Estudios Históricos del Reinado de Felipe II by Cesáreo Fernández Duro - HTML preview

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La última prueba del náufrago acompaña alúltimo suspiro. D. Baltasar volvió sin resoluciónni desengaño, y en la ausencia había pasadoel suplicante de la estrechez á la miseriapor más y más humildes habitaciones enla calle del Temple y faubourg Saint-Victor[297]. En 1608 se mudó á la calle de la Cerisaie, cercadel Arsenal y de la iglesia de San Pablo; áésta iba frecuentemente á demandar á Dios elconsuelo que los hombres le negaban[298], y en{359}el tiempo que los achaques y las oraciones noexigían, entretenía el espíritu ejercitando lapluma siempre activa.

«Los papeles eran sus compañeros y entretenimientoordinario: íbalos recogiendo paradar una parte de los negocios grandes que habíanpasado por sus manos y por las de su padre.. .[299].Se empleaba en revolver sus historiasy borradores... ¡qué bocados le traía aloído la soledad![300].»

Momento pasajero de alegría tuvo al estrecharen los brazos á sus hijos Gonzalo y Rafael,autorizados á visitarle. ¿Qué más? El Duquede Lerma le enviaba testimonio de reconocimientopor el Norte de Príncipes que le habíadedicado... y esperanzas, que corroborabael nuevo Embajador D. Pedro de Toledo. Decíanleque el Rey se encontraba animado delas mejores disposiciones, que las de su validoeran conocidas; mas que no podía exponerlasá choque con la Inquisición.

Confortado un tanto el ánimo con esto; aseguradodel Embajador, que quiso repasar y añadirde su mano alguna frase en la minuta, firmóá 9 de agosto de 1608 nueva carta al Duque:

«Apiádese V. E., yo le suplico muy humildemente,de mí y de los míos, que si idolatré{360}no lo hice sino necesitado y importunado grandementedeste Rey, engañado él de mi pocovalor y de su mucha piedad. Buena prueba hedado con la obediencia con que dejé todo enmandándomelo, metiéndome en mil peligros yaventuras con mucha incomodidad y pobrezamía, no por el premio que podía esperar detal Rey, sino por la satisfacción de mi ánimode haber cumplido con mi obligación, como lohe declarado á D. Pedro de Toledo para quecon brevedad procure el remedio, porque noviva más tiempo suspenso en este estado, miserablemucho y peligroso más, como él lo articularizaráy calificará con las particularidades yverdades que á la boca le he referido.

Pero,señor, como ningunos trabajos me pueden quitarel deseo de morir vasallo de quien lo nací,paresce razonable que tal Rey, como yo lo espero,lo permita, y que resista S. M. y V. E.á los que pretendieren impedir que á este cuerpo, que ya está hecho tierra como sin alma, le recojasu naturaleza para acabar sus días... Hapermitido V. E. que mis hijos puedan habervisto el estado miserable en que estoy; yo lesuplico permita que la que los parió no cierrelos ojos, pues por los años que há que lloranmerescen á lo menos que vean esto[301].»

{361}

Rafael Pérez fué portador de esta carta[302]porque fuera mejor recibida; Gonzalo continuóalgún tiempo más al lado de su padre, haciendolas diligencias que ya no podía el septuagenariointentar por sí mismo; diligenciaspenosas de que da idea esta otra carta dirigidaal Condestable de Francia:

«Yo he enviado hoy á mi hijo á hablará Mos de Villarroel, y hale respondido conmucho favor y gracia, que esta mañana hablóal Rey y que le respondió que era necesarioque V. E. y él se hallasen con S. M. juntospara resolver esto... Resta, señor, agora queV. E. acabe de sus manos con Mos de Villarroeleste milagro, que mi corta ventura es tal,que milagro es menester para resolución quehaya de ser en mi favor. Y porque yo creo quemi hijo no debe de haberse dado á entender áV. E. con la vergüenza que ha conoscido enmí de llegar á tal atrevimiento como á pedirpan á V. E. sobre tanto favor y favores comole debo, suplico á V. E. que me socorra conalguna limosna de su liberalidad y piedad natural,para esperar esta resolución de S. M.[303].»

