Expedición de Catalanes y Argoneses al Oriente by D. Francisco de Moncada - HTML preview

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En este tiempo Berenguer de Entenza, viendo que todo estaba lleno desospechas y miedos, y que los Griegos le miraban como Catalan, y losCatalanes entraban en desconfianza de su fé, porque estaba cabe elEmperador en lugar tan supremo, y que aquello no podia ser sino estandode su parte, aprobando lo mal que el Emperador lo hacia con ellos;finalmente estando ya las cosas de los Catalanes, y Andronico, entérminos que no se podia estar neutral, ni ser medianero entre estasdiferencia sin gran riesgo de perderlos á todos, Berenguer se resolvióde acudir á su primera obligacion, y preferir á su particularacrecentamiento el público honor y estimacion de la nacion, que estabacerca de perderse. Pidió licencia á Andronico para volverse á Galípoli,y aunque el Emperador con ruegos y dádivas le procuró detener, no dejóde embarcarse en dos galeras que tenia al puerto de Blanquernas por lapuerta del Emperador, y dice Pachimerio, que se embarcó con el semblantetriste, y que mostraba el combate de pensamientos que llevaba. De lagalera volvió á enviar al Emperador treinta vasos de oro y plata que lehabia dado, y añade el mismo autor, que las insignias de la dignidad deMegaduque las arrojó en el mar, mostrando que desde entonces renunciabala amistad del Imperio. Esta accion que en los Griegos se condena pormuy infame y vil, fué la más digna de alabanza que este gran caballerohizo en el Oriente, porque ni las honras ni los cargos no le pudieronapartar de lo justo; ejemplo grande para los que quieren introducirsecon daño del bien público, y reputacion de la patria, como á muchosacontece, que olvidados de lo que deben á su sangre y á su naturaleza,la dejan maltratar por pequeños intereses, que las más veces de lasveces de ellos no les queda sino solo la infamia por premio de suruindad.

Estando ya para partirse Berenguer, el Emperador le envió á llamarmuchas veces, sin que pudiese creer que Berenguer le dejaria.Ofreciéronle al Emperador ciertos hombres de Malvasia de acometer lasdos galeras de Berenguer, y vengar la poca estimacion que hacia de suamistad, y juntamente cobrar ellos una galera, que tenian á partido enservicio de Berenguer, pero el Emperador no permitió que se ejecutase,porque pensó reducirle. Aquella noche Berenguer se hizo á la vela, y sevino á Galípoli, donde halló todas las cosas llenas de mil sospechas yrecelos.

CAPITULO XXIII.

Da el Emperador Andronico en feudo á los Capitanes Catalanes y Aragoneses las Provincias del Asia.

