Historia de la Literatura y del Arte Dramático en España -Tomo II by Adolfo Federico Conde de Schack - HTML preview

PLEASE NOTE: This is an HTML preview only and some elements such as links or page numbers may be incorrect.
Download the book in PDF, ePub, Kindle for a complete version.

tiempo...

MARGARITA.

Que

piadosas

y

corteses

Pongáis

perpetuo

silencio...

INÉS.

A

las

llaves

y

á

los

pitos,

Silba de varios sucesos.»

También en la cazuela se acostumbraba tocar llaves y pitos paramanifestar el desagrado de los asistentes á ella. Para mostrar laaprobación de los espectadores, se usaba de la voz vítor ó se dabanpalmadas[131]. A tales expresiones ruidosas del concurso aluden lassúplicas, que se hacen ordinariamente en la conclusión de las comediasespañolas, rogándole que perdone sus faltas, que aplauda, etc.

Entre los individuos de las compañías de comediantes, se encontraba unpoeta, ya para arreglar y retocar piezas antiguas, ya para componerlasnuevas[132]. La costumbre generalizada hasta esta época, de que losactores escribiesen comedias, fué cayendo en desuso á fines del sigloXVI, á medida que eran mayores las excelencias que se buscaban en lasobras dramáticas.

Los honorarios, que los directores de teatro solían pagar á los autoresacreditados de comedias, ascendían en tiempo de Lope de Vega á unos 500reales[133], y algo después á unos 800, suma, en verdad, insignificante,y que sólo podía ser fuente de lucro por la fecundidad de los dramáticosespañoles. Ninguna utilidad producía al poeta la impresión de susobras, puesto que perdía sus derechos de propiedad al venderla para elteatro, según consta claramente de los tomos VII y VIII de las comediasde Lope, á los cuales precede un privilegio en favor del libreroFrancisco de Ávila, para la impresión de 24 piezas que había comprado álos directores de teatro[134]. Tal es, sin duda, la causa de que lamayor parte de los poetas españoles no se hayan cuidado de publicar susobras dramáticas, juntamente con la opinión dominante en aquella época,de que los dramas se escribían para la escena, no para leerlos. Sialgunos, como Lope, Montalbán, Alarcón, etc., dieron á la prensa suscomedias, fué para salvar su crédito literario, en peligro áconsecuencia de las ediciones defectuosas ó falsificadas, que se habíanhecho sin su conocimiento; de aquí también que el público, aficionado ásu lectura, y en especial las compañías de poca importancia, que nopodían pagar los honorarios por el manuscrito original, anhelasen á lomenos la posesión de copias de las comedias más acreditadas, y de que,con el propósito de satisfacer esta necesidad de la manera menosdispendiosa, proporcionaran ilegalmente los libreros copias de laspiezas, á cuya primitiva incorrección y desaliño había que añadirentonces las mutilaciones, que se les hacían sufrir para atender á lasexigencias del momento, ya en parte imprimiéndolas en número de doce, envolúmenes grandes en 4.º, ya en pliegos sueltos. Frecuentes son lasquejas de tales abusos de los autores; véanse los prólogos de Lope á su Peregrino (1603), y al tomo IX

