Expedición de Catalanes y Argoneses al Oriente by D. Francisco de Moncada - HTML preview

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Fadrique, llega á Galípoli para gobernar el ejército en su nombre.

Divididos los capitanes en los sitios de Nona, y Megarix, el infante D.Fernando, hijo del rey de Mallorca, con cuatro galeras llegó á Galípoli,por órden del rey de Sicilia D. Fadrique, porque juzgó que importabapara el aumento de su casa enviar persona puesta por su mano quegobernase el ejército de los Catalanes de Thracia, pues ellos mismos lehabian llamado y prestado juramento de fidelidad, no acordándose quizáde que esto habia sido cinco años antes, cuando la necesidad les obligó,y que entonces pudiera haber dificultad en admitirle. Tomó el infanteesta jornada á su cargo por servir al rey solamente, él se la encargó,con palabra, de que no se casaria en Francia sin su consentimiento, yque gobernaria aquellos estados en su nombre. Tanta estimacion se hizode aquellas armas cuando las vieron superiores á las del imperio, que nolas quisieron apartar de su obediencia los reyes, aunque fuese para uninfante de su misma casa. Don Fadrique, príncipe de singular prudencia,y maestro grande de la arte del reinar, no quiso empeñar su reputacionen nuestras armas, porque las tubo por perdidas cuando le pidieronsocorro, ni declararse por enemigo de Andronico hasta que le vió sinfuerzas para defenderse; pero los accidentes fueron tan diferentes de loque se presumia, que la resolucion del rey con tanta razon determinada,vino como veremos, á no tener el efecto que hubiera si antes lessocorriera. La venida del infante dió notable contento á los queentonces se hallaron en Galípoli, particularmente á Montaner grandecriado, y apasionado de su casa. Admitieronle como á Lugarteniente delrey sin dificultad ni réplica todos los que se hallaron presentes, queaunque fueron pocos, por ser los primeros se les agradeció de parte delrey. Enviaronse luego correos á los tres capitanes principales, Entenza,Rocafort, y Fernan Jiménez, haciendoles saber la venida del infante, yjuntamente les remitieron las cartas del rey que vinieron para ellos,dándole razon de cómo venia á gobernarles en su nombre. Dio Montanerpara su servicio cincuenta caballos, y mayor número de acémilas que hubomenester para su casa; y porque la posada de Montaner era de las mejoresde Galípoli se salió de ella, y se la dió al infante. Berenguer deEntenza estaba sobre el sitio de Megarix treinta millas de Galípoli,donde recibió el aviso de la venida del infante por los dos caballerosque Montaner embió para que se le diesen, juntamente con la carta delrey. Partió luego con pocos, y llegó á Galípoli el primero de loscapitanes. Dio la bien venida al infante, y le juró por su general ysuprema cabeza. Luego tras él vino Fernan Jiménez de Arenós de Modico, ysiguió en todo á Berenguer. Mejoróseles el partido á estos dos ricoshombres, porque su vando menos poderoso, siempre temia al de Rocafort, ycon la venida del infante parece que todo se habia de sosegar, y lascosas, fuera de sus lugares por la violencia de uno, volverían al suyo,y serian todos estimados según sus merecimientos, y calidades. Fué elcontento universal en todos, así del vando de Berenguer, como deRocafort, á quien alteró mucho la venida tan fuera de tiempo delinfante, y sin duda que desde luego le negara la obediencia si no fueraporque conoció en los suyos el gusto que les habia dado esta nueva.Hallóse en notable confusion era hombre sagaz, y prevenido en todos susconsejos, pero no pudo prevenir con sus artes acostumbradas lo que nuncapudo temer. Después de haber consultado con sus intimos amigos caso,pareció que convenia responder mostrando mucho gusto de la venida delinfante, unico deseo de todos ellos, y que por estar el sitio tanadelante no se atrevia á dejarle para ir á darle la obedencia, que lesuplicase de parte de todos, que viniese á Nona donde le esperaban conmucho gusto. En esta sustancia se respondió al infante, y el entre tantocon los deudos, y amigos confidentes, dispuso los ánimos á seguir suparecer y consejo. Llegó la respuesta de Rocafort á Galípoli, y elinfante no quiso determinarse sin el parecer de Berenguer de Entenza, yFernan Jimenez, y de algunos otros capitanes bien afectos á su servicio,y de gran conocimiento de las trazas y designios de Rocafort. A todospareció peligrosa la detencion, y que debia el infante partir luego,porque el ejército no se enfriase en el gusto que tenia de su venida, yRocafort no tuviese tiempo de concluir ni mover nuevas pláticas endeservicio del rey, y excluir del gobierno su persona.

