Historia de la Literatura y del Arte Dramático en España -Tomo III by Adolfo Federico Conde de Schack - HTML preview

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JULIA.

Padre,

pues

del

otro

mundo

Vengo

á

hablarte,

escucha,

atiende.

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Yo

me

maté

por

tu

causa.

ANTONIO.

¿Por

mi

causa?

JULIA.

Claramente.

me

casabas

por

fuerza.

ANTONIO.

Mi

intento

fué

bueno.

JULIA.

Advierte

Que

el

Conde

me

merecía;

Mas

no

quiso

Amor

que

fuese

Mi

esposo,

porque

ya

estaba

Casada.

ANTONIO.

Culparte

debes

A

ti

misma

en

no

decirme

Lo

que

tan

tarde

me

ofreces.

Dijérasme:

«Padre

mío,

Yo

soy

mujer

flaca

y

débil;

Caséme

contra

tu

gusto,

Yerros

de

amor

oro

tienen.»

Perdonárate

yo

entonces;

Que

no

es

posible

eligieses

Hombre

tan

vil,

siendo

cuerda,

Y

en

virtud

é

ingenio

un

fénix.

JULIA.

Cualquier

hombre

te

dijera,

Por

vil

y

bajo

que

fuese;

Y

no

pude

el

que

me

dió

Para

marido

mi

suerte.

Casome

Aurelio

con

él;

Que

hasta

tanto

que

tuviese

La

bendición

de

la

Iglesia

No

fué

posible

moverme.

Dos

meses

fué

mi

marido.

ANTONIO.

¿Que

no

se

supo

en

dos

meses?

JULIA.

No,

padre,

porque

el

peligro...

No

hay

cosa

que

más

enferme.

Pues

como

me

vi

casada,

Y

que

casarme

pretendes,

Dime

la

muerte,

y

estoy

A

donde

imaginar

puedes.

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Sólo

te

pido

que

me

honres,

Y

que

en

paz

y

amistad

quedes

Con

el

que

fué

mi

marido,

Y

que

su

muerte

no

intentes;

Que

si

lo

haces,

te

juro

Que

los

días

que

vivieres,

Con

el

fuego

que

me

abrasa,

Cada

noche

te

atormente.

ANTONIO.

Pero

di,

¿quién

es

el

hombre?

JULIA.

El

que

á

Octavio

dió

la

muerte,

El

hijo

del

que

sustenta

Tus

enemigos

Monteses.

Roselo, padre, se llama.

Los demás Castelvines descubren mientras tanto á Roselo, y lo traenprisionero para saciar en él su sed de venganza. Antonio, sin embargo,pensando todavía en la voz que ha resonado en sus oídos, abraza áRoselo, y le cuenta su visión. Aplácanse todos al escucharlo. Apareceentonces Julia, y cuenta que Roselo la ha librado de las garras de lamuerte, por cuya razón es aprobado por todos el enlace de los dosamantes, que sella la reconciliación de los Monteses y Castelvines. Laconclusión es, sin duda, la parte más débil de este drama. ¡Cuán grandees el abismo, que separa á la catástrofe tan patética y tanprofundamente conmovedora de Shakespeare de esta terminación cómica! Alcontrario, las demás partes de la obra de Lope nos ofrecen escenas, que,por su fuego amoroso, ternura é intensidad de afectos, rivalizan con lasde la tragedia inglesa; y, de todas maneras, la comedia de Lope esincomparablemente superior al arreglo dramático de la misma novela,hecho después por Francisco de Rojas.

Infinitamente más bella que las dos últimas comedias es La quinta deFlorencia, cuyo argumento se funda también en una novela de Bandelo(consultad además Les histoires tragiques de Belleforest, tomo I,hist. 12, y á Goulart, Histoires admirables, tomo I, pág. 212), y laventaja resultará, indudablemente, en favor de Lope, y en contra deBeaumont y de Fletcher, quienes, en su Maid of the mill, han tratadodramáticamente de este mismo asunto. Si el drama inglés se divide conpoco criterio en dos acciones, la de Antonio, Ismenia y Aminta, y la deOtrant y Florinel, el español le excede por su artística composición,puesto que todas sus escenas están estrechamente enlazadas entre sí, yla atención del espectador no se distrae un solo instante; hasta lapintura de caracteres y de afectos, y las situaciones dramáticas,merecen también nuestra plena aprobación. El halcón de Federigo sefunda en la novela del halcón del Decamerón (Giorn. 5, Nov. 9), y Elremedio en la desdicha en la celebrada leyenda de Abindarráez y Jarifade la Diana de Montemayor. El guante de Doña Blanca refiere el mismosuceso que el Handschuh, de Schiller, sin otra diferencia que el lugarde la escena es la corte de Portugal. En La prueba de los ingenios admiramos la misma fábula oriental, que ha sido adoptada en las novelasdel Occidente, cuyo origen parece ser el Heft peiger, de Nisami, tanfamoso por el Turandot de Gozzi. El mármol de Felisardo muestra en suacción notable semejanza con el cuento de invierno de Shakespeare; ycomo este drama, según parece, proviene de la Pleasant History ofDorastes and Fawina, de Roberto Green, es de presumir que todas estasobras tengan por base una antigua novela, desconocida para nosotros yaprovechada también por Lope.

