Historia de la Reformacion del Siglo Decimosesto Vol 2 by Jean-Marie Merle D'Aubigne - HTML preview

PLEASE NOTE: This is an HTML preview only and some elements such as links or page numbers may be incorrect.
Download the book in PDF, ePub, Kindle for a complete version.

Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto CAPÍTULO V.

Se le dará un salvoconducto ?—Salvoconducto—¿, Vendrá Lutero ?— El jueves santo en Roma—El papa y Lutero.

POR fin se decidió el emperador. La comparecencia de Lutero ante la dieta pareció ser el único medio eficaz para terminar de algún modo aquel asunto, que ocupaba todo el imperio. Carlos Quinto resolvió hacerle citar, pero sin mandarle un salvoconducto. Aquí entraba nuevamente Federico ton el papel de protector. El peligro que amenazaba al reformador no era desconocido de nadie. Cochleus dice que los amigos de Lutero recelaban que le entregasen al papa, ó que le hiciese perecer el mismo emperador, como indigno, a causa de su obstinada herejía ; ó que no le cumpliesen sus promesas.* [1] Sobre esto hubo una discusión larga y difícil. Movidos finalmente los príncipes por la grande agitación que reinaba entonces en los pueblos de la Alemania, y temerosos de que estallara algún motin repentino, ó alguna peligrosa sedición sobre la marcha de Lutero,* [2] (sin duda en favor del mismo reformador.) los príncipes juzgaron más oportuno tranquilizar lOs ánimos sobre este particular ; y le dieron un salvoconducto, no solo el emperador, sino también el elector de Sajónia, el duque Jorge, y el langrave de Hesse, por cuyos Estados debía pasar.

El 6 de Marzo de 1521, Cá.rlos Quinto firmó la siguiente orden dirigida a Lutero: Carlos, por la gracia. de Dios electo emperador romano, siempre augusto, etc., etc.

Honorable, caro, y piadoso! Nos y los Estados del sacroimperio aquí reunidos, habiendo resuelto examinar la doctrina y los libros que publicaste hace algún tiempo, te hemos concedido, para venir aquí y volverte a lugar seguro, nuestro salvoconducto y el del imperio, que en ésta incluimos. Nuestro sincero deseo es que emprendas luego este viaje, a fin de que en el término de veinte y un días espresados en nuestro salvoconducto, te halles positivamente aquí, sin faltar de ningún modo, en presencia nuestra. No tienes que temer ni injusticia, ni violencia. Queremes hacer respetar rigurosamente nuestro salvoconducto espresado, y esperamos que comparecerás a nuestra cita. Seguirás en esto nuestro formal aviso.

"Dado en nuestra villa imperial de Worms, en el sesta día del mes de Marzo, en el año de Cristo de 1521, y en el segundo de nuestro reinado. CARLOS.

"Por órden de mi Señor el Emperador, de propio puño, Alberto, cardenal de Maguncia, canciller mayor.

"NICOLÁS ZWYL."

El salvoconducto incluso en esta carta iba dirigido : "Al honorable, caro y piadoso doctor Martin Lutero, de la árdea de los agustinos."

Estaba encabezado así :

159

Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto

"Nos Carlos, el quinto de este nombre, por la gracia de Dios electo emperador romano, siempre augusto, rey de España, de las dos Sicilias, de Jerusalen, Hungría, Dalrnacia, Croacia, etc. ; archiduque de Austria, duque de Borgoña, conde de Habsbourg, de Flándes y del Tirol, etc., etc."

Despiies, el rey de tantos pueblos, declarando haber citado ante sí a un fraile agustino llamado Lutero, manda a todos los príncipes, señores, magistrados y a otros, que respeten el salvoconducto que le concedía, so pena del castigo del emperador y del imperio.•[3]

Así daba el emperador los títulos de caro, honorable, y de piadoso, a un hombre contra quien el jefe de la iglesia había fulminado la esconaunión. Se halla. pretendido, con la redacción de este documento, alejar toda desconfianza del ánimo de Lutero y del de sus amigos. Gaspar Sturm fue nombrado para llevar este mensage al reformador, y para acompañarle a Worms. Temiendo el elector la indignación pública, escribió el 12

de garzo a los magistrados de Wittemberg para que atendiesen a la seguridad de aquel oficial del emperador, y concederle una guardía, si se juzgase necesario. El heraldo se puso en camino.

De este modo se cumplían los designios de Dios. Dios quería colocar sobre un monte aquella antorcha que había encendido en el mundo; y tanto el emperador como los reyes y los príncipes se agitaron al instante, sin saberlo, para ejecutar su designio.

Poco le cuesta elevar lo que es humilde; un solo acto de su poder es suficiente para hacer pasar al desconocido hijo de Mansfeld, de una rústica cabaña al palacio donde se reunen los reyes. A su presencia no hay ni aristocracia ni democracia; y cuando le place, Carlos Quinto y Lutero se encuentran.

¿Comparecerá Lutero en el lugar de la cita? Sus íntimos amigos lo dudaban. El elector escribió lo siguiente a su hermano, el 25 de Marzo: "El doctor Martin es citado a comparecer aquí; más yo no sé si vendrá. Ni me atrevería a pronosticar nada de bueno." Tres semanas después, el 16 de Abril, este excelente príncipe, viendo crecer el peligro, escribió de nuevo al duque Juan: "Hay órdenes publicadas en carteles contra Lutero. Los cardenales y los obispos le atacan con mucho empeño. Que Dios lo convierta todo en bien!! Ojalá pudiese yo procurarle una recepción equitativa !"• [4]

Entretanto que pasaba todo esto en Worms y en Wittemberg, el papado redoblaba sus golpes. El 28 de Marzo, que era el juéves antes de la Pascua, Roma resonó con una solemne exomunicación. Es costumbre publicar allá en este día, la terrible bula in Clesna, Domini, que no es más que una. continuada serie de imprecaciones. En aquel día la guardía papal y una multitud del pueblo venido de todos puntos de la Italia, para recibir la bendición del padre santo, llenaron temprano el espacioso templo en que debió celebrar el pontífice el oficio divino.. La plaza. de enfrente de la basílica estaba decorada con palmas y mirtos ; quemaban cirios en el altar, estando patente el Santísimo. Al mismo tiempo las campanas cortan el aire con sus solemnes repiques, 160

Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto y aparece el papa revestido con sus ornamentos pontificales, conducido en una silla poltrona. El pueblo se postra! se descubren las cabezas ; los estandartes se inclinan ; se rinden las armas y se guarda un profundo silencio. Algunos instantes después, el papa extiende lentamente las manos, las eleva hacia el cielo, las inclina en seguida del mismo modo hacia la tierra, formando la seríal de la cruz. Tres veces consecutivas repite este movimiento. Entónces vuelven a repicar las campanas, anunciando a las aldeas lejanas la bendición del pontífice. Se aprocaiman a éste unos presbíteros con impetuosidad, teniendo en sus manos unas antorchas encendidas, las que voltean y sacuden y arrojan con violencia, como si fuesen las llamas del infierno; se conmueve el auditorio, y las palabras de maldición resuenan en el templo. [5]

Cuando Lutero tuvo conocimiento de esta exomunicación, escribió una pintura semejante y la publicó con algunas notas escritas en aquel estilo mordaz que le era tan familiar. Aunque esta publicación no haya parecido sino más tarde, sin embargo insertamos aquí algunos estractos. Escucharémos al sumo sacerdote de la cristiandad dentro de la basílica, y al fraile de Wittemberg responderle desde el centro de la Alemania.*[6]

Hay algo de característico en el contraste de estas dos voces.

EL PAPA. Leen obispo . . . .

LUTERO. Obispo .... como un lobo es un pastor ; pues el obispo debe exortar según la sana doctrina, y no proferir imprecaciones y maldiciones.

EL PAPA. Siervo de los siervos de Dios. . . .

LUTERO. Al oscurecer, cuando estoy ebrio ; pero al amanecer, me llamo León, señor de loa señores.

EL PAPA. Nuestros predecesores los obispos romanos acostumbraban servirse de las armas de la justicia en esta solemnidad. .

LUTERO. Las que en tu opinión son la eseomunicación y el anatema; y según San Pablo, la paciencia, la dulzura y la caridad. 2 Cor. 6 : 6, 7.

EL PAPA. Segun el deber de la silla apostólica, y para mantener la fe cristiana en su pureza. . .

LUTERO. Es decir las posesiones temporales del papa.

EL PAPA. Y su unidad, la que consiste en la unión de los miembros con Cristo su jefe, y con su vicario.. ..

LUTERO. Pues Cristo no es suficiente : es menester otro.

EL PAPA. Para conservar la santa hermandad de los fieles, seguimos la antigua costumbre, y escomulgamos maldecimos en nombre de Dios Padre Todopoderoso. ..

161

Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto LUTERO. Cuando está escrito : "No envió Dios a su Hijo al mundo para que condene al mundo." Juan 3 : 17.

EL PAPA. Y el Hijo, y el Espíritu Santo, y según el poder de los apóstoles San Pedro y San Pablo . . . y el nuestro propio. . . .

LUTERO. ; Y el nuestro propio ! dice el lobo voraz, como si el poder de Dios fuese demasiado débil sin el sayo.

EL PAPA. Nosotros maldecimos a todos los hereges, a los Garages,*[7] a. los Patarinos, a los Pobres de León, a los Arnoldistas, Esperonistas, Passagens, Viclefitas, Hussitas, y Fraticelles. . . .

LUTERO. Porque han querido poseer las Santas Escrituras, y porque han pedido que el papa fuese sobrio y predicase la palabra de Dios.

EL PAPA. . . . . Y a Martin Lutero, condenado nuevamente por nos por una herejía semejante, así como a tot dos sus adictos y a todos los que le manifiesten algún aprecio.

LUTERO. Te doy gracias, graciosísimo pontífice, de que me condenes con todos estos cristianos ! Es una honró para mí el que sea proclamado mi nombre en Roma durante la fiesta, de un modo tan ostentoso, como también que circule mi nombre por el mundo con los nombres de tantos humildes confesores de Jesucristo!

EL PAPA. Excomulgamos y maldecimos igualmente a todos los piratas y corsarios....

LUTERO. Quién es pues el más grande de los piratas y corsarios, sino el que captura las almas, las encadena y las mata ?

EL PAPA. En particular a. los que navegan en nuestros mares. ...

LUTERO. Nuestros mares!! San Pedro, nuestro predecesor dijo : "No tengo oro ni plata." Hechos de los apóstoles, 3:6. Jesucristo dijo : "Los reyes de la tierra los dominan ; más no sea así con vosotros." Lúcas 22:25. Pero si una carreta cargada de heno debe ceder el paso a un hombre ebrio, con cuánta más razón San Pedro y el mismo Jesucristo deben cedérselo al papa!

EL PAPA. Así mismo, escomulgamos y maldecimos a. cuantos falsifican nuestras bulas y breves apostólicos...

LUTERO. No obstante, todo el mundo puede anatematizar y quemar el Antiguo y el Nuevo Testamento.

• Este nombre está alterado; léase Gazares 6 Cathares.

EL PAPA. Excomulgamos y maldecimos también a todosJos que impidieran el que pasen los víveres que nos mandan a la corte de Roma...

162

Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto LUTERO. El ladra y muerde, corno el perro a quien quieren quitar el hueso..

EL PAPA, Así mismo, condenamos y maldecirnos a cuantos detengan los derechos judiciales, como frutos, diezmos, primicias, pertenecientes al clero...

LUTERO. Pues Jesucristo dijo : "Si alguien quisiere provocarte en riña para quitarte la tunos, alárgale tambien tu capa ;" Math. 5 ; 40, y acabamos de dar el comentario.

•[8]

EL PAPA. Cualquiera que fuese su categoría, dignidad, poder y rango ; aunque fuesen obispos ó reyes....

LUTERO. La Sagrada Escritura dios : "Estos inmundos soñadores desprecían la potestad., y hablan mal de las dignidades." Judas 8.

EL PAPA. Igualmente condenamos y maldecimos a todos aquellos que de un modo tí otro causan mengua 6. la ciuda4 de Roma, al reino de Sicilia, a, las islas de Cerdeña y de Córcega, al patrimonio de San Pedro en Toscana, al Ducado de Espoleto, al margravato de Ancona, 6. la Campaña, a las ciudades de Ferrara y de Beneventq, y 6. todas las demás tierras y ciudades pertenecientes 6. la iglesia de Roma.

LUTERO. Oh Pedro ! pobre pescador ! ¿De dónde has heredado a Roma y tantos reinos ? Te doy la enhorabuena., Pedro ! rey de Sicilia, y pescador en Bethsaida!

EL PAPA. Excomulgamos y maldecimos a todos los cancilleres, consejeros, parlamentarios, procuradores, gobernadores, oficiales, obispos y todo el que se oponga a, nuestras cartas de amonestación, de prohibición, de medíación, de ejecución....

LUTERO. Porque la silla apostólica solo pretende vivir en la ociosidad, en la magnificencia y destemplanza ; pretanda mandar, fulminar, engañar, mentir, deshonrar, seducir y cometer toda clase de actos maliciosos, en paz y seguridad...

Levántate, oh Señor! no es al como lo pretenden los papistas; tú no nos has abandonado, y tus ojos no se han desviado de nosotros!

Así hablaron León X en Roma y Lutero en Wittemberg.

• Habiendo el pontífice terminado sus anatemas, rasgaron el pergamino en que estaban escritos, y arrojaron sus fragmentos sobre los circunstantes. Al instante se manifestó una viva agitación entre la muchedumbre ; todos se precipitaban y se empeñaban en recoger los pedazos de la temible bula. Estas eran las sagradas reliquias que el papado ofreoia a los fieles, la víspera del gran día de gracia y de eespiaeion. En seguida se dispersó el auditorio, y las ininedíaoiones de la basílica volvieron a su silencio ordinario. Volvamos a Wittemberg.

________________________________________

163

Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto FOOTNOTES

[1] Tanquam perfido lueretico nulla sit servanda fides. CochIceus, p. 28. 2 Longa consultatio difficilisque discoptatio. Ibid.

[2] Cum autem grandis ubique per Germaniam fería tetan:1 exoitata esset ....

animorum comrnotio. Ibid.

[3] Lucas Cranachs Stanirnbuch, etc., hersuagegisben von Chr. von Mecheh1/2 p. 12.

[4] Die Cardinale and Bitschare alud ihm hart zuwieder. Seckend., p. 365.

[5] Esta ceremonia está narrada en diversas obras, entre otras: Tagebuch einer Seise durch Deuteohland und Italien. Bodin, 1817, IV, p. 94. Los pasages más selectos son anteriores al tiempo•de Lutero.

[6] V6aae, para la bula del papa y el comentario de Lutero, "Die Bulla vom Aberldfreesen." L. Opp. (L.) XVIII, p. 1.

[7] Gleich wie sin Hund urna Beines odien. L. Opp. (L.) XVIII

[8] Ref. 8pan. Vol. II. 1 1

164

Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto CAPÍTULO VI.

Valor de Lutero—Bugenhagen en Wittemberg—Persecución en Pomerania—

Melanchton quiere salir con Lutero—Arnadorff, Schurff, Suaven—Hutten a Carlos Quinto.