de sus Comedias (1617), de Montalváná la primera (Madrid, 1638), de Alarcón á la segunda (Barcelona, 1634) yde Rojas también á la segunda parte de sus obras dramáticas (Madrid,1625), de las cuales aparece que las comedias se imprimían á menudollenas de errores, con perjuicio de los directores que las compraban,sin la aprobación de los interesados y sin licencia de las autoridades;que los impresores de Sevilla y Zaragoza, sin cuidarse de la mayor ómenor extensión de las comedias, las reducían á cuatro pliegos ysuprimían lo demás, y muchas veces hasta dos pliegos, y que variaban sustítulos, atribuyéndolas á los más célebres autores, cuando en realidadestaban escritas por poetas menos conocidos, con el propósito de obtenermás utilidades. Lope de Vega, en su prólogo á La Arcadia (tomo XIII),nos da una idea del desorden que reinaba en este punto. Dedúcese de suspalabras, que había entonces gentes en España que vivían falsificandoobras dramáticas, pretextando que retenían de memoria comedias enteras,y que después las escribían, vendiéndolas, con sus mutilaciones yerrores, á otras compañías de cómicos. Después de quejarse Lope de lasimpresiones defectuosas é ilegales de sus comedias, y de que se vendancomo suyas las de otros poetas, dice así: «Espero, entre otras cosas,que quien ha escrito é impreso (si bien en tan distintas y altasmaterias) se dolerá de los que escriban, y que ahora tendrá remedio loque tantas veces se ha intentado, desterrando de los teatros unoshombres que viven, se sustentan y visten de hurtar á los autores lascomedias, diciendo que las toman de memoria de sólo oirlas, y que estono es hurto, respecto de que el representante las vende al pueblo, y quese pueden valer de su memoria; que es lo mismo que decir que un ladrónno lo es, porque se vale de su entendimiento, dando trazas, haciendollaves, rompiendo rejas, fingiendo personas, cartas, firmas y diferenteshábitos. Esto, no sólo es en daño de los autores, porque andan perdidosy empeñados, pero, lo que es más de sentir, de los ingenios que lasescriben; porque yo he hecho diligencia para saber de uno de éstos,llamado el de la gran memoria, si era verdad que la tenía, y hehallado, leyendo sus tratados, que para un verso mío hay infinitossuyos, llenos de locuras, disparates é ignorancias, bastantes á quitarla honra y opinión al mayor ingenio en nuestra nación y las extranjeras,donde ya se leen con tanto gusto.»

Dirígese en seguida al Dr. Gregorio López Madera, consejero de Castillay protector del teatro, rogándole con vehemencia que ponga coto á estedesorden: «V. m., pues, pondrá remedio, por buen principio de suprotección, á este abuso...»

Así se comprende la desconfianza con que debemos mirar las ediciones decomedias españolas, que no hayan sido hechas por sus autores. Casi todas las sueltas, especialmente, llevan en sí trazas indudables de la faltade conciencia y de la precipitación con que se imprimían, aunque, porotra parte, incurriríamos acaso en error, suponiendo que, para todas, óá lo menos para la mayoría de ellas, sólo han servido textosdefectuosos, como indicamos antes, puesto que, por el contrario, sedesprende de su cotejo con las ediciones auténticas, que están calcadasen los manuscritos más autorizados, distinguiéndose sólo por sus yerrosinnumerables de imprenta, y excepcionalmente por la corrupción del textooriginal, si bien basta esto último para prevenirnos contra la lecturade estas impresiones sueltas, y contra las compilaciones de otras,hechas por los libreros para obtener grandes ganancias.

La fama del teatro español, que con tan rápido vuelo se elevara, pasó alprincipio de este período mucho más allá de las fronteras de la madrepatria, llegando, no sólo á los países extranjeros, sujetos al cetro delos soberanos de la Península, á Nápoles y á Milán, á Flandes y América,sino también á otras naciones, en donde se representaron, imprimieron éimitaron los dramas españoles. Trataremos en lugar oportuno de estepunto, y con la prolijidad que merece, después de historiar parte de laliteratura dramática de esta época. Entonces conoceremos la nueva forma,que toma el teatro bajo Felipe IV, y su enlace con los anteriores, yésta será también ocasión de comunicar á los lectores los datos, queposeemos, acerca de los más célebres actores del tiempo de Lope de Vega.Antes, sin embargo, llaman nuestra atención otros objetos másinteresantes.

index-189_1.png

index-189_2.png

CAPÍTULO VIII.

VIDA DE LOPE DE VEGA.