Debemos mencionar inmediatamente una serie de producciones literarias,cuya índole puede caracterizarse con el nombre de novelas dramáticas.Aludimos á aquéllas, cuyas escenas se ajustan entre sí levemente y sinsujetarse á verdadero plan dramático, y que además, por sus sucesosnovelescos é imprevistos, tienden á impresionarnos insólita ysobrenaturalmente. Cuéntanse, entre ellas, algunas de las citadas; perohay otras muchas que no deben clasificarse con las anteriores, ya porqueson de exclusiva invención del poeta, ya porque nos son desconocidas, ápesar de nuestra diligencia, las tradiciones ó novelas en que se apoyan.Cualquiera que sólo hubiese leído estos dramas de Lope, no dudaría enformar de su talento para la composición dramática la idea másfavorable, puesto que plan y caracteres se sacrifican con demasiadafrecuencia al afán de ofrecer nuevas y sorprendentes situaciones, y á lapropensión á lo sobrenatural y monstruoso. La alternativa de aventurasmaravillosas, que no pocas veces sólo dependen de tenue hilo, pero quellevan la atención del espectador de una á otra situación interesante,parece haber sido el blanco principal que se proponía alcanzar el poeta.Cuando para lograrlo no encuentra mudanzas extraordinarias de fortuna,sucesos singulares que tocan en los límites de lo increíble, por serraros entre los históricos conocidos y por su incompatibilidad con eltiempo y con el lugar real y verdadero en que hubieron de ocurrir, creapaíses imaginarios, funda reinos y eleva al trono dinastías que jamásexistieron. La India y la Persia, la Hungría y Polonia, la Transilvaniay Macedonia, se convierten en teatro de insidiosos asesinatos,encantamentos y revoluciones soñadas. La geogragía y la historia deestas obras parece la misma que la de los libros de caballería, y si porcasualidad se aprovecha algún acontecimiento histórico, ó que loparezca, va acompañado de los pormenores más novelescos é inconciliablescon la verdad histórica. Lope, según la expresión de Sancho Panza, tienesiempre á mano el reino de Dinamarca ó de Sobradisa, que le vienen tande molde como anillo al dedo, y destroza con portentosa presteza á losemperadores de Trebisonda ó á los tiranos de la Albania. Obliga á suspersonajes á correr de Levante á Poniente, del Septentrión al Mediodía,ya dando batallas, ya danzando en amoríos; el lugar de la escena es yaAlejandría, ya Babilonia, ya Irlanda ó Siebenburga. La acción esfrecuentemente un conjunto de sucesos contradictorios de la más extrañaespecie.

La más rara confusión de elementos heterogéneos; la unión más absurda ycaprichosa de catástrofes trágicas y de cómica licencia, de paganismo ycristianismo; el concurso más singular de personajes; el enlace másmonstruoso de lo completamente sandio y sin sentido con lo más ingeniosoy divertido, se encuentra en El nuevo Pitágoras. Si un poetafantástico de nuestros días se propusiese, en un arrebato de excéntricaoriginalidad, escribir una obra llena de disparates, podría difícilmenteasemejarse á la de Lope, y, sin embargo, este aborto de la imaginaciónmás desarreglada, nos ofrece muchos rasgos admirables en el oleaje desus absurdas visiones. La rareza[8] de esta comedia nos autoriza paradarla á conocer más exactamente.

