Filosofía Fundamental, Tomo I by Padre Jaime Luciano Balmes - HTML preview

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El mérito de Vico en este punto consiste en haber emitido una idea muyluminosa sobre la causa de la mayor certeza en las ciencias puramenteideales. En estas el entendimiento pone él propio las condiciones bajolas cuales ha de levantar el edificio; él escoge por decirlo así elterreno, forma el plan, y levanta las construcciones con arreglo áeste; en el órden real este terreno lo es previamente señalado, asícomo el plan del edificio y los materiales con que lo ha de levantar.En ambos casos está sometido á las leyes generales de la razon; perocon la diferencia de que en el órden puramente ideal, ha de atender áesas leyes y á nada mas; pero en el real, no puede prescindir de losobjetos considerados en sí, y está condenado á sufrir todos losinconvenientes que por su naturaleza le ofrecen. Aclaremos estas ideascon un ejemplo. Si quiero determinar la relacion de los lados de untriángulo bajo ciertas condiciones, me basta suponerlas y atenerme áellas; el triángulo ideal es en mi entendimiento una cosa enteramenteexacta y además fija: si le supongo isósceles con la relacion de loslados á la base como de cinco á tres, esta razon es absoluta,inmutable, mientras yo no altere el supuesto; en todas las operacionesque haga sobre estos datos puedo engañarme en el cálculo, pero elerror no provendrá de la inexactitud de los datos. El entendimientoconoce bien, porque lo conocido es su misma obra. Si el triángulo noes puramente ideal sino realizado sobre el papel ó en el terreno, elentendimiento vacila; porque las condiciones que él fija con todaexactitud en el órden ideal, no pueden ser trasladadas de la mismamanera al órden real: y aun cuando lo fuesen, el entendimiento carecede medios para apreciarlo. Hé aquí por qué dice Vico con mucha verdad,que nuestros conocimientos pierden en certeza á proporcion que sealejan del órden ideal y se engolfan en la realidad de las cosas.

[311.] Dugald Steward se aprovecharia probablemente de esta doctrinade Vico al explicar la causa de la mayor certeza de las cienciasmatemáticas. Dice que esta no se funda en los axiomas sino en lasdefiniciones; es decir que con corta diferencia, viene á parar alsistema del filósofo napolitano de que las matemáticas son lasciencias mas ciertas, porque son una construccion intelectual fundadaen ciertas condiciones que el mismo entendimiento pone, y que estánexpresadas por la definicion.

[312.] Esta diferencia entre el órden puramente ideal y el real no sehabia escapado á los filósofos escolásticos. Era comun entre ellos eldicho de que de los contingentes y particulares no hay ciencia, quelas ciencias solo son de las cosas necesarias y universales: sustituidá la palabra contingente la de real, pues toda realidad finita escontingente; en vez de universal poned ideal, pues lo puramente ideales todo universal; y encontraréis expresado lo mismo con distintaspalabras. Difícil es deslindar hasta qué punto se hayan aprovechadolos filósofos modernos de las doctrinas de los escolásticos en lotocante á la distincion entre los conocimientos puros y los empíricos;pero lo cierto es que en las obras de los escolásticos se hallan sobreestas cuestiones, pasajes sumamente luminosos. No fuera extraño quehubiesen sido leidos por algunos modernos, particularmente por losalemanes, cuya laboriosidad es proverbial, especialmente en lo quetoca á las materias de erudicion (XXVII).

CAPÍTULO XXXII.

CRITERIO DEL SENTIDO COMUN.

[313.]

Sentido comun

, hé aquí una expresion sumamente vaga. Comotodas las expresiones que encierran muchas y diferentes ideas, la desentido comun debe ser considerada bajo dos aspectos, el de su valoretimológico, y el de su valor real. Estos dos valores no siempre sonidénticos: á veces discrepan muchísimo; pero aun en su discrepancia,suelen conservar íntimas relaciones. Para apreciar debidamente elsignificado de expresiones semejantes, es preciso no limitarse alsentido filosófico y no desdeñarse del vulgar. En este último hay confrecuencia una filosofía profunda, porque en tales casos el sentidovulgar es una especie de sedimento precioso que ha dejado sobre lapalabra el tránsito de la razon por espacio de muchos siglos. Sucede ámenudo que entendido y analizado el sentido vulgar, está fijado elsentido filosófico, y se resuelven con facilidad suma las cuestionesmas intrincadas.

