Inferimos que no está bastante ilustrado el país para leer artículos enblanco, y que es más acertado meter las cosas con cuchara, como loentiende el Boletín: adoptamos el agüero que nos ofrece nuestrosilencioso cofrade. A catorce Siglos nos ha dejado este periódico; esdecir, en la Edad Media; confesemos francamente que no podemos pasar deaquí, y quedémonos en blanco en hora buena. Muchos son efectivamente lospuntos que ha dejado en blanco nuestro buen Siglo en punto a amnistía,en punto a política interior, en punto a honor y patriotismo de no séqué hazañas, y en punto, en fin, a Cortes; pero más creemos que hubieransido aún los puntos en blanco, si conforme era el 14 el siglo, hubierasido el 19. Y por último, deducimos de todo lo dicho y de la muerte quealcanza a nuestro buen Siglo, a pesar de toda su ilustración ygrandeza, que el siglo es chico como son los hombres, y que en tiemposcomo éstos los hombres prudentes no deben hablar, ni mucho menos callar.
UN PERIÓDICO NUEVO
Noble Espagne, où la littérature est réduite à la liberté dumonologue de Figaro.
F.
SOULIÉ.La
Librairie
à
Paris.
Libre desCent-et-un.
—¿Por qué no pone usted un periódico suyo? ¿Cuándo sale Fígaro? ¡Esidea peregrina! Ya he visto en los demás periódicos la publicación delpermiso para el periódico nuevo. ¿Saldrá por fin en febrero, en marzo?¿Cuándo? ¿Nos hará usted reír, por supuesto?
He aquí las preguntas que por todas partes se me dirigen, que me cercan,me estrechan, me comprometen, y a las cuales me veo más apurado pararesponder, que se ven hace tres días... Iba a hacer una malacomparación; y si me la había de suprimir algún amigo de éstos que mirande continuo por mi tranquilidad, suprímomela yo.
¿Por qué no he de publicar un periódico también? he dicho efectivamentepara mí.
En todos los países cultos y despreocupados, la literaturaentera, con todos sus ramos y sus diferentes géneros, ha venido aclasificarse, a encerrarse modestamente en las columnas de losperiódicos. No se publican ya infolios corpulentos de tiempo en tiempo.La moda del día prescribe los libros cortos, si han de ser libros. Y sihemos de hablar en razón, si sólo se ha de escribir la verdad, si no seha de decir sino lo que de cierto se sabe, convengamos en que todo estádicho en un papel de cigarro. Los adelantos materiales han ahogado de unsiglo a esta parte las disertaciones metafísicas, las divagacionescientíficas; y la razón, como se clama por todas partes, ha conquistadoel terreno de la imaginación, si es que hay razón en el mundo que no seaimaginaria. Los hechos han desterrado las ideas. Los periódicos, loslibros. La prisa, la rapidez, diré mejor, es el alma de nuestraexistencia, y lo que no se hace de prisa en el siglo XIX, no se hace deninguna manera, razón por la cual es muy de sospechar que no hagamosnunca nada en España. Las diligencias y el vapor han reunido a loshombres de todas las distancias: desde que el espacio ha desaparecido enel tiempo, ha desaparecido también en el terreno. ¿Qué significaría,pues, un autor formando a pie firme un libro, detenido él solo en mediode la corriente que todo lo arrebata? ¿Quién se detendría a escucharlo?En el día es preciso hablar y correr a un tiempo, y de aquí la necesidadde hablar de corrida, que todos desgraciadamente no poseen. Un libro es,pues, a un periódico, lo que un carromato a una diligencia. El librolleva las ideas a las extremidades del cuerpo social con la mismalentitud, tan a pequeñas jornadas, como aquél lleva la gente a lasprovincias. Así sólo puede explicarse la armonía, la indispensablerelación que existe entre la ilustración del siglo y la escasez de loslibros nuevos. De otra suerte sería preciso inferir que la civilizaciónmata las artes y las letras. Y decimos las artes, porque aquella mismarapidez de existencia ha lanzado sobre el terreno de la pintura lalitografía, y ha levantado al lado de las antiguas moles de arquitecturagótica de los tiempos lentos, las modernas construcciones de lasratoneras que por casas habitamos en el día.