M. Morel Fatio ha encontrado declaraciónpor la que consta, con fecha 31 de diciembrede 1609, haber recibido Antonio Pérez del Tesorero{362}del Rey la cantidad de 3.600 libras porla pensión que S. M. le acordaba en el presenteaño[304]. En vista del documento, piensa el mismoSr. Morel Fatio que se engañó M. Mignetal afirmar que la pensión no fué devuelta[305];pero habiendo sido necesario un milagro paraconseguir este socorro que pronto liquidaríanlos acreedores, no parece que el engañado fueraM. Mignet. Si la pensión corriera, no hubieraescrito Pérez al Embajador D. Pedro deToledo, á poco:

«Estoy en el extremo último con haber yaagotado á mis amigos que me socorrían y conno saber dónde hallar el pan de mañana[306].»

Bermúdez de Castro formuló suposición,también errónea, al referir ocurrencias posteriores.«Sea que no le descubriese, como esperaba(dice) secretos de la corte francesa; seaque tuviera malas noticias de su lealtad, labuena disposición de D. Pedro de Toledo porAntonio Pérez cesó repentinamente; llególecasi á echar de su casa, rogándole en seco tonoque no le importunase con sus súplicas, y alpresentarse otro día D. Gonzalo con un billetede su padre, delante del Embajador de Austriase lo devolvió sin abrirlo[307].»

{363}

Pues que D. Pedro de Toledo seguía diciéndoleque no dependía de la voluntad del Reyni de la de su Ministro una gracia opuesta álas atribuciones del Santo Oficio[308], sabiendobien á qué atenerse, evidentemente esquivabala ocasión de destruir las ilusiones del pobreanciano, restringidas al único pensamiento dedejar los huesos en tierra española. Con todaprobabilidad, la insistente recomendación delEmbajador cuando marchó llevándola GonzaloPérez le valdría reprimenda; prefirió, sin embargo,á comunicarla, cerrar la puerta á la importunidaddel ruego: procedió piadosamente.

Corría el año de 1610 cuando mano alevosacortó el hilo de la vida de Enrique IV, aunquetibio, protector todavía del proscripto; y comoprodujera la ocurrencia embajada extraordinariade España confiada al Duque de Feria,acudió ansioso buscando la nueva que esperaba.El Duque no había recibido órdenes quele concernieran[309].

Quedaba todavía un recurso, el último: elTribunal de la Inquisición. Gonzalo Pérez emprendióviaje á Roma con recomendaciones{364}del Nuncio para interesar al Papa; Antonioescribió á Fr. Francisco de Sosa, General dela Orden de religiosos observantes, Obispo deCanarias y Consejero del Santo Oficio, paraque le alcanzara salvoconducto con que presentarsevoluntariamente en las cárceles delTribunal á la defensa de su causa, y con suaquiescencia dirigió memorial al Consejo en 22de septiembre de 1611. Por entonces ni aun ála iglesia le consentían ir los achaques; pasabael día rezando en el oratorio instalado en sucasa con licencia del Pontífice, que le había acordadoademás absolución de las censuras en quepudiera haber incurrido en sus relaciones conheréticos[310]. Antes de llegar la contestaciónde la instancia cayó gravemente enfermo, ysintiéndose á las puertas de la muerte dictó áGil de Mesa esta declaración[311]:

«Por el paso en que estoy, y por la cuentaque voy á dar á Dios, declaro y juro que hevivido siempre y muero como fiel y católicocristiano, y de esto hago á Dios testigo. Y confiesoá mi Rey y señor natural, y á todas lascoronas y reinos que posee, que jamás fuí sinofiel servidor y vasallo suyo; de lo cual podránser buenos testigos el señor Condestable de{365}Castilla y su sobrino el Sr. D. Baltasar de Zúñiga,que me lo oyeron decir diversas veces enlos discursos largos que tuvieron conmigo, ylos ofrecimientos que muchas é infinitas veceshice de retirarme á donde me mandase mi Reyá vivir y morir como fiel y leal vasallo. Y ahoraúltimamente, por mano del propio Gil deMesa y de otro mi confidente, he escrito cartasal Supremo Consejo de la Inquisición, y alilustrísimo Cardenal de Toledo, Inquisidor general,al señor Obispo de Canarias, ofreciéndolesque me presentaría al dicho Santo Oficiopara justificarme de la acusación que en él mehabía sido puesta; y para esto les pedí salvoconducto,y que me presentaría donde me fuesemandado y señalado, como el dicho señorObispo podrá atestiguar. Y por ser ésta la verdad,digo que si muero en este reino y amparodesta corona, ha sido á más no poder, y porla necesidad en que me ha puesto la violenciade mis trabajos, asegurando al mundo todaesta verdad, y suplicando á mi Rey y señornatural que con su gran clemencia y piedad seacuerde de los servicios hechos por mi padreá la Majestad del suyo y á la de su abuelo, paraque por ellos merezcan mi mujer é hijos, huérfanosy desamparados, que se les haga algunamerced, y que éstos, afligidos y miserables, nopierdan, por haber acabado su padre en reinos{366}extraños, la gracia y favor que merecen porfieles y leales vasallos, á los cuales mando quevivan y mueran en la ley de tales. Y sin poderdecir más, lo firmo de mi mano y nombreen París á 3 de noviembre de 1611.»

Pocas horas después, auxiliado por FrayAndrés Garín, de la Orden de Santo Domingo,espiró[312], cerrándole los ojos los fidelísimosamigos Gil de Mesa y Manuel Don Lope, queacompañaron el cuerpo, seguidos de algunosmendigos con hachas, hasta la iglesia del Conventode los Celestinos, donde fué sepultado.En toda probabilidad, ellos pondrían el epitafioque subsistió hasta el derribo del edificio,á fines del siglo pasado[313]:

HIC JACET

illustrissimus D. Antonius Perez,

olim Philippo II, hispaniarum regi,

a secretioribus consiliis,

cujus odium male auspicatum effugiens,

ad Henricum IV, galliarum regem,

invictissimum se contulit,

ejusque beneficentiam expertus est,

demum parisiis diem clausit extremum

anno salutis MDCXI.

{367}

No consignaron que contaba setenta y dosde edad.

M. Birch[314] transmitió el rumor de la épocade haber ido á poder del Ministro Villeroylos papeles del Peregrino, y de haber sidoquemados por consideración á España. Llorentedió noticia de algunos documentos existentesen el Tribunal de la Inquisición con motivode la demanda que en rehabilitación desu memoria presentaron en 21 de febrero de1612 los seis hijos de Antonio Pérez. Estosdocumentos eran[315]:

1. Certificado de la Facultad de Teologíade la Sorbona, expedido por su Secretario en 3de septiembre de 1603, atestando la pureza dela doctrina católica de Antonio Pérez.

2. Breve de Su Santidad de 26 de juniode 1607, dado á ruego de Antonio Pérez, absolviéndole ad cautelam de las censuras en quehubiera podido incurrir por el comercio quehabía tenido con heréticos, aunque no hubieradejado de ser católico.

3. Testamento de Antonio Pérez, otorgadoen París el 29 de octubre de 1611, haciendoprofesión de fe católica, mandando se enterrara{368}su cuerpo en la iglesia del Conventode los Celestinos, y que se celebraran misaspor el reposo de su alma.

4. Información hecha en París á principiosde febrero de 1612 ante el Auditor de laNunciatura eclesiástica, á petición de Gil deMesa, español, Gentilhombre de la casa delRey de Francia, y su Chambelán, compatriota,amigo, pariente y ejecutor testamentariode Antonio Pérez, en que declararon el Vicariode la parroquia de San Pablo; otro clérigo;Fr. Andrés Garín, religioso de la Orden deSanto Domingo; Manuel Don Lope, noble deZaragoza; Alejandro Toregli, banquero deParís, natural de Luca, y otros testigos.