El Emperador deseaba dividir los Catalanes entre sí, para despuéspoderles castigar más á su salvo. Volvió á persuadir á Roger lo queantes por medio de Canavurio familiar ministro de Irene su suegra, elcual después de ir y venir muchas veces de Constantinopla á Galípoli,concertó el mayor negocio para los Catalanes, que se pudo desear para sugrandeza y aumento, si como se les ofreció se les cumpliera; pero lainsolencia de los soldados, la envidia de los Griegos, la instancia delhijo trocó el amor y aficion que Andronico tenía á nuestras cosas enmortal aborrecimiento; y así se determinó entre el Emperador y su hijodar aparente y honrosa satisfacion á los Catalanes, y ocultamente trazarsu perdicion y ruina; aunque esto no lo dicen los Historiadores, dejasefácilmente entender por lo que después se hizo. Andronico por medio deeste Canavurio, forzado del temor de las armas de los Catalanes, y delsocorro que la fama habia publicado que venia de Sicilia, y que con tanlargas pagas estaba el fisco y cámara imperial destruida, y que lasrentas del Imperio no eran suficientes para los gastos ordinarios yforzosos, y que como á Príncipe le tocaba prevenir el remedio, y elloscomo Capitanes obligados y amigos debian ayudarle á poner en ejecucionlo que á todos les importaba igualmente. Al fin se concertó entre elEmperador y Roger, después de largas y pesadas consultas, lo siguiente.Que desde luego diese Andronico las Provincias de la Asia en feudo á losRicos hombres, y caballeros Catalanes y Aragoneses, con obligacion quesiempre que fuesen llamados y requeridos por él, ó por sus sucesores,acudiesen á servirle á su costa, y que el Emperador no estuvieseobligado á dar después de la conclusion de este trato sueldo á la gentede guerra, solo les habia de socorrer cada un año con treinta milescudos, y con ciento veinte mil modios de trigo, dándoles el dinero delas pagas corridas hasta el dia de este concierto. Con este tratoquedaron nuestras cosas, al parecer, en suma grandeza; porque losCatalanes se vieron señores de todas las Provincias de Asia, así pordárselas el Emperador en paga de sus servicios, como porque las ganaroncon las armas, y libraron de la servidumbre de los Turcos: títulos quecualquiera de ellos era bastante á darles el derecho de señorío de todasellas. Esta fué una de las cosas más señaladas de esta expedicion, y quemás puede ilustrar la nacion Catalana y Aragonesa; pues cuando losRomanos, vencido Mithridates, ganaron el Asia, alcanzaron una de susmayores glorias, y lo que el valor de tantos famosos Capitanes yejércitos conquistó en muchos años, lo adquirieron los nuestros en menosde dos, y si con engaños y traiciones no les atajaran su fortuna,quedaron absolutos señores y Príncipes de la Asia, y quizá si seconserváran, detuvieran los Turcos en sus principios, y no les dieranlugar á dilatar ni engrandecer los límites inmensos del Imperio que hoyposeen.

Estos conciertos se juraron delante de la imagen de la Virgen, costumbreantigua de aquel Imperio. En esta donacion concuerdan Pachimerio yMontaner, solo el Griego difiere en una circunstancia, porque dice, queAndronico exceptuó algunas ciudades, que no quiso que se incluyesen enla donacion.

CAPITULO XXIV.

La gente de guerra con mayor furia que antes se alborota, porque tienealguna desconfianza de Roger.

El Emperador Andronico para cumplimiento del juramento hecho, envió áTeodoro Chuno que llevase á Roger los conciertos firmados y sellados consellos de oro, y treinta mil escudos, y las insignias de César, y que eltrigo estaba ya recogido para entregarle á quien Roger ordenase.Caminaba la vuelta de Ripi Teodoro, y como cuerdo y practico junto áRipi se detuvo, porque supo que las cosas de Galípoli, y de loscatalanes se iban empeorando. Resolvió de no pasar adelante hasta saberde cierto el estado de las cosas, á más de que temia á Roger por estarofendido de un hermano suyo que estaba en Cancilio, de donde muchasveces habia salido con gente armada en su daño. Así parece que porcierta providencia envió á Canavurio que fuese antes á la hermana delEmperador, para que primero á ella le diese aviso de lo que pasaba, yjuntamente volviese á sagnificarle la disposicion y estado del nuevomotin, porque su persona y el dinero no lo queria aventurar sin másseguridad de la que tenía. Pasó adelante, caminando siempre muydespacio, para dar tiempo á Canavurio que se pudiese informar, yvolverle á encontrar antes del peligro. Junto á Brachialio tuvo nuevasllenas de sospechas, porque tuvo aviso que Roger no recibiera lasinsignias de César por no hacerse más sospechoso á los suyos, de quienya comenzaban á tener alguna desconfianza, por verle rico y honrado, yellos defraudado de su sueldo. Temió Teodoro, y resolvió de asegurarse,retirándose al fuerte de Ripi donde estuvo algunos dias. Como vió que nose sosegaba la gente, temió que si los Catalanes entendieran que élestaba en Ripi con treinta mil escudos, no le acometiesen para quitarleel dinero; y así una noche con gran secreto con todos los recaudos quetraía se fué á Constantinopla, y dió razon al Emperador de lo que lehabia detenido, y forzado á volver atrás sin ejecutar su órden. Rogerjuzgó que convenia para su reputacion, y seguridad satisfacer alejército de las sospechas viles de su fé, y así ordenó á las principalescabezas del ejército que se viniesen á Galípoli, dejando aseguradas lasplazas que tenian á su cargo, Juntos todos les dijo, que los trabajos ypeligros que habian padecido por el aumentó y bien de la nacion Catalanay Aragonesa, no merecían tan mala correspondencia como tener duda de sufidelidad: que él habia probado su intencion en la guerra de Sicilia,sirvieron al Rey, y gobernando siempre gente Catalana, y con seraquellos tiempos tan sospechosos, nadie se atrevió á ofenderle: que enlas guerras del Asia habia acudido á la obligacion que fué llamado, yque el Emperador aunque le habia hecho muchas honras, no las tenía élpor iguales á sus servicios, y cuando lo fueran, que él no era hombreque por correponder á ellas olvidaría las obligaciones que tenía enprimer lugar: que el Emperador le queria hacer César, y que él no queriamás recibir honras sin que á ellos se les diese entera satisfacion, yque por solo venirles á socorrer y animar habia salido deConstantinopla, y dejado al Emperador que le queria detener yacrecentar; que él estaba resuelto de correr la fortuna que ellos, y quesi el Emperador con su ejército les acometiere, procuraría por eljuramento hecho ceder si pudiese á su rigor, pero que cuando conviniese,forzosamente habian de venir á las armas, y las suyas siempre se habiande emplear en la defensa comun contra los Griegos. Con esta pláticaRoger aseguró su crédito, y los Catalanes satisfechos de sus sospechas,y así con el reconocimiento que siempre, le dieron disculpa de losrecelos mal fundados de algunos.

