La prenda de este triste ya perdida,
Y abscisa de su rostro ha recobrado,
Y en prenda muchas veces de comida,
A gentes en la isla la ha empeñado;
Y apartase del pleito que pedida
Tenia su justicia el desdichado,
En trueco de que el reo allí le diese
[pág. 97]Algun maiz ó raices que
comiese.
Las damas que hicieron este aleve,
Haciendose
justicia
sin
justicia,
Eran de bajo ser; que bien se debe
Aquesto presumir de su malicia.
Ninguna de valor á tal se atreve,
Aunque es de las mugeres sin justicia,
Ingratitud, maldad, lágrimas, lloro,
Mentiras, y venganzas su tesoro.
Pregunten á Aristoteles qué sentia
De la muger? Pues dice en su
escritura,
A lágrimas, y llanto en demasía,
Inclinada bien es de su natura,
Envidia y querimonia la seguia,
Flojedad, y pereza y detractura:
Mas dice de ella un bien; que se
contenta
Con muy poco manjar y se sustenta.
Al fin, á aquestas damas el teniente
Las
prende,
y
les
tomò
sus
confesiones:
Despues todo se hizo buenamente,
Aunque
hubo
de
este
caso
informaciones:
Al triste sin oreja mal paciente
Le
dieron
por
concierto
diez
raciones.[71]
Decia un mentecato, que mugeres
Podian mucho mas que los haberes.
Es tanto su poder y maña fuerte,
Que todo el mundo tienen ya rendido,
Procuran de tomar primera suerte
A su gusto del bien mas conocido:
Hambre, ni desventura, ni la muerte
Contrastar su poder nunca han podido.
Mirad lo que en la isla padecieron,
Y al fin todas con vida escabulleron.
Es cierto de notar su gran ventura
Con ser un débil ser tan imperfecto:
Cuanto hoy tiene criado la natura,
Las mugeres lo tienen muy sujeto.
[pág. 98]Decid, no es de llorar tal
desventura,
Que rindan las mugeres al perfecto,
Al sábio, al necio, al pobre y al que es
rico,
Al Rey, y caballero y pastorcico.
Dejemoslas, pues ya que es escusado
Querer
con
flacas
fuerzas
conquistarlas,
La fuerza el homenage ya han
tomado,
Será al mundo imposible debelarlas.
Y pues en su servicio hemos cantado
Aqueste canto, yo quiero rogarlas
Para el siguiente dén favor y ayuda
A nuestra lengua tosca, torpe y muda.
[pág. 99]
————————————
CANTO DECIMO.
En este canto se cuenta como vuelto el Adelantado de Ibiaza,
fuéal Rio de la Plata, y de la venida del capitan Rui Diaz
en sudemanda.
————————————
¡O mísero contento de esta vida,
Aguado con sobrados descontentos!
Tras el deleite siempre viene asida
La pena, los disgustos y tormentos:
Que no hace en un ser jamás manida
Fortuna, sin tener mil mudamientos.
Mas qué digo fortuna, la miseria
Del hombre está sugeta á tal laceria.
En tanto que uno es hombre, está
obligado
A dos mil infortunios y flaquezas,
Qué del primero padre se ha heredado
Dolor, pena, congojas y tristezas;
Que todas son reliquias del pecado,
Con otros mil defectos y vilezas,
Que juntos en Adam los recibimos,
Cuando por el pecado en él morimos.
En el Ibiaza, pues, se ha recogido,
Como digimos, maiz y frijoles,
Y habiendo los huidos convencido,
Apresta Juan Ortiz sus españoles
Para salir de allí; y no ha partido,
Cuando un gran temporal vereis, y
dióles
En medio una laguna que pasaban,
A donde seis soldados se ahogaban.
Embárcanse en canoas los soldados,
Y al tiempo del pasar andaba brava
La mar, que allí desagua dó los hados,
[pág. 100]Y el crudo vendabal que
resoplaba,
Se juntan, y al pasar son anegados
Delante Juan Ortiz, que los miraba,
Seis hombres; y mas que estos, se
ahogáran,
Si los indios socorro no prestáran.
Pasada
la
laguna,
se
metieron
Los soldados, y gente que venia,
Por la montaña adentro, y padecieron
Trabajo
caminando
en
demasia.
Al fin al puerto, pues, todos vinieron,
Pasado en caminar el cuarto dia:
Juan Ortiz por la mar viene, y navega
Dos dias, y tambien al puerto allega.
Llegado, con placer es recibido,
Y luego determina de partirse;
Y á aquellos que digimos, pretendido
Habian en la barca escabullirse,
En mas grave prision los ha metido:
Porque jamas intenten de huirse.
Con un Sotomayor fenece presto,
Dejándole en un palo y horca puesto.
Al tiempo que el verdugo ya queria
Quitarle la escalera, así hablaba:
"Oid un poco ahora: yo solia
Una oracion rezar, y acostumbraba
Aquesto mucho tiempo cada dia,
Y hoy, por mi desdicha, la olvidaba:
Dejádmela
decir:"—mas
no
ha
acabado,
Cuando el sayon la escala le ha
quitado.
El armada salió de aqueste puerto,
En demanda del Rio de la Plata:
Ningun piloto lleva que esté cierto
A donde seguirá; mas ya desata
A los vientos Eolo, y bien abierto
Habiendo sus cavernas, disparata
Con ellos por el aire de tal modo,
Que parece acabarlo quiere todo.
La mar sube por cima las estrellas;
[pág. 101]Los cielos hácia abajo se
bajaban;
Las olas parecia que centellas
Por cima de las aguas arrojaban.
Lloraban las mugeres y doncellas;
Los hombres grande grita levantaban;
De sola contricion ya se procura,
Que al mar tienen por cierta sepultura.
Anduvo algunos días el Armada
Fortuna acá y allá yendo y viniendo;
Despues, la mar estando sosegada,
Navega,
en
breve
tiempo
descubriendo
La tierra tan de todos deseada.
Y sin saber dó están, yendo diciendo,
¿Qué tierra puede ser la que se via?
Paró el Armada allí, que anochecía.
Al tiempo, pues, que Febo matizando
Venia
de
colores
la
mañana,
Entraron por el rio, costeando
La banda del Brasil que es mas
cercana.
La via á San Gabriel enderezando,
Llevando de llegar crecida gana,
A cabo de tres dias, medio á tiento,
Tomó puerto el Armada con contento.
Surgiendo en San Gabriel, que así se
llama
El puerto á donde surge aquesta
Armada,
Los indios acudieron á la fama.
Mas ¡Ay dolor! la noche ya cerrada,
El viento sur sacude, y hiere y brama,
Y tanto se embravece, que en nonada
La Capitana corta árbol y antena,
Y el Almiranta asienta en el arena.
Al dia de contento y alegria
El triste corresponde y es vecino;
La gente sin ventura, pues tenia
Contento, mas tristeza sobrevino.
Dolor, angustia, aprieto y agonia,
Aguas y huracán, mar, torbellino,
Las naves traen en torno condenadas,
Al fondo y en la costa desrumbadas.
Pilotos
y
maestres,
marineros,
[pág. 102]Grumetes, pages, frailes y
soldados,
Mugeres y muchachos, pasageros,
Andaban dando voces muy turbados.
Los gritos y alaridos mensageros
Allí son de una nave á otra enviados,
Y cada cual socorro demandaba,
Que igual era el dolor que se pasaba.
Librónos nuestro Dios de aquel
tormento,
De aquel trance y dolor tan doloroso,
Desistiendo el feroz y crudo viento,
Y viniendo bonanza con reposo.
Mas ¡Ay! que en acordarme del tal
cuento,
Temblando
estoy,
confuso
y
temeroso:
Que tales cosas ví, que parecia
Que el juicio final llegado habia.
¿Quien duda que el demonio no
procure
Impedir cuanto puede á los cristianos
A que la Fé no cresca, porque dure
El reino que él obtiene en los
paganos?
¿Pues no está claro ya, sin que se jure,
Cuan
estendida
está
entre
los
indianos,
Y con cuanto fervor se han bautizado,
Y sus malditos ritos renunciado?
Pues esta causa tengo yo por clara,
Por donde Satanás tanto procura,
Con su mala intencion inicua avara,
Que nuestra Armada nunca esté
segura.
Que en su tanto le quita el cetro y
vara,
Y viendo su reinado poco dura,
Movido de rencor y crudo duelo,
Con las ondas del mar enturbia el
cielo.
¡Gran
Dios,
Señor
inmenso
y
soberano,
Que permitís azote, como vemos,
Aqueste Satanás con cruda mano!
El secreto tan alto no entendemos;
Sabemos pero bien, que nos es sano
El mal que muchas veces padecemos,
Que son por los pecados cometidos,
Los males muchas veces infligidos.
El freno, que le pone Dios eterno,
[pág. 103]Le hace estar á raya; que si
fuera
En manos del demonio, en el infierno
Al
humano
linaje
ya
tuviera.
Es tan malo de aqueste su gobierno,
Que en sus penas á todos ver quisiera,
Con saber que de aquesto la ganancia
Que le viese, es tormento en
abundancia.
Y así dice San Pedro, que rodea,
Buscando
á
quien
tragar
muy
presuroso,
El adversario diablo, y que pelea
Contra el linage humano riguroso:
Incita, mueve al hombre y le grangea
Con sus mañas y artes, (que es
mañoso)
Y cuando mas no puede con sus
tretas,
Contèntase en hacerle mil burletas.
¿Qué diremos de aquel gran marinero
Carreño, que en tres dias vino á
España
De las Indias, trayendo mal tempero,
Huracanes, tormenta muy estraña?
Ni gente de la mar, ni pasagero
En pié estaba, y andaba gran compaña
De diablos, que las velas marinaban
Y la nave con fuerza se llevaban.
Larga escota, el piloto les decia, Y cavan el trinquete y la mesana;
Y si les dice, aiza, con porfia
Amainan los traidores con gran gana.
Y viendo que al contrario se hacia,
Al contrario mandó: y así fué sana
Su nave por los diablos marinada;
¡Y quien duda que fué de Dios
guardada!
Mil cuentos semejantes yo pudiera
Decir aquí, mas solo por aviso
A todos doy por cosa verdadera,
Que si quieren gozar del Paraiso,
No traten con Satán. Uno dijera,
Descálzame
aquí,
diablo:
de
improviso
Un diablo de la bota le tiraba,
Y la pierna á las vueltas le arrancaba.
Al
Armada
volviendo:—habia
quedado
[pág. 104]La Capitana en seco, y sin
antena,
Sin árbol, que ya dije fué cortado
Un dia de bonanza con mar llena:
Por el consejo, y órden y mandado
De Juan Ortiz, zaborda en el arena;
Y así, quedando hecha fortaleza,
La gente sale á tierra sin pereza.
El Almiranta en floto estuvo dias,
Mas torna á dar en seco, y
desrumbada
Ha sido, entrándole agua por mil vias:
Procúrase que luego sea varada,
Sus fuerzas conociendo ya ser frias,
La gente fuera apenas de ella echada,
Cuando yendo la mar y agua
menguando,
La nave cae, el un lado recostando.
Estando
Capitana
y
Almiranta
Entrambas al traves, sale la gente
A tierra, dó se aloja alegre y planta
Haciendo sus chozuelas prestamente.
El Zapicano ejército se espanta,
De ver tantos cristianos de presente,
Y acuden con gran copia de venados,
Avestruces
y
sábalos,
dorados.
La gente que aquì habita en esta parte
Charruahas se dicen, de gran brio,
A quien ha repartido el fiero