Todos dan fe de que, de tiempo atrás, Pérezhacía en París vida no sólo católica, sinoejemplar, frecuentando los Sacramentos de laPenitencia y de la Eucaristía en su parroquiade San Pablo y en las iglesias de los Celestinosy de Santo Domingo. Que tres años antesde morir, por no permitirle la debilidad de laspiernas asistir al templo, instaló oratorio ensu casa de la calle de la Cerisaye, obtenidaautorización para ello, para oir misa y recibirlos Sacramentos. Que en la última enfermedadse confesó y recibió absolución de Fr. AndrésGarín, uno de los testigos, el cual no se apartóde la casa en aquellos días; le administró el{369}Viático con permiso del cura de la parroquia;asistió á la Extremaunción, y le ayudó á morir,formando convencimiento de haber finadosantamente en el Señor por la piedad y devoción.

Otros tres testigos dijeron haberle oído muchasveces manifestar deseos de regresar á Españacon el fin de acreditar la pureza de suscreencias, y que durante la enfermedad seafligía de no haber podido realizar el propósitoy desvanecer la nota de infamia que pesaríasobre su mujer é hijos, manifestando, sinembargo, que esta desgracia no le impediríamorir buen católico, como siempre lo habíasido.

Manuel Don Lope declaró por sí haberleoído frecuentemente sorprenderse de que losprotestantes, estando tan versados en la SantaEscritura, predicaran errores que la palabrade Dios destruía, lo que le hacía pensar quelos enseñaban no creyéndolos. El testigo recordabatambién que, hablando con el difuntode diferentes cosas, le había dicho que muchaspersonas eran de parecer que él, Antonio Pérez,debiera haber aceptado la pensión de docemil libras que el Rey Enrique IV quería otorgarleen consideración á su edad, enfermedadesy falta de medios de subsistencia, y que Pérezhabía respondido que no se arrepentía, así faltaran{370}á la palabra que le dieron, antes, por elcontrario, que si todavía le hicieran la mismaproposición segunda vez, la rehusaría con objetode probar la verdad con que tantas veceshabía hecho manifestación de fidelidad al Reyde España, su soberano, y con la esperanza deque con tal proceder alcanzaría su gracia. Queen medio del infortunio había tenido al menosel consuelo de advertir que el ilustre Condestablede Castilla, D. Baltasar de Zúñiga, Embajadorde España en Francia, y Ángelo Badoer,Nuncio de Venecia, no habían olvidadola manera de conducirse con ellos en este delicadoasunto. Por último, que con las manosjuntas se confiaba en Dios todopoderoso y enla gracia de su soberano.

5. Cartas auténticas de Monseñor Roberto,Obispo y Nuncio de Su Santidad en París, fecha6 de febrero de 1612, acreditando que conocióbien á Antonio Pérez y le acordó permisopara tener oratorio en su casa, teniendocerteza de haberse servido de él hasta la últimaenfermedad. Dice poder dar testimonio delos sentimientos piadosos, de devoción y deamor á la religión católica en que murió, asícomo de que le oyó lamentarse muchas veces deno tener salvoconducto del Rey Católico paraentrar en España sin peligro y presentarse anteel Santo Oficio, objeto constante de sus votos.{371}

6. Declaración hecha á la hora de la muerte,escrita al dictado por Gil de Mesa y firmadade su mano. (La que antes se inserta.)

