ha
andado
conquistando,
Y que tiene la tierra así rendida;
Y no sabe que quiere Melgarejo:
[pág. 64]Mas ved en que ha parado su
consejo.
Allega á San Vicente, dó Cupido
Desembraza cruel su flecha dira,
Y hácele quedar preso y rendido
Al rostro angelical de Doña Elvira.
Quien indios y españoles ha vencido,
Vencido y muerto queda, porque
mira.
¡Y piensas tú, Cupido, no lo fueras,
Mirando á Doña Elvira de Contreras!
De Medellin saliò la dama bella,
De conocida, casta y gente clara:
Y aunque fué en hermosura linda
estrella,
Fortuna se mostró con ella avara.
Procura el capitan luego con ella
Casarse, mas la muerte la llevára
Entonces, y no diera mala cuenta,
Causándose á si misma tanta afrenta.
Casóse en mal punto, y en hora mala,
Dios sabe lo que siento en escribillo.
Amor, que con lo bajo lo alto iguala,
La hace aficionarse á Juan Carrillo.
Cojélos Melgarejo en una sala,
Y como no es el caso de sufrillo,
Aunque la dama es tal, y el galan
viejo,
A entrambos los ha muerto Melgarejo.
Entrando el capitan en su aposento,
Al adultero mató de una estocada:
La dama viene al grito con lamento,
La gente viene al grito alborotada:
Ayudanla á matar, ó crudo cuento,
¡Qué no hay quien te defienda,
desdichada!
Fenece
la
extremada
hermosura
En el colmo de extrema desventura.
Vergara y el Obispo se han movido,
En esto de salir, que no debieran,
Al Perú: pero habiendo ya venido
A Santa Cruz, dó nunca ellos
vinieran;
Allí les fuè por Chaves impedido
El camino: yo creo que si pudieran
Pasar, ellos pasáran; mas yo hallo
[pág. 65]Que en propio muladar bien
canta
el
gallo.
El Chaves á los Charcas va y camina,
Dejándose á los pobres muy llorosos.
Tras él salen despues, y de una mina
Llevaron grandes muestras muy
gozosos.
Ensayase el metal, y plata fina
Se saca, que movió á los codiciosos;
Y entre ellos Juan Ortiz Pica,
pensando
Ganar honra y dinero gobernando.
El licenciado Castro gobernaba;
Y vista la intencion del perulero,
Y que en aqueste caso el importaba
Por tener abundancia de dinero.
El gobierno argentino le encargaba
Quitándosele al pobre caballero:
El cual como se vido descompuesto
A Castilla se vino muy dispuesto.[61]
Matienzo el Presidente no repugna
En esto; que formando una quimera,
En el cuerno le pone de la luna
Al Argentino reino y su ribera:
Y dice, que no puede haber alguna
Provincia de riqueza en tal manera,
Cual esta; aunque rodeen todo el
mundo
Entre el polo primero y el segundo.
Y aun dice un dicho necio, y he de
decillo,
Pues ví con juramento yo afirmarlo,
Y prometí yo á muchos de escribillo,
Ni quiere mi Argentina aquí callarlo.
"Si fuera yo Filipo, á ese Turquillo[62]
Habia
con
España
de
dejallo,
Decia, por gozar de tanta tierra,
Tan bella y apacible, y tan sin guerra."
Con estos desatinos que decia,
Que muy grande aficion al Argentino
Mostraba el Presidente que tenia,
Procuran de volverse en su camino
[pág. 66]El Obispo, y teniente que ponia
En su lugar Ortiz el zaratino;
Que es Cáceres, un hombre bullicioso,
Amigo de mandar y sedicioso.
El Juan Ortiz se parte para Lima,
Con título y blason de Adelantado:
De barras lleva hecha grande rima,
Que sabe Dios cual él las ha juntado.
Aquesto le causaba gran estima,
Y ser de todo él mundo respetado:
Que tanto de valor cualquiera abarca,
Cuanto tiene dineros en el arca.
De Lima se partió muy placentero
Por ver que le es fortuna favorable;
A Panamá camina muy ligero,
Con viento en popa suave y amigable
Allega á Panamá con su dinero,
Y en breve lo vereis muy miserable:
Que fé ninguna tengo, ni confianza
En fortuna, que es cierta su mudanza.
En nombre de Dios parte á Cartagena,
Y entrega su fortuna á una fragata.
El Francés esto tiene á dicha buena,
Que le ha sido la presa muy barata.