EL 24 de Marzo el heraldo imperial pasó finalmente las puertas de la ciudad donde se hallaba Lutero. Gaspar Sturrn se presentó en casa del doctor, y le entregó la requisitoria de Carlos Quinto. Momento grave y solemne para el reformador![1]

Estaban consternados todos sus amigos. Ningun príncipe, sin esceptuar a Federico el prudente, se había declarado en su favor todavía. Es verdad que los caballeros hacían oir algunas amenazas, las que menosprecíaba el poderoso Carlos ; de lo que no se turbó Lutero, pero dijo : Los papistas, al contemplar las inquietudes de sus amigos, no deseaban que yo fuese a Worms, pero si, mi condenación y mi muerte.*[2] No importa! rogad, no por mí, sino por la palabra de Dios. Aun no se habrá resfriado mi sangre, cuando muchos millares de hombres por todo el universo se harán ya responsables de haberla vertido !

El santísimo enemigo de Cristo, el padre, el maestro, el generalísimo de los homicidas insta para que la derramen. Amen! Que se cumpla la voluntad de Dios! Cristo me dará. su Espíritu para vencer estos ministros de error. Yo los desprecio durante mi vida, y triunfaré de ellos con mi muertel En Worms se agitan para hacer que me retracte. He aquí cuál será mi retractación. En otra ocasión dije, que el papa era el vicario de Cristo ; ahora digo que es el adversario del Señor, y el apóstol del diablo."[4]

Y cuando supo que en todos los púlpitos de franciscanos y dominicos proferían imprecaciones y maldiciones contra él, exclamó : "; Oh qué maravillosa alegría esperimento en. ello !" El sabía que había obrado según la voluntad de Dios, y que Dios estaba con él. ¿ Porque dejaría pues de seguir animosamente su camino ? Esta pureza de intención, esta libertad de conciencia, es una fuerza oculta, pero incalculable, que jamás falta al siervo de Dios, y que le hace más invenoible de lo que pudieran hacerle todas las corazas y todos los ejércitos.

Lutero vió llegar entonces a Wittemberg un hombre que, como Melanchton, debía ser su amigo durante su vida, y que estaba destinado para consolarle en el acto de su salida.[5] Este era un presbítero de treinta y seis años de edad, llamado Bugenhagen, que huia, de la persecución que el obispo de Comin y el príncipe Bogislas de Pomerania habían declarado a los amantes del Evangelio, a los eclesiásticos, a los seglares y letrados.: Oriundo de una familia senatoria, y natural de Wollin en Pomerania, de donde le dieron el nombre, llamándole comunmente Pomeranus, Bugenhagen enseríaba en Treptow desde la edid de veinte años. Corrían a oirle los jóvenes ; y los nobles y los sabios disputaban su amistad. Estudíaba asiduamente la Sagrada Escritura, suplicando a Dios le instruyese.[6] Un día de los últimos de Diciembre de 1520, estando cenando con varios amigos, le presentaron el libro de 165

Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto Lutero sobre el "cautiverio de Babilonia." Despues de haberlo pjeado, dijo : " Desde que Cristo murió, muchos hereges han infectado la iglesia ; pero jamás ha existido una peste semejante al autor de ese libro." Habiéndoselo llevado a su casa, y leídolo y vuelto a leer, cambiaron todas sus opiniones. Verdades del todo nuevas s presentaron a su espíritu, y habiendo vuelto a visitar a sus colegas algunos díal después, les dijo : "El mundo entero ha entrado en. las más oscuras tinieblas; solo este hombre v6 la verdad." Varios presbíteros, un diácono, y su mismo vicario, recibieron la pura y saludable doctrina, y con sus fervientes predicaciones condujeron luego a sus oyentes desde las supersticiones humanas ante el solo mérito eficaz de Jesucristo, dice un historiador.) Entonces estalló la persecución. Ya muchos gemían en los calabozos, cuando Bugenhagen se escapó de sus enemigos, y se refugió en Wittemberg.

"El sufre por el amor del Byangelio," escribió en seguida Melanch. ton al capellan del elector. "¿ Dónde poditt refugíarse mejor qua entre nosotros mismos, y bajo los auspicios de nuestro príncipe ?"[7]

Nadie recibió a Bugenhagen tan aiegramente como Lutero. Se convino entre ellos que después de la partida del reformador, Bugenhagen comenzada a explicar loe salmos.

Así fue tamo la divina Providencia condujo entonces a este hombre influyente y capaz, para. Reemplazar en parte al que iba a perder Wittemberg. Instalado un arlo despees a la cabeza de la iglesia, de, esta ciudad, Bugenhagen la regentó durante treinta y seis atoe. Lutero le llamaba "el pastor" por excelencia. [8]

Lutero debía partir. Sus amigos, todos alarmados, pensaban que si Dios no intervenía por un milagro, se encaminaba a la muerte. Viéndose Melanohtou alejado de su patria, se unió a Lutero con la affección de un alma sensible, y amenudo decía: "Lutero reemplaza a todos mis amigos; es para mí más grande y más admirable de lo que yo puedo espresar. Ya sabéis cuán admirable era Sócrates con respecto a Alcibiades ;[9]

pero es distinta el modo con que yo admiro a Lutero ; pues es cristjanamente. Luego añadía este refran tan bello y tan sencillo: " Cuanto más lo contemplo, tanto más grande lo encuentro en sí mismo."f[10] Melanchton quería acompañar a Lutero en sus peligros. Pero los amigos de ambos, y tal vez el mismo doctor, se opusieron a su deseo.

¿ No era Felipe el que debía reemplazar a su amigo ? a y si éste no debía volver, quien hubiera dirigido la obra de la reforma ? " Ojalá me hubiese sido permitido viajar con él,"I dijo pesaroso, pero resignado Melanchton.

El vehemente Amsdorff declaró luego que acompañarla al doctor. Su valerosa alma se oornplac.ia en exponerse a, los peligros. Su orgullo le permitia comparecer sin miedo ante una junta de soberanos. El elector} labia nombrado para profesor de jurisprudencia en Wittemberg, a un hombre célebre y de gran dulzura llamado Jerónimo SchurfI hijo de un médico de Saint•Gall; quien vivia en gran intimidad con Lutero. "Aun no ha podido resolverse," dijo Lutero, "a. pronunciar un fallo de muerte contra un solo malechor."[11] Sin embargo aquel hombre tan tímido deseó acompañar al doctor, en calidad de consejero, en aquel peligroso viaje. Un joven estudíante 166

Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto dinamarqués también declaró que acompañaría a, su maestro. Este se llamaba Pedro Suaven; moraba en casa de Melanchton, y más tarde fue célebre por sus trabajos evangélicos en Pomerania y Dinamarca. La infan. cia de las escuelas debía ser representada al lado del campeon de la verdad.

La Alemania se conmovia al pensar en los peligrosque amenazaban al representante de su nación. Halló una manera digna de ella para expresar sus temores. Ulric de Hutten se horrorizó ante la perspectiva de los golpes que iba a recibir su patria. El primero de Abril escribió al mismo Carlos Quinto lo siguiente: "Escelentisimo emperador, os hallais a punto de perderos y perdernos. ¿Qué se proponen en este asunto de Lutero, sino es destruir nuestra libertad, y derribar vuestro poder? No hay un hombre justo en toda la extensión del imperio que no tenga un interes vivo sobre este particular.*[12] Solo el clero se subleva contra él, porque se ha opuesto a su excesivo poder, a su lujo degradante, a su vida depravada, y porque ha predicado en favor de la doctrina de Cristo, de la libertad de la patria, y de la pureza de costumbres.

"¡ Oh emperador ! alejad de vuestra presencia a esos oradores de Roma, a esos cardenales, a esos oibispos que quieren entorpecer toda reforma. ¿No habéis notado la tristeza del pueblo, al veras llegar a las orillas del Rhin rodeado de esa gente con sombrero colorado ? de una manada de presbíteros, en vez de una cohorte de guerreros valientes ?

¡ No abandoneis vuestra majestad soberana a los que quieren hollarla bajo sus plantas ! Apiadaos de nosotros

No arrastreis en vuestra ruina a la nación entera! Conducidnos al medio de los más grandes peligros, a la boca de los cañones :[13] que todas las naciones conspiren contra nosotros ; que todos los ejércitos nos acometan de manera que podamos manifestar a la faz del mundo nuestro valor, gatea que vernos de este modo vencidos y subyugados confusamente y escondidos, como mujeres, desprovistos de armas y combates. Ah !

esperábamos que seríais vos el que nos salvariais del yugo de los romanos, y que der ribariais la tiranía pontifical. i Dios permita que el porvenir sea mejor que el presente!

"La Alemania entera se arrodilla ante vos ;41 os ruega con lágrimas en los ojos, implorando vuestro socorro, vuestra compasión, y vuestra fidelidad. Y en nombre de la augusta memoria de nuestros antepasados, quienes mientras el mundo entero estaba sumiso a Roma no inclinaron jamás la cabeza ante aquella orgullosa ciudad, la Alemania os conjura para que la salveis, volviéndola su libertad, rescatándola de la esclavitud y vengándola de sus tiranos !" [14]

Asi hablaba a Carlos Quinto la nación alemana por el órgano del caballero de Hutten.

El emperador no hizo caso de ello, y arrojó probablemente con desden esta oarta a uno de sus secretarios. Era flamenco y no aleman. Su autoridad personal, y no la libertad ni la gloria del imperio, era el único obTeto de sus deseos.

167

Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto ________________________________________

FOOTNOTES

[1] * Darnnatum et perditum. L. Epp. I, p. 556.

[2] Ut hos Satanre ministros et contearmamvivens et laincarn modem Ibid., p. 57P

[3] Quod miré guara gaudean3I L. Epp. 1, p. 567.

[4] Yenit Wittembergam pauló ante iter Lutheri ad comitia Worrnatias indicta. Melch.

Adula. vita Bugenhagü, p. 314.

[5] Sacerdotes, cites et scholastlew in Tinada canjean. p. 313.

[6] Preeesque adjunxit, quilma divinitiis se regi ac doecri petivit. Ibid., p. 312.

[7] In ~naba tenebris versatar : hie vír nnus et solas venun videt. Melch. Adato. vita Bugeuhagii, p. 313.

[8] A snperstitiónibns ad. unicum Christi rneritiun traducere. Ibid. 3 Corpus Refarm., II p. 361.

[9] Alcibiades estaba persuadido que el comercio de Sócrates era un socorro que los diens enviaban para instruir y salvar. Plutarco, vida de Alcibiades.

[10] Quem quoties contemplor, se ipso subindé mojonera judico. Corp. Reforrn. I, p.

264. himen liouinset mihi una proficisei. Ibid., p. 365.

[11] L. Opp. (W.) XXII, p. 2067, 1819.

[12] Neque enim quára lata est Germanice, ulli boni aunt. L. Opp. Int. II., p. 152 verso.

[13] fi Duc nos in manifeetum periouluna, duo in ferrurn, duc in ignes. [bid., p. 183.

[14] Omnem nunc Germaniaxn quaai ad genua provolutarn tfói. L. Opp. lat. II p. 584.

168

Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto CAPÍTULO VII.

Salida para la Dieta de Worma—Despedida de Lutero—Se publica en carteles su condenacion—Cabalgada, cerca de Erfurt—Encuentro de Sonas con Lutero—Lutero en su antiguo convento—Lutero predica en Erfurt—Incidente—La fe y las obras—

Concurso del pueblo y valor de Lutero—Lutero a Spalatín—Estación ea Francfort—

Temores en Worms—Plan de los Imperíales—Firmeza de Lutero.

HABIA llegado el 2 de Abril, en que Lutero debía despedirse de sus amigos. Habiendo enviado un billete a Lange para anunliarle que pensaba pasar el juéves 6 viernes& próximo a Erfurt,*[1] se despidió de sus colegas. Dirigiéndose a Melanchton, le dijo con voz conmovida: "Si yo no vuelvo, caro hermano, y mis enemigos me matan, no ceses de enseñar „la verdad y permanecer firme en ella. Si yo no puedo .trabajar, trabaja tú mismo en mi lugar. Si tú vives, pocoimporta que yo perezca." Confiando en seguida su alma en las manos del que es fiel, Lutero subió en el carro y salió de Wittemberg acompañado de Schurff, Amsdorff y Suaven. El ayuntamiento de la ciudad le proveyó aquel carro modesto, cubierto con una tela, la que los conductores podían quitar ó poner a su antojo. El `heraldo imperial, vestido con sus insignias, llevando el águila del imperio, iba a caballo delante del carro seguido de su edecan.

Los amantes del Evangelio y los habitantes de Wittemberg rogaban a Dios, anegados en llanto, viendo partir de este modo a Lutero.

Notó luego que siniestros presentimientos llenaban los corazónes de cuantos encontraba al paso. En Leipsig no le rindieron ningún hoxnenage, contentándose solamente con presentarle el vino de costumbre. En Naumbourg encontró a un cura ; es probable que fuese J. Langer, hombre de un celo rígido, que conservaba cuidadosamente en su gabinete el retrato del famoso Jerónimo Savonarola de Ferrara, quemado en 1498 en Florencia, por órden del papa Alejandro VI, como mártir de la libertad y de la moral, así como confesor de la verdad evangélica. Habiendo tomado el retrato del mártir italiano, el cura se acercó a Lutero .3r se le presentó silencioso.

Este comprendió lo que quería decir aquella imágen muda ; pero permaneció firme su intrépida alma. Es Satanás," dijo, "que quisiera impedir por estos terrores, que no publicara la verdad en la junta de los príncipes, porque prevee el golpe que esto va a descargar sobre su reino."•[2] " Permanece firme en la verdad que has reconocido," le dijo entonces el cura con gravedad, " y tu Dios permanecerá también firme oontigo."t

[3]

Habiendo pasado la noche en Naumbourg, donde le ncibió el magistrado con hospitalidad, Lutero llegó a Weimar el día siguiente al oscurecer. A poco rato de haber llegado, oyó una gritería por todas partes : era su condenación la que publicaban.

"Mirad !". le dijo el heraldo. El miró, y sus ojos atónitos apercibieron unos enviados imperiales que recorrían la ciudad, fijando en las esquinas el edicto del emperador que obligaba que entregasen a los magistrados los escritos de Lutero. Este no dudó 169

Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto que esta exterioridad no fuese urdida para detenerle por el temor, y condenarle en seguida por haber rehusado comparecer. "¡Y bien reverendo doctor, z quereis continuar ?" le dijo asustado el heraldo. "Sí," respondió Llutero ; " aunque se me ha puesto entredicho en todas las ciudades, continuar Yo descanso en el salvoconducto del emperador."

"Examinemos, pues, de qué modo obra Dios en el hombre, y de que modo se conduce el hombre en esta acción." " Yo reconozco," dijo Eck, " que el primer impulso para la conversión del hombre viene de Dios, y que la voluntad del hombre permanece enteramente pasiva en este acto."•[4] Hasta aquí concordaban los dos antagonistas.