Otra declaración contenida en escrito inédito,lleva más allá de este mundo las noticiasdel ex-Secretario. Dice así[316]:

«En la Historia de la vida, virtudes y milagrosde la Benerable Madre Ana de San Bartolomé,conpañera yseparable de la Santa MadreTheresa de Jhs., Propagadora insigne dela reformacion de las Carmelitas descalzas yPriora del Monasterio de Amberes, dedicada ála Serenísima Señora Doña Isavel Clara Eugenia,infanta de España, por el Maestro FrayChrisóstomo Henrriquez, Coronista generalde la Orden de San Bernardo en Bruselas; enel capítulo nobeno, en la plana folio 619, calificandola vida, muerte y salvacion del SecretarioAntonio Perez, siendo entonces estaMadre Abadesa de Fonte Ebrando, que es unlugar poco más de dos leguas de Tours, enFrancia, dice lo siguiente, que para aprobacionde sus escritos un curioso lo copió de dicholibro y puso aquí para calificarlos y quese haga dellos la estimacion que se deve:

»Un dia de la Octava del Santíssimo Sacramento{372}la mostró el Señor mucha gracia y laconbidava á que pidiesse algo; y estando recogidaen esta vission, vió delante de sí trespersonas: la una era una hermana suya, la otraun Primo y la otra Antonio Perez, Secretariodel Cathólico y prudente Rey Don Phelipe segundo.

»No la dió á entender el Señor que estubiessenen algun aprieto; pero ella, biendo laocassion presente y considerando el ofrecimientoque la havia hecho de que la concederialo que le pidiesse, le tomó la palabra y lepidió la salvacion de aquellas tres personas,señal bien evidente de su grande caridad, puesno pide para sí gracias y favores, mostrándosesolícita de la salud de las almas más que desí misma. Agradóle á Christo peticion tanajustada con su Divina voluntad, y ansí se laconcedió con mucho gusto.

»Dentro de poco tiempo recibió cartas en quele avisavan que su hermana havia caido enuna agua y se havia ahogado, y fué el mismodia en que se le avia aparecido. El otro Primosuyo murió de calenturas, tambien el mismodia. El Secretario Antonio Perez, despues devarios tranzes, de peligros grandíssimos y milpersecuciones con que pareze quiso mostrar lafortuna que levanta á la cumbre de la privanzaá los que fian en el valor de Príncipes para{373}derrivarlos en un avismo de miserias, murióen París; pero con tales demostraciones depiedad y christiandad, que bien pudieran conocertodos se cumplia con él lo que la BenerableMadre havia alcanzado del Señor. Loque ella dize hablando dél, en esta ocasion, esesto: Murió con señales muy ciertas de su salvacion,reciviendo á menudo los Sacramentos,con el confesor siempre á su lado; y el dia quemurió se puso de rodillas con un ímpetu deamor de Dios, y ansí se quedó como digo, conseñales grandes de su salvacion. Dichosíssimoquien tubo fin tan venturoso: importa poco noconservasse en la privanza de los Reyes, quando,despues de muchas desgracias, se biene áalcanzar la verdadera dicha, que consiste enir á gozar de la gloria eterna.

»Más dichoso fué este cavallero en haver conocidoá nuestra Benerable Madre Ana, aunquepobre y humilde en quanto al mundo, queen haver tenido entrada con los mayores Príncipesde Europa. Ella, quando le conoció ytrató en París, le cobró tanto amor, que estandoausente le alcanzó de Dios la salvacion desu alma, que es lo más que nos puede darDios, pues anssí se nos da asimismo. Los Reyes,aunque muchos favores le ofrecieron, perosólo le dieron disfavores.

»Fué Antonio Perez hombre agudo de ingenio,{374}pero desgraciado; mui principal y noble,de que en mi Monasterio Real de Huerta, depositariode la Nobleza de Castilla, Aragon,Navarra y otras partes, ay testimonios graves.Pero lo principal es la seguridad que nos dexóesta Santa Madre de que está en el cielo.»

Una estrella de la política francesa, que alboreabajustamente en el ocaso de ésta española,trazó en pocos rasgos, con alguna pasión ypoca exactitud, juicio[317] que agregar al de loscoetáneos lord Cecil, de Inglaterra; Villeroy,de Francia; el Conde de Miranda y el Comendadormayor de León, de España.

«La muerte de Antonio Pérez, acaecida ennoviembre, escribía, me ofrece materia paraejemplo de la fragilidad de la privanza de losReyes, de la instabilidad de la fortuna, delodio implacable de los españoles y de la humanidadde Francia con los extranjeros. Habíagobernado al Rey Felipe II, su señor, Príncipetenido por prudente y constante en las decisiones;cayó, no obstante, de su crédito, sin serculpable, en opinión común.

