profana
el
cielo
me
sustenta
en
esta
choza.
Sale
aquí
la
mañana
mensajera
del
Sol,
y
es
su
carroza
tan
suave
al
oido,
que
de
sola
la
luz
siento
el
sonido.
¡O
santas
soledades,
retratos
del
sagrado
paraiso!
no
son
las
vanidades
quien
vuestro
lustre
y
majestad
deshizo:
vosotras
con
decoro
hollais
la
plata
y
despreciais
el
oro.
Sois
alma
del
deseo,
ser
de
la
vida,
vida
de
la
muerte,
adorno
del
trofeo,
centro
del
sabio,
corazon
del
fuerte,
y
el
que
una
vez
os
trata
triunfa
del
vicio
y
la
delicia
mata.
¡O
albergue
soberano,
emulacion
de
cuantos
chapiteles
el
griego
y
el
romano
fundaron,
duplicando
los
Babeles:
vuestra
quietud
dichosa
es
cifra
de
la
mano
poderosa.
No
hay
mácula
ninguna
en
vuestra
monarquía
soberana,
ni
tiene
la
fortuna
jurisdiccion
en
vuestra
edad
anciana.
El
que
una
vez
os
mira
tierno
de
amor
por
vuestro
amor
suspira.
Fabricio,
si
eres
rico,
mira
bien
el
caudal
que
aquí
poseo;
y
luego
te
suplico
que
me
digas
quién
gana
en
este
empleo;
que
yo
con
mi
pobreza
soy
mas
rico
que
tú
con
tú
riqueza.
¿Tienes
muchos
criados?
pues
no
te
envidio
sin
tener
ninguno.
¿Tienes
muchos
ducados?
pues
en
mi
choza
no
hallarás
ni
uno,
¿Tienes
quietud?
Ninguna.
Pues
búrlome
por
Dios
de
tu
fortuna.
Cuando
tú
te
levantas
te
saluda
el
comun
desasosiego;
mas
mis
quietudes
santas
no
tienen
el
bullicio
de
ese
fuego.
Mis
arroyos
sonoros
mudos
me
cantan
en
distintos
coros.
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Las
perlas,
los
diamantes,
sin
esta
joya
de
mayor
tesoro,
son
riquezas
errantes.
Necio
es
el
hombre
que
idolatra
el
oro;
que
el
sosiego
del
alma
es
de
esta
vida
victoriosa
palma.
Viva
en
la
corte
ufano
el
soberbio
político
muriendo,
y
en
solio
soberano
vivan
con
él
los
que
le
están
vendiendo;
que
yo
sin
esta
muerte
contento
vivo
con
mi
humílde
suerte.
Beba
en
taza
dorada
el
príncipe
mayor:
tenga
su
mesa
de
siervos
rodeada;
que
yo
á
quien
de
esta
vanidad
no
pesa,
bebo
en
taza
de
hielo
el
líquido
cristal
de
un
arroyuelo.
En
algodón
se
acueste,
rodeado
de
ricas
colgaduras,
y
su
alcázar
le
preste
seguridad
en
dóricas
figuras;
que
yo
sin
tanto
muro
duermo
en
mi
choza
mucho
mas
seguro.
Despiértenle
á
la
aurora
lisonjeros
amigos
y
criados,
y
tenga
de
hora
en
hora
visitas
de
señores
estimados;
que
yo
con
mejor
salva
recuerdo
cuando
me
despierta
el
alba.
Salga
en
carroza
ufano,
por
la
ciudad
haciendo
cortesías,
muy
á
lo
soberano;
que
yo
sin
estas
necias
fantasías,
de
espigas
coronado,
desde
mi
carro
lisonjeo
el
prado.
Esta
quietud
adoro:
esta
vida
pacífica
poséo:
no
la
riqueza
lloro:
la
ambicion
ni
la
quiero
ni
deseo;
que
en
mí
las
soledades
son las siempre dichosas majestades.
No fué siempre sencillo Enriquez Gomez en sus poesias, i se dejóarrebatar de la corriente del mal gustó que tan fuera de cauce andaba enaquel siglo. No es indigno de ser copiado en este lugar el siguientesoneto, no obstante la afectación de estilo que hai en algunos de susversos.
Soneto.
Débil
cordera,
cuya
blanca
nieve
Copo
á
copo
formó
naturaleza,
Cándida
ofrece
al
valle
su
pureza,
Si
á
tanto
armiño
su
verdor
se
atreve.
Al
cristal
de
un
arroyo
altivo
mueve
Lobo
cruel
su
bárbara
fiereza,
Y
la
simple
cordera
la
cabeza
Inclina
al
agua
y
descuidada
bebe.
No
bien
hubo
tocado
los
cristales
Cuando
el
noscivo
monstruo
á
la
desierta
Campaña
dió
de
púrpura
señales,
Quedando
la
traicion
mal
encubierta,
El
agua
salpicada
de
corales,
El lobo ausente y la cordera muerta.
