Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto griega. Mas el diablo ha inducido al papa, como lo dice San Pablo a Timoteo (1 Tim.
41 : 3), a prohibir el matrimonio al clero. Y de ahí han dimanado tales y tantas miserías, que es imposible enumerarlas. ¿ Que hacer ? ¿Cómo salvar tantos eclesiásticos en cuya conducta nada hay que tildare no ser el que vivan con una concubina, con la cual quisieran estar legítimamente unidos ? Ah ! salvad vuestras conciencias ! Tomad a esta mujer por vuestra esposa legítima, y vivid con ella con toda honestidad, sin cuidaros de si esto place 6 displace al papa. La salvación de vuestras almas es de más importancia que las leyes tiranas y arbitrarias que no dimanan del Señor."
Así era, como el reformador quería restablecer en la iglesia la pureza de costumbres.
El reformador continúa : "Que se dejen de celebrar las fiestas y que se guarde solo el domingo ; si "se quieren guardar las de gran solemnidad cristiana, que se celebren solo por la mañana ; y el restante del día que se trabaje como en los demás. Atendido que en estos días no se hace más que jugar, beber, y cometer toda especie de pecados, ó permanecer en la ociosidad, ofendiendo más a" Dios en los días de fiesta que en los días de trabajo."
Ataca seguidamente las dedicaciones, a las cuales apellida tabernas ; luego los ayunos y cofradías. No solo quiere destruir los abusos, sino que también quiere poner fin a los cismas. "Es tiempo ya," dice, "de ocuparnos seriamente de la causa de los bohemos, que hagamos cesar el odio y la envidía, y que nos unamos a ellos." Lutero propone excelentes medios de reconciliación, y añade : "Debe convencerse a los hereges por medio de la Escritura, y no vencerlos con el fuego. De lo contrario los verdugos serían los doctores más sabios del universo. Oh ! permita Dios que nos tendamos las manos unos a otros con humilde fraternidad, en vez de ensoberbecernos con el sentimiento de nuestro poder y nuestro derecho. La caridad es más necesaria que el papismo romano. Hasta aquí yo he hecho lo que he podido : si a ello se oponen el papa y los suyos, tendrán que dar cuenta de eso. El papa debiera estar dispuesto a renunciar al pontificado, a todos sus bienes y honores, si por este medio podía salvar una. sola alma ; pero él preferirá ver perecer todo el universo, antes que ceder lo grueso de un cabello de .1a grandeza que ha usurpado." Yo estoy limpio de todas estas cosas."
Lutero trata en seguida de las universidades y de las escuelas : " Temo mucho," dice,
"que las universidades sean unas anchas puertas del infierno, si no se aplican cuidadosamente a. explicar la Escritura Santa y grabarla en el corazón de la juventud.
Yo no aconsejaré a nadie que coloque a su hijo donde no reina la Escritura Santa.
Todo instituto en el que no se ocupan de la palabra de Dios, debe corromperse incesantemente."[5] Palabras graves que los gobiernos, sabios, y padres de todos los siglos debieran meditar.
Al concluir su arenga vuelve a tratar del imperio y del emperador. " El papa," dice Lutero, "no pudiendo conducir a su antojo a los antiguos dueños del imperio romano, 73
Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto se propuso usurparles sus títulos y su territorio, y dárnoslos a nosotros los alemanes.
Así lo hizo, y hemos llegado a ser así súbditos del papa ; pues él se ha apoderado de Roma y ha obligado al emperador bajo juramento a no residir allá. ; de lo que resulta que el emperador es emperador de Roma, sin Roma. Nosotros conservamos el nombre, y el papa el territorio y las ciudades ; nosotros conservamos el título y las armas del imperio, el papa guarda el tesoro, el poder, los privilegios y la libertad ; el papa come el fruto, y nosotros las pepitas : así es como el orgullo y la tiranía de los romanos han abusado siempre de nuestra simplicidad.
"Pero ahora, ayúdenos Dios que nos dió tamaño imperio ! Obremos conforme al nombre, al distintivo y a las armas que llevamos ; defendamos nuestra liberíad! y que aprendan los romanos a. reconocer lo que Dios nos ha confiado por medio de ellos. Ya que se jactan de habernos dado un imperio, recibamos lo que nos, pertenece. Que el papanos ceda a Roma, y cuanto posee del imperio ; que cesen sus contribuciones y exaciones exorbitantes ! que nos devuelva la libertad, el poder, los bienes, el honor, nuestra alma y nuestro cuerpo!! Que el imperio sea lo que un imperio debe ser, y que la. espada de los príncipes no se rinda con humillación ante las hipócritas pretensiones de un papa!" [6]
No solo hay energía y atractivo en. estas palabras, sino también una poderosa razón.
Ningun orador habló jamás así a la nobleza del imperio, ni al mismo emperador En vez de sorprendernos de que tantos Estados germánicos se hayan separado de Roma,
¿ no debiéramos admirarnos más bien de que la Alemania en peso no haya corrido a las orillas del Tiber para reconquistar aquel poder imperial, cuyos atributos había puesto el papa en la persona.de su jefe ?
Lutero remató esta animosa arenga con las siguientes palabras : "Creo que habré cantado demasiado alto, que habré propuesto muchas cosas que parecerán imposibles, y que habré atacado con demasiada dureza muchos errores. Pero, ¿Qué importa ? que el mundo esté indignado contra mí, más bien que Dios ! No me podrán quitar más que la vida. Varias veces he ofrecido la paz a mis adversarios ; pero Dios, por medio de esos mismos, me ha obligado a abrir más y más la boca contra ellos. Aun tengo reservada otra canción sobre Roma ; si desean oiría, yo se la cantaré con tono fuerte.
Oh Roma! ¿ comprendes bien lo que quiero decir ?"
Aquí se trata probablemente de un escrito sobre el papismo, que Lutero se proponía publicar, pero no lo hizo. El rector Burkhard escribió en aquel entonces a Spengler :
" Hay todavía un librito de execranda venere Rcmianorum ; pero lo tienen reservado."
Su título presagíaba un gran escándalo, y debemos regocijarnos de que Lutero haya tenido la moderación de no publicarlo.
" Si mi causa es justa," continúa Lutero, "debe ser condenada en la tierra, y justificada únicamente por Cristo en el cielo. Que se avancen, pues, papa, obispos, presbíteros, frailes y doctores ! que despleguen todo su celo ! que reviente toda su cólera! Estos 74
Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto son verdaderamente los que deben perseguir la verdad, según lo han presenciado todos los siglos."
¿ Dé dónde le viene a ese fraile una tan clara inteligencia de las cosas públicas, que los mismos Estados del imperio encuentran a menudo tan difícil de aclarar ? ¿ De dónde saca este aleman su valor, que desde el seno de su nación subyugada por tantos siglos, levanta erguida la cabeza, y descarga tan recios golpes al papado? ¿Cuál es la fuerza misteriosa que le impele ? ¿ No se diría que ha oído estas palabras de Dios dirigidas a un hombre de los días antiguos : " He aquí que yo he hecho tu rostro más fuerte que el rostro de ellos, y tu frente más dura que la frente de ellos ; te he dado un rostro como díamante, y como pedernal : no les tengas miedo." Ezequiel 3 : 8, 9.
Dirigida esta exhortación a la nobleza germánica, pronto llegó a sus manos, esparciéndose con celeridad por todo el imperio. Temblaban los amigos de Lutero; Staupitz y los que querían seguir las vias de la dulzura encontraron el golpe demasiado fuerte. " En nuestros días," respondió Lutero, " todo lo que se trata con lentitud cae en olvido, y nadie le hace caso."*[7] Al mismo tiempo mostraba una simplicidad y una humildad admirables, hasta olvidarse de sí mismo. "Yo no sé qué decir de mí," escribía ; "quitas soy el precursor de Felipe (Melanchton); le preparo, como Elías, el camino, en fuerza y en espíritu. El es el que atemorizará un día. a Israel y a la casa de Acab." [8]
No era necesario esperar a otro que aquel que había aparecido. La casa de Acab estaba ya consternada. La exhortación a la nobleza germánica salió a luz el 26 de Junio de 1520 ; en poco tiempo se vendieron cuatro mil ejemplares, y este número es admirable para aquel siglo. Era universal la admiración, y aquella obra produjo en todo el pueblo una terrible conmoción. La fuerza, la vida, la claridad, y el noble atrevimiento que reinaban en él, hicieron de él un escrito verdaderamente popular. El pueblo comprende que cuando el reformador le habla así, es porque le ama ; se aclararon las opiniones confusas de muchos sabios, y las usurpaciones de Roma se hicieron evidentes a todos los ánimos. Nadie duda en Wittemberg que el papa sea el Anticristo ; la corte misma del elector, tan circunspecta, tan tímida, no desaprueba al reformador ; sino espera. Pero no espera la nobleza ni el pueblo : se animó la nación a la voz de Lutero, y convertida que fue, se alistó bajo el estandarte que enarboló su caudillo.
Nada hubiera podido ser más ventajoso al reformador que esta. publicación. En los palacios y castillos, en las moradas de los ciudadanos y aun en las cabañas, están ya todos dispuestos y armados contra la sentencia de condenación que va a descargar sobre este profeta del pueblo. Está abrasada toda la Alemania ; que llegue la bula! no será ella la que apagará el incendio.
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Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto FOOTNOTES
[1] Véase en el t. I, c. primero.
[2] L. Opp. (L.) XVII, p. 4457 a 502
[3] Gott hat una ein junco edlea BIut zum Hanpt gegeben. L. Opp. (L.) XVII, p. 457.
[4] Ihin die Bibiien und Betbücher dafür anzeigen, und er prediga upd beta. L. Opp.
(L.) XV11, p. 472.
[5] Nun liess er ehe die Welt untergehen, che er ein Hilar breit seiner vermessenen Gewalt liesse abbreehen. L. Opp. (L.) XVII, p. 438.
[6] Es musa verderbeii, altas was nicht Gottes Wort ohn Unteríass treibt. L. Opp. (L.) XVII, p. 486.
[7] Qute nostro sreculo quieta tractantur, mox culero in oblivionem. L. Epp. I, p. 479.
[8] L. Epp. 1, p. 478.
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Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto CAPÍTULO IV.
Se preparan en Roma—Motivos de la resistencia del papado—Eck en Roma—Eck triunfa—El papa y el mundo—Dios efectúa la separación—Un cura suizo aboga por Lutero—El consistorio romano—Exordio de la bula—Condenación de Lutero.
TODO se disponía en Roma para condenar al defensor de la libertad de la iglesia.
Mucho tiempo habían vivido allá, en una orgullosa seguridad; y por mucho tiempo los frailes de Roma habían reprochado a Lean X de que no pensaba sino en el lujo y en el placer, y de que se entregaba solo a la caza, a la comedía y a la música,[1]• mientras la iglesia amenazaba ruina. Finalmente, a los gritos del doctor Eck, recientemente llegado de Leipsig para implorar la fuerza del Vaticano, papa, cardenales, frailes, todo despierta en Roma y corre a salvar al papado.
En efecto, Roma debiú tomar medidas las más rigorosas; Be había arrojado el guante, y el desafio debía de ser a muerte. Lutero atacaba no solo los abusos del pontificado romano, sino también al mismo pontificado. A su voz, el papa hubiera debido bajar humildemente de su trono, y pasar a simple pastor ú obispo de las orillas del Tiber.
Todas las dignidades de la gerarqufa romana hubieran debido renunciar a sus riquezas y pompa mundana, y pasar a ministros y a diáconos de las iglesias de Italia.
Todo este aparato y poder, que hacia siglos deslumbraba al occidente, hubiera debido extinguirse y ceder su lugar a la humilde simplicidad de culto de los primeros cristianos. Dios hubiera podido hacer todo esto ; lo hará un día; pero no era de esperar lo hicieran los hombres.
Y aunque algún papa hubiese sido bastante desinteresado y atrevido para querer derribar el antiguo y suntuoso edificio de la iglesia romana, miles y miles de obispos y presbíteros hubieran entendido la mano para impedir que se derribase. El papa no había recibido el poder sino bajo la espresa condición de mantener ileso lo que se le había confiado. Roma se creía instituida por Dios para gobernar la iglesia ; por consiguiente no es estraño que egtuviese preparada para descargar los más recios golpes, aunque vacilando al principio. No todos los que componían el sacrocolegio, no opinaban que se adoptasen medidas de severidad. El sagaz León preveía que una sentencia; cuya ejecución dependía del beneplácito dudoso del poder civil, podía comprometer gravemente al poder eclesiástico. Veía por otra parte, que las medidas violentas no habían hecho hasta entonces más que agravar el mal. Será posible ganar a ese fraile sajón? se decían los políticos romanos. Encallarán por fin las fuerzas de la iglesia y las tretas de Italia ? Es preciso negociar aun.
A pesar de los muchos obstáculos que Eck encontró en Rama, sin embargo no ahorró trabajo para desahogar su cólera, gritando venganza por las calles, a fin de impedir se hiciesen impías concesiones. El partido fanático de los frailes se le unió en seguida.
Reforzado con esta alianza embistió con nuevo valor al papa y a los cardenales. A su modo de ver, era inútil toda tentativa de reconciliación. " Esos son unos sueños vanos,"
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Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto decía, " que sueñan los que viven distantes." Eck conoce el peligro, pues que se ha batido con aquel fraile audaz; sabe también que es menester cortar apresuradamente ese miembro gangrenado a fin de que e4 mal no se apodere de todo el cuerpo. El fogoso lidíador de Leipsig resuelve objeción tras objeción, y le cuesta trabajo persuadir al papa.[2]
Quiere salvar a Roma a pesar de la misma Roma; y para ello se vale de todo, y pasa largas horas en el gabinete del pontífice. Trastorna la corte y los claustros, al pueblo y a. la iglesia. "Eck conjura los abismos de los abismos contra mí," decía Lutero, "y prende fuego en las selvas del Líbano."t [3] Enfin consigue lo que pretende ; los políticos quedan vencidos por los fanáticos en las deliberaciones del papado ; León cede, y la condenación de Lutero está decretada. Ya respira Eck; su orgullo se complace al pensar que es él el que ha decretado la ruina de su herético rival, y que así ha salvado a la iglesia. "Era importante," dice, "que yo fuese a Roma en aquel ent6nces, pues que poco conocían en ella los errores de Lutero. Dia vendrá en que conocerán lo que hice en esta causa." [4]
Nadie se empeñó tanto en sostener al doctor Eck, como el maestro del sacropalacio, Silvestre Mazzolini de Prierio. Este acababa de publicar un escrito, en el cual establecía que no solo pertenecía al papa la decisión infalible de todos lea puntos controvertidos, sino Cambien afirmaba que la dominación papal era la quinta monarquía de Daniel, y la sola verdadera; que el papa era el príncipe de los príncipes eclesiásticos, el padre de todos los príncipes seculares, el jefe del mundo, y aun en esencia todo el orbe. [5]En otro escrito decía que el papa podía elegir y destituir. a los emperadores y electores—establecer yanular los derechos positivos,— que el emperador, con todas las leyes y pueblos de la cristiandad, no podía decretar lo más mínimo contra la voluntad del papa.; y que la dignidad de éste es más superior a la del emperador, que el oro lo es al plomo.[6]
Tal era la voz que salia del palacio del soberano pontífice! tal era la gigantesca ficción que unida al dogma escolástico, pretendía sofocar la verdad renaciente. Si esta maraña no hubiese sido desenredada como lo ha sido, aun por sabios de la iglesia romana, no hubiera habido ni verdadera historia ni verdadera religion. El papado no es solamente un embuste ante la biblia; lo es también ante les anales de los pueblos.
Así pues, la reforma destruyendo el embeleco romano, emancipó no solo a la iglesia, sino también a los reyes y a las naciones. Be ha dicho que la reforrnación era una obra política; en este sentido es verdad; pero este fue secundario.
Así infundía Dios un espíritu de atolondramiento en los doctores de Roma. Ahora era preciso se efectuase la separación entre la verdad y el error, y era el error el que debía hacerlo. Si hubiesen entrado en un convenio, éste no hubiera podido ser sino en detrimento de la verdad; quitarle una mínima parte de ella misma, es prepararle su total ruina. Se parece al insecto que, según dicen, basta se le quite un cueenecillo, 78
Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto para que muera. Quiere conservar todos sus miembros para desplegar aquella.
Energía que le es necesaria para grandes y saludables triunfos, y para propagarse en los siglos venideros. Mezclar un poco de error con la verdad, es echar un grano de veneno en un sabroso manjar; este grano es suficiente para emponzoñar toda su naturaleza; causará una muerte lenta quizás, pero positivamente una muerte. Los que guardan la doctrina de Cristo contra los adversarios que Ja atacan, vigilan tan cuidadosamente en las obras avanzadas, como en el centro de la plaza; pues una vez que el enemigo se ha apoderado de algún punto, ya no está lejos la conquista. El pontífice romano se decidió en la época a que hemos llegado, a despedazar la iglesia; y el pedazo que le quedó en la mano, por hermoso que sea, esconde inútilmente debajo de pomposos ornamentos el principio pernicioso de que está atacado.
Donde reside la palabra de Dios, ahí está únicamente la vida. Lutero, con todo su valor, se hubiera callado tal vez, si Roma hubiese callado también, y hubiese fingido algunas concesiones aparentes. Mas Dios no había abandonado la reformación al flaco corazón del hombre. Lutero estaba en manos de uno que veía más claro que él. La divina providencia se sirvió del papa para romper todo vínculo entre el futuro y el pasado, y para hacer entrar al reformador en una nueva carrera, desconocida, incierta a. su vista, y cuya dificil sendano hubiera podido hallar él solo. La bula pontificia fuó la carta de divorcio que Roma envió a la iglesia pura de Jesucristo, en la persona de su fiel, aunque humilde, representante ; y la iglesia la admitió para no depender en lo sucesivo sino del jefe que está en los cielos.
Mientras que con tanto empeño se procuraba en Roma la condenación de Lutero, un humilde presbítero, residente en una de las ciudades comunes de la Helvecía, que ninguna relación había, tenido hasta entonces con el reformador, se conmovió al pensar en el golpe que iba a, herirle ; y mientras temblaban y se callaban los amigos del doctor de Wittemberg, aquel hijo de las montañas de Suiza se empeñaba en detener la temible bula. Este se llamaba Ulric Zwingle, amigo de Guillermo de Faucons, secretario del legado del papa en Suiza, encargado de los negocios de Roma, en ausencia de su amo. "Mientras yo viva," le dijo el nuncio ad interim, "debeis esperar de mí todo lo que se puede esperar de un verdadero amigo." El presbítero helvético, consecuente a su declaración, presentó una solicitud a. la legación romana, según podemos deducir de una de sus cartas. No temia por sí mismo los peligros a que expone la fe evangélica ; sabía que un discípulo de Jesucristo debe estar siempre pronto a sacrificar su vida. " Todo lo que yo pido a Cristo para mí," decía a un amigo, a quien confiaba entonces sus temores con respecto a Lutero, " ea que me conceda sobrellevar, con un corazón de hombre, los males que me aguardan. Yo soy un vaso de barro en sus manos ; que me quiebre ó que me haga más sólido, como bien le plazca." Pero el evangelista suizo temía por la iglesia cristiana, en caso de que un golpe tan temible alcanzase al reformador. Se esforzó en persuadir al representante de Roma a que aconsejase al papa y cooperase en cuanto pudiese, para impedirle que 79
Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto anatematizara a Lutero. [7] "La dignidad de la misma sillaapostólica, está interesada en ello," le dijo; "pues si las cosas llegan a tal punto, preveo que la Alemania, entusiasmada por el Evangelio y por el doctor que se lo anuncia, menospreciará al papa y a sus escomimiones."[8] Fue inútil este paso : parece que estaba ya dado el golpe. Tal fue la primera ocasión en que se cruzaron los senderos del doctor sajón y los del presbítero suizo. Volverémos a encontrar a éste en el curso de esta historia, y le veremos progresar y crecer poco a poco basta llegar a cierta altura en la iglesia del Señor.
Resuelta la condenación de Lutero, se suscitaron nuevas dificultades en la junta consistorial. Los teólogos querían que se procediese inmediatamente a la fulminaeion ; los jurisconsultos, al contrario, querían que precediese una citación. Estos decían a los teólogos sus colegas : "¿No fue citado primeramente Adán, cuando Dios le dijo : Adán, dónde estás ? Lo mismo aconteció con Cain : ¿ Dónde está tu hermano Abel? le preguntó el Eterno." [9]
A estos singulares argumentos, sacados de la Sagrada Escritura, los canonistas alegaban otras razónes deducidas del derecho natural: "La evidencia de un crimen,"
decían, "no puede quitar a un reo su derecho de defensa." Causa alegría hallar estos principios de justicia en una congregación romana. Pero estos escrúpulos no hacían mella en los teólogos del consistorio, quienes, dominados por la pasión, no soñaban más que en despachar pronto su tarea. Convinieron por fin que se condenaría inmedíatemente la doctrina de Lutero, y que tocante a él y a sus secuaces, se les concedería un término de setenta díal, y si espirados estos no se habían retractado, serían todos, ipso facto, escomulgados. Habiendo llegado DeVio enfermo de Alemania, se hizo llevar al consistorio, para no dejar escapar aquel insignificante triunfo que le ofrecía algún consuelo. Vencido como fue en Augsbourg, pretendía a lo menos condenar en Roma a aquel indómito fraile, ante el cual había agotado su saber, su astucia y su autoridad. Lutero no se hallaba allí para responderle, y esto animaba a DeVio. La última conferencia, a que asistió Eck, fue presidida por el papa en su villa de Malliano. El 15 de Junio fue cuando el sacrocolegio decretó la condenación, y sanciónó la famosa bula.
" Levántate, oh Señor!!" dice el pontífice romano, hablando en este solemne acto como vicario de Dios y jefe de la iglesia : "levántate, sé juez en tu causa, acuérdate de las ofensas que díariamente te hacen los insensatos, Levántate, oh Pedro!! acuerdate de tu santa iglesia romana, madre de las demás iglesias, y depositaría de la fe !
Levántate, oh Pablo! he aquí un nuevo PorcioFestus, que ataca tu doctrina y a los santos pontífices nuestros predecesores. Levántate finalmente, oh corte celestial !
Iglesia triunfante ! é intercede con Dios todopoderoso."t [10]
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Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto El papa cita designes cuarenta y una tésis de Lutero, como perjudiciales, escandalosas y llenas de ponzoña, en las cuales esponía el doctor la sana doctrina del Evangelio. En dicho número se encuentran las siguientes proposiciones:
"Negar que el pecado subsiste en el párvulo después del bautismo, es hollar a la vez a San Pablo y a nuestro Señor Jesucristo.•[11]
"Una nueva vida es la mejor y la más sublime penitencia.
"Quemar a. loa hereges es contra la voluntad del Espíritu Santo."
"Desde la hora en que se publique esta bula," continua el papa, "los obispos deberán buscar con diligencia los escritos de Martin Lutero que encierran estos errores, y quemarlos pública y solemnemente en presencia del clero y de loa seglares. En cuanto a la persona del mismo Martin, oh Dios ! qué es lo que no hemos hecho, a imitación del clemente y poderoso Señor ? Estamos dispuestos, sin embargo, a recibirle aun en el gremio de la iglesia, y le concedemos sesenta días para enviarnos su retractación en un escrito firmado y sellado por dos prelados ; ó bien, lo cual nos sería más agradable, para que venga él mismo a, Roma, a fin de que nadie pueda dudar ya de su sumisión y obediencia. Entretanto y desde ahora debe abstenerse de su predicación y enseñanza, cesar de escribir, y entregar sus obras a, las llamas. Y si no se retracta en el término de sesenta dina, lo condenamos a él y a sus prosélitos, como hereges públicos y contumaces."
El papa profiere en seguida un sin número de escomuniones, maldiciones é interdicciones contra Lutero y los suyos, con órden de apoderarse de sus personas y conducirlas a Roma. [12] Fácil es adivinar cual habria sido el fin de aquellos generosos confesores del Evangelio, si hubieran sido hundidos en los calabozos del papa.
Así se preparaba e rayo sobre la cabeza de Lutero. Se habria podido creer, en vista del asunto de Reuchlin, que la corte romana no quería hacer causa común con los dominicos é inquisidores. Ahora estos tenían la ventaja, y se renovaba solemnemente la antigua alianza. Se había publicado la bula, y pasado muchos siglos sin que Roma hubiese pronunciado una palabra de condenación que no hiriese de muerte. Ese homicida mensaje iba a salir de las siete colinas, y a. acometer en su claustro al fraile sajón. Le había escogido la ocasión más oportuna. Se podía suponer que el nuevo emperador, que tantos motivos tenía para solicitar la amistad del papa, se apresuraría a grangeársela inmolándole un fraile desconocido. Ya triunfaban León X, los cardenales, y Roma entera ; y creían ver a sus plantas a su enemigo.
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Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto ________________________________________
FOOTNOTES
[1] E. sopra tutto musico eccellentissimo, e guando el canta con qualche uno, li fa donar cento e piii ducati. Zorsi Msc.
[2] Sarpi, Hist. del Concilio de Trento Bet epa». vot. Tr« 6
[3] Stetimua nuper, papa, duo cardinales, et ego per quinque horas in deliberatióne.
Eckii, epistola 3 Maii. L. Opp. lat. II, p. 48.
[4] Impetraturus abyssorum, auceensursta Imana» Libani. L. Epp. p.921, 429. 2
Ranura fuit me veniese hoo tempore Romana. Ep. Eckii.
[5] Caput orbis, et consequenter orbis totua in virtute. De juridicá et irrefragabili veritate Romance Ecclesite. Bibl. Max. XIX, cap. IV.
[6] Papa est imperatore ruajor dignitate plua quam aurum plumbo. De papá et ejus poteetate, p. 371.
[7] Hoc unurn Chriaturn obteatans, ut mascujo omnia pectore (erre donet, et me figulinum euum rurnpat aut firmet, ut illi placitum ait. Zwinglü EpistoIre, curant.
Sehuleroet Schultheasio, p. 144.
[8] fi Ut pontifleem admoneat, ne excommunicatiónem ferat. Ibid.
[9] Narra si feratur, auguror Germanos cum excommunicatióne pontificem queque contempturos: Ibid.
[10] Barpi, historia del °tiricia° de Trento, I, p. 12. L. Opp. (L.) XVII, p. 305, et Opp.
lat. I, p. 32.
[11] Vease t. primero, p. 147.
[12] Sub prtedietis pmniB, prInfatom Luthernm, complicas, adinerentea, reeeptatores et fautatoreat personalíter eapiant et ad nos raittant. Bulla Leónis, loe.
cit.
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Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto CAPÍTULO V.
Wittemberg—Melanchton—Su
casamiento—Catalina—Vida
doméstica—
Beneficencia —Benignidad—Cristo y la antigüedad—Trabajo—Amor a las letras—
Su madxe—Motin de estudiantes.
MIÉNTRAS se agitaban así los habitantes de la ciudad eterna, escenas más tranquilas pasaban en Wittemberg. Melanehton introducia en aquella ciudad una dulce y brillante luz. De mil quinientos a dos mil oyentes, venidos de Alemania, de Inglaterra, de los PaisesBajos, de Francia, de Italia, de Hungría y de Grecía, se reunan amenudo en torno suyo para oir los sermónes del que les predicaba sin ser eclesiástico, y que solo contaba veinte y cuatro años de edad. Todos los habitantes de Wittemberg se gloriaban de recibir en sus casas a este joven profesor, tan instruido y tan amable.[1] Varias universidades estrangeras deseaban pasase a ellas, y en particular la de Ingolstad; pero Lutero y sus amigos de Wittemberg, pensando dar una compañera a Felipe, creyeron retenerle entre ellos con el lazo matrimonial. Sin embargo, Lutero declaró altamente que no quería ser su consejero en aquel asunto; pero otros lo tomaron a su cuenta. El joven doctor frecuentaba particularmente la casa del magistrado Krapp, procedente de una antigua familia. Krapp tenía una hija llamada Catalina, de carácter dulce y de grande sensibilidad. Aconsejaron a, Melanchton que la pidiese para esposa; frias el sabio mozo estaba entregado a sus libros, y no quería que le hablasen de otra cosa. Sus autores griegos y su NuevoTestamento, eran toda su delicia. A las instancias de sus amigos opuso sus razónes, hasta que por fin le arrancaron su consentimiento. , Dieron por él todos los pasos necesarios, y le presentaron por esposa a Catalina, a la cual acogió con mucha frialdad,*[2] y dijo exalando un suspiro: "Ya que Dios lo ha querido así, es menester que yo renuncie a mis estudios y a mis goces, para conformarme a la voluntad de mis amigos."[3] Aprecíaba sin embargo las cualidades de Catalina. "Mi joven esposa," dijo,
" está dotada de un carácter y de una educación tal, cual la porfia pedir a Dios. Ae14
6 00s TeiCU449°41.4 Ciertamente, hubiera sido digna de un mejor marido." En el mes de Agosto quedó decidido el negocio: los esponsales se celebraron el 25 de Setiembre, y las bodas a últimos de Diciembre. Los padres de Martin putero y BUS
hermanas honraron en Wittemberg las nupcias de Felipe. [4] Muchos sabios y hombres distinguidos asistieron también a la boda.