Encuéntrale, "y amaina vela, antena,
Le dice, y deja, amigo, aquí la plata,
Sino quieres dejar tambien la vida,
A vueltas de la plata aquí perdida."
Amainan á pesar vela y trinquete,
Rendidos del Francés y su pujanza,
Ni queda marinero ni grumete,
Que no pierda del todo la esperanza.
La vida á Juan Ortiz allí promete,
Mas pierde de la plata la confianza.
La vela dá el Francés, desque le quita
La plata, y con placer picando grita.
Quien vido á Juan Ortiz lo que hacia,
Pudiera no moverse á crudo duelo.
Los suspiros que daba los ponia
[pág. 67]Con gran sentimiento allá en el
suelo:
Sus carnes tan heladas las tenia
Como la pura nieve y duro yelo,
Y dice: "¡Cuan en breve aquí he
perdido,
Lo que en tan largos años he
adquirido!"
De mas de ochenta mil pesos pasaron
Los que el Francés sacó de aquesta
feria.
En
Cartagena
amigos
ayudaron
A Zarate á salir de su laceria:
Qué
muchos
de
su
mal
se
constritaron,
Por verle haber venido á tal miseria:
Que para asar, cocer, freir, decia,
Que en mucha cantidad barras tenia.
Con
este
desastrado
desbarate,
Y desdichado fin y mal suceso,
A Castilla se viene el de Zarate,
Sin sacar de su plata un solo peso.
No teme que el Francés le desbarate:
Qué el pobre del ladron jamas es leso;
Mas antes caminando á su albedrio,
Delante del ladron canta vacio.
Llegado á España, el Rey le ha
confirmado
Lo que Castro le dió, y por mas pago
A
Zarate
vereis
ya
señalado
En los pechos con cruz de Santiago.
Habiendo mucha gente congregado,
Se entregan al feroz y hondo lago.
Diráse en su lugar de aquesta armada,
Volvamos á la história comenzada.
Al Cáceres y Obispo revolviendo,
Llegan á Santa Cruz, que de la Sierra
Se llama; dó discordia, descogendo
Sus velas, ha causado tanta guerra
Entre los dos, que el odio ya
creciendo,
Los huesos uno al otro desentierra,
Y mas que unas berceras en cantillo
Se tratan, que es vergüenza de
escribillo.
De Santa Cruz salieron, procurando
[pág. 68]Llegar al Paraguay con gran
presteza;
Y aunque las dos cabezas caminando
Van juntos por la tierra de aspereza,
No van cosa ninguna conversando,
Que en mala voluntad tienen firmeza.
Llegando á la Asumpcion muy
brevemente
Lo que pasó dirá el canto siguiente.
[pág. 69]
————————————
CANTO SEPTIMO.
Llegan à la Asumpcion el Obispo y General. Prende el
General alObispo, y despues el Obispo al General, y
llevàndole á Castilla,muere el Obispo.
————————————
Sentencia es celebrada, llana y clara,
Que todo hombre que anda en malos
pasos
Al fin de la jornada siempre pára
En mal con desastrado fin y casos.[63]
Con el mando, poder, y con la vara,
El
Cáceres
echaba
contrapaso,
Al santo del Obispo: mas tenia
Un provisor que mal los recibia.
Aunque el Obispo era mal sufrido,
No era codicioso de venganza.
Segovia, el provisor, no ha consentido
A Cáceres crecer en su pujanza;
Mas antes con un odio encrudecido
Le mete, como dicen, bien la lanza,
Tomando informaciones y testigos:
A Cáceres lo dicen sus amigos.
Un hombre, que Daroca se llamaba,
Que del Perú sacó en su compañía
El Obispo, en el pueblo publicaba
Contra el Obispo mal en demasía:
Mil cosas en escrito denunciaba
Al Cáceres, que bien las recibía:
Con que publican todos por estenso,
Que el bueno del Obispo está
suspenso.
Al provisor metió en un aposento
El General, con grillos remachados,
[pág. 70]El comer al Obispo y el
sustento
Le quita; que no son hombres osados
A darle un jarro de agua, que al
momento
El servicio y los indios son quitados:
Y por mayor baldon y mas afrenta,
Al Obispo le priva de su renta.
A Pedro de Esquivel, un caballero
De bella compostura y bella traza,
Amigo del Obispo y compañero,
(Por sola su pasion) le prende y caza.
Con el Obispo ser particionero
En su prisión afirma, y en la plaza
Le corta la cabeza, y en picota
La fija, y de traidor le reta y nota.