Con estaresolucion dispuso el infante su partida, fué acompañado de la mayorparte de la gente de Berenguer de Entenza, y de Fernan Jimenez, suspersonas no pareció llevarlas porque no fuera acertado antes de tenerganada la voluntad de Rocafort, y de los suyos, ponerle delante porprimera entrada sus competidores en mejor lugar cabe el infante; y asídefirieron la ida estos dos ricos hombres cuando el infante hubiesejurado, porque entonces estando con entera autoridad se podrían hacerlas amistades.

CAPITULO L.

El infante es excluido del gobierno por las mañas de Rocafort.

Partiose el infante de Galípoli con el mayor acompañamiento que pudo,llevando consigo de los capitanes conocidos solo á Ramon Montaner, y entres dias de camino por la costa llegó al campo, donde fué recibido conuniversal regocijo, y Rocafort con grandes demostraciones de contento lefestejó los dias que tardó á poner en plática las órdenes de su tio.Esperaba el infante que Rocafort se comidiese sin volver segunda vez árequerille, pero como vió que alargaba el obedecer al rey, y no se dabapor entendido, le dijo que él queria dar luego las cartas del rey quevenian para el ejército, y decirles de palabra el intento de su venida,y que para esto mandase juntar el consejo general. Obedeció Rocafort conmuestras de mucho gusto, y para el dia siguiente ofreció de tenerlejunto; porque ya en los pocos dias que tardó el infante, previno á susamigos que echasen voz por el campo, que seria bien andar con muchotiento en la resolucion que se debia tomar de admitir al infante por elrey, y que por lo menos no se determinasen luego. Hizóse esto con muchoarte, porque siempre se temió, que viendo el ejército al infante noaclamase luego al rey, y le admitiese. Pareció á todos el consejoavisado y cuerdo; porque el vulgo ignorante raras veces penetra segundasintenciones, y así le siguieron. El dia siguiente la confusa multituddel consejo general que constaba de todos los que ganaban sueldo, juntaen el campo, espero al infante. Vino acompañado de los de su casa, y demuchos capitanes, entregó las cartas á un secretario, y mandó que enpúblico se leyesen. Leidas, les declaró brevemente como el rey movido desus ruegos habia admitido el juramento de fidelidad, que sus embajadoresle hicieron; y aunque para sus reinos no podia ser útil el encargarse desu defensa, habia querido mostrar el amor que les tenia, porponiendo suconveniencia á la de ellos, y así le habia mandado que con su personaviniese á gobernarles en su nombre y les ofreciese que siempre acudiriacon mayores socorros. Respondieronle según Rocafort pretendió, que ellostendrían su acuerdo sobre lo que se debia hacer, y que tomado lereponderian.