Tanta afección le mostraba la joven esposa, cuanta frialdad le manifestaba el Oven profesor. Siempre solícita por su marido, se alarmaba Catalina a la menor apariencia de cualquiera que amenazase a aquel ser tan querido. Cuando Melanchton se proponía dar algún paso capaz de comprometerle, ella le abrumaba con súplicas hasta hacerle desistir de su intento. "Me vi obligado a. ceder una vez a, su flaqueza," escribió Melanchton, "esta es nuestra herencia." Cuántas infidelidades en la iglesia han tenido semejante orígen ! Quizá debe atribuirse a la influencia de Catalina la timidez y los temores que muchas veces han reprochado a su marido. Catalina fue tan tierna 83
Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto madre como esposa tierna, y daba abundantes limosnas [5]. los pobres. "¡ No me desampares, oh Dios!! en mi vejez. ni cuando principie a encanecer !" Este era el suspiro cotidíano de aquella alma piadosa y timorata. Melanchton fue pronto ganado por la afección de su esposa. Unavez que hubo saboreado las dulzuras doznásticas, supo también aprecíarlas ; porque había nacido para sentirlas. En ninguna parte se hallaba más feliz que al lado de su Catalina y de sus hijos. Un viajero frentes, habiendo encontrado un día " al maestro de Alemania," meciendo con una mano la cuna de su hijo, y teniendo un libro en la otra, retrocedió sorprendido; pero Melanchton sin des concertarse, le expuso cha tanta elocuencia el precio de los niños ante Dios, que el extranjero salió de la casa más instruido, dijo, que antes de entrar ea ella.
El casamiento de Melanchton dió un hogar a la reforma; y las puertas de este domicilio se abrían en Witttmberg a cuantos se hallaban animados del espíritu de nueva vida. Era inmenso el concurso de entrangeroa en aquella casa;*[6] ocurrían a Melanehton para mil asuntos diferentes, y según su reglamento, nada se rehusaba a nadie. El joven profesor era sumamente diestro en ocultar el bien siempre que lo hacia.
Cuando no tenía dinero, llevaba ocultamente su vajilla a casa del mercader, haciendo poco caso privarse de ella, rniéntrai eonaiguiese algo para :acorrer a los necesitados.
"Por esto, le hubiera sido imposible procurarse lo necesario para sí y los suyos," dice su amigo Carnerarius, "si una mano providencial y escondida no le hubiese proporciónado de cuando en cuando los medios." Era eztretna la benignidad de Melanchton. Tenia una colección de medallas antiguas de oro y de plata, notables por sus inscripciones y efigies; y un día las mostró a. un extranjero que se hallaba de visita, diciéndole: "Tomad la que más gasteis." "Todas me gustan," respondió el extranjero. "Confieso," dice Felipe, "que esta indiscreta respuesta me ofendió al principio ; sin embargo se las dí."[7]
Había en los escritos de Melanchton un perfume antiguo que les daba un encanto indecible, dejando exalar sin embargo el buen olor de Cristo en todas partes. No escribió carta a sus amigos, que, al recordarles con el modo más natural, la sabiduría de Hornero, de Platon, de Ciceron y de Plinio, no les presentase a Cristo obra [8] a su Dios y maestro. Habiéndole pedido Spalatín la explicación de estas palabras de Cristo :
" Sin mí nada podeis hacer," St Juan 15 :5, Melanolaton le remitió a Lutero,.. citándole las palabras de Ciceron: Cur agam gestunn spectante Roscio ? [9] y añadió : "Ese pasage quiere decir que debemos estar absorbidos en Cristo, de modo que no seamos nosotros los que obremos, sino Cristo en nosotros. Como la naturaleza divina ha sido incorporada al hombre en Cristo, así debe estar incorporado el hombre. en Jesucristo por la fé."
El ilustre sabio se acostaba comunmente poco después de la cena ; y a las dos ó a las tres de la madrugada Va estaba en su trabajo. En estas horas matutinas compuso sus mejores escritos. Como dejaba ordinariamente sus manuscritos sobre su escritorio, 84
Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto espueatos a la vista de cuantos entraban y salian, esto fue causa de que le robasen varios. Cuando convidaba a alguno, suplicaba a uno
a otro de sus amigos leyese alguna corta composición en prosa ó en verso, mientras aguardaban la comida. En sus viajes se hacia acompañar siempre por algunos jóvenes ; conversaba con ellos de un modo instructivo y divertido a la vez. Si la converáación decaia, cada uno debía recatar, a su turno, alguna sentencia sacada de los antiguos poetas. Empleaba amenudo la ironía, templándola no obstante con la dulzura. "El pica y corta," decía de sí mismo, "y con todo no daña."
Su pasión dominante era la ciencia, y el objeto de su vida esparcir las letras y las luces. Tengamos presente que las letras eran para él la Sagrada Escritura, y únicamente después la ciencia de los paganos. "Solo me aplico a una cosa," decía ; "a la defensa de las letras. Debemos inspirar con nuestro ejemplo a la juventud la admiración hacia las letras, y cuidar de que las ame por sí mismas, y no por la utilidad que de ellas se puede sacar. La decadencia de las letras acarrea la aniquilación de todo lo bueno : religion, costumbres, cosas pertenecientes a Dios y cosas relativas a loa hombres.*[10] Cuanto más bueno es el hombre, tanto más se empeña en salvar las letras ; pues sabe que de todas las epidemias, la ignorancia es la más perniciosa y destructora."
Algún tiempo después de su casamiento, Melanchton fue a Bretten, en .el Palatínado, a visitar a su tierna madre, acompañado de Camerarius y de otros de sus amigos. Así que apercibió su villa natal, se apeó del caballo, postróse en el suelo y rindió gracias a Dios piar el favor que le hacia de ver nuevamente aquel lugar. Margarita se desmayó casi de alegría al dar entonces un beso a su hijo ; ella qutria que éste residiese en Bretten y que permaneciese en la fe de sus padres, lo que le rogó con muchas instancias. Melanchton se excusó sobre este particular, pero con mucha circunspección, por no escandalizar la conciencia de su madre. Le fue muy sensible separarse de ella ; y cada vez que algún viajero le traia noticias de su villa natal, se regocijaba, decía, como si hubiese vuelto a los goces de la infancia, Tal era en su interior el que fue uno de los más grandes órganos de la revolución religiosa del siglo décimo sesto.
Un tumulto, sin embargo, vino a. turbar las escenas domésticas y la estudiosa actividad de Wittemberg. Los estudiantes tuvieron una refriega con. los ciudadanos.
El rector mostrógrande debilidad en aquella ocasión. Ya se puede pensar cuál sería la tristeza de Melanchton, viendo entregados a tales excesos sus discípulos de letras.
Lutero se indignó, y estaba lejos de querer ganar los ánimos por medio de una falsa condescendencia. El oprobio que estos desórdenes introducían en lío universidad, angustiaba su alma." Subió al púlpito y predicó con fuerza contra aquellas sediciones, exortando a ámbos partidos a que se sometiesen a los magistrados.[11] Su discurso causó una viva conmoción. "No pudiendo Bananas atacarnos por fuera, quiere 85
Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto perjudicarnos por dentro. Yo no le tengo miedo; pero temo que la ira de Dios nos alcance, por no haber recibido su palabra como debíamos. Durante estos tres últimos años, me he visto espuesto tres veces a grandes peligros: En 1518 en Augslaourg; en 1519 en Leipsig, y ahora en 1520 en Wittemberg. No so verificará la renovación de la iglesia ni por medio de la sabiduría, ni por las armas; pero sí con humildes oraciones, medíante una fe animosa que una a Cristo con nosotros: [12] ¡ Oh amigo mío ! une tus plegarias a las miss, a fin de que el maligno espíritu no se valga de esa centellita para causar un grande incendio.
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FOOTNOTES
[1] trxer enim datar niki non dieo guano frigenti. Corp. Reform. I, p. 211.
[2] Ego meís studiis, mai. me voluptate (raudo. Corp. Ref. I, p. 265.
[3] ¡ Que la diestra de Dios lo conduzca todo un buen fin! Ib. p. 212.
[4] Parente& moi cura sororibus nnptias honorirunt Philippi. L.
[5] Epp. I, p. 528.
[6] Videree in fedibna illis perpetua accedente: el introeuntss st dis cedentes atque exeuntes &ligues. Camerar. Vita Idelancht., p. 40. I Es domas disciplina orar., ut nihil cuiquain negsretur.
[7] Sed dedisse nihilominiis filos. Camerar. Vita. Melsncht., p. 43.
[8] L Cómo declamaré en presencia de Roscius? Corp. Uf. Epp. 13 de Abril de 1520.
[9] Surgebat mor, aut non longo intervalo, post medíam noctem. Camerar. p. 56.
[10] Religionem, mores, humana. divinaque omnia labefactat literaruin inseitia. Corp.
Ref. 1, p. 207. Julio 22 de 1520.
[11] Urit me ista confuaio academias nostrte. L. Epp. I, p. 467. fi Commendans potestatem magistratuum. L. Epp. I, p. 467.
[12] Neo prudentii nec armis, sed humili °ratone et forti fide, quibtia obtinehmus Christum pro nobia. L. Epp I, p. 469,
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Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto CAPITULO VI.
El Evangelio en ltalla—Discurso sobre la usisa—El cautiverio babilónico de la iglesia—El bautismo—Abolición de algunos sacramentos—Progreso de la reforma.
OTROS combates más terribles esperaban a Lutero. Roma blandía la espada con que amenazaba al Evangelio. Léjos de acobardar a Lutero el rumor de su condenación, esta circunstancia aumenta su valor, y poco se cuida parar los golpes de aquel soberbio poder; pues descargando él otrot más terribles, hará inútiles los de sus adversarios. Entretanto que las congregaciones transalpinas fulminaban sus anatemas contra Lutero, éste llevaba la espada del Espíritu a los pueblos italianos.
Unas cartas de Venecía hablaban de lo bien acogidos que eran los sentimientos del reformador. Arde en deseos de hacer pasar el Evangelio más allá de los Alpes; y es predio que sean los mismos evangelistas quienes lo lleven. "Quisiera," dice, " que tuviéramos libros animados, es decir predicadores,[1] y que pudieramos multiplicarlos y protejerlos en todas partes, aun de que pudiesen transmitir al pueblo el conocimiento de las cosas santas. El príncipe no podría hacer una obra que fuese más digna de él ; si el pueblo italiano recibiese la verdad, eatónoes sería inatacable nuestra causa." No parece haberse realizado este proyecto de Lutero. Bien es verdad que, posteriormente, algunos hombres evangélicos, y el mismo Calvino, residieron por algún tiempo en Italia; pero, por el momento, no tuvo prosélitos el designio de Lutero.
Se había dirigido a un poderoso del mundo: si hubiese apelado a hombres humildes, y celosos al mismo tiempo por el reino de Dios, hubiera tenido mejor écsito. En aquella época se pensaba que todo debía ejecutarse por medio del gobierno; y casi se desconocia la asociación de simples particulares, cuya fuerza obra hoy día tantas maravillas en la cristiandad.
Pero si bien Lutero no lograba sus proyectos para extender a lo lejos la verdad, se hacia más celoso en anunciarla personalmente en su país natal. Entónces fue cuando pronunció en Wittemberg su discurso sobre el sacrificio de la misa. [2] Se levantó contra las inurnerables sectas de la iglesia romana, y con altas razónes les reprochó su falta de unidad. "La multiplicidad de mandamientos eclesiásticos," dice, " ha llenado de sectas y de divisiones al mundo. Los seculares, los regulares y los legos han llegado a odíarse más que los turcos y cristianos. ¿ Qué digo ? los clérigos y los frailes son enemigos mortales unos de otros. Cada uno es adicto a su secta y menosprecía todas las demás. He aquí lo que han hecho de la unidad y de la caridad de Cristo !" Se opone en seguida a que la misa sea un sacrificio, y a que tenga alguna eficacia por sí misma. "Lo mejor en toda sacramento, y por consiguiente en el de la cena del Señor," dice, "es la palabra y las promesas de Dios. Sin fe en esta palabra y 87
Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto en estas promesas, es nulo el sacramento ; es un cuerpo sin alma, un vaso sin vino, una bolsa sin dinero, una figura sin realidad, una carta sin firma, la letra sin el espíritu, nn estuche sin tijeras, una vaina sin espada."
Sin embargo, la voz de Lutero no se encerraba en Wittemberg, y aunque no hubiese misióneros para diseminar a, lo lejos sus instrucciones, Dios había p;ovisto otro misionero de nueva especie. La imprenta debla reemplazar a los evangelistas y batir en brecha la fortaleza romana.
Lutero había preparado una mina, cuya esplosión conmovió el edificio de Roma hasta en sus cimientos. ]ué la publicación de su famoso libro sobre " el cautiverio babilónico de la iglesia," el cual salió a luz el 6 de Octubre de 1520. [3] Jamás hubo hombre que mostrase tanto valor como él en una situación tan crítica.
Lutero expone en primer lugar en este escrito, con una magestuosa ironía, todas las ventajas de que es deudor a sus enemigos:
"Que yo lo quiera ó no," dice, "díariamente me hallo más instruído, guiado como lo soy por tan célebres maestros. Dos años hace que ataqué las indulgencias; pero lo hice con tanta indeeisión y temor, que ahora me avergüenzo de ello. Eso no es sorprendente, atendido a que yo me hallaba entánces solo para derrocar este peñasco." Da gracias a Prierio, a Eck, a Emser y a sus otros adversarios. “Yo negaba,"
prosigue él, "que el papado fuese de Dios, sin embargo concedía que era de derecho humano. Ahora que he leido todas las sutilezas sobre las cuales establecen su ídolo esos galancetes, veo. que el papado no es otra cosa que el reino de Babilonia, y la violencia del gran cazador N ímrod. Ruego pues a. todos mis amigos y a todos los publicistas, mehagan el favor de quemar los libros que escribí sobre este asunto, y que so dignen reemplazarlos por esta única proposición: El papismo es una cacería general, bajo las órdenes del obispo romano, para dañar y perder las almas."[4]
Lutero ataca seguidamente los errores predominantes sobre los sacramentos y sobre los votos monásticos, etc. Los siete sacramentos de la iglesia, los reduce a tres: bautismo, penitencia, y santacena. Expone la verdadera naturaleza de la cena del Señor; y pasando al bautismo, establece particularmente en él la excelencia de la fe sobrela cual ataca fuertemente a Roma. "Dios," dice él, "nos ha conservado ese único sacramento limpio de tradiciones humanas. Dios dijo: Quien creyere y fuere bautizado, será salvo. Esta promesa de Dios debe ser preferida a toda la ostentación de las obras, a todos los votos, a todas las satisfacciones, a todas las indulgencias, y a cuanto ha inventado el hombre; porque de esta promesa, si la recibimos con fé, depende toda nuestra felicidad. Si creemos, nuestro corazón se fortalece con la promesa divina; y aunque el fiel quedase despojado de todo, esta promesa en que cree, le sostendría.
Con ella resistirá al adversario que se lanza contra su alma, y podrá responder a la desapiadada muerte, y ante el mismo juicio de Dios. Su consuelo en todas sus adversidades consistirá en decir: Yo recibí ya las primicias de ella en el bautismo; si 88
Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto Dios es conmigo, ¿quién será contra mí? Oh! qué rico es el cristiano y el bautizado!
nada puede perderle a no ser que se niegue a creer.
“Quizaz opondrán el bautismo de los párvulos a lo que digo sobre la necesidad de la fé. Pero como la palabra de Dios es eficaz para regenerar el corazón mismo de un impío, que no es menos sordo ni menos inhábil que un nido, así mismo la oración de la iglesia, a la cual to das las cosas le son posibles, renueva y limpia al recién nacido con la fe que Dios se sirve infundir en su alma." [5]
Nosotros no hacemos más que exponer simplemente la doctrina de Lutero, al tratar del bautismo, sin que preten damos aprobarla. La misma idea de la Biblia, al espre sar que ningún sacramento puede ser útil, si no va acom pañado de la fé, hace confesar a Lutero, " que hasta los mismos niños creen en el bautismo, con una fe peculiar a.
ellos ;" y cuando se le objetó que, "no habiendo razón no podía haber fe, replicó diciendo : " ¿ Qué tiene que ver la razón con la fe y con la palabra de Dios ? i No es por el contrario ella la que las rechaza? Ningun hombre puede alcanzar a la fé, si no se mira como loco, falto de razón y de inteligencia, y si no se hace tan cándido como un niño!•[6] No debemos temer señalar los errores de los caudillos de la reforma, ni tampoco les rendimos homenaje como lo hace Roma con sus santos. No defendemos ni a Calvino ni a Lutero, pero sí, a Cristo y a su palabra.
Habiendo espueato Lutero lis doctrina del bautismo, se sirve de ella como de una arma contra .elpapado. En efecto, si el cristiano encuentra su salud eterna en la renovación de su bautismo por la fé, ¿Qué necesidad tiene de las prescripciones de Roma?
“Declaro pues," continua Lutero, "que ni el papa, ni el obispo, ni cualquier hombre que sea, tiene derecho de imponer lo más mínimo a un cristiano a no ser que sea con su consentimiento. Todo lo que no se hace así, se hace tiránicamente. [7] Somos libres con respecto a todos; el voto que hicimos en el bautismo es suficiente por sí mismo, y prometimos más de lo que podemos cumplir: [8] por consiguiente, pueden ser anulados todos los damas votos. Todo el que entre en el sacerdocio, 6 en una. & den religiosa, que entienda bien que las obras de un manga ó de un presbítero, por austéras que sean, no difieren en nada ante Dios de las del rústico labrador, ó del quehacer de una mujer que cuida de su easa. [9] Dios aprecía todas las cosas según la fé, y acontece a menudo que el simple trabajo de un criado ó de una criada es más grato a Dios que los ayunos y obras de un fraile, por faltarle a éste la fé. El pueblo cristiano es el verdadero pueblo de Dios, conducido en cautiverio a Babilonia, donde le han usurpado lo que le dió el bautismo."
Tales eran las armas con que se verificaba la revolucien religiosa cuya historia escribirnos. En primer lugar se restablecía la necesidad de la fé, y los reformadores se servían de ella como de una maza para pulverizar las supersticiones. Con este poder de Dios, que remueve las montañas, era con el que atacaban tantos errores.
89
Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto Esas palabras de Lutero y otras parecidas, propagadas en las, ciudades, en los conventos, y en los campos, eran la levadura que hacia fermentar toda la masa.
Lutero finaliza este famoso escrito, sobre el cautiverio de Babilonia, con estas palabras:
"Presumo que se hayan fabricado contra mi nuevas escomuniones papales; si así es, se puede considerar el presente libro como parte de mi futura retractación. Lo restante saldrá. Pronto, para dar una prueba de mi obediencia; y el conjunto formará, Dios medíante, una obra tal que Roma no habrá jamás visto ni oido hablar de otra semejante.
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FOOTNOTES
[1] Si vivos libros, hoc est conciónatores, possemus multiplicare. L. Epp. 1, p. 491.
[2] L. Opp. (L.) XVII, p. 490.
[3] L. Opp. lat. II, p. 63, y Leips. XVII, p. 511.
[4] Papatus eet robusta venatio Romani epiecopi. L. Opp. lat. p. 64.
[5] Sicut eniru verbum Deí pote,» est dum sorrat, etism irnpii cor immutare, quod non minas est eurdurn et incapaz qu&m untes parvulus, íta per oratiónem Eccleeire offerentis et credentía, psrvulus fide infuefi, mutstur, mundatur et renovatur. L. Opp.
lat. II, p. 77.
[6] So tuiv,emünftíg und unverstandig, ala kein jung kind. L. Opp. Leipa. XIII, p. 361.
[7] Dico itaque, neque papa, neque episcopus, neque ullus hominum habet jun unius syllabre constituendm super chrisVanum hominem, nisi id fiat ejusdem consensu; quidquid aliter lit, tyranico spiritu lit. Ibid.
[8] Generan edicto tonere vota .... abundé enim vovimus in balatismo, et plus quam possimus implere. Ibid. p. 78.
[9] Opera quantiim libet sacra et ardua religiosorum et sacerdoturn, in oculis Dei prorsiis nihil distare ab operibus rustici in agro laborantis, aut rnulieris in domo suii.
curantis. L. Opp. lat. II, p. 78.
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Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto CAPÍTULO VII.
Nuevas negociaciones—Los agustinos y Miltitz en Eisleben—Diputación enviada, a Lutero—Miltitz y el elector—Conferencia en Lichtemberg—Carta de Lutero al papa—Libro regalado al papa—Unión de Cristo y del fiel—Servidumbre y libertad.
DESPUES de semejante escrito debía desvanecerse toda esperanza de reconciliación entre el papa y Lutero. La incompatibilidad de la fe del reformador con la doctrina de la iglesia, debía ser notada aun por los menos inteligentes. Pero se entablaban precisamente entonces nuevas negociaciones. Cinco semanas untes .de la publicación del " cautiverio de Babilonia," a últimos de Agosto de 1520, se celebró el capítulo general de los agustinos en Eisleben. El venerable Staupitz depuso en él el vicariato general de .1a órden, y salió elelto Wenceslao Linck, que había acompañado a Lutero a Augsbourg. Él inoansable Miltitz se presentó de improviso en el capítulo, •[1]
ardiendo en deseos de reconciliar al papa y a Lutero. Estaban interesados en ello su amor propio, su avaricia, y sobre todo su envidía y su odio. Le era molesto Eck y sus fanfarronadas; no había olvidado que le había desacreditado en Roma el doctor de Ingolstad; y todo lo hubiera sacrificado, por una paz prontamente concluida, para frustrar las tramas de este importuno rival. Nulo era para él el interes religioso. Un día, según dice él mismo, hallándose en la mesa del obispo de Leipsig, habían hecho ya varias libaciones los convidados, cuando les trajeron una carta de Lutero; al leerla, se enfureció el obispo y juró el oficial ; pero Miltitz se echó a reir a carcajadas.•[2]
Miltitz trataba la reformación como político, y Eck como teólogo.
Animado Miltitz con la llegada del doctor Eck, dirigió al capítulo de los agustinos un discurso pronunciado con un acento italiano muy notable,f pensando engaitar así a sus buenos compatriotas. "Toda la órden de los agustinos se halla comprometida en este negocio," dice. "Indicadme un medio para contener a Lutero."[3] "Nada tenemos que ver con el doctor," respondieron los padres, "y no sabemos qué consejo daros."
Aludían sin duda a la franquicia que dió Staupitz a Lutero, en Augsbourg, de sus obligaciones monásticas. Miltitz insistió: "Que el venerable capitulo nombrase una diputación, y que ésta se presentase a Lutero y le rogara que escribiese al papa, asegurándole de que jamás había tramado nada contra su persona. [4] Esto bastará para concluir el negocio." El capítulo se _rindió a la proposición del nuncio, y delegó, sin duda a pedimento suyo, al exvicario general y a su sucesor, Staupitz y Linck, para avistarse y hablar con Lutero. Pasó en seguida esta diputación a Wittemberg, con una carta de Miltitz para el doctor, llena de expresiones las más respetuosas. No había tiempo que perder, decía: la tormenta que amenazaba ya la cabeza del reformador, iba a estallar pronto, y entonces todo hubiera quedado concluído. [5]
Ni Lutero, ni los diputados que participaban de sus sentimientos, Il esperaban nada de una carta dirigida al papa; pero esto era aun una razón para no negarse a escribírsela. Semejante carta no podía ser más que una mera formalidad, que debía 91
Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto hacer más patente el derecho de Lutero. "Este italiano de Sajónia," (Miltitz,) pensaba Lutero, "tiene sin duda su interes particular en esta solicitud. Pues bien! señores, yo escribiré, con arreglo a la verdad, que jamás he hecho nada contra la persona del papa.
Tendsé que contenerme para no atacar demasiado fuerte la silla romana; sin embargo la salpimentaré. [6]
Pero, poco después, supo el doctor la llegada de la bula a Alemania. El 3 de Octubre declaró a Spalatín que no escribiría al papa, y el 6 del mismo mes publicó su libro sobre el cautiverio de Babilonia. Aun no te desanimó Miltitz; el deseo que tenía de humillar a Eck, le hacia creer en lo imposible. El 2 de Octubre, Miltitz había escrito al elector, lleno de esperanza, diciéndole: "Todo irá bien; pero por amor de Dios, no tardeis más en hacerme pagar la pensión que vos y vuestro hermano me habeie asignado hace algunos años. Necesito dinero para crearme nuevos amigos en Roma.
Escribid al papa, rendid homenaje a los jóvenes cardenales, parientes de su Santidad, con piezas de oro y de plata del cuño de Vuestra Alteza electoral, y añadid también algunas para mí, pues me robaron las que vos me habíais dado." [7]
Ni tampoco se desanimó el intrigante Miltitz, aun después de haber tenido Lutero noticia de la bula. Pidió tener una conferencia con Lutero en Lichtemberg, y el elector pasó órden a éste para que se presentase allí ; [8] a lo cual se opusieron sus amigos y en particular el afectuoso Melanchton.f "; Cómo." decían ellos, "admitir una conferencia en un lugar remoto, con el nuncio del papa, en el momento en que aparece la bula que ordena que se apoderen de Lutero para conducirle a Roma! [9]
No es evidente que no pudiendo aproximarse el doctor Eck al reformador, por haberle publicado abiertamente toda su malicia, el astuto camarero se ha encargado de cojer a Lutero en sus redes?
Estos temores no podían detener al doctor en Wittemberg: el príncipe lo ha mandado, y él obedecerá. " Salgo para Lichtemberg," escribió el 11 de Octubre al capellan, rogad por mí." Sus amigos no quisieron abandonarle. Al oscurecer del mismo día, entró Lutero a caballo en Lichtemberg, y rodeado de treinta caballeros, entre los cuales se hallaba Melanchton. El nuncio del papa llegó también casi al mismo tiempo, con un séquito, de cuatro personas.[10] ¿ No era una astucia esta insignificante escolta para inspirar unaplena. confianza a Lutero y a sus amigos ?
Miltitz hizo las más vivas instancias a Lutero, asegurándole de que la culpa recaería sobre Eck ys sobre sus locas presunciones,fi y que todo se arreglaría de un modo satisfactorio para ámbas partes. " Siendo así," respondió Lutero, " prometo guardar el silencio en lo sucesivo, rniéntras mis adversarios lo guarden también. Deseo hacer por la paz cuanto me sea posible." [11]
Miltitz quedó lleno de gozo, y acompañó a Lutero hasta Wittemberg. El reformador y el nuncio del papa entraron juntos en aquella ciudad, a la cual se aproximaba ya el 92
Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto doctor Eck presentando con una mano amenazadora la formidable bula que debía derribar la reformación. “Conduciremos a. buen fin el negocio," escribió en seguida Miltitz al elector, "dad las gracias al papa por su rosa, y mandad al mismo tiempo cuarenta ó cincuenta florines al cardenal Quatuor Sanciónn. [13]
Lutero tenía que cumplir su promesa y escribir al papa. Antes de dar un eterno adios a Roma, quería aun manifestarle algunas importantes y saludables verdades. Tal vez no se verá en su carta más que un escrito mordaz, y una amarga é insultante sátira; pero esto sería desconocer los sentimientos que le animaban. El atribuia sinceramente a Roma todos los males de la cristiandad: de esto se sigue que sus palabras no son insultos; pero sí, saludables consejos. Cuanto más ama a León y a la iglesia de Cristo, tanto más desea manifestar la extensión de su llaga. La vehemencia de sus expresiones es la medida de su enérgica afeeción. Ha llegado el momento de descargar grandes golpes. [14] Se diría que era un profeta dando su última vuelta al redor de lá ciudad, reprochándole sus abominaciones, amenazándola con los juicios del Eterno, y gritándole: " Aun algunos días!" Jonás 3: 4. He aquí la carta:
"Al Santísimo padre en Dios León X, papa en Roma, salud en Cristo Jesús, nuestro Señor. Amen.