La traicion de Esquivel está fundada
En una informacion que ha fulminado,
En que el Obispo y él, de mano
armada
Conciertan
de
prenderle:
ha
concertado
Que el triste del Obispo en su posada
Estè
sobre
fianzas
encerrado.
En la iglesia el Obispo está rezando,
Y oid lo que está el malo publicando.
En pregon dice: "Pena de la vida,
A la Iglesia mayor nadie se atreva
Por hoy ir, porque es cosa conocida,
Que el Obispo intencion muy mala
lleva.
Y pues que la tenemos ya sabida,
No habernos menester, dice, mas
prueba."
Ayala su alguacil vá prestamente
Al templo para echar fuera la gente.
¡O Marqués! destos casos escribano,
En dó toda maldad pura se encierra,
Secáriase primero aquesta mano,
Que escribiera escriptura mala y
perra.
Mas ¡ay! como el juicio soberano
Para castigo tuyo envia á Guerra
Obispo, que poniéndote en cadena[64]
A tí, y tu hacienda lleva pena.
[pág.
71]
Al
fin,
pues,
ya
del
templo
consagrado,
Diciendo mil oprobios y baldones,
Y falsos testimonios del Prelado,
Por solos sus rencores y pasiones,
Expelen al cristiano arrodillado,
Haciéndole que salga á rempujones.
Forzándola á salir la puerta afuera,
Una dama hablò de esta manera.
¡Pues no son poderosos los maridos!
Pidamosles las armas, y volvamos
Por la honra de Dios. Y con gemidos
Decía:—no conviene consintamos
Aquestos
maleficios
conocidos;
Y todas al prelado defendamos.[65]
Que mas vale morir honrosa muerte,
Que un mal disimular de aquesta
suerte.
Poblado está de màrtires el cielo
Que por honra de Dios han padecido;
De su sangre està lleno todo el suelo,
Que infieles y tiranos han vertido:
Tomemos
pues
con
esto
gran
consuelo,
Que Dios dà gloria à aquel que ha
merecido.
Y pues sabemos que este es un tirano,
Volvamos por el nombre de cristiano.
Con sobrado valor y pecho osado,
Otra dàma hablò de esta manera:—
De aqueste lugar santo consagrado,
Nadie me hará salir de aquì afuera;
Ni consentir yo tengo que al Prelado
Agravien, sin que yo primero muera:
Que à mí, que soy su oveja, su fatiga,
A condolerme de ella bien me obliga.
A mis padres, hablando de Castilla
Y de santas histórias, tengo oido
De la sábia Judith, si sè decilla,
Que bien veis que en la tierra soy
nacida;
Aquella grande hazaña y maravilla
Que hizo, por dò nombre ha merecido
[pág. 72]Tan alto, que la Iglesia la
pregona
Por dechado de fuertes y corona.
Holofernes soberbio, crudo, altivo,
Tenia la ciudad desta cercada;
Al nombre hebraico era muy nocivo
Con su fuerza, poder y cruda espada:
Estaba al punto ya de ser cautivo
El pueblo, y la ciudad desconsolada;
Judith
de
remediarla
deseosa
Saliò
por
el
ejército
animosa.
La gente de Holofernes que la vido,
Al punto se la hubo presentado,
Diciendo, á buena parte hemos
venido,
¿Quien hay que no pelee muy de
grado?
Al Holofernes bien le ha parecido,
Y cenando y bebiendo, se ha
embriagado:
La noche sobreviene, y se dormia
Con el vino abundante que bebia.
Judith, que esta ocasion consideraba,
La cabeza le corta, y con secreto
Saliò con la criada que llevaba:
Librando de esta suerte del aprieto
A su pueblo, en que vió ella que
estaba.
El prémio ha recibido, mas perfecto;
Y pues vemos que el prèmio ya nos
llama,
Dejemos de nosotras grande fama.
El
triste
doloroso
del
Prelado
A su casa se vuelve, no cesando
De gemir y llorar muy congojado,
Por ver su oveja irse condenando.
Allí le hace estar emparedado;
Con barro las ventanas le tapando:
Fianzas dà el Obispo que estaria
En su casa, y que de ella no saldria.
Mas teniendo noticia que querian
Echarle de la tierra, se ha salido
Huyendo á media noche, y acudian
[pág. 73]Algunos en su busca, dò
escondido
Estaba, y los mosquitos le comian,
Que en toda aquella noche no ha
dormido.
A su casa le vuelven, dó se queda,
En tanto que fortuna vuelve y rueda.