"Admito por mi parte," dijo Carlstadt, "que después de esta primera acción que dimana de Dios, es preciso que haya algo que proceda del hombre, lo que San Pablo llama voluntad, y que los padres nombran consentimiento." En este punto también se conformaban uno y otro. Pero en puntos ulteriores diferían. " Ese consentimiento del hombre," deeia Eck, "viene en parte de nuestro libre albedrío, y en parte de Dios."t

"No es así," dijo Carlstadt " el hombre consiente ; más el consentimiento es un don de Dios, y consentir no es obrar."*[5] Eck se admiraba y se indignaba al oír unas palabras tan apropósito para hacer entrar al hombre en la consideración de su nada. " Vuestra doctrina," dijo, " hace del hombre una piedra, un leño incapaz de reacción !" " Como !"

responden los reformadores, "la facultad de recibir las fuerzas que Dios le comunica, esa facultad que el hombre posee según nosotros, ¿ no le distingue bastantemente de una piedra y de un leño ?" — Responde su antagonista : "De este modo, vosotros os poneis en contradicción con la experiencia, rehusando al hombre toda fuerza natural."

"Nosotros no negamos," replican sus contrarios, "que el hombre posee fuerzas, ni tampoco decimos que carezca de la facultad de reflexiónar, de meditar y `de elegir. [6]

Nosotros consideramos esas fuerzas y esas facultades, como simples instrumentos que nada de bueno pueden hacer mientras no los haya puesto en movimiento la mano de Dios. Son como la sierra en la mano del hombre que la maneja.•[7]

Aquí se debatia la gran cuestión del albedrío ; y era fácil demostrar que la doctrina de los reformadores no despojaba al hombre de la libertad de agente moral, y que tampoco hacia de él una máquina pasiva. La libertad de un agente moral consiste en la facultad, de obrar a su antojo. Toda acción ejecutada sin violencia exterior, y en consecuencia de la determinación de la misma alma, es una acción libre. El alma se resuelve por ciertos motivos ; pero muchas veces se ve que los mismos motivos obran de un modo diverso en diversas almas. Muchos hombres no obran según los motivos que reconocen, apesar de todo su peso. Esa ineficacia de motivos deriva de los obstáculos que les opone la corrupción de la inteligencia y del corazón. Por consiguiente, dando Dios al hombre un nuevo corazón y un nuevo espíritu, quita estos obstáculos, y quitándolos, lejos de quitar al hombre su libertad, destruye por lo contrario la causa que le impedía obrar libremente, escuchar la voz de su conciencia ; con que según el Evangelio, los hace verdaderamente libres. .S. Juan cap. 8 36.

170

Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto Un incidente insignificante vino a interrumpir la conferencia. Eck es quien lo cuenta: i[8] Carlstadtt habla preparado varios argumentos, y parecido en eso a muchos oradores de nuestros días, leía lo que había escrito. Eck consideró esto como una táctica de escolar y se opuso a ello. Carlstadt, embaraiado y temiendo no poder salir del embarazo si le quitaban su cuaderno, insistió. "Ah dijo el doctor escolástico, envanecido con la ventaja que creía tener sobre él, "no tiene tan buena memoria como yo. Se sometió el punto a unos árbitros, y estos permitieron leer las citas de los padres, decidiendo que en cuanto a lo denlas se hablase de memoria.

Esta primera parte de la conferencia fue varias veces interrumpida por el ruido de los concurrentes, que se agitaban y gritaban. Una proposición chocante a los oidos de los espectadores excitaba instantáneamente sus clamores, y entonces, como hoy día, era preciso imponer silencio a la tribuna. Algúnas veces los arguyentes mismos BO

dejaban arrastrar por el calor de la discusión.

Melanchton estaba cerca de Lutero, y tanto uno como otro cautivaban la atencio*[9]

n del público. Melanchton era de baja estatura y apenas parecía tener diez y ocho años. Lutero, que le escedía en un palmo, estaba al parecer unido a él con la más íntima amistad; entraban y salían y se paseaban juntos. Un teólogo suizo que !labia estudíado en Wittemberg,*[10] dice : "Al ver a Melanchton, parece un muchacho ; pero en cuanto a inteligencia, saber y talento, es un gigante ; y no se puede comprender que tal elevación de ciencia y genio esté encerrada en un cuerpo tan diminuto." En los intérvalos de la conferencia, Melanchton conversaba con Carlstadt y Lutero, sugiriendoles los argumentos que su lata erudición le descubria ; más durante la discusión, permanecía callado entre los demaa espectadores, para no perder palabra de los teólogos. Sin embargo, de vez en cuando acudía al auxilio de Carlstadt. Cuando éste se hallaba próximo a sucumbir bajo la poderosa declamación del canciller de Ingolstad, joven catedrático le insinuaba una palabra, ó le hacia pasar a escondidas un papelito en que había escrito la respuesta. Habiéndolo observado el doctor Eck, indignado de que aquel gramático, como le llamaba, se entrometiese en la discusión, volvióse hacia él y le dijo con altivez : " Callaos, Felipe ; ocupaos de vuestros estudios y dejadme en paz."[11] Quizás previó desde entonces cuán terrible adversario hallaría más tarde en aquel jóven. Lutero se resintió del grosero insulto dirigido a su amigo. "

El parecer de Felipe," dice, " tiene más peso para mí que el de mil doctores Eck."

El pacífico Melanehton conoció fácilmente la parte flaca de aquella discusión. "No puede uno menos de sorprehenderse," dice él, con esa sabiduría y encanto que se encuentran en todas sus palabras, " al contemplar el acaloramiento con que han tratado todos estos asuntos. ¿Cómo podían sacar algún provecho de aquella discusión ?

El Espíritu de Dios ama el retiro y el silencio : y solo cuando se observa éste, es cuando aquel penetra en los corazónes. La esposa de Cristo no anda por las calles ni por las encrucijadas ; sino que conduce a su esposo a la casa de su madre."

171

Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto Ambas partes se atribuyeron la victoria. Eck se valió de toda , su astucia para hacer creer que había. ganado. Como los puntos estaban casi en contacto, a veces Eck proclamaba a gritos que había reducido a su adversario a su opinión ; ó haciendo una variante, dice Lutero, cambiaba repentinamente el giro de la cuestión, y esponja con otras palabras el dictá.men mismo de Carlstadt, y le preguntaba con voz de triunfo si no se veía obligado a cederle ; y los ineptos, que no descubrían la maniobra del sofístico, aplaudían y triunfaban con él ! El partido era desigual bajo varios puntos de vista.

Carlstadt era de comprehensión tardía, y a veces no respondía a las objeciones de su adversario sino al día siguiente. Al contrario, Eck era dueño de su saber, é instantáneamente hallaba la solución adecuada. Se presentaba con aire noble, y rubia al púlpito con paso decidido. Ahí se inclinaba, se arrodillaba, se levantaba, y haciendo resollar su penetrante voz, oponía una respuesta a. cada argumento, y aturdía a los oyentes con su memoria y habilidad.[12]

Sin embargo liek, sin quererlo, concedió en la discusión mucho más de lo que se había prhpuesto. Sus secuaces reían a carcajadas a cada uno de sus ardides. Pero yo creo,"

dice Lutero, "que aparentaban reir, y que interiormente estaban mortificados al verá su caudillo, que habiendo comenzado el debate con tanta algazara, abandonaba su estandarte, desertaba del ejército y se convenio. en vergonzoso trásfugo."

A los tres 6 cuatro diem de abierta la conferencia se suspendió la discusión a causa de la fiesta.cle San Pedro y San Pablo.

El duque de Pomerania pidió a Lutero predicase de.

la.rite de él en aquella solemnidad, en su capilla, y Lutero accedió con gozo. Pero muy pronto se llenó la capilla, y 14egando oyentes en número cada vez mayor, la congregación tuvo que trasladarse a la vasta sala del palacio, donde se tenía la conferencia. Lutero predicó según el testo del día, sobre la gracia de Dios y el poder de Pedro. Lo que Lutero defendía ordinariamente en presencia de un auditorio compuesto de sabios, lo expuso entonces ante el pueblo. El cristianismo introduce igualmente la luz•[13] de la verdad así en los más elevados espíritus como en los más humildes ; eso le caracteriza entre las demás religiones y ciencias filosóficas. Los teólogos de Leipsig, que oyeron predicar a Lutero, se apresuraron a relatar a Eck las escandalosas palabras que habían herido sus nidos. "Es preciso responder,"

exclamaron, " es preciso refutar públicamente BUS sutiles errores." Eso era lo que Eck deseaba. Todos los templos le estaban abiertos, y cuatro veces consecutivas subió al púlpito para desacreditar a. Lutero y su sermón ; lo que indignó a los amigos del reformador, pidiendo, pero en vano, que se oyese a su vez al teólogo de Wittemberg.

Los púlpitos están a la disposición de los enemigos de la doctrina evangélica, y están vedados a los que la proclaman. " Tuve que guardar el silencio," dice Lutero, "y me ví obligado a dejarme atacar, injuriar y calumniar, sin poder ni siquiera vindltanne y defenderme. •[14]

172

Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto No eran solamente los eclesiásticos los que se mostraban opuestos a los doctores evangélicos, los habitantes de la clase medía de Leipsig estaban acordes en ello con su clero. Un ciego fanatismo abandonaba aquella ciudad a la mentira y al odio que procuraban propagar. Los principales hábitaixtes no visitáron ni a Lutero ni a Carlstadt, y si los encontraban en las calles, pasaban, sin saludarlos, y procuraban denigrarlos ante los ojos del duque. Por lo contrario, iban y venían, comían y tebían díariamente con el doctor de Ingolstad. Este hacia buenos banquetes con ellos, comparando habilmente la cerbeza de Sajónia con la de Baviera. Sus maneras demasiado libres, no indicaban gran moralidad.[15] Solo ofrecieron a Lutero el regalo de vino que correspondía a los litigantes. Por otra parte, los que le deseaban algún bien se escondían de los demás; varios Nicodemistas le visitaron de noche ó en secreto.

Solamente dos hombres se honraron declarándose públicamente sus amigos : estos fueron el doctor Auerbach, a quien hemos encontrado ya en Augsbourg, y el joven doctor Pistor.

Reinaba la más grande agitación en la ciudad. Los dos partidos parecían dos campos enemigos, que a veces llegaban a las manos. Los estudiantes de Leipsig y los de Wittemberg se denostaban a menudo en las tabernas. Se decía públicamente, aun en las asambleas del clero, que Lutero llevaba un diablo encerrado en una cajita. A lo que respondía Eck : "Si el diablo está dentro de la cajita ó debajo su hábito yo no lo sé ; pero de seguro que está en uno de los dos."

Varios doctores de ámbas partes se hospedaban, durante la conferencia, en casa del impresor Herbipolis.

Mas a tia punto llegaron sus escesos que el huésped se vi6 obligado a llamar un alguacil, para que armado de una alabarda se mantuviese en pié a la cabezeín de la mesa, afin de impedir a sus huéspedes, en caso de necesidad, que pasaran de los dichos a los hechos. Un día el traficante en indulgencias, Baumgartner, tuvo una contienda con un caballero amigo de Lutero, y se dejó arrebatar por la cólera a tal extremo, que murió súbitamente. "Yo fní uno de los que le llevaron al sepulcro," dice Froschel, refiriendo este hecho.•[16] Así se manifestaba la fermentación general de los ánimos. Entónces, como ahora, los discursos de la tribuna resonaban en la sala y en la calle.

El duque Jorge, aunque muy partidario de Eck, no se mostró sin embargo tan apasiónado como sus vasallos. Convidó a comer con él a los tres, Eck, Lutero y Carhtad. Suplicó a Lutero le visitase en particular, pero pronto dió a conocer todas las preocupaciones de que le habían imbuido. " Con vuestro escrito sobre la oración dominical," le dijo el duque con donaire, "habéis estraviado muchas conciencias. Hay personas que se quejan de no haber podido rezar ni un solo Pater durante cuatro días ó más "

173

Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto ________________________________________

FOOTNOTES

[1] • L. Epp. I, p. 580.

[2] * Terrorem hunc a Sathani olí dizit adferrí. Melch. Adami, p. 111.

[3] Er wolle bey der erkandten Wahrhoyt mit breytem Faris attahalten. Mathesius Historiador, p. 23 : nosotros citamos conforme la primera edición de 1566.

[4] *Motiónem ser inspiratiónem prsevenientern eme a solo Deo; et ibi liberum arbitrium habet se passivé.

[5] Parfim a Deo, partirn e. libero arbitrio.

[6] Consentit horno, sed coniensus est donum Dei. Consentire non .st arre.

[7] 1.7t fierra in rnanu honzinis ts4hentis.

[8] Seakendorf, p. 192.

[9] Juan Kessler, más tarde reformador de SanGall.

[10] Lipsicne pugna, otiosus spectator in reliquo vulgo sedi. Corpus Reforrnatoturn, I, p. iti.

[11] Tace, tu, Pbilippe, ac tus estudía cura, noc me perturba. Corpus Reformatoruml 1, p. 149.

[12] Melancbt. Opp. p. 134.

[13] e Relictis síguis, desertorem exercitets et transfugam factum. Y. p. 295w

[14] Mich verklagen, schelten und schmáhen. L. Op. (L.) XVII, p. 217.

[15] Eck a Haven y Bourkard, primero de Julio de 1519. Walch, XV, p. 1456.

[16] Lbscher, III, p. 278

174

Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto CAPÍTULO VIII.

Entrada en Worms—Canto de difuntos—Consejo presidido por Carlos Quinto Capitón y los contemporizadores—Concurso al derredor de Lutero—Citación—

Hutten a Lutero—Marcha hiíeia la dieta—Palabra de Freundsberg—Asambles, imponente—Alocución del canciller—Respuesta de Lutero—Su sabiduría—Palabra de Carlos Quinto Alarma—Triunfo—Firmeza de Lutero—Ultrages de los españoles—

Consejo—Turbación y oración de Lutero—Fuerza de la refomación—Su juramento de fidelidad a la Escritura—La corte de la dieta—Discurso de Lutero Tress géneros de escritos—Pide que se le pruebe su error—Graves consejos—Repite su discurso en latín—Heme aquí yo no puedo obrar de otro modo—La debilidad de Dios—Nuevas tentativas.

ENFIN, en la mañana del 16 de Abril, Lutero descubrió los muros de la antigua ciudad. Se le esperaba. En Worms no habla más que un solo pensamiento.

Impacientes unos jóvenes nobles, corrieron a caballo al encuentro del reformador, y le rodearon para escoltarle a su entrada. Estos eran Bernardo de Hirechfeld, Alberto de Lindenau, con seis caballeros y cien mozos del acompañamiento de los príncipes, según Pallavicini. Ya estaba cerca : delante de él iba el heraldo imperial cabalgando, y revestido con todas las insignias de su clase. Lutero le seguía en su modesto carro, después Jonás a caballo, y los nobles les rodeaban. Un gran concurso de gente le aguardaba ante la puerta de la ciudad. Era cerca de mediodía cuando franqueó aquellas murallas, de cuyo interior muchos le habían profetizado que no volvería a salir. Cada uno estaba en la mesa, cuando el vigía del campanario de la catedral sonó la corneta ; todos los habitantes salieron a las calles para ver al fraile. Ho aquí a Lutero en Worms.

