Volviendo á nuestra história; rio
arriba
Una laguna está muy afamada:
Itapuà se llama una peña viva,
Está en medio de aquella levantada.
Compèleme el temor que no lo
escriba,
Mas no lo dejarè: es prolongada
De cien codos la piedra, y muy
derecha,
Y arriba en lo supremo una vesecha.
Es como el ave Fenix muy graciosa,
Que pintan los autores y su nido,
Compuesto es de especiosa y olorosa
Madera, que en mis manos la he
tenido;
La Sirena tambien bella, y hermosa
Como una bella dama, ha parecido
En medio esta laguna, y aun
gemiendo,
Y sus doradas crines esparciendo.
Otra laguna grande mas crecida,
De mas admiracion que aquesta
vemos,
Que està la tierra adentro algo metida;
Los indios del Acay en sus extremos[45]
[pág. 31]Habitan, y ellos dicen que
fundida
Antiguamente fué gente, y creemos,
Nos
dicen,
està
el
diablo
atormentando
Aquellos que pecaron en nefando.
Gran grita y alarido y gran estruendo
Allá dentro parece que resuena;
Cuando se allega junto, estremeciendo
El cuerpo queda todo con gran pena.
Algunos de temor vuelven huyendo;
Pajas, se les antoja, y el arena
Que son diablos que vienen en pos de
ellos,
Y vuelven erizados los cabellos.
Y no lejos de aquí, por propios ojos,
El Carbunclo animal veces he visto:[46]
Ninguno me lo juzgue por antojos,
Que por cazar alguno anduve listo.
Mil penas padecí, y mil enojos
En seguimiento de èl; ¡Mas cuan bien
quisto,
Y rico y venturoso se hallàra
Aquel que Anagpitan vivo cazára!
Un animalejo es, algo pequeño,
Con espejo en la frente reluciente,
Como la brasa ignita en recio leño.
Corre y salta veloz y diligente:
Asì como le hirieren echa el ceño,
Y entùrbiase el espejo de repente:
Pues para que el Carbunclo de algo
preste
En vida el espejuelo sacan de este.
¡Cuan triste se hallò, y cuan penoso
Rui Diaz Melgarejo! que hallado
Habia, à mi me dijo, de uno hermoso;
Perdiólo
por
habérsele
volcado
Una canòa en que iba muy gozoso.
Yo le ví lamentar su suerte y hado,
Diciendo—"si
el
carbunclo
no
perdiera,
Con él al Gran Philipo yo sirviera."
[pág.
32]
Andando por la guerra, y escuadrones,
De mì fueron mil cosas conocidas.
Trataré de una forma de ratones,
Y de vista hablaré y no de oidas.
Unas cañas he visto, y cañutones
Tran gruesos como piernas muy
crecidas;
Catorce y quince tiene pocos menos
Cada caña, y de agua todos llenos.
El agua es muy sabrosa, clara y fria,
Mas yendo ya la caña madurando,
Un gusano se engendra adentro y cria,
Y al cañuto el gusano horadando
Afuera
mariposa
parecia.
Con las alas comienza de ir volando,
Y por tiempo las pierde, y queda
hecho
De forma de raton hecho y derecho.
Al tiempo que en la caña estan
metidos,
A gente natural son nutrimento.
Frutos sabrosos son: mas ya salidos
A luz, causan dolor, pena y tormento,
Porque tornados ya y convertidos
En ratones, consumen el sustento;
Y privan muchas veces de la vida
Al natural, quitando su comida.
De veinte mil pasaron, naturales,
Que murieron á causa del estrago
Que hicieron aquestos animales:
Que en todo el Ubay dejaron pago
De planta, ni maiz, ni sementales,
Sin pasar por aquel tan crudo trago.
Dejando desta vez tan asolada
La tierra, que tardó de ser poblada.
No hay bruco, ni langosta perniciosa,
Ni erugo, ni otra plaga que yo
entienda,
Que iguale á esta maldita mariposa,
Terrible, si comienza su contienda.
Así està desta plaga tan medrosa
La gente del Ubay, que viendo senda
Por do huir su tierra y nacimiento,
[pág. 33]La dejan por tener algun
contento.
Tambien hay otras cañas muy
mayores,
(Del grueso son de un roble bien
crecido)
En que se crian gusanos, y mejores.
De los unos y de otros he comido:
En muy poco defieren sus sabores.
Estando el uno y otro derretido,
Manteca fresca à mi me parecia,
¡Mas sabe Dios el hambre que tenia!