"Desde el foco de la violenta guerra que tres años hace hago a los hombres desarreglados, no puedo dejar de mirar algunas veces hacia vos, oh León, Santísimo Padre en Dios! Aunque la locura de vuestros impíos aduladores me haya obligado a.
someter vuestro juicio al de un concilio venidero, sin embargo mi corazón no se ha desviado de vuestra Santidad, y no he cesado de rogar a Dios, con constantes oraciones y profundos suspiros, por vuestra prosperidad y por la de vuestro pontificado. [15]
Es verdad que he atacado algunas doctrinas anticristianas, y que he hecho una profunda herida a mis adversarios, a causa de su impiedad. Yo no me arrepiento de ello, pues aquí tengo el ejemplo de Cristo: De qué sirve la sal, si no sazóna? ¿Para qué el filo de la espada, si no corta ?J. Maldito el h,onibre que hace las obras del Señorcon tibieza ! Oh excelentísimo León! lejos de haber con. Cebido un mal pensamiento hacia vos, deseo eternamente para vos los bienes más preciosos. Una sola cosa he hecho: he defendido la palabra verdadera. Estoy dispuesto a cederlo todo a todos; más tocante a esta palabra, yo no quiero ni puedo abandonarla.[16] Cualquiera que no pilnse como yo, piensa mal.
Tambien es verdad que ataqué la corte romana; pero ni vos mismo, ni ningún otro hombre sobre la faz de la tierra, podrá negar que es más grande la corrupción en ella, que en Sodoma y en Gomorra, y que para su impiedad no hay esperanza de cura. Sí ; me horroricé al ver que a vuestro abrigo engañaban al infeliz pueblo de Cristo. Me opuse a ello y me opondré aun ; no porque presuma poder, apesar de la oposición de los aduladores, conseguir algo en esta Babilonia que es la confusión misma ; pero yo 93
Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto me debo a mis hermanos, a fin de que algunos se libren, si posible es, de estas terribles plagas.
"Vos sabéis, que hace muchos años que Roma ha sumergido al mundo en cuanto podía perder el alma y el cuerpo. La iglesia de Roma, en otro tiempo la primera en santidad, se ha trocado en una cueva de ladrones, en un teatro de prostitución, en un reino de muerte y de infierno ;[17] de modo que si viniese el mismo .A.ntecristo no pudiera acrecentar su malicia.. Todo esto es más evidente que la luz del sol.
"Y no obstante, vos Oh Lean! os hallais corno un cordero entre los lobos, y como Daniel en la cueva de los leónes ! Solo como os hallais ¿Qué oposición podeis hacer a estos mónstruos Tal vez habrá cuatro ó cinco cardenales que reunan la virtud a la ciencia.
¿ Pero qué es eso contra un número tan crecido ? Moriríais envenenado, antes de probar algún remedio.. Ay ! ay ! de la curia romana! La ira de Dios ha caído sobre ella, y la consumirá. [18] Ella desecha los avisos ; ella teme la reforma ; ella no quiere moderar el furor de su impiedad, y así merece que se diga de ella lo que de su madre : Hemos medicinado a Babilonia, y no ha sanado ; desamparémosla! Jèremias 51:9. A vos tocaba y a los cardenales el aplicar el remedio; más la enferma se burla del médico, y el caballo no quiere sufrir el freno.
"Lleno de afección hacia vos, excelentísimo León, siempre he sentido que habiendo nacido para un siglo mejor, hayais sido elevado al pontificado en estos tiempos. Roma no es Iligna de vos ni de los que se os asemejan; ella no merece otro jefe que el mismo Satanás, y también es positivo que él reina más que vos en esta Babilonia. Ojalá que renunciando esta gloria que tanto ensalzan vuestros enemigos, la supiéseis trocar por la de un modesto pastorato, 6 vivir de vuestra herencia paterna! Solo los iscariotas son dignos de semejante gloria. Oh caro León ! ¿De qué servia, pues, en esta corte romana sino de que los hombres mats execrables usen de vuestro nombre y de vuestro poder para arruinar las fortunas, perder las almas, multiplicar los crímenes, oprimir la fé, la verdad, y toda la iglesia de Dios ? Oh León! León ! Vos sois el más desdichado de los hombres, y estais sentado sobre el más peligroso de los tronos ! Yo os digo la verdad, porque os deseo bien.
" ¿ No es verdad, que bajo la capa del cielo no hay nada más corrompido y más aborrecible que la corte romana ? Ella sobrepuja infinitamente en vicios y corrupclon a los turcos. En otro tiempo fue la puerta del cielo, hoy día es la boca del infierno ; boca grande y que la ira de Dios conserva abierta :[19] de suerte que al ver tantos in felices que se precipitan en ella, debo tronar como en medio de una tempestad a fin de que algunos se salven del terrible abismo.
"He aquí, oh León, padre mío, el motivo por el cual me he indignado contra esa silla que dá la muerte! Léjos de sublevarme contra vos personalmente, creí trabajar para vuestro sosten, acometiendo vigorosamente esa cárcel ó mejor dicho ese infierno en que estais encerrado. Es cumplir con vuestro deber, hacer cuanto mal se pueda a la 94
Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto corte de Roma. Es honrar a Cristo, llenarla de ignominia; en una palabra: no ser romano, es ser cristianó.
" Viendo no obstante que perdía mis afanes y trabajos en socorrer a la sede romana, le entregué mi carta de divorcio, y le dije: Adios Roma! El que es injusto sea injusto aun, y el que ande en inmundicias sea aun inmundo! Apocalipsis 22:11; y me apliqué al estudio tranquilo y solitario de la Sagrada Escritura. Entónces Satenes abrió los ojos y despertó a su siervo Juan Eck, grande enemigo de. Jesucristo, a fin de que me hiciese bajar otra vez a la arena. El quería establecer, no la primacía de Pedro, sino la suya; y para ello arrastrar triunfante al vencido Lutero. Es a, él a quien debe, atribuirse la publicidad de todo el oprobio de que está cubierta la sede romana."
Lutero explica sus relaciones con DeVio, Miltitz y Eck, y prosigue:
"Ahora pues, vengo ante vos, Santísimo Padre, y prosternado a vuestras plantas, os suplico pongais un freno, si es posible, a los enemigos de la paz. Ras yo no puedo retractar mi doctrina; tampoco puedo permitir que impongan reglas de interpretación.
a la Sagrada Escritura ; es menester que dejen libre la palabra de Dios, que es el manantial de la libertad. [20]
¡ Oh León, padre rnio! no presteis oido a esas encantadoras sirenas que os dicen que sois no solamente un hombre, sino un semidios, y que podeis ordenar cuanto os plazca.
Vos sois el siervo de los siervos, y el asiento que ocupais es el más peligroso y miserable de todos. Creed, no a los que os ensalzan, más a los que os humillan. Yo soy tal vez demasiado atrevido en dar lecciones a tan alta Majestad, que debe instruir a todos los hombres. Pero veo los peligros que os amenazan en Roma; os contemplo lanzado acá y acullá, como sobre las aguas del mar enfurecido. La caridad me impele, y debo levantar el grito de alarma y de salvación.
Por no presentarme con las manee vacías ante vuestra santidad, os presento un librito que se ha publicado bajo vuestro nombre, y que os hará conocer de qué asuntos pu diera ocuparme, si vuestros aduladores me lo permitiesen Es cosa poca, si se atiende solo a su volumen; y es mucho, si se considera el contenido; pues encierra el restímen de la vida cristiana. Ye soy pobre, y no tengo otro presente que ofreceros; por otra parte, j necesitais de otra ,cosa más que dones espirituales ? Me recomiendo a vuestra confitad, a quien el Señor Jesús guarde eternamente! Amen !!"
El librito que Lutero presentaba al papa, era su discurso sobre la libertad del cristiano.
El reforma dor demuestra en él sin entrar en polémica, de que manera, sin mengua de la libertad que le dió la fé, puede el cristiano someterse a toda ordenanza esterior, con un espíritu libre y caritativo. Dos verdades forman la base del contenido: "El cristiano es libre y dueño de todo. El cristiano es servidor y sumiso en todo y a. todos.
Es libre y dueño por la fe; es servidory sumiso por. la caridad."
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Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto Lutero expone en seguida la eficacia de la fe para devolver la libertad al cristiano: "La fe une el alma a Cristo, como la esposa con su esposo," dice al papa. “Todo lo que Cristo posee, llega a ser la propiedad del alma
fiel : y cuanto posee el alma, pasa a ser propiedad de Cristo. Cristo posee todos los bienes y la vida. perdurable ; y todo esto viene a ser propiedad del alma. El alma posee todos los vicios y todos los pecados, y todo esto es propiedad de Cristo. Entónces es cuando se verifica el bienaventurado cambio: Cristo que es Dios y hombre, Cristo que no ha pecado jamás, cuya santidad es invencible, Cristo el Todopoderoso y Eterno, hereda con el anillo nupcial, a saber por la fé, todos los pecados del alma fiel ; estos pecados se refunden y se destruyen en él ; pues no hay ningún pecado que pueda subsistir ante su infinita justicia. Así, por medio de la fé, está libre el alma de todo pecado y revestido de la justicia eterna de su esposo Jesucristo. i Dichosa unjan! en la que el rico, el noble y santo esposo Jesucristo toma en matrimonio a esta esposa pobre, culpada y desprecíada, [21] la libra de todo mal, y la colma de bienes los más preciosos. Cristo, rey y sacrificador, parte ese honor y esa gloria con todos los cristianos. El cristiano es rey, y por consiguiente todo lo posee; es sacrificador, y por lo mismo posee a Dios. Y es la fe y no las obras, lo que le atrae semejante honor. El cristiano es libre de todo, superior a todo; y todo se lo dá la fe con abundancia."
En la segunda parte de su discurso, presenta Lutero la otra faz de la verdad : " Aunque el cristiano haya llegado así a ser libre, se hace voluntariamente siervo, para obrar con sus hermanos, así como Dios obró con él mismo por Jesucristo.. Yo quiero, dice, servir libre, gozosa y desinteresadamente, a un padre que me ha dado toda la abundancia de sus bienes; quiero obrar hacia mis hermanos, así como Cristo obré hacia mí." "De la fé," prosigue .Lutero, "dimana una vida llena de libertad, de caridad y de alegría. Oh ! cuán elevada y noble es la vidá del cristiano ! Mas, ay ! nadie la conoce y nadie la predica. Por la fe se eleva el cristiano hasta Dios ; por el amor, desciende hasta al hombre ; y no obstante, permanece siempre en Dios. He aquí la verdadera libertad; libertad que sobrepuja a toda otra libertad, tanto como los cielos distan de la tierra.
Tal es el escrito que acompañaba la carta de Lutero a Leon X.
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FOOTNOTES
[1] Nondarn tot premias difficultatibus animum desponderat Miltitius, dignus profecta noninedioeri laude. Pallav. I, p. 68.
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[2]• Der Eischof entriistet, der Oficial gefluchet, er aber gelachet babe. Seckend., p.
266.
[3] fi Oratiónem habuit italicá pronantiatióne vestitam. L. Epp. p 483.
[4] , 2 Petens conailium super me compeseendo. Ibid.
[5] 4 Nihil me in personara num fuisie manual. Ibid. p. 484. II Quibus omnibus causa anea non díaplieet. Ibid. p. 488.
[6] Aspergetur timen sale atto. L. Epp. 1 p. 486.
[7] Den Pabats Nepoten, 2 oder 3 Churfüratliche Gola und Silbers stücke, zu verehren.
Seckendorf, p. 267.
[8] Sicut prineepa ordinavit. L. Epp. I, p. 455.
[9] Invito princeptore, (Melanchton) neacio quanta indolente. L. Epp. I, p. 455.
[10] Sanar von mehr als 30, dieser aber katun mit 4 Pferden begleitet. Seckend., p.
268.
[11] Toturn pondus in Eccium versurus. L. Epp. I, p. 469.
[12] Ut nihil videar ornittere quod in me ad pacana quoquo modo facera poseit. L.
Epp. I, p. 496.
[13] Seckend., p. 268.
[14] Ut non totis viribus, sedulis atque quantum in me fuit gemebundis precibus apud Deum quEesierim. L. Epp. 1, 498.
[15] Quid proderit sal, si non rnordeat? Quid os 8.1adii, si non °Wat? L. Epp. 1, p. 491
tifus. vea. tr. 7
[16] a Verbum deserere et negare neo possum, nec rolo. L. Epp. p. 499
[17]
Facta
est
spelunca
latronum
licentiosissima,
lupanar
omnium
iznpudentissimum, regnum peccsti, mortis et inferni. L. Epp. p. 500
[18] Acturo est de Romana, pervenít in e:1.m ira Dei usque in finern.
[19] L. Epp. 1, p. 500. 2 Olim janus cceli, nunc patena quoddarn os inferni et tale os, quod, urgente irá Dei, obstrui non poteat. L. Epp. I, p. 501.
[20] Leges interpretandi verbi Dei non patior, cum oporteat verbuin Dei ease non alligaturn, quod libertatom docet. L. Epp. I, p. 504.
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Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto
[21] Ist nun das nicht eine fróhliche Wirthachafft, da der reiche, edle, fromrae Brautigam Christus, das arme veraehtete, bbse Huhrlein zur Ehe ninunt. L. Opp. (L.) XVII, p. 385.
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Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto CAPÍTULO VIII.
La bula en Alemania—De que modo fue acogido —Eck. La bula en Wittemberg—
Intervención de Zwingle.
MIENTRAS que por última vez se dirigía así el reformador al pontífice romano, la bula que le anatematizaba estaba ya en manos de los jefes de la iglesia germánica, y a las puertas de la residencia de Lutero. Parece que no les cabia duda en Roma del buen écsito de la medida que habían tomado contra la reformación. El papa había comisiónado a dos altos funciónarios de su corte, Caraecioli y Alejandro, para llevarla al arzobispo de Maguncia, encargándole que cuidase 4le su ejecución; al mismo tiempo que Eck se manifestaba en Sajónia como héroe y ejecutor de la grande obra pontificia. El doctor de Ingolstadt había comprendido mejor que otro la fuerza de los golpes de Lutero; había visto el peligro y adelantado la mano para sostener el bamboleante edificio de Roma. Se creía ser el Atlante destinado a sustentar sobre sus robustos hombros el antiguo mundo romano, amenazando ruina. Envanecido con los triunfos de su viaje a Roma, ufano del cargo que le confió el soberano pontífice, vanagloriado de aparecer en Alemania con el nuevo titulo de protonotario y nuncio apostólico, y en fin orgulloso de la bula que tenía en las manos, en la cual se hallaba la condenación de su indómito rival; su misión actual era, para él, un triunfo más glorioso que cuantas victorias había ganado en Hungría, en Baviera, en Lombardía, y en Sajónia; de las cuales hacia tanto mérito. Mas este orgullo debía de ser aplacado prontamente. Al confiar el papa la publicación de la bula al doctor Eck, cometió una falta que debió destruir el efecto. Una distinción tan honrosa, concedida a un hombre que no ocupaba ningún empleo preeminente en la iglesia, hería los ánimos susceptibles. Acostumbrados los obispos a recibir directamente las bulas de Roma, miraban con desden que ésta fuese publicada en su diócesis por este nuncio improvisado. La nación que se había burlado del pretendido vencedor de Leipsig, cuando se fugó a Italia, le contemplaba atónita é indignada pasar nuevamente lbs Alpes, revestido de las insignias de nuncio apostólico, y del poder de anonadar a 811E1 hombres distinguidos. Lutero, miraba aquella misión de su implacable adversario, como un acta de venganza personal; aquella condenación era para él, dice Palavicini, como el pérfido puñal de un mortal enemigo, y no las fasces legítimas de un lictor romano.•[1] Ya no se consideraba aquel escrito como la bula del soberano pontífice, sino como la bula del doctor Eck. Así de antemano se había debilitado el golpe por el mismo que lo había provocado.
El canciller de Ingolsts, d se había apresurado a llegar pronto a Sajónia. Allí fue donde libró el combate, y allí donde quería hacer brillar su victoria. Consiguió, a fines de Setiembre, publicar la bula en Misnia, en Mersbourg y en Brandebourg; más en la primera de estas ciudades la colocaron en ún lugar donde nadie podía leerla, y tampoco se dieron prisa a publicarla los obispos de aquellas tres diócesis. Su mismo decidido protector, el duque Jorge, prohibió al consejo de Leipsig su publicación antes 99
Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto de recibir la órden del obispo de Mersbourg, la cual no llegó sino en el ario siguiente.
“Estas dificultades solo estriban en la forma," pensó en seguida Juan Eck; pues todo parecía sonreirle por otra parte. El duque Jorge le mandó un caliz dorado y algunos ducados. Habiendo acudido Miltitz a Leipsig a. la noticia de la llegada de su rival, le convidó también a comer. Eran aficiónados a la mesa ámbos legados, y Miltitz creía no poder sondear mejor al doctor Eck, que con el vaso en la mano. "Cuando ya hubo bebido bastante, comenzó," dice el camarero del papa, "a jactarse sobremanera; ostentó su bula, y divulgó de qué manera pensaba hacer entrar en razón al bellaco de Martin." Mas pronto tuvo el doctor de Ingolstad ecasión de notar que había cambiado el viento. Se había verificado una gran mudanza en Leipsig en el transcurso de un afio. [2] El din de San Miguel, algunos estudiantes pusieron carteles en diez distintos lugares, en los que atacaban vivamente al nuevo nuncio. Intimidado éste, se encerró en el claustro de San Pablo, donde se había ya, refugíado Tezel, se negó a recibir toda visita, y obtuvo del rector que pusiesen a raya a sus jóvenes adversarios. Pero poco ganó en esto el pobre Eck. Los estudiantes le compusieron una caucióne la cantaron en las calles, y Eck pudo oirla desde su prisión. Diariamente recibia cartas amenazadoras. Ciento cincuenta estudiantes llegan de Wittemberg, y hablan descaradamente contra el legado del papa. Entónces sí que fue grande el susto del pobre nuncio apostólico. "Yo no quiero que le maten," dijo Lutoro; "pero deseo se le frustren sus designios." [3] Eck abandona de noche su retiró; huye clandestinamente de Leipsig, y va a esconderse en Cobourg. Miltitz que lo cuenta, se gloriaba más de ello que el reformador. No fue de larga duración este triunfo; le salieron mal todos sus proyectos de conciliación, y acabó miserablemente su vida. Miltitz cayó beodo en el Rhin, cerca de Maguncia, y allí murió. [4]
Poco a poco se reanimó Eck. Pasó a Erfurt, donde los teólogos habían manifestado muchas veces su envidía contra el doctor de Wittemberg. Insistió en que se publicase su bula en aquella ciudad; pero los estudiantes se apoderaron de los ejemplares, los rasgaron y los echaron al rio, diciendo: "Ya que la bula es una burbuja, que nade!”
[5]• "Ahora sí," dijo Lutero noticioso, "que el papel del papa es una verdadera burbuja."
Eck no se atrevia a comparecer en Wittemberg; mandó la bula al rector, amenazándole con que cerrarla la universidad, si no se conformaban 6, la publícación de ella. Tambien escribió al mismo tiempo al duque Juan, hermano y coregente de Federico, lo siguiente: " No tengais a mal lo que hago," le dice, "pues obro por la fe, y esto me cuesta muchas inquietudes, muchos trabajos y mucho din ero."[6]
El obispo de Brandebourg no hubiera podido, aunque hubiese tenido intención, obrar en Wittemberg en su calidad de ordinario; atendido que la universidad estaba bajo los auspicios de sus privilegios. Pretendieron que Lutero y Carlstadt, condenados por la bula, tomasen parte en las conferencias en las cuales deliberaban sobre su contenido. El rector declaró, que no recibiendo una carta del papa con la bula, se 100
Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto negaba a publicarla. La universidad gozaba ya en aquel país, de más grande autoridad que el mismo soberano pontífice. Su declaración sirvió de modelo al gabinete del elector. Así triunfaba de la bula de Roma el espíritu que inspiraba a Lutero.
Mientras que este negocio agitaba tanto los ánimos en Alemania, se hizo oír una voz imponente en otra parte de Europa. Previendo un hombre los inmensos males que iba a oausar en la iglesia la bula del papa, se presentó para dar un serio aviso y para defender al reformador. Este fue aquel mismo presbítero suizo de quien ya hemos hablado, Ulric Zwingle; quien, sin ninguna relación de amistad con Lutero, publicó un escrito lleno de saber y de dignidad, la primera de sus numerosas obras.*[7] Un fraternal afecto parecía inclinarle hacia el doctor de Wittemberg.
La piedad del pontífice," decía, "pide que sacrifique con gozo lo que puede poseer de más aprecíable, a la gloria de Cristo su rey y a, la tranquilidad pública de la iglesia.
Nada degrada más su dignidad, que cuando se la defiende solo con salarios a por medio del terror. Aun no habían leido los escritos de Lutero, cuando ya los prohibían al pueblo, como heréticos, cismáticos y anticristianos. Nadie aconsejaba ni refutaba a Tintero: éste pedía un certámen, y se contentaban con condénarle. La bula que publican contra él, disgusta aun a los mismos•que veneran la grandeza del papa ; pues se notan en ella las huellas del odio impotente de algunos frailes, y no las de la dulzura de un pontífice que debe ser el vicario de un Salvador lleno de caridad. Todos confiesan que ha degenerado muchísimo la verdadera doctrina de Jesucristo, y que es indispensable una restauración pública y ostensible de leyes y costumbres:[8]
Contemplad a todos los hombres de saber y virtud : cuanto más sinceros son, tanto más apegados están a la verdad evangélica, y tanto menos les escandalizan loa libros de Lutero. No hay nadie que no confiese que estos libToa le han hoohe mejor, [9] aun cuando se hallen tal vez en ellos ciertas proposiciones que no quisieran aprobar. Que se escojan unos hombrea de sana doctrina, y de conocida probidad; quA tres príncipes intachables de toda sospecha, el emperador Cárloa, el rey de Inglaterra y el rey de Hungría,nombren ellos mismos los árbitros ; que estos hombres lean los escritos de Lutero, le oigan a. él mismo, y que ratifiquen cuanto decidan!
Nucria Ino k rov Xpurroil vrcudeía xca! Que la doctrina y la verdad de Cristo consigan la victoria!
Esta proposición que se hizo desde la Suiza, no tuvo efecto ninguno. Era preciso que se verificara el gran divorcio; era preciso fuese desgarrada la cristiandad, y en sus mismas heridas debía hallar el remedio a sus males.
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Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto FOOTNOTES
[1] • Non tanquarn a seeuri legitima lietoris, sed e tolo infensissirai hostia.
Pallavioini, 1, p. 74.
[2] Nachdem (escribe Miltitz), er nun getrunken hatte, fieng er gleich an treftlich von neiner Order zn piahlen, etc. Seckend., p. 238.
[3] Long aliam faciem et mentem Lipeito eum invenire quam ape. rfieset. L. Epp. I, p. 492.
[4] Noltem eum oocidi, quanquam optem ejus conailia irrita fleri. L. Epp. I, p. 492.
[5] A studioás discerpte& et in aquam projects, dice.ntibus: Bulle est, in &clown natet I L. Epp. I, p. no.
[6] Mit riel Mühe, Arbeit und Resten. L. Opp. (L.) ITU, p. 317.
[7] Consilitun cujuadam ex animo cupientis este consulturn et pontificia dignitati, et christiansa religionis tranquillitati. Zwiuglii opera, ourantibus &►ulero et Sohultessio, III, p. 15.
[8] Itíultúm degenerarse ab illá sincera Christi evangelio& doetrini, adei› ut nemo non fateatur opus esse publica, aliqui et inaigni legum ac morum inotauratióne.
Zwinglü etc. p. 3.
[9] Nemo non atetar se ex illius libria factual es se meliorem. Zw. opera etc. p. 4.
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Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto CAPÍTULO IX.
Lutero se moje a Dios—Opinión de Lutero sobre la, bula—Una familia. neutral—
Lutero sobre la bula,—contra la bula del Anticristo — El papa prohibe creer—Efectos de la, bula—La hoguera de Lovaina.
EN efecto, ¿Qué significaban todas aquellas resistencias de estudiantes, de rectores, y del clero? Si la poderosa mano de Carlos Quinto se une a la poderosa mano del papa,
¿no aplastarán juntas a esos escolares y a estos gramáticos? Resistirá alguien al poder del pontífice de la cristiandad y al del emperador de occidente? Está dado el golpe ; Lutero es espulsado ; el Evangelio parece perdido. En este solemne momento no se disimula el reformador el enorme peligro en que se halla. Eleva sus ojos al cielo, y se dispone a recibir, como de la mano del mismo Señor, el golpe que parece deber aniquilarle. Su alma se acoje a las aras del trono de Dios. “¿ Qué va a. suceder ?" dice para sí ; " yo lo ignoro, sin embargo no me empeño en saberlo ; cierto que El que rije en el cielo ha. previsto desde la eternidad el principio, con.tinuación y fin de esta empresa. Sea donde fuese que estalle el rayo, permanezco sin temor; ni una hoja del árbol cae sin el beneplácito de nuestro Padre celestial; cuánto menos nosotros! Es poca cosa morir por el Verbo, pues que este Verbo se hizo carne y murió por nosotros; con él resucitarémos, si con él morimos; y pasando por donde pasó, liegarémos a donde llegó, y morarémos con él durante la eternidad." [1] Sin embargo, Lutero no puede contener a veces el menosprecio qhe le inspiran las viles maniobras de sus enemigos; entonces encontramos en él esa mezcla de sublimidad y de ironía que le caracteriza.
"Nada sé de Eck," dice, " excepto que ha llegado con una barba larga, con una gran bula, y con una gran bolsa; pero yo me burlaré de su bula."
El 3 de Octubre, Lutero tuvo conocimiento de la bula pitpal. "Ya llegó por fin esta bula romana," dijo: "Yo la menosprecio y la ataco como impía, mentirosa, y digna de Eck bajo todos aspectos. El mismo Cristo es quien está condenado en ella. No alegan ninguna razón ; me citan en ella, no para oirme, sino para que cante la palinodía. Yo la trataré como falsa, aunque la crea verdadera. i Oh si Carlos quinto fuese un hombre ! y si por el amor de Cristo atacase a estos demonios ![2] Me regocijo de tener que sobrellevar algunos males por la más justa de las causas. Me siento ya más libre en mi corazón; pues sé finalmente que el papa es el Anticristo, y que su silla es la del mismo Satanás." [3]
No era solamente en Sajónia donde los anatemas de Roma sembraban el alarma. Una tranquila familia de Suabia, familia neutral, vió turbada repentinamente su paz.
Bilibald Pirckheimer, de Nuremberg, uno de los hombres más distinguidos de su siglo, enviudó prematuramente de su aprecíada esposa Crescencia, y estaba unido con el más puro afecto a sus dos hermanas, Caridad, abadesa de Santa Clara, y Clara monja del mismo convento. Estas dos piadosas mujeres servían a Dios en la soledad, y ocupaban su tiemío en el estudio, en cuidar de los pobres y en los graves pensamientos 103
Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto de la eternidad. Bilibald, hombre de Estado, descansaba de los negocios públicos con la correspondencia que conservaba con ellas.
Eran muy instruidas estas dos religiosas; leían el latín, y estudíaban los padres de la iglesia ; pero de nada gustaban tanto como de la Sagrada Escritura. Nunca tuvieron otro maestro sino su hermano. Las cartas de Caridad están llenas de delicadeza y de amabilidad. Poseida de una tierna afección por Bilibald, temia el más leve peligro que amenazase a su hermano. Pirckheimer, para dar conforte a esta alma tímida, escribió un diálogo entre Caridad y Verdad, en que la segunda procura fortalecer a la primera.* [4] Nada más propio y más sensible para consolar un corazón tierno y angustiado.
Cuál debió ser el terror de Caridad, al oír el rumor de que el nombre de Bilibald estaba al lado del de Lutero, en la bula del papa, espuerta en las puertas de la catedral ! En efecto, Eck, llevado de un ciego furor, había asociado a Lutero seis de los hombres más distinguidos de Alemania : Carlstadt, Feldkirchen, Egranus, los que poco caso hicieron ; Adelmann, Pirckheimer y su amigo Spengler, a quienes las funciones públicas de que estaban revestidos les hacían particularmente sensibles a esta injuria. Fue grande la agitación en el convento de Santa Clara. Cómo sobrellevar la infamia de Bilibald ? Nada afecta más a los parientes que semejantes pruebas. Era eminente el peligro. En vano intervinieron en favor de Spengler y de Pirckheimer, la ciudad de Nuremberg, el obispo de Bamberg y los duques de Baviera ; tuvieron que humillarse aquellos hombres generosos ante el doctor Eck, quien lee hizo sentir toda la importancia de un protonotario romano, y les obligó a escribir una carta al papa en la que declararon no adherirse a la doctrina de Lutero sino en cuanto era conforme a la fe cristiana.