El Cáceres estaba tan furioso,
Tan altivo, soberbio y endiablado,
Que no tiene en sì mismo algun
reposo,
Ni puede estar momento reposado.
Del
Provisor
estando
receloso,
Por ver que era sagaz y redoblado,
Acuerda de embarcarle en un navìo,
Y él bajase así mismo por el rio.
Bajò con intencion de despacharle
Al Perú, por sacarle de la tierra;
Mas no halla manera de enviarle:
Por dó su voluntad en esto cierra,
Que dos ò tres procuren de fiarle:
Con esta condicion no lo destierra,
Mas suelto el Provisor del crudo lazo,
Sacude,
como
dicen,
zapatazo.
Teniendo, pues, la causa fulminada,
Juntaron de mancebos gran canalla,
Que es gente para todo aparejada,
De españoles tambien parte se halla,
A quien noticia fuè del caso dada:
No hace Fray Francisco Ocampo falla,
Que aunque al principio fué de la otra
parte,
Aquì lleva el guion y el estandarte.
En casa de Segovia se juntaron
De noche, con secreto sin ruido;
Entre todos allí se concertaron,
Y el caso fué de breve concluido.
Que Cáceres se prenda concertaron,
Y esperan á que sea amanecido.
Una vision al punto que amanece
Encima de la iglesia se aparece.
A mirar la vision los que salieron
[pág. 74]A un patio dò el Segovia
reparaba,
Un Angel relumbrando todos vieron,
Que parece una espada desnudaba.
Muchos aquesto mismo me dijeron;
Y el Angel parecia que amagaba
Con la espada desnuda que tenia,
Y golpes hàcia abajo sacudia.
El Cáceres venido pues à misa,
Entrò la turba multa muy derecha,
Echó à Càceres mano muy à prisa,
Y algunos de los suyos no aprovecha;
Que el negocio seguìa ya de guisa,
Que cada cual à puja mano le echa;
Y al fin preso le llevan muy de vuelo,
Sin dejarle llegar los pies al suelo.
Con voz del Santo Oficio y apellido
Le prenden, y eso suena su proceso:
En un punto se vé el pobre afligido,
Con miserable fin del mal exceso.
¡Quien duda que estaba arrepentido,
En contemplar el triste aquel suceso!
Que el solo conocer su grave culpa,
Es lo que al pecador mas le disculpa.
Su pompa, presuncion, y bizarria,
Fenece con muy vìl abatimiento:
Que cosa cierta es que no podia
Para siempre durar su ensalzamiento.
Un negro que este Càceres tenia
Habiendo visto aqueste acaecimiento,
Tened dijo, Señor, la barba queda,
Que el mundo de esta suerte corre y
rueda.
Teniéndole pues preso y arecado,
Nombrado otro teniente entra en
consejo,
Y tratan quien lo lleve aprisionado
A España con presteza y aparejo;
Que vaya luego fuè determinado
El capitan Rui Diaz Melgarejo,
Que no se huelga poco de este hecho,
[pág. 75]Y piensa sacar de ello algun
provecho.
El Obispo tambien se determina
Con ànimo de ver à nuestra España:
Y aunque dicen algunos desatina,
Y que su ida á la tierra mucho daña,
Empero dicen otros que lo atina,
Porque él preso no use alguna maña,
Con que se suelte y libre de cadena,
Y cause al santo Obispo cruda pena.
El teniente que nombran se decia
Martin
Suarez,
noble
caballero:
Al Càceres muy mucho aborrecia,
A asì en le desechar es el primero.
De presto un navichuelo componia,
Y puesto brevemente en astillero
Despacha al preso en este, procurando
Quedarse por señor, y gobernando.
Tambien en compañia fué ordenado
Que saliese Garay que lo desea:
Aquì tuvo principio, y ha probado
En la guerra muy bien y en la pelea;
Mas nunca supo ser considerado.
Su tiempo le vendrá, cuando se lea
El fin en que paró su desventura,
Por quererse seguir por su locura.
Saliò de la Asumpcion la caravela
Con otro bergantin acompañada,
Izan antenas, dan al viento vela,
La nave por el sur es gobernada.
Con el viento y corriente tanto vuela
Que en breve à S. Gabriel fuera
llegada,
A dó se declaró para Castilla,
Con Cáceres, Obispo y su cuadrilla.
Garay el rio arriba se ha tornado,
Y puebla á Santa Fé ciudad famosa:[66]
La gente que está en torno h