Con esto los dejó el infante, y se fué á su posada. QuedóRocafort con ellos, y poco seguro de la determinacion que tanta gentejunta pudiera tomar, y temiéndose de algunos caballeros, que aunque eransus amigos, deseaban que el infante quedase á gobernarles, les dijo: queel caso de que se trataba no podia dicurrirse bien entre tantos, porquela multitud siempre trae consigo confusion, la cual no da lugar áconsiderarse por menudo las dificultades que suelen ofrecerse en materiade tanto peso; que se escogiesen cincuenta personas las de mayor créditoy confianza, para que estas fuesen platicando, y discurriendo el negociocon las conveniencias y contrarios que en el habia; y tomada laresolucion que les pareciese, la refiriesen á los demás, para que juntoslibremente la condenasen, ó aprobasen, con que se escusarian losinconvenientes de haberlo de comunicar con tantos. Tuvose por acertadoel parecer de Rocafort, que cuando el vulgo se inclina á dar crédito áuno, en todo le sigue, sin hacer diferencia de los buenos, ó malosconsejos porque más se gobierna con la voluntad que con la razon. Luegonombraron cincuenta personas, para que juntamente con Rocafort, lotratasen, no advirtiendo con cuanta mayor facilidad se pueden cohecharlos pocos que los muchos. Con esto tuvo hecho su negocio, porque loscincuenta fueron casi todos puestos por su mano, y á los poco de quienno podia fiar igualmente que los demás, fué fácil el persuadirles, á másde no faltarles razones, y de mucho fundamento, para esforzar la suya.Juntaronse los cincuenta con Rocafort, y él les dijo lo siguiente. Lavenida del Sr. Infante, amigos y compañeros, ha sido uno de los mayoresy más felices sucesos que pudiéramos desear, al fin enviado por lapoderosa mano de quien hasta el presente dia nos ha conservado congrande aumento de nuestro nombre, y confusion de nuestros enemigos,porque ya se ha dado fin á nuestros trabajos, y principio á unafelicidad muy entera, por tener prendas tan propias de nuestros Reyes, áquien podemos entregar con seguridad, la libertad, y la vida,recibiéndole no como él quiere por Lugarteniente de su tio, sinó comopríncipe absoluto, y sin la sujecion y dependencia alguna. Por grandeyerro tendría, si la eleccion de príncipe pende de nosotros, escoger alque vive ausente, y ocupado en gobernar mayores estados, y dejar aldesocupado y libre de otras obligaciones y el que ha de vivir siempreentre nosotros, y correr la misma fortuna de los sucesos prósperos, yadversos. Si á don Fadrique recibimos por rey, á manifiesta servidumbrenos sujetamos, porque con su persona no podrá asistirnos, ynecesariamente habrá de enviar quien en su nombre gobierne estevictorioso ejército, y las provincias que por él estan sujetas. ¿Quémayor desdicha se podrá esperar, si por premio de nuestras victorias,venimos á ser gobernados por otra mano que la propia de nuestropríncipe?. Y el mismo rey don Fadrique procurará nuestra defensa encuanto no le estorváre á la del reino de Sicilia. ¿Pues por qué se ha deadmitir tanta desigualdad?. Los trabajos, los peligros, las pérdidaspara nosotros solos, pero la gloria y provecho, no solo igual, peromayor, y más segura para el rey. Si nos perdemos quedando muertos, ó endura servidumbre, libre don Fadrique, y tan gran príncipe como antes;pero si ganamos nuevas provincias, y estados, todos han de venir á sersuyos. ¿Pues puede algun cuerdo con esta desigualdad, hallándose librepara escoger, dar la obediencia á príncipe con tales calidades?. A másde esto ¿no se acuerda la paga que nos dió por tantos servicios alpartir de Sicilia?. ¡Qué fué más que un poco de bizcocho, y otras cosasque no pueden negarse á los siervos, y esclavos!. No, amigos, no nosconviene tomar por rey á D.