En el mismo tiempo debió comparecer Adelmann ante el obispo de Augsbourg, y sincerarse bajo juramento de toda participación en la herejía luterana. Adelmann se había batido una vez con el doctor Eck, al levantarse de la mesa., de resultas de una discusión sobre la grande cuestión que ocupaba entonces todos los ánimos Sin embargo, fueron malos consejeros para el doctor Eck la venganza y la ira. Los nombres de Bilibald y de sus amigos perjudicaron a la bula. El carácter de aquellos hombres eminentes, y sus numerosas relaciónea, hicieron más general la indignación.
Lutero fingió al principio dudar de la autenticidad de la bula. He sabido," dice en el primer escrito que plublicó, "que Eck ha traido de Roma una nueva bula, que se parece tanto a él que bien pudiera llamársela el doctor Eck, tan llena está de falsedades y de errores. Hace creer que es la bula del papa, cuando no es más que una obra de említistes." Una vez expuestos los fundamentos de sus dudas, Lutero concluye diciendo : "Quiero ver con mis ojos el plomo, el sello, las cintas, las cláusulas y la firma de la bulaitodo en una palabra, ó no estimar en lo grueso de un cabello toda esa palabrería."•[5]
104
Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto Pero, nadie dudaba, ni tampoco Lutero, que la bula fuese del papa. La Alemania esperaba lo que iba a hacer el reformador. ¿Permanecería firme? Estaban fijas las miradas sobre Wittemberg. Lutero no dejó mucho tiempo suspensos a. sus contemporáneos; y respondió con una terrible descarga, publicando el 4 de Noviembre de 1520, su escrito: " Contra la bula del Anticristo."
"¡Cuántos errores, cuántos fraudes," dice, "se han introducido entre el mísero pueblo, bajo la capa de la iglesia y de la pretendida infalibilidad del papa! Cuántas almas se han perdido así, y cuánta sangre se ha derramado! Cuántos homicidios se han cometido y cuántos reinos arruinado!
"Yo sé distinguir muy bien," dice más adelante con ironía., "entre arte y malicia, y poco estimo una malicia sin arte. El quemar libros es tan fácil, que los mismos nidos pueden hacerlo; y. con mucha más razón el santo padre y sus doctores.•[6] Debieran mostrar más habilidad de la. que se necesita para quemar libros. No obstante que destruyan mis obras! eso es lo que siempre he deseado ; yo he pretendido conducir las almas a la Biblia, para que abandonasen en seguida mis escritos.[7]•, Oh Dios! si conociéramos la Escritura, ¿qué necesidad habría de mis escritos ? Yo soy libre, por la gracia de Dios, y las bulas no me afligen ni me consuelan. Mi fuerza y consolación están en un lugar donde no las pueden acometer ni hombres ni diablos."
La décima proposición de Lutero, condenada por el papa, estaba así concebida: "Los pecados no le son perdonados a ningún hombre si no cree que le están perdonados cuando le absuelve el confesor." Al condenar el papa esta proposición, negaba fuese necesaria la fe en el sacramento de la penitencia. "Ellos pretenden," exclama Lutero,
" que nosotros no debemos creer nos sean perdonados los pecados cuando estamos absueltos por el sacerdote. ¿ Qué debemos hacer, pues ? Escuchad ahora, oh cristianos, una noticia que acaba de llegar de Roma. Se pronuncia condenación contra este artículo de fe que confesamos diciendo; Creo en el Espíritu Santo, en la iglesia universal, y en el perdon de los pecados. Si yo supiese que el papa hubiese verdaderamente dado en Roma esta bula, (y él no lo dudaba), y que ella no hubiese sido inventada por Eck, el archimentiroso, gritaría a todos los cristianos que deben considerar al papa por el verdadero Anticristo, de que habla la Escritura. Y si él no quisiese dejar de proscribir públicamente la fe de la iglesia, enténces que la misma espada temporal le resista antes que al turco! Pues el turco permite creer; más el papa lo prohibe."
Entretanto que Lutero hablaba con tanta energía, aumentaban sus peligros. El plan de sus enemigos era el de hacerle desterrar de Wittemberg. Si Lutero y Wittemberg se separan, Lutero y Wittemberg perecerán. Con un solo golpe, Roma se desembarazaría de los hereges, el doctor y la universidad. Trabajaron ocultamente para esta obra el duque Jorge, el obispo de Mersbourg, y los teólogos de Leipsig.*[8]
Lutero dijo al saberlo: "Confio en manos de Dios este negoeio."[9] Estos ardides no 105
Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto dejaban de producir efecto: Adriano, profesor de hebreo en Wittemberg, se volvió faltamente contra el reformador. Era menester estar bien cimentado en la fé, para resistir el golpe que descargaba la bula de Roma. Hay individuos que siguen la verdad hasta cierto punto: tal fue Adriano. Espantado por esta condenación, salió de Wittemberg para pasar a Leipsig al lado del doctor Eck.
Ya principiaba a ejecutarse la bula; no era vana la palabra del pontífice de la cristiandad; hacia mucho tiempo que el fuego y la espada hablan enseñado a someterse a ella, y las hogueras se levantaban a su voz. Todo indicaba que una terrible catástrofe iba £ poner fin a. la audaz revolución del fraile agustino. En Octubre de 1520, fueron arrebatados, y puestos bajo custodía, los libros de Lutero, que se hallaban en casa de los libreros de .Ingolstad. El elector arzobispo de Maguncia, apesar de ser tan moderado como era, tuvo que desterrar de su corte a Ulric de Hutten, y poner en la cárcel a su impresor. Los nuncios del papa habían sitiado al jóveri emperador; Carlos declaró que protejería la antigua religion,t [10] y en algunas de sus posesiones hereditarias se vieron levantar hogueras, que debían reducir a cenizas los escritos del hereje. Príncipes y consejeros de la iglesia preseno ciaban aquellos autosdefé. Aleandro estaba orgulloso de sus triunfos.
“El papa," decía, lo mismo que Prierio, "puede destronar a los reyes. si quiere, puede decir al emperador : Tú no eres más que un curtidor ! El sabrá muy bien domar a dos ó tres miserables gramáticos, y pondrémos a raya al mismo duque Federico." Al oir al orgulloso nuncio, se hubiera dicho que la hoguera que consumia en Maguncia los libros de Lutero era "el principio del fin." Estas llamas, decían en Roma, esparcirán la consternación por todas partes. Esto sucedía con muchos pusilánimes y supersticiosos; pero aun en los Estados hereditarios de Carlos, en que se atrevieron a ejecutar la bula, el pueblo, y a veces los grandes, no respondían a aquellas demostraciones pontificias sino con carcajadas de risa 6 señales de indignación. Los doctores de Lovaina dijeron al presentarse ante Margarita, que regenteaba los PaisesBajos: "Lutero destruye la fe cristiana." "¿Quién es ese Lutero?" preguntó la princesa. “Un fraile ignorante."
"Pues bien," respondió ella, "vosotros que sois sabios y en gran número, escribid contra él. El mundo más bien creerá a muchos sabios que a un hombre aislado é ignorante." Los doctores de Lovaina preferían un método más fácil. A su costo hicieron levantar una horrible hoguera. Un gran número de espectadores llenaba la plaza de la ejecución. Se velan estudiantes y particulares pasar precipitadamente por entre los demás, llevando debajo el brazo grandes libros que arrojaban en las llamas. El celo de ellos edificaba a los frailes y a los doctores; pero más tarde se descubrió el ardid: Eran los Sermones discipuli, Tartaret, y otros escolásticos y papistas, los que habían echado al fuego, en vez de los escritos de Lutero.•[11]
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Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto El conde de Nassau, virey de Holanda, dijo a los donúnicanos que solicitaban la gracia de quemar los libros de Lutero: "Id y predicad el Evangelio tan puramente como el doctor, y no tendreis que quejaros de nadie."
Mientras hablaban del reformador en un festin en que se hallaban los principales príncipes del imperio, el Señor de Ravenstein dijo en alta voz: "En el transcurso de cuatro siglos un solo hombre cristiano ha osado levantar la cabeza, y el papa se la quiere cortar."* [12]
Poseyendo Lutero el sentimiento de la grandeza de su causa, permanecía tranquilo entre el tumulto que habla suscitado la bula del papa. "Si vos no me instáseis tan vivamente," decía a Spalatín, " yo me callarla, sabiendo muy bien que por el consejo y poder de Dios es como debe llevarse a cabo esta obra." [13] El tímido quería que se hablara, y el valeroso quería callarse. Eso consistía en que Lutero entreveía un poder que escapaba a las miradas de su amigo. "Tened buena esperanza," continuó el reformador: [14]"Cristo es el que ha comenzado estas cosas, y es él quien las concluirá, ya sea que me hagan huir, 6 que sea condenado a muerte. Jesucristo está aquí presente, y el que está en nosotros, es más poderoso que el que está en él mundo."I
[15]
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FOOTNOTES
[1] Parum ebt nos pro Verbo morí, cum ipsum incarnaturn pro nobis pritis mortuum sit. I. Epp. I, p. 490.
[2] Tanisete eum barbatum, bullaturn, nummatum. Ridebo et ego bullam sive ampullam. L. Epp. I, p. 488.
[3] Vtinam Carolus vir easet, et pro Chriato hos satanws aggredero tur. Ibid
[4] Pirckheinneri Opp. Francfort.
[5] Oder picht ein Eharbreit geben. L. Opp. (L.) XVII, p. 323.
[6] So ist Bücher verbrennen so leicht, dase es auch Kinder.Unnen, echweig denn der heibge Vater Pabst. L. Opp. (L.) XVII, p. 324.
[7] fi In Biblien zu führen, clase man derselben Verstand erlangte, und denn meine Büchlein venschwinden nets. L. Opp. (L.) p. 324.
[8] Ut Wittemberg& pellerer. L. Epp. I, p. 519.
[9] Id quod in manum Dei refero. L. Epp. T, p. 520.
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Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto
[10] A minintris pontifidie matara prteoecupatue, deolatavit se vena veterein fidem tutari. Pallaviciuí, I., p. 80.
[11] • Seekend., p. 289.
[12] Es ist in 400 Jahren ein christlicher Mann aufgestanden, den will der Pabst todt baben. Seckend., p. 288.
[13] In bullosis illis tutnultibtul. L. Epp. I, p. 519.
[14] Rem totalin Deo conunitteretn. L. Epp. I, p. 521.
[15] Christus ists ccepit, ipae pedida; etiam me sive extincto, sive fugato. L. Epp. I, p.
526.
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Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto CAPÍTULO X.
Paso decisivo del reformador—Apelación de Lutero a un concilio universal—Lucha de cuerpo a cuerpo—La bula quemada por Lutero—Significación de este acto atrevido—
Lutero en la academia—Lutero contra el papa—Nuevo escrito de Melanchton—Como conforta Lutero a sus amigos—Progreso de la lucha—Opinión de Melanchton sobre los tímidos—Escrito de Lutero sobre la Biblia—Doctrina de la gracia—Retractación de Lutero.
MAS el deber impelía a Lutero a hablar para manifestar al mundo la verdad. Roma le ha acometido; él hará conocer cómo recibe sus golpes. El papa le ha hecho pregonar en la iglesia; el mismo reformador pregonará al papa, ante la cristiandad. La palabra del pontífice ha sido eficaz hasta ahora: él opondrá palabra a. palabra, y el mundo conocerá cuál es la de más peso. “Yo quiero," dice, " tranquilizar mi conciencia, revelando a los hombres el peligro a que están espuestos;" y al mismo tiempo se dispone para renovar su apelación a concilio universal. Una citación del papa a un concilio era un crimen; así pues, por un nuevo atentado hacia el poder pontificio, es como Lutero pretende justificarse de los que han precedido. [1]
El 17 de Noviembre se reunieron a las diez de la mañana en una de las salas del convento de los agustinos, donde habitaba el doctor, un notario y cinco testigos, entre los cuales se hallaba Crucinger. Allí el notario público, Saretor de Eisleben, extendió en seguida la minuta de su protestación, y el reformador dijo en presencia de mis testigos, con un tono solemne
"En atención a que un concilio general de la iglesia cristiana es superior al papa, sobre todo en lo concerniente a la fe;
"En atención a que el poder del papa no es superior sino inferior a la Escritura, y que él no tiene derecho para degollar los corderos de Cristo, y abandonarlos al lobo:
“Yo, Martín Lutero, agustino, doctor de la Sagrada Escritura en Wittemberg, apelo por este escrito, por mí y por los que son ó serán conmigo, del santísimo papa León a un futuro concilio universal y cristiano. [2]
Yo apelo del dicho papa León, primeramente: como de un juez inícuo, temerario, tirano, qile me condena sin oirme y sin exponer los motivos. Segundo: como de un hereje y un apóstata estraviado, y egndenado por la Sagrada Escritura, que me ordena negar que la fe cristiana sea necesaria para la recepción de los sacramentos.*[3] Tercero: como de un enemigo, de un Anticristo, de un adversario, de un tirano de la Sagrada Escritura,f que osa oponer sus propias palabras a. todas las palabras de Dios. Cuarto: como de un menosprecíador, de un calumniador, de un blasfemador de la santa iglesia cristiana y de un concilio libre, y que pretende que un concilio no es nada en sí mismo. [4]
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Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto
"Por esto suplico muy humildemente a los serenísimos, ilustrísimos, excelentísimos, generosos, nobles, fuertes, sabios y prudentes Señores, Carlos, emperador romano, electores, príncipes, condes, barones, caballeros, hidalgos, consejeros, villas y comunidades de toda la nación alemana, adherirse a mi protesta y resistir conmigo al proceder anticristiano del papa, por la gloria de Dios, por la defensa de la iglesia y de la doctrina cristiana, y para el sosten de los concilios libres de la cristiandad ; y Cristo nuestro Señor les remunerará abundantemente con su gracia eterna. Mas si hay algunos que desechen mi súplica y continuen obedeciendo al papa, a este hombre impío, antes que a Dios, [5] me descargo por la presente de su responsabilidad, habiendo amonestado fielmente a sus conciencias, y les abandono al supremo juicio de Dios, así como al papa y a todos sns secuaces.
Tal es el acta de divorcio de Lutero: así es corno responde a la bula del pontífice. Hay gran solemnidad en esta declaración. Las acusaciones que lanza sobre el papa son de alta gravedad, y no las hace con ligereza. Esta protesta circuló por toda la Alemania, y fue enviada a muchas cortes de la cristiandad.
Sin embargo, Lutero tenía, en reserva otra medida todavía más atrevida, apelar que la que acababa de tornar parece el colmo de la audacia. En nada quería quedarse detrae de Roma. El fraile de Wittemberg hará todo lo que se atreva a hacer el soberano pontífice; opondrá palabra a palabra, y levantará hoguera por hoguera. El hijo de los Médicis y el hijo del minero de Mansfeld han salido a la palestra; y en esta lucha de cuerpo a cuerpo que pasma al mundo; aquel no descarga un golpe que éste no lo devuelva. El 10 de Diciembre, se podía leer un anuncio en las paredes de la universidad de Wittemberg. Este invitaba a os profesores y a los estudiantes a que compareciesen a las nueve de la mañana., en la puerta oriental, inmedíata a la SantaCruz. Reunióse un crecido número de doctores y de discípulos, y Lutero yendo a la cabeza, condujo la procesión al lugar de la cita.
Cuántas hogueras ha encendido Roma en el transcurso de los siglos! Lutero quiere hacer una mejor aplicación del principio romano. solo se trata de deshacerse de algunos papelones viejos ; y piensa que el fuego es muy propio para ello. Estaba ya preparada una. hoguera, y uno de los más antiguos Maestrosenartes prendió fuego a ella. Así que se levantaron las llamas, el temible agustino, revestido de su hábito, se acercó a la hoguera teniendo en manos el "Derecho canónico," las "Decretales," las
"Clementinas," las "Extravagantes" de los papas, algunos de los escritos de Eck y de Emser, y la bula del papa. Habiendo sido reducidas primeramente a cenizas las "
Decretales," Lutero levantó la bula y dijo : " Ya que tú has contristado al Ungido del Señor, que te contriste el fuego eterno y te consuma !" y la echó en las llamas. Jamás se declaró una guerra con tanta resolución y tenacidad. Después volvió Lutero a.
tomar tranquilmente el camino de la ciudad, y la comitiva de doctores, de profesores y de estudiantes entró con él en Wittemberg, con grandes demostraciones de aprobación. " Las Decretales," decía Lutero, "se parecen a un cuerpo cuya cabeza es 110
Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto amable como 1a de una vírgen, los miembros están llenos de «violencia como los del león, y la cola astuta como la de la. serpiente. En todas las ordenanzas de los papas no hay ni una palabra que nos enseñe quién es Jesucristo.* Mis enemigos," dice también, "al quemar mis libros, han podido causar mengua a la verdad en el ánimo de la plebe, y echar a perder algunas almas; por esto es que yo también he destruido sus libros a mi vez. Se ha principiado una lucha reñida; hasta aquí yo no he hecho sino chancear con el papa; principié esta obra en nombre de Dios, y ella se acabará sin mí y por su poder. Si ellos queman mis libros—en los cuales hay más Evangelio, hablando sin jactancia, que en todos loa libros del papa—con tanta más razón puedo yo quemar los suyos, que nada contienen de bueno." [7]
Si Lutero hubiese comenzado así la reformación, hubiera podido tener quizá funestos resultados semejante paso. El fanatismo se hubiera tal vez apoderado de él, y abandonado la iglesia en una via de desérden y de violencia. Mas era esponiendo con gravedad la doctrina de la Escritura, como el reformador había ensayado su obra. Los cimientos habían sido puestos con habilidad. Al presente una tentativa violenta como la que había ejecutado, no solo podía ser sin inconveniente, sino que aceléraría el momento en el que la cristiandad viese rompérsele las cadenas.
Lutero declaraba solemnemente así que se separaba del papa yde su iglesia. Esto le pudo parecer necesario, una vez dirigida su carta a León X. Aceptando la (micomunión que Roma había fulminado, notificaba al mundo cristiano que efl adelante habria guerra a muerte entre él y el papa. Quemó sus buques en la costa, y se impuso la necesidad de avanzar y lidíar.
Lutero había entrado de nuevo en Wittemberg; el día siguiente fue más concurrida que de ordinario la sala académica; estaban suspensos los ánimos; había algo de imponente en aquella asamblea, aguardando una arenga del doctor. Este comentó los salmos; era un trabajo que había principiado en el mes de Marzo del precedente año.
Concluida su explicación, permaneció silencioso algunos instantes, é inmedíatemente dijo con viveza: Preservaos de las ordenanzas é instituciones del papa: Yo quemé las Decretales; pero no fue sino un juego de niños. Ya sería tiempo y más que tiempo de que se quemase al papa; es decir," enmendó en seguida, "la silla de Roma con todas sus doctrinas y sus abominaciones." Tomando acto contínuo un tono más grave, dijo:
"Si vosotros no combatis esforzadamente el impío gobierno del papa, no podeis ser salvos. Cualquiera que se complazca en la religion y culto papista, será. Eternamente perdido en la otra vida. [8] Si se ha desechado la común.ion romana, es menester resignarse a soportar con paciencia toda clase de tormentos, como también a perder la vida. Pero más vale exponerse a todo esto en este mundo, que callarse! Mientras yo viva, manifestaré a. mis hermanos la llaga y la peste de Babilonia, temiendo que muchos de los que están con nosotros sucumban con los demás en el abismo del infierno."
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Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto Aplias se puede imaginar el efecto que produjo sobre la asamblea este discurso, cuya energía nos admira. "Ninguno de nosotros," añade el cándido estudíante que nos lo ha conservado, "no siendo un leño sin inteligencia, (como lo son todos los papistas,"
dice él mismo entre paréntesis,) "ninguno de nosotros duda de que esto sea la pura verdad. Es opinión de todos los fieles, que el doctor Lutero es un ángel del Dios vivo,*[9] llamado para administrar el pasto de la palabra de Dios a las ovejas de Cristo, que por tanto tiempo han permanecido descarriadas."
Aquel discurso, con el acto que lo coronó, marcan una época importante de la reformación. La conferencia de Leipsig había desprendido interiorijiente a Lutero del papa. Mas el acto de quemar la bula fue una declaración formal de su separación del obispo de Roma y de su iglesia ; y de su adhesión a la iglesia universal, tal cual fue fundada por los apóstoles de Jesucristo. Encendió una hoguera cerca de la puerta oriental, que arde hace tres siglos.
Lutero decía : "El papa trae tres díademas, y he aqui su divisa : la primera es contra píos, pues él condena la religion ; la segunda contra el emperador, pues él condena el poder secular ; la tercera contra la sociedad, pues él condena el matrimonio."Cuando le reprochaban de elevarse con demasiada violencia contra el papismo, respondía :
"Ah ! yo quisiera que fuesen truenos lo que pudiese hacerle oir, y que cada una de mis palabras le cayese como un rayo.*[10]
Esta. firmeza se comunicaba a los amigos y a los compatriotas de Lutero, y se le juntaba todo un pueblo. La universidad de Wittemberg sobre todo estaba más apegada a ese héroe, al que le era deudora de su consideración y de su gloria.
Carlstadt levantó entonces la voz contra el furioso León de Florencia," que desgarraba las leyes divinas y humanas, y hallaba debajo de sus plantas los principios de la verdad eterna. Melanchton dirigió también en esta época un escrito a los Estados del imperio, en el que se ven la elegancia y la sabiduría que distinguían a este hombre tan amable. Respondía a un libro atribuído a Emser, pero publicado bajo el nombre del teólogo Rhadinus. Jamás habló el mismo Lutero con tanta fuerza; hay en las palabras de Melanchton una gracia que les hacia penetrar en los corazónes.
Después de haber demostrado por los testos de la Escritura, que el papa no es superior a loe dermis obispos, dice : " ¿Qué ostáculo hay en los Estados imperiales que impida que nosotros podamos retirar del papa el derecho que le hemos confiado ¿ Qué se le da a Lutero de que nuestras riquezas, es decir, que los tesoros de Europa, sean enviados a Roma ? Lo que causa su dolor y el nuestro, es que las leyes de los pontífices y el reinado del papa, no solo ponen las almas en peligro, si no que también las pierden enteramente. Cada uno puede juzgar por sí mismo si le es ventajoso ó no dar su dinero para mantener el fausto romano: pero juzgar sobre las cosas religiosas y sobre los misterios sagrados, no está al alcance del vulgo. Sobre este punto pues, invoca Lutero vuestra fé, vuestro celo, como también. lo invocan todos los hombres de piedad ; unos 112
Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto en alta voz, otros con suspiros y gemidos. Acordaos de que sois cristianos, príncipes del pueblo cristiano, y arrancad a la tiranía del Anticristo los tristes restos del cristianismo. [11]
Os engañan los que os di oen que vosotros no teneis ninguna autoridad sobre el clero.
El mismo espíritu que animó a Jehú contra. los ministros de Baal, os insta con este antiguo ejemplo a. que destruyais la superstición romana, mucho más horrible que la idolatría de Baal."[12] Así hablaba a los príncipes de Alemania el dulce Melanchton.
Algunos gritos de pavor se hicieron oir entre los par. tidarios de la reforma. Unos ánimos acobardados 6 inclinados a miramientos sin fin, Staupitz en particular, manifestaban grande inquietud. “Todo este negocio no ha sido hasta aquí más que un juego," le dijo Lutero. "Vos mismo lo digisteis : si el mismo Dios no obra estas cosas, es imposible que ellas se hagan. El tumulto crece díariamente, y yo no creo que se pueda apaciguar hasta el último día."[13]. Así calmaba Lutero los espíritus alarmados.
Tres siglos hace, y aun no se ha apaciguado el tumulto!
"El papado," prosigue él mismo, "no es hoy día lo que era ayer y anteayer. ¡ Que escomulge y queme mis escritos ! que me mate ! no podrá contener lo que avanza. Hay a la puerta algo de prodigioso.*[14] Yo quemé la bula con gran temblor, en un principio, más ahora me regocijo más de ello que de cualquiera otra acción que he hecho en mi vida."[15]
Involuntariamente se detiene uno, y se complace al leer en la. grande alma de Lutero todo el porvenir que so presenta. "Oh padre mío," dijo a Staupitz al concluir, "rogad por la palabra de Dios y por mí. Yo soy arrastrado por esas olas, y me veo rodeado de sus remolinos: [16]
Por todos lados se declara el combate; los combatientes han arrojado las vainas de sus espadas; la palabra de Dios ha, recobrado sus derechos, y destituido al que había tomado el lugar del mismo Dios, agitándose toda la sociedad. No faltan hombres egoistas en todos tiempos, que quisieran dejar adormecida la sociedad en el error y en la corrupción; más los hombres sabios, aunque sean tímidos, piensan de distinto modo. "Nosotros sabemos muy bien," dice el dulce y moderado Melanchton, "que los hombres de Estado se horrorizan de toda innovación ; y es preciso confesar que en esta triste confusión que se llama la vida humana, las discordías, aun aquellas que proceden de causas las más justas, son siempre contagíadas de algún mal. No obstante, es necesario que la palabra y el mandamiento de Dios sean preferidos en la iglesia a todas las cosas humanas.*[17] Dios amenaza con su eterna indignación a los que procuren anonadar la verdad. Por lo mismo era un deber de Lutero, y un deber cristiano de que no podía desentenderse como doctor de la iglesia de Dios, atacar los perniciosos errores que esparcían unos hombres desarreglados con indecible desvergüenza. Si la discordía engendra muchos males, como con dolor observo," añade 113
Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto el humilde Felipe, "la culpa. recae sobre los que en un principio han esparcido los errores, y sobre los que llenos de un odio díabólico intentan conservarlos al presente."
" ¿Quién puede decir," respondió Lutero, penetrado de la vocación que se le había confiado de lo alto, quién puede decir, que no sea Dios el que me ha elegido y llamado;
[18] y que ellos no tengan razón de temer, menospreciándome, menosprecíar al mismo Dios? Moises iba solo a la salida de Egipto; Elisa estaba solo, en los díal del rey Acab; Esaias solo en Jerusalen; Ezequiel solo en Babilonia. Dios no ha escogido jamás por profeta, ni al soberano sacrificador, ni a otro personage distinguido; sino que ha escogido generalmente hombres humildes y menosprecíados, y en cierta ocasión a un pastor, Amos. En todo tiempo los santos han debido reprehender a los grandes, a los reyes, a los príncipes, a los sacerdotes, y a los sabios, con peligro de sus vidas. Y bajo la Nueva Alianza, ¿ no ha sucedido lo mismo ? Ambrosio era solo en su tiempo; después de él, Jerónimo fue solo; más tarde aun, Agustin` fue solo. Yo no digo que soy un profeta;* [19] pero digo que deben temer precisamente porque yo soy solo y porque ellos ion muchos. De lo que yo estoy cierto es, que la palabra de Dios está en mí y no en ellos.
Dicen Cambien," prosigue Lutero, " que yo adelanto cosas nuevas, y que es imposible creer que todos los demás doctores se hayan equivocado por tanto tiempo.
"No, yo no predico novedades; pero digo que la doctrina cristiana ha desaparecido de aquellos mismos que hubieran debido conservarla, a saber, los doctores y los obispos.
No dudo, sin embargo, que la verdad haya permanecido en algunos corazónes, cuando no fuese más que en los de los niños de cuna. [20] Hay pobres aldeanos y simples niños, que actualmente comprenden mejor a Jesucristo que el papa, los obispos y los doctores.
“Me acusan diciendo que desecho los santos doctores de la iglesia. Yo no los desecho; pero, ya que todos estos doctores pretenden probar sus escritos por la Sagrada Escritura, es preciso que ella sea más clara y más cierta que ellos. ¿Quién soñará jamás probar un discurso oscuro por otro todavía más oscuro? Por consiguiente, la necesi dad nos obliga a recurrir a la Biblia, como lo hacen todos los doctores, y pedir a ella que pronuncie sobre sus escritos; pues la Biblia sola es señora y dueña.
"Pero," dicen, "unos hombres poderosos le persiguen.
No es consecuente, según la Escritura, que los perseguidos tienen razón, y los perseguidores no? que el mayor número ha estado siempre por la mentira, y el menor por la verdad ? La verdad ha hecho ruido en todo tiempo. [21]
Lutero pasa en seguida en revista las proposiciones condenadas en la bula como heréticas, y demuestra la veracidad de ellas, con pruebas sacadas de la Sagrada Escritura. ¡ Con qué fuerza defiende particularmente la. doctrina de la gracia!