En este tiempo andaba peregrinando tambien por tierras estrañas,temeroso de las iras del Santo Oficio de la Inquisicion, el judaizanteJuan Pinto Delgado, autor del Poema de la reina Ester, de las Lamentaciones del profeta Jeremías, de la Historia de Rut, i deotras poesías que dió á la estampa en París bajo el amparo del famosocardenal de Richelieu, valido de Luis XIII rei de Francia.
Las obras poéticas que salieron de José Pinto Delgado son escelentes, imerecen ser tenidas en alto concepto i grande estimacion por losaficionados al estudio de las buenas letras. Sirvan de muestra lassiguientes quintillas que forman una parte de las Lamentaciones delprofeta Jeremías,
¿Cuál
desventura,
oh
ciudad,
ha
vuelto
en
tan
triste
estado
tu
grandeza
y
majestad,
y
aquel
palacio
sagrado
en
estrago
y
soledad?
¿Quién
á
mirarte
se
inclina
y
á
tus
muros
derrocados
por
la
justicia
divina,
que
no
vea
en
tus
pecados
la
causa
de
tu
ruina?
¿Quién
te
podrá
contemplar,
viendo
tu
gloria
perdida,
que
no
desee
que
un
mar
de
llanto
sea
su
vida
para
poderte
llorar?
¿Cuál
pecado
pudo
tanto
que
no
te
conozco
agora?
Mas,
no
advirtiendo,
me
espanto
que
tú
fuiste
pecadora,
y
quien
te
ha
juzgado
Santo.
En
ofenderle
te
empleas
ya
por
antigua
costumbre
y
en
errores
te
recreas,
y
así
no
es
mucho
que
veas
tus
libres
en
servidumbre.
Tus
palacios
y
tus
puertas
fueron
materia
á
la
llama
en
esas
calles
desiertas,
por
émulos
de
tu
fama
en
tus
miserias
abiertas.
Por
tus
plazas
y
rincones
miro
por
ver
si
pasea
alguno
de
tus
varones,
porque
crea
á
sus
razones,
cuando
á
mis
ojos
no
crea,
Mas
vano
es
este
deseo;
que
animales
sin
razon,
sin
dueño,
balando
veo,
que
no
articulando
el
son
certifican
lo
que
creo.
Aunque
se
encienda
mi
pecho
llamando,
siempre
callaron
tus
hijos
en
su
despecho,
como
sus
dioses
le
han
hecho
que
por
engaño
llamaron.
La
causa
porque
caiste,
y
porque
humilde
bajaste
de
la
gloria
en
que
te
viste,
fué
la
verdad
que
dejaste,
la
vanidad
que
seguiste.
Ya
no
eres
la
princesa
de
todas
otras
naciones:
ya
tu
altivez
es
bajeza.
Tu
diadema
y
tu
grandeza
se
han
vuelto
en
tristes
prisiones.
Ya
tu
palacio
real
humilde
cubre
la
tierra
en
exequia
funeral:
la
paz
antigua
es
la
guerra,
y
el
bien
antiguo
es
el
mal.
Si
fuiste
al
Señor
contraria,
de
los
pecados
el
fruto
son
tu
cosecha
ordinaria,
ha
sido
el
mismo
tributo
por
quien
te
ves
tributaria.
No
solo
viste
perder
la
honra
que
te
adornó;
mas
tus
hijos
perecer,
que
el
Señor
los
entregó
al
mas
tirano
poder.
Cómo
se
puede
alentar
tu
pueblo
entre
su
gemido,
llegando
á
considerar
lo
que
seguir
ha
querido,
lo
que
ha
querido
dejar.
Llorando
dice:
«¡Ay
de
mi
¿dónde
estoy?
¿dónde
me
veo?
¿ó
quién
me
ha
traido
aquí?
¡tan
cerca
lo
que
poseo!
¡tan
lejos
lo
que
perdí!»
Lloren
al
fin
entre
tanto
que
no
descansa
su
mal,
y
obliguen
al
cielo
santo;
que
no
puede
ser
el
llanto
á sus delitos igual.
Tambien escribia versos en aquel siglo un poeta murciano, descendientede judíos i llamado Diego Beltran Hidalgo, hombre de grandisima memoriai de no menor facilidad en hacer versos i en saberlos glosar con sumadestreza. Parto de su fecundo ingenio es una glosa del primer verso deaquella redondilla, tan estravagante por el falsisimo pensamiento conque está cerrada i que dice así:
Lágrimas
que
no
pudieron
tanta
dureza
ablandar,
yo
las
volveré
á
la
mar,
pues que de la mar salieron.
Glosa
hecha
por
Beltran.
De
un
amante
enternecido
ruegos
¿qué
no
han
ablandado?
ternezas
¿qué
no
han
vencido?
suspiros
¿qué
no
han
obrado?
lágrimas
¿qué
no
han
podido?
Solo
en
mi
triste
se
vieron
ruegos
que
no
enternecieron,
ternezas
que
no
importaron,
suspiros
que