Fabrique, pues no se acordó de nosotros altiempo que le pedíamos su ayuda, y cuando nos importaba tanto eldarnosla, sino cuando á él convino, y á nosotros no nos es de provecho.Esto se hecha bien de ver ahora, pues no nos envia armas, gente,bastimentos, ó dineros, ni otra cosa necesaria para la guerra, sinócabeza y general que nos gobierne como si tuviéramos falta de esto, y nose hubieran alcanzado muchas victorias sin tenerle puesto por su mano.No consintamos que el premio de nuestros servicios se distribuya pormano de sus ministros, y gobernadores, en quien siempre puede más lapasion que la verdad, más su particular interés que la comun utilidad,porque tratan las provincias como quien las ha de dejar, y como en laposesion temporal de ajena propiedad gozan de los presente, sin ninguncuidado de lo venidero, y más estando el rey tan apartado, á quiennuestras quejas llegarán tarde cuando sean oidas, y los socorros tan átiempo como el que ahora nos envia, despues de seis años que con grandeinstancia se lo pedimos. En esto finalmente me resuelvo, que excluyamosá D. Fadrique por D. Fernando; tengamos presente al príncipe por quienaventuramos la vida, y sea testigo, pues ha de ser juez, de losservicios que le hiciéramos y cuide de nosotros como de sí mismo, puesnuestra conservacion y vida corren parejas con la suya. Contentese D.Fadrique con Sicilia ganada, y conservada por nuestro valor; deje á D.Fernando su sobrino los trabajos de una guerra incierta y peligrosa,estas Provincias destruidas, y sola la esperanza de conquistar nuevosreinos, y señoríos. Con esta plática los pocos dudosos que habia seresolvieron con el parecer de Rocafort, y luego dos de los cincuentaelectos dieron razon de la determinacion que habian tomado á todo elcampo, refiriendo las mismas razones de Rocafort. Túvose con aplausogeneral de todos por acertada aquella determinacion, y quisieron luegose diese la respuesta á el infante. Fueron para esto los cincuenta, ypropusieronle su embajada. Don Fernando como buen caballero, respondióque él venia de parte de su tio, y que con su autoridad, y fuerzas habiatomado aquella empresa á su cargo, y sería faltar á su obligacion si conpuntualidad no ejecutase las órdenes de quien le enviaba, y que porningun caso admitiria el ofrecimiento que le hacian, sinó recibiéndolecomo Lugarteniente de su tio D. Fadrique. Rocafort siempre publicó queel infante, por tener alguna disculpa con el rey, no admitiria luego elofrecimiento que le hacian, y con esto engaño la mayor parte delejército, porque si hubiera quien les persuadiera, y desengañara que elinfante por ningun caso se quedara á gobernarles como á príncipe, sinduda que le admitieran por el rey.

Quince dias se pasaron en este trato,y el infante creyó siempre que aquellas eran palabras de cumplimiento, yque á lo último obedecerían al rey. En este medio Rocafort, como de suparte tenia todos los Turcos, y Turcoples á su disposicion, y parte delejercito que le seguia, la otra como inferior no le osaba contradecir.Con esto quedó todo el ejército que estaba debajo de su mano, resueltode no admitir el infante por el rey; y á la verdad su intento no eraexcluir á Don Fadrique por D. Fernando porque con ninguno de ellos sepudiera conservar, pero como hombre sagáz, y que conocia al infante poruno de los mejores caballeros de su tiempo, y que no tendría malacorrespondencia con el rey tu tio, le propuso al ejército para queexcluyesen al rey, prefiriendo al infante, de quien estaba cierto que nolo admitiria, y como la mayor parte del ejército con este engaño deRocafort se declaró por el infante contra el rey, despues no quisieronelejir á quien una vez excluyeron. Todos estos embustes tramabaRocafort, seguro que aunque despues los descubriesen no le causariandaño, por tener de su parte á los Turcos, y Turcoples, que juntos conlos confidentes era la mayor parte del ejército. No se puede negar queen esta parte Rocafort podria tener alguna disculpa, aunque fuera denatural y condicion más moderado, porque despues de tantas victorias, yhaber gobernado un ejército cinco años, justamente pudiera rehusar el noadmitir un superior cuyo favor habian prevenido sus mayores enemigosBerenguer de Entenza, y Fernan Jimenez, que siempre serian preferidospor su calidad, y mejor correspondencia. Y aunque el infante por quitartoda sospecha les hizo quedar en Galípoli, no por eso se la quitó áRocafort, antes ese mismo cuidado con que prevenian las ocasionesexteriores de que pudiese tenerla, se la acrecentaba más, creyendosiempre que era tener sobrad confianza de Berenguer, y de Fernan, y queellos la tenian del infante, pues no mostraban queja de no habellesadmitido en su compañia. No hay cosa que más penetre y descubra que losrecelos, y temores de perder un puesto tan superior como el que Rocaforttenia, y más en un sujeto de tantas partes, y experiencia.

CAPITULO LI.

Rocafort antes de partirse el infante del ejército ganó á Nona, y decomun parecer de los capitanes, deja el ejército los presidios deThracia, y determina pasar á Macedonia.