En este mismo tiempo sucedió para mayor descrédito de nuestras armas,que los Turcos acometieron la Isla del Jio, que estaba á cargo de Rogery los suyos, y casi toda ella la tomaron, sino fueron algunos que sepudieron retirar á la fortaleza en cuarenta barcos que pudieron juntar,y estos tambien se perdieron lastimosamente rotos y deshechos de unafuriosa tormenta junto á la Isla de Sciro. Con esta pérdida los ánimosde los unos y de los otros se fueron irritando. Los Griegos porque lespareció que los Catalanes, ya que les molestaban tanto con lasordinarias contribuciones, no fuesen bastantes para defenderles delrigor y sujecion de los infieles; los Catalanes tambien atribuyeron estaperdida á la dilacion de Andronico, en no cumplirles lo que tantas vecesse les habia ofrecido, y que si se les pagara con tiempo, pudieran ellosacudir á su obligacion, y defender lo que estaba á su cargo; la falta dedinero les obligó á que con mayor desorden le fuesen á buscar por todoslos lugares de Thracia.

CAPITULO XXV.

Concluyese el trato de pasar al Oriente, y Roger recibe las insignias de César, y dinero.

A los oidos de los Emperadores Andronico y Miguel llegó lo que Rogerpúblicamente dijo; y ofendidos gravemente, quisieron con el ejército quetenian junto en Andrinopoli acometer el de los Catalanes, pero Andronicoá persuasion de Azan cuñado de Roger; á quien poco antes habia dado ladignidad de Panipersebastor, mandó á su hijo que no lo ejecutase,esperando siempre por medio de su sobrino reducir á Roger, á quien Azanescribió la justa indignacion del Emperador, y que la mayor disculpa quepodria dar seria pasar el ejército en Asia, y comenzar la guerra.Respondió Roger á su cuñado, y al Emperador en la misma conformidad yescribió: que la necesidad le habia obligado á dar de palabrasatisfacion á todo el ejército, porque si no lo hiciera, se acabáran deconfirmar en sus sospechas, y que sin duda le matáran: que él siempreseria fiel y reconocido á las muchas honras y mercedes que de su manohabia recibido, y que si de lengua le habia ofendido fué, porque losCatalanes no le ofendieran con efecto, tomando por cabeza otro Capitanque libremente les dejara ejecutar su ímpetu; que se sirviese desocorrerles con algo, porque de otra manera no se atrevia á reducirlos,porque él apenas tenía mil hombres que le obedeciesen. Con esta carta elEmperador volvió á mandar á su hijo que no les ofendiese, pero queimpidiese sus correrias.