Dos mil personas acompañaban a Lutero por las calles, y se precipitaban a su.

encuentro. Por momentos crecía la multitud. Era más grande que cuando entró el emperador. Un historiador dice que se presentó inesperadamente un hombre revestido de un modo singular, llevando delante de sí una gran cruz, como se acostumbra en los entierros ; pasó por entre la gente, fue al encuentro de Lutero, y luego con tono fúnebre y lastimoso, semejante al del oficio de los difuntos, entonó estas palabras, COMO si hubiesen salido del imperio de los muertos : Advenisti, o desiderabilis !

Quena expletabsaitus in tenebrisl* [1]

Con un Requiera se celebró la llegyda de Lutero. Era el bufon de la corte de uno•de los duques de Baviera, quien, según el historiador, daba a Lutero uno de estos avisos, a la vez llenos de profundidad y de ironía., de que tantos ejemplos se cuentan de semejantes hombres. Mas el ruido de los espectadores sofocó luego el De profundis del que llevaba la cruz. La comitiva avanzaba lentamente por entre la masa del 175

Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto pueblo. Finalmente el heraldo del imperio se detuvo delante de la posada de los caballeros de Rhodes. Allí era donde vivían dos consejeros del elector, Federico de Thun y Felipe de Feilitach, como igualmente el mariscal del imperio, Ulric de Pappenheim. Lutero se apeó de su carro y dijo : "Dios será mi defensa."[2] "Entré en Worms en un carro cubierto y con mi hábito," dijo más tarde. "Todos los habitantes corrían por las calles, y queríau ver a. fray Martin."*[3]

La nueva de la llegada del reformador llenaba de temor al elector de Sajónia y a.

Aleandro. El joven y elegante arzobispo Alberto, que conservaba el justomedio entre ambos, estaba consternado de tanta audacia. Si yo no hubiese tenido más valor que él, dijo Lutero, " es claro que nunca me hubiera visto en Worms."

Oírlos Quinto convocó en seguida su consejo. Los consejeros íntimos del emperador se presentaron inmedíatamente en palacio, ganados por el miedo. "Lutero ha llegado,"

dijo Carlos : "¿Qué debemos hacer ?"

Modo, obispo de Palermo y canciller de Flándes, respondió, si heniOs de dar crédito al testimonio del mismo Lutero : " Mucho tiempo hace que nos hemos consultado sobre este asunto. Que Vuesa Majestad Imperíal se deshaga pronto de ese hombre.

Segismundo, ¿ no hizo quemar a Juan Huss ? Nadie está obligado a conceder ni a respetar un salvoconducto dado a un hereje."*[4] "No," dijo Carlos ; "lo que uno ha prometido es menester cumplirlo." Resolvieron puei hacer comparecer al reformador.

Mientras que los grandes se agitaban así en sus deliberaciones sobre Lutero, muchos hombres había en Worms que se regocijaban de poder contemplar finalmente aquel ilustre siervo de Dios. Capiton, capellan y consejero del arzobispo de Maguncia, era uno de los primeros. Este hombre singular, que poco fintes había anunciado el Evangelio en Suiza con plena libertad,f [5] creía entonces deber, al puesto que ocupaba, manifestar una conducta que ante los evangelistas pasaba por cobardía, y ante los romanos por una especie de disimulo.[6] Había predicado sin embargo en Maguncia la doctrina de la fe con claridad. Al momento de su salida, se hizo reemplazar por un joven predicador lleno de celo, llamado Hedion. La palabra de Dios no estaba, sellada en aquella ciudad metropolitana de la iglesia germánica. En ella el Evangelio se escuchaba con avidez ; en vano se esforzaban los frailes en predicar ...

Dass Ihre Majestát den Luther aufs erste beyseit tháte und ttmbringen liosa... a su modo la Escritura Sagrada, y empleaban cuanto estaba en su poder para reprimir el fervor de los ánimos ; pero no podían conseguirlo.*[7] No obstante, al mismo tiempo que Capiton yredicaba la nueva doctrina se esforzaba en permanecer amigo de los que la perseguían. Se jactaba, con otros de su mismo proceder, de servir así de grande utilidad a la iglesia. Al oírle, si a Lutero no lo. quemaban, si a todos los luteranos no los escomulgaban, todo esto era debido al influjo que Capiton tenía sobre el arzobispo Alberto.[8] El decano de Francfort, Cochleus, que llegó a Worms casi al mismo tiempo que Lutero, fue inmedíatamente a la casa de Capiton. Este, que esterioiL mente 176

Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto estaba en buena relación.con Aleandro, le presentó a Cochleus, sirviendo de este modo de mediador entre los dos enemigos más grandes del reformador.*[9] Capiton creyó sin duda ser muy útil a. la causa de Cristo guardando esta política ; pero no se puede afirmar que de ello resultase algún bien. Los acontecimientos frustran casi siempre estos cálculos de un proceder enteramente humano; y prueban que una marcha decisiva y franca, es la más prudente.

Sin embargo la multitud cercaba siempre la posada de Lutero. Unos le consideraban como un prodigio de sabiduría, y otros como un monstruo de iniquidad. Toda la población quería verle.[10] Le dejaron sin embargo las primeras horas para su descanso, y para conversar con sus amigos más íntimos. Pero apenas llegó la noche, cuando se apresuraron a visitarle los condes, barones, caballeros, hidalgos, eclesiásticos y ciudadanos. Todos, aun sus mismos enemigos, estaban atónitos de lo atrevido de su empresa, del gozo que le animaba, de la fuerza de sus palabras, de aquella elevación y entusiasmo tan importantes, que daban a aquel simple fraile una irresistible autoridad. Pero los unos atribuia n aquella grandeza a algo de divino que se hallaba en él, mientras que los partidarios del papa proclamaban altamente que estaba poseido del demonio. Las visitas se succedían las unas a las otras, yàquella masa. de curiosos conservó en pié a Lutero hasta muy avanzada la noche.

En la mañana del día. siguiente, miércoles 17 de Abril, el mariscal hereditario del imperio, Ulric de Pappenheim, le citó pasa que compareciese tr, las cuatro de la tarde en presencia de Su Majestad y de los estados del imperio. Lutero recibió este mensage con profundo respeto.[11]

Así estaba todo decretado : Lutero va a comparecer en nombre de Jesucristo delante de la más augusta asamblea del universo. No le faltaban ayudas. El animoso caballero Ulric de Hutten se hallaba entonces en el castillo de Ebernbourg. No pudiendo ir a Worms, (pues León X había pedido a Carlos Quinto le mandase a Roma atado de pies y manos,) quiso a lo menos tender a Lutero la mano de amigo, y en este mismo día, 17 de Abril, le escribió, sirviéndose de las palabras de uno de los reyes de Israel ; Ofgate el Señor en el día de la tribulación ; ampárate el nombre del Dios de Jacob.

Envíete socorro desde el lugar santo, y desde Sion te defienda. Haga contigo según tu corazón, y cumpla todos tus designios ! Salmo 20 : 14. I[12] Oh querido Lutero !mi respetable padre ! No temais, y permaneced firme. Os ha citado el consejo de los malos, y han abierto la boca contra vos como unos leónes hambrientos. Mas el Señor se levantará contra los impíos y los exterminará. Combatid pues valerosamente por Cristo. En cuanto a mí, también pelearé con valor. Ojalá me fuese permitido ver cómo ar rugan el entrecejo. Mas el Señor limpiará su viña, que el jabalí salvage ha devastado. Que Jesucristo os salve !•[13] Bucer hizo lo que Hutten no había podido hacer ; pasó de Ebernbourg a Worms, y no abandonó a su amigo durante su residencist

177

Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto Habiendo dado las cuatro de la tarde, se presentó el mariscal del imperio, y era preciso ir. Lutero se dispuso a. ello. Se conmovía considerando el congreso ante el cual tenía que comparecer. [14] El heraldo rompia la marcha ; tras él segnia el mariscal del imperio, y en seguida el reformador. Los espectadores que llenaban las calles aun eran más numerosos que en el día anterior; de modo que era imposible pasar adelante ; en vano gritaban que hiciesen lugar ; la masa. se aumentaba más y más. Viendo el heraldo lo imposible que era llegar a la casa consistorial, hizo abrir algunas canas particulares, y condujo a Lutero por entre jardines y lugares ocultos huta el lugar de la dieta.[15] Vista por el pueblo la estratagema, se introdujo por las casas tras el fraile de Wittemberg, se asomó a. las ventanas que correspondían a los jardines, y muchos subieron sobre loa techos. La cima de los edificios, la acera de las calles, arriba y abajo, todo estaba lleno de espectadores.

Llegados enfin a. la casa consistorial, Lutero y los que le acompañabiln, no podían franquear el umbral de la puerta, a causa de la multitud; y aunque gritaban; despejad!

despejad ! nadie se movía. Entónces los soldados abrieron imperiosamente un camino por donde pasó Lue tero. Precipitándose el pueblo para entrar tras de él, los soldados lo contuvieron con sus alabardas. [16] Linero penetró en el interior de la casa consistorial, pero todavía allí estaba todo lleno de gente : más de cinco mil personas eran las que contenían las salas y ventanas—españoles, alemanes, italianos y otros.

Lutero se adelantó con dificultad. En frente de la puerta que debía conducirle ante sus jueces, encontró a. un insigne caballero, el célebre general Jorge de Freundsberg, quien, cuatro años después, al frente de sus tropas alemanas, dobló la rodilla en el campo de Pavia, y cargando arrojadamente sobre el ala izquierda del ejército francés, la precipitó en el caudaloso rio Tessín, y decidió en gran parte la prisión del rey de Francia.

Al ver pasar a. Lutero, el anciano general púsole la mano en el hombro, y meneando la cabeza encanecida en los combates, le dijo bondadosamente: Pequeño fraile !

pequeño fraile ! tienes en tu presencia una empresa tan árdua, que ni yo ni otros capitanes hemos visto jamás tal en nuestros más sangrientos combates!! Sin embargo, si tu cansa es justa, y si estás convencido de ello, avagza en nombre de Dios, y nada temas ! Dios no te abandonará !P Bello hornenage rendido por el valor de la espada al valor del espíritu! "El que domina su corazón, es más grande que el que asalta ciudades," dijo un rey. Proverbios 16: 32. [17]

Se abrieron por fin las puertas de la sala, y Lutero, acompañado de otros muchos que no eran del número de la dieta, entró en ella. Jamás ningún hombre había comparecido ante una asamblea tan augusta. El emperador Carlos Quinto, cuyos reinos dominaban el antiguo y nuevo mundo; su hermano el archiduque Fernando ; seis electores del imperio, cuyos descendientes ciñen casi todos hoy día la corona real ; veinte y cuatro duques, los T118,5 soberanos de paises más ó menos entendidos y entre los cuales hay algunos que llevan un nombre el que será más tarde temible a la 178

Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto reformación—el duque de Albi sus dos hijos ; ocho margraves ; treinta arzobispos, obispos S prelados ; siete embajadores, entre los cuales se distinguian los de los reyes de Francia y de Inglaterra ; los diputados de siete ciudades independientes ; un crecido número de príncipes, condes y barones soberanos ; los nuncios del papa : formando un total de doscientos cuatro personages. Tal es la corte imponente ante la cual comparece Martin Lutero.

Esta comparecencia es ya un manifiesto triunfo conseguido sobre el papismo. El papa había condenado a este hombre; y este hombre se hallaba ante un tribunal, que se colocaba así sobre el papa. El papa le ha suspendido, y espulgado de toda sociedad humana; y él se vé convocado con términos honrosos, é introducido ante la más augusta asamblea del universo. El papa le ha impuesto silencio; él iba a hablar delante de miles de oyentes reunidos de los paises remotos de la cristiandad. , Una revolución sin límites se había de este modo cumplido por medio de Lutero. Roma baja ya de su trono, y ea la palabra de un fraile la que la hace descender.

Algunos de los príncipes, viendo al humilde hijo del minero de Mansfeld conmovido en presencia de la asamblea de reyes, se acercaron a él con afabilidad, y uno de ellos le dijo: "No temais aquellos que no pueden matar más que el cuerpo, y que nada pueden contra el alma." Otro añadió también: "Cuando fuéreis presentado ante los reyes, no discurraia cómo ó qué habéis de hablar; el Espíritu de vuestro Padre hablará por vos." Matheo 10: 2028. De este modo las mismas palabras de su divino Maestro consolaban al reformador, por el órgano de los poderosos de la tierra. [18]

En este intervalo los soldados hacían abrir paso a Lutero, el cual avanzó y llegó ante el trono de Carlos Quinto. El aspecto de una asamblea tan augusta pareció turbarle la vista é intimidarle. Todas las mirada& se fijaron sobre él. Principió a calmarse la agitación y se siguió un profundo silencio. No digais nada antes de ser interrogado,"

le dijo el mariscal del imperio; en seguida se separó de él.

Después de un corto intervalo de silencio, el canciller del arzobispo de Tréveris, Juan de Eck, amigo de Aleandro, el que es preciso no confundir con el teólogo de su mismo nombre, se levantó y dijo con alta é inteligible voz, primero en latín y después en filman : "Martin Lutero ! su santa é invencible Majestad imperial te ha citado ante su trono, conforw al aviso y consejo de los estados del augusto imperio romano, para obligarte a responder a estas dos preguntas : Primeramente, ¿ reconoces tú que estos libros han sido escritos por ti ?" Al mismo tiempo el orador imperial mostraba con su dedo cerca de veinte obras colocadas sobre una mesa en medio de la cala, delante de Lutero. [19] " Xo no sé como se las había procurado," dice Lutero narrando esta circunstancia. Fue Aleandro quien se tomó este trabajo. " En segundo lugar," continuó el canciller ; "¿ quieres retractar estos libros y su contenido, ó persistes en las cosas que en ellos has espuesto ?"

179

Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto Lutero iba a responder, sin sospecha, afirmativamente . la primera de estas preguntas, cuando su consejero, Jerónimo Schurff, tomando prontamente la palabra, dijo en alta voz : "Que lean los títulos de los Libros."

El canciller se aproxirnó a la mesa, y leyó los títulos. Habla en el número, varias obras de piedad, independientes de la controversia. [20]

Conclyida esta enumeración, Lutero dijo en latir y después en aleman : "Beniguísimo emperador ! Beaignímimos príncipes y señores ! Su Majestad imperial me dirige dos cuestiónes. Tocante a la primera, reconozco los libros que han sido enumerados, como procedentes de mí; no puedo negarlos. Tocante a la segunda : atendido que esta es una pregur2ta que concierne a la fe y a la salvación de las almas, en la que se halla interesada la palabra de Dios, a saber el más grande y precioso tesoro que existe en los cielos y en la tierra,* [21] obraría imprudentemente si respondiera sin reflexión.