[314.] Es notable que aparte los sentidos corporales, haya otrocriterio llamado sentido comun.

Sentido

; esta palabra excluye lareflexion, excluye todo raciocinio, toda combinacion nada de estotiene cabida en el significado de la palabra

sentir

. Cuandosentimos, el espíritu mas bien se halla pasivo que activo; nada ponede sí propio; no da, recibe; no ejerce una accion, la sufre. Esteanálisis nos conduce á un resultado importante, el separar del sentidocomun todo aquello en que el espíritu ejerce su actividad, y el fijaruno de los caractéres de este criterio, cual es, el que con respecto áél, no hace mas el entendimiento que someterse á una ley que siente, áuna necesidad instintiva que no puede declinar.

[315.]

Comun

: esta palabra excluye todo lo individual, é indica queel objeto del sentido comun es general á todos los hombres.

Los simples hechos de conciencia son de sentido, mas nó de sentidocomun; el espíritu los siente prescindiendo de la objetividad y de lageneralidad; lo que experimenta en sí propio es experienciaexclusivamente suya, nada tiene que ver con la de los demás.

En la palabra comun, se significa que los objetos de este criterio loson para todos los hombres, y de consiguiente se refieren al órdenobjetivo; pues que lo puramente subjetivo, como tal, se ciñe á laindividualidad, en nada afecta á la generalidad. Esta observacion estan exacta que en el lenguaje ordinario jamás se llama opuesto alsentido comun un fenómeno interior por extravagante que sea, con talque se exprese simplemente el fenómeno y se prescinda de su relacional objeto. A un hombre que dice, yo experimento tal ó cual sensacion,me parece que veo tal ó cual cosa, no se le opone el sentido comun;pero si dice: tal cosa es de tal manera, si la asercion esextravagante, se le objeta: esto es contrario al sentido comun.

[316.] Yo creo que la expresion, sentido comun, significa una ley denuestro espíritu, diferente en apariencia segun son diferentes loscasos á que se aplica, pero que en realidad y á pesar de susmodificaciones, es una sola, siempre la misma, y consiste en unainclinacio natural de nuestro espíritu á dar su asenso á ciertasverdades, no atestiguadas por la conciencia, ni demostradas por larazon; y que todos los hombres han menester para satisfacer lasnecesidades de la vida sensitiva, intelectual ó moral.

Poco importa el nombre si se conviene en el hecho; sentido comun, seaó nó la expresion mas adecuada para significarle, es cuestion delenguaje, nó de filosofía. Lo que debemos hacer es examinar si enefecto existe esta inclinacion de que hablamos, bajo qué formas sepresenta, á qué casos se aplica y hasta qué punto y en qué grado puedeser considerada como criterio de verdad.

En la complicacion de los actos y facultades de nuestro espíritu, y enla muchedumbre y diversidad de objetos que se le ofrecen, claro es quedicha inclinacion no puede presentarse siempre con el mismo carácter yque ha de sufrir varias modificaciones, capaces de hacerla considerarcomo un hecho distinto, aunque en realidad no sea mas que el mismo,transformado de la manera conveniente. El mejor medio de evitar laconfusion de ideas, es deslindar los varios casos en que tiene cabidael ejercicio de esta inclinacion.

[317.] Desde luego la encontramos con respecto á las verdades deevidencia inmediata. El entendimiento no las prueba ni las puedeprobar, y sin embargo necesita asentir á ellas so pena de extinguirse,como una luz que carece de pábulo. Para la vida intelectual escondicion indispensable la posesion de una ó mas verdades primitivas;sin ellas la inteligencia es un absurdo. Nos encontramos pues con uncaso comprendido en la definicion del sentido comun: imposibilidad deprueba; necesidad intelectual que se ha de satisfacer con el asenso;irresistible y universal inclinacion á dicho asenso.

¿Hay algun inconveniente en dar á esta inclinacion el nombre desentido comun? por mi parte no disputaré de palabras, consigno elhecho, y no necesito nada mas en el terreno de la filosofía.