La venida del infante D. Fernando al ejército, acabó de poner endesesperacion á los griegos que estaban sitiados, y dentro de pocos diasse hubo de entregar con mucha perdida en las manos del vencedor, porqueaunque no perdieron las vidas, quedaron sin haciendas. Berenguer deEntenza tambien tomó á Megarix. Sentíase ya en nuestro campo gran faltade vituallas, porque diez jornadas al contorno de Galípoli estaba todotalado y destruido, que los cinco años últimos de los siete queestuvieron en esta provincia, se mantuvieron de lo que la tierra sincultivar producía, pues no llegaban á los árboles, y viñas sinó paraquitarles el fruto. A lo último vino esto á faltar, y fué forzoso tratarde buscar otras provincias donde entretenerse, y poder vivir. Habíasediferido esto por las enemistades de Entenza, y Rocafort, que estabanaun tan vivas, que no se osaban mover de sus alojamientos, ni juntarsepor el recelo que se tenia que entrambas las dos parcialidades nollegasen á rompimiento: tanto pueden disgustos é intereses particulares,que impiden el remedio comun y quieren mas perecer con ellos, que vivircediendo de su locas y vanas pretensiones. Todos fueron de parecer quedesmantelasen á Galípoli, y los demás presidios, y en esto conformaronlos capitanes competidores juntamente con los turcos, y turcoples; y asísuplicaron al infante la gente buena y libre de pasiones, que fueseservido de no desampararles hasta dejarles en otra provincia, porquedebajo de su autoridad, y nombre, irian todos muy seguros y en estemedio se podrían concertar las diferencias de Entenza, y Rocafort. Elinfante tuvo su acuerdo por bueno, y ofreció de hacerlo, y á lo que yopuedo entender, movido de lástima de que Berenguer de Entenza, y FernanJiménez de Arenós quedasen en las manos de Rocafort, á quien el respetodel infante parece que detenia la ejecucion de su animo vengativo, quisotentar si con esta detencion podia concertar estas diferencias, ydejarles con mucha paz y quietud, para que unidos y conformes pudiesenhacer mayores progresos, esperando siempre que obedecerian al rey,aunque por entonces lo hubiese rehusado. Juntó el infante las cabezasprincipales del ejército, con todos los del consejo, y resueltos ya desalir de aquellos presidios que tenian en Thracia, por haberles forzadola necesidad, y falta de vituallas. Trataron que camino tomarian; y quéciudad en Macedonia ocuparian. Hubo diferentes pareceres, y últimamentepareció el más acertado, que se acometiese la ciudad de Cristopol,puesta en los confines de Tracia en Macedonia por tener la entrada delas dos provincias fácil, y la retirada segura, y los socorros de marsin poderselos impedir, como en Galípoli, que ocupado el estrecho conpocos navios de guerra impedian el libre comercio que venia por mar ádarles alguna ayuda. Ordenose que Ramon Montaner con hasta treinta yseis velas que habia en nuestra armada, y entre ellas cuatro galeras,llevasen las mujeres, niños, y viejos, por mar á la ciudad de Cristopol,despues de haber desmantelado todos los presidios que en aquellas costasse tenian por nosotros, como Galípoli, Nona, Pacía, Modico, y Megarix.El infante y los demás capitanes ordenaron en esta forma su partida.Berenguer de Rocafort con los turcos y turcoples, y la mayor parte delos Almugavares saliese un dia antes qué Berenguer, y Fernan Jimenez, yque siempre se guardase este orden en el camino siguiendo siempreBerenguer á Rocafort una jornada lejos, y esto se hizo por quitar lasocasiones que pudiera haber de disgusto, si los dos bandos juntos sealojáran, donde forzosamente sobre el tomar los puestos vinieran á lasmanos. Pudose sin peligro dividir sus fuerzas, por no tener enemigopoderoso en la campaña que les pudiese prontamente acometer, porquedivididos el espacio de un dia de camino, no se pudieran socorrer si letuvieran, toda la gente de guerra atendia más á defenderse dentro de lasciudades, que salir á ofender nuestro ejército; cosa que tantas vecesemprendieron con notable daño suyo y gloria nuestra. Juntos en Galípoli,despues de haber desmantelado todos los demás presidios, partió Rocafortcon su gente por el camino mas vecino al mar, y al otro dia le siguióBerenguer de Entenza, y el infante, ocupando siempre los puestos queRocafort dejaba. Después de haber caminado algunos dias, comenzaron áentrar en lo poblado de la provincia, á donde sus armas no habianllegado. Los Griegos con el pavor del nombre de Catalanes huian latierra adentro dejando en los pueblos bastimentos en grande abundancia,con que los nuestros pasaban con mucha comodidad, y libres del daño, quesiempre creyeron de faltarles con que vivir. Esta fué una de susempresas grandes, entrarse por tierras, y provincias no conocidas, sintener seguridad de alguna plaza, ó de algun Príncipe amigo. Laexpedicion de los diez mil Griegos que cuenta Xenofonte, fué de lasmayores que celebra la antigüedad, pero siempre los Griegos llevaban porfin llegar á su patria, y parte con armas atravesaban Provincias, ynaciones estrañas: pero los Catalanes solo tenian por fin de aquelviaje, no el descanso de su patria sino la expugnacion de una Ciudadgrande y fuerte, que resolvieron de acometer antes de salir de Galípoli,y que el fin de una fatiga y peligro grande fuese el principio de otromayor.