Yo pudiera afirmar menos de lo que se me pide, 6 más de lo que exije la verdad, y hacerme así culpable contra esta palabra de Cristo : El que me negare delante de los hombres, lo negaré yo también delante de mi Padre que está. en los cielos. Math. 10 : 33. Por esta razón, suplico a Su Majestad imperial con toda sumisión, se digne concederme tiempo, para que pueda yo responder sin manchar la palabra de Dios:

, Esta respuesta, lejos de dar a sospechar alguna vacilación en Lutero, era digna del reformador y de la asamblea. Debia mostrarse tranquilo y con circunspección en un asunto tan grave, así como alejar de este instante solemne, todo lo que hubiera podido hacer sospechar pasión 6 ligereza. Tomando el tiempo conveniente, probará por otra parte, mucho mejor la inmutable firmeza de su resolución. Muchos hombres en la historia, por una palabra demasiado pronta, han acarreado grandes males sobre ellos y sobre ef mundo. Lutero reprime su carácter naturalmente impetuoso ; contiene su palabra siempre pronta a escaparse ; se refrena cuando todos los sentimientos que le animan quisieran salir al exterior. Esta reserva, esta calina tan sorprendente en semejante hombre, centuplican su fuerza, y le disponen para responder más tarde con una sabiduría, un poder, y una dignidad, que frustrarán las esperanzas de sus adversarios, y confundirán su malicia y su orgullo.

Con todo, como había hablado con un tono respectuoso y con voz poco elevada, muchos creyeron que vacilaba, y aun que se había intimidado. Un destello de esperanza vino a lucir en el alma de los partidarios de Roma. CárlOt, impaciente de conocer al hombre cuya palabra revolvia el imperio, no había desviado sus miradas de él. Se volvió hacia uno de sus cortesanos, y dijo con desden Por cierto no será jamás este hombre el que me convierta en hereje."•[22] En seguida se levantó el joven emperador, y se retiró con sus ministros a la sala del consejo ; los electores se encerraron en otra con los príncipes; y los diputados de las ciudades independientes, en una tercera.

Habiéndose vuelto a reunir la dieta, la solicitud de Lutero fue concedida a unanimidad. Aquel fue un gran chasco para los hombres apasiónados.

180

Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto

"Mártin Lutero," dijo el canciller de Tréveris, "Su Majestad Imperíal, según la benignidad que le es natural, te concede todavía un día, pero con la condición que darás tu respuesta de viva voz y no por escrito."

Entónces el heraldo imperial se adelantó y condujo de nuevo a Lutero a su posada. A su paso se oyeron alternativamente gritos de amenaza y de alegría. Los rumores más siniestros circularon entre los amigos de Lutero. "La dieta está descontenta," decían;

"triunfan los emisarios del papa ; el reformador será inmolado." Las pasiones se exaltaban. Muchos palaciegos corrieron trémulos a casa de Linero y le preguntaron:

"Reverendo doctor! í qué sucede ? "Aseguran que pretenden quemaros !f [23] Esto no sucederá.," continuara ellos, "sin que paguen esta acción con su vida"—" Y esto hubiera acontecido," dice Lutero, citando estas palabras en Eisleben, veinte años después.

Por otra parte triunfaban los enemigos de Lutero.

"El ha pedido tiempo," decían ellos, "él se retractará. De lejos era arrogante su palabra ; ahora le abandona el valor. Está vencido."

Quizá Lutero era el solo que permanecía tranquilo en Worms. Pocós momentos después de su salida de la dieta, escribió al consejero imperial Cuspianue: "Te escribo de entre el tumulto." Probablemente aludía al ruido que hacia el pueblo al derredor de su posada. "He comparecido ahora ante el emperador y su hermano.*[24] He confesado ser el autor de mis libros, y he declarado que responderla mañana tocante a la retractación. Yo no retractaré ni una sílaba de ninguno de mis libros, medíante la ayuda de Jesuorieto."t [25]

La emoción del pueblo y de la tropa estrangera aumentaba de hora en hora. Mientras que los partidos trataban con calma en el seno de la dieta, se llegaban a las manos en las calles. Los arrogantes é implacables solda.. dos españoles, ofendían con insolencias a los ciudadanos. Uno de aquellos satélites de Carlos, halló en la casa de un librero la bula del papa publicada por Hutten con un comentario de este caballero; la tomó y la hizo pedazos ; en seguida arrojando loe fragmentos, los pisoteó con furia.

Habiendo descubierto otros, varios ejemplares del escrito de Lutero sobre "el cautiverio de Babilonia," los robaron y los rasgaron. Acudió el pueblo indignado, y cargó so. bre los soldados hasta obligarlos a huir. Otra vez tarabien, un español a caballo perseguía con sable en mano a un aleman que corria delante de él, en una de las principales calles de Worms. Espantado el pueblo no osó oponerse a aquel furioso.$ [26]

Algunos hombres políticos creyeron haber hallado un medio de salvar a. Lutero.

"Eetractad," le dijeron, los errores de vuestra doctrina ; pero persistid en todo lo que terrible es el mundo ! cómo abre la boca para tragarme!

181

Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto y qué débil es la confianza que tengo en tí ! Cuán débil es la carne, y cuán poderoso Senanas! Si debo confiar en lo que es poderoso según el mundo, estoy perdido ! Está tomada la última resolución,[27]• y está pronunciada la sentencia! Oh Dios! •[28], Oh Dios ! Oh Dios mío ! Asísteme contra toda la sabiduría del mundo ! Hazlo ; tú debes hacerlo . . . tú solo ... porque no es obra mia, sino tuya. Nada tengo que hacer aquí, nada tengo que combatir con estos grandes del mundo! Yo también deseara pasar díal felices y en paz. Mas es tuya la causa, y ella es justa y eterna! Oh Señor !

sed mi ayuda! Dios fiel, Dios inmutable! No confio en ningún hombre, pues sería en vano! por cuanto todo lo que procede del hombre fallece. Oh Dios ! Oh Dios ! ¿ no oyes ?

¿ Estás muerto, Dios mío ? No ; tú no puedes morir! Tú te ocultas solamente. Me elegiste para esta empresa, estoy cierto ! Por consiguiente, obra pues, oh Dios!

permanece a mi lado en nombre de tu Hijo muy amado Jesucristo, el cual es mi defensa, mi escudo y mi fortaleza.

Después de un momento de silencio y de combate, prosigue así : "¿Dónde estás Señor ?

¿ Dónde Dios mío ? Ven ! ven ! dispuesto estoy ! Estoy resignado 6, morir en defensa de tu verdad, manso como un cordero. Pues la causa es justa, y es tuya! Yo no me apartaré de tí, ni ahora, ni en la eternidad! Y aunque el mundo estuviese lleno de demonios, aunque mi cuerpo, que no obstante es la obra de tus manos, debiera morder el polvo, estar tendido en el suelo, hecho pedazos, reducido a. cenizas, mi alma te pertenece! Sí, tengo por garantía tu palabra. Mi alma te pertenece! ella morará cerca de ti, por toda la eternidad! Amen! Oh Dios ! •, asísteme! Amen !"t [29]

historia levanta aquí el velo del santuario, y nos muestra el lugar oculto donde le fue comunicado a, este hombre, humilde fraile, la fuerza y el valor para ser el órgano dé Dios a fin de libertar el alma y el pensamiento de los hombres y dar principio. a una nueva era. Lutero y la reformatión están tomados aquí por sus hechos. Se descubren sus más íntimos resortes ; y se reconoce de donde procedía su fuerza. El desahogo de esta alma, qué se sacrifica por la causa de la verdad, se encuentra en erconjunto de docuinentos relativos a la comparecencia de Lutero en Worms, en el número XVI, entre los salvoconductos y otros documentos de este género. Algúno de sus amigos leoy6 orar sin duda, y nos conservó su oración, la que a nuestro entender, es uno de los más bellos documentos de la historia.

Después que Lutero hubo orado así, halló aquella paz de espíritu sin la cual el hombre nada puede hacer de grande.. Leyó la palabra de Dios, ojeó sus escritos, y procuró dar la debida forma a su respuesta. Se inundaba de gozo su corazón al pensar que iba a.

dar un testimonio a Jesucristo y a su palabra, en presencia del emperador y del imperio. Bateado ya próximo el momento de comparecer, abrió su Biblia, que estaba sobre la mesa, y descansó sobre ella su mano izquierda, y levantando la derecha hacia el cielo, juró permanecer fiel al Evangelio, y confesar libremente su fé, aunque tuviese que sellar con su sangre su confeaion. Después de esto se sintió todavía más en paz.

182

Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto A las cuatro, se presentó el heraldo y le condujo al lugar de las sesiones de la dieta.

Rabia aumentado la curiosidad gemral, pues debía ser decisiva la respuesta. No pudiendo ser admitido inmedíatamente en la dieta, Lutero se vió obligado a esperar en el patio en medio de una inmensa multitud que se agitaba como el mar en tormenta, é impelía al reformador con. sus ondaS. Dos largas horas tuvo que pasar el doctor de Wittemberg entre aquella masa ávida de verlo. "No estaba yo acostumbrado a todas estas cosas ni a aquel ruido,"•[30] dice. Hubiera sido una triste preparación para un hombre ordinario ; pero Lutero estaba con Dios. Era serena su mirada, y no había mutación en sus facciones ; el Eterno le levantaba sobre una roca. Llegó la oscuridad de la, noche, y encendieron los candiles de la sala de la asamblea. Su resplandor pasaba al troves de los cristales de las ventanas, hasta el patio. Todo presentaba un aspecto solemne. Enfin introdujeron al doctor. Muchos entraron con él, pues todos querían oir su respuesta. Todos los áninioa estaban pendientes ; cada uno aguardaba con impaciencia que llegase el momento decisivo. Esta vez Lutero conservó su libertad de espíritu, su calma y. su firmeza, sin que se le notase la más mínima mutación. La oración había producido sus frutos. Habiéndose sentado los príncipes, no sin algún trabajo, pues los asientos eran casi invadidos, y hallándose nuevamente el fraile de Wittemberg ante Carlos Quinto, el canciller del elector de Trévenia tomó la palabra y dijo ;

" Martin Lutero, ayer pediste un plazo que ya ha espirado. Este no debía haberte sido concedido, pues que cada uno debe estar bastante instruido en las cosas de la fé, para estar siempre dispuesto a rendir cuenta de ellas a cuantos se la piden ; y más particularmente tú que eres tan grande y tan hábil doctor en teología. Ahora pues, responde a la pregunta de Su Majestad, que tanta dulzura ha mostrado contigo.

¡Quieres defender tus libros en todo su contenido, 6 quieres retractar algo de ellos ?"

Habiendo pronunciado estas palabras en latir, el canciller las repitió en Aleman.

"Entónces el doctor Martin Lutero," dicen los actos de Worms, respondió de un modo el más sumiso y más humilde. No habló con voz recía ni tampoco con violencia ; pero con honestidad, dulzura, propiedad y modestia.; y no obstante con mucho gozo, y firmeza cristiana :"•[31]

"Serenísimo Emperador ! ilustres príncipes, benignísimos Señores !" dijo Lutero, dirigiendo su vista sobre Carlos y sobre la asamblea. "Comparezco humildemente hoy ante vos, según la órden que se me comunica ayer, suplicando por la misericordía de Dios, a Vuestra Majestad y a sus augustas Altezas, se dignen escuchar bondadosamente la defensa de una causa de que tengo ,conviceion que es justa y verdadera. Si falto por ignorancia a los usos y propiedad de las cortes, perdonádmelo ; pues no he sido educado en los palacios de loe reyes, sino en la oscuridad del claustro.

"Dos cosas se me pregiintaron ayer de parte de Su Majestad Imperíal : La primera, si era yo el autor de los libros cuyo. títulos leyeron ; la segunda, si quería revocar ó 183

Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto sostener la doctrina que he enseñado. Respondí sobre la primera cuestión, y melatengo a la misma respuesta.

" Tocante a la segunda : he compuesto libros sobre materías muy diversas. En ellos hay unos en les cuales he tratado de la fe y de las buenas obras, de un modo tan puro, tan sencillo y tan cristiano, que aun mis mismos adversarios, lejos de hallar matería de censura en ellos, confiesan que dichos escritos 5011 útiles y dignos de ser leidos por los corazónes piadosos. La misma bula del papa, por violenta que sea, lo reooaoee.

Por consiguiente, si yo los retractara, b qué baría ? Desdichado de mí! Solo entre todos los hombres, abandonaría las verdades que mis amigos y enemigos aprueban con voz unánime, y me opondría a lo que el mundo entero se gloria de confesar.

En segundo lugar, he compuesto ciertos libros contra el papismo ; en los cuales he atacado a los que por su mala doctrina, su mala vida y sus ejemplos escandalosos, llenan de desolación el mundo cristiano y pierden los cuer pos y las almas. ¿ Las quejas de todos los temerosos de Dios, no dan testimonio de ello ? ¿ No es evidente, que las leyes y doctrinas humanas de los papas atan, atormentan y mártirizan las conciencias de los fieles, mientras que las eestorsiones tiránicas y perpetuas de Roma se tragan los bienes y riquezas de la cristiandad, y particularmente las de esta ilustre nación ?

" Si yo revocase lo que he dicho sobre este particular, ¿Qué haría, sino fortificar esta tiranía y abrir a tantas y tan grandes impiedades una puerta más ancha todavía ?*[32]

Acometiendo entonces de nuevo y con más furia, se verían multiplicar estos hombres orgullosos, enfurecerse y tronar con mayor fuerza. No solo se le haría más pesada la carga al pueblo cristiano por mi retractación, sino que se baria, por decirlo así, más legitima, recibiendo con zni retractación, la confirmación de Vuestra Augusta Majestad, y la de todos los estados del sacro imperio. Gran Dios ! yo sería como un manto infame, destinado a esconder y envolver toda clase de malicia y de tiranía!

"En tercer lugar, he escrito libros, enfin, contra personas privadas que querían defender la tiranía romana y destruir la fé. Confieso francamente que quizá las ataqué con más violencia de lo que mi estado eclesiástico requería. Yo no me tengo por santo ; pero tampoco puedo retractar estos libros, porque ent6nces autoritaria las impiedades de mis adversarios, dándoles ocasión para despedazar con más crueldad todavía al pueblo de Dios.

14Sin embargo, soy un simple hombre, y no Dios ; por consiguiente me defenderé como le hizo Jesucristo : Si he hablado mal, dijo, dadme testimonio del mal ; Juan 18 : 13. Con cuánta más razón yo, que no soy sino polvo y ceniza, y que puedo errar tan fácilmente, debo desear que cada uno esponga lo que tenga que decir sobre mi doctrina!

[33]

184

Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto Por eso os conjuro por el Dios de las misericordías, a vos Serenísimo Emperador, y a vosotros ilustres príncipes y a. todos los demás de alta ó baja graduación, a que me probeis, por los escritos de los profetas y de los apóstoles, que he errado. Así que me hayais convencido, retractaré luego todos mis errores, y seré el primero en echar mano de mis escritos y arrojarlos a las llamas.