Jornada primera. Cárcel de esclavos en Marruecos. Razonte, jovencastellano de familia distinguida, es cautivado por piratas moros en lascostas de España, cuando se disponía á encaminarse á Madrid para casarsecon la bella Angélica. Yace durmiendo en su prisión subterránea, y esvisitado por el Dios Amor, que lo exhorta á huir de su cárcel, porque,de no hacerlo, perderá á su prometida. El plan que le sugiere para larealización de este designio, es el siguiente: la sultana Zelora hatramado con el joven Mahamud una conspiración para atentar á la vida delSultán la noche inmediata; se encontrará un puñal en poder de Zelora yuna carta á Mahamud, que probarán su traición. El Amor aconseja, pues, áRazonte que los delate, para que, agradecido el Sultán, le conceda lalibertad, decidiéndose Razonte á seguir su consejo. La escena que siguenos ofrece á Zelora y Mahamud hablando de sus amores: tan grande es laviolencia de su pasión, que discurren sin precaución alguna acerca de sucriminal proyecto; es fácil, por tanto, á Razonte conocer hasta losdetalles más insignificantes de la conjuración, y se apresura ádescubrirla al Sultán; éste hace ahogar á Mahamud y á los demásconjurados, pero perdona á Zelora, á quien siempre ama, y le asegura quela amará también en lo sucesivo; pero ella lo trata con desprecio,rechaza su perdón, y se mata en su presencia. El Sultán dispensa grandesbeneficios á Razonte por haberle salvado la vida, embarcándose despuéshacia España. Múdase entonces la escena á las costas de Andalucía.Razonte y su criado Carlino, que es el gracioso, alcanzan nadando laSierra, por haberse ido á pique, en una tempestad, el buque que lostraía; los pescadores de la costa los acogen hospitalariamente, y sonllevados á la casa de un rico molinero, llamado Butrago, en la cualpermanecen muchos días.

Razonte sufre mil importunidades de Aldonza,sobrina de su huésped, pero guarda fidelidad á su Angélica. Carlinobusca á un judío para empeñar unos diamantes que su señor ha salvado delnaufragio, y de paso intenta convertir al descreído. Los dos náufragosprosiguen su viaje á Madrid; Aldonza se queda desconsolada,aconsejándole Butrago que nunca ofrezca su corazón á gentes principales.En la escena siguiente vemos un jardín en Madrid, y en él una fuente consu saltador, adornada con la estatua del Amor. Razonte, fatigado delviaje, duerme á los pies de la estatua, excitándole en sueños el Dios áque se encamine á un lugar solitario á orillas del Manzanares, y oigalos consejos de un piadoso ermitaño que lo habita. Despierta entonces elviajero, y emprende su peregrinación; á poco encuentra á Mysón, criadade Angélica, y le pregunta por su amada, informándose también de cuantoha ocurrido en su ausencia en casa de Doña Beatriz, madre de Angélica.«Tranquilizaos—le dice Mysón,—Angélica es fiel á vuestro amor; perosabed una nueva extraña: Doña Beatriz se ha casado con el DoctorCornágoras.»

«¿Es posible?—le replica Razonte.—Los celos, de seguro, no molestaráná este matrimonio. Pero dime ¿de qué encanto se ha valido el Doctor paracelebrar esta boda?»

«Su cabeza—añade Mysón—se ha extraviado con la absurda creencia de latransmigración de las almas. Afirma que fué antes Priamo, César,Tamerlán, Alejandro y no sé cuántos más; con estas ideas ha trastornadoel seso á Doña Beatriz, habiéndole dicho que en su cuerpo habita el almade Elena, dándole ella crédito sólo por ser él quien lo dice. Se hacasado, pues, con él, aunque no se oponga á vuestros deseos,proponiéndose que su hija dé su mano á Héctor de Sandrago, por ser paraella el Héctor troyano.»

Razonte se aflige sobremanera al oir esta noticia, y resuelve buscar alermitaño para pedirle consejo.

Jornada segunda. Escena superflua, en que Carlino se chancea con elcriado de Cornágoras; el loco doctor viene también, riñe á su servidor,que es un perfecto imbécil, y sólo sirve para excitar la risa con suendiablada jerigonza. «¡Sí—exclama,—

ya sé quién eres, traidor! Eres elinfame Anaximandro que negaba la existencia de los Dioses, y todo loexplicaba por la casualidad; te he visto muchas veces, y sostuvecontigo, en Mileto, una larga disputa sobre este punto.»

Múdase el lugar de la acción; vese la residencia del ermitaño Helvidio,á quien Razonte cuenta sus penas. Helvidio hace jurar al desdichadoamante que, en caso de conseguir algún día la mano de Angélica,edificará en el paraje en donde se levanta la ermita una hermosa iglesiacon un hospital para los pobres caminantes. Arrodíllanse ambos á orar;aparécese un ángel que exhorta á Razonte á buscar á una viejaencantadora morisca, para ser testigo de su maravillosa conversión, ypara averiguar, con su ayuda, el medio de lograr la realización de susdeseos. Ábrese el fondo del teatro, y se presenta la cueva, en dondeRustana ejerce su infernal arte: describe en el suelo círculos mágicos,y recita fórmulas de encantamentos para que sucumban los héroes marinosespañoles, tan peligrosos para los corsarios africanos, volviéndose devez en cuando á un mono grande, que le revela los misterios de loporvenir. Preséntase el ángel y manda al mono que indique á Razonte losmedios de hacer á Angélica suya; obedécelo el mono, presa de horriblesconvulsiones, y dice:

«Sólo vencerás, si te vuelves loco comoCornágoras,» cayendo muerto después de pronunciar estas palabras. Elcelestial mensajero se vuelve luego hacia la hechicera, y la exhorta árenunciar á sus artes diabólicas; ella siente de pronto que todo su sérse altera, y promete expiar sus anteriores pecados haciendo rigurosapenitencia. Razonte sale en busca de Angélica; abrázala tiernamente trastan larga ausencia; declárale las palabras del oráculo, y acuerdan ambosque Razonte finja creer en la metempsícosis y pasar por un héroe de laantigüedad. Entran en la habitación de los padres de Angélica.

BEATRIZ.—¿Qué veo? ¿Razonte? ¿No os he dicho millares de veces, querenunciéis para siempre á mi hija? Sólo Héctor será su marido.

RAZONTE.—Más humana ¡oh cruel Elena! fuiste antes conmigo; antes nopreferías á Héctor.

BEATRIZ.—¡Cielos! ¿qué oigo?

CARLINO.—¡No dudes ya; éste es Paris, en cuerpo y alma!

BEATRIZ.—Paris, amante mío, ¿eres tú verdaderamente? ¡Sí! ¡Ya tereconozco! ¿Por qué me has tenido engañada tanto tiempo?

RAZONTE.—Para espiarte tranquilo. He visto tu infidelidad al casartecon este gran filósofo; pero ya que te he perdido, he determinadoconsolarme en mi desdicha y ser tu yerno, porque la bella Angélica es tuvivo retrato, y te amaré á ti amando á ella.

BEATRIZ.—Que Angélica sea tuya ¡cuenta con mi promesa! Pero dime: ¿endónde has estado después de todas nuestras desdichas?

RAZONTE.—Por ti he derramado lágrimas bajo formas infinitas; he sidotigre, zorro, oso, ave de rapiña, alguacil, y por último, me alojé en elcuerpo de Razonte.

BEATRIZ.—Y yo, después de haber sido Elena, anduve largo tiempo errantey sin domicilio fijo; fuí luego ratona y me casé con un ratón, pero lamuerte acabó con nuestras alegrías: un gato nos atrapó al salir denuestro agujero, cuando gustábamos de todas las dulzuras del matrimonio,y el infame nos devoró.

CARLINO.—Yo fuí ese gato: lo recuerdo con deleite, porque vuestro saborera exquisito. Cuando érais ratona no estábais tan flaca como ahora.Sólo habéis conservado el color pardo de vuestro cutis.

CORNÁGORAS.—Y yo fuí antes Pitágoras, Sócrates, Alejandro, Catón,Escipión... ( A Carlino. ) Pero, ¡santo Dios! ¿veo yo bien? Sí; ¡ya teconozco! ¡Tú eres Aquiles!!

BEATRIZ.—¿Es posible? ¡Aquiles! ¡Cuántos hombres grandes contemplo eneste día!

CARLINO.—¿Cómo? ¡El diablo me lleve! ¿Yo Aquiles? Pero ¿quién eraAquiles?

¿No fué un Emperador romano?

Jornada tercera. Beatriz desea que se celebre el enlace de Angélica yRazonte, pero para lograrlo ha de rescindir antes el contrato decasamiento, que se halla en poder de Don Héctor, negándose á hacerlo.Razonte se desespera y vaga, lamentándose, por lugares solitarios.Ocurre luego una escena de devoción católica, que forma el más extrañocontraste con las divertidas que le preceden y subsiguen. El ángel sepresenta al desolado amante y le dice que recuerde sus votos, escritosen el cielo, á cuyo cumplimiento le exhorta, ya que Helvidio ha muerto.Añade que Rustana, la encantadora, ha fenecido, como el ermitaño, en laexpiación y el arrepentimiento; que sus almas yacen en la mansión delos bienaventurados, y que, por mandato de Dios, le presenta suscadáveres para que su vista le infunda el amor á la virtud y eldesprecio de los goces mundanos. Se ve á Helvidio y Rustana muertos,descansando en un lecho cubierto de flores: un coro de ángeles se ciernesobre sus cabezas y canta un himno, mientras Razonte se arrodilla, y alfinal de cada estrofa repite el Gloria in excelsis.