CAPITULO LII.

La vanguarda del campo del infante, y Berenguer, alcanza la retaguardade Rocafort, y llegan casi á darse la batalle; mata Rocafort á Berenguerde Entenza; y Fernan Jimenez de Arenós huyendo del mismo peligro se poneen manos de los Griegos.

Llegó Rocafort con su ejército á una aldea dos jornadas lejos de laciudad de Cristopol, puesta en un llano abundante de frutas, y aguas,las casas vacias de gente, pero llenas de pan y vino, y de otras cosasno solo necesarias, pero de mucho gusto y regalo. Detuvieronse en tanbuen alojamiento más de lo que debieran soldados platicos, y biendisciplinados; cerca de medio dia aun no habian partido, porque la gentederramada por aquella llanura, con el regalo de la fruta que se hallabaen los árboles, se entretuvo de manera que no se pudo recoger antes. Lavanguarda del campo del infante donde iba Berenguer de Entenza, porquesalió mas temprano de lo que acostumbraba alcanzó la retaguarda deRocafort. Alteróse su retaguarda, y vueltas las caras viéndose tan cércalos de Berenguer, juzgaron que venian á romper con ellos: tocóse armacon grande confusion, y la vanguarda del uno con la retaguarde el otrose encontraron. Rocafort luego que reconoció la gente de su contrariotuvo por cierto que venía con determinacion de ejecutar algun malintento, pues no pudiera ser otra la causa que á Berenguer le obligara áromper los conciertos sin primero avisar.

Un hombre sospechoso nunca discurre ni piensa lo que le puede quitar lassospechas, sino lo que se las acrecienta. Rocafort no consideró sudescuydo en diferir la partida hasta medio dia, y acordóse que Berenguerde Entenza habia madrugado mucho. Al fin, ó por pensarlo así, ó portomar la ocasion de venir á las manos con él, mandó suvir á caballo sugente, y él hizo lo mismo armado de todas piezas, y partió con granfuria contra la gente de Berenguer de Entenza, á quien la suya habia yaacometido, trabándose una cruel y sangrienta escaramuza.

Llegó tambien aviso al Infante y á los demas capitanes del desorden.Salió Berenguer de Entenza el primero á caballo, y desarmado con solauna azcona montera, como persona de mas autoridad, á detener los suyos,y retirarlos. Gisbert de Rocafort hermano de Berenguer, y Dalmau de SanMartín su tio, vieron á Berenguer que andaba metido en los peligros dela escaramuza, ó que les parecíese que animaba su gente contra ellos, ólo que se tiene por mas cierto, viendo la ocasion de satisfacer su malanimo, y quitar el émulo á su hermano, Gisbert, y Dalmau cerraron juntoscon él. Berenguer de Entenza, que como inocente y buen caballero, viendoque los dos hermanos se encaminaban para él vuelto á ellos les dijo:¿Qué es esto amigos?.