"Lo que acabo de decir muestra claramente, a mi ver, que he considerado y pesado bien los peligros a que me expongo ; pero lejos de acobardarme, es para mí un motivo de gozo ver que el Evangelio es hoy día lo que antes, una causa de disturbio y de discordía. Este es el carácter y el destino de la palabra de Dios. No vine a traeros paz, sino guerra ; dijo Jesucristo. Math. 10 : 34. Dios es admirable y terrible en sus juicios ; temamos que al pretender reprimir las discordías, persigamos la palabra de Dios, y hagamos llover sobre nosotros un diluvio de irresistibles peligros, desastres presentes, y desolaciones eternas. Temamos que el reinado de este Oven y noble príncipe el emperador Carlos, en quien después de. Dios fundamos tan altas esperanzas; que no solo comienze, sino que continue y acabe bajo los más funestos auspicios ; yo pudiera citar ejemplos sacados de la Sagrada Escritura," continuó Lutero, hablando en presencia del más gran monarca del mundo, con un valor lleno de nobleza. " Yo pudiera hablamos de Faraon, de los reyes de Babilonia, y de los de Israel, quienes jamás trabajaron con más eficacia a su ruina, que cuando por consejos en apariencia muy sabios, pensaban consolidar su imperio. Dios remueve las montañas y las derriba antes que lo perciban. Job 9 : 5.

" Si digo estas cosas, no es por que crea que estos grandes príncipeS tengan necesidad de mis pobres consejos ; solo quiero tributar a la Alemania lo que ella tiene derecho de esperar de sus hijos. Así pues, al dirigirme a Vuestra Augusta Majestad, y a Sus Altezas Serenísimas, les suplico humildemente no permitan que el odio de mis enemigos haga descargar sobre mí una indignación a que no he sido acreedor."

Lutero había pronunciado estas palabras en aleman, con modestia, pero al mismo tiempo con energía y firmeza ;t [34] le suplicaron las repitiera en latir ; porque el emperador no gustaba del idioma alegan. La imponente asamblea que rodeaba al reformador, así como el ruido y la emoción, le habían fatigado. " Estaba," dice él,

"sudando, sofocado, por el tumulto que me rodeaba, y de pié delante de los príncipes."

Federico de Thun, consejero íntimo del elector de Sajónia, colocado por órden de su Señor cerca del reformador para ponerlo a salvo de toda sorpresa y violencia, al ver el conflicto del pobre fraile le dijo : "Si no podeis repetir vuestro discurso en latín, con lo que habéis dicho, reverendo doctor, es suficiente." Pero Lutero, que había hecho una pequeña pausa para recobrar el aliento, tomó de nuevo la palabra y pronunció su discurso en latir con la misma energía que la primera vez.# [35]

"Esto agradó muchísimo al elector Federico," dice el reformador.

185

Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto Tan luego como hubo cesado de hablar, el canciller de Tréveris, orador de la dieta, le dijo con indignación : "No habéis respondido a la pregunta que se os ha hecho. No habéis comparecido aquí para revocar lo que ha sido decretado por los concilios. Se exige de vos una respuesta clara y precisa. [36], Quereis retractaras, sí ó no ?"

Entónces replicó. Lutero sin titubear " Ya que Su Serenísima Majestad, y sus Altezas exigen de mí una respuesta sencilla, clara y precisa, voy a darla,1 y es esta : Yo no puedo someter mi fe ni al papa ni a los concilios, porque es tan claro como luz del din que ellos han caído muchas veces en el error, y al mismo tiempo en muchas contradicciones consigo mismos. Por lo que, si no se me convence con testimonios bíblicos, ó con razónes evidentes, y si no se me persuade con los mismos testos que yo he citado, y si no convierten con esto mi conciencia sujeta. a la palabra de Dios, YO

NO PUEDO NI QUIERO RETRACTAR NADA ; por no ser digno de un cristiano hablar contra su conciencia." Dirigiendo luego su vista sobre aquella asamblea, ante la cual permanece en pié, y de la que dependía su vida, dijo : "Hutu AQUI ; NO MB

ES DABLE HACERLO DE OTEO MODO ; I QUE DIO. Ani AYUDE ! AMEN !.

Así pues Lutero, impelido pj su fé, arrastrado por su conciencia hacia la muerte, oprimido bajo la más noble necesidad, esclavo de lo que cree, y sumamente libre en esta esclavitud, se asemeja al navío que sufre una terrible tempestad, y que para salvar lo que es más precioso que él mismo, vá voluntariamente a estrellarse contra una perla ; pronuncia estas palabras sublimes, las que, tres siglos después, nos hacen todavía estremecer. Así habla un fraile ante el emperador y los potentados de la nación y este hombre, débil y miserable, solo, pero apoyado en la gracia del Altísimo, parece rasa grande y más fuerte que todos ellos. Su palabra tiene una fuerza contra la cual nada pueden todos estos poderosos. He aquí la debilidad de Dios, que es más fuerte que loe hombres. El imperio y la iglesia. de un lado, y deltotro el hombre oscuro, se han. puesto frente 6, frente. Dios había reunido estos reyes y prelados para anonadar públicamente su sabiduría. Está perdida la. batalla ; y los resultados de esta derrota de los poderosos de la tierra se harán sentir en todos los pueblos y en todos los siglos venideras. [37]

La asamblea permanecía atónita. Muchos príncipes apenas podían ocultar su admiración. Volviendo el emperador de su primera impresión, exclama en alta voz : El fraile habla con un corazón intrépido y con inmutable valor." Solo los españoles é italianos estaban confusos, y proirto se mofaron de una grandeza de alma que ellos no podían comprender. [38]

" Si no te retraotas," repuso el canciller, después que volvieron de la impresión producida, "el emperador y los estados del imperio verán lo que debe hacerse con un herede obstinado." Estas palabras hicieron temblar a los amigos de Lutero ; pero el fraile repitió : "¡ Dios me ayude ! por,que de nada puedo retractarme."f [39]

186

Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto Entónoes se retiró Lutero, y los príncipes deliberaron. Cada uno oomprendía q aquel era un momento de crisis para la cristiandad. El sí 6 el ná de aquel fraile debía decidir, acaso para siempre, de la paz de la iglesia y del mundo. Han querido asustarle, y no han hecho más que elevarle sobre una tribuna, en presencia de la nac ion ; han creido dar más publicidad a su derrota, y solo han acrecentado su victoria. Los partidarios de Roma no pudieron resignarse a sobrellevar su huraillación. Hicieron entrar de nuevo a Lutero, y el orador le dijo :

"Martín, tú no has hablado con la modestia que convenia a tu clase. La distinción que has hecho de tus libros es inútil ; porque si retractases los que contienen errores, el emperador no permitiría que se quemasen los demás. Es extravagante pedir que te refuten por la Escritura, cuando tú resucitas las herejías condenadas por el concilio universal de Constancia. El emperador te ordena pues decir con un sí 6 un n6, si pretendes sostener lo que has espuesto, 6 si quieres retractar parte de ello." " Yo no tengo otra respuesta que dar, que la que he dado," respondió tranquilamente Lutero.

Le comprendieron.

Firme como una roca, todas las olas del poder humano venían a estrellarse inútilmente contra él. La fuerza de su palabra, su varonil serenidad, sus centellantes ojos, la inmutable firmeza que se leía en lo tosco de su fisonomía germánica, produjeron en aquella ilustre asamblea la más profunda impresión. Ya no había que esperar más. Los españoles, los belgas, y aun los mismos romanos, permanecían silenciosos. El fraile había vencido a aquellos potentados de la tierra. Habla dicho, No, a la iglesia y al imperio. Carlos Quinto se levantó, y toda la asamblea con él. "La dieta se reunirá mañana por la mañana para comunicar el parecer del emperador,"

dijo el canciller en alta voz.

________________________________________

FOOTNOTES

[1] * Llegaste, oh deseado ! que aguardábamos en las tinieblas! M. Adarn. Vita Luther!, p. 118.

[2] Deus stabit pro me. Pallav., I, p. 114.

[3] L. Opp. XVII, p. 587.

[4] L. Opp. XVII, p. 587.

[5] Véase el libro octavo.

187

Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto

[6] Astuta, plusqnam vulpina vehementer callidurn.... Luthería. mum versutiseimé dissirnulabat. Cochl., p. 36.

[7] * Evangelium audiunt avidissim& Verbum Dei alligatum non est. Caspar Hedio.

Epp., p. 157.

[8] Lutherus in hoc districtu dudum esset combustus, Lutherani airocruvlywyot, nisi Cespito aliter persuasisset principi. Ibid., p. 148.

[9] Hic (Capita) intim (Cochkeurn) insinuavit Hieronymo Aleandro nuncio Leónis X.

Cochl., p. 36.

[10] Elldern die tota civitas solicité confluid t. Pallav., I, p, 114.

[11] Nescio quid divinum suspleabantur ; ex adverso, alii malo chemone obsessum existimabant. Pallavicini, I. p. 114.

[12] Ref. Open. Vol. U. 12

[13] Servet te Chriatua. L. Opp. II, p. 175.

[14] Bucerua eodem vena. 111. Adam. Vit. Bucexi, p. 212.

[15] lind ward aleo durch heirnliche Gánge geführt. L. Opp. (L.) XVII, p. 574.

[16] Doch liof das Volk hiiufig zu, und atieg segar auf Dácher. SPckendor p. 348.

[17] Münchlein, Münchlein, du geheet jetzt einen Gang, einen solchen Stand zu thun, dergleichen Ich und mancher Obrister, auch in unser allerernsteeten SchlachtOrdnung nieht gethan haben. Seakendorf, p. 348.

[18] Einige ans denen LeicheGliedem sprachen Ihtn einen Mutó, mit Christi Worten, ein. Seckendor p. 348.

[19] Legantur tituli librorum. L, Opp•

[20] (I,h) XVII P. 5849.

[21] weit diez; eine Frage vom Glauben und dar Seden Seligkeit und Gottes Wort beranget. L. Opp. (L.) XVII, p. 573.

[22] Hic cena numquam efilceret ut blereticus evaderem. Pallav. I, p. 115.

[23] Wie gehre? man sagt eie wollen euch verbrannen. L. Opp. (L.) XVII, p. 588.

[24] lile horá eoram Capeare et fratre romano eonstiti L. Epp. I, p. 587.

[25] Yeriim ego ne apicem quidem rovocabo.

[26] Kappens, Ref. ITricunden, II, p. 448.

188

Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto

[27] Die Glocke ist schon gegossen : está decidido el negocio.

[28] L. Opp. (L.) XVII, p. 589. •

[29] Esta oraeion explica a Lutero y a a reformación. La fi Die Seele ist dein. Ibid.

[30] Des Getürnmels und Wesens war Ich gar nicht gewohnt. L Opp (L.) XVII, p. p.

585, 588.

[31] Schreit nicht sehr noch heftig, sondem redet foin, sittlich, ziich. tig wad bescheíden. L. Opp. (L.) XVII, p. 576.

[32] Nicht allein die Fenster, sondem such Thür und Thor auftbite. L. Opp. (L.) XVII, p. 573.

[33] Este discurso, así como todas las palabras que citamos, está sacado textualmente de documentos auténticos. Véase L. Opp. (L.) XXII, p, 776780.

[34] Non clarnosé at modesta, non tatuen sine christismá animositate et constanti&.

L. Opp. lat. II, p. 165.

[35] Véase L. Opp. lat. II, desde la página 165 hasta 167.

[36] Dabo illud negus destilan; neque ~natura. L. Opp. lat. p. 166.

[37] B ier stehe ich : Ich kann nicht anden: Gott helio mir Amen. L. Opp. (L.) XVII, p.

580.

[38]" Der Manch redet unerschroeken, mit getrostern Muth. Secirendorf, p. 350.

[39] L. Opp. (W.) XV, p. 2230.

189

Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto CAPÍTULO IX.

Victoria—Tumulto y calma—La copa del duque Eric—El Elector y Spalatín—

Mensaje del Emperador—Quieren violar el Salvocon dueto—Vis de coricillación—

Temores del Elector—Concurso en ~S de Lutero—Felipe de Lime.

Ex* de noche. Cada uno volvía a ou casa en tinie. bias. Concedieron dos oficiales del imperio a Lutero para acompañarle. Algunos imaginaron que estaba decretada su suerte ; que se le conducía a la cárcel, y que no saldría sino para el cadalso. Esto dió lugar a un gran motin. Muchos palaciegos gritaron: "¿Es h la cárcel a donde le conducen ? "No," respondió Lutero, "ellos me acompañan a mi posada. Con estas palabras se calma, ron los ánimos. Enténces los españoles de la casa del emperador, siguiendo los pasos de este hombre audaz, le acompañaron con silbidos,*[1] por las calles por las cuales debía pasar ; mientras que otros aullaban como el animal feroz a quien se le acaba de arrancar su presa. Lutero permaneció firme y en paz.

Tal fue la escena, de Worms. Este fraile intrépido, que hasta entonces se había mofado con cierta audacia de sus enemigos, habló, en esta hora en que se encontraba delante de aquellos que tenían sed de su sangre, con calma, nobleza y humildad. Nada de exageración; nada de cólera ; estaba tranquilo en medio de la emoción más viva: modesto, resistiendo a los potentados de la tierra ; grande, ante todas las majestades del mundo. He aquí una prueba Irrecusable de que Lutero obedecía a Dios, y no a las sugestiónes de su orgullo. Había en la sala de Worms alguien más grande que Lutero y que Carlos. "Cuando me deis testimonio delante de las naciones, no os mortifiqueis,"

ha dicho Jesucristo, "porque no seréis vosotros quienes hablaréis." Math. 10:18-20.

Nunca quizá se ha cumplido esta promesa de una manera tan manifiesta.

Aquello había causado una profunda impreaion en los gafes del imperio. Lutero lo había observado, y su valor crecía. Los súbditos del papa se indignaron de que Juan de Eck no hubiese interrumpido antes al fraile culpable. Muchos príncipes y señores se adhirieron a una causa sostenida con tal convicoicoa. Es verdad que en algunos fue pasagera la impresion; otros, ar contrario, bien que no se manifestaron entonces, se dieron a conocer más tarde con gran valor.

De vuelta Lutero a su habitación, dió descanso a su cuerpo fatigado de un asalto tan violento. Spalatín y otros amigos le rodearon, y todos juntos alabaron a Dios. Estando conversando, entró un criado con un vaso de plata lleno de cerveza de Eimbeck, y presentándolo a Lutero le dijo : "Mi amo os invita a restauraron con esta bebida." "¿, Cuál es el príncipe," dijo el doctor de Wittemberg, "que tan bondadosamente se acuerda de mi ?" "Es el anciano duque Eric de Ertmenrick." El reformador quedó agradecido de aquel presente de un príncipe tan poderoso, y partidario del papa. "Su Alteza," continuó el criado, "quiso probar esta bebida antes de mandárosla." Entónces el sediento Lutero se sirvió de la cerveza del duque, y habiéndola bebido, dijo: "Así como hoy día se acuerda el duque Eric de mí, ruego a nuestro Señor Jesucristo se 190

Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto acuerde de él ea su última hora." [2] Era insignificante aquel regalo; pero queriendo Lutero manifestar su agradecimiento a un príncipe que se acordaba de él en tales momentos, le dió lo que tenía,

una plegaria. El criado llevó aquel mensage a su amo. El anciano duque se acordó de estas palabras a la hora de su muerte, y dirigiéndose a un joven paje, Francisco de Kramm, que permanecía en pié cerca de su cama, le dijo: "Toma el Evangelio y leémelo." El paje leyólas palabras de Cristo, y el alma del moribundo fue restaurada.

"Cualquiera que os diera un vaso de agua a beber en mi nombre, porque sois de Cristo, en verdad os digo, que no perderá su galardon." Marcos 9 :41.