Convencidos de que el periódico es una secuela indispensable, si no unsíntoma de la vida moderna, esperarían tal vez aquí nuestros lectoresuna historia de esta invención; una seria disertación sobre los primerosperiódicos, y acerca de si debieron o no su primer nombre a una monedaveneciana que limitaba su precio. Nada de eso.
Sólo diremos que losprimeros periódicos fueron gacetas: no nos admiremos, pues, si fielesa su origen, si reconociendo su principio, los periódicos han conservadola afición a mentir, que los distingue de las demás publicaciones desdelos tiempos más remotos; en lo cual no han hecho nunca más queadministrar una herencia. Es su mayorazgo; respetemos éste como losdemás, pues que estamos a esta altura todavía.
Inapreciables son las ventajas de los periódicos; habiendo periódicos,en primer lugar, no es necesario estudiar, porque a la larga, ¿qué cosahay que no enseñe un periódico? Sabe usted por un periódico la hora aque empieza el teatro, y algunas veces la función que se representa, esdecir, siempre que la función que se representa sea la misma que seanuncia: esto, al fin, sucede algunas veces. Por los periódicos sabeusted de día en día lo que sucede en Navarra, cuando sucede algo; verdades que esto no es todos los días; pero para eso muchas veces sabe ustedtambién lo que no sucede: no se sabe ciertamente la pérdida del enemigo,pero ésa siempre debe ser mucha; y en cambio se sabe que llegó la noche,porque la noche llega siempre; no es como la libertad, ni como las cosasbuenas, que no llegan nunca; y se sabe que los caballos de los facciososcorren más que los nuestros, puesto que siempre deben aquéllos susalvación a su velocidad. Así se supiera dónde diantres los van abuscar.
Esta investigación sería de grande utilidad para mejorarnuestras crías. Por un periódico sabe usted que hay Cortes reunidas paraelevar sobre el cimiento el edificio de nuestra libertad. Por ellos sesabe que hay dos Estamentos, es decir, además del de Procuradores, otrode Próceres. Por los periódicos sabe usted, mutatis mutandis, esdecir, quitando unas cosas y poniendo otras, lo que hablan los oradores,y sabe usted, como por ejemplo ahora, cuándo una discusión es taldiscusión, y cuándo es meramente conversación, para repetir la frasefeliz de un orador.
¿A quién debe aquel orador de café, que perora sobre la intervenciónextranjera, sus vastos conocimientos acerca de las intenciones de LuisFelipe, sino a los periódicos?
¿Dónde habría aprendido aquella columnade la Puerta del Sol, que hace la oposición de corrillo en corrillo, loque es un tory y un whig, y un reformista, y lo que puede una alianza,sobre todo si es cuádruple, y una resistencia, sobre todo si es una?¿Dónde aprendería, siendo español, lo que es progreso? ¿En qué libroencontraría lo que quiere decir un ministro responsable, y una leyfundamental, y una representación nacional, y una fantasma? ¿En quéuniversidad podría aprender la sutil distinción que existe entre las fantasmas que matan y las que no matan? Distinción por ciertosumamente importante para nosotros, pobres mortales, que somos los quehemos de morir.
Convengamos, pues, en que el periódico es el grande archivo de losconocimientos humanos, y que si hay algún medio en este siglo de serignorante, es no leer un periódico.
Estas y otras muchas reflexiones, las cuales no expongo todas, por sersiempre mucho más lo que callo que lo que digo, me movieron a serperiodista; pero no como quiera periodista, atenido a sueldos yvoluntades ajenas, sino periodista por mí y ante mí.