Y en este mismo tiempo le hirieron de doslanzadas, con que aquel valiente y bravo caballero cayó del caballomuerto, sin poderse defender por estar desarmado, descuidado y entre susamigos. Encendióse mas vivamente la escaramuza despues de muertoBerenguer, y los Rocafort ejecutaron su venganza matando muchos de suvando. No puede ser mayor la crueldad, que despues de haber vencido ymuerto su contrario, degollar y despedazar los vencidos, en quien nopudiera haber resistencia, despues de perdida su cabeza, en admitir áRocafort, y obedecelle; pero su soberbia y arrogancia fué tanta que nohacia ya la guerra á sus enemigos, sino á su propia naturaleza, ysolicitaba á los Turcos, y Turcoples para que inhumanamente acabasentodos los del vando de Berenguer, sin excepcion alguna de persona.

Fernan Jimenez de Arenós con el mismo descuido que Berenguer de Entenza,iba desarmado, y retirando su gente á cuchilladas, fué advertido de lamuerte de Berenguer y que con cuidado le iban buscando para matarle; yasí con alguna gente que pudo recoger y llevar tras sí, se salió delcampo y tuvo por más seguro entregarse á los Griegos que á Rocafort.Fuese á un Castillo que estaba cerca, donde fué recibido debajo deseguro, con que se presentase delante del Emperador Andronico. Elinfante por amparar y defender la gente del vando de Berenguer, salióarmado con algunos caballeros que le siguieron, y se opuso con valor álos Turcos, y Turcoples, que asistidos de Rocafort, todo lo pasaban porel rigor de su espada.

Pudo tanto la presencia del Infante, que Rocafort puesto á su lado, porque los Turcos no le perdiesen el respeto, retiró su gente, despues dehaber tan alevosamente muerto á Berenguer, y tanta gente de su vando.Quedaron muertos en el campo ciento cincuenta caballos, y quinientosinfantes, la mayor parte de las compañias de Berenguer de Entenza, yFernan Jimenez de Arenós. Sosegado el tumulto, y retirada la gente á susvanderas, el Infante, y Rocafort vinieron juntos á la plaza del lugar,donde tenian el cuerpo de Berenguer tendido.

Apeóse el Infante de su caballo, y abrazado con el cuerpo difunto, diceMontaner, que lloró amargamente, y que le abrazó y besó mas de diezveces, y que fué tan universal el sentimiento, que hasta sus mismosenemigos le lloraron. Vuelto el Infante á Rocafort con palabras asperasle dijo, que la muerte de Berenguer habia sido malamente hecho por alguntraidor. Rocafort con palabras humildes respondió que su hermano, y tiono le conocieron hasta que le hubieron herido. Con esto se hubo desatisfacer el Infante, pues no tenia fuerzas para castigar tantoatrevimiento, y sin duda que hiciera alguna demostracion, sinó sehallara con tan poca gente.

Mandó que para enterrar el cuerpo de Berenguer, y hacerle sus obsequiasse detuviese el ejército dos dias, porque quiso honrarle con lo quepudo; y así se hizo. Enterraronle en una hermita de San Nicolas queestaba cerca, junto del Altar mayor; sepulcro harto indigno de supersona si consideramos el lugar humilde, y poco conocido donde ledejaron, pero célebre y famoso por ser en medio de las Provinciasenemigas, cuya inscricion y epitaphio es la misma fama que conserva, yestiende la memoria de los varones ilustres que carecieron de tumulosmagnificos en su patria, por haber perecido en tierra ganada y adquiridapor su valor.

Este fin tuvo Berenguer de Entenza, nobilísimo por susangre, y celebrado por sus hazañas, y por entrambas cosas estimado deReyes naturales, y estraños. En sus primeros años sirvió á sus Principesprimero en Cataluña, y despues en Sicilia, con buena fama, donde alcanzómuchos amigos, y hacienda para seguir el camino que la fortuna leofreció de engrandecerse, y alcanzar estado igual á sus merecimientos,que aunque en su patria lo poseia grande, pero no de manera que su animogeneroso y gallardo cupiese en tan cortos limites, como los de laBaronia que hoy llamamos de Entenza.

