La Argentina o la Conquista del Río de la Plata-Poema Histórico by Martín del Barco Centenera - HTML preview

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Y huyen, no esperando el hijo al

padre,

Ni al hijo su querida y dulce madre.

Amigos á otros fueron muy propicios

En este aprieto, dandoles ayuda:

Caíanse

los

fuertes

edificios,

Que muy poco el cimiento les ayuda.

Con la puerta, que queda sobre

quicios,

Aquel que mas no puede bien se

escuda,

En tanto que el umbral no se hundía,

Y viene todo allí de Romanía.

El triste, que procura de la tienda

Librar lo que ha ganado con trabajo,

Perece con su mísera hacienda,

Quedando por sacarla de debajo.

Muy larga se le hace aquí la senda

Al que es gordo y pesado, y tiene

bajo;

Que el mas suelto y ligero mas corria,

Y

de

su

ligereza

se

valía.

Trecientas y mas casas se cayeron,

Y templos muy lucidos y labrados,

Y mas de treinta hombres perecieron,

Sin indios só la tierra sepultados.

De espanto y miedo algunos se

murieron,

Cayendo de su estado desmayados;

Que viendo se hundia tierra y suelo

Pensaban se venia abajo el cielo.

A mediodia sucede; que si fuera

De noche aquesta ruina dolorida,

Sin duda mucha gente pereciera

Sin poder escaparse con la vida.

De su casa salir nadie pudiera,

Que le fuera imposible la salida:

Pues era tan dificil con luz clara,

[pág. 253]¿Qué fuera, si de noche les

tomára?

Una

boca

terrible y

espantosa

Está junto á Arequipa, ¡ó Dios Eterno!

Que vos hicisteis cosa tan mostruosa,

Que bien se dice boca del infierno.

Aquesta dicen fué causa forzosa

De aqueste terremoto, y que el

caverno

Con furia levantó la gran tormenta;

Aquel volcan azufre y fuego avienta.

Pues no bastó el temblor tan

espantoso

Para que una mestiza se enmendase,

Que fraguado tenia un mal famoso,

Que quiso de su mal fama durase.

La triste, no pudiendo ver su esposo,

El Diablo la aconseja le matase,

Pensando

desposar

ella

consigo

A un mozo que tenia por amigo.

Al cual de su propósito maligno

La moza le dá parte placentera:

El mozo en el concierto luego vino,

Que amaba á la mestiza en gran

manera.

En una huerta está junto á un camino,

En medio de un vallado, una higuera:

Aquí, despues de muerto, le han

colgado,

Fingiendo que murió desesperado.

La moza le ahogó, cuando dormia,

Con un lazo y cordel muy corredizo:

Con ella está presente, que lo via,

El nuevo sucesor, y mal mestizo,

El cual al muerto luego suspendía.

El ruido que forman es hechizo,

Celando, y encubriendo su contento

Con un fingido y falso sentimiento.

Al tono de este caso doloroso,

Diremos otro aquí mas lamentable.

En Mizque, valle fertil, provechoso,

Dó Baco tiene asiento favorable,

Estaba

Gil

Gonzalez,

hombre

honroso,

A su esposa y muger muy amigable:

Al parecer tambien ella le amaba,

[pág. 254]Y como á su marido regalaba.

Catalina,

verdugo

sin

consejo,

Ingrata á tanto bien como tenia,

Habiendo muerto el padre, como

viejo,

Con el marido á veces mal se habia.

Matarle

determina:

el

aparejo

En un mozuelo halla, á quien quería

En un supremo grado; de tal suerte,

Que á todos tres causó su querer,

muerte.

En

casa

le

tenian

hospedado,

Nacido era en la villa de Oropesa;

Del pobre Gil Gonzalez regalado,

Comiendo de ordinario en propia

mesa;

Empero de sus padres mal criado,

Y así de condicion mala y aviesa,

Por sus grandes delitos y malicia

Desterrado le habia la justicia.

Conciertan, pues, los dos quitar la

vida

Al pobre, que vivia sin recelo:

El Juan Rodriguez dióle una herida,

De que cayó el Gonzalez en el suelo.

La maldita verdugo, luego asida

Del triste que la pide á ella consuelo:

"No es tiempo ya, le dice, perro

perro."

Y el mozo por la llaga mete hierro.

Espira el sin ventura sollozando,

Diciendo: "¿muger mia, qué os he

hecho?"

La verdugo cruel le está arañando

El rostro y el pescuezo con el pecho.