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Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto
"; Cómo !" dice, "¡ podrá la naturaleza, antes y sin la gracia, aborrecer el pecado, evitarlo, arrepentirse de él,• mientras que aun cuando se posee dicha gracia, esta na turaleza ama el pecado, lo busca, lo desea, y no cesa de combatir la gracia y de irritarse contra ella ; por lo que • gimen continuamente los santos ! Esto es como si dijeran que un árbol corpulento, que yo no puedo doblar empleando todas mis fuerzas, se doblará él mismo así que yo lo abandone : 6 que un torrente que no pueden contener los diques y murallas, se contendrá así que yo lo deje a sí mismo. No ; no se llega a la contrición considerando el pecado y sus consecuencias; pero sí contemplando a Jesucristo, sus llagas y su inmensa caridad.f Es menester que el conocimiento del pecado provenga de la contrición, y no la contrición del conocimiento del pecado. El conocimiento es el fruto, la contrición es el árbol. En Alemania el fruto crece sobre el árbol; pero parece que en los Estados del sumopontífice los árboles crecen sobre el fruto. [22]
El valiente doctor, aunque protesta, retracta no obs tante algunas de sus proposiciones. Se desvanecerá hl sorpresa, cuando se sepa el modo con que lo hace.
Despues de haber citado las cuatro proposiciones sobre las indulgencias condenadas por la bula, añade simplemente lo que sigue:
"En obsequio de la santa y sabía bula, retracto cuanto puedo haber enseríado tocante a las indulgencias. Si han quemado mis libros con justicia, es sin duda por haber yo concedido algo al papa en la doctrina de las indulgencias; por esto yo mismo los condeno al fuego."
Tambien se retracta respecto a Juan Huss: " Ahora digo, no ALGUNOS artículos, sino TODOS 1015 artículos de Juan Huss son sumamente cristianos. Al condenar el papa a Juan Ilusa, condenó el Evangelio. Yo hice cinco veces más que él, y aun temo no haber hecho bastante. Huss dice solamente que un papa inicuo no es un miembro de la cristiandad; más yo, si hoy día San Pedro ocupase la silla de Roma, negaszia que fuese papa por institución de Dios." [23]
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FOOTNOTES
[1]• trt mezan conseientiam redimam. L. Epp. I, p. 522.
[2] Ab erroneo, indurato, per Seripturas aanetas damnato, hteretico et apostati. L.
Opp. lat. II, p. 50.
[3] Ved también L. Opp. (L.) XVII, p. 332.
[4] Hay algunos parrafos en el aloman que no constan en el imán. # Oppressore totius Saors3 Scripturte. Ibid.
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Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto
[5] Et papan, impio homini, plus quam Deo obedíant. L Opp. lat. II, p. 50. Ved ta.znbien L. Opp. (L.) XVIII p. 332.
[6] L. Opp. (W.) XXII, p. 14931496.
[7] P.W. Ilmo. vef. n. 9
[8] Musa ewig in jenem Leben verlohren seyn. L. Opp. (L.) XVII, p. 333.
[9] Lutherum esse Dei viventis angelurn, qui palabundafs Christi ovas pascat. L. Opp.
lat. II, p. 123. 2 L. Opp. (W.) XXII, p. 1313.
[10] Uud ein jeglich Wort eine Donneraxt ware. Ibid. p. 135O.
[11] Quid °Mol quornintia pape quod dedimus jua sidunarnus? Corp. Refortn. I, p.
337.
[12] Ut extinguarís illam, multó tetriorem Baalis idololatríi9, roma. narn superstitiónem. Corp. adorna. I, p. 337.
[13] Tumultos egregil turnultuatur, ut nisi extremo die sedan mihi poese non videatur. L. Epp. I, p. 541.
[14] Omninú aliquid portenti prte foribuz eet. L. Epp. I, p. 542.
[15] Prirnúm trepidus et orans, sed nune1a3tior guara ello Unirte; vitae tante facto.
Ibid.
[16] H Ego fluetibue his rapior et volver. Ibid.
[17] Sed tamen in Ecclesiá necesse est anteferri mandatum Dei minibus rebus humanis. Melancht., Vit, Lutheri.
[18] Wer weiss ob mich Gott dazu berufen und erwellt hat, Fundamento de loe articules condenados en la. bula de Roma. L. Opp. (L.) XVII, p. 338.
[19] Ich aage nicht daos Ich sin Prophet aey. L. Opp. (L ) XVII, p. 338
[20] Uad solltens eitel /lindar in der Wiege seyn. L. Opp. (L.) XVII, p. 351.
[21] Warheit hat allezeit rumort. L. Opp. (L.) XVII, p. 240.
[22] Man son zuvor Christum in reine Wunden schen, und sus denselben reine Liebe gegen una. Ihíd. p. 351.
[23] 19 a 22, L. Opp. (L) XVII, p. 363.
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Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto CAPÍTULO XI.
Coronación de Carlos Quinto—El nuncio Aleandro—¿Serán quemados los libros de Lutero ?—Aleandro y el Emperador—Los nuncios y el Elector—El hijo del duque Juan habla por Lutero—Calma de Lutero—El Elector protege a Lutero—Respuesta de loe nuncios—Erasmo° en Colonia—Erasmo en casa del Elector—Declaración de Erasmo—Consejos de Erasmo—Sistema de Carlos Quinto.
LAS palabras poderosas del reformador penetraban en todos los ánimos, y les abrían las puertas de la libertad. La centella que se escapaba de cada una de ellas encen. día a la nación entera. Pero aun quedaba por resolver una gran cuestión: El príncipe, en cuyos Estados moraba Lutero, ¿favorecería la ejectución de la bula, ó se opondría a ella ? Párecía dudosa la respuesta. El elector se hallaba entonces, así como todos los príncipes del imperio, en Alala Chapelle. Allí se puso la corona de Carlo Magno sobre la cabeza del más [1] Oven, pero más poderoso monarca de la cristiandad. Se desplegó en esta ceremonia una pompa grandiosa y una magnificiencia inaudita. Carlos Quinto, Federico, los príncipes, los ministros y los embajadores pasaron en seguida a Colonia.
Reinando la peste en Aix-la-Chapelle, pareció ésta vaciarse en aquella antigua ciudad de las orillas del Rhin.
Entre la masa de extranjeros que se aglomeraban en esta ciudad, se hallaban los dos nuncios del papa, Marino Caraccioli y Jerónimo Aleandro. Caraccioli, que había ya desempeñado una misión cerca de Maximiliano, tenía encargo de cumplimentar al nuevo emperador, y de tratar con él acerca de asuntos políticos. Roma había comprendido que para esterminar completamente la reforma, era preciso enviar a Alemania un nuncio encargado especíal.
Mente de esta obra, y de un carácter, de una habilidad y de una actividad propias para conseguirlo. Aleandro fue el escogido l" éste hombre, que más tarde fue honrado con la púrpura de cardenal, era, según parece, oriundo de una familia bastante antigua, y no de padres hebreos, como se ha pretendido. El criminal Borgía le llamó a Roma para nombrarle secretario de su hijo, de aquel César ante cuya homicida espada temblaba toda Roma. [2] " Tal amo, tal criado," dice un historiador que compara así a Aleandro con Alejandro VI. Nos parece demasiado severo ese juicio.
Después de la muerte de Borgía, Aleandro se entregó al estudio con nuevo ardor. Sus conocimientos en griego, en hebreo, en caldeo, y en árabe, le merecieron la reputación de ser el hombre más sabio de su siglo. Se libraba con toda su alma a, cuanto emprendía. El celo con que estudíaba las lenguas, no cede en nada al que desplegó más tarde en perseguir la reforma. León X le ocupó en su servicio. Los historiadores protestantes hablan de su comportamiento epicúreo, y los historiadores romanos de la honestidad de su vida. Parece que era amante del lujo, del teatro y de las diversiones. "Aleandro vive en Venecía como bajo epicúreo, y en medio de las altas dignidades," dice su antiguo amigo Erasmo. Concuerdan unos y otros en reconocer 117
Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto que era vehemente, pronto en sus acciones, lleno de ardor, incansable, altivo y adicto al papa. Eck es el fogoso é intrépido campeon de la escuela ; Aleandro el orgulloso embajador de la arrogante corte de los pontífices. Parecía haber nacido para nuncio.
[3]
Roma lo había dispuesto todo para destruir al monge de Wittemberg. El deber de asistir a la coronación del emperador, como representan (e del papa, no era para Meandro más que una misión secundaria, apropósito para facilitarle su tarea por el prestigio que ella le daba. Pero él estaba esencialmente encargado de conducir a Carlos a estirpar las recientes herejías. [4] Al entregar el nuncio la bula al emperador, le dijo: El papa que ha sujetado a tantos y a tan elevados príncipes, sabrá sujetar también a tres gramáticos." Quería decir Lutero, Melanchton y Erasmo. Erasmo se hallaba presente en aquella audiencia.
Apénas habían llegado Aleandro y Caraccioli, cuando todo lo pusieron en movimiento, para que quemasen en todo el imperio los escritos heréticos de Lutero, y sobre todo en. Presencia. de los príncipes alemanes reunidos en la menciónada ciudad. Carlos Quinto había ya consentido en ello por sus Estados hereditarios. Era grande la agitación de los ánimos. "Tales medidas," dijeron a los ministros de Carlos y a los mismos nuncios, "lejos de cicatrizar la llaga, la harán más grande. I Pensais que la doctrina de Lutero se encierra toda en los libros que echais a las llamas? Ella está escrita donde nada podeis contra ella, en el corazón de la nación.[5] Si quereis emplear la fuerza, es preciso que sea la de infinitas espadas desenvainadas para inmolar a un pueblo inmenso. Algunos leños amontonados para reducir a cenizas algunas hojas de papel, no harán nada ; y semejantes armas ni convienen a la. dignidad del emperador, ni a la del pontífice." [6] El nuncio aprobaba aquellas hogueras : " Esas llamas," decía,
" son una sentencia de condenación escrita en caractéres gigantescos, que son inteligibles tanto a los que están cerca como a los que están lejos ; tanto a los sabios como a los ignorantes, y aun a los que no saben leer."
Mas en realidad, no eran papeles ni libros lo que deseaba el nuncio, era el mismo Lutero. "No son suficientes estas llamas," continuó él, "para purificar el aire pestífero de Alemania.* Si bien intimidan a los simples, no corrigen a los malos. Es menester un edicto del emperador contra la cabeza de Lutero."[7]
Aleandro no halló tan condescendiente al emperador, con respecto a la persona del reformador, como cuando se trataba de libros. [8]
Apénas hubo subido al trono, cuando dijo a Aleandro: " Yo no puedo, sin el parecer de mis consejeros y el consentimiento de los príncipes, descargar semejante golpe sobre una facción numerosa y protegida por tan poderosos defensores. Sepamos primeramente qué piensa de esto nuestro padre el elector de Sajónia; verémos después qué tendrémos que contestar al papa.": En vista de esto los nuncios van donde el elector, para ensayar sus artificios y el poder de su elocuencia.
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Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto El primer domingo de Noviembre, habiendo asistido Federico a la misa en el convento de los franciscanos, Caraccioli y Aleandro le pidieron audiencia, y Federico los recibió en presencia del obispo de Trento y de muchos de sus consejeros. Caraccioli presentó en seguida al elector el breve pontificio. Dotado de más dulzura que Aleandro, Caraccioli pensó poder ganarse al príncipe con sus lisonjas, y principió a ensalzarle a él y a. sus antepasados. "De vuestra cooperación," le dijo, " es de donde se espera la salvación de la iglesia y del imperio romanos. [9]
Pero el impetuoso Aleandro, deseando llegar desde luego a los hechos, se adelantó con precipitación 6 interrumpió groseramente a su colega, quien le cedió modestamente la palabra. [10] "A mí y a Eck," dijo, " es a quienes se ha confiado el negocio de Martín.
Contemplad los inmensos peligros en que este hombre sumerge la república cristiana.
Si no se trata de aplicar pronto remedio, está perdido el imperio. ¿Cómo se han perdido los griegos, si no es por haber abandonado al papa? Vos no podeis permanecer unido a Lutero sin separares de Jesucristo. Dos cosas os pido, en nombre de Su Santidad: la primera, que quemeis los escritos de Lutero; la segunda, que le castigueis con el suplicio que merezca, ó a lo menos, que le entregueis cautivo al papa. [11] El emperador y todos los príncipes del imperio se han declarado dispuestos a acceder a nuestros ruegos; vos solo tardais aun."
Federico respondió por medio del obispo de Trent°: "Este asunto es demasiado grave para decidirlo ahora. Nosotros os harémos saber nuestra decisión."
Era crítica la posición en que se hallaba Federico. ¿Qué partido tomará? Por un lado están el emperador, los príncipes del imperio y el sumo pontífice de la cristiandad, a cuya autoridad aun no pensaba sustraerse; por otro, un fraile, un mísero fraile ; pues es a él solo a, quien reclaman. El reinado de Carlos acaba de comenzar. ¿ Será por ventura Federico, el más antiguo, el más prudente de los príncipes de Alemania, quien siembre la desunión en el imperio ? Por otra parte, ¿ puede renunciar a esta piedad qué le ha conducido hasta el sepulcro de Cristo ? [12]
Otras voces se hicieron oir entánces: un joven príncipe, que ciñó más tarde la corona electoral, Juan Federico, hijo del duque Juan, nieto del elector, discípulo de Spalatín, de edad de diez y siete años, cuyo reinado fue marcado con grandes infortunios, había abrigado en su corazón un grande amor a la verdad, y estaba vivamente prendado de Lutero.*[13] Cuando le vió herido con los anatemas de Roma, abrazó su causa con el fervor de un novicio cristiano y joven príncipe. Escribió al doctor y a su tia, y solicitó noblemente de éste último que protegiese a Lutero contra sus enemigos. Por otro lado Spalatín, afligido a veces, Pontanus y otros consejeros que estaban en Colonia con el elector, hacían presente al príncipe que no debía abandonar al reformadont En medio de esta agitación general, un solo hombre permanecía tranquilo, y éste era Lutero. [14] Mientras se buscaba el modo de salvarle por la influencia de los grandes, el fraile, en su claustro de Wittemberg, pensaba que antes bien le tocaba a él salvar 119
Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto a los grandes del mundo. Lutero escribió a Spalatín: "Si el Evangelio fuese tal que necesitase los potentados del mundo para ser propagado y sustentado, Dios no lo hubiera confiado a pescadores. [15] No pertenece a los príncipes ni 6. los pontífices de este siglo el defender la palabra de Dios. Harto tienen que hacer para ponerse a cubierto de los juicios del Señor y de su Ungido. Si yo hablo, lo hago con el fin de que ellos lleguen al conocimiento de la palabra divina, y se salven por ella." [16]
No debía frustrarse la esperanza de Lutero. Aquella f é, que ocultaba un convento de Wittemberg, ejercia su poder en los palacios de Colonia. El corazón de Federico, vacilante quizás por un momento, se fortificaba de más en más. Estaba indignado de que el papa, apesar de sus reiteradas súplicas de que se averiguase el asunto en Alemania, lo hubiese juzgado en Roma a instancias de un enemigo personal del reformador ; y que en su ausencia, este adversario se hubiese atrevido a publicar en Sajónia una bula que amenazaba la existencia de la universidad y la paz de su pueblo.
Enfin, estaba convencido el elector de la injusticia que hacían a Lulero. Se horrorizaba ante la idea de entregar a un inocente en las manos crueles de sus enemigos.
La justicia antes que el papa.: he aquí el principio que adoptó, resuelto a no ceder a Roma. El 4 de Noviembre, Sus consejeros dijeron de su parte a los nuncios romanos, reunidos ea casa del elector, en presencia1 del obispo de Trento, que había visto con mucho desagrado que el doctor Eck se hubiese aprovechado de su ausencia para incluir en la condenación diversos personages de quienes no hacia mención la bula ; que era posible que durante su ausencia de Sajónia un inmenso número de sabios, de ignorantes, de eclesiásticos y de seglares se hubiesen unido y adherido a la causa y a la invitación de Lutero ;•[17] que ni su majestad imperial, ni otro ninguno le había mostrado que los escritos de Lutero hubiesen sido refutados, y que solo faltase echarlos al fuego ; y que él pedía que el doctor Lutero, provisto de un salvoconducto, pudiese comparecer ante unos jueces sabios, piadosos é imparciales.
Oida esta declaración, Aleandro, Caraccioli y los de su séquito se retiraron para deliberar.[18] Era la primera vez en que el elector hacia conocer públicamente sus intenciones con respecto al reformador. Los nuncios esperaban otra cosa de su parte.
Pensaron que persistiendo el elector en representar su papel de imparcialidad, atraerla sobre sí males cuya extensión no podía prever, y que no vacilaría en sacrificar al fraile. Este era el raciocinio de Roma. Pero debieron frustrarse sus maquinaciones contra una fuerza que no estaba en sus cálculos : el amor de la justicia y de la verdad.
Recibidos nuevamente ante los consejeros del elector, el impetuoso Aleandro dijo : "
Yo quisiera saber qué pensarla el elector, si uno de sus vasallos escogiese por juez al rey de Francia 6 a otro príncipe extranjero." Y viendo en fin que nada podía sacar de los consejeros, añadió: " Nosotros ejecutarémos la bula, y perseguirémos y quemarémos los escritos de Lutero. Tocante a, su persona," prosiguió, aparentando 120
Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto una indiferencia desdeñosa, " no se le da nada al papa de no poder teñir sus manos en la sangre de ese miserable."
Habiendo Llegado a Wittemberg la noticia de la respuesta que el elector habla dado a los nuncios, se llenaron de gozo los amigos de Lutero. Melanchton y Amsdorff se entregaron a las más lisonjeras esperanzas. “La nobleza alemana," dijo Melanchton,
"seguirá el ejemplo de este príncipe, como lo hace en todo, como a su Nestor. [19]Si Hornero llamaba a su héroe, la muralla de los griegos, ¿porque no llamaríamos a Federico la muralla de los germanos?”
El oráculo de las cortes, la antorcha de las escuelas, la luz del mundo, Erasmo, se encontraba ent6nces en Colonia. Varios príncipes le hablan llamado para. consultarle.
Erasmo fue el jefe del justomedio en. la época de la reforma ; a lo menos él se imaginó serlo ; pero equivocadamente : pues cuando la verdad y el error se hallan de manifiesto, la justicia no está en medio. Erasmo era el caudillo de aquel partido filosófico de la universidad, que desde siglos atras habla pretendido corregir a Roma sin poder conseguirlo jamás. Era el representante de la ciencia humana; pero esta ciencia era demasiado débil para derribar la altura del papado. Se necesitaba aquella sabiduriá de Dios, que los hombres amenudo llaman locura, pero a cuya voz se allanan los montes.
Brumo no quepa ni echarse en los brazos de Lutero, ni sentarse a los pies del papa.
Vaciló, y a veces titubeó, entre aquellos dos poderes; unas veces inclinado hacia Lutero, retrocedía súbitamente hacia el papa. Se pronunció por Lutero en una carta dirigida al arzobispo de Maguncia. Parece extinguirse la última centella de piedad cristiana," dijo al arzobispo Alberto, " y esto es lo que ha movido el ánimo de Lutero; quien ni ambicióna los honores, ni codicia el dinero." Mas esta carta que el imprudente Uiric de Hutten había publicado, atrajo tantos disgustos a Erasmo, que se resolvió a obrar con más cautela en lo sucesivo. Por otra parte le acusaban de complicidad con Lutero, y éste le ofendía con discursos indiscretos. “Casi toda la gente honrada está por Lutero," [20] dijo ; "pero veo que nos encaminamos hacia una revuelta. Yo no quisiera que unieran jamás mi nombre al suyo. Esto me causa perjuicio sin serle útil."[21] "Está bueno," respondió Lutero; "pues que esto os mortifica, os prometo no hacer nunca más mención ni de vos, ni de ninguno de vuestros amigos." Tal era el hombre a quien se dirigían los enemigos y amigos del reformador. [22]
Comprendiendo el elector que la opinión de un hombre tan respetado como Erasmo, sería de una gran autoridad, convidó al ilustre holandes a que le hiciese una visita.
Erasmo satisfizo el deseo del elector el 3 de Diciembre. Los amigos de Lutero no consideraron este paso sin ciertos recelos. [23]
El elector estaba ante la estufa con Spalatín a su lado, cuando fue introducido Erasmo.
"¿Qué pensais vos de Lutero?" le preguntó en seguida Federico. Sorprendido el 121
Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto prudente Erasmo de una cuestión tan directa, buscó algún efugio. Torcia la boca, se mordía los labios y nada decía. Entónces el elector le miró de hito en hito, dice Spalatín, como lo acostumbraba siempre que hablaba con alguno de quien quería una respuesta positiva.*[24] No sabiendo Erasmo cómo salir del apuro, dijo finalmente con un tono medio chistoso: "Lutero ha cometido dos graves pecados; pues ha atacado la corona del papa, y la barriga de los frailes." [25] Sonrióse el elector; más hizo comprender a su interlocutor que hablaba con seriedad. Saliendo entonces Erasmo de .su reserva, dijo: "El orígen de toda esta querella es el odio de los frailes hacia las letras, y el miedo que tienen de ver acabada su tiranía. ¿ Qué lían puesto en obra contra Linero ? clamores, maquinaciones, enojos y libelos. Cuanto más virtuoso es un hombre, y adicto al Evangelio, tanto menos opuesto está a Lutero. [26] La rigidez de la "bula ha ofendido a toda la gente de probidad, y nadie ha visto en ella la dulzura de un vicario de Jesucristo.[27] De tantas universidades, dos solamente han condenado a Lutero ; y aun éstas le han condenado y no convencido. Que no Be alucinen: el peligro es más grande de lo que algunos se creen. Cosas difíciles y arduas están a la puerta.II Principiar el reinado de Carlos con un acto tan odioso como el encarcelamiento de Lutero, sería .un triste presagio. El mundo tiene sed de la verdad evangélica; [28] no ie opongamos una resistencia culpable. Que se haga cesaminar el asunto por hombres graves y de sano juicio; esto es lo más conveniente aun para la misma dignidad del papa."
Así habló Erasmo al elector. Semejante franqueza admirará tal vez; pero Erasmo sabía con quien hablaba. Spalatín se alegraba de ello. Este salió con Erasmo, y le acompañó hasta casa del conde de Nuenar, preboste de Colonia, donde moraba el ilustre sabio. Entrado Erasmo, en su habitación, poseido de un esceso de franqueza, tomó la pluma é hizo el análisis de cuanto haba, dicho al elector:, y entregó el escrito a Spalatín ; más presto avasalló al tímido Erasmo el miedo, de Aleandro ; le abandonó el valor que le había infundido la presencia del elector y de su capellan, y suplicó a Spalatín le devolviese su escrito demasiado atrevido, receloso de que no llegue a manos del terrible nuncio. Mas ya era tarde.
Sintiéndose más animado el elector con la opinión de Erasmo, habló de un modo más decidido al emperador. El mismo Erasmo se esforzó en las tertulias vespertinas,t como en otro tiempo las de Nicodemus, en persuadir a los consejeros de Carlos que era preciso confiar todo el asunto a jueces imparciales. Tal vez esperaba ser nombrado él mismo, árbitro err aquella causa que amenazaba dividir el mundo cristiano. Su vanidad se hubiera lisonjeado con semejante papel. Pero al mismo tiempo, para no perder a Roma, escribió a León X unas cartas llenas de sumisión ; y León le contestó con benevolencia, lo que puso en tortura al pobre Aleandro.[29] Este hubiera de buena gana, por su amor al papa, reprendídole vivamente, pues Erasmo comunicaba estas cartas del pontífice, y ellas afianzaban más su crédito. El nuncio se quejó de ello a 122
Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto Roma. "Aparentad," le escribieron, "no notar la malignidad de este hombre; la prudencia lo ordena ; ea menester dejar una puerta abierta al arrepentimiento." [30]
El mismo Carlos Quinto abrazó un sistema de "estira y afloja," que consistía en agasajar al papa y al elector, y manifestarse inclinado alternativamente ya hacia uno, ya hacia otro, según lo requerían las circunstancias. Uno de sus ministros, que él había mandado a Roma por ciertos asuntos de España, llegó justamente allí mientras que el doctor proseguía con gran ruido la condenación de Lutero. El astuto embajador reconoció al punto las ventajas que su amo podía sacar del fraile sajón, y escribió el 12 de Mayo de 1520 al emperador que se hallaba aun en España, diciéndole : "Vuestra Majestad debe ir a Alemania y hacer algún servicio a un tal Martin Lutero, que reside en la corte de Sajónia : sus predicaciones causan muchas inquietudes U. la corte de Roma."[31] He aquí cuál fue desde el principio el punto de mira de Carlos. No era cuestión suya saber de qué parte se hallaba la verdad y el error ; ó la de conocer lo que exigían los grandes intereses de la nación alemana. ¿ Qué pide la política, y qué es lo que se debe hacer para inducir al papa a sostener al emperador ? .Ahí estaba toda la cuestión ; y Roma no lo ignoraba. Los ministros de Carlos indicaron a Aleandro el plan que su amo se proponía seguir. [32]
"El emperador," dijeron, " se comportará con el papa, como el papa con el emperador ; pues a él no le interesa aumentar el poder de sus rivales, y en particular el del rey de Francia.": Al oir estas palabras, el impe tuoso nuncio desahogó su indignación. "Cómo !
respondió," aun cuando el papa abandonase al emperador, ¿ aciso debe éste abandonar la religion ? Si Carlos quiere vengarse así .. que tiemble ! Esta vileza se tornará contra él mismo. Mas las amenazas del nuncio no conmovieron a los diplomáticos imperiales.
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FOOTNOTES
[1 Studiurn flagrantissitourn religionís, ardor indolis incre dibile quanti solertii. Pallav., I, p. 84.
[2] Capen°, embajador de Venecía en Roma en 1500, dice de él : Tutta Roma trama di
&so ducha. non laza amazzar. Relatión Mas" Archives d4 Vienne, extraite par Ranke.
[3] Er wird tibel als ein gebohrner Judo und schándlicher Epicurer heschrieben.
Seckend•, p. 288. Integritaa vitae qui prtenoncebatur. Pallav., p. 83.
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[4] Cui tota sollicitudo inniteretur naseentia hieresla evellendre. Cardenal Pallav., 1, p. 83.
[5] Altiúsque inseulptam in mentibus universal ferá Gerinanbe. Ib. p. 88.
[6] in vi innumera.bilum gladiorum, qui infinitum populum trucidarent. bid.
[7] Non satis ad expurgandum aerem Germanía) jatas tabifIctun. Pallavícini, I, p. 89.
[8] Cresaría edictum in eaput. Lutherí. Ibid.
[9] Audíamus anteá bite in re patrem nostrum Frederieurn. L.Opp. lat. II, p.,117.
[10] Cui ita loquenti de improviso seee addit Aleander. L. Opp. lat. II, p. 117.
[11] Non posee cum Luthero conjungi, quin sejungeretur a Christo. Pallavicini, I, p.
86.
[12] Ut de eo supplicium sumeret, val captum pontifici transmitteret. L. Opp lat. II, p. 117. •
[13] Sonderliche Gtmst und Gnade zu mir unwürdiglich, und den groasen Willen und Last zu der heiligen góttlichen Wahrheit. L.
[14] Epp. 1, p. 548, a Juan Federico, el 30 de Octubre de 1520.
[15] Assiduo %len° ministrorum, illi jugiter suadentiuru ne Lutheruin desereret.
Pallavicini, 1, p. 88.
[16] E VISIDgefiliM si tale easet, quod potentatibus mundi aut propagaretur aut servaretur, non illud piacatoribus Dem demandásset. L. Epp. I, p. 521.
[17] lit ingens vis populi, doctoran et rudium, SiLcrortira el profanoruna, mese conjunxerint. L. Opp. lat. J1, p. 116.
[18] Quo audito, Marinus et Aleander seorsirn aun subo loenti sunt. Ibid. p. 117.
[19] Hornada appelatióne murum Germanio. Corp. Ref. II p. 272.
[20] Et futurum erat, ut Undem prorsiis ertingueretur illa aciniilla ehriatianre pietatis; hteo moverunt »minium Lutheri, qui neo honores ambit, nee pecunia" eupit.
Eras. Epp. Londini, 1642, p.586,
[21] Favent verá ferrne boni omnes. Corp. Ref. I, p. 205.
[22] Er wil von mir ungenennt seyn. L. Epp. I, p. 525. Nasas ea res me grikvat, et Lutherum non aublevat. Corp. Ref. I, 206.
[23] Da sperret auch wahrlich mein gniidister Herr seise Augen nur wohl auf.
Spalatín, Hist M. S. in Seckend., p. 291.
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Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto
[24] Lutherus peccavit in duobus, nempl quod tetigít coronan pontificio et ventres monachorum.
[25] Curn optirnus quisque et evangelices doctrinas proximus dicatur minirné offensus Luthero. Axiornata Erasmi in L. Opp. lat. II, p. 115.
[26] Bullre BEBvitia probos orrin.es offendit, ut indigna mitissimo Christi vicario.
lbid.