Confirma connuevos juramentos su anterior voto, y el ángel le anuncia que, al ladode su Angélica, vivirá feliz muchos años como fundador del hospitalfuturo. Después de estos rasgos de ascetismo recomienzan las escenasburlescas en la casa del Doctor. El divertido personaje Carlino, llamadoAquiles por todos, se imagina que es el héroe griego, y al desempeñareste papel no sale seguramente mal librado, porque lleva vestidoslujosos, propios de su alto rango, y se regala de lo lindo. Pero estadicha es poco duradera, porque Don Héctor lo cita á singular combate;depone entonces su espada y sus regias insignias, y le dice que elDemonio se lo lleve si ha sido alguna vez un héroe; que creyó vivirsosegado y tranquilo llamándose Aquiles; pero que sabiendo ya que ha depelear, renuncia á su dignidad y prefiere la vida. Este cambio decarácter en Aquiles admira á todos, pero no por esto se decide á pelearcon su émulo, habiéndolo ya vencido en Troya.

BEATRIZ.—¡A él, valeroso Aquiles!

CARLINO.—¡Calla, lengua ponzoñosa!

RAZONTE.—¡Desenvaina tu espada!

CARLINO.—¡Sudo de miedo por todos mis poros! ( Desenvaina la espada yse acerca á Héctor haciéndole cortesías. )

HÉCTOR.—¡Dios mío! ¡Mi ánimo desfallece!

CARLINO.—Tiene voz de trueno. ¿Quisiérais, bondadoso señor Razonte,tirarle al suelo ó sujetarle las manos?

RAZONTE.—¡Cobarde!

BEATRIZ.—¿Es posible, Aquiles?

CARLINO.—No veo otro recurso que darle el golpe de gracia; si no, memata. ¡Toma!

( Tira dos botas á Héctor. )

HÉCTOR.—¡Yo muero!

CARLINO.—¿Me ha alcanzado? ¡Cielos, qué temblor el mío!

HÉCTOR.—Me doy por vencido. ¡Perdón!

CARLINO.—Según parece, también tiene miedo.

MYSÓN. ( La criada abrazando á Héctor. )—Si no nos entregas ahora mismotodos tus papeles y tu persona, sentirás todo el peso de la cólera deAquiles.

CARLINO.—¡Sujétalo bien, Mysón!... ¡Ah, bellaco; ahora verás quiénsoy! ¡Muerte y asesinato!

HÉCTOR.—¡Misericordia, héroe invencible! ¡Si me lo mandas, abrazaré tusrodillas!

CARLINO.—¡No me toques; no pienso en eso ni lo deseo!

HÉCTOR.—Ahí tenéis cuanto pedís.

RAZONTE.—Angélica. ¡Oh dichoso instante!

CARLINO. ( Dando sablazos de plano á Héctor. )—Yo te perdono;enmiéndate en lo sucesivo, pero recibe esta amonestación cariñosa.

Don Héctor desaparece; los amantes, poseedores ya del documento en queHéctor fundaba sus pretensiones, se abrazan mutuamente, y Carlinodeclara su voluntad de casarse con Mysón. Todos se admiran de que unvástago de sangre real elija por esposa á una criada; pero Mysón aseguraque es Deidamia, y que hace ya cuatro mil años que busca en vano á suquerido Aquiles, hasta que lo encuentra en este instante; de suerte quelas dos parejas reales se apresuran á contraer matrimonio. A laconclusión se entona un canto por el coro en alabanza de la doctrina dela metempsícosis.

En La octava maravilla se nos presenta un Rey de Bengala, dedicado alestudio de Hipócrates y Galeno, que excitado por las pomposasdescripciones, que le hace un arquitecto español de la geografía deEspaña y de la genealogía de sus familias más distinguidas, se resuelveá visitar á la Península, y después de naufragar en las islas Canariasllega á Sevilla, en donde finge ser un criado y se enamora de una beldadsevillana, convirtiéndose al cristianismo y regresando después á sureino para propagar en él su religión. La escena es, ya en Bengala, yaen las islas Canarias, ya en España. En El prodigio de Etiopía seapodera un moro, por astucia, de la hija del Rey de Egipto, haciéndosepasar por su amante; huye con ella, se convierte en salteador, cometelos mayores crímenes y muere al fin ermitaño y mártir. La doncellaTeodora refiere las singulares aventuras que suceden en Orán,Constantinopla y Persia á una

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joven española de admirable ingenio ybelleza; figuran también en este drama un profesor de Valencia, uncatedrático de Toledo, el Rey de Orán; Selin, gran señor de Turquía, yel Sultán de Babilonia. En El