Apénas habita salido el criado del duque de Brunswick, cuando un enviado del Elector de Sajónia vino a decir a Spalatín que se presentase inmedíatamente ante él. Federico había entrado en la dieta lleno de inquietud. Creía que en presencia del emperador, desfallecería el valor de Lutero. De tal modo le había conmovido pro» fundamente la firmeza del reformador. Se envanecía de haber tomado bajo su protección a semejante hombre. Al llegar el capellan, estaba preparada la mesa, é iba ya. a tomar asiento el elector para cenar con su corte ; los criados habían ya traido el lavamanos, cuando Federico vió entrar a Spalatín ; le hizo inmedíatamente seña de seguirlo, •y al llegar a su dormitorio, le dijo con grande emoción : " Oh ! como ha hablado el padre Lutero ante el emperador y ante los estados del imperio! Solo temia no fuese demasiado atrevido."• Federico tomó entonces la resolución de protejer en lo sucesivo al doctor con más resolución y energía.[3]

Aleandro vió la impresión que Lutero había producido ; no había que perder tiempo, y era urgente decidir al joven emperador a que obrase con energía. El momento era favorable, pues la guerra con la Francia era inminente. Deseoso León X de engrandecer sus estados, é importándole poco la paz de la oristiandad, hacia negociar al mismo tiempo, en secreto, dos trata.dosr. el uno con Carlos contra Francisco, el otro con Francisco contra una plegaria. El criado llevó aquel mensage a su amo. El anciano duque se acordó de estas palabras a la hora de su muerte, y dirigiéndose a un joven paje, Francisco de Kramm, que permanecía en pié cerca de su cama, le dijo : "Toma el Evangelio y leémelo." El paje leyólas palabras de Cristo, y el alma del moribundo fue restaurada. "Cualquiera que os diera un vaso de agua a beber en mi nombre, porque sois de Cristo, en verdad os digo, que no perderá su galardon." Marcos 9 :41.

Apénas habita salido el criado del duque de Brunswick, cuando un enviado del Elector de Sajónia vino a decir a Spalatín que se presentase inmedíatamente ante él. Federico había entrado en la dieta lleno de inquietud. Creía que en presencia del emperador, desfallecería el valor de Lutero. De tal modo le había conmovido pro» fundamente la firmeza del reformador. Se envanecía de haber tomado bajo su protección a semejante hombre. Al llegar el capellan, estaba preparada la mesa, é iba ya. a tomar asiento el elector para cenar con su corte ; los criados habían ya traido el lavamanos, cuando 191

Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto Federico vió entrar a Spalatín ; le hizo inmedíatamente seña de seguirlo, •y al llegar a su dormitorio, le dijo con grande emoción : " Oh ! como ha hablado el padre Lutero ante el emperador y ante los estados del imperio! Solo temia no fuese demasiado atrevido."• Federico tomó entonces la resolución de protejer en lo sucesivo al doctor con más resolución y energía. [4]

Aleandro vió la impresión que Lutero había producido ; no había que perder tiempo, y era urgente decidir al joven emperador a que obrase con energía. El momento era favorable, pues la guerra con la Francia era inminente. Deseoso León X de engrandecer sus estados, é importándole poco la paz de la oristiandad, hacia negociar al mismo tiempo, en secreto, dos trata.dosr. el uno con Carlos contra Francisco, el otro con Francisco contra Cárlos.*[5] Por el primero, pedía para sí al emperador Parma, nacencia, y Ferrara ; por el segundo, reclamaba del rey una parte del reino de Nápoles, que se le quitaría de este modo a Oírlos. Este conocia la necesidad de ganar a León en su favor, a fin de tenerlo por aliado en la, guerra contra su rival de Francia. Era poco el comprar al precio de Lutero la amistad del poderoso pontífice.

El día después de la comparecencia, el viernes 19 de Abril, el emperador hizo leer en la dieta un mensage escrito en francas, de su puño y letra.f [6]"Oriundo," dice, "de los emperadores cristianos de Alemania, de los reyes católicos de España, de los archiduques de Austria, y de los duques de Borgoña, que se han ilustrado todos como defensores de la fe romana, estoy firmemente resuelto a seguir el ejemplo de mis antepasados. Un solo fraile estraviado por su propia locura, se levanta contra la fe de la cristiandad. Sacrificaré mis reinos,, mi poder, mis amigos, mis tesoros, mi cuerpo, mi sangre, mi espíritu y mi vida para contener esta impiedad.t[7] Voy a despedir al agustino Lutero, prohibiéndole causar el más leve tumulto entre el pueblo ; en seguida procederé contra él y sus secuaces, como contra hereges declarados, por medio de la excomunión, de la suspensión, y por todos los medios convenientes para destruirlos.[8] Pido a. los miembros de los estados que se conduzcan como fieles cristianos."

Esta alocución no satisfizo a todos. Carlos, joven y apasiónado, no procedió según las fórmulas ordinarias;

hubiera debido tomar, en primer lugar, consejo de la. dieta. Luego se declararon das opiniones estremas. Los sobordinados del papa, el elector de Brandebourg, y varios príncipes eclesiásticos, pidieron que no se respetase de ninen modo el salvoconducto concedido a Lutero,•[9] dicieno : "El Rhin debe recibir sus cenizas, como recibió, hace un siglo, las de Juan Huss." Si debemos creer a un historiador, Carlos se arrepintió vivamente más tarde, de no haber seguido ese inicuo consejo. En los últimos días de su vida dijo : "Confieso haber cometido una grave falta dejando vivir a Lutero. No estaba obligado a cumplir mi promesa, habiendo ofeindido este hereje a un Señor más grande que yo—al mismo Dios. Podía, debía aun olvidar mi palabra, y vengar la 192

Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto injuria que hacia a Dios. Por no haberle hecho morir, no ha cesado de progresar la herejía. Su muerte la hubiera ahogado en su cuna."t [10]

Una proposición tan horrenda llenó de terror al elector y a todos los amigos de Lutero.

"El suplicio de Juan Huss," dijo el elector palatíno, "ha acarreado demasiadas desgracias a la nación alemana, para, desear levantar por segunda vez semejante cadalso." El mismo irreconciliable enemigo de Lutero, Jorge de Sajónia, exclamó 6:

"Los príncipes de Alemania no permitirán que se viole un salvoconducto. Esta primera dieta presidida por nuestro nuevo emperador, no se hará culpable de una acción tan vergonzosa. Semejante perfidía no concuerda con la antigua rectitud germánica." Los príncipes de Baviera, adictos también a la iglesia romana, apoyaron esta protesta. Pareció alejarse el aspecto de muerte que los amigos de Lutero teman a la. vista. Circuló por la ciudad el rumor de esto. debates, que duraron dos díal consecutivos. Los partidos se exoltaron. Unos hidalgos, partidarios de la reforma, comenzaron a levantar la voz contra la traición que pedía Aleandro. El emperador,"

decían ellos, " es un joven que los papistas y los obispos conducen a su antojo, con sus adulaciones."[11]

Palavicini hace mención de cuatrocientos nobles dispuestos a sostener con su espada el salvoconducto de Lutero. El sábado al amanecer seivieron unos pasquines fijados en las puertas de las casas y en las plazas públicas ; los unos contra Lutero, y los otros en su favor. Enuno de ellos se leían simplemente estas palabras enérgicas del Eclesiástes : "¡ Desdichada de tí, tierra ! cuyo rey es un niño !" Eccles. 10 : 16. Se decía :

"Sikingen ha. reunido, a algunas leguas de Worms, tras las murallas inespugnables de su castillo, muchos caballeros y soldados ; y para acometer, solo aguarda la decisión sobre este asunto." El entusiasmo del pueblo, no solamente en Worms, más aun en las ciudades más distantes del imperio,t [12] la intrepidez de los caballeros, la simpatía de muchos príncipes hacia el reformador, todo debía dar a conocer a Carlos y a la dieta, que la via reclamada por los romanos podía comprometer la soberana autoridad, escitar revoluciones y aun conmover el imperio.*[13] Se trataba solamente de quemar a un simple fraile ; pero los príncipes y los partidarios de Roma no poseían todos juntos ni bastante fuerza, ni suficiente valor para ejecutarlo. Sin duda, a, Carlos Quinto, joven entonces, le repugnaba también el perjurio. Esto es lo que indicarian, si fuesen ciertas, aquellas palabras que según algunos historiadores pronunció entonces. "Aun cuando la buena fe y la fidelidad fuesen desterradas del universo, deberían hallat ca bida en el corazón de los príncipes." Es triste que lo haya olvidado quizá a las puertas de la tumba. En cuanto a lo demás, otros motivos podían haber inducido al emperador. El Florentin Vettori, amigo de León X y de Maquiavelo, presume que Carlos no indultó a. Lutero sino para mantener en compromiso al papa.•[14]

En la sesión del sábado, fueron rechazados los consejos violentos de Aleandro.

Amaban a Lutero, querían salvar a este hombre tan sencillo, cuya confianza, en Dios 193

Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto era tan tierna ; pero querían también salvar a la iglesia. Se horrorizaban al pensar sobre las consecuencias que se hubieran seguido, tanto del triunfo como del suplicio del reformador. Unas voces de conciliaeion se hicieron oir, y propusieron ensayar nuevas tentativas con el doctor de Wittemberg. El mismo arzobispo elector de Maguncia, el joven y suntuoso Alberto, más devoto que valiente, dice Palavicini,f [15]

temió, viendo el interes que el pueblo y la nobleza manifestaban por el fraile sajón.

Su capellan, llamado Capiton—que durante su residencia en Basilea tuvo íntimas relaciones con aquel presbítero evangélico de Zurich, llamado Zwingle, hombre intrépido en la defensa de la verdad, del cual hemos tenido ya ocasión de hablar—

había tal vez representado también a Alberto la justicia de la causa del reformador.

El mundano arzobispo tuve una de aquellas transiciones a pensamientos cristianos, que de vez en cuando se notan en su vida, y consintió en presentarse ante el emperador para pedirle que permitiese un último esfuerzo ; a lo cual no quiso acceder Carlos. El hines, 22 de Abril, los príncipes se presentaron juntos para renovar la solicitud de Alberto. "Yo no desistiré en nada sobre lo que he decretado, respondió Carlo si excusó di non poter procedere pi i oltre, rispetto al salvocondotto ; ma la veritii. fu che conoscendo che il Papa temeva molto di questa doctrina di Lutero, lo volle tenere con questo freno. Vetletoria dItalia Miss. Bíblioth. Corsini a Rozne, extraite par Ranke.

el emperador. "Tampoco comisiónaré a nadie para que se presente oficialmente a Lutero. Pero," añadió con grande escándalo de Aleandro, "concedo tres díal; de reflexión a ese hombre ; durante ese tiempo, cada uno podrá hacerle, en particular, las exortaciones convenientes." Esto era cuanto se pedía. Algunos pensaban que exaltado el reformador por la solemnidad de la comparecencia, cedería en una conferencia más amigable, y quizá le salvarían del abismo en que estaba próximo a caer.

El elector de Sajónia sabía lo contrario, y por lo mismo estaba lleno de temor. El día siguiente escribió a su hermano el duque Juan, diciéndole: "Si estuviera en mi poder, estaña dispuesto a sostener a Lutero. No podeis creer hasta qué punto me atacan los partidarios de Roma. Si os lo pudiese contar todo, oiríais cosas admirables.f [16]

Quieren su ruina, y por mínima que sea la simpatía que uno manifieste por él, inmedíatamente es disfamado corno hereje. Que Dios, que nunca abandona la causa de la justicia, lo conduzca todo a buen fin !" Sin mostrar Federico el vivo afecto que profesaba al reformador, se contentó en no perder de vista ninguno de sus movimientos.

No pensaban así los hombres de todas clases que se hallaban entonces en Worms. No temían manifestar su Simpatía. Desde el viernes, una multitud compuesta de príncipes, condes, barones, caballeros, hidalgos, eclesiásticos, seglares y hombres del pueblo, cercaban la posada del reformador : entraban y salían sin poderse saciar de 194

Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto verle.* [17] Había llegado a ser el hombre de la Alemania. Los mismos que no dudaban que Lutero estuviera en error, admiraban la nobleza de alma que le llevaba a sacrificar su vida por obedecer la voz de su conciencia. Lutero tenía con muchos personages presentes en Worms, lo más florido de la nación, conversaciones llenas de aquella sal que sazónaba todas sus palabras. No se separaban de él sin sentirse animados de un generoso entusiasmo por la verdad. El secretario privado del margrave Casimiro de Brandebourg, Jorge Yogler, escribió entonces a uno de sus amigos : "¡ Cuántas cosas tendría que contaras ! ¡ Cuántas conversaciones llenas de piedad y de bondad ha tenido Lutero conmigo y con otros ! ¡Cuán colmado de dones es este hombre !"* [18]

Un joven príncipe de diez y siete años entró un día caracoleando dentro del patio de la posada de Lutero era Felipe, que hacia dos años reinaba en la Hesse. El joven langrave era de carácter pronto y emprendedor, de un saber que sobrepasaba sus años, de humor belicoso, de un espíritu violento, y poco amante de dejarse dirigir por los consejos de los demás. Admirado de los discursos de Lutero, deseaba verle de más cerca. "Aun no estaba en favor mío," dice Lutero al explicarlo. [19] Se apeó de su caballo, y sin más etiqueta subió al dormitorio del reformador, y dirigiéndole la palabra le dijo : "¡ Hola! caro doctor, i cómo va esto ?" "Benignísimo señor," res,pondió Lutero, "espero que todo irá bien." "Segun me han informado," díjole riendo el langrave, "vos enseñais, doctor, que una mujer puede dejar a su marido y tomar otro cuando reconoce que el primero es demasiado viejo!" Los jóvenes de la corte imperial eran quienes habían informado mal al langrave. Jamás faltan enemigos de la verdad para hacer circular fábulas contra la doctrina de los doctores cristianos.—"No, ilustrísimo señor," respondió Lutero con gravedad; "por favor, no hable así Vuestra Alteza!" Por fin, el príncipe tendió bruscamente la mano al doctor, estrechándole cordíalmente la suya, y le dijo :

"Caro doctor, si teneís razón, que Dios os asista !" Salió luego del cuarto, volvió a montar a caballo y partió. Esta fue la primera entrevista de estos dos hombres, que debían más tarde hallarse al frente de la reformación, defenderla, el uno con la elocuencia, y el otro con la espada de los reyes.

Fue el arzobispo de Tréveris, Ricardo de Greifenklau, quien, con el permiso de Carlos Quinto, pasó a desempeñar el papel de medíador. Ricardo, íntimamente unido con el elector de Sajónia y buen católico romano, deseaba, al arreglar aquel dificil negocio, tributar un servicio a su amigo y a la iglesia. El hines en la tarde, 22 de Abril, se presentó a Lutero un enviado del arzobispo, al tiempo que éste se sentaba a la mesa, y le anunció, que aquel prelado deseaba verle a las seis de la maula del próximo miércoles,.

________________________________________

195

Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto FOOTNOTES

[1] Subsannatióne hominem Dei et longo rugitu proBecuti aunt. L. Opp. lat. II, p.

166.

[2] Aleo gedeneke Reina tumor Herr Chriatua in aeinem letzten /Zampa Seekend., p.

