cuarto
encerrados,
Quién
en
Castilla
merece
Por
el
valor
heredado
Ser
Rey,
ó
vasallo
lobo
En
Extremadura.
Mostraos
Soberbio
agora
conmigo
Y
valeroso,
pues
tanto
Desgarráis
en
mis
ausencias.
Venid,
que
tengo
muy
sano
El
corazón,
aunque
enfermo
El
cuerpo,
y
que
está
brotando
Sangre
española,
de
aquellos
Descendientes de Pelayo.
LOPE ( de rodillas).
Señor,
no
más:
vuestra
vista,
Sin
conoceros,
da
espanto.
Loco
he
estado,
ciego
anduve.
¡Perdón,
señor!
Si
obligaros
Con
llanto
y
con
rendimiento
Puedo,
como
á
Dios,
cruzados
Tenéis
mis
brazos,
mi
acero
A vuestros pies, y mis labios.
(Eche la espada á las pies del Rey y ponga la boca en el suelo, yEnrique le ponga el pie en la cabeza.)
REY.
Lope
Meléndez,
ansí
Se
humillan
cuellos
bizarros
De vasallos tan soberbios.
Esta escena admirable ha sido imitada por Moreto en su famoso Valientejusticiero[2].
Peribáñez y el comendador de Ocaña, Los comendadores de Córdoba y Fuente-Ovejuna, son tres dramas de asuntos análogos, en cuanto lostres tienen por objeto representar la tiranía y los abusos de loscomendadores de las Ordenes militares. Es difícil decidirse porcualquiera de ellos en detrimento de los otros, puesto que los tres, singénero alguno de duda, son de los más notables que existen, y han deenumerarse entre las más preciadas joyas de la corona del gran poeta. Peribáñez y el comendador de Ocaña comienza con la descripción de lasnupcias, que celebra el labrador Peribáñez con la bella Casilda. Estasfiestas, juegos y cantos son de repente interrumpidos por lamentos, quese oyen detrás de la escena, y pronto la invade una multitud de gentedel comendador de Ocaña, que, habiendo querido hacer gala de su destrezaen una corrida de toros en las inmediaciones, se ha caído con sucaballo, y está casi moribundo. Peribáñez acoge en su casa al herido, yle prodiga los más afectuosos cuidados. La dicha doméstica de los reciéncasados, la rústica inocencia de su vida, son retratadas con los coloresmás bellos de la poesía. El comendador, que se restablece poco á poco,comienza á sentir cierta grata inclinación hacia su bella huéspeda,siendo tratado por ella con la más sincera amistad. Al despedirse hácelericos regalos, que son recibidos con gratitud. Las escenas siguientesnos transportan á Toledo, en donde se celebra una fiesta en loor de unsanto. Encuéntrase en ella Peribáñez con su esposa y otros muchoslabradores. El comendador aprovecha esta ocasión de acercarse á ella,pero es rechazado con desprecio, sospechando ya sus propósitos; sudesdén acrece el amor del comendador, induciéndolo á disfrazar uno desus criados para entrar como segador al servicio de Peribáñez, yfacilitar á su amo la entrada en su casa. El esposo de Casilda permanecealgún tiempo en Toledo ocupado en sus negocios, y mientras tanto atiendeella á todos los quehaceres propios de su estado: se la ve al obscurecercantando al frente de los segadores á su regreso, rezar después lasoraciones y retirarse á su dormitorio. El servidor disfrazado delcomendador bebe con los demás compañeros, hasta que caen en tierraembriagados.
Penetra en la casa el comendador, pero encuentra biencerrado el dormitorio de Casilda; y cuando bajo sus ventanas se esfuerzadespués en ablandarla con las frases más tiernas, aparece ella en lareja de improviso, grita á los próximos durmientes que ya es tarde, ydespide al comendador, á quien finge no conocer, hablándole unas vecescomo de burlas y otras como de veras. Al día siguiente vuelve Peribáñez:ha visto en Toledo en el taller de un pintor un retrato de su Casilda,hecho, según averigua, por orden del comendador, aunque ignorándolo laretratada. Despiértanse entonces sus recelos en el más alto grado: susombrío silencio y su mal humor asustan á su esposa y á todos susamigos; en todas las palabras que oye, y en los sucesos más comunes,cree
observar
pruebas
que
corroboren
sus
sospechas.