Azan que deseaba conservar á su cuñado Roger, persuadió al Emperador quele volviese á enviarlo que Teodoro Chuno poco antes le llevaba, y quecon esto pasaria á la Asia, y así el Emperador le envió las insignias deCésar, y el dia de la resurrecion de Lázaro, fué vestido y aclamado porCésar, y se le dieron treinta y tres mil escudos, y cien mil modios detrigo, pero resueltamente le mandó el Emperador que despidiese toda lagente, solo se quedase con mil hombres. Roger mostró con aparentedemostraciones que obedecia, pero con secreto disponia sus consejos paracualquier acontecimiento. Envió á Berenguer de Entenza parte de su genteque ya estaba declarado por rebelde y enemigo del Imperio; la otra envióá Cizico Metellin donde ya habia guarnicion de Catalanes. Recogió, á másdel trigo que el Emperador le daba, otra mayor cantidad de la que losCatalanes recogieron de las contribuciones.

CAPITULO XXVI.

Partese Roger á verse con Miguel Paleólogo, contradicelo María su mujer,y los demás Capitanes.

En este tiempo que los Catalanes andaban llenos de tantos temores yesperanzas, ya Andronico y Miguel trazaban de que manera podian hacer uncastigo señalado en ellos, y castigar con sumo rigor su atrevimiento;que aunque esto claramente no lo dicen los Historiadores Griegos, elefecto lo publicó, y descubrió su alevosia. La desdichada suerte deRoger abrió el camino para que esto se ejecutase, con gran seguridad delos Griegos, y notable pérdida nuestra. Llegóse el tiempo de la partidade Grecia para proseguir la guerra, y Roger determinó de ir á verse conMiguel Paleólogo para darle razon de lo que se habia tratado con supadre en materia de la guerra, y pedirle dinero, como Nicephoro dice.Pero María mujer de Roger, y su madre y hermanos, que como ladrones decasa conocían bien la condicion de los suyos, sentian muy mal de estaida, y María, como á quien más le importaba, advirtió á su marido ensecreto que no se fuese, ni se pusiese voluntariamente en las manos deMiguel, y que no ofreciese la ocasion á quien con tanto cuidado labuscaba; que advirtiese cuán huérfana quedaba ella, cuán desamparadoslos suyos si faltase su gobierno; que no fiase tanto de su ánimo; que nodiese crédito á sus palabras, nacidas no solo de su cuidado pero deciertas y seguras señales que tenia de que Miguel Paleólogo procuraba suruina. Todas estas razones acompañadas con lágrimas y ruegos dijo Maríaá su marido Reger, porque como Griega, y persona tan íntima de la casadel Príncipe, aunque se recelaba de ella porque no descubriese sustrazas, como todo este recto llegaban á su noticia muchas, que comomujer cuerda y cuidadosa de la vida del marido pudo advertir, ydescubrir algo de lo que se maquinaba contra él. Hizo poco caso Roger desus consejos, y ella cuanto menos recelo descubria en el marido, tantomás crecia su cuidado, y procuraba intentar algunos medios parapersuadirle; y el que debiera ser más eficaz, fué llamar á los capitanesmás principales del ejército, y descubrióles sus justas sospechas, paraque pidiesen á Roger que suspendiese su ida de Andrinopoli para visitará Miguel Paleólogo. Al fin todos los Capitanes juntos á instancia deMaría, cuyas sospechas no les parecian vanas, fueron á Roger, y lepidieron que dejase, ó si quiera, difiriese la jornada hasta estar másasegurado y satisfecho del animo de Miguel. Respondióles resueltamenteque por ningun temor que le pusiesen delante dejaria de hacer su viage,y cumplir con obligacion tan forzosa como visitar á Miguel, y quiendebia el mismo respecto que al Emperador su padre; que si antes departir de Grecia para la jornada de Asia no se le daba razon de todossus consejos y determinaciones, era darle ocasion desavenirse con ellos,cosa de grande incoveniente para la conservacion de todos ellos, que losrecelos de María su mujer nacian del amor y temor de perderle, y quepues eran sin otro fundamento no era justo que le detuviese.