En los mojos de aquestas cañas
vimos,
Con agua bien sabrosa, mas gusanos,
Ni dentro ni de fuera los sentimos
En toda la montaña ni en los llanos.
Las cañas por cumbreras las pusimos,
Con tener otros palos muy cercanos,
Mas no habia que temer, que la
corteza
Tenian
de
terrible
fortaleza.
Es tanta la espesura de las cañas,
A dò las hay, que es cosa de gran
grima:
Y aunque dentro se crian alimañas,
Estan tan encerradas como encima.
Quien á cortar va cañas, por mil
mañas
Que tenga, á las veces se lastima,
Con puas, con espinas, con abrojos,
Y el mal sale mil veces à los ojos.
Mas ya estoy enfadado en este canto,
¡Cuanto mas lo estarà quien le leyere!
Degemos de contar cosas de espanto,
Volver quiero á D. Pedro. Quien
quisiere
Las mudanzas saber y crudo llanto
De fortuna, y de aquel que las
siguiere,
Con mucha atencion lea diligente
El canto lastimoso aquí presente.
[pág. 34]
[pág. 35]
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CANTO CUARTO.
En que se trata de la mas cruda hambre que se ha visto entre
loscristianos, la cual padecieron los de D. Pedro de
Mendoza en BuenosAires, y como se pobló el Argentino.
————————————
Lo que ha sido muy justo y bien
ganado
Muchas veces se pierde, como vemos:
Pues de lo que con mal se ha
grangeado,
Que se pierda y el dueño esperaremos.
Don Pedro de Mendoza fué soldado
Cuando
hubo
disencion
entre
Supremos,
Y al tiempo de pillar hinchò la mano;
Mas todo su trabajo salió en vano.
Borbon perdió la vida; Juan de Urbina
Entrò en Roma cantando la victoria:
De aqueste asalto y saco, y grande
ruina
D. Pedro enriquecido, en vana gloria,
A D. Carlos pedia la Argentina
Provincia, pretendiendo su memoria
Levantar en conquista de paganos,
Con dinero robado entre romanos.
Como fuese de suyo gran guerrero,
Viéndose
de
riquezas
abastado,
Ofrecióse à gastar mucho dinero,
Y el Rio de la Plata ha demandado.
Don Carlos, en valor claro lucero,
El título le da de Adelantado;
Y asì hizo una gruesa y rica armada,
De gente muy lucida y extremada.
Dos mil soldados salen de Castilla,
Sin gente de la mar y marineros.
Juntáronse en alarde allà en Sevilla,
[pág.
36]Y
viendo
tan
lucidos
caballeros,
Salian
á
los
ver
á
maravilla
Tan apuestos à punto de guerreros:
Mas dicen: "pues se van estos
soldados,
Recemos los oficios de finados."
Al fin salió de España aquesta armada
Muy rica, muy hermosa y muy lucida;
De
todos
adherentes
abastada,
Aunque hubo despues hambre muy
crecida.
La gente que embarcó era extremada,
De gran valor, y suerte muy subida,
Mayorazgos è hijos de Señores,
De
Santiago
y
San
Juan
comendadores.
Es Maestre de Campo un caballero
Juan Osorio, que es hombre muy
valiente,
Tambien va Juan de Oyolas el
guerrero,
Medrano, Salazar, Lujan prudente.
Otros muchos que van decir no
quiero,
Que cada cual bien puede ser regente:
Mas Osorio entre todos se señala,
Y en todo lleva à todos palma y gala.
A Neptuno y sus ondas carniceras,
Se entregan invocando à Santiago.
Las naves van corriendo muy lijeras,
Rompiendo con gran furia el ancho
lago.
¡O lastima, y angustias lastimeras,
Horrendo, y gran temor, ó crudo
trago!
Que tan brava tormenta se levanta,
Que el mas fuerte y bizarro mas se
espanta.
D. Pedro con buen celo y pecho pio,
En Dios pongamos, dice, la esperanza,
Y pues es para mas su poderío,
El nos darà muy breve mar bonanza,
Los pilotos con grande desvarìo,
Dicen que la tormenta va en pujanza:
El tríste marinero con gran pena,
No acierta al aparejo ni á la antena.
Iza el trinquete, amaina la mesana,
Aferra ese timon que imos perdidos;
A la bomba, à la bomba muy de gana,
[pág.