El
comendador,mientras tanto, no renuncia á la esperanza de lograr sus deseos á fuerzade constancia: ha recibido una orden del Rey mandándole formar undestacamento de sus súbditos, que ha de reunirse con un ejércitonumeroso, organizado contra los moros, y resuelve nombrar su capitán alesposo de Casilda. Ya entonces no duda Peribáñez del peligro que amenazaá su honra, ni en ejecutar el proyecto, que ha concebido por esta causa.No es posible esquivar la orden del comendador. Sale, pues, al frentedel destacamento, y promete solemnemente, delante del comendador, alceñirle la espada, que la empleará en defensa de su honor. Esta escena,en que el esposo ofendido recibe sus armas de manos de su mismo ofensor,para arrancarle con ellas la vida, es de primer orden: él, amenazado ensu honra, anuncia claramente su propósito, pero el ciego comendador nadasospecha. Peribáñez emprende su marcha con los soldados, pero apenasllega al primer paraje, en donde ha de pernoctar, cuando se apresura áregresar á su aldea, y por una puerta excusada se desliza en su casa yse oculta. Oye al poco tiempo ruido de pasos: son del comendador, que,como antes, ha encontrado medio de llegar hasta la habitación deCasilda. El esposo oculto se detiene un momento para averiguar laculpabilidad ó la inocencia de su esposa; convencido, al fin, de laúltima, sale de su escondrijo y mata al indigno enemigo de su honra.
Laúltima escena es en la corte de Enrique III. Noticioso el Rey de lamuerte del comendador de Ocaña, manda castigar severamente al matador:preséntase entonces Peribáñez; expone los motivos que tuvo para darmuerte á su ofensor, y sostiene que se ha visto obligado á hacerlo endefensa de su honor, sometiéndose al fallo de su justicia, si esculpable. El Rey, enterado de la verdad del suceso, aprueba su acción, ynombra á Peribáñez capitán de los soldados, que se han alistado de ordendel comendador. Así termina esta comedia, notable en todos conceptos,origen indudable, en muchos de sus rasgos, de la célebre de Rojastitulada Del Rey abajo ninguno, aunque los fundamentos de la fábulasean en ésta diversos.
Fuente-Ovejuna es un drama basado en un acontecimiento verdadero(véase el cap.
38 de La Crónica de la Orden de Calatrava de Franciscode Rades y Andrade), que fué imitado más tarde con fortuna por Cristóbalde Monroy, ocurrido en la guerra civil, que desgarró á Castilla despuésde la muerte de Enrique IV, y que concluye ofreciéndonos á la vista, consus consoladoras esperanzas, el recuerdo de Fernando é Isabel, enérgicoá un tiempo y grato[3].
Desde esta época comienza una nueva serie de dramas, llenos de vigorosapoesía, para celebrar el naciente brillo de la monarquía universalespañola. En El mejor mozo de España leemos la romántica descripcióndel viaje de Fernando á Valladolid (ajustado á lo referido en la crónicade Alfonso de Palencia, y por Zurita, en el cap. 26
del lib. XVIII).Sólo existe la primera parte, que sin formar un todo perfecto, nosofrece, sin embargo, una serie de cuadros bellísimos de la historia deEspaña.
Somos transportados á los últimos años del reinado de EnriqueIV, tan funestos para la monarquía española. Las primeras escenas nosmuestran á la joven Isabel en su pacífico retiro, ocupada en hilar y enotros quehaceres de su sexo. España se le presenta en sueños, yaciendoen tierra, vestida de duelo, quejándose de sus desdichas, y anunciándoleque ella es la elegida para poner término á los infinitos males que laafligen. Poco después llega la noticia de la muerte de su hermanoAlfonso, que le abre el camino para llegar al trono legalmente, en casode fallecer D. Enrique, puesto que las Cortes han declarado ilegítima ála infanta Doña Juana. El Rey convoca las Cortes para jurar por Reina áIsabel, y pide á ésta, movido de sus singulares caprichos, que nocontraiga matrimonio mientras él viva. La Princesa accede al principio álos deseos del Rey, pero los grandes le demuestran con empeño, que, paraatender á la dicha de su pueblo, debe elegir esposo. Envíanse entoncesembajadas á varios Príncipes, para tomar entre ellos esposo; peroninguno corresponde á los deseos de los grandes, ni posee las prendasque Isabel exige. Estas escenas de las condiciones del futuro cónyuge dela Infanta, están llenas de rasgos característicos del mayor ingenio.