354.

[3] e O tivie sch5n hat Pater Martinus geredet. Seck., p. 355.

[4] e O tivie sch5n hat Pater Martinus geredet. Seck., p. 355.

[5] Grukciardini, I. XIV, p. 175. Dtunont. Corp. dipl. T. IV, p. 96. Dicesi del papa Leóne, che guando laveva fatto lega con alcuno, prima soleva dir che pero non si doves, restar de tratar con lo altro principe opposto. Sanano, embajador venid:no L Roma, Mas. Archivos de Venecía.

[6]Autographtun in lingu& Burgundic., ab ipsomet enarratnm. Cochloms, p. 32.

[7] Regna, thesauros, arnicos, corpus, sanguinem, vitsm, spiritumque profundere.

Pallav., I, p. 118.

[8] f Und andem Wegen sis zu vertitgen. L. Opp. (L.) XVII, p. 581.

[9] Dass Luthero das Bichera Geleit nicht móchte gehalten werden. Seckend., p. 357.

[10] Sandoval: Hist. de Carlos V, referido en Llorente, Hist. de ls ición, II, p. 57.

[11] Eum esse prierum, qui nutu et blanditiie Papistarum et Episee» porum trahatur queleu.nque velint. Caehlanis, p. 33.

[12] Verilm etíam in longinquis Germanice eivitatibus, motue et mur. muna. plebium.

Ibid.

[13] Es vilire ein Aufruhr daraus worden, dit Luther. Prf.ftran, Vd. jr. 13

[14] I Qui pio magía animo erat quam fortá. Pallav., I, p. 118.

[15] Quibus privatim exhortari hominem poasent. Pallav., 1, 119.

[16] Wunder h8ren werden. Seckend., p. 365.

[17] Und konnten nicht satt werden ihn zn schen. L. Opp. XVII, F.. 581.

[18] Wie eine holdaelige liereon er int. Menzel. Magaz. 1, p. 207.

[19] War noch nicht auf meiner Seite. L. Opp. XVII, p. 589.

196

Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto CAPÍTULO X.

Conferencia en casa del arzobispo de Tréveris—Exhortación de Wehe a Lutero—

Respuesta de LuteroConversación privada—Visita de CochIceue—Cena en casa del Arzobispo—Tentativa en la posada de RhodesFroposición de un Concibo—Ultima conferencia de Lutero y del Arzobispo—Visita a un amigo enfermo—Lutero recibe la intimación de salir de Worms.

EN aquel día el capellan y el heraldo imperial Sturm estaban antes de las seis de la mañana en casa de Lutero, y a las cuatro Aleandro había ya hecho llamar 6. Cochlceus.

No tardó el nuncio en reconocer en el hombre, que Capiton le había presentado, un siervo adicto a la corte de Roma, en quien podía confiar corno en sí mismo. No pudiendo Aleandro asistir personalmente a aquella entrevista, mandó un sustituto.

Id a casa del arzobispo de Tréveris," dijo al decano de Francfort ; "no entableis ninguna discnsión con Lutero, y contentaos con escuchar atentamente cuanto se diga, para que podais informarme de todo fielmente." El reformador llegó con algunos amigos a casa del arzobispo. Encontró a este prelado en compañía del margrave Joaquin de Brandebourg, del duque Jorge de Sajónia, de los obispos de Brandebourg de Augsbourg, de algunos nobles, de diputados de las ciudades libres, de jurisconsultos y teólogos, entre los cuales estaban Cochlceus y Jerónimo Wehe, canciller de Bade. Este hábil juriscoasulto quería una reforma de costumbres y de disciplina, y aun se extendía más allá. [1]

“Es menester," decía, " que la palabra de Dios, demasiado tiempo escondida, se manifieste en todo su esplendor.•[2] "Era este hombre conciliador el que estaba encargado de la conferencia. Dirigiéndose bondadosamente hacia Lutero le dijo : "No se os ha hecho comparecer para discutir con vos ; pero sí para dirigiros exortaciones fraternales. Vos sabéis con que esmero nos invita la Escritura a resguardarnos de la flecha que vuela, y del que se transformaen ángel de luz. Este enemigo del género humano os ha inducido a publicar cosas opuestas a la religion. Reflexiónad en vuestra salud y en la del imperio. Poned cuidado en que los que Jesucristo rescató con su muerte de la muerte eterna, no sean seducidos por vos y se pierdan país. siempre. No os subleveis contra los sagrados concilios. Si no veneramos los decretos de nuestros mayores, solo reinará la confusión en la iglesia. Los eminentes príncipes que me escuchan, se interesan particularmente por vuestra conservación. Pero si persistís, entonces el emperador os desterrará del imperio, f y en ningún lugar del mundo podréis hallar asilo. Reflexiónad en la suerte que os espera!" [3]

"Ilustrísimos príncipes," respondió Lutero, "agradezco sumamente vuestra solicitud ; por cuanto yo no soy sino un pobre hombre, y demasiado oscuro para ser exortado por tan grandes señores.* [4] Yo no he reprobado todos los concilios, únicamente el de Constancia ; porque al condenar esta doctrina de Juan Huss : Que la iglesia cristiana es la reunión de los predestinados,4 condena este artízulo de fe : Creo en la iglesia 197

Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto universal, y aun en la misma palabra de Dios. Dicen que tni doctrina escita escándalos. [5] A esto respondo que el Evangelio de Cristo no puede ser predicado sin escándalo. i Cómo es posible que este temor a, la aprensión de los peligros me desprenda del Señor y de su palabra divina, que es la única verdad ? No, antes daré mi cuerpo, mi sangre y mi vida !"

Habiendo deliberado los príncipes y los doctores, llamaron nuevamente a Lutero, y Wehe insistió con dulzura diciendo : " Es preciso respetar a los soberanos aunque se equivoquen, y hacer grandes sacrificios por la caridad." Luego continuó con tono más insinuante : "Confiad en el fallo del emperador y permaneced tranquilo."

LUTERO. Consiento de veras en que el emperador, los príncipes, y aun los más humildes cristianos, examinen y juzguen mis libros ; pero bajo la condición de que toma. rán por norma la Sagrada Escritura. Los hombres no tienen más que someterse a ella. Mi conciencia depende de ella, y soy esclavo de su observancia.•[6]

EL ELECTOR DE BRANDEBOURO. Si es que os comprendo bien, reverendo doctor, vos no quereis reconocer otro juez que la Sagrada Escritura.

LUTERO. Sí, ilustrísimo señor, precisamente ; esa es mi conclusión. [7]

Entónces se retiraron los príncipes y los doctores ; pero el ilustrísimo arzobispo de Tréveris no podía resolverse abandonar su empresa. Pasando a su gabinete particular dijo a Lutero : " Seguidme ;" y lo mismo hizo con Juan de Eck, Cochlceus, Schurff, y Amsdorff. Eck dijo a Lutero con viveza : "¿Porqué recurris sin cesar a. la Sagrada Escritura? Todas las herejías han dimanado de ella." "Mes Lutero," dice su amigo Mathesins, " permaneció inmoble como la piedra que descansa sobre la verdadera roca, esto es, sobre la palabra del Señor." "El papa," respondió Lutero, "no es juez en cosas de la Sagrada Escritura. Cada cristiano debe ver y comprender él mismo cómo debe vivir y morir." Aquí se separaron. Los par. tidarios del papismo sentían la superioridad de Lutero, y la atribuian a que no había allí nadie capaz de responderle.

Coohlceus dijo : " Si el emperador hubiese obrado sabíamente, al citar a Lutero a Worms, hubiera hecho comparecer también teólogos que hubiesen podido refutar sus errores."

El arzobispo de Tréveris pasó a la dieta, y anunció el mal écsito de su medíación. La admiración del joven emperador igualaba a su indignación. "Ya es tiempo," dijo, "de poner término a esta cuestión." El arzobispo pidió dos días más ; la dieta fue del mismo parecer, y Carlos Quinto cedió: Aleandro, fuera de sí, prorumpi6 en queja.s.f

[8]

Mientras pasaban estas cosas en la dieta, Cochiceus aspiraba a conseguir la victoria rehusada a los prelados y reyes. Aunque de vez en cuando hubiese lanzado alguna expresión en casa del arzobispo de Tréveris, sin embargo le contuvo la intimación que le hizo Aleandro de guardar silencio. Pensó desquitar lo perdido, y apenas hubo 198

Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto rendido cuenta de su rnisión al nuncio del papa, cuando se presentó inmedíatamente a Lutero. Llegó en calidad de amigo, y le comunicó el pesar que le causaba la rasolución del emperador. Después de la comida, se animó la convereación.t[9]

Cochiceus apuraba a Lutero para que se retractase, y éste le hizo una sena negativa.

A pénas podían contenerse muchos nobles de los que se encontraban en lá mesa ; se indignaban de que los partidarios de Roma quisiesen obligar al reformador por la fuerza, ea vez de convencerle con la Escritura. Impacientado CochIceus por estas inculpapiones, dijo 6, Lutero : "Pues bien! yo os ofrezco argüir públicamente con vos, si renunciais al salvo conducto. [10]

Cuanto pedía Lutero era una discusión pública. ¿ Qué debía hacer ? Renunciar al salvoconducto, era perderse ; rehusar el reto de CochIceus, era manifestarse dudoso en su causa. Los convidados veían en aquella oferta una perfidía urdida con Aleandro, a quien el decano de Francfort acababa de dejar. Vollrat de Watzdorf, uno de tantos, sacó a Lutero del embarazo en que lo ponía una elección tan difícil. Este caballero, de carácter ardiente, indignado.de las asechanzas que no tendían más que a entregar a Lutero en manos del verdugal se levantó con impetuosidad, asió al despavorido presbítero, le echó fuera de allí, y aun hubiera corrido sangre si los domas convidados no se hubiesen levantado prontamente de la mesa, é interpuesto su medíación entre el furioso caballero y Cochlceus, que aun temblaba de espanto.*[11] Este se alejó confuso de la posada de Rhodes. Sin duda en el calor de la discusión fue cuando aquellas palabras se escaparon al decano, y no había habido entre él y Aleandro ningún designio premeditado para hacer caer a Lutero en tan pérfidci lazo. Cochlceus lo niega, y nos congratulamos en creer su testimonio. Sin embargo acababa de salir de una conferencia con. el nuncio, cuando se presentó en la casa de Lutero.

Al oscurecer, el arzobispo de Tréveris reunió en la cena las personas que habían asistido a la conferencia de la mañana ; creyó que este sería un medio de ensanchar los corazónes y de unirlos. Lutero, tan intrépido é inmutable ante los árbitros y jueces, era en su trato familiar de tan buena índole que aparentaba poderse conseguir todo de él. [12] El canciller del arzobispo, que tanta terquedad había mostrado en su carácter oficial, se prestó él mismo a esta prueba, y al terminar la cena bebió a la salud de Lutero. Este se disponía a corresponderle el mismo honor ; el vino se había servido, y ya hacia la señal de la cruz sobre su vaso, como tenía de costumbre, cuando de repente el vaso reventó en sus manos, y .el vino se derramó sobre la mesa. Los convidados se aterrorizaron. Algunos amigos del doctor exclamaron en alta voz : "; Es preciso que hubiera veneno en el vaso !"•[13] Pero el doctor, sin alterarse, respondió sonriendo : "Caros amigos, ó este vino no me estaba destinado, b me hubiera sido perjudicial." Después añadió" con calma : "Sin duda se quebró el vaso por haberlo sumergido demasiado pronto en agua fria al tiempo de lavarlo." Estas palabras tan sencillas tienen algo de grande en semejante circunstancia, é indican una paz inalterable. No se puede creer que los católicos romanos hubiesen querido envenenar 199

Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto a Lutero, sobretodo en casa del arzobispo de Tréveris. Este banquete dejó los ánimos en el mismo estado. Ni el aprecio ni el odio de los hombres podían influir sobre la resolución del reformador; ésta dimanaba de más alto.

El juéves por la mañana, 25 de Abril, fueron a la posada de los caballeros de Rhodes el canciller Wehe y el doctor Peutinger de Augsbourg, consejero del emperador, quien había manifestado mucha adhesión a Lutero en la entrevista que éste tuvo con DeVio.

El elector de Sajónia envió a Federico de Thun y a otros de sus consejeros para que asistiesen a la conferencia. "Someteos a nosotros," le dijeron con emoción Wehe y Peutinger, estos que lo hubieran sacrificado voluntariamente todo para impedir la división que iba a destrozar la iglesia ; " este asunto se concluirá cristianamente ; os lo aseguramos." "He aquí mi respuesta en dos palabras, contestó Lutero :

• Es milase Gift darinnen geweeen aein. Linero no habla de esta circunstancia.; más Razeberg, amigo de Lutero y médico del elector Juan Federico, hace mención de ella en un manuscrito histórico, archivado en la biblioteca. de Gotha, diciendo habéraela narrado un testigo ocular.

"Consiento en renunciar al salvoconducto." Abandono mi persona y mi vida entre las manos del emperador; pero la palabra de Dios, nunca!" Federico de Thun, conmovido, se levantó y dijo a los enviados : No ea esto demasiado ? i No es bastante grande el saorifitio ?" Declarando en seguida que no quería oir nada más, se retiró. Esperando entonces tener mejor écsito Wehe y Peutinger, se sentaron al lado del doctor y le dijeron : " Confiad en la dieta." "No," replicó Lutero, "porque i maldito el hombre que confia en el hombre!!" Jeremías 17 : 5. Wehe y Peutinger redoblaron sus eosortaciones y sus ataques, apurando al reformador, cuando éste se levantó y los despidió diciéndoles: "Yo no consentiré nunca que un hombre se coloque sobre la palabra de Dios."i "Aun es tiempo de reflexiónar," le dijeron al retirarse ; "volveremos después del medio día." [14]

Volvieron en efecto ; pero convencidos que Lutero no cedería, se presentaron con una nueva proposición. Lutero había desechado por jueces al papa, al emperador, y finalmente a la dieta : todavía quedaba un juez que él mismo había invocado una vez ; éste era un concilio general. Sin duda esta proposición hubiera indignado a Roma ; pero era la última tabla que porfia salvarla del naufragio ; y por consiguiente, los legados ofrecieron un concilio a Lutero. Este hubiera podido aceptar sin determinar nada. Años y más años hubieran transcurrido antes que hubiesen podido alejar las dificultades que la convocatoria de un concilio hubiera hallado por parte del papa.

Ganar años, era para el reformador y para la reforma ganarlo todo. Dios y el tiempo hubieran hecho ent6nces grandes cosas. Mas la rectitud en Lutero era untes que todo ; y por lo mismo no quería salvarse a espensas de la verdad, aunque no hubiese sido menester

________________________________________

200

Historia de la Reformación del Siglo Decimosexto FOOTNOTES

[1] * Aleander, mané hora guara vocaverit ad se CochIceuin, jubens ut . . . audíret MAREO. . Coal., p. 36.

[2] Dese das Wort Gottes, welehes so lange unter dem Seheffel verborgen geateckt, tener achekine. Seckend., p. 364.

[3] Und alza dem Leida ventoseen. L. Opp. (L.) XVII, p. 582. Sleidan, I, p. 97.