Llamado Roger de su fatal destino, ni advirtió su peligro, ni advertidolo temió. Muchas veces por mas avisos que un hombre tenga no puedeescapar de la muerte y fines desastrados; aunque Dios nos advierte conseñales manifiestos y claros, puede tener una loca confianza que nosquita el discurso para que no veamos los peligros donde está determinadonuestro fin y castigo. En este caso de Roger, ni su buen discurso, ni elconocimiento grande de la naturaleza de los Griegos, ni los avisos de sumujer, ni los ruegos de los suyos, pudieron detenerle para quevoluntariamente no se entregáse á la muerte. Resuelto ya de partirse,María su mujer con todos los de su casa no quiso quedarse en Galípoli,porque como tenía por cierta nuestra perdicion, no le parecióaventurarse, pues la obligacion de asistir en Gailipoli faltaba conausentarse su marido. Mandó Roger que Fernando Aones con cuatro galerasla llevase á Constantinopla, y él con trescientos caballos, y milinfantes, dejando en su lugar á Berenguer de Entenza. Caminó la vueltade Andrinopoli; dicha por otro nombre Orestiade, Ciudad principal deThracia, y Corte de muchos Emperadores y Reyes, y que entónces lo era deMiguel, Zurita quiera que Andrinopoli y Orestiade sean lugares diversos,porque no llegó á su noticia que esta Ciudad tenia entrambos nombres,Nicephoro la llamó Orestiade con el nombre mas antiguo, y MontanerAndrinopoli, que fué el mas moderno; y el que entónces le daban losGriegos, y el que hoy conserva con poca diferencia.

Supo el Emperador Miguel á 22, de Abril como el César Roger venia,porque Azan su cuñado se lo hizo saber. Alteróse extrañamente Miguel deesta venida, y con un caballero de su casa le envió á preguntar, unajornada antes que llegase, si el Emperador su padre se lo habia mandadoó el movido de su sola voluntad. Respndió el César con palabras llenasde humildad que solo iba para darle obediencia, y mostrar la servitudque le debia, y juntamente para conferir con él el viaje que habia dehacer al Oriente. Con esta respuesta se sosegó Miguel, y mostró quegustaba de su venida. Envió luegó á recibirle con la benignidad ycortesía que convenia. Era Miércoles de la segunda semana de la Pascuaque llaman de Santo Thomás.

Vióse aquella misma noche con el Emperador,de quien fué recibido y acariciado con grandes demostraciones de amor.

CAPITULO XXVII.

Matan á Roger con gran crueldad los Alanos, estando comiendo con los Emperadores Miguel y María, y á todos los que fueron en su compañía.

Con el buen acogimiento que Miguel hizo á Roger y á los suyos, creyeronque las sopechas de María fueron sin fundamento, y vivían tan sincuidado ni recelo del daño que tan vecino tenian, que divivididos y sinarmas discurrian por la Ciudad como entre amigos y confederados. Estabandentro de ella los Alanos con George su General, cuyo hijo mataron enAsia los Catalanes. Estaban tambien los turcoples, parte debajo delgobierno del búlgaro Basila, la otra obedecia á Meleco. Los Romeosestaban debajo del gran Primicerio Casiano, y del Duque y gran Príncipede Compañías llamado Etriarca. Todos estos tuvieron por sospechosa lavenida de Roger, y que solo venia á reconocer las fuerzas de Miguel, conpretesto de darle la obediencia, y según ellas disponer sus consejos. Elque mas alteraba y movia los ánimos contra Roger y los Catalanes, eraGeorge cabeza de los Alanos; que con deseo de tomar satisfaccionintentaba todos los medios que podia; finalmente, ó fuese por solo sumotivo, ó con permision y órden del Emperador Miguel; el dia antes departida de Roger, estando comiendo con el Emperador Miguel y laEmperatriz María, gozando de la honra que sus Príncipes le hacian,entraron en la pieza donde se comia George Alano, Meleco Turcople conmuchos de los suyos Gregorio; el primero cerró con Roger, y después demuchas heridas con ayuda de los suyos le cortó la cabeza, y quedó elcuerpo despedazado entre las viandas y mesa del Príncipe, que sepresumia habia de ser prenda segurísima de amistad, y no lugar donde sequitase la vida á un Capitan amigo, y de tantos y tan señaladosservicios, huésped suyo, pariente suyo y como tal, honrado en su casa,en su mesa y en presencia de su mujer y suya. No se pudieron juntar, ámi parecer, mayores circunstancias para acrecentar la infamia de estecaso, hecho por cierto indigno de lo que tiene nombre y obligaciones dePríncipe, que las mas principales son las que mas se apartan de pareceringrato y cruel, aunque es verdad que los Príncipes raras veces sereconocen por obligados, y cuando se tienen por tales, aborrecen lapersona de quien les tiene obligados, pero esto no llega á tanto queperdiendo de todo punto el miedo á la fama, descubiertamente le acaben ydestruyan. Lo cierto es que comúnmente puede mas en un Príncipe unpequeño disgusto para castigar, que grandes y señalados servicios paraperdonar, ó disimular algunas ofensas de poca, ó ninguna consideracion.¿Pero qué maldad hay que no acometa un Príncipe injusto si se le antojaque importa para su conservacion? Porque el juicio y castigo de Dios áquien solo se sujetan y temen, le miran tan de lejos, que apenas ledescubren no acordándose por cuan flacos medios vienen á ser castigados,pues la mano de un hombre resuelto suele quietar Reynos y vidas.