»En las cámaras de los Reyes hay escollosmucho más peligrosos que los negocios de Estado,por graves que éstos sean, sobre todo enaquellas intrigas en que intervienen mujeres{375}ó en las que toma parte la pasión de los monarcas[318].

»Antonio Pérez lo experimentó: mujeresfueron causa de todas sus desdichas. Haciendosu amo excepción de la firmeza en cuantoá la benevolencia, la ejercitó en el odio hastala muerte. El privado había subido á la cúspidede los honores y grandezas: todo lo perdióen un instante con la gracia del Rey, que aprisionóá sus hijos con el fin de que no le asistieran.

»Emigrado en Francia en el período álgidode las guerras civiles, no fueron obstáculo lascircunstancias para que el Rey le recibierahumanamente, dándole medios de vivir condesahogo á favor de pensión de 4.000 escudos,que siempre le fué bien pagada.

»En España no podían sufrir el bienestar deque disfrutaba; atentaron á su vida enviandodos hombres que se la quitaran, en vista de locual, por garantía en lo sucesivo, comisionó elRey á dos suizos de su guardia personal, quele seguían por la ciudad á las portezuelas dela carroza, y cuidaban de que ninguna personadesconocida tuviera acceso á la casa.

»Entonces discurrieron los españoles otros{376}procedimientos que llegaran al propósito no alcanzadopor la violencia: se le ofreció, por conductode persona de la Embajada, que su amole restituiría los bienes, siempre que renunciarala pensión y saliera de Francia. El Condestablede Castilla confirmó la oferta al pasar porParís; y como la esperanza del deseo suelecegar, renunció, en efecto, despidiéndose deS. M., que procuró disuadirle y le predijo habíade arrepentirse.

Marchó, no obstante, áInglaterra, lugar que le habían designado;mas apenas llegó á Douvres se le prohibió pasaradelante, por ruego y amenaza del Embajadorde España. El pobre hombre volvió áFrancia y no se atrevió á presentarse ante elRey, ya que parecía haber desairado su favory consejo; sin embargo, compadecido el Soberanode la miseria en que estaba, sufriendo incomodidadesdespués de enajenar el mobiliario,si no lo consideró como antes, no dejó dedisponer que se le diera algún socorro con quesubvenir á lo más preciso.

«Habíanle tenido en España por hombre dejuicio y de cabeza, mientras llevaba el cargode Secretario de Estado; en Francia no se leestimó en tanto por la ordinaria presunción delos de su país que, llevada al extremo, tienealgo de locura, á juicio de las demás naciones.»

Años adelante, alcanzando el que esto escribió{377}la madurez del talento; Duque, Cardenal,Ministro, gran Ministro; queriendo llevar alconvencimiento de su Rey la opinión de serindispensable á su poder la organización de lamarina de guerra, decía[319]:

«Cuando Antonio Pérez fué acogido en Franciapor el Rey vuestro padre, y por atenuar sumiseria le acordó pensión, deseando el extranjeroacreditar el reconocimiento de los beneficiosrecibidos y ofrecer testimonio de que nopor desgraciado era ingrato, dió al mismo Reytres avisos que no son de poca consideración:ROMA, CONSEJO Y MAR. La advertencia del ancianoespañol, consumado en asuntos de Estado,no ha de considerarse tanto por la autoridaddel que lo daba, como por su propio peso.»

Es de recordar que decía Brantome al ReyCarlos IX:

«Si les rois, vos prédécesseurs, enssent faitcas de la marine comme de la terre, vous auriezpent-être encore Gênes, l'Etat de Milanet le royaume de Naples. L'Espagnol les aconservés plutôt par les moyens de la mer quede la terre.»