Convengoen que al tratarse de la evidencia inmediata, la inclinacion al asensono suele llamarse sentido comun: esto no carece de razon. Para que seaplique con propiedad el nombre de sentido

, es necesario que elentendimiento mas bien sienta que conozca, y en la evidencia inmediatamas bien conoce que siente. Como quiera, repito que el nombre nadaimporta, aunque no seria difícil encontrar algun autor grave que hadado al criterio de evidencia el título de sentido comun; lo que deseoes consignar esa ley de nuestra naturaleza que nos inclina á darasenso á ciertas verdades, independientes de la conciencia y delraciocinio.

No es solo la evidencia inmediata, la que tiene en su favor lairresistible inclinacion de la naturaleza; lo propio se verifica en lamediata. Nuestro entendimiento asiente por necesidad, no solo á losprimeros principios, sí que tambien á todas las proposicionesenlazadas claramente con ellos.

[318.] Esta natural inclinacion al asenso, no se limita al valorsubjetivo de las ideas, se extiende tambien al objetivo. Ya se havisto que esa objetividad tampoco es demostrable directamente y ápriori

, no obstante que la necesitamos. Si nuestra inteligencia no seha de limitar á un mundo puramente ideal y subjetivo, es preciso queno solo sepamos que las cosas nos parecen

tales con evidenciainmediata ó mediata, sino que

son

en realidad como nos parecen. Haypues necesidad de asentir á la objetividad de las ideas, y noshallamos con la irresistible y universal inclinacion á este asenso.

[319.] Lo dicho de la evidencia mediata é inmediata con respecto alvalor objetivo de las ideas, tiene lugar no solo en el órden puramenteintelectual sino tambien en el moral. El espíritu, dotado como está delibertad, ha menester reglas para dirigirse; si los primerosprincipios intelectuales son necesarios para conocer, no lo son menoslos morales para querer y obrar; lo que son para el entendimiento laverdad y el error, son para la voluntad el bien y el mal. A mas de lavida del entendimiento, hay la vida de la voluntad; aquel se anonadasi carece de principios en que pueda estribar; esta perece tambiencomo ser moral, ó es una monstruosidad inconcebible, si no tieneninguna regla cuya observancia ó quebrantamiento constituya superfeccion ó imperfeccion. Hé aquí otra necesidad del asenso á ciertasverdades morales, y hé aquí por qué encontramos tambien esairresistible y universal inclinacion al asenso.

Y es de notar, que como en el órden moral no basta conocer, sino quees necesario obrar, y uno de los principios de accion es elsentimiento, las verdades morales no solo son conocidas sino tambiensentidas: cuando se ofrecen al espíritu, el entendimiento asiente áellas como á inconcusas, y el corazon las abraza con entusiasmo y conamor.

[320.] Las sensaciones consideradas como puramente subjetivas, tampocobastan para las necesidades de la vida sensitiva. Es preciso queestemos seguros de la correspondencia de nuestras sensaciones con unmundo exterior, nó puramente fenomenal, sino real y verdadero. Elcomun de los hombres no posee ni la capacidad ni el tiempo que sonmenester para ventilar las cuestiones filosóficas sobre la existenciade los cuerpos, y decidirlas en pro ó en contra de Berkeley y sussecuaces: lo que necesita es estar enteramente seguro de que loscuerpos existen, de que las sensaciones tienen en realidad un objetoexterno. Esta seguridad la poseen todos los hombres, asintiendo á laobjetividad de las sensaciones, esto es, á la existencia de loscuerpos, con asenso irresistible.

[321.] La fe en la autoridad humana nos ofrece otro caso de esteinstinto admirable. El individuo y la sociedad necesitan esa fe; sinella, la sociedad y la familia serian imposibles; el mismo individuoestaria condenado al aislamiento, y por tanto á la muerte. Sin la feen la palabra del hombre, el linaje humano desapareceria. Estacreencia tiene distintos grados segun las diferentes circunstancias,pero existe siempre; el hombre se inclina á creer al hombre por uninstinto natural. Cuando son muchos los hombres que hablan, y notienen contra sí otros que hablan en sentido opuesto, la fuerza de lainclinacion es mayor á proporcion que es mayor el número de lostestigos, hasta llegar á un punto en que es irresistible: ¿quién dudade que existe Constantinopla? y sin embargo los mas, solo lo sabemospor la palabra de otros hombres.