37]Que
seremos
de
presto
sumergidos,
Cual llama San Lorenzo, cual Santa
Ana,
San Telmo dicen otros afligidos,
Otros San Nicolas, que puso quilla
Y costado, de nos tenga mancilla.
El
sexo
feminil
y
lacrimoso
Levanta hácia el cielo vocería.
Con la furia del viento tan furioso
La una nave de otra se desvía;
Mas volviendo la mar en su reposo
Conviertese el dolor en alegría,
Y llegan á Canària muy ufanos,
Dò toman tierra, y salen muy galanos.
Despues
de
haberse
aquí
ya
refrescado,
A proseguir tornaron su viage.
Habiendo ya diez dias navegado,
Hallàronse muy cerca del parage
De las islas, y Cabo que es llamado
Verde; enfermo asiento y estalage;
Cansados del sañoso y largo lago,
Tomaron la que dicen de Santiago.
No estaba en este tiempo tan poblada,
Como al presente está de Lusitanos:
No está mucho la costa desvíada,
Poblada
de
valientes
Africanos:
De color negra y son muy tisnada,
Los que mas á Cabo Verde son
cercanos,
Y tienen en comun carniceria,
De los negros haciendo anotomía.
Tomòse de estas islas bastimento,
Tambien se refrescaron los soldados,
Y diòse con presteza vela al viento,
Los ánimos de todos bien osados.
Mas ¡Ay dolor! cuan presto à mas de
ciento
De poco prestarà ser esforzados,
Que la hambre pasando de la zona
A roso ni velloso no perdona.
Con pròspero nordeste favorable
Camina alegremente nuestra armada,
Y el mar mas sosegado navegable,
[pág. 38]La lìnea en breve tiempo fué
pasada
Con viento en popa próspero y
amigable,
De Cabo Frio la punta ya doblada,
En costa del Brasil tierra tomaron,
Y aun isla Santa Bàrbara nombraron.
Del gran Carlos las armas le pusieron
Y posesion por él allì tomando,
Y luego su viage prosiguieron,
Y en el puerto de Vera le encerrando,
Bien comiendo alegres estuvieron.
Continuò por la playa mariscando,
Que hay en aquel puerto grande suma
De hermosos pescados como espuma.
Estando pues aquí, ha comenzado
El demonio sus cosas tan usadas;
Salazar que con otros se ha juntado
A Juan de Osorio dan de puñaladas.
Envidia y cobardia lo han causado,[47]
Por ser las obras dèl tan señaladas:
A don Pedro hicieron que creyese
Que le iba en esta muerte el interese.
Al principio el error, aunque pequeño,
Grandìsimo se hace al fin y cabo.
Era
este
caballero
halagüeño
Con todos; y en aquesto mas le alabo,
Que en verle sacudido y zahareño
Con nobles, de lo cual le desalabo:
Que al mas pobre soldado en mas
tenia,
Que
diez
de
presumpcion
de
hidalguia.
Fué causa, segun dicen, esta muerte
Tan fuera de razon, contra justicia,
Del funesto suceso, horrible, y fuerte
Del infeliz D. Pedro y su milicia.
Que echada esta envidiosa y cruda
suerte
Con tanta cobardía y gran malicia,
Comenzò à castigar Dios el armada,
Con un grave flagelo y cruda espada.
Desde que empieza el mundo está
sabido
[pág. 39]El castigo que hace Dios
eterno;
Por vista de los ojos conocido,
Está cuando la estima el Sempiterno:
La muerte del que es justo y bien
creido,
Tenemos la castiga con infierno:
Que la sangre de Abel el inocente
Clamando
está
ante
Dios
omnipotente.
Al fin de aquesta isla se ha pasado,
Con algunos descuentos que no digo,
Y el Rio de la Plata se ha tomado,
Y el puerto San Gabriel de desabrigo.
De allí luego pasóse al otro lado,
A Buenos Aires, que es de mas
abrigo,
A dó fué el lastimoso acabamiento,
De tanta bizarria, cual yo cuento.
De ver era salir en aquel llano
Al soldado valiente y caballero,
De sedas y brocado muy galano,
A guisa y parecer de perulero.
Salìa con contento muy ufano,
Y hasta el pobrecito marinero
Aquella bella tierra contemplaba,
Y à España no volver jamas juraba.
A Juan de Oyolas hubo despachado
Don Pedro el rio arriba, porque
asombre
Al indio. Va con èl un buen soldado,
Llamado Salazar, valiente y hombre.