A biografía del hombre extraordinario, cuyo singular ingenio lo hizo eldominador y creador del teatro español por espacio de medio siglo, ha deser para nosotros la más importante, y merece, sin duda, de nuestraparte, que le consagremos la atención más completa y perfecta que nossea posible. La fama póstuma, de Montalván, es más bien un apologéticoque una biografía, en el cual se entretejen algunas noticias biográficasfalsas; no menos defectuoso y escaso es lo que nos dice D. NicolásAntonio en su Biblioteca nova, y Sedano en El Parnaso español,repetido después en forma de extracto por Bouterweck y Díez; LordHolland, por último, añade nuevos errores á los antiguos en un librosobre Lope de Vega. Cuanto expondremos á continuación, fundadoprincipalmente en las indicaciones, que se hacen en las obras de estepoeta[135],

rectificará, á la verdad, algunos puntos, y hará resaltarotros, que hasta ahora han pasado desatendidos, pero sin pretender poresto que se considere un estro trabajo como una biografía acabada.

Sóloexaminando los documentos relativos á la vida de Lope de Vega, que acasoexistan en las bibliotecas y archivos de España, se desvanecerán ciertasdudas y se llenarán las lagunas que se observan, sobre todo si algúnespañol, tan laborioso y perspicaz como Navarrete, hace por Lope deVega lo que él hizo por Cervantes.

El solar de los Vegas, en el valle de Carriedo, de Castilla la Vieja,fué la residencia de la familia del mismo nombre, que pretendía remontarsu origen á la más remota antigüedad, y hasta estar emparentada con elfabuloso Bernardo del Carpio. Tales pretensiones de antigüedad eranentonces comunes á todos. Sus bienes de fortuna, sin embargo, no corríanparejas con su orgullo genealógico. Un individuo de esta familia,llamado Félix, abandonó su hogar por buscar fortuna en el extranjero, y,aunque ya casado, contrajo otras relaciones amorosas, que obligaron á suesposa, Francisca Fernández, instigada por los celos, á seguirlo

hastaMadrid,

reconciliándose

después

ambos

esposos[136]. El fruto de estareconciliación fué nuestro Lope Félix de Vega Carpio[137], que nació el25 de noviembre de 1562, en Madrid, día de San Lupo, arzobispo deVerona. No fué éste el único hijo de dicho matrimonio, puesto quetenemos noticia de la existencia de una hija, llamada Isabel[138], y deotro hijo, que después entró en el servicio militar[139]. Montalváncuenta maravillas del precoz ingenio de Lope, á los dos años eraextraordinario el brillo de sus ojos, anunciando su talento prodigioso;á los cinco sabía ya leer en castellano y en latín, y cambiaba poesías,escritas por él, por las estampas y los juguetes de sus compañeros[140]. Asegura también, que apenas sabía hablar cuando componía versos, y coneste motivo compara sus primeros ensayos poéticos á los informes gorjeosde las avecillas en sus nidos[141]. A los once y doce años escribiócomedias de cuatro actos y cuatro pliegos, puesto que cada acto llenabaun pliego[142]. Parece, sin embargo, que de estos primeros ensayos no hallegado nada hasta nosotros. Cierto es que en el tomo XIV de sus Comedias se encuentra una titulada El verdadero Amante, la cual,precedida de las palabras primera comedia de Lope de Vega, podríaacaso autorizarnos para que la consideráramos como una de lasmencionadas, compuesta á los once ó doce años; pero verosímilmente esposterior en algunos años, puesto que el poeta, en la dedicatoria á suhijo Lope, que la antecede, del año de 1620, dice que la ha escrito á suedad, y en aquella época, como después veremos, debía tener el jovenLope trece años á lo menos. Añádase á esto la circunstancia de que estádividida sólo en tres actos, aun cuando pudiera explicarse suponiendoque se había refundido más tarde en esta forma.