ElRey sabe, mientras tanto, que no se le obedece, é Isabel se ve forzada ásustraerse á los arrebatos de su ira. Diversos presentimientos ypresagios, que ella interpreta como avisos del cielo, llaman su atenciónhacia Fernando de Aragón. La escena se muda á la corte de Zaragoza, endonde el infante Fernando presiente también su dicha futura por diversasseñales. El Príncipe, que apenas ha salido de la infancia, se solazajustamente en un baile cuando llega la embajada de Castilla. Hállasetambién dispuesto á buscar esposa; pero como el rey Enrique, paraimpedirle la entrada en Castilla, ha acordonado con tropas la frontera,se ve en la necesidad de emprender su expedición en secreto ydisfrazado: vístese, pues, de mozo de mulas, y los caballeros de suservidumbre fingen ser sus amos. El viaje, con sus peligros y variossucesos, se representa en el teatro en sus diversas jornadas,mostrándose en ellas el Príncipe, por su viveza y edad casi infantil, dela manera más favorable. Isabel se disfraza de labradora para salirle alencuentro. Ya en camino, se ve expuesta en distintas ocasiones á serconocida de los centinelas y de su mismo hermano; pero los engaña átodos, y llega felizmente al término de su viaje. Celébranse las bodasde los dos Príncipes disfrazados, y al acabarse la primera parte de lacomedia aparece España triunfante, no con vestidos de duelo, hollandobajo sus plantas á sus enemigos, y profetiza las glorias del reinado deFernando y de Isabel.
En El Hidalgo abencerraje se nos presenta Granada en todo suesplendor, aunque caminando ya hacia su ocaso; en La envidia de lanobleza, la muerte de los nobles abencerrajes por los traidoreszegríes; finalmente, en El cerco de Santa Fe, la famosa lucha trabadaante el último baluarte de la morisma, en que tomaron parte activa losdos Monarcas españoles y los más nobles caballeros del reino, y como supersonificación ó centro, las hazañas casi fabulosas[4] de Hernán Pérezdel Pulgar, cuyo valor temerario corría parejas con su ardiente celoreligioso.
La comedia comienza en el campamento cristiano de Granada. La reinaIsabel pasa revista al ejército, y premia á los más valientescaballeros; el entusiasmo y ardor bélico de los adalides españoles sepinta con los colores más vivos. La escena cambia entonces,representando lo interior de la ciudad sitiada. El moro Tarfe promete ásu amada Alisa depositar á sus pies las cabezas de los tres campeonescristianos más famosos, á saber, de Gonzalo de Córdoba, del conde deCabra y de D. Martín de Bohorques. Ella no atribuye gran precio á estedon, y sólo desea alejar á su amante, porque ama á Celimo, que no lecorresponde por la amistad que lo une á Tarfe. Este acomete, en efecto,su arriesgada hazaña, pero es herido delante de las puertas, y observacon dolor que los caballeros cristianos han clavado en una de ellas consus puñales un cartel de desafío. A su vuelta á la ciudad es agobiadopor las reconvenciones de su amada á causa de su cobardía. Promételeentonces, para borrar su afrenta, clavar en la misma tienda de Isabeluna cinta recibida de ella. Alisa en persona ha de asistir á estahazaña, y, disfrazada de aguadora, ha de salir de la ciudad bajo laprotección de Celimo. El moro lleva á cabo su temeraria empresa; peroAlisa cae prisionera del conde de Cabra, el cual cumple de este modo unapromesa hecha á la Reina. Cuando se descubre la cinta clavada en latienda de Isabel, se promueve grande alboroto en el campamentocristiano. Hernán Pérez del Pulgar hace voto de no descansar hasta que,en castigo de tamaño desacato, clave el Ave María en la mezquita deGranada, voto que cumple, en efecto, al pie de la letra. Penetra denoche hasta el centro de la ciudad enemiga, y después de realizar supropósito, regresa ileso á Santa Fe. Al día siguiente observan los morosadmirados el palladium de los cristianos en la puerta de la mezquita,y Tarfe jura vengar esta afrenta infiriendo otra mayor á sus enemigos.Al comenzar el último acto cuenta Garcilaso al Rey, llegado alcampamento hace poco, las temerarias hazañas ejecutadas los díasanteriores; aparecen también varios caballeros, que depositan á los piesde sus soberanos los trofeos de sus victorias.