Fué Berenguer animoso y valiente con los mayores peligros, fuerte en lostrabajos, constante en las determinaciones, igualmente conocido por lossucesos prosperos y adversos porque en medio de su felicidad padeció unalarga y trabajosa prision y apenas salido de ella, y restituido á lossuyos, cuando otra vez la fortuna se le mostraba favorable murió átraicion á manos de sus amigos, en lo mejor de sus esperanzas.

El infante despues de sosegado el alvoroto, envio á llamar á FernanJimenez, ofreciendole que podia venir seguro debajo de su palabra.Respondió que le perdonase, que ya no estaba en su libertad para cumplirsus mandamíentos, porque habia ofrecido de presentarse ante el EmperadorAndronico con toda su compañía.

Tuvole el Infante por disculpado, yFernan Jimenez despues de haber recogido los suyos, se fué áConstantinopla donde le recibió Andronico con muchas muestras deagradecimiento, de que le hubiese venido á servir y por mostrarlo conefecto, le dió por mujer una nieta suya viuda, llamada Teodora, y eloficio de Megaduque que tuvo Roger y despues Berenguer de Entenza.

Con esto quedó Fernan Jimenez de los mas bien librados capitanes de estaempresa, y el que solo permaneció en dignidad, y escapó de finesdesastrados.

CAPITULO LIII.

Deja el Infante nuestra compañía, y lleva consigo á Montaner despues deentregar la armada.

En este medio que el Infante se detuvo en el lugar donde mataron áBerenguer, llegaron sus cuatro galeras con sus Capitanes Dalmau Serracaballero y Jayme Despalau de Barcelona, y alegre de tener galeras conque apartase de Rocafort, mandó juntar consejo general, y volvió segundavez á requerilles, si le querian recibir en nombre de su tio DonFadrique, porque cuando no quisiesen estaba resuelto de partirse.

Rocafort autor de la determinacion pasada, cuando se les propuso lomesmo, como más poderoso entonces, despues que le faltaban sus émulos enquien pudiera haber alguna contradicion, fuele facil tener á todo elcampo en su opinion, porque sus pensamientos ya eran mayores que dehombre particular. Respondieron al Infante lo que la vez pasada y conmayor resolucion. Con esto se tuvo por imposible y desesperado elnegocio; y así se embarcó el Infante con sus galeras, dejando á Rocafortabsoluto señor, y dueño de todo, y navegó la vuelta de la Isla de Tarso,seis millas lejos de la tierra firme donde estaba el campo. Llego elInfante á la isla casi al mismo tiempo que Montaner con toda la armada,y despues de haberle referido la maldad de Rocafort, y perdida de tanbuenos caballeros como eran Berenguer de Entenza, y Fernan Jimenez deArenós, le mandó de parte del Rey, y suya que no se partiese de sucompañía. Obedeció Montaner con mucho gusto, porque estaba rico y temiaá Rocafort aunque era su amigo.

La amistad de un poderoso insolente siempre se ha de temer, por que laamistad fácilmente se pierde y queda el poder libre de respetos paraegecutar su furia, y sus antojos. Suplicó al Infante fuese servido dedetenerse, mientras él con la armada daba razon á los capitanes delcampo de lo que se le habia encargado, que eran la mayor parte de sushaciendas, y todas sus mujeres é hijos. Fué contento el Infante deaguardalle, y con esto Montaner con la armada llegó á una playa dondeestaba alojado el ejército, una jornada más delante de donde los dejó elInfante. No quiso que persona alguna desembarcase, hasta que leaseguraron que no se haria daño á la mugeres, hijos y haciendas, de losde Berenguer de Entenza, y Fernan Jimenez, y que les dejaria libres parair donde quisiesen. Con este seguro desembarcó todos los que quisieronir al Castillo donde Fernan Jimenez sé habia retirado. Dieronlescincuenta carros, y con doscientos caballos de Turcos y Turcoples deescolta, y ci