Don Pedro en este tiempo hubo
enfermado
Del morbo, que de Galia tiene
nombre:
Con miedo de morirse en aquel rio,
A Castilla se vuelve en un navío.
Volvia, pues, D. Pedro en su viage
A España sin haber puerto tomado:
Empero á vueltas ya de aquel parage,
Que llaman las Terceras, ha acabado.
Asì no gozó bien ni su linage,
El tesoro que en Roma habia pillado.
Dichoso el que atesora allá en el cielo,
Que es burla atesorar acà en el suelo.
Quedò por Capitan y por Teniente,
[pág. 40]Y en muerte sucesor de aquella
tierra,
Oyolas, que fué arriba con la gente:
Acà Francisco Ruiz hace la guerra
En Buenos Aires, y anda diligente,
Mas poco le aprovecha, que la perra
Pestífera
cruel
hambre
canina,
A todos abandona y los arruina.
La gente ya comienza à enflaquecerse,
Las raciones se acortan cada dia,
No puede el padre al hijo socorrerse,
Que cada cual su muerte mas temia;
Y aunque es muy natural el
condolerse,
Y cada cual del otro se dolia,
Empero mas su vida procuraba,
Y caridad de sì la comenzaba.
Un hecho horrendo, digo lastimoso,
Aquì sucede: estaban dos hermanos;
De hambre el uno muere, y el rabioso
Que vivo està, le saca los livianos
Y bofes y asadura, y muy gozoso
Los cuece en una olla por sus manos,
Y còmelos; y cuerpo se comiera,
Si la muerte del muerto se encubriera.
Comienzan à morir todos rabiando,
Los rostros y los ojos consumidos:
A los niños que mueren sollozando
Las madres les responden con
gemidos.
El pueblo sin ventura lamentando,
A Dios envia suspiros doloridos:
Gritan viejos y mozos, damas bellas,
Perturban con clamores las estrellas.
Es hambre enfermedad la mas rabiosa
Que puede imaginar ningún cristiano:
La mano està temblando temerosa,
No quisiera de tal ser escribano.
Mi Dios, por vuestra sangre tan
preciosa,
Libradme de este azote, que el tirano
Que llegaba à tentaros, bien sabia
Que es grave mal la hambre en
demasia.
Fuè cierto celebrada allí su saña,
[pág.
41]De aquesta
matadora sin
medida,
Con tanta crueldad y tan estraña,
Que no podrá de alguno ser creida,
No hizo ella jamàs tal otra hazaña
En Roma, ni en Judea referida,
Como esta: de dos mil que se
contaron,
Con la vida doscientos no escaparon.
No quiero referir estrañas cosas
Causadas de esta perra y vil tirana,
Que bien pudiera yo muy dolorosas.
Una muger habia, llamada Ana,
Entre otras damas bellas y hermosas;
Tomò paga del cuerpo una mañana,
Forzada de la hambre, y hecha iguala,
Al pretensor envia en hora mala.
Era el galan pretenso un marinero,
El precio una cabeza de pescado;
Acude à la posada muy ligero,
Y viendo que la Dama le ha burlado,
Al capitan Ruiz, buen justiciero,
De la dama se habia querellado;
El cual juzga que cumpla el
prometido,
O vuelva lo que tiene recibido.
Maldito seas, juez, si no quisieras
Mirar á nuestro Dios omnipotente,
Y de esto à buen juzgar te
conmovieras,
Y à quitar el pecado subsecuente
Por evitar la muerte, lo hicieras.
Que claro està que el casto y
continente
Mejor pasa la hambre que el vicioso,
Y dado al vicio y acto lujurioso.
Sabemos, semejante á esta bajeza,
Que causa otras dos mil esta traidora,
Que aunque dice el refran, que no es
vileza,
Y ser con nuestro Dios merecedora
Creemos la virtud de la pobreza:[48]
Sin su favor la perra es causadora,
De hambre, que es un mal tan sin
medida,
[pág. 42]Que darà el padre al hijo por la
vida.
Mas volvamos á Oyolas y su gente,
Que sube el rio arriba muy gozoso.
El puerto Paraguay, que es al
presente,
Hallaron
del
caribe
belicoso.
Poblado estaba aquì el fuerte y
valiente,
Yanduazubì, en la tierra poderoso
Capitan,
y
cabeza
que
regía,
Y toda la comarca le temia.
Aqueste fuè en favor de los cristianos,
Y hizo à Salazar que allí poblase.
Oyolas pasò el rio y los pantanos,
Diciendo á Salazar que le aguardase.
Llegó d