Fingiendo que se duele, esta gritando,

Y su marido, dice, que del lecho

Cayó, con un dolor crudo muy fuerte,

Con ansias revolcando de la muerte.

Los lutos se sacaron con contento,

Las lágrimas son risas de heredero

Y muy de presto ordenan casamiento,

Por mas presto venir á pagadero.

A penas se acabó el enterramiento

Desposanse los dos: el paradero

Fué muerte acabadora de contentos,

[pág. 255]De bienes y de males, y

tormentos.

¡O cruda ingratitud, tan celebrada

De hembras por el mundo, como

vemos:

Es posible, que siendo tan usada,

Jamas de su rigor huir podernos!

La culpa nuestra bien está probada,

Pues de muger sabido ya tenemos,

Que no puede regirse por consejo,

Pues tiene de razon poco aparejo.

Vereis

que

al

parecer

muy

tiernamente

Os aman por extremo sin medida,

Y al contrario vereis muy de repente,

Que sois la cosa mas aborrecida

Que se puede hallar entre la gente.

Aquesta usanza bien es conocida.

Por dó decir podremos, de la hembra

Mudanza cojerá quien amor siembra.

Fiad de la muger, por vida mia,

Vereis cuan mal acude la fianza.

Si acaso es principal y de valia,

Contino

está

pensando

en

su

mudanza:

Siendo de baja suerte, noche y dia.

Pues ¿quien tendía en muger ya

confianza,

Sabiendo que en su pecho está

estampada

Y al vivo la mudanza retratada?

Y

si

alguna

excepcion

hallar

queremos,

No es justo la busquemos en la tierra,

Que no se hallará, aunque trabajemos,

Que á firmeza interes presto destierra.

En el Perú aquesto bien podemos,

Probar, que árbol alguno no sotierra

Sus raices, aunque sea de grandeza;

Pues, ¿como la muger tendrá firmeza?

Catolica

y

beata

gran

corona

De exemplo y de virtud, Reina

Isabela,

De quien su eterna fama bien pregona,

Que sobre el candelero fué candela:

Dijistes, gran Señora, á una persona

(Quien hay que de tal cosa no se

duela)

De firmeza no habrá solos matices,

A dó el árbol no cubre sus raices.[86]

[pág.

256]

No es justo ya tratar mas de firmeza,

Mayormente de damas, pues por gala

Ya tienen la mudansa, y por bajeza

Entre ellas ya se juzga, y cosa mala

Guardar la fé al galan, que es gran

proeza,

Echarle al mejor tiempo en hora mala:

Que en remedio de amores han leido,

Que al amor, nuevo amor ha

socorrido.

Y porque disgustudas mas no sean

Las damas de este canto y de mi rima,

El siguiente les pido yo que lean,

Que en él he de tratar cosas de Lima.

A vueltas del Concilio quiero vean,

Que hay en el Perú damas de estima;

Que no es en esta historia mi designo

Quitar de su valor al rubí fino.

[pág. 257]

————————————

CANTO VIGESIMO-TERCIO.

Trátase del Concilio que se congregó en Lima, y de las galas

deaquella ciudad, y de dos temblores gravísimos que en

ellasucedieron.

————————————

Quisiera que el estilo de mi rima

Subiera de repente de su punto,

Al Cielo levantando bien la prima

En solo este brevísimo trasunto.

Por poder escribir lo que ví en Lima,

Al tiempo que el concilio estaba

junto,

De siete Obispos graves de consejo,

Y el Arzobispo Alfonso Mogrovejo.

Como por nuestro Rey se desease

El bien de la República Cristiana,

Por que el negocio bien se reformase

En este nuevo orbe, y tierra indiana,

Ordenó que concilio se juntase,

Premisa autoridad, santa, romana,

De tierras muy longincuas los

prelados

En breve tiempo fueron congregados.

El muy docto Lartaun ha venido

Del Cuzco, y de Quito el sábio Peña;

De Santiago de Chile, uno nacido

En Medellin, lugar, tierra estremeña.

El grave San Miguel, muy entendido,

De la rica imperial ciudad Chilena;

De

Tucuman,

Victoria

lusitano,

A quien fortuna dió en breve su mano.

D. Alonso Granero, muy prudente,

Que de antiguos Toledos descendía,

Tambien se halla en Lima, aunque

doliente,

Que listado de gota, se sentia.