Dicho y hecho, concibamos el plan. El periódico se titulará Fígaro, unnombre propio; esto no significa nada y a nada compromete, ni a observar, ni a revistar, ni a ser eco de nadie, ni a chuparflores, ni a compilar, ni a maldita de Dios la cosa.
Encierra sólo untanto de malicia, y eso bien sé yo que no me costará trabajo. Con sólocontar nuestras cosas lisa y llanamente ellas llevan ya la bastante saly pimienta.
He aquí una de las ventajas de los que se dedican agraciosos en nuestro país: en sabiendo decir lo que pasa, cualquieratiene gracia, cualquiera hará reír. Sea esto dicho sin ofender a nadie.
El periódico tratará... de todo. ¿Qué menos? Pero como no ha de ser nitan grande como nuestra paciencia, ni tan corto como nuestra esperanza,y como han de caber mis artículos, no pondremos las reales órdenes. Porotra parte, no gusto de afligir a nadie; por consiguiente no se pondránlos reales nombramientos: menos gusto de estar siempre diciendo unamisma cosa; por lo tanto fuera los partes oficiales. Estoy decidido a nogastar palabras en balde; mi periódico ha de ser todo substancia; asícada sesión de Cortes vendrá en dos líneas; algunos días en menos; comode esas veces no ocupará nada.
Artículos de política. Los habrá. Estos, en no entendiéndolos nadie,estamos al cabo de la calle. Y eso no es difícil, sobre todo quien nolos ha de entender es el censor.
Oposición: eso por supuesto. A mí,cuando escribo, me gusta siempre tener razón.
De hacienda. Largamente, pero siempre en broma, para nosotros será unjuego esto; no nos faltará a quien imitar. Los asuntos de cuentas sóloson serios para quien paga; pero para quien cobra...
De guerra. También daremos artículos, y en abundancia: buscaremosprimero quien lo entienda y quien sepa hablar de la materia; por lodemás, saldremos del paso, si no bien, mal; nunca serán los artículostan pesados como el asunto.
De interior. Hasta los codos. Desentrañaremos esto; y tanto queremoshablar de esta materia, que no nos detendremos en enumerar lo que se hahecho; sólo hablaremos de lo que falta por hacer.
De estado. Aquí nos extenderemos sobre el statu quo y sobre elEstatuto, y nos quedaremos extendidos; ni moveremos pie ni pata.
De marina. Esto es más delicado. ¿Ha de ser Fígaro el único quehable de eso? No me gusta ahogarme en poca agua.
De gracia y justicia. He dicho muchas veces que no soy ministerial:haré por lo tanto justicia seca. ¡Ojalá que me dejen también hacergracias!
De literatura. En cuanto se publique un libro bueno, lo analizaremos;por consiguiente, no seremos pesados en esta sección.
De teatro español. No diremos nada mientras no haya nada que decir.Felizmente va largo.
De actores. Aquí seremos malos de buena fe: seremos actores hablandode actores.
De música. Buscaremos un literato que sepa música, o un músico quesepa escribir: entre tanto, Fígaro se compondrá como se han compuestohasta el día los demás periódicos. Felizmente pillaremos al públicoacostumbrado; y él y nosotros estamos iguales.
Modas. En esta sección hablaremos de empréstitos, de intrigas, defavor... en una palabra, lo que corre... a la dernière siempre.
De costumbres. Por supuesto: malas: lo que hay: escribiremos comootros viven sobre el país. Fígaro hablará, bajo este título, depaciencia, de tinieblas, de mala intención, de atraso, de pereza, deapatía, de egoísmo. En una palabra, de nuestras costumbres.
Anuncios. Queriendo hacer lo más corto posible esta parte delperiódico, sólo anunciará las funciones buenas, los libros regulares,las reformas, los adelantos, los descubrimientos. Ni se pondrán laspérdidas, ni menos todo lo que se vende entre nosotros. Esto sería noacabar nunca.