[27] 11 Urgent ardua negotia. Ibid.
[28] 4rmundus sitit veritatem evangelicam. Asdomata Eraami la L. Opp. lat. II, p.
115.
[29] Sollicitatis per nocturnos congresstia. PalIav., 1, p. 87. Quo" melé torqnebant Aleandrum.
[30] Prudentis erat consilii, horninis pravitatem disimulare. Pallav., p. 88
[31] Dépéches de Manuel Llorente, I. p. 398.
[32] Cfflearern ita se gesturum erga Pontiftoem, uti se Pontifez ergs Camarera gereret. Pallav., 1, p. 91.
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Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto CAPÍTULO XII.
Lutero sobre la confesion—La verdadera absolución—El Anticristo—Se unen a Lutero—Sátiras—Ulric de Hutten—Lúcas Cranach—El carnaval en Wittemberg—
Staupitz acobardado—Trabajos de Lutero—Humildad de Lutero—Progreso de la reforma.
SI los legados de Roma no tuvieron buen écsito con los poderosos del mundo, los agentes subalternos del papado consiguieron introducir la disensión entre la gente baja. La milicia romana había oido la voz de mando de su jefe. Los más fanáticos sacerdotes se servían de la bula para atemorizar las conciencias; y los más honrados eclesiásticos, pero poco ilustrados, consideraban como deber sagrado el obrar según las instrucciones del papa. En el confesonario era donde Lutero había comenzado la lucha contra Roma, [1] y en el confesonario fuó en donde Roma armó la guerra contra los partidarios del reformador. Si bien burlada la bula ante la nación, llegó a ser poderosa en aquellos tribunales solitarios. "¿Habeis leido los escritos de Lutero?"
preguntaban los confesores; "¿ poseeis alguno ? ¿Los considerais como buenos ó como heréticos?" Y si el penitente titubeaba en pronunciar uk anatema, ya no le absolvía el confesor. Muchas conciencias quedaban turbadas; y una grande .gitación reinaba entre los fieles. Esta hábil maniobra va 6, someter al yugo papal unas poblaciones ganadas ya al Evangelio. Roma se felicitaba de haber levantado, en el siglo décimotercio, este tribunal destinado a sujetar a. los pies del confesor la libre conciencia del cristiano.f [2] Mientras permanezea en pié, subsistirá gun su reinado.
Lutero íué informado de todo esto ; ¿Qué hará, viéndose solo, para deshacer esta maniobra ? La palabra, una palabra pronunciada abiertamente y con resolución, he aquí su arma. La palabra irá a buscar las almas angustiadas y alarmadas, y las fortificará. Es menester dar un impulso poderoso, y para ello se hizo oir la voz de Lutero. Se dirigió a los penitentes con ánimo varonil, y con un noble desden de todas las consideraciones secundarias. “Cuando os pregunten si aprobais 6 no mis libros,"
les decía, "respondedles: padre, vos sois un confesor, y no un inquisidor 6 un fiscal.
Mi deber es el de confesar lo que mi conciencia me acusa; el vuestro no es el de inda.
gar y descubrir los secretos de mi corazón. Dadme la absolución y argüid después con Lutero, con el papa, y con el que vos querrais: pero no eonvirtais el sacramento de la penitencia en una disputa y en un combate. Y si el confesor no quisiese ceder, no me cuidaría de su absolución," dice Lutero.
“Permaneced sin inquietud; si el hombre no os absuelve, Dios os absolverá; regocijaos al hallaros absueltos por el mismo Dios, y presentaos sin temor al sacramento del altar. El confesor tendrá que rendir cuenta el día del juicio final, de la absolución que os haya negado. Ellos pueden privaron del sacramento, pero jamás de la gracia y eficacia que Dios ha puesto en él. Dios no hace depender nuestra salvación de la voluntad nj del poder del confesor, sino de nuestra fé. Dejad a un lado sacramento, 126
Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto altar, párroco é iglesia ; la palabra de Dios, condenada en la bula, vale más que todas estas cosas. El alma puede pasarse del sacramento; pero no de la palabra. Cristo, el obispo verdadero, se encarga de nutriros espiritualmente."[3]
Así penetraba. la voz de Lutero en las familias y en las conciencias alarmadas, para comunicarles el espíritu y la fé. Mas no era bastante para él el defenderse ; sen tia el deber de acometer y descargar golpe sobre golpe. Un teólogo romano, Ambrosio Catharin, escribió ecktra Lutero, y éste dijo: " Yo le quitaré la bilis a esta bestia italiana;" y cumplió su palabra. En su respuesta, Lutero probó por las revelaciones de Daniel y de San Juan, por las epístolas de San Pedro, de San Pablo y de San Júdas, que el reino del Anticristo, predicho y explicado en la Biblia, era el papado. "Yo sé de cierto," dice al concluir, "que Jesucristo nuestro Sefior vive y reina. Seguro de esto, no temo ni a miles de papas. Que Dios os visite finalmente según su infinito poder, y haga lucir el día del advenimiento glorioso de su Hijo, en el cual destruirá al inícuo.
Y que todo el pueblo diga: Amen!" [4]
Y todo el pueblo decía: Amen. Un santo temor se apoderaba de las almas. Era el Anticristo a quien veían sentado sobre el trono pontifical. Esta nueva idea, que recibia una gran fuerza de las descripciones de los profetas, desenvuelta por Lutero ante su siglo, descargó sobre Roma el golpe más terrible. La fe en la palabra divina reem) lazaba la que la iglesia habla conservado hasta entonces; y el poder del papa, que por tiempo había sido el objeto de la adoración del pueblo, se trocó en el de su indignación y de su terror. [5]
La Alemania respondía a la bula del papa aplaudiendo altamente a. Lutero. Apesar de que la peste tenía sitiada la ciudad de Wittemberg, sin embargo se vejan llegar díariamente nuevos estudiantes, de modo que eran de quinientos a seiscientos los discípulos que ocupaban habitualmente las salas académicas, a los piés de Lutero y de Melancinan. La iglesia parroquial y la del convento eran demasiado pequeñas para contener el numeroso auditorio, hambriento de las predicaciones del reformador. [6]
El superior de los Agustinos se pasmaba al contemplar tan henchidos de gente aquellos dos templos.[7] Aquella fer• veseencia espiritual no estaba encerrada dentro de las murallas de Wittemberg ; se esparcía también por toda la Alemania : príncipes, señores y sabios escribían de todas partes a Lutero cartas llenas de consuelo y de fé.
El doctor mostró más de treinta al capellan.f [8]
El margrave de Brandenbourg llegó un día a Wittemberg con otros muchos príncipes para visitar a Lutero, y éste dijo : Ellos quisieron ver al hombre."[9] En efecto, todos querían ver al hombre cuya palabra conmovia a los pueblos y hacia temblar en su trono al pontífice de Occidente.
El entusiasmo de los amigos de Lutero se aumentaba de día en día. "Oh ! locura jamás oida de Emser," exclamaba Melanchton, "que haya querido medirse con nuestro Hércules, desconociendo el dedo de Dios en las acciones.de Lutero,[10] como el rey de 127
Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto los Egipcios lo desconoció en las de Moises." El dulce Melanchton hallaba palabras eficaces para excitar a los que le parecía retrocedían en sus pasos ó permaitecían inmóviles. "Por la verdad es por lo que se ha levantado Lutero," escribía aquel a Juan Hess, " y con todo tú guardas el silencio!! El respira y prospera aun, aunque se enfurezca y estremezca eLeón. Ten presente que es imposible que la impiedad romana dé su aprobación al Evangelio.[11] ¿Cómo podían faltar en ese siglo desdichado los Júdas, los Caifas, los Pilatos y los Heródes ? Armate, pues, con el poder de la palabra de Dios contra tales enemigos.
Todos los escritos de Lutero y en particular el de la teología alemana, eran acogidos con ansia. Se formaban sociedades de lectura, cuyos miembros se comunicaban estas obras. Unos amigos del escritor las reimprimieron y diseminaron por medio de ven4pdores ambulantes, recomendando su lectura desde los púlpitos. Deseaban una iglesia alemana, y querían que en lo sucesivo nadie fuese promovido a la dignidad sacerdotal, sin que pudiese celebrar y predicar en aleman; como también que los obispos germánicos se opusiesen en todo lugar al poder papal.
Aun había más: circulaban por las provincias del imperio unas sátiras mordaces dirigidas contra los principales ultramontanos. La oposición reunia todas sus fuerzas al rededor de esta nueva doctrina que le daba precisamente lo que le faltaba, justificándola ante la religion. Los más de los jurisconsultos se alistaban en la reforma, cansados del impío proceder del tribunal eclesiástico; y particularmente los human¡stas eran los que abrazaban con más ardor este partido. Ulric de Hutten era incansable: escribía a Lutero, a los legados, y a los hombres más considerados de la Alemania. " Yo te lo digo y te lo vuelvo a decir, oh Marinus!" decía Hutten al legado Caraccioli en una de sus publicaciones: "las tinieblas con las cuales vosotros nos habíais cegado los ojos han desaparecido; el Evangelio se predica, y la verdad se anuncia; las necedades de Roma son desprecíadas; vuestros mandamientoB se borran y principia a regir la libertad."•[12]
No contentándose Hutten con la prosa se valla también de la poesía. Publicó sus
"Clamores sobre el incendio de Lutero,"f é invocando a Jesucristo le suplicaba se QUO tu oculos, pie Christe, tuos, frontisque severa
Tende supercilium, teque esse ostende neganti.
Qui te contemnunt igitur, mediumque tonainti
Ostendunt digitum, tandem iis te ostende potentem.
dignase consumir con sus centellantes ojos a los que desconocían su poder. Dejando a un lado el latín se puso a escribir en aleman. "Hasta el presente," decía, "he escrito en latín, lengua que no todos pueden comprender; más ahora me dirijo a la patria!"
Sus versos alemanes abrían y hacían leer al pueblo el vergonzoso y voluminoso 128
Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto registro de los pecados de 11, corte de Roma. No eran meras palabras las armas del impaciente Hutten; quería que su espada interviniese también en la lucha; pensando que con las cuchillas y alabardas de tantos valientes guerreros, de loe cuales se ensoberbecía la Alemania, se cumpliría la venganza de Dios. Lutero se opuso a estos insensatos proyectos, escribiendo al mismo Hutten: "Yo no quiero que se combata por el Evangelio con la violencia y la carnicería." [13]
El célebre pintor Lúcas Cranach publicó, bajo el título de " La pasión. de Cristo y la del Anticristo," unas láminas que por un lado representaban la gloria y la magnificencia del papa, y por el otro la humillación y los padecimientos del Redentor.[14] Las inscripciones fueron compuestas por Lutero. Estas láminas pintadas muy a lo vivo, causaron un efecto inaudito. El pueblo se desprendía de una iglesia que en todo parecía oponerse al espíritu de su fundador. "Esta obra," dijo Lutero, "es propia para los legos." [15]
Muchos eran los que hacían uso contra el papado de armas poco análogas con la santidad de la.vida cristiana. Emser respondió al escrito de Lutero intitulado: Te videat ferus ille Leo, te tota malorum
Sentiat inluvies, seelerataque Roma treiniscat;
Ultorem seelerum diecant ta vivere salten,
Qui regnare negant.
"Al macho cabrio de Leipsig," con otro intitulado : "Al toro de Wittemberg." No estaba mal aplicado el nombre ; sin embargo en Magdebourg colgaron el libro de Emser en la horca, con la siguiente inseripeion : "Este libro merece ocupar semejante lugar ;" y colocaron a su lado un látigo, para indicar el castigo que merecía su autor.* En Dceblin escribieron al pié de la bula del papa, burlándose de la ineficacia de sus anatemas : "El nido está aquí ; más los pájaros se volaron."[16]
Aprovechando los estudiantes de Wittemberg los díaa de carnaval, disfrazaron a uno de ellos con un traje parecido al del papa, y le pasearon con pompa por las calles de la ciudad ; pero de un modo demasiado burlesco, dice Lutero.[17] Habiendo llegado a la plaza mayor, se acercaron al rio, y fingiendo algunos un ataque de sorpresa, aparentaron querer arrojar en el agua al papa. Mas el pontífi/e, deseando poco aquel bario, echó a correr : sus cardenales, sus obispos y sus familiares hicieron lo mismo, dispersándose por todos los ámbitos de la ciudad, perseguidos por los estudiantes. No había rincon en Wittemberg donde no se escondiese algún dignitario romano de las risadas y gritería del populacho amotinado.f [18]" El enemigo de Cristo, que se mofa de los reyes y del mismo Cristo, merece muy bien que se le burle," dice Lutero. Este es un error, a nuestro entender ; es demasiado hermosa la verdad para hundirla en el lodo. Ella debe lidíar sin el apoyo de canciones, caricaturas y disfraces de carnaval.
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Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto Sus victorias serían quizás menos visibles sin estas demostraciones populares ; pero serían más puras, y por consiguiente más permanentes. Sea como fuere, la conducta imprudente y apasiónada de la corte de Roma había excitado una aversión universal ; y aquella bula con que el papado creía sofocarlo todo, fue precisamente la que hizo estallar la revuelta en todas partes. [19]
No obstante, no era todo embriaguez y triunfo para el reformador. Tras este carro triunfante en que le lleva su pueblo embelesado y lleno de admiración, le seguirá tambien el esclavo encargado de recordarle su misería. Algunos de sus amigos estaban dispuestos a retroceder. Staupitz, a quien él llamaba su padre, parecía atemorizado. El papa le había acusado, y Staupitz manifestó estar dispuesto a someterse al juicio de su Santidad. " Yo temo," le dijo Lutero, "que admitiendo al papa por juez, manifestéis desecharme a mí y a la doctrina que he sostenido. Si Cristo os ama, os obligará a que retracteis vuestra carta. Cristo es anatematizado, desnudado, escarnecido y blasfemado ; no es tiempo ahora de temer, sino de levantar la voz.* [20]
Por esto, mientras vos me exhortais a la humildad, yo os exhorto a la altivez ; pues vos teneis demasiada mansedumbre, así como yo demasiado orgullo. Me llamarán orgulloso, avaro, adúltero, homicida, antipapista, reo de todos los crímenes. No importa! mientras no se me pueda reprochar de haber guardado un silencio impío en el momento en que el Señor deoia con dolor : Miraba hacia mi diestra, y no había quien me conociese. Salmo 142 : 4. La palabra de Jesucristo no es una palabra de paz, sino de espada. Si no quereis seguirle, yo iré y venceré solo."[21]
De este modo abarcaba Lutero todo el campo de batalla, como un general de ejército: y al mismo tiempo que su voz conducia nuevos soldados a la lid, descubria cuales de los suyos eran cobardes, y les hacia entrar en la línea del deber. En todas partes se hacían oir sus exhortaciones, sucediéndose rápidamente sus cartas.
Tres imprentas estaban ocupadas continuamente en multiplicar sus escritos.[22] Sus palabras circulaban entre el pueblo ; animaban en los confesiónarios a. las conciencias pusilánimes, fortalecían en los conventos a las almas próximas a sucumbir, sostenían los derechos de la verdad en los palacios de los príncipes.
“En medio de la borrasca que me acomete," escribía al elector, " yo esperaba hallar siempre la paz. Mas ahora veo que esto no era sino un pensamiento de hombre. De día en día se levanta la onda, y ya me inunda el oceano. Descarga con furia la tempestad sobre mil. Con una mano tengo el arma de la guerra, y con la otra levanto los muros de Sion." [23] Se han roto sus antiguos lazos, y la mano que lanzó los anatemas de excomunión fue la que los rompió. “Excomulgado por la bula," dice Lutero, " ya no estoy sujeto al papa y a las leyes monásticas. Admito con alegría esta libertad, sin quitarme, no obstante, el hábito de la &den ni salir del convento." [24]
Con todo, en medio de toda esta agitación, no pierde de vista los peligros a que esta lucha expone su alma. Siente la necesidad de velar sobre sí mismo. " Tú haces bien 130
Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto en orar por mí," escribía a Pelicano, que residía en Basilea. " Yo no puedo dedicarme bastante a, estos santos ejercicios ; la vida es una carga pesada para mí. [25]Haces bien en exhortarme a la modestia : reconozco que la necesito ; pero yo no soy dueño de mí mismo. Ignoro qué espíritu me domina ; no deseo anal a nadie ;II más tampoco me resguardo como debiera de las seducciones de Satanás, siempre que mis enemigos me incitan con furia. Ruega pues por mi"." [26]
Así seguían el destino que Dios les había asignado, el reformador y la reformación.
La conmoción se comunicaba; los hombres que parecían deber ser los más fieles a la gerarquía, comenzaban a desmayar. Eck dice con bastante ingenuidad: "Aun aquellos que el papa ha dotado con las mejores prebendas y con los más ricos canonicatos, permanecen mudos comó peces. Muchos de entre ellos exaltan aun a Lutero como un hombre lleno del Espíritu de Dios, y designan a los defensores del papa con los nombres de sofistas y de aduladores. [27]
Aunque la iglesia permanezca fuerte en la apariencia, sostenida por los tesoros, los soberanos y las armas del mundo, ella es débil en realidad, enflaquecida, sin amor de Dios, sin vida cristiana, y sin entusiasmo por la verdad: se halla a la faz de unos hombres sencillos pero valientes, y convencidos de que Dios está con los que pelean por su causa,lo cual no les permite dudar de la victoria. En todo tiempo se ha visto cuan sutil es unaidea para introducirse en las masas, para sublevar las naciones, y arrastrar a miles de hombres al campo de batalla, y a, la misma muerte, si preciso es.
Pero si una idea humana tiene tanta eficacia, ¿ cuál será la de una idea bajada del cielo, cuando Dios le abre la puerta de los corazónes ? El mundo no ha presenciado muphas veces semejante poder ; lo viá no obstante en los primeros días del cristianismo ; en los de la reformación, y lo verá en tiempos venideros. [28]
Unos hombres que hollaban bajo sus plantas las riquezas y pompas del mundo, que se resignaban a una vida pobre y laboriosa, principiaban a moverse por lo que hay de más santo sobre la tierra, la doctrina de la fe y de la gracia. Todos los elementos religiosos fermentaban en la sociedad conmovida; y el fuego del entusiasmo abrasaba a las almas y las hacia entrar valerosamente en aquella nueva senda, en aquella época de regeneración que se abria con tanta grandeza, y en que la Providencia precipitaba a los pueblos.
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FOOTNOTES
[1] Véase en el tomo primero la. pagina 272.
[2] En 1215, por el cuarto concilio de Latran, bajo Inocencio III.
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Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto
[3] Und wird dich der rschte Bileboff Chriatux seiber speiseu. L. Opp• LXVII, p. 585.
[4] Italiete bestial bilem rnovebo. L. Epp. I, p. 570.
[5] Osteirdat illum diem adventue glories Fui sui, quo destruatur iniquus iste. L. Opp.
lat. II, p. 162.
[6] Por. Rrun. Ve?. Ti.9
[7] Es móchte noch gar die Kirche und Capelle um der /Tengo willen einfallen.
Spalatín in Seckend., p. 295.
[8] Mehr sis 30 Briefe von Fürsten.
[9] Videre enim hominern voluerunt. L. Epp. I, p. 544, 16 de Enero de 1521.
[10] Dei digitum esse, qure a Martino fiant. Corp. Reform. I, p. 282.
[11] Non posee Evangehurn romana3 impietati probarí. Corp. Ref. p. 280.
[12] Ablata illa est a vobis induots ohm nostris oculis caligo; praedicatar Evangehum.
Spes est libertatís. Ulrich ab Hutten Eques Mar Carac. L. Opp. lat. II, p. 176.
[13] In incendium Lutheranum Exclamatio. I.. Opp, lat. II, p. 176.
[14] Nollem vi et otede pro Evangelio oertari; ita scripsi ad hominem. L. Epp. I, p. 543.
[15] Bonus est pro laicis libar. Ibid. p. 571. Vale la pena de reimprimir este libro; yo lo hallé en la biblioteca de Zurich.
[16] a In público infamias loco affaus. L. Epp. I, p. 580.
[17] Das Nest ist hie, die Vhgel sind ausgeflogen. Ibid., p. 570.
[18] Nimia ludicré papam personatum circtunvenerunt sublimem et pompaticum.
Ibid., p. 501.
[19] Fugitivum cum cardinalibus, episcopia, farniliisque suis, in diversas partes oppidi disperserunt et inse,culi sunt. Ibid. Febrero 17 de 1521.
[20] Non enirn hic tempus timendi, sed elarnandi. L. Epp. 1, p. 557.
[21] f Quod si tu non vis sequi, sine me ire et rapi.
[22] Cum tris prela solue ego occupare cogar. L. Epp. I, p. 558.
[23] Videne rem turnultuosissimo tumultu tumultuantem. Ibid p. 546.
[24] Una manu gladium apprehendens, et altera murum sedificaturus. Ibid. p. 565.
[25] Ab ordinis et papes legibus solutus . quod gaudeo et am pLector. Ibid. p. 558.
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Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto
[26] 11 Compos mei non sum, rapior neseio quo opirítu, cum nernini mc melé velle consejos sim. Ibid. p. 555.
[27] Reynald. Epist.
[28] Eckii ad cardenal Contarenum.
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Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto LIBRO SÉPTIMO. LA DIETA DE WORMS—DE ENERO A MAYO DE 1521.
CAPÍTULO I.
Victorias de la palabra de Dios—La Dieta de Worms—Dificultades—Carlos pide a Lutero—El Elector a Cárlos Quinto—Estado de los ánimos—Pavor de Aleandro—E1
Elector parte sin Lutero—Aleandro despierta a Roma—Excomunicación del papa y comunión de Cristo—Fulminador de la bula—Los motivos de Lutero en la reforma.
COMENIZADA la reformación en una de las celdas de un convento de los de Erfurt, debida a los combates de una alma piadosa, no dejó de extenderse. Un hombre desconocido, que llevaba en sus manos la palabra de vida ante la grandeza del mundo, se mantuvo firme donde ella tembló. En primer lugar opuso esta palabra a Tezel y a su numeroso ejército, y estos traficantes codiciosos se retiraron a pocos momentos de resistencia : luego al legado de Roma en Augsbourg ; y confuso éste, dejó escapar su presa : más tarde a los campeones de la ciencia en las salas de Leipzig ; donde los teólogos asombrados vieron romperse en sus manos las armas silogísticas : enfin, la opuso al papa, cuando turbado el pontífice en su sueño, se levantó sobre su trono para anatematizar al importuno fraile ; y esta palabra había paralizado todo el poder del jefe de la cristiandad. Le quedaba aun una última lucha que sostener, pues debía triunfar del emperador de Occidente, de los reyes y príncipes de la tierra ; y una vez victoriosa de todos los potentados del mundo, debía levantarse en la iglesia y reinar allí como la misma palabra de Dios.
Toda la nación estaba agitada : príncipes, nobles, caballeros, ciudadanos, eclesiásticos y seglares ; los pueblos y ciudades, todo estaba en conmoción. Una revolución religiosa, pero terrible, cuyo primer caudillo era Dios, y que estaba en la vida del pueblo, amenazaba destronar al jefe de la gerarquía romana, por tanto tiempo venerado. Una nueva generaeion, dotada de un espíritu grave, profundo» activo y enérgico, henchía las universidades, las cortes, las ciudades, los palacios y a veces los mismos claustros.
El presentimiento de que se aproximaba un gran cambio religioso en la sociedad, llenaba de un santo entusiasmo todos los ánimos. ¿ En qué estado se debió hallar el emperador en aquel movimiento del siglo ? ¿ hasta dónde debía llegar el temible impulso por el cual se sentían unánimemente impelidos todos?
Una dieta solemne iba a abrirse, y era la primera asamblea del imperio que debía presidir el joven Carlos. Nuremberg, donde debía celebrarse en virtud de la bula. de oro, estaba desolada por la peste ; así es que fue convocada en Worms para el 6 de Enero de 1521. [1] Nunca se habían visto tantos príncipes en la dieta ; todos quisieron asistir a aquel primer acto del reinado del joven emperador, y cada uno se complacía en ostentar su grandeza. El joven landgrave Felipe de Hesse, entre otros, llegó a mediados de Enero, con seiscientos caballeros, entre los cuales se contaban varios hombres célebres por sus hazañas. Este figuró más tarde en la reformación.
134
Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto Sin embargo, otro motivo más poderoso conducia a los electores, duques, arzobispos, margraves, condes, obispos, barones y señores del imperio, como también a los diputados de los pueblos, y a loa embajadores de los reyes cristianos a pisar entonces el camino que conduce a Worms, acompañados de séquitos brillantes. Se había anunciado que en la dieta se ocuparían de la lelección de un consejo de regencia, para gobernar el imperio durante la ausencia de Carlos, como también de la jurisdicción de la cámara imperial, y de otros asuntos de importancia. Pero la atención pública se fijaba más particularmente sobre otro asunto, que el emperador había menciónado también en su convocatoria; éste era el de la reformación. Menguaban los grandes intereses políticos ante la causa del fraile de Wittemberg. Esta era la cuestión vital de que se ocupaba la alta aristocracia que llegaba a Worms.
Todo presagíaba cuán serio y apurado había de ser el debate. Apénas rayaba Carlos en los veinte años: aunque pálido y enfermizo, sabía no obstante montar a caballo con gallardía y romper lanzas como cualquier otro: de carácter taciturno, de porte grave, melancólico, aunque expresivo y benévolo, aun no manifestaba un espíritu eminente y parecía no haber adoptado una marcha decisiva. El hábil, y activo Guillermo de Croi, señor de Chiévres, su camarero mayor, gobernador y primer ministro, que go. zaba de una absoluta autoridad en la corte, falleció en Worms: manifestáronse muchas ambiciones y hubo gran lucha de pasiones ; los españoles y los belgas buscaron codiciosamente el modo de introducirse en los consejos del joven príncipe ; los nuncios multiplicaron sus intrigas, y los príncipes de Alemania hablaron con energía. Se podía prever una lucha en que los manejos secretos de los partidos desempeñarían el principal papel. [2]
Carlos abrió la dieta el 28 de Enero de 1521, din del aniversario de CárloMagno. Su alma estaba llena de la alta importancia de la dignidad imperial. En su discurso de apertura dijo, que ninguna monarquía podía compararse al imperio romano, a cuyo poder casi todo el universo había estado sumiso ; que desgraciadamente este imperio no era al presente más que la sombra de lo que antes había sido ; pero que medíante sus reinos y sus poderosos aliados, esperaba restablecerlo en su antigua gloria.
Pero se presentaron en seguida numerosas dificultades al joven emperador. i Qué hará Carlos, colocado entre el nuncio del papa y el elector a quien debe su corona ?
Cómo hará. para no descontentar a. Aleandro a a Federico ? El primero instaba al emperador que hiciese ejecutar la bula del papa ; el segundo le suplicaba que no emprendiese nada contra el fraile, sin haberle escuchado. Deseando el joven emperador satisfacer a los dos partidos rivales, escribió al elector desde Oppenheim, para que mandase a Lutero a la dieta, asegurándole de que ninguna injusticia se cometería contra su protegido, ni tampoco se usaría de ninguna violencia hacia su persona, y que únicamente algunos hombres sabios conferenciarían con él.
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Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto Esta carta de Carlos, acompañada de otras de Chiévres y del conde de Nassau, puso al elector en gran perplejidad. A. cada instante podía llegar a ser necesaria la alianza del papa con el joven y ambicioso emperador ; y entonces, ay de Lutero! Si Federico conduce al reformador a Worms, quizá es al cadalso a donde lo lleva. Y con todo, las órdenes de Carlos son terminantes. El elector encargó a Spalatín comunicase a Lutero las cartas que había recibido. Los adversarios," le dijo el capellan, "todo loidisponen para dar fin a este asunto."*[3]
Temblaban los amigos de Lutero; y solo él no temblaba. Aunque alterada en aquel enlaces su salud, no importa! "Si no puedo ir a Worms bueno y sano," respondió al elector, "me haré llevar enfermo allá. Pues si el emperador me llama, no puedo dudar que sea un llamamiento del mismo Dios. Si quieren usar de la violencia contra mí, lo cual parece probable, (bien seguro que no es para instruirse por lo que me hacen comparecer,) lo confío todo en manos 41 Señor. Aun vive y reina el que conservó ilesos a los tres mancebos en la hornaza. Si no me quiere salvar, poco vale mi vida.
Impidamos solamente que el Evangelio sea espuesto al vilipendio de los impíos, y derramemos nuestra sangre por él, para que no triunfen. Será acaso mi vida ó mi muerte la que más contribuirá a la salud de todos ? No está en nuestras atribuciones el decirlo. Roguemos únicamente a Dios que nuestro joven emperador no comienze su reinado tiñendo SUS manos con mi sangre. Quisiera más bien perecer por la espada de los romanos.