Este desastrado fin tuvo Roger de Flor de edad de 37 años, hombre degran valor, y de mayor fortuna, dichoso con sus enemigos, y desdichadocon sus amigos, porque los unos le hicieron señalado y famoso Capitan, ylos otros le quitaron la vida. Fué de semblante áspero, de corazonardiente, y diligentísimo en ejecutar lo que determinaba, magnífico,liberal, y esto le hizo General, y cabeza de nuestra gente; pues con lasdadivas grangeó amigos que le pusieron en este puesto, que fué uno delos mayores, fuera de ser Emperador, ó Rey, que hubo en aquellostiempos. Dejó á su mujer preñada, y después parió un hijo que Montanerrefiere que vivia en el tiempo que él comenzó su historia. Nicephorosolo dice, que junto al palacio del Emperador Miguel le mataron, sindecir por cuyo órden fué, ni quien lo hizo; pero Pachimerio concuerdacon Mantaner en lo mas esencial, porque refiere, que salido el Césarfuera de la Cámara Imperial, después de haber comido con losEmperadores, le envistieron los Alanos de George, y que Roger viéndoseacometido se retiro hácia donde estaba la Emperatriz Augusta, y cayómuerto junto á ella, atravesado de una estocada por las espaldas, y quecuando le llegó la nueva á Miguel, que estaba en otro cuarto de supalacio, del suceso de Roger, y que todo estaba alborotado por lasmuertes que los Alanos ejecutaban en los Catalanes descuidados, perdiócasi el sentido, y preguntó si la Emperatriz habia recibido algun daño ysi estaba segura; pero luego supo la ocasion de la muerte de Roger, ymandó que George viniese á su presencia, y le preguntó la ocasion quehabia tenido para hacer la muerte de Roger, y que le respondió. Queporque el Imperio tuviese un enemigo menos. Así disculpa Pachimerio estamaldad; pero ya que Miguel expresamente no fué Autor de esta muerte,pero por lo menos la consintió, y dejó de castigarla, con que se hizoparticipante del delito.