He aquí el periódico de Fígaro. Ya está concebida la idea. Sinembargo, no es eso todo. Es preciso pedir licencia; pero para pedirlicencia es preciso poder presentar fianzas. Si las tuviera no sería yoel que me pusiera a escribir tonterías para divertir a otros, o tenerempleo con sueldo... Pero si tuviera empleo, y jefe, y a hora fijas, yonces, y expedientes, y la cesantía al ojo, no tendría yo humor deescribir periódicos... o ser catedrático... pero si fuera catedrático,sabría algo, y entonces no servía para periodista...
Está decidido que no sirvo para pedir licencia. Otro al canto; untestaférreo; un sueldo al testaférreo; seguridades contra seguridades,fianza, depósito, licencia, en fin.
He aquí ya a Fígaro con licencia:no esa licencia tan temida, esa licencia-fantasma, esa licencia que nosha de volver al despotismo, esa licencia que está detrás de todo,acechando siempre el instante, y el ministro, y el... No, sino licenciade imprimirse a sí mismo.
Ya no falta más que imprenta. Corro a una...
—Aquí es imposible: no hay letra.
Corro a otra.
—Aquí, le diré a usted francamente, no hay prensa.
A otra.
—Aquí no queremos periódico, hay que trabajar de noche. Dios ha hechola noche para dormir.
—Sí, pero no el impresor—contesto furioso.
—¿Qué quiere usted? Luego, es trabajo en que no se gana: como no haycajistas en España, piden un sentido, se hacen valer; el público noquiere pagar caro, el oficial no quiere trabajar barato.
—¿Conque es imposible imprimir un periódico?
—Poco menos, señor; y si acaso se lo imprimen a usted, será caro y mal.Pondrán unas letras por otras.
—Eso ¡pardiez! no será imprimir mi periódico, sino otro del cajista.
—Pues eso, señor, sucederá; en habiendo un día de formación no tendráusted cajistas; y si usted se enfada algún día por una errata, lodejarán plantado, y si no se enfada también.
¿Es posible? ¿Conque no hay Fígaro? ¡Oh! ¡Habrá Fígaro, habrá Fígaro!
Venceremos las dificultades... ¡Ah! se me olvidaba: ¡Papel! Auna fábrica, a otra, a otra... Este es chico, este caro, este grande,este moreno, este con demasiada cola...
—Mire usted, como usted lo quiere no lo hay—me dicen por fin—. Espreciso mandarlo hacer.
—Pues lo mando hacer: para dentro de ocho días.
—Señor, la fábrica está a sesenta leguas; hay que hacer los moldes, yluego el papel, y luego secarlo, y si llueve... y luego, traerlo... y elordinario echa quince días o veinte... y...
—¿No hay quien le eche a usted a los infiernos?—gritodesesperado.—¡País de obstáculos!
Es preciso resignarse, esperar... Al fin lo habrá todo... demasiado va ahaber luego...
esta es la idea que me detiene, por fin, que cuando hayaeditor, redactores, impresor, cajistas, papel... entonces también habrácensor... Eso sí, eso siempre lo hay... ni hay que mandarlo hacer, nihay que esperar...
Aquí acabo de perder la cabeza, enciérrome en mi casa, ¡voto va! Pues hade haber Fígaro, sí, señor, por lo mismo ha de haber Fígaro, y ha dehablar de todo, absolutamente de todo.
Diciendo esto llego a mi casa, me siento a mi bufete para tomardisposiciones.
—¿Qué hace usted?—le digo a mi escribiente, de mal humor.
—Señor—me responde,—estoy traduciendo, como me ha mandado usted, estemonólogo de su tocayo de usted, en el Mariage de Figaro deBeaumarchais, para que sirva de epígrafe a la colección de sus artículosque va usted a publicar.
—¿A ver cómo dice?