Ya sabéis qué castigos sufrió Sigismundo después del homicidio de Juan Ilusa.
Esperadio todo de mí, menos la fuga y la retractación.*[4] Huir, no puedo ; y retractarme, mucho menos."
Antes que el elector recibiera esta carta de Lutero, había ya tomado una resolución.
Progresando este príncipe en el conocimiento del Evangelio, vacilaba menos en sus deliberaciones. Comprendió cuán poco ventajosa podria ser la conferencia de Worms para el reformador, y en consecuencia escribió a Carlos Quinto : " Me parece dificultoso llevar conmigo a Lutero a Worms; eseusadme de este encargo. Por otra parte, jamás he querido tomar su doctrina bajo mi protección ; únicamente he impedido que le condenaran sin oirle. Sin aguardar vuestras órdenes, los legados han dado pasos deshonrosos para Lutero y para mí; y temo que lo hayan inducido así a un acto imprudente, que lo puede exponer a grandes peligros si comparece en la dieta.
El elector aludía a la hoguera que había reducido a, cenizas la bula del papa.
Mas ya el rumor de la llegada de Lutero circulaba In Worms. Los noveleros se regocijaban de ello, y los palaciegos del emperador se asustaban ; pero nadie se indignó tanto como el legado del papa. Aleandro pudo ver en su viaje basta qué punto había penetrado en todas las clases de la sociedad el Evangelio anunciado por Lutero.
Los letrados, los jurisconsultos, los nobles, el bajo clero, las órdenes regulares, el pueblo, estaban convertidos a la re. formación.*[5] Estos amigos de la nueva doctrina 136
Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto iban con la cabeza erguida ; su palabra era atrevida, y un invencible terror petrificaba a los partidarios de Roma. Aun permanecía én pié el papado ; pero temblaban sus pedestales ; esto consistía en que oían ya un rumor de destrucción, semejante al sordo crujido que se deja oir en el momento en que una montaña va a desplomarse.[6]
Aleandro estaba amenudo fuera de sí durante su viaje a Worms. Si se trataba de una comida, 6 de alojarse en alguna parte, ni letrados, ni nobles, ni curas, aun entre los supuestos amigos del papa, ninguno osaba recibirle; y el orgulloso nuncio se veía obligado a buscar Un asilo en. las posadas más ínfimas.[7] Aleandro intimidado, no dudaba que su cabeza corria graves riesgos. Así fue como llegó a Worms; y a su fanatismo romano, se le agregó desde entonces el sentimiento de las injurias personales que había recibido. Todo lo puso por obra inmedíatamente para evitar la audaz comparecencia del temible Lutero. "¿ No es un escándalo," dijo, "ver unos legos que quieren someter a un nuevo exámen una causa que el papa ha condenado ya ?"
[8]
Nada horroriza tanto a un cortesano de Roma como un exámen; y aun éste tendría lugar en Alemania y no en Roma: qué humillación, aun cuando la condenación de Lutero fuese pronunciada unánimarnente! Pero no parecía probable que así sucediese.
La poderosa palabra de Lutero, que ha hecho ya tantos destrozos, ¿ no arrastrará a una, inevitable ruina a muchos príncipes y señores? [9]
Aleandro importunó a Carlos ; ya suplicaba, ya amenazaba ; ya hablaba como nuncio del jefe de la iglesia,*[10] hasta que lo rindió. Este escribió al elector que habiendo ya espirado el tiempo concedido a Lútero, éste se hallaba bajo la excomunión del papa, de modo que si no quería retractar sus escritos, Federico podía dejarle.en Wittemberg.
Mas este príncipe había ya salido de Sajónia sin Lutero. "Suplico al Señor," dijo Melanchton al verle partir, " se digne acompañar a, nuestro elector. Todas nuestras esperanzas descansan en él para la restauración del cristianismo. A todo se atreven sus enemigos, Kat irávta Ut9ov Knmcrotitvovr ;[11] pero Dios desvanecerá el consejo de Achitophel. Respecto a nosotros, sostengamos nuestra parte de combate con nuestro ejemplo y nuestras oraciones." Lutero se afligió vivamente de que se le hubiese prohibido comparecer en Wornis.
No era bastante para Aleandro que Lutero no fuese a Worms ; quería ademas su condenación. Asedíaba continuamente a los príncipes, a los prelados, y a diversos miembros de la dieta ; acusando delante de ellos al fraile agustino, no solo de desobediencia y herejía, sino también como sedicioso, rebelde, impío, y blasfemo. El solo acento de su voz descubria las pasiones de que estaba animado. "Es la ira y el deseo de la. venganza lo que le escita," decían, "y nó el celo y la piedad ;"[12] y por vehementes que fuesen sus discursos, no convertia a, nadie.lf Algunos le observaban que la bula del papa no había condenado a Lutero más que condiciónalmente, y otros tampoco ocul taban el placer que les causaba la humillación del orgullo romano. Por un lado los ministros del emperador, por otro los electores eclesiásticos, aparentaban 137
Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto una grande indiferencia: aquellos, con el fin de que el papa sintiese más la necesidad de aliarse con su amo; éstos, afin de que el pontífice comprase más caro su valimiento.
El sentimiento de la inocencia de Lutero dominaba la asamblea, y Aleandro apenas podía reprimir su indignación.
Causaba menos impaciencia al legado la frialdad de la dieta, que la de Roma. Roma, que a tan duras penas se resolvió a tomar como cosa de importancia la discusión del
"ébrio aleman," no podía imaginarse que una bula del soberano pontífice fuese ineficaz para humillarle y sujetarle. Roma había vuelto a su antigua seguridad,*[13]
y ya no enviaba ni bula ni bolsas. ¿Cómo terminar semejante negocio sin dinero ?t Es menester despertar a Roma. Aleandro provoca la alarma: "La Alemania se separa de Roma," escribió al cardenal de Médicis, "y los príncipes se separan del papa. Todavía alguna dilación, algunos miramientos más, y no habrá ya esperanza. Dinero ! dinero !
ó la Alemania se pierde para nosotros."*[14]
Despertó Roma a este grito ; saliendo los administradores del papado de su entorpecimiento, fraguaron apresuradamente en el Vaticano sus temibles anatemas, y el papa publicó una nueva bula,[15] y la excomunión, que hasta entonces había amenazado solamente al hereje doctor, pesa ya también sobre él y sobre todos sus secuaces. Rompiendo la misma. Roma el hilo que aun le sujetaba a su iglesia, acrecentó la libertad de Lutero, y con ella su fuerza. Herido por el papa, se refugió en Jesús con nuevo amor : rechazado del templo esterior, comprendió mejor que él mismo era un templo en el cual moraba Dios.
Es gran dicha," decía, "que nosotros los pecadores, creyendo en Jesucristo, y comiendo su carne, lo poseamos interiormente, con toda su fuerza, su poder, su sabiduría, y su justicia, como está escrito: El que cree en mí, yo moro en él. Morada admirable !
maravilloso tabernáculo, mucha más superior que el de Moises ; en su interior todo está, adornado magníficamente con ricas alfombras, velos de púrpura y muebles de oro ; mientras que por el exterior no se vé más que una grosera apariencia de piel de carnero ó pelos de cabra,*[16] como la del tabernáculo que Dios hizo construir en el desierto de Sinaí. Muy amenudo tropiezan los cristianos, y al verlos solo esteriormente, nopresentan marque debilidad y oprobio. Pero, no importa! en medio de esa debilidad y misería reside ocultamente un poder desconocido del mundo, y que vence a éste ; pues es Cristo el que mora en ellos. He visto cristianos que andaban a veces cojeando y muy débiles ; más cuando llegaba la hora de lidíar, ó de comparecer ante el tribunal del mundo, Cristo obraba súbitamente en ellos, y, llegaban a ser tan fuertes y tan decididos, que el diablo huía espantado de su presencia." [17]
Esta hora iba a sonar muy pronto para Lutero ; y Cristo, en cuya comunión vivia, no debía faltarle. Entretanto Roma le repudíaba con violencia. Estaban ese°, mulgados el reformador y todos sus secuaces, sin distinción de rango ni de poder ; y despojados, con todos sus descendientes, de sus bienes y horrores. Todo cristiano que desée la 138
Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto salvación de su alma, debe evitar el contacto de esta turba maldita. En todos los lugares donde se haya introducido la herejía, los párrocos deben publicar solemnemente la excomunión en los domingos y días festivos, en que más concurridos están los templos. Se retirarán los vasos sagrados y los ornamentos del altar; se colocará la cruz en el suelo; doce sacerdotes con antorchas en las manos, las encenderán, en seguida las arrojarán al suelo con violencia, y las apagarán pisoteándolas; entonces el, obispo publicará la condenación de estos impíos; todas las campanas sonarán; el obispo y sacerdotes pronunciarán anatemas y se predicará con vehemencia contra Lutero y contra sus adictos.
Veinte y dos días hacia que la excomunión había sido publicada en Roma, y quizá aun no se sabía en Alemania, cuando informado Lutero de que se trataba de citarle nuevamente en Worms, escribió una carta al elector redactada de tal modo que Federico pudo mostrarla a la dieta. Lutero quería enmendar las ideas erróneas de los príncipes, y exponer francamente a, aquel augusto tribunal la naturaleza verdadera de una causa fan desconocida. Serenísimo Señor, mi corazón se goza de que Su Majestad Imperíal quiera tratar ante sí este asunto. Tomo a Jesús por testigo de que la causa que defiendo es la de la, nación alemana, de la iglesia católica, del mundo cristiano, del mismo Dios ; y no la de un solo hombre, y sobre todo de un hombre tal como yo.[18] Consiento en ir a Worms, con tal que se me dé un salvoconducto y jueces sabios é imparciales. Estoy pronto a. responder ; pues no ha sido con temeridad, ni tampoco con la mira de sacar algún beneficio, que he enseñado la doctrina de que se me acusa : ha sido para obedecer a mi conciencia y cumplir con el juramento de doctor en teología ; fue por honor a Dios, por la salud de la iglesia cristiana, por el bien de la nación germánica, por la estirpación de tantas supersticiones, abusos, males, oprobios, tiranías, blasfemias é impiedades.
Esta declaración, hecha por Lutero en un momento tan solemne, merece nuestra atención. He aquí los motivos que le hicieron obrar, y los resortes íntimos que produjeron la regeneración de la sociedad cristiana. Esto es otra cosa muy diferente de la envidía de un fraile, 6 el deseo de casarse.
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FOOTNOTES
[1] * Bieldan, Vol. 1. pág. 80.
[2] * Ea gieng aber auf diesen Reichstag gar acklüpfrig zu. Seeken. dor4 p. 328.
[3] Adversarios °mina moliri ad maturandum id negotii. L. E. I, p. 53 t.
[4] Omnia de me prwsurnae pra3ter fugam et palinodíam. L E. I, p. 536.
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Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto
[5] Multando, turba pauperum, nobilium, grammatici, inferiores ecciesiastici, factio multorum regularium, Pallavicini, I, p. 93.
[6] Tire ornnea conditiónea petulantes grasaantium, metura cuilibet incutieba.nt.
Ibid.
[7] Neminem ne.ctus qui auderet ipaum exoiperel ad vilia sordidaque hospitia legré divertit. Ibid.
[8] Legati romani nolunt ut audíatur horno hmreticus. Minantur multa. Zw. Epp., p.
157.
[9] No dejan piedra que no remuevan. C. Ref. I, p. 279. Enero 24.
[10] Cura dolore legi novissimas Carcaj Litterae. L. Epp. I, p. 542.
[11] Magis invidi& et vindicta libidine quam zelo pietatis. Historia Johannis Cochlmi, de actia et scriptis Martini Lntheri. Parisiis, 1565, p. 27—verso. Cochleus fue durante su vida uno de los más grandes enemigos de Lutero. Pronto la veremos parecer.
[12] II Vehementibas suis oratiónibus paran prornovit. Ibid.
[13] Negligens quEedam securitas Romam pervaserat. Pallavicini, 1, p. 94.
[14] Neo pecunia ad varios pro eadem sumptus.
[15] Periculum denique amittenda3 Germania3 ex parcimonift. molleta) cujnsdam.
Ibid. Decet TOJITIBUUM Pontifican, etc. Roznan. Bullariwn.
[16] Exodo, XXVI: 714.
[17] "I So regete sich der Christus, daca sic so fest ~den, dass der Teufel Riel:ten muerte. L. Opp. tomo a, p. 613, sobre Juan VI, 56.
[18] Causam, que, Chriato teste, Dei, ehristiani orbis, Eecleske ea. tholiete, et totius germanices natiónis, et non unius et privati est heminis. L. Epp. 1, p. 551.
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Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto CAPÍTULO II.
Un Príncipe extranjero—Consejo de los políticos—Conferencia entre el confesor y el canciller—Inutilidad de aquellas maniobras—Actividad de Aleanaro—Palabras de Lutero—Carlos se rinde al papa.
Poco importaba todo aquello a los políticos. Por elevada que fuese la idea que Carlos se formase de la dignidad imperial, la Alemania no era el centro de sus intereses y de su política. Por otra parte no comprendía ni la lengua ni el espíritu aleman. Fue siempre un duque de Borgoña, que poseyendo ya varios cetros, les añadió la primera díadema del cristianismo. Cosa notable! en los momentos de su transformación más íntima, laAlemania eligió por su jefe a un príncipe extranjero, en cuyo manejo las necesidades y tendencias de la nación solo tenían una importancia secundaria. Sin duda que el movimiento religioso no era indiferente al joven emperador; pero no tenía importancia para él, en cuanto a que no amenazaba al papa. No podía evitarse la guerra entre Carlos y la Francia; y el foco de ella debía ser la Italia. Por consiguiente cada vez se hacia más necesaria la alianza del papa para los proyectos de Carlos.
Hubiera querido separar a Federico de Lutero, ó satisfacer al papa sin ofender a.
Federico.
Muchos de sus allegados manifestaron, en el asunto del fraile agustino, aquella desdeñosa frial dad que ordinariamente aparentan los hombres políticos en materías religiosas. "Rechacemos los partidos entremos," decían ellos. Enlacemos a Lutero con convenios y reduzcámosle al silencio cediéndole algo. Sofocar y no atizar, he aquí lo que debemos hacer. Si el fraile cae en la red, ya hemos vencido! Si admite una transacción, quedará atado y perdido por sí mismo. Se decretarán, para bien de las apariencias, algunas reformas esteriores; el elector quedará satisfecho; se ganará al papa, y todo volverá. a. su curso ordinario."
Tal era el proyecto que formaban los privados del emperador. Parecía que los doctores de Wittemberg habían adivinado esta nueva política. "Intentaban ganar los ánimos a escondidas," dice Melanchton, "y trabajaban en las tinieblas." El confesor de Carlos Quinto, Juan Glapion, hombre considerado, hábil cortesano, y fraile astuto, se encargó de la ejecución del proyecto. Glapion poseia toda la confianza de Carlos, y este príncipe, siguiendo las costumbres españolas, le había confiado casi toda la administra, ción religiosa. Desde el momento en que Carlos fue nombrado emperador, se apresuró León X a ganar a Glapion con dádivas a las que quedó agradecido el confesor. No podía corresponder mejor a los favores del pontífice, sino reduciendo al silencio la herejía; y lo intentó.[1]
Entre los consejeros del elector se hallaba el canciller Gregorio Bruck, 6 Pontanus, hombre de luces, de decisión y de valor; más profundo en teología que todos los doc.
toree, cuya sabiduría podía contrarestar el saber y astucia. de los frailes cortesanos de Carlos Quinto. Conociendo Glapion la influencia del canciller, le pidió una 141
Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto entrevista ; y llegándose a él, como si fuera amigo del reformador, le dijo con un aire afectuoso : "Mucho me regocijé al leer los primeros escritos de Lutero, reconociendo en él un árbol vigoroso, del cual habían brotado hermosas ramas, prometiendo a la iglesia los más excelentes frutas. Es verdad que muchos reconocieron las mismas cosas antes que 61; pero nadie más que él ha tenido la noble osadía de publicar la verdad sin temor. [2] Mas cuando leí su tra
Ft anal in eo toto negotio singulare probitatís ardorinne speci rnen dedit.
Lado sobre el cautiverio de Babilonia, me pareció que me habían molido a palos, y quebrantado todos mis huesos. Yo no creo," añadió él, " que el hermano Martin se declare su autor; no encuentro en ese escrito ni su estilo, ni su saber." Depiles de alguna discusión continuó el confesor: "Introducidme al elector, y yo le expondré, ante vos, los errores de Lutero."
El canciller respondió que las ocupaciones de la dieta no dejaban tiempo a Su Alteza, y que ademas no se entrornetia en aquel asunto. El fraile vió con pena denegada su demanda. El canciller añadió: "Ya que vos mismo decis que no hay mal: in remedio, explicaos." Tomando entonces un aire confidencial, respondió el confesor: " El emperador desea ardientemente ver reconciliado con la iglesia a un hombre como Lutero; pues sus libros, antes de la publicación del tratado del cautiverio de Babilonia, han gustado medíanamente a Su Majestad.*[3] La indignaclon que la bula causó a Lutero, le pudo únicamente dictar este último escrito. Que declare no haber pretendido turbar la paz de la iglesia, y todos los sabios de las naciones se pondrán de su parte. Conseguidme una audiencia de Su Alteza."
El canciller fue a avistarse con Federico. El elector sabía muy bien que una retractación cualquiera era iraposible. "Decid al confesor," le contestó, "que yo no puedo condescender a su súplica, y proseguid la conferencia."
Glapion recibió este mensaje con grandes demostraciones de respeto y cambiando de estilo, dijo: " Que el elector nombre algunos .hombres de confianza para deliberar sobre este asunto."
EL CANCILLER. "El elector no pretende defender la causa de Lutero."
EL CONFESOR. "Pues entonces! tratemos nosotros dos el asunto. Jesucristo me es testigo de que cuanto hago, lo hago por amor de la iglesia, y por Lutero, que tantos corazónes ha conducido a la verdad.
Habiendo rehusado el canciller el encargarse de las atribuciones del reformador, pensó retirarse.
"Quedaos," le dijo el fraile.
EL CANCILLER. Qué hay que hacer ?"
142
Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto EL CONFESOR. "Que Lutero niegue ser el autor del cautiverio de Babilonia."
EL CANCILLER. " Pero la bula del papa condena todos sus otros escritos."
EL CONFESOR. " Es por causa de su temeridad. Si retracta su libro, el papa, en su infinito poder, podrá facilmente concederle el perdon. [4]•, Qué esperanzas no debemos fundar ahora que tenemos tan ilustre emperador !"
Viendo que estas palabras producían alguna impresión en el canciller, el fraile se apresuró a, añadir: "Lutero quiere argumentar siempre según la Biblia ; ella es como la cera, que se deja extender y doblar como se quiere. Me obligaría hallar en la Biblia opiniones aun más entrañas que las de Lutero. El se equivoca cuando toma por mandamientos todas las palabras de Jesucristo." Queriendo influir también sobre su interlocutor con el miedo, añadió : "¿Qué sucedería, si de la noche a. la mañana el emperador tomase las armas ? Reflexiónad sobre esto." En seguida permitió a Pontanus el retirarse:
El confesor preparaba nuevos lazos. "Aun cuando viviese uno di,ez años con él," decía Erasmo, " todavía no le conocería." [5]
Algunos días después viéndose nuevamente el canciller y el confesor, éste dijo a aquel :
"; Qué excelente libro es el de Lutero sobre la libertad del cristiano ! cuánta sabiduría!
que talento! ; qué espíritu! así es como debe escribir un verdadero sabio. Que escojan ámbas partes hombres irreprehenaibles, y que el papa y Lutero se some tan a su juicio.
No cabe duda que Lutero triunfará sobre muchos artículos. [6]* Hablaré de esto al mismo emperador. Creedme, no os digo esto por mi propia autoridad. Ya dije al emperador que Dios le castigaría como a los demás príncipes, si la iglesia que es la esposa de Cristo, no quedaba purificada de todas las manchas que la degradan.
Tambien añadí que el mismo Dios había suscitado a Lutero y le había ordenado reprehendiese fuertemente a los hombres, sirviéndose de él como de un látigo para castigar los pecados del mundo.t" [7]
El canciller al oir estas palabras,—que reproducen las impresiones de aquel tiempo, y que manifiestan la opinión que tenían formada de Lutero sus mismos enemigos,—
creyó deber expresar su asombro de que no se tratase a su amo con mayores consideraciones, diciendo : "Diariamente deliberan sobre este asunto en la casa imperial, sin convidar al elector. Parece entraño, que el emperador, que le debe algunos servicios, le excluya de sus consejos."
EL CONFESOR. “Una sola vez he asistido a sus deliberaciones, y oí que el emperador se negó a las solicitaciones de los nuncios. De aquí a cinco años se verá lo que habrá hecho Carlos en bien de la reformación de la iglesia."
Pontanus respondió: "El elector ignora las intenciones de Lutero. Que le hagan comparecer y que se le escuche." [8]
143
Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto El confesor respondió suspirando profundamente :: "Tomó a Dios por testigo del ardiente deseo que me anima por que se verifique la reforma de la cristiandad.
Prolongar el asunto y tapar entretanto la boca al reformador, he aquí cuanto se proponía Glapion. Sobre todo, que Lutero no comparezca en Worms. Un muerto venido del otro mundo y presentádose a la dieta, hubiera espantado menos a los nuncios, a los frailes y a, todo el ejército del papa, que la sola vista del doctor de Wittemberg. [9]
"¿Cuántos días se necesitan para venir de Wittemberg Worms ?" preguntó el confesor al canciller con aparente indiferencia. En seguida, suplicando a Pontanus presentase en su nombre sus humildes respetos al elector, se retiró.[10]
Tales fueron las maniobras de los cortesanos. La firmeza de Pontanus las frustró.
Este hombre justo se mantuvo inmóvil como una peña en todas lainegociaciones. Por otra parte, los frailes romanos caían ellos mismos en la red que tendían a sus enemigos. Lutero decía en su lenguaje figurado : "El cristiano es como el pájaro atado cerca de una trampa. Los lobos y los zorros vienen al rededor y se arrojan para devorarlo ; pero caen en la trampa y en ella perecen, mientras que la tímida ave conserva su vida. Así es como los ángeles nos resguardan de los lobos voraces, de los hipócritas y perseguidores, para, que no nos hagan ningún mal."[11] No solo fueron inútiles los ardides del confesor, sino que afirmaron a Federico en su creencia de que LuteTo tenía razón, y que su deber era protejerle.
Los corazónes se inclinaban más cada día hacia el evangelio. Un prelado de los dominicos propuso que el emperador, los reyes de España, los de Francia, Inglaterra, Portugal, Hungría, y Polonia, el papa y los electores nombrasen representantes a quienes se confiase la decisión de aquel asunto. "Jamás se ha sujetado el mundo al solo parecer del papa," [12] decía éste. La disposición de los ánimos era tal, que parecía imposible poder condenar a Lutero sin oirle y convencerle.
Alearidro, inquieto con esto, desplegó una energía enteramente nueva. Ya no era solamente al elector y a Lutero a quienes debía hacer frente. Miraba con horror las negociaciones secretas del. Confesor, la proposición del prelado, el consentimiento de los ministros de Carlos, la suma tibieza de la piedad romana en los más adictos amigos del pontífice, de modo que se hubiera creido que un torrente de agua congelada lea había caldo encima,"*[13] dice Palavicini. Recibió finalmente de Roma mucho oro y plata; tenía en las manos breves enérgicos, dirigidos a. los hombres más influyentes del imperio.[14] Temiendo que se le escapase su presa, pensó que era conveniente descargar el golpe deoisivo. Remitió los breves, distribuyó a manos llenas el oro y la plata, é hilo las promesas más hala¡piabas ; "y armado con esta triple industria, se esforzó en ganar en favor del papa a la junta vacilante de los electores,"z
[15] dice el cardenal historiador. Pero fue sobre todo al emperador a quien más particularmente tendió sus lazos. Se aprovechó de la desunión entre los ministros 144
Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto belgas y los ministros españoles. Seducidos por su voz, todos los amigos de Roma solicitaron al joven príncipe. "Diariamente están deliberando contra Lutero ;" escribió el elector a su hermano Jtían ; [16]"piden que sea traido a juicio por el papa y por el emperador ; y se empeñan en perderle de todos modos. Los que ostentan sus capelos encarnados, los romanos y toda su liga, muestran un celo incansable para consumar esta obra."§ [17]
En efecto, Aleandro procuraba la condenación del reformador con una violencia que Lutero llama "maravilloso furor.11 El nuncio apóstata,IF como le llama Lutero, ar castrado por la ira más allá de los límites de la prudencia, exclamó un día : "Si pretendeis, oh Germanas, sacudir el yugo de la suraisión romana, harérnos de modo que empuñando las armas exterminadoras los unos contra los otros, sexis todos bañados con vuestra propia sangre."•[18] "Así es como el papa apacienta los corderos de Cristo ;" añade el reformador.
Pero no era de este modo como hablaba él mismo, ni tampoco pedía nada para sí.
"Lutero está dispuesto a comprar a precio de su sangre el triunfo y la prosperidad del Evangelio ;" decía Melanchton. [19] Pero temblaba pensando en los males de que su muerte podía ser precursora. Veía un pueblo extraviado vengando tal vez su mártirio en la sangre de sus enemigos, y más particularmente en la del clero romano.
Descargábase de tan terrible responsabilidad, diciendo: "Que Dios reprima el furor de sus enemigos; pero si aparece .... Entóncea se verá descargar una tormenta sobre los sacerdotes, semejante a. la que asoló a Bohemia.... En nada seré responsable; pues he pedido con instancia a la nobleza germánica, que contuviese a los romanos con la prudencia, y no con la espada.z [20] Declarar la guerra al clero, gente pusilánime y sin fuerzas, es declararla a las mujeres y niños."
Carlos Quinto no resistió a las instancias del nuncio. Su devoción belga y española se ha.bia desarrollado por influencia de su preceptor Adriano, el cual ocupó más tarde la silla pontifical. El papa le mandó suplicar, que diese fuerza legal a, su bula, por medio de un edicto imperial. "Fuera en vano que Dios os hubiera ceñido la espada del supremo poder," le decía, " si no os servia de. ella, ya contra los infieles, ya contra los hereges, que son peores que ellos." Un día pues, a principio de Febrero, cuando todo se disponía en Worms para un brillante torneo, estando ya plantada la tienda de campaña del emperador, se invitaron a todos los príncipes, que se preparaban aasistir a aquella diversión, para que pasasen al palacio imperial. Allí, después de haberles leido la bula del papa, les presentaron un edicto severo, que ordenaba su ejecución. "Si alguno puede proponer alguna medida más admisible,"
añadió el emperador, " estoy dispuesto a escucharle, según costumbre."
Entónces se principió la discusión con animados debates. Uno de los diputados de un pueblo libre de Alemania escribía.: "El fraile nos dá mucho quehacer. Muchos quisieran crucificarle, y yo pienso que no se escapará. Lo que solo debe temerse es 145
Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto que resucite al tercer día." El emperador había creido poder publicar su edicto sin oposición procedente de sus Estados ; más no fue así ; los ánimos no estaban dispuestos a ello ; era menester ganar la dieta. "Convenced a esta asamblea," dijo el joven monarca al nuncio. Era cuanto deseaba. Concerniente a Aleandro, le prometieron que se le admitirla en la dieta, el 13 de Febrero.
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FOOTNOTES
[1] *Clanentum tentent et experíantur. C. Ref. I, p. 281, Febrero 3.
[2] Benignis officíis recens a Pontífice delinitus. Pallav., I, p. 90.
[3] Es haben deseen Bücher Ihre Majestát, tun etwas gefaIlen. Archives de Weimar.
Backend.. p. 315.
[4] Dor andern das Hertz 711 vielem Guten er5ifnet.
[5] Seckend., p. 315.
[6] Es sey nicht zu zweifeln dass Lutherus in vielen itrtikeln werde den Sieg davon tragen. Seckend., p. 319.
[7] Das Gott diesen Mann gesandt, losa ea eine Geissel seye um der Siinden willen.
Weymar. Archiv. Ibid., p. 320.
[8] Glapio that hierauf einen tiefen Seufzer, und rufte Gott zum Zengen. Ibid., p. 321.
[9] L. Opp. (W.) XXII, p. 1655.
[10] Und nieMals dem Papst allein geglaubt. Seckend., p. 323.
[11] Spalatínus scribit tantum favoris evangelio esse iatic, ut me ballditum et inconvictum darunari non speret. L. Epp. I, p. 558, del 9 de Febrero.
[12] Ref. Boni. Vol. II 10
[13] Fline aqua manabat, qure sucoensa, pietatia resturn restinguebat. Pallav., I, p.