¿En qué se funda la fe en la autoridad humana? las razones filosóficasque se pueden señalar no las conoce el comun de los hombres; mas poresto su fe no deja de ser igualmente viva que la de los filósofos.¿Cuál es la causa? es que hay una necesidad, y á su lado el instintopara satisfacerla; el hombre necesita creer al hombre, y le cree. Ynótese bien, cuanto mayor es la necesidad tanto mayor es la fe: losmuy ignorantes, los imbéciles, creen todo lo que se les dice; su guiaestá en los demás hombres y ellos la siguen á ciegas; el tierno niñoque nada conoce por sí propio, cree con absoluto abandono las mayoresextravagancias; la palabra de cuantos le rodean es para él uninfalible criterio de verdad.

[322.] A mas de los primeros principios intelectuales y morales, de laobjetividad de las ideas y sensaciones, y del valor de la autoridadhumana, necesita el hombre el asenso instantáneo á ciertas verdadesque, si bien con la ayuda del tiempo podria demostrar, no le espermitido hacerlo, atendido el modo repentino con que se le ofrecen,exigiendo formacion de juicio y á veces accion. Para todos estos casoshay una inclinacion natural que nos impele al asenso.

De aquí dimana el que juzguemos instintivamente por imposible ó pocomenos que imposible, obtener un efecto determinado por una combinacionfortúita: por ejemplo el formar una página de Virgilio arrojando á laaventura algunos caractéres de imprenta; el dar en un blancopequeñísimo sin apuntar hácia él, y otras cosas semejantes. ¿Hay aquíuna razon filosófica? ciertamente; pero no es conocida del vulgo. Estarazon se evidencia en la teoría de las probabilidades, y es unaaplicacion instintiva del principio de causalidad y de la naturaloposicion de nuestro entendimiento á suponer efecto cuando no haycausa, órden cuando no hay inteligencia ordenadora.

[323.] En la vida humana son necesarios en infinitos casos losargumentos de analogía; ¿cómo sabemos que el sol saldrá mañana? porlas leyes de la naturaleza. ¿Cómo sabemos que continuarán rigiendo?claro es que al fin hemos de parar á la analogía: saldrá mañana porqueha salido hoy, y salió ayer, y no ha faltado nunca;

¿cómo sabemos quela primavera traerá consigo las flores, y el otoño los frutos? porqueasí sucedió en los años anteriores. Las razones que se pueden alegarfundando el argumento de analogía en la constancia de las leyes de lanaturaleza y en la relacion de ciertas causas físicas con determinadosefectos, no las conoce el comun de los hombres; pero necesita elasenso, y le tiene.

[324.] En todos los casos que acabo de enumerar la inclinacion alasenso se puede llamar y se llama en realidad sentido comun, exceptoquizás el de la evidencia inmediata. La razon de que esta se exceptúees que en ella, si bien no cabe demostracion, hay sin embargo visionclarísima de que el predicado está contenido en la idea del sujeto;pero en los demás casos no hay ni la demostracion, ni esa vision: elhombre asiente por un impulso natural; cuando se le objeta algo contrasu creencia no llama la atencion sobre el concepto, como sucede en laevidencia inmediata; se halla completamente desconcertado, sin saberqué responder; entonces aplica á la objecion, no el nombre de error nide absurdo, sino de despropósito, de cosa contraria al sentido comun.

Veámoslo en algunos ejemplos. Supóngase á la vista un gran monton dearena en el cual se arroja al acaso un grano muy pequeño, revolviendoen seguida en todas direcciones; llega un hombre y dice: voy á meterla mano en el monton y á sacar al instante el grano oculto; ¿qué se leobjeta á este hombre? ¿qué le responden los circunstantes? nada;desconcertados se mirarán unos á otros diciéndose de palabra ó con lavista: ¡qué despropósito! no tiene sentido comun. Otro dice: todo loque vemos es nada, ni hay mundo externo, ni nosotros tenemos cuerpo.Otro dice eso que nos cuentan de que existe una ciudad llamadaLóndres, no es verdad. En todos estos casos nadie sabe qué objetar: seoye el desatino, se le rechaza por un impulso natural, el espíritusiente que aquello es un desatino, sin verlo.

[325.] El sentido comun, ¿es criterio seguro de verdad? ¿lo es entodos los casos? ¿en cuáles? ¿qué caractéres debe poseer para sertenido como criterio infalible? esto es lo que vamos á examinar.