No se satisfacieron los Alanos con solo la muerte de Roger, porque almismo tiempo acometieron todos los Catalanes y Aragoneses que estaban ensu compañía, y con atroces muertes los despedazaron, y dice Pachimerio,que Miguel mandó á su tio Teodoro que detuviese á los Alanos y á lasdemas naciones, que encarnizadas con nuestras sangres salieron deAndrinopoli á degollar todos los que topasen de nuestra nacion, quehabia muchos alojados por aquellas aldeas, y que esto lo hizo Miguelporque temió que los suyos no fuesen vencidos, y que su ímpetu no lesperdiese. Con esto me parece que claramente se descubre el ánimo deMiguel, que fué sin duda de acabarles á todos. Toda la gente de acaballoque estaba junta acometieron á todos los Catalanes y Aragoneses dentrode la ciudad, y fuera de ella; pero algunos heridos y maltratadostomaron las armas, y perdieron la vida que les quedaba con igual dañodel enemigo. Escaparon solo tres caballeros de esta lastimosa tragedia,puesto que Nicephoro dice, que escapó la mayor parte. El uno se llamabaRamon Álquer, hijo de Gilabert Álquer natural de Castellon de Ampurias,los otros dos eran Guillén de Tous, y Berenguer de Roudor de Llobregat,los demás aunque no murieron luego, fueron entonces puestos en hierros,y después con mayor crueldad quemados, como después se referirá porrelacion de Pachimerio. Estos tres caballeros defendiéndosevalerosisamente ganaron una Iglesia, y apretándoles mucho en ella, sehubieron de retirar á una torre de ella, peleando con tantadesesperacion desde lo alto que no fué posible, por masque se procuró,matarles ni rendirles. Miguel después de haber ejecutado su crueldad,quiso ganar fama de piadoso y clemente, y así mandó que nadie lesofendiese, y dióles salvo conducto para volver á Galípoli. Nicephorodifiere algo de Montaner en este hecho, porque dice, que Roger fué consolos doscientos caballos á Andrinopoli, y no para solo verse conMiguel, y darle cuenta de lo que se habia determinado en materia de laguerra, como Montaner escribe, sino para pedirle dinero, y cuando lorehusase hacérselo dar por fuerza. Estas son palabras de Nicephoro, y álo que yo puedo entender dichas con poco acuerdo de lo que antes habiareferido, que Miguel estaba en Andrinopoli con un poderoso ejército, yno parece que un Capitan tan prudente como Roger, á quien los mismosGriegos llaman, siempre que se ofrece ocasion, hombre de gran prudencia,hiciese tan gran desatino, como lo fuera ir con solos trescientos de ácaballo á amenazar un Emperador, que se hallaba dentro de una Ciudadgrande, y con un ejército poderoso.

CAPITULO XXVIII.

La gente de guerra toma descubiertamente las armas contra los Griegos, yen diferentes partes del Imperio se matan los Catalanes y Aragoneses.

La gente de guerra que estaba con Berenguer de Entenza y Rocafort, lespareció tentar el último medio para que Andronico les pagase. Enviaronal Emperador tres embajadores, para que resueltamente le dijesen, que sidentro de quince dias no se les acudia con parte de lo mucho que se lesdebia, les era forzoso apartarse de su servicio, dar lugar á que susarmas alcanzasen lo que su razon y justicia nuca pudo. Recibió elEmperador estos tres Embajadores, que fueran Rodrigo Perez de SantaCruz, Arnaldo de Moncortes, y Ferrer de Torrellas, y en presencia de lamayor parte de sus Consejeros y Ministros, y con mucha aspereza lesdijo: que el Imperio de los Griegos no estaba tan acabado y destruido,que no pudiese juntar ejércitos poderosos para castigar su atrevimientoy rebeldía, y aunque eran muchos los servicios que le habian hécho en laguerra de Oriente, ya los habian borrado con sus excesos y demasías, ycon la poca obediencia y respeto que tenian á su corona: que él haria loque tocaba y fuese razon; en lo demas les aconsejaba, que no seprecipitasen con desesperacion á lo que tan mal les estaba, y que nopidiesen con violencia lo que con la misma se les podia negar; que lafidelidad de que ellos tanto se preciaban se perdia, si las mercedes sepedian por fuerza á su Príncipe. Sin querer oir su respuesta, ni darlugar á más satisfaccion, les mandó el Emperador, que con mas acuerdo seresolviesen y le hablasen. Después dentro de pocos dias llegó la nueva áConstantinopla de la muerte de Roger, y de algunas crueldades que losnuestros hicieron en Galípoli, y el pueblo se levantó contra losCatalanes, según dice Pachimerio; pero Montaner refiere, que en un mismotiempo en todas las Ciudades del Imperio se degollaron los Catalanes porórden de Andronico, y Miguel. Puede ser que en esto Montaner ande algoapasionado, atribuyendo toda la culpa á los Emperadores; pero lo que yotengo por cierto, que el pueblo irritado ejecutó esta maldad y ellos nola atajaron.