—«Se ha establecido en Madrid un sistema de libertad que se extiendehasta a la imprenta; y con tal que no hable en mis escritos, ni de laautoridad, ni del culto, ni de la política, ni de la moral, ni de losempleados, ni de las corporaciones, ni de los cómicos, ni de nadie quepertenezca a algo, puedo imprimirlo todo libremente, previa lainspección y revisión de dos o tres censores. Para aprovecharme de estahermosa libertad anuncio un periódico»...
—Basta—exclamo al llegar aquí mi escribiente,—basta; eso se haescrito para mí; cópielo usted aquí al pie de este artículo: ponga ustedla fecha en que eso se escribió...—1784.—Bien. Ahora la fecha dehoy.—22 de enero de 1835.—Y
debajo:— Fígaro.
EL HOMBRE-GLOBO
La física ha clasificado los cuerpos, según el estado en que los pone elmayor o menor grado de calórico que contienen, en sólidos, líquidos ygaseosos. Así, el agua es sólido en el estado de hielo, líquido en el defluidez, y gas en el de la evaporación. Es ley general de los cuerpos lagravedad, o la atracción que ejerce sobre ellos el centro común; esnatural que esta atracción se ejerza más fuertemente en los que reúnenen menor espacio mayor cantidad de las moléculas que los componen: queéstos por consiguiente tengan más gravedad específica, y ocupen elpuesto más inmediato al centro. Así es que en la escala de lasposiciones de los cuerpos, los sólidos ocupan el puesto inferior, loslíquidos el intermedio, y los gaseosos el superior. Una piedra busca elfondo de un río; un gas busca la parte superior de la atmósfera. Cadacuerpo está en continuo movimiento para obedecer a la ley que le obligaa buscar el puesto variable, que corresponde al grado de intensidad queadquiere o que pierde. La nube, conforme se condensa, baja, y cuando seliquida, cae; este mismo cuerpo, puesto al fuego, se dilata, y cuando seevapora y se gasifica, sube.
No trato de instalar un curso de física, lo uno porque dudo si tengo labastante para mí, y lo otro porque estoy persuadido de que mis lectoressaben de ella más que yo; no hago más que sentar una base de dondepartir.
Igual clasificación a esta que ha hecho la ciencia de los fenómenos enlos cuerpos en general, se puede hacer en los hombres en particular.Probemos.
Hay hombres sólidos, líquidos y gaseosos. El hombre sólido es ese hombrecompacto recogido, obtuso, que se mantiene en la capa inferior de laatmósfera humana, de la cual no puede desprenderse jamás. Sólo elcontacto de la tierra puede sostener su vida; es el Anteo moderno, yusando de un nombre atrevido, el hombre-raíz, el hombre-patata:arrancado el terrón que le cubre, deja de ser lo que es. Es el sólido delos sólidos. Toda la ausencia posible de calórico le mantiene en unestado tal de condensación, que ocupa en el espacio el menor sitioposible; gravita extraordinariamente; empuja casi hacia abajo el sueloque le sostiene; está con él en continua lucha, y le vence y le hunde.Le conocerán ustedes a legua: su frente achatada se inclina al suelo,su cuerpo está encorvado, su propio pelo le abruma, sus ojos no tienenobjeto fijo, ven sin mirar, y en consecuencia no ven nada claro. Cuandouna causa, ajena de él, le conmueve, produce un son confuso, bárbaro yprofundo, como el de las masas enormes que se desprenden en el momentodel deshielo en las regiones polares. Y como en la naturaleza no faltanunca, ni en el hielo, cierto grado calórico, él también tiene su almaparticular; es su grado de calórico; pero tan poca cosa, que nodesprende luz; es un fuego fatuo entre otros fuegos fatuos; sirve paraconfundirle y extraviarle más; el hombre-sólido, por lo tanto enreligión, en política, en todo, no ve más que un laberinto, cuyo hilojamás encontrará; un caos de fanatismo, de credulidad de errores. No essiquiera la linterna apagada; es la linterna que nunca se ha encendido,que jamás se encenderá: falta dentro el combustible. El hombresólido cubre la faz de la tierra; es la costra del mundo. Es la base de lahumanidad, del edificio social. Como la tierra sostiene todos los demáscuerpos, a los cuales impide que se precipiten al centro, así el hombre-sólido sostiene a los demás que se mantienen sobre él. De estaespecie sale el esclavo, el criado, el ser abyecto; en una palabra, elque nunca ha de leer y saber esto mismo que se dice de él. No raciocina,no obra, sino sirve. Sin hombres-sólidos no habría tiranos; y comoaquellos son eternos, éstos no tendrán fin. Es la muchedumbre inmensaque llaman pueblo, a quien se fascina, sobre el cual se pisa, se anda,se sube: cava, suda, sufre. Alguna vez se levanta, y es terrible, comose levanta la tierra en un terremoto. Entonces dicen que abre los ojos.Es un error. Tanto valdría llamar ojos de la tierra a las grietas queproduce un volcán. Ni más ni menos que una piedra, no se mueve de susitio si no le dan un empellón; de la aldea donde nació (si es que el hombre-sólido nace; yo creo que al nacer no hace más que variar deforma); del café donde le pusieron a servir sorbetes; del callejón dondelimpia botas; del buque donde carga las velas o les toma rizos; delregimiento donde dispara tiros; de la cocina donde adereza manjares; dela esquina donde carga baúles; de la calle donde barre escorias; de lamáquina donde teje medias; del molino donde hace harina, de la reja conque separa terrones. Es el primer instrumento adherido siempre a losdemás instrumentos.
El hombre-líquido fluye, corre, varía de posición; vuela a ocupar elvacío, tiene ya mayor grado de calórico; serpentea de continuo encimadel hombre-sólido, y le moja, le gasta, le corroe, le arrastra, levuelca, le ahoga. En momentos de revolución él es el empujado; pero seamontona, sale de su cauce, y como el torrente que arrastra árboles ypiedras, lo trastorna todo aumentando su propia fuerza con las masas de hombres-sólidos que lleva consigo. Pero, así como el torrente no sabela fuerza que le impele, ni se hace al correr daño o provecho, así el hombre-líquido, al moverse, no es más que un instrumento menosimperfecto, que subleva instrumentos más ignorantes; pero lleno ya depretensiones, mete ruido, desafía al cielo, enuncia una voz, produceeco. Esta es una diferencia esencial del sólido al líquido para nuestroasunto; la piedra no suena sino cuando la impelen a rodar; el aguamurmura sólo corriendo y existiendo. La clase media de la humanidad, asítambién, va siempre murmurando. Un golpe dado en un cuerpo sólido learranca un pedazo; el golpe dado ya en el líquido encuentra resistencia,produce ondas, imprime movimiento. He aquí otra observación. El golpedado al pueblo simplemente es sólo perjudicial para él: el que se da enla clase media suele salpicar al que le da.
El hombre-líquido tiene un alma menos compacta, y en ella más gradosde calórico, pero alma de imitación; como todo líquido, remeda almomento la forma del vaso donde está; en pequeña cantidad se le da lafigura que se quiere, en gran porción toma la que puede. El hombre-líquido es la clase media, le conocerán ustedes también almomento; su movimiento continuo le delata; pasa de un empleo a otro, vaa ocupar los vacíos de las vacantes: hoy en una provincia, mañana enotra, pasado en la corte; pero por fin, como todo líquido, encuentra elmar, donde se para y se encarcela; no le es dado correr más. Hoy esarroyo, mañana río caudaloso. Igual. Hoy es meritorio, mañanaescribiente, pasado oficial; su instinto es crecer, rara vez separarsedel suelo; si se alza momentáneamente, vuelve a caer.
Dada una idea rápida y general del hombre-sólido y del hombre-líquido, pasemos al objeto de nuestro artículo, al hombre-gas. De las dos especies referidas está lleno el mundo; no seve otra cosa. Pero como para la formación de la tercera se necesita ungrado altísimo de calórico, hay regiones enteras que carecen delsuficiente para formarla.
He aquí nuestra desgracia; siguiendo el camino que nos señala nuestranueva metafísica, estamos, por ahora, en las regiones árticas delpensamiento. Lo probaré.
El hombre-gas, llegado a adquirir la competente dilatación, se alzapor sí solo donde quiera que está, y se sobrepone a ocupar el puesto quele corresponde en la escala de los cuerpos, llega hasta la altura que sudensidad le permite, y se detiene en ella; no hay obstáculos para él,porque si pudiera haberlos, rompería, como el vapor, la caldera, yescaparía. Ponedle en una aldea, él vencerá la distancia y llegará a lacapital; tirará el arado; pondrá un pie en el hombre-sólido, otro enel líquido, y una vez arriba:
«Yo mando—exclamará,—no obedezco».Tales son las leyes de la naturaleza. Una vez comprendido este principiogeneral de física, mis lectores conocerán al hombre-gas a primeravista. Su frente es altiva, sus ojos de águila, su fuerza irresistible,su movimiento el del tapón de una botella de champaña. Pero para dar algas una forma, no hay más medio que el de encerrarle en un continenteque la tenga. Nada, pues, más natural que el que demos a esta especie elnombre de hombre-globo: sólo así podemos hacerle perceptible anuestros sentidos.
De todos nuestros lectores es conocida la historia de los globos desdelas primeras mongolfieras hasta el último experimento de la direcciónemprendido y malogrado últimamente en París: todos saben que hay gasesde gases, y que los hay específicamente mas ligeros que otros; pero notodos se habrán parado a considerar detenidamente hasta qué puntopodemos vanagloriarnos en nuestro país de la perfección de los gases queartificialmente necesitamos producir para nuestras ascensiones. Yo creoque nuestra vanidad no debe hacernos perder la cabeza, si queremosreparar en su equívoca calidad.
Es claro que en tiempos pasados la atmósfera en que podía elevarse el hombre-globo entre nosotros, era sumamente limitada: los que más sehabían podido separar del suelo habían hecho consistir todo su esfuerzoen llegar a los escalones del trono, y si un hombre-globo llegaba aser entonces Ministro, había hecho toda la ascensión que se podía de élesperar: uno solo conocieron nuestros físicos más experimentados queconsiguió remontarse en aquella época hasta las más altas cornisas delcoronamiento del real palacio; pero sea por falta de dirección una vezen el aire, sea por haber calculado mal la intensidad de su gas, unaráfaga violenta bastó para romper el globo, y el aire se lo llevó hastacaer todo agujereado a orillas del Tíber, donde yace todavía malparado:culpa acaso también de no haber hecho uso de su paracaídas, aunque, comodice muy bien don Simplicio de Bodilla, para caídas no hay como un globoroto.
Pero cuando posteriormente se han visto en todos los países elevarsemuchos a alturas desmesuradas y mantenerse mas o menos tiempo en ellas,no se concibe nuestra casi total ausencia de hombres-globos que seelevan verdaderamente, sino atribuyéndolo a desgracia del país mismo.Los Estados Unidos tuvieron un hombre-globo que subió cuanto pudo, ymanejando diestramente su válvula, descendió como y cuando le plugo; deFrancia hicieron mil su ascensión, que están todavía en altura, haciendola admiración de los espectadores; la Suecia mira uno en su pináculotodavía; y si el mayor de todos fue a parar hasta Santa Elena, espreciso confesar que hay descensos gloriosos, como retiradas honrosas.
Ahora bien, observamos al hombre-globo en nuestro país. El año 8empezaron a quererse henchir multitud de mongolfieras: pero estábamosindudablemente al principio de la invención, y no debieron de tener gasmejor que el humo de paja, porque los unos dieron al traste con su globoen el Estrecho, los otros quisieron sostenerse en