Del Paraguay electo de presente

Obispo está, que Guerra se decía:

En

este

consistorio

congregado

[pág.

258]Preside el Arzobispo ya

nombrado.

Edictos se publican, que viniesen

A pedir su justicia todas gentes,

Y que en Concilio luego pareciesen

Cualesquiera que fuesen delincuentes,

De estado eclesiástico, si fuesen,

Y tuviesen tambien inconvenientes,

De religion dejada, ó dimisoria,

A todos se despacha compulsoria.

Parecen en Concilio, demandando

Del Cuzco, con algunas ocasiones,

Contra el Obispo algunos, informando

De su justicia, causas y razones.

Ibase este negocio encadenando

Por muchos que los guian sus

pasiones:

De aquí nace discordia entre prelados,

Y falsas opiniones de letrados.

Un Lucio, en los derechos graduado,

Amigo mas del tuerto que el derecho,

Al

Arzobispo

trajo

alborotado,

Con su mala intencion y duro pecho.

Del Cabildo del Cuzco es abogado,

Y piensa mejor hacer así su hecho:

El

Concilio

rescinda,

le

decia

Al Arzobispo, que así le convenia.

Con este parecer muy conmovido,

Procura el Arzobispo que cesase

El Concilio, diciendo que ha perdido

Al Virrey, que esperaba le ayudase.

Don Martin en aquesto fenecido

Habia, que Dios quiso que llegase

Su fin, digno de lágrimas y lloro,

Porque perdió el Perú grande tesoro.

Tenia en el Virrey gran confianza

La gente, que al del Cuzco perseguia;

Temiendo del de Cuzco la pujanza,

Al Arzobispo el Lucio le traia

Muy ciego, por tener de él confianza;

Y así cuanto le dice lo creia.

Por su mal parecer y mal consejo,

[pág.

259]Al

Concilio

no

viene

Mogrovejo.

Los Obispos aquí le requirieron,

Que al Concilio presida, como suele,

A la iglesia los cuatro se vinieron:

Al Lucio le conviene ahora que vele;

Entre él y el Arzobispo respondieron.

El alma y corazon á todos duele,

Por ver tal disencion así trabada

Entre Obispos, por Lucio encadenada.

En contra á San Miguel bien se

mostraba

Del parecer de todos los prelados:

Al Arzobispo él solo se juntaba;

Mas

á

aquellos

que

fueron

congregados,

El Arzobispo presto excomulgaba,

Y en tablillas los pone declarados.

En aquesto el de Quito muerto habia,

Y

Granero

de

gota

padecia.

Quien vido la ciudad alborotada,

Metida

en

pareceres

diferentes,

Al Audiencia la causa fué llevada,

Para cortar el hilo á inconvenientes.

El Audiencia Real, bien informada,

Y letrados famosos y sapientes,

Rescindieron los autos actuados,

Y así presto ya han sido congregados.

Tornáronse á juntar como solian,

Hacièndose

Concilio

cada

dia:

En tanto que negocios fenecian,

La ciudad del comer se encarecia,

Porque de todas partes acudian,

Segun á cada cual le convenia:

Los unos, sin llamarles, son venidos,

Los otros á mal grado son traidos.

Las damas ví que estaban muy

quejosas,

Diciendo, que con ellas se ha

mostrado

El Concilio con leyes rigurosas,

Que el uso de rebozos ha quitado.

En Lima vereis damas muy costosas

De sedas, tramasirgos y brocados

En las fiestas, y juegos arreadas,

[pág. 260]Mas los rostros y caras muy

tapadas.

Por las calles y plaza á las ventanas

Se ponen, que es contento de mirarlas:

Con ricos aderezos, muy galanas,

Y pueden los que quieren bien

hablarlas,

No se muestran esquivas, ni tiranas,

Que

escuchan

á

quien

quiere

requebrarlas,

Y dicen só el rebozo chistecillos,

Con que engañan á veces á bobillos.

De aquesta libertad y gran soltura

El Limense Concilio fué informado:

Queriendo reformar esta locura,

Y abuso tan pestifero y malvado,

Publica con rigor una censura

Só pena de la cual les fué mandado,

A las damas sus rostros descubriesen,

A al menos á las fiestas no saliesen.

No fué poca la pena que sintieron

Las damas, de se ver así privadas

Del rebozo, por donde se estuvieron

En sus casas algunas encerradas.

Al fin de aquesta suerte obedecieron

Las unas, mas las otras destapadas

Salieron á las fiestas muy costosas,

Pulidas, y galanas y hermosas.