En Constantinopla se levantó el pueblo, y acometió los cuarteles á doestaban los Catalanes, y como si fueran á caza de fieras les ibandegollando y matando por la Ciudad. Después de haber degollado muchos,fueron á casa de Raul Paqueo, pariente de Andronico, y suegro deFernando Aones el Almirante, y pidió el pueblo que luego se lesentregasen los Catalanes que habia dentro; y porque esto no se hizo tanpresto como ellos quisieron, pegaron fuego á la casa con que se abrasótodo cuanto habia dentro, y aquí tengo por cierto que los tresEmbajadores y el Almirante perecieron. El Patriarca de Constantinoplasalió á reprimir la multitud amotinada, y sin hacer efecto con muchopeligro se retiró. La mayor dificultad que se ofreció para no poderoprimir á los Catalanes todos á un tiempo, fué por estar Galípoli biendefendido, y los que estaban alojados en las aldeas con las armas en lamano, y mas adbertidos que los otros que estaban en diferentes partes.

Miguel temiendo que los de Galípoli sabida la muerte de Roger no leacometiesen, mandó que el gran Primicerio fuese con todo lo grueso delejército sobre Galípoli. Ejecutóse luego, y con la caballería mas ligerase enviaron algunos Capitanes, para que les acometiesen antes quepudiesen ser avisados. Cogieron á la mayor parte divididos por susalojamientos, en sus lechos, y en sumo descanso; porque entre los quetenian por amigos les parecia inútil el cuidado de guardarse. Entró estacaballería por algunos casales, pasando por el rigor de la espada todoslos Aragoneses y Catalanes que toparon. Las voces y gemidos de los quecruelmente se herian y mataban, avisaron á muchos que se pudieron poneren seguro, y la codicia de los vencedores, que ocupados en el robodejaban de matar, tambien dió lugar á que muchos se escapasen.

EnGalípoli, aunque lejos, se sintió el ruido y voces confusas, con que losnuestros tomaron las armas, y quisieron salir á reconocer la campaña, ycertificarse del daño que temian; pero Berenguer de Entenza y los demásCapitanes detuvieron el ímpetu de los soldados, que en todo caso querianque se les diese franca la salida; y como la obediencia de aquella genteno estaba en el punto que debiera, no se atrevió Berenguer á enviaralgunas tropas á batir los caminos, y tomar lengua, porque temió quetras de ellas seguiria el resto de la gente, y quedaria Galípoli sindefensa, de cuya conservacion pendia la salud comun.

Discurríase variamente entre los nuestros la causa de tanto alboroto enlas campañas y caserias vecinas de Galípoli. Decian unos que los Griegosoprimidos de la gente militar se habrian conjurado, y tomado las armaspara alcanzar su libertad; otros que atravesando aquel angosto espaciode mar los Turcos, acometian sin duda á nuestros cuarteles; pero en estavariedad de discursos jamás pudieron atinar la verdad de caso taninhumano. Con la noche y confusion del caso algunos de los nuestrosllegaron á Galípoli libres, y solo dieron noticia de que dentro de suscasas, en sus alojamientos, habian sido acometidos de gentes militar yarmada.

CAPITULO XXIX.

Berenguer de Entenza, y los que estaban dentro de Galípoli, sabida lamuerte de Roger, deguellan todos los vecinos de Galípoli, y el campoenemigo los sitia.

Estando en esta turbacion tuvieron aviso cierto de la muerte de Roger, yde la universal matanza de los Catalanes y Aragoneses en Andrinopoli, yjuntamente de la que en la comarca de Galípoli se ejecutaba por órden deMiguel. Fué tanta la rabia y corage de los Catalanes, que diceNicephoro, y concuerda con él Pachimerio, aunque Montaner lo calla, quemataron á todos los vecinos de Galípoli, no perdonando á sexo ni edad, yPachimerio encarece mas la inhumanidad del caso diciendo; que hasta losniños empala