un mago que engañaba a la gente”71. Sus adversarios sabían que con ésto lo desprestigiaban porque para los hebreos ser mago equivalía a ser un hereje (Deuteronomio 13: 5).
Mateo está consciente de la acusación y tiene un gran deseo de refutarla. El nos dice que a Cristo lo acusaban de ser “el príncipe de los demonios” (9:34, 10:25, 12:24, 27), pero que quienes estaban poseídos por “los siete espíritus del mal” eran los fariseos 70 Graham Stanton, Gospel, p. 157.
71 Ibid.
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(12: 43-5). Más adelante, Mateo recalca que Cristo no actúa por el demonio sino “por medio del Espíritu de Dios” (12:18, 28, 31-2).
Lucas tiene tres referencias de que a Jesús se le atribuía engañar a la gente (23: 2, 5, 14). Juan también reconoce que existían divisiones en el pueblo judío porque a Cristo lo acusaban de
“engañar a la gente” (7: 12). Juan refuta ésto con la historia de la captura de Cristo: los fariseos y los sumos sacerdotes habían enviado soldados a capturarlo. Pero Cristo los impresionó tanto que éstos decidieron no detenerlo. Cuando se les increpa porque lo dejaron ir, los soldados responden que “ningún hombre habla como él” (7: 46). Entonces Juan pone en boca de los fariseos la acusación tradicional: “¿A ustedes también los ha engañado?”.
Hemos visto cómo en este último apartado y en los anteriores los evangelistas modifican el texto, anticipando el cuestionamiento de los no creyentes. Con tal de demostrar que es falso, ponen en boca de Cristo o en sus actuaciones posibles respuestas. Los evangelistas, aunque bien intencionados, alteraron los hechos y las palabras verdaderas.
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