Tan bien aderezadas y vestidas,

Y con tanto primor y bizarria

En Lima andan las damas, y pulidas,

Que en corte de Castilla se tenia

En estima, basquiñas guarnecidas

De mucho oro, y de fina pedreria.

Doña Bernarda Niño una bordada

Sacó, que en tres mil pesos fué

apreciada.

Aquesta sobre todas se señala

En costoso aderezo de vestido,

De Aliaga, Beatriz, lleva la gala

En discrecion, aviso y buen sentido:

Tambien la que no tiene cosa mala,

Ni menos bueno que ella, su marido,

Dá lustre, con su lustre en toda Lima,

[pág. 261]Doña Maria Cepeda, de alta

estima.

Estaba

con

la

lírica

Diana,

Doña Mariana bella, muy gozosa

La corte de los Reyes, y aun ufana;

Mas la muerte con ella fué envidiosa.

Dejónos otra ninfa, tan galana,

Discreta, buena, rica, y tan hermosa,

Que puede allá en el cielo ser lucero,

Doña Juliana es Puerto Carrero.

Doña Beatriz la Coya en esto ha ido

A Lima, dó se halla gran Señora,

Por haber el bautismo recibido:

Bien muestra ser del Inca sucesora.

Al muy sábio Loyola por marido

Le cupo, de quien es merecedora.

Doña Luisa estaba cerca de ella,

De Ulloa compañera, clara estrella.

Dejemos de contarlas una á una,

Porque era menester un largo canto,

Y mas que en todas ellas no hay

alguna,

Que no tenga mil gracias; y esto tanto,

Que pára á media noche allí la luna,

Y el sol á medio dia, tanto cuanto

Por cobrar nueva luz y resplandores

De las damas de Lima y sus primores.

Pues oigan los galanes amorosos,

Y templen su contento. En Chuquiago

Sucedió en estos tiempos tan gozosos,

Un estraño prodigio y gran estrago.

Por cima de unos cerros barrancosos,

Arrancando del todo un grande lago,

Un terremoto súbito lo avienta,

Y en otro lugar nuevo lo aposenta.

La tierra, por tres partes diferentes,

Se abrió con espantable fortaleza,

Y por las aberturas y vertientes

Salía

con

furor

gran

espeseza

De polvo, y de pedrisco, que á las

gentes

Mataba sin piedad esta maleza:

Un indio se salvó de este pedrisco,

[pág. 262]Quedando sin lesion encima

un

risco.

Por una parte y otra el terremoto

Con gran furia pasó, quedando aislado

El indio de rodillas, muy devoto,

Sin ser del terremoto maculado.

Cual suele temeroso por el soto

La huida buscar ciervo ó venado

Cuando oye el arcabuz, así buscaba

El indio por donde ir, mas no lo

hallaba.

Libróle al fin el risco y el barranco,

O por mejor hablar, el Poderoso;

De la muerte á la vida dió un gran

tranco,

Contándose despues por muy dichoso.

Mas un pueblo que llaman Anco

Anco,

Aquí hizo su fin muy lastimoso,

Que un cerro encima dél vino

cayendo,

Y debajo la gente de él cogiendo.

Murieron

cuatrocientos

naturales

En

solo

aqueste

pueblo,

en

despoblado

Murieron otros muchos, y animales

Silvestres,

y

domèstico

ganado.

Con estos terremotos y señales,

Al pueblo y Perú ví desconsolado,

Y muchos dicen, ya quiere acabarse

El mundo, y el juicio apresurarse.

Y no se quedò Lima sin su suerte

De pena en este tiempo semejante,

Que un terremoto grande, crudo y

fuerte

Sucede una mañana en un instante:

No hay hombre que à salir de casa

acierte,

Y aquel que corre mas sale delante;

No espera la muger á su marido,

La madre deja al hijo muy querido.

De casa habia salido muy temprano,

Porque en diciendo misa me ocupaba

En concilio, por ser Arcediano.

Mi mula de repente apresuraba,

Corriendo, y en pararla me era en

vano,

Que el miedo del temblor la

desquitaba:

Corriò con las orejas aguzadas,

[pág. 263]Y ainas me quebrára las

quijadas.

Un ruido el temblor causó tamaño,

Que los cabellos todos erizaban:

Negocio de contarse por estraño,

Que las paredes ví se meneaban;

Y sin que recibiesen algun daño,

Temblando de tal suerte, al fin