96. I Mandata, pecunias ac diplomata. Ibid. p. 95.
[14] Triplici hetc induetri& nunc Ibid.
[15] Das thun, die in rothen Unten pungen. Seokend., p. 364.
[16] 11 Miro latore Papistas rnolinntur mihi mala. L. Epp. I, p. 556.
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Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto
[17] Nuntius apogsts.tícus, (juego de p4iabrae por apostolicus), agit aununis viribus.
Ibid. p. 569.
[18] gt muttris credibus absumpti, vestro croare pereatio. L. Epp. 1, p. 556.
[19] Libenter etiam morte sui Evangelii gloriara et protectora emerít. Corp. Ref., 1, p. 285.
[20] Non ferro, sed consiliis et edietis. L. Epp. I, p. 163.
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Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto CAPÍTULO III.
Aleandro admitido en la Dieta—Discurso de Aleandro—Lutero acusado—Roma justificada—Apelación a Carlos contra Lutero—Efecto del discurso del nuncio.
EL nuncio se preparó para esta solemne audiencia. Este encargo era importante; pero era digno de desempeñarlo Aleandro. Embajador del soberano pontífice, se hallaba rodeado de todo el esplendor de su rango, y pasaba por uno de los hombres más elocuentes de su siglo. Los amantes de la reforma no aguardaban sin temor esta sesión. El elector, so pretexto de una indisposición, se abstuvo de asistir ella; pero dió orden a algunos de sus consejeros para que concurriesen y anotasen el discurso del nuncio.
Llegado el día, Aleandro se encaminó hacia la junta de los príncipes. Estaban encendidos los ánimos. Muchos creyeron ver a Anas y Caifas dirigiéndose al pretorio para pedir la muerte de aquel hombre que seducia la nación. Lileas, 23 :2. En el instante en que el nundio iba a pisar el umbral de la puerta, el ugier de la dieta se le encaró con viveza, dice Palayicini, y poniéndole los puños sobre el pecho Ie rechazó. •
[1] "Este era luterano en el alma ;" añade el historiador romano. Si esta historia es verídica, revela indubitablemente una pasión estraña ; pero al mismo tiempo, nos descubre la fuerza con que la palabra de Lutero había conmovido hasta los mismos que custodíaban la puerta del consejo del imperio. El fiero Aleandro, erguido y con dignidad, prosiguió su camino y entró en la. sala. Jamás había, sido llamada Roma para hacer su apología ante una asamblea tan augusta. El nuncio colocó ante sí los documentos de convicción que juzgó necesarios, como los libros de Lutero y las bulas de los poptífices ; y habiendo guardado silencio la asamblea, dijo.
• " Augusto emperador, poderosos príncipes, y escenlentísimos diputados ! Vengo a sostener una causa ante esta augusta asamblea, por la cual arde en mi corazón la más vehemente simpatía. Se trata de conservar sobre la cabeza de mi amo, la tiara que todos veneramos ; se trata de defender este trono pontifical, por cuya defensa María pronto aun a entregar mi cuerpo a. las llamas, si el mónstruo que ha propagado la naciente herejía que me propongo rebatir, pudiese, siendo quemado en la misma hoguera, mezclar sus cenizas con las Mas.*[2]
"No! todo el disentimiento entre Lutero y Roma no estriba solo en los intereses del papa. Tengo delante de mi los libros de Lutero, y es suficiente tener ojos en la frente para reconocer que lo que ataca es la sana doctrina de la iglesia. Enseña que solo comulgan dignamente aquellos cuyas conciencias poseen la contrición y pesar de sus pecados ; y que el bautismo no justifica a ninguno, que no tenga fe en la promesa cuyo gage es el mismo bautismo.f [3] Niega la necesidad de nuestras obras para alcanzar la gloria celestial. Niega que tengamos libertad y voluntad para observar la ley natural y divina. Afirma que peca 13108 necesariamente en todas nuestras acciones.
¿ Han salido jamás del arsenal del infierno unas armas más propias para cortar el 148
Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto freno del pudor ? Se puede imaginar una impiedad más sacrílega ? i Cuánta desolación no se verá en el mundo, cuando los que debieran ser la luz del pueblo, arrojen sus ornamentos sacerdotales, abandonen los templos que hacían resonar con sus cantos, y se sumerjen en el adulterio, el incesto y la disipación !
41i, Enumeraré todos los crímencs de este fraile audaz ? Peca contra los muertos, porque niega el purgatorio ; peca contra el cielo, porque dice que no creería ni aun en uno de los ángeles del cielo ; peca contra la iglesia, porque pretende que todos los cristianos son sacerdotes ; peca contra los santos, porque desprecía sus escritos venerables ; peca contra los concilios, porque llama junta de diablos al de Constancia ; peca contra el mundo, oponiéndose a que se castigue con pena de muerte al que no ha cometido un pecado mortal.* [4] Algunos dicen que es un hombre devoto. No pretendo atacar su vida, sino solamente recordar a esta asamblea, que el diablo seduce a las
«gentes con la apariencia de la verdad."
Habiendo hablado Aleandro del purgatorio condenado por el concilio de Florencia, depuso a los pies del emperador la bula del papa, sobre este concilio. El arzobispo de Maguncia la recibió de manos del emperador, y la presentó a loa arzobispos de Colonia y de Tréveris, los cuales la recibieron con solemnidad, y la hicieron pasar a los denlas príncipes. En seguida, habiendo el nuncio acusado de este modo a Lutero, pasó a su segunda parte que trataba de la justifieación de Roma. [5]
"En Roma, dice Lutero, prometen una cosa con la boca y ejecutan lo contrario con la mano. Si esto fuese así, i no se pudiera deducir una consecuencia enteramente opuesta ? Cuando los ministros de una religion viven conforme a sus preceptos, es una prueba de que ella es falsa. Tal fue la religion de los antiguos romanos. Tal es la de Mahoma, y la del mismo Lutero ; más no así la religion que nos enseñan los ministros de Roma. Sí, la doctrina que ellos profesan los condena a todos, por haber cometido faltas : muchos como culpables ; y algunos, lo digo ingénuamente, como criminales. Esta doctrina entrega sus acciones a la crítica de los hombres durante su vida, y a la infamia de la historia después de su muerte.Ademas pregunto : ¿ Qué utilidad habrían hallado los pontífices en inventar semejante religion ?
" Se dirá, que la iglesia no estaba gobernada en los primeros siglos por los pontífices romanos. ¿ Qué se deducirá de ahí ? Con tales argumentos se pudiera convencer a los hombres a nutrirse de bellotas, y a las princesas a que lavaran ellas mismas su ropa."
[6]
Era sobretodo a su adversario, al reformador, a quien el nuncio deseaba atacar.
Indignado contra los que decían que debía ser escuchado, dijo : "Lutero no se dejará alecciónar por nadie. Ya el papa le citó a Roma, y no ha querido comparecer. Le citó después en Augsbourg ante el legado, y no quiso comparecer sin un salvocon. dueto del emperador ; es decir, después que hubieran atado los brazos al legado, y dejádole libre solamente la lengua.[7] Ah !" dijo Aleandro dirigiéndose a. Carlos Quinto, suplico 149
Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto a Vuestra Majestad Imperíal no haga cosa que pueda redundar en su oprobio ! Que no se mezcle en asuntos donde los seglares nada tienen que hacer. Que la doctrina de Lutero sea prohibida por vos en todo el imperio ; que sean reducidos a cenizas sus escritos. No temais. Hay en los errores de Lutero causa bastante paraquemar a cien mil hereges.•[8]
Y qué hay que temer ? Este populacho ? El se muestra terrible antes de la batalla por su insolencia ; pero desprecíable en el combate por su cobardía. ¿ Los príncipes extranjeros ? Pero el rey de Francia ha prohibido la entrada en su reino a la doctrina de Lutero ; el rey de la GranBretaña le prepara un golpe de su real mano. Lo que piensan la Hungría, Italia y España—vos lo sabéis, y ninguno de vuestros vecinos, por grande que sea su odio contra vos, os desea un mal tan grande como esta herejía.
Porque si la casa de nuestro vecino está junta a la nuestra, le podemos desear la calentura, pero no la peste. ¿ Qué son todos estos luteranos ? un puñado de gramáticos insolentes, de sacerdotes viciados, de frailes desarreglados, abogados ignorantes, nobles degradados, y populacho pervertido y seducido.
Cuánto más numeroso, más hábil, más poderoso es el partido católico ! Un decreto unánime de esta ilustre asamblea iluminará a los sencillos, advertirá a los incautos, decidirá a los que dudan, fortalecerá a, los débiles ; más si no se aplica la hoz a la raiz de esta planta venenosa, si no se le descarga. un golpe mortal, entonces la veo cubrir con sus ramas la herencia de Jesucristo, convertir la viña del Señor en una selva horrible, transformar la casa de Dios en una cueva de animales salvages, y reducir la Alemania aquel terrible estado de barbarie y de desolación a que fue reducida el Asia por la superstición de Mahoma.
Después de haber hablado tres horas consecutivas, se calló el nuncio. Lo atractivo de su elocuencia había seducido la asamblea. Los príncipes, aturdidos y pasmados, dice Cochleus, se miraban unos a. otros, y luego se dejó oir un susurro de varias partes contra Lutero y sus secuaces. [9]
Si el poderoso Lutero hubiese estado presente ; si hubiese podido responder a este discurso ; si valiéndose de la confesión que el orador acababa de hacer, al acordarse de su antiguo amo, el infame Borgía, hubiese demostrado que aquellos argumentos escogidos para defender a Roma, eran los que la condenaban ; si hubiese manifestado que la doctrina que ponía en evidencia su iniquidad, no era inventada por él, como lo afirmaba el orador, sino que era de esta religion que Cristo había dado al mundo, y que la reforrnación restableceia en su estado primitivo ; si Lutero hubiese presentado un cuadro exacto y animado de los errores y abusos del papismo, y demostrado cómo se vale éste de la religion de Jesucristo para convertirla en instrumento de elevación y de rapiña entonces hubiera sido nulo el efecto de la arenga del nuncio : más nadie le contestó. La asamblea quedó bajo la impresión de este discurso, y consternada y 150
Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto seducida se manifestó dispuesta a estirpar con violencia la herejía de Lutero del suelo del imperio.* [10]
Sin embargo aquella victoria no era sino aparente. Estaba dispuesto por Dios que Roma debía tener ocasión de desplegar sus fuerzas y sus razónes. Había hablado el más célebre de sus oradores en la asamblea de los príncipes; y dijo cuanto tenía que decir Roma. Pero precisamente este último esfuerzo del papado, era el que para los que lo comprendían, debía ser la señal de su ruina. Si es preciso confesar altamente la verdad para que triunfe, también es cierto que ha de publicarse sin reserva el error para que perezca. No debe ocultarse ni lo uno ni lo otro, para que cumplan su carrera.
La luz todo lo juzga.
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FOOTNOTES
[1] Pugnis ejus pectori admotiis repulorit. Pallav., 1, p. 112.
[2] Dummodo mecum una monstrum neocentis lueresis arderet. Pallav., I, p. 97.
Seckendorff y después de éste muchos historiadores protestantes afirman que el mismo Palavicini compuso el discurso que pone en los labios de Aleandro. Es verdad que el cardenal historiador dice haberle dado la. forma en la que lo presenta; pero indica los manantiales de donde lo sacó, en particular las cartas de Aleandro archivadas en el Vaticano, (Acta Worrnatite, folio 66 y 99) ; por consiguiente creo sería una parcialidad rechazarlo todo entero. Doy algunos estractos de este discurso sacados de los documentos protestantes y romanos.
[3] Baptiemum neminem justificare, sed fldem in verburn promissiónis, cuí edditur Baptismus. Cochlonis, Act. Sutil. p. 28.
[4] Weil er verbiete, jemand mit Tocha %are au belegen, der nicht eine Todtsünde begangen. Seckend., p. 333.
[5] Muitos ut quadantenus reos ; nonnullos, dicam ingenul, ut scelestos. Card. Pal]av., I, p. 101.
[6] Linguarum vituperatióni duna vivunt, historiarum infamiÉe post mortem. Ibid.
[7] Quod idem erat se revinetis legsti braohiis, et l ngu& soliim so lutá. Pallav., I, p.
109.
[8] DBas 100,000 Ketzer ihrenthalben Irerbre.nnt werden. Seckendi p. 332.
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Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto
[9] I Vehernenter exterriti atque commoti alter alterum intuebanttu, atque in Lutherum ejusque fautores murmurare caper aut. Cochl., p. 28.
[10] a Latheranarn lueresim ease funditiia evellendam. Pallav., I, p. 101. Vida de León X por Roseoe, IV, p. 30.
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Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto CAPÍTULO IV.
Parecer de los Principes—Discurso del duque Jorge—Carácter de la reforma—Ciento y una quejas—Carlos se rinde—Prácticas de Áleandro—Los grandes de España—Paz de Lutero—Primero la muerte que la retractación.
Pocos días bastaron para desvanecer aquellas primeras impresiones, como sucede siempre que un orador llena el vacío de sus argumentos con palabras retumbantes.
Los más de los príncipes consentían en inmolar a Lutero ; pero ninguno pretendía, sacrificar los derechos del imperio, y los reclamos de la nación germánica. Querían de buena gana entregar al fraile insolente que se había atrevido a levantar tanto la voz ; pero pretendían hacer sentir tanto más al papa la necesidad de una reforma, en cuanto que ésta era solicitada por los jefes de la nacían. Por lo mismo fue uno de los más grandes enemigos personales de Lutero, el duque Jorge de Sajónia, el cual habló con más energía contra las usurpaciones de Roma. El nieto de Podiebrado, rey de Bohemia, rechazando la doctrina de la gracia que el reformador anunciaba, aun no había perdido la esperanza de ver verificada una reforma moral y eclesiástica. Lo que más le indignaba contra al fraile de Wittemberg era, que con su menosprecíada doctrina todo lo echaba a perder.
Mas viendo entonces al nuncio que intentaba confundir a. Ltitera y a la reforma de la iglesia en una misma condenación, Jorge se levantó repentinamente de enmedio de la asamblea de los príncipes con gran admiración de cuantos conocían su odio contra el reformador. "La dieta no debe olvidar," dijo, sus observaciones contra la corte de Roma. Cuántos abusos se han introducido en nuestros Estados! Las anates que el emperador concedió libremente para el bien de la cristiandad, se reclaman ahora coma deuda. Diariamente inventan nuevas ordenanzas los cortesanos de Roma, para monopolizar, vender y arrendar 6. otros los beneficios eclesiásticos. Se toleran muchas transgresiones; a los transgresores ricos se les disimula indebidamente, mientras que se castiga sin misericordia a los que no tienen posibilidad de redimirse.
Los papas no cesan de hacer promesas y concesiones a la gente de sus palacios, en menoscabo de los dueños de los beneficios. Las encomiendas de las abadías y conventos de Roma se confían a los cardenales, a los obispos y prelados, que se apropían el producto, dejando despoblados los monasterios de religiosos, cuando debieran albergar en ellos unos veinte ó treinta. Multiplican al infinito los puestos y tiendas para la ventá. de las indulgencias, las cuales están abiertas en todas las calles y plazas de nuestras ciudades, como las de San Antonio, del Espíritu Santo, de San Huberto, de San Cornelio, de San Vicente, y muchísimas más todavía. Hay sociedades que mercan en Roma el derecho de abrir semejantes ventas comprando ademas a su obispo el derecho de vender sus mercancías, y para realizar semejante suma, instan con urgencia y vacían la bolsa de los pobres. La indulgencia que debiera concederse solamente para la salvación de las almas, y conseguirse solo con oraciones, ayunos, y 153
Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto obras piar, se vende a precio de dinero. Los subalternos de los obispos abruman con penitencias a los pobres seglares, por las blasfemias, adulterios, borracheras, transgresiones de tal ó cual día de fiesta, sin dirigir ni siquiera una queja a los eclesiásticos culpables de los mismos delitos. Se imponen castigos al penitente, combinados de tal modo que caiga luego en la misma falta, con el fin de que tenga que dar doble cantidad de dinero.*[1] He aquí indicados algunos de los abusos de que acusan a Roma. Han echado a un lado la vergüenza, y no se aplican más que a una cosa—al dinero ! todavía más dinero !—de modo que los predicadores que debieran en. señar la verdad, no predican sino la mentib. ; y no solamente son tolerados, sino también recompensados, porque cuanto más mientan, tanto más ganan. De esta fuente cenagosa es de donde dimanan todas esas aguas corrompidas.
El desarreglo conduce a la avaricia. Los jueces eclesiásticos hacen venir a sus casas mujeres con diferentes pretextos, con el fin de seducirlas, bien sea con amenazas, bien con presentes; y si no lo pueden conseguir, las disfaman y deshonran.*[2] Ah! es un escándalo que dá el clero, precipitando así tantas almas a una condenación eterna.
Se debe efectuar una reforma universal, y para conseguirla, es preciso convocar un concilio general. Para ello, excelentes príncipes y señores, yo os ruego con sumisión que os oeupeis diligentemente de esta obra." El duque Jorge entregó la lista de los puntos que había anotado, algunos días después del discurso de Aleandro. Este interesante escrito ha sido conservado en los archivos de Weimar. [3]
Lutero no había hablado con más fuerza contra los abusos de Roma; pero hizo algo más. El duque manifestaba el mal; Lutero al exponerlo indicó el origen y el remedio.
El había manifestado que el pecador recibe la verdadera indulgencia, la que viene de Dios, únicamente por la fe en la gracia y en los méritos de Jesucristo; y esta simple pero poderosa doctrina había derribado todos los lugares de venta, establecidos por el clero. Cómo llegar a ser poderoso?" preguntó Lutero un día. Un franciscano responderá: Vestíos de un hábito cenizo, y ceñíos un cordon. A esto replicará un romano: Oid misa y ayunad. Pero un cristiano dirá: Solo la fe en Jesucristo es la que justifica y salva. Debemos estar seguros de poseer la vida eterna antes de obrar. Pero cuando hayamos nacido de nuevo y llegado a ser hijos de Dios por la palabra de la gracia, entonces harémos buenas obras. [4]
El discurso del duque era el de un príncipe seglar, y el de Lutero el de un reformador.
El gran mal de la iglesia fue el haberse ocupado enteramente de lo exterior, y haber convertido todas sus obras y sus concesiones en cosas materíales y esternas. Las indulgencias fueron el punto estremo de este proceder, y aun lo que hay de más santo en el cristianismo, a saber, el perdon de los pecados, se compraba en las tiendas como la comida y bebida. La sublime obra de Lutero consistió precisamente en que él se sirvió de este punto estremo de la degeneración de la cristiandad, para conducir de nuevo tanto al hombre como a la iglesia, al manantial primitivo de la vida, y restablecer en el santuario del corazón el reino del Espíritu Santo. El remedio 154
Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto procedió aquí del mismo mal, como suele suceder, y los dos entremos se tocaron. Desde entonces la iglesia, que durante tantos siglos había progresado esteriormente, en ceremonias, observancias y prácticas humanas, principió a progresar interiormente en fé, en esperanza y en caridad.
El discurso del duque produjo tanto mejor efecto cuanto más conocida era su oposición hacia Lutero. Otros miembros de la dieta hicieron valer sus diferentes observaciones.
Los mismos príncipes eclesiásticos apoyaron sus quejas,t [5]diciendo : "Tenemos un pontífice que solo anta la caza y los placeres ; las prebendas eclesiásticas de la, nación germánica se dan en Roma a los artilleros, halconeros, inquilinos, borriqueros, mozos de cuadra, satélites, y a otros de la misma categoría, ignorantes, ineptos y extranjeros a. la Alemania."
La dieta nombró una comisión encargada de recoger todas las demandas, y se hallaron ciento una. Una diputación compuesta de príncipes seglares y eclesiásticos presentó el análisis de ella al emperador, suplicándole hiciera justicia, según se había obligado en su capitulación. "; Cuántas almas cristianas se pierden !" dijeron a Carlos Quinto ; cuántas rapiñas! cuántas eceacciones exorbitantas ! y de cuántos escándalos está rodeado el jefe de la cristiandad ! Es menester precaver la ruina y el vilipen a dio de nuestro pueblo. Por esto unanimemente os suplicamos sumisos, pero con las más vivas instancias, que ordeneis una reforma general, que la emprendais, y la acabeis."•
[6]
Rabia en aquella época en la sociedad cristiana un poder desconocido, que subyugaba a las príncipes y a las rraciones; una sabiduría de la alto, que arrastraba a los mismos adversarios de la reforma, y que disponía la emancipación cuya hora había sonado por fin.
Carlos no podía permanecer insensible a aquellas representaciones del imperio. Ni el nuncio ni él las esperaban. Su mismo confesor le había amenazado con las venganzas del cielo si no reformaba la iglesia. El emperador anuló en seguida el edicto en que mandaba se quemasen los escritos de Lutero por todo el imperio, reemplazándolo con una órden provisiónal para entregar dichos libros a los magistrados.
Esto no satisfizo mucho a la asamblea, la cual quería que compareciese el reformador.
Los amigos de éste dedan "Es injusto condenar a Lutero sin haberle vicio antes, y sin saber por él mismo si es el autor de los libros que intentan quemar." •[7] "Su doctrina," decían sus advera, sanos, "se ha apoderado de tal modo de los corazónes, que es imposible reprimir sus progresos, si no.ale escuchamos a él mismo. No se discutirá con él ; y si reconoce sus escritos y rehusa retractarlos, entórices, electores, príncipes, estados del santo imperio, todos unidos, fieles a la fé de nuestros antepasados, ayudarémos a Vuestra Majestad con todas nuestras fuerzas en la ejecución de sus decretos."
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Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto Alarmado Aleandro, y temiendo la intrepidez de Lutero y la ignorancia de los príncipes, intentó inmedíatamente impedir la comparecencia del reformador. Iba de los ministros de Carlos a los príncipes más dispuestos en favor del papa, y de éstos al mismo emperador. [8] "No es permitido," decía Aleandro, "poner en duda lo que el soberano pontífice ha decretado. No se discutirá con Lutero, decis; pero el poder de ese hombre audaz, sus centellantes ojos, la elocuencia de sus palabras, el espirita misterioso de que está animado, ¿ no serán bastantes para escitar alguna sedición ?I Muchos le veneran ya como santo, y su retrato se vé en todas partes coronado con una díadema de gloria, como la cabeza de un bienaventurado. Si se quiere hacerle comparecer, que al menos no lo pongan bajo la protección de la fe pública ![9] Estas últimas palabras debían atemorizar a Lutero, ó preparar su ruina.
El nuncio halló una excelente acogida de parte de los grandes de España. Tanto en esta nación como en Alemania, era universal la oposición a los inquisidores dominicos.
El tribunal de la inquisición, que se había suspendido por algún tiempo, acababa de restablecerse por Carlos. Un numeroso partido simpatizaba con Lutero en la Península, lo que no hacían sin embargo los grandes, quienes encontraban en las márgenes del Rhin lo que más odíaban al otro lado de los Pirineos. Inflamados con el más ardiente fanatismo, deseaban impacientemente estirpar la nueva herejía.
Federico, duque de Alba, era quien más prontamente se dejaba llevar de la cólera, siempre que se trataba de la reforma.II Hubiera deseado [10] nadar en la sangre de los sectarios. Aun no habían citado a Lutero a que compareciese, cuando su nombre solo agitaba ya a todos los nobles de la cristiandad, reunidos en Worms.
El hombre que así conmovia a los príncipes de la tierra era el único que parecía estar en paz. Eran alarmantes las noticias de Worms, y los mismos amigos de Lutero estaban espantados. "Ya no nos queda más que vuestros deseos y vuestras oraciones,"
escribía Melanchton a Spalatín. "Oh! pluguiese a Dios rescatar a precio de nuestra sangre la salvación del pueblo cristiano. [11]• Mas Lutero ageno de temor, encerrándose en su celda solitaria, meditaba y se aplicaba estas palabras de María, madre del Salvador: "Mi alma magnifica al Señor, y mi espíritu se regocija ante Dios mi Salvador; el Omnipotente ha hecho conmigo grandes cosas, y su nombre es santo.
Mostró el poder de su brazo, y ha derribado a los poderosos de sus tronos, y ha ensalzado a los de condición humilde:" Lúcas 1 : 4655. He aquí alpinos de los pensamientos que abundaban en el corazón de Lutero. "El Omnipotente dice María.
Oh! es grande osadía por parte de una doncella! Con una palabra vuelve lánguidos a los fuertes, débiles a los poderosos, locos a los sabios ; llena de oprobio a cuantos llevan un nombre glorioso sobre la tierra, y rinde a los piés del solo Dios, toda la fuerza, todo el poder, toda la sabiduría y toda la gloria. [12] `Su brazo, prosigue la madre de Jesús, y ella llama así este poder que obra por sí mismo sin el amibo de lo criado : poder misterioso ! que obra en el retiro y en el silencio, hasta que ha cumplido cuanto se había propuesto. La destrueción está allí, sin que nadie la hubiese visto aproesimar.
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Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto La redifieaeion vino, sin que nadie la esperara. Deja a SUS hijos en la opresión y languidez, de modo que cada uno se dice: ¡Están perdidos! Mas entónoes es cuando es más fuerte; pues a medida que quedan postradas las fuerzas humanas, entran en vigor las de Dios ; solo se necesita que la fe espere todo de él. Por otra, parte, Dios permite ít sus adversarios sublevarse con toda, su grandeza y poder. Les retira su autillo, y los deja envanecer de sn propia capacidad. Los despoja de su sabiduría eterna, y se quedan henchidos de la sabiduría perecedera. Y cuando se levantan en el fausto de su grandeza, ya se ha retirado el brazo de Dios, y su empresa desaparece como una burbuja de jabon que se revienta en los aires.[13]• El diez de Marzo fue cuando Lutero concluyó esta esposición del Magnificat, precisamente en el momento en que su nombre llenaba de temor la ciudad imperial.
No le dejaron en paz en su retiro. Spalatín, obrando según las órdenes del elector, le mandó un apunte de los artículos sobre los cuales le querían exigir una retraetación.
¡ Una retractación, despees de la negación de Augsbourg ! "No temais," escribió a Spalatín," que yo retracte ni una sílaba, ya que el único argumento de ellos es pretender que mis escritos son contrarios a lo que llaman la iglesia. Si el emperador Carlos me llama solo para hacerme retractar, le contestaré que permaneceré aquí, y será lo mismo que si yo hubiese ido y vuelto de Worms. Mas si el emperador quiere llamarme para hacerme sufrir la pena de muerte, como un enemigo del imperio, estoy pronto a obedecer sus órdenes ;t[14] pues con la ayuda de Cristo, no abandonaré jamás en el campo de batalla la palabra de vida. Ya lo sé; estos hombres sanguinarios no desoansaftín hasta que me hayan quitado la vida. Oh! si solo fuesen los papistas los que se hiciesen reos de mi sangre!"
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FOOTNOTES
[1] a Sondem dase er bald wiedex begehe, und meter Geld eriegen müsse. Archives de Weimar, Seckend., p. 328.
[2] Dass die Weibesbilder unten mancherley Schein beschicken, sethige sodann mit Drohungen und Geschenken zu fállen suchen, oder in einen hiisen Verdacht hringen.
Weimar. Archiv., Seckend., p. 330.
[3] L. Opp. (W.) XXII, p. 748, 752. I Seckend. Vorrede ion Frick.
[4] Bücheenmeistern, Falknern, Ffietern, Eseitreibern, Stanknech.
[5] ten, Traluaten. Kapp6 Nsehlese nützt. Uf. IIrkunden, III, p. 262.
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Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto
[6] *bsss eine &lawning und gemeine Reformatión geichehe.
[7] Kappe Nachiese nützl. Ref. Urkunden, III, p. 275
[8] L. Opp. (L.) XXII, p. 567.
[9] Quam ob rem seduló eontestatua eat apud Camada administro. Paliav , I, p. 113.
# Lingul promptus, ardore vuitas, et orla spiritu ad concitandam seditiónern. Ibid.
[10] Saud certi fidern publicam ílli prtebendam. Ibid. II Albee dux videbatur aliquanIS furentibu3 modía agitari. Ibid., p. 362.
[11] Utinarn Deus redimat nostro sanguina salutemChrietiani populi. Corp. Reform.
I, p. 362.
[12] Magníficat. L. Opp.Wittemberg. Deutech.Ausg.III, p. 11, eta.
[13] Er zieht Reine Krafft heraua und heast ale volt eigener Krafft sich aufbiasen. L.
Opp. Wittemberg. Deutsch.. AnBg. III, p. 11, eta.
[14] t Si ad me occidendum deinceps vocare velit, offeram me ventumm. L. Epp. I, p.
574.
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