Distínguese únicamentepor la belleza de la versificación, mereciendo por su indudableantigüedad, la mayor de todas las suyas que nos ha conservado el tiempo,que, como obra de tan eminente poeta, le consagremos preferentementenuestra atención. El mismo Lope le llama ensayo grosero, aunque cuentaque obtuvo aplausos. Es un drama pastoril, más bien por los nombres delos personajes que por su acción y sus efectos, por cuyo motivo sediferencia por completo del mundo bucólico de Montemayor y de Garcilaso.Una pastora, llamada Amaranta, cuyo esposo ha muerto, se enamora de otropastor denominado Jacinto; pero como éste la desprecia por otra, loacusa aquélla del asesinato de su esposo, para forzarlo á elegir entresu mano ó la muerte; el pastor permanece fiel á su amada en trance tanmortal, hasta que Amaranta, conmovida de su firmeza, retira laacusación. El enredo, según se recuerda fácilmente, se asemeja al de LaEstrella de Sevilla, y se funda, como él, en una costumbre de la EdadMedia, con arreglo á la cual el asesino se entregaba á los parientes delasesinado para que lo castigasen ó perdonasen.

No nos faltan noticias de la juventud de Lope, pero sí datos exactos yconcretos para ordenar seguida y cronológicamente los sucesos de su viday sus épocas principales. Fácil es, en verdad, como se ha hecho hastaahora, prescindir de esta falta de cohesión y enlace, y forjar,valiéndose de conjeturas y de hipótesis arbitrarias, y utilizando lasindicaciones aisladas y parciales que existen, una cadena aparentementeaceptable de los acontecimientos más culminantes de su existencia; perosiempre será lo más seguro coordinar primero las diversas noticias deésta, absteniéndonos de cimentar su clasificación cronológica en basetan instable como la de meras presunciones, excepto en el caso de queaparezca clara é indubitable de los datos que poseemos.

El padre de Lope era amigo íntimo del señor D. Bernardino de Obregón, y,como él, hacía con ferviente celo obras de caridad y misericordia;asistía en los hospitales á enfermos y pobres, y ejercitaba á sus hijosen prácticas tan piadosas[143]. Consta de El Laurel de Apolo que eratambién poeta, y no hay dificultad en imaginar que su ejemplo despertóhacia la poesía la precoz inclinación de su hijo, á no ser que sededuzca del pasaje citado, que él mismo no descubrió el talento poéticode su padre hasta después de su muerte.

Nuestro Lope recibió su primera instrucción en las escuelas de Madrid.Montalván refiere una anécdota que caracteriza el genio inquieto de estemancebo. Arrastrado de su deseo de ver el mundo, huyó de la capital encompañía de uno de sus amigos, que se llamaba Hernán Muñoz. Los jóvenesaventureros, sin embargo, no habían hecho bien sus cálculos pecuniarios,y se vieron forzados á vender una mula, aunque de nada les sirviera,puesto que en Segovia quisieron desprenderse de algunas alhajas; elplatero, á quien intentaron venderlas, creyó que las habían robado yfueron encerrados en la cárcel, hasta que el Corregidor sospechófelizmente la verdad del caso, y los obligó á volver á Madrid de nuevo.

Lope perdió pronto á sus padres, aunque no se sepa fijamente en qué año;pero sí que, viviendo ellos y muy joven, entró al servicio de las armas.Así consta de muchos pasajes de sus escritos, aunque nada de esto digansus biógrafos. En la epístola á Antonio de Mendoza escribe los versossiguientes:

«Verdad es que partí de la presencia

De mis padres y patria, en tiernos años,

A sufrir de la guerra la inclemencia.

Pasé por alta mar reinos extraños,

Donde serví primero con la espada

Que con la pluma describiese engaños.»

El principio de La Gatomaquia que le dedicó el (quizas fingido)licenciado Tomé de Burguillos, nos ilustra acerca de esta parte de sujuventud, en la cual nadie se ha ocupado hasta ahora[144]. Dícese enella que asistió como soldado á una expedición á las costas de África; el marqués del mejor apellido, á que alude, es indudablemente elmarqués de Santa Cruz. Si consultamos á los escritores de la época,vemos que D. Juan de Austria, al atacar el Norte de África en el año1573, confió el mando de las tropas enviadas contra Túnez al marqués deSanta Cruz, que correspondió brillantemente á sus esperanzas en octubredel mismo año, y en la misma época en que fué también tomadaBiserta[145]. Poco tiempo después cayeron de nuevo Túnez y los demáspuntos conquistados en estas regiones en poder de los turcos[146], y nose vuelve á tratar más de ninguna otra expedición á estos parajes.Dedúcese, por tanto, pues, de lo expuesto, que Lope tomó parte en estaguerra; aún no habría cumplido entonces los doce años, por inverosímilque parezca que fuese soldado en edad tan tierna. Sin embargo, quienconoce la historia de la época recordará muchos ejemplossemejantes[147],

debiendo advertir además que en los países meridionalesel desarrollo físico es más rápido que entre nosotros.

Parece que los escasos medios pecuniarios de su familia lo forzaron áentrar tan joven en la milicia, y que esta misma causa lo obligó mástarde, aunque no se sepa si en vida de sus padres, á proporcionarse lasubsistencia en las casas de los grandes. En la dedicatoria de LaHermosa Ester (tomo XV de sus Comedias), dice que ha pasado algunosdías de su vida en casa del inquisidor D. Miguel de Carpio, y, segúnparece, en Barcelona. Más largo tiempo hubo de servir á D. JerónimoManrique, obispo de Ávila, y después inquisidor general, puesto que ensus últimos años pronuncia su nombre con la gratitud más ferviente:«Cuantas veces me toca al alma sangre Manrique, no puedo dejar dereconocer mis principios y estudios á su heróico nombre[148]. »

Montalvánañade que el joven poeta compuso para este prelado diversas églogas, yel drama pastoril Jacinto, y que esta obra dramática es la primeraescrita en tres actos; pero el mismo Lope atribuye esta minoración, quehabía de convertirse en ley, al poeta Virués, y antes de ahora hemosvisto que Cervantes se alaba también de este mérito, no grande enverdad. Lope asistió en seguida á la universidad de Alcalá, en dondeestudió filosofía y matemáticas cuatro años largos[149]; pero estasciencias no le agradaron, consagrándose á las secretas, y «siendoconducido por Raimundo Lulio á un intrincado laberinto[150]. » Delprólogo que precede á las poesías de Tomé de Burguillos, parecededucirse que estudió también mucho tiempo en Salamanca. Recibió elgrado de bachiller para entrar en la carrera eclesiástica; «pero el amorlo cegó de tal manera, que se olvidó de todo[151]. » Es de presumir quealude á las relaciones amorosas, que tan bien describe en La Dorotea,á lo menos en lo substancial, y que corresponden á la juventud de Lope,puesto que en otros muchos pasajes de sus escritos, y especialmente enla segunda parte de Filomena, alude á ellas. Los nombres de lospersonajes deben de ser supuestos. Expondremos, pues, esta parte de suvida en sus rasgos más esenciales.

A su regreso á Madrid de la Universidad, y contando diez y siete años,fué acogido con benevolencia en casa de una parienta rica y espléndida.En la misma vivía también una doncella joven, llamada Marfisa, con lacual tuvo amores; pero no duró mucho la ventura de los dos amantes,porque Marfisa se vió obligada á dar su mano á un abogado viejo, si bienhizo á su prometido, el mismo día de su casamiento, las más ardientesprotestas de perpetua fidelidad, acompañadas de torrentes de lágrimas.El corazón de éste era impresionable hasta el exceso, y de aquí queolvidase pronto su pasión, dominado por otra nueva.

Dorotea[152], jovenmadrileña, cuyo esposo estaba ausente, y tan lejos que no se esperaba suvuelta, había conocido á Lope en ciertas reuniones, y le dió á entenderque aprobaba su inclinación; viéronse, en efecto, después los dosenamorados, pareciéndoles desde el primer instante que se habíanconocido y amado toda su vida. La madre de Dorotea desaprobó, sinembargo, este compromiso con un mancebo pobre, y se propuso atraer á susredes á un extranjero principal, á quien su sagaz hija, no creyendoconveniente rechazarlo por completo, retuvo con tibios halagos. Diversasaventuras ocurrieron á Lope con este rival: vióse en continuo peligro demuerte á causa de sus celosas asechanzas, y se regocijó sobremanera deser al fin poseedor exclusivo del corazón de su amada por la ausencia deMadrid de su competidor. Dorotea le probó su cariño haciendo los mayoressacrificios; pero su dicha había de durar poco: declaróle un día, contoda formalidad, que era preciso poner término á sus relaciones, nopudiendo sufrir más los desaires y hasta los malos tratamientos de sumadre y de sus demás parientes, y las murmuraciones y las hablillas dela corte.

La infortunada joven sólo esperaba quizás oir una palabraamorosa de los labios de su amante para declararle que, á pesar de todo,deseaba ser suya; pero el iracundo Lope, dejándose arrebatar de laimpresión del momento, se alejó para separarse de ella perpetuamente, enla inteligencia de que era despreciado por un rico americano, llamadoDon Vela, á quien protegían los deudos de Dorotea. Encaminóse, pues, áSevilla; pero el mundo le parecía tan sombrío y siniestro como estabasu alma, figurándosele la bella y populosa ciudad un infierno en brasas.Su inquietud lo llevó después á Cádiz, y de Cádiz á Madrid. Paseando undía en el Prado, melancólico, encontró dos damas, callada la una yenvuelta en un velo, y esforzándose la otra en acercársele, en hablarcon él y en averiguar la causa de su tristeza. Lope no tardó en referirla historia de sus amores, y cuánto había sufrido á la que tanto interésmostraba hacia él; la tapada comenzó entonces á sollozar y lamentarse envoz alta, exclamando: «¡Ay, mi bien! ¡Ay, mi Fernando! ¡Ay, mi primeroamor! ¡Nunca yo hubiera nacido, para ser causa de tantas desdichas! ¡Oh,tirana madre! ¡Oh, bárbara mujer! ¡Que tú me forzaste, tú me engañaste,tú me has dado la muerte!» Contó después que se había desesperado yvivido sin consuelo durante la ausencia de su amado; que había hechodiversas tentativas para quitarse la vida, y cayó al fin en tierragimiendo. Lope no estaba menos conmovido, y mezcló sus lágrimas con lassuyas; confesó que había sido injusto, y se reconcilió con ella.

Peroentonces fué necesario el más artificioso disimulo para continuar estasrelaciones, y engañar á los parientes de Dorotea y al celoso Don Vela,más unido que nunca con ellos. Lope se presentó al obscurecer,disfrazado de andrajoso mendigo, á la puerta de su amada; una criadafiel salió de la casa para darle una limosna, y en el pan que le entregóestaba oculta una carta de Dorotea; después se recostó bajo de susventanas, y fingió dormir, dando tiempo para que ella bajase á la rejasin ser sentida y entablasen ambos amoroso diálogo. Pero los misteriosdel corazón son por demás extraños; pronto varió Lope de sentimientos,como nos lo dice de esta manera:

«No me parece que era Dorotea la que yo imaginaba ausente, no tanhermosa, no tan graciosa, no tan entendida; y como quien, para que unacosa se limpie la baña en agua, así lo quedé yo en sus lágrimas de misdeseos. Lo que me abrasaba era pensar que estaba enamorada de Don Vela;lo que me quitaba el juicio era imaginar la conformidad de susvoluntades; pero en viendo que estaba forzada, violentada, afligida, quele afeaba, que le ponía defectos, que maldecía á su madre, que infamabaá Gerarda, que quería más á Celia, y que me llamaba su verdad, supensamiento, su dueño y su amor primero, así se me quitó del alma aquelgrave peso que me oprimía, que vían otras cosas mis ojos, y escuchabanotras palabras mis oídos, de suerte que cuando llegó la hora departirse, no sólo no me pesó, pero ya lo deseaba.»

Su resolución de romper con ella, maduraba más cada día: aunque Doroteaprefiriese á Lope, no se oponía decidida y abiertamente á laspretensiones de Don Vela, y sus relaciones con éste inspiraban, cuandomenos, á su amante celosas dudas; añádanse á esto muchos disgustosinsignificantes, y, por último, el influjo del amor á Marfisa, que sedespertó de nuevo en el corazón de Lope, puesto que hacía largo tiempoque le había dado las más tiernas pruebas de afecto. Rompió, pues, porcompleto con Dorotea, á quien atormentaron los más rabiosos celos,sufriendo á poco nueva aflicción con la muerte de Don Vela, ocurridadespués de aquel suceso; á la conclusión de la obra, que lleva sunombre, manifiesta su propósito de entrar en un convento, puesto que suesposo había muerto en este intervalo. Las relaciones de Lope conMarfisa no hubieron de durar mucho, constándonos que ella se casódespués de nuevo.

Parece que, terminados estos amoríos, entró otra vezen el servicio militar, aunque por poco tiempo. Sírveme de fundamentopara creerlo un pasaje de la poesía El Huerto deshecho, en que dicehaber visitado, sable en mano, á los orgullosos portugueses en la islaTercera[153], lo cual ocurrió en 1852 ó 1853. Felipe II había sometidoá su cetro á Portugal, después de la muerte del cardenal Enrique; peroD. Antonio, prior de Ocrato, y uno de los pretendientes al trono dePortugal, había sabido captarse la protección de Francia é Inglaterra yencontrado en las Azores numerosos y resueltos partidarios.

Para someterestas islas, y para combatir á una flota francesa, que se había dirigidoá aquéllas, fué enviada una escuadra española al mando del marqués deSanta Cruz, en el año de 1582, consiguiendo en dichas aguas unabrillante victoria contra los franceses el 25 de julio[154]. Pero ellevantamiento de las islas no se ahogó por entero, y de aquí que, enjulio del año siguiente, se dirigiera allá otra expedición á las órdenesdel mismo Marqués, que se apoderó de la isla Tercera y sujetó lasAzores[155].

La inexactitud con que Montalván refiere las relaciones de Lope conDorotea, y su silencio sobre la parte que tomó en una de las dosexpediciones mencionadas, pueden suscitar dudas acerca del crédito quemerece su narración en lo demás. Preciso es, sin embargo, acudir á élpara seguir el hilo de nuestra biografía, á falta de otro testimonio másauténtico, pero con ciertas precauciones, y con el propósito decompletarla con los datos que nos suministre el mismo Lope, y derectificarla, si hay contradicción entre unos y otros.

A su vuelta de la Universidad, dice Montalván, entró Lope de secretarioal servicio del duque de Alba. La época, en que esto sucediera, no sefija con precisión, ni aun se menciona el nombre del Duque, aunquerecordemos al famoso capitán, que sin duda vivía en 1582; pero es depresumir que fuese su nieto D. Antonio de Toledo, á quien se celebra enmuchas obras de Lope. Para este Duque escribió el poeta su novelapastoril La Arcadia, impresa por vez primera en 1602, pero ó no tanpronto como Montalván dice, ó hubo de reformarse más tarde, puesto quealude á sucesos posteriores. El Canto de Caliope, d