El hombre no puede despojarse de su naturaleza; cuando esta habla, larazon dice que no se la puede despreciar. Una inclinacion natural es álos ojos de la filosofía una cosa muy respetable, por solo sernatural; á la razon y al libre albedrío corresponde el no dejarlaextraviar. Lo que es natural en el hombre no es siempre enteramentefijo como en los brutos. En estos el instinto es ciego, porque debeserlo donde no hay razon ni libertad. En el hombre las inclinacionesnaturales están subordinadas en su ejercicio, á la libertad y á larazon: por esto, cuando se las llama instintos, la palabra debe teneracepcion muy diferente de la que le damos al aplicarla á los brutos.Esto que sucede en el órden moral, se verifica tambien en elintelectual: no solo debemos cuidar de nuestro corazon sino tambien denuestro entendimiento: ambos están sujetos á la ley deperfectibilidad; el bien y el mal, la verdad y el error son losobjetos que se nos ofrecen; la naturaleza misma nos dice cuál es elsendero que debemos tomar, pero no nos fuerza á tomarle: delantetenemos la vida y la muerte: lo que nos agrada, aquello se nos da.

[326.] Independientemente de la accion del libre albedrío, hay en elhombre una cualidad muy á propósito para que las inclinacionesnaturales se desvien con frecuencia de su objeto: la debilidad.

Asípues no es de extrañar que estas inclinaciones se extravien tan ámenudo, conduciéndonos al error en lugar de la verdad; esto hace masnecesario el fijar los caractéres del sentido comun, que pueda servirde criterio

absolutamente infalible

.

[327.] Señalaré las condiciones que en mi concepto tiene el verdaderosentido comun, que no engaña nunca.

CONDICION 1.ª

La inclinacion al asenso es de todo punto irresistible, de manera queel hombre ni aun con la reflexion, puede resistirle ni despojarse deella.

CONDICION 2.ª

De la primera dimana la otra, á saber: toda verdad de sentido comun esabsolutamente cierta para todo el linaje humano.

CONDICION 3.ª

Toda verdad de sentido comun puede sufrir el exámen de la razon.

CONDICION 4.ª

Toda verdad de sentido comun tiene por objeto la satisfaccion dealguna gran necesidad de la vida sensitiva, intelectual ó moral.

[328.] Cuando estos caractéres se reunen, el criterio del sentidocomun es absolutamente infalible, y se puede desafiar á los escépticosá que señalen un ejemplo en que haya fallado. A proporcion que estascondiciones se reunen en mas alto grado, el criterio del sentido comunes mas seguro, debiéndose medir por ellas los grados de su valor.Expliquémoslo con algunos ejemplos.

No cabe duda en que el comun de los hombres objetiva las sensacioneshasta el punto de trasladar á lo exterior lo mismo que ellos sienten,sin distinguir entre lo que hay de subjetivo y de objetivo.

Loscolores, el linaje humano los considera en las cosas mismas; para éllo verde no es la sensacion de lo verde, sino una cierta cosa, unacalidad ó lo que se quiera llamar, inherente al objeto. ¿Es así enrealidad? nó ciertamente: en el objeto externo hay la causa de lasensacion, hay la disposicion de las partes para producir por medio dela luz esa impresion que llamamos verde

. El sentido comun nosengaña, ya que el análisis filosófico le convence de falaz. ¿Perotiene todas las condiciones arriba señaladas? nó. Por lo pronto lefalta el ser capaz de sufrir el exámen de la razon; tan luego como sereflexiona sobre el particular, se descubre que hay aquí una ilusiontan inocente como hermosa. Le falta además al asenso la condicion deirresistible; porque desde el momento en que nos convencemos de quehay ilusion, el asenso deja de existir. No es universal el asenso puesno le tienen los filósofos. No es indispensable para satisfacer algunanecesidad de la vida; y por consiguiente no tiene ninguna de lascondiciones arriba señaladas. Lo que se ha dicho de la vista puedeaplicarse á todas las sensaciones; ¿hasta qué punto será valedero puesel testimonio del sentido comun en cuanto nos lleva á objetivar lasensacion? hélo aquí.