En los tiempos modernos, M. Mignet condensay acaba su juicio de esta guisa:{378}

«Antonio Pérez, sin llegar á la talla de losgrandes Ministros de Felipe II; del imperiosoCardenal Espinosa, del diestro Ruy Gómez,del altanero Duque de Alba ó del discretoGranvela, poseyó un tiempo el favor del Rey,figurando como personaje el más influyente dela Monarquía española. Escaló el poder conharta facilidad para saber conservarlo.

Ministropor herencia, fué aventurero de afición.Apasionado, ávido, disipador, violento, artificioso,indiscreto, corrompido, introdujo eldesarreglo de su conducta en una corte de exterioridadsevera; agitó con la intriga el ánimode un Príncipe amante de la dignidad mesurada;hirió con la rivalidad de los amores yla audacia de los actos á un amo hipócrita,vengativo y absoluto. Aunque conociera bienal que servía; aunque poseyera el secreto desus pasiones, de su terrible disimulo, de la suspicaciade su poder, por la que la confianza habíade ser instable; aunque supiera que FelipeII había matado al Cardenal Espinosa conuna palabra, que alejó al Duque de Alba porla rigidez, que sólo por consumada habilidady condescendencia se mantuvo á su lado RuyGómez hasta el fin, se atrevió á engañarle yse perdió.

En la desesperada lucha á que learrastraron las faltas y las demasías, desplegórecursos de ingenio tan varios y tal energía de{379}carácter; tan oprimido, tan elocuente, tan patéticose mostró, que fué objeto de universalsimpatía. Empero los defectos mismos quecausaron su ruína en España, le desacreditaronen Inglaterra y Francia. Siempre igual,aun la desgracia tornó antipática, muriendoabandonado y pobre.

»Hay que condenar á la personalidad, á lavez desordenada y atractiva, sagaz é inconsiderada,de ingenio agradable y de carácter ligero,rica de actividad, de imaginación, de vanidad,de pasión, de intriga; hay, no obstante,algo que conmueve en ciertos de sus sentimientosy en la magnitud de sus desdichas.»

En las historias de la época, tales como lasde Herrera, Cabrera de Córdoba, Argensola,Babia; en los diccionarios biográficos ó bibliográficos,agregando á los ya citados los deBaena, Latassa, Moreri, Didot, Bouillet, Michaud,se encuentran conceptos varios[320] oscilandoentre estos extremos.

Antonio Pérez mató un hombre por obedecerá Felipe II; quitó al Rey su querida; sublevóuna provincia; luchó cinco años con tan temible{380}soberano; escribió relación de su vida,tan verdadera y profunda como las inexorablesmemorias del Duque de Saint-Simon[321].

Antonio Pérez alcanzó fama literaria casiexclusivamente debida al interés de sus desgraciaspersonales[322].

Tenaz, perverso, infatigable, intrigantesiempre y en todas partes, dando á conocerlos puntos vulnerables de su patria, fué supapel en la historia el del parricida[323].

De la comparación de todos los artículos,por lo general apasionados ó ligeros, nada sededuce que esencialmente altere lo que dichoqueda acerca de la vida de Antonio Pérez fuerade España.

Aparece, en cambio, la evidenciamoral y consoladora de no empecer á la execraciónperpetua del mayor de los crímenesla compasión del delincuente, y de cumplirseen todos los tiempos la sentencia que la plumadel Peregrino mismo dejó escrita. El traidores limón que, una vez exprimido, se arroja.

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DOCUMENTOS

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I.

Los papeles y cartas que truxo Miguel Igun sobrecosas de Francia recibidas en Valladolida 29 de junio de 1592.

O que se a podido entender de bearnepor cosa cierta es q. antonyo perez estáen pau con don martin de la nuça y manueldon lope y christobal frontin y juanfrancisco mayorin, todos los cuales están con eldicho antonio perez, y estando comiendo la princesaestaban con ella, la cual tenia plática con antonyoperez en tanto q. la comida duró, porq. elpersonado que se enbió estubo ally presente entanto q. la comida duró, porq. tenia q. tratar conla princesa acerca de las Rentas del condado debigorra, q. es vso en aquella tierra comer en públicoy todos los q. tienen q.