Anuncia á la sazón unservidor, que Tarfe se encamina hacia el campamento trayendo el AveMaría en la cola de su caballo. Este sacrilegio excita universalindignación; el Rey quiere salir en persona para castigar al insolentecriminal; pero el joven Garcilaso consigue la gracia de pelear con él envez del Rey, y reviste, al efecto, sus armas invocando antes á laVirgen. En una escena intermedia se presentan la España y la Fama paraensalzar los nombres de Garcilaso y de Fernando. El combate entreGarcilaso y Tarfe, en que éste sucumbe, termina la comedia. Verdad es,que, rigurosamente hablando, no hay unidad en la acción, puesto que sólonos ofrece una serie de hechos y sucesos, enlazados á uno de losacontecimientos más gloriosos de la historia de España; la unión de lasescenas entre sí es muy escasa, como consta particularmente del extractohecho de ellas; pero quien lee la comedia, recuerda el verdadero estilohomérico en estos cuadros animados de la lucha entablada bajo los murosde Granada.
El héroe celebérrimo de esta guerra, el Gran Capitán, es también elprotagonista de otro drama titulado Las cuentas del Gran Capitán, cuyacopia es, sin duda, la de igual título de Cañizares. Entre sus escenasse distingue una incomparable, en que Gonzalo da sus descargos alrequerírsele por el Rey que rinda cuentas de las sumas que se le hanentregado. Se ve sentado en una mesa al tesorero del Rey con recado deescribir, presentándose Gonzalo y su compañero el bravo García deParedes.
CONTADOR.
Y
éstos
los
libros:
aquí
Se
siente
vuestra
Excelencia.
GARCÍA.
Y
aquí
he
de
tener
paciencia:
¿Papelejos?
Pesia
á
mí.
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El
duque
de
Sesa
¡cielos!
¿Con
tanta
sangre
y
desvelos?
¿Y
qué
la
fama
escribió
Por
tan
extraños
caminos
Su
historia
en
libros
de
cuentas,
Y
no
con
plumas
atentas
En
sus
anales
divinos?
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CONTADOR.
De
seis
mil
escudos
de
oro
Que
en
Valladolid
le
dieron;
Otros
diez
mil
en
Madrid,
Y
veinte
mil
en
Toledo
A
Nápoles
se
enviaron.
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GRAN
CAPITÁN.
Señor
Contador,
dejemos
Partidas
de
diez
y
veinte;
¿No
hay
suma?
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..
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CONTADOR.
Suman
los
cargos
doscientos
Y
sesenta
mil
escudos.
GRAN
CAPITÁN.
¿No
más?
Es
poco.
No
creo
Que
tal
reino
en
todo
el
mundo
Se
haya
ganado
con
menos.
GARCÍA.
Yo
se
lo
voto
á
los
diablos:
Y
que
sustento
y
dinero
se
quitaba
á
cuchilladas.
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..
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GRAN
CAPITÁN.
También
traigo
yo
papel:
Vayan,
vayan
escribiendo.
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Memoria
de
lo
que
tengo
Gastado
en
esta
conquista,
Que
me
cuesta
sangre
y
sueño,
Y
algunas
canas
también.
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Primeramente
se
dieron
A
espías
ciento
y
sesenta
Mil
ducados.
CONTADOR.
¡Santos
cielos!
GRAN
CAPITÁN.
¿Qué?
¿Os
espantáis?
Bien
parece
Que
sois
en
la
guerra
nuevo.
Más:
cuarenta
mil
ducados
De
misas.
CONTADOR.
Pues
¿á
qué
efecto?
GRAN
CAPITÁN.
A
efecto
de
que
sin
Dios
No
puede
haber
buen
suceso.
CONTADOR.
Al
paso
desto
Yo
aseguro
que
le
alcance.
GRAN
CAPITÁN.
Como
se
va
el
Rey
huyendo
De
tantas
obligaciones,
Quiero
alcanzarle...
Más:
ochenta
mil
ducados
De
pólvora.
CONTADOR.
Ya
podemos
Dejar
la
cuenta.
GARCÍA.
Bien
hacen:
Temerosos
son
del
fuego.
GRAN
CAPITÁN.
Escuchen
por
vida
mía,
Más:
veinte
mil
y
quinientos
Y
sesenta
y
tres
ducados,
Y
cuatro
reales
y
medio,
Que
pagué
á
postas
de
cartas.
CONTADOR.
¡Jesús!
GRAN
CAPITÁN.
Y
en
correos
Que
llevaban
cada
día
A
España
infinitos
pliegos.
GARCÍA.
Vive
Dios,
que
se
le
olvidan
Más
de
doce
mil
que
fueron
A
Granada,
y
á
otras
partes;
Y
aun
era
tan
recio
el
tiempo,
Que
se
morían
más
postas
Que
tienen