Para las necesidades de la vida es necesaria la seguridad de que á lassensaciones les corresponden objetos externos; á esto asentimos conimpulso irresistible, todos los hombres, sin distincion alguna. Lareflexion no basta para despojarnos de la inclinacion natural; y larazon, aun la mas cavilosa, si alguna vez puede hacer vacilar losfundamentos de esta creencia, no alcanza á convencerla de errónea. Losque dan mayor importancia á esas cavilaciones podrán decir que nosabemos si existen los cuerpos, pero nó probar que no existan.

En este punto pues, la inclinacion natural reune todos los caractérespara elevarse al rango de criterio infalible; es irresistible, esuniversal, satisface una gran necesidad de la vida y sufre el exámende la razon.

Por lo que toca á las calidades, objeto directo de la sensacion, nonecesitamos que existan en los mismos cuerpos; nos basta que en estoshaya algo que nos produzca de cualquiera modo que sea, la impresioncorrespondiente. Poco importa que el color verde y el anaranjado seanó nó calidades de los objetos, con tal que en ellos sea constante lacalidad que nos produce en los casos respectivos, la sensacion deanaranjado ó de verde. Para todos los usos de la vida resulta lo mismoen un caso que en otro; aun cuando el análisis filosófico segeneralizase, no se perturbarian las relaciones del hombre con elmundo sensible.

Hay quizás una especie de desencanto de la naturaleza,pues que el mundo despojado de las sensaciones no es ni con mucho tanbello; pero el encanto continúa para la generalidad de los hombres; áél está sometido tambien el filósofo excepto en los breves instantesde reflexion; y aun en estos, siente un encanto de otro género, alconsiderar que gran parte de esa belleza que se atribuye á los objetosla lleva el hombre en sí mismo, y que basta el simple ejercicio de lasfacultades armónicas de un ser sensible para que el universo entero serevista de esplendor y de galas (XXVIII).

CAPÍTULO XXXIII.

ERROR DE LA-MENNAIS SOBRE EL CONSENTIMIENTO COMUN.

[329.] La fe instintiva en la autoridad humana de que hablo en elcapítulo anterior, es un hecho atestiguado por la experiencia y queningun filósofo ha puesto en duda. Esa fe, dirigida por la razon de lamanera conveniente, constituye uno de los criterios de verdad. Loserrores á que en ciertos casos puede inducir, son inherentes á ladebilidad humana, y están abundantemente compensados por las ventajasque dicha fe produce al individuo y á la sociedad.

Un célebre escritor ha querido refundir todos los criterios en el dela autoridad humana, afirmando resueltamente que el «consentimientocomun,

sensus communis

, es para nosotros el sello de la verdad, yque no hay otro,» (La-Mennais Ensayo sobre la indiferencia en materiade religion tom. 2 cap. 13). Este sistema tan erróneo como extraño, yen que se confunden palabras tan diversas como

sensus

y

consensus

,está defendida con aquella elocuente exageracion que caracteriza aleminente escritor; bien que al lado de la elocuencia se echa de menosla profundidad filosófica. Los resultados de semejante doctrina sehallan patentes en la triste suerte que ha cabido á tan brillante comomalogrado ingenio; abrió una sima en que se hundia toda verdad; elprimero que se ha sepultado en ella, ha sido él mismo. Apelar á laautoridad de los demás en todo y para todo, despojar al individuo detodo criterio, era anonadarlos todos, incluso el que se pretendiaestablecer.

No se concibe cómo un sistema semejante puede tener cabida en tanelevado entendimiento; cuando se leen las elocuentes páginas en queestá desenvuelto, se siente una pena inexplicable al ver empleadosrasgos tan brillantes en repetir todas las vulgaridades de losescépticos, para venir á parar á la paradoja mas insigne y al sistemamenos filosófico que se pueda imaginar.

Único criterio llama La-Mennais al consentimiento comun; sin embargobasta dar una ojeada sobre los demás para convencerse de laesterilidad del nuevo para producirlos.

[330.] En primer lugar, el testimonio de la conciencia no puedeapoyarse de ningun modo en la autoridad ajena. Formado como está poruna serie de hechos íntimamente presentes á nuestro espíritu, sin quesea dable ni aun concebir sin ellos el pensamiento individual, claroes que ha de preexistir á la aplicacion de todo criterio, pues que elcriterio es imposible para quien no piense.

Nada mas débil bajo el aspecto científico, que la refutacion quepretende hacer Mr. de La-Mennais del principio de Descartes. «CuandoDescartes para salir de su duda metódica establece esta proposicion, yo pienso luego soy

, salva un abismo inmenso, y coloca en el aire laprimera piedra del edificio que pretende levantar; porque en rigor nopodemos decir yo pienso, yo soy; no podemos decir luego

, ni afirmarnada por via de consecuencia» (Ibid.). El principio de Descartes eradigno de mas detenido exámen para quien trataba de inventar unsistema; oponerle que no podemos decir luego

, es repetir elmanoseado argumento de las escuelas; y el afirmar que no podemosdecir, yo pienso, es contrariar un hecho de la conciencia que no hannegado los mismos escépticos. En el lugar correspondiente llevoexplicado con la debida extension cuál es, ó al menos cuál debe ser,el sentido del principio de Descartes.

Sí segun La-Mennais, no podemos decir yo pienso, menos podremos decirque piensan los demás; y como el pensamiento ajeno le necesitamosabsolutamente en el sistema que asienta por único criterio elconsentimiento comun, resulta que su primera piedra la poneLa-Mennais mas en el aire que los que hacen estribar la filosofía enun hecho de conciencia.

[331.] Un criterio, mayormente si tiene la pretension de ser el único,ha de reunir dos condiciones: no suponer otro, y tener aplicacion átodos los casos. Cabalmente el del consentimiento comun es el quemenos las reune; antes que él está el testimonio de la conciencia;antes que él está tambien el testimonio de los sentidos; pues nopodemos saber que los demás consienten, si de esto no nos cercioran eloido ó la vista.

[332.] Este criterio no es posible en estos casos, y en muchos otroses harto difícil, cuando no imposible del todo. ¿Hasta qué punto senecesita el consentimiento comun? si la palabra comun

se refiere átodo el linaje humano, ¿cómo se recogen los votos de toda lahumanidad? si el consentimiento no debe ser unánime, ¿hasta qué puntola contradiccion ó el simple no asentimiento de algunos, destruirá lalegitimidad del criterio?

[333.] El orígen del error de La-Mennais está en que tomó el efectopor la causa, y la causa por el efecto.

Vió que hay ciertas verdadesen que convienen todos, y dijo: la garantía del acierto de cada uno,está en el consentimiento de la totalidad. Analizando bien la materiahubiera notado que la razon de la seguridad del individuo, no nace delconsentimiento de los demás, sino que ser el contrario la razon de queconvienen todos, es que cada uno de por sí se siente obligado áconvenir. En esa gran votacion del linaje humano, vota cada uno encierto sentido, por el impulso mismo de la naturaleza; y como todosexperimentan el mismo impulso, todos votan de la misma manera.La-Mennais ha dicho: cada uno vota de un mismo modo porque todos votanasí; no advirtiendo que de esta suerte la votacion no podria acabar niaun comenzar. Esta comparacion no es una ocurrencia satírica, es unargumento rigurosamente filosófico á que nada se puede contestar; élbasta para poner de manifiesto lo infundado y contradictorio delsistema de La-Mennais, así como indica por otra parte el orígen de laequivocacion, que consiste en tomar el efecto por la causa.

[334.] La-Mennais apela al testimonio de la conciencia para probar quesu criterio es el único: yo creo que este testimonio enseña todo locontrario. ¿Quién ha esperado jamás la autoridad de los otros paracerciorarse de la existencia de los cuerpos? ¿no vemos que los mismosbrutos en fuerza de un instinto natural, objetivan á su modo lassensaciones? Para prestar asenso á la palabra de los hombres, si notuviésemos mas criterio que el consentimiento comun, no podriamosjamás creer á ninguno, por la sencilla razon de que no es dableasegurarnos de lo que dicen ó piensan los demás sin comenzar por creerá alguno. El niño para dar fe á lo que le cuenta su madre, ¿se refierepor ventura á la autoridad de los otros? ¿no obedece mas bien alinstinto natural que con mano benéfica le ha comunicado el Criador? Elniño no cree porque todos creen; por el contrario, todos los niñoscreen porque cada uno cree; la creencia individual no nace de lageneral; antes bien la general se forma del conjunto de las creenciasindividuales: no es natural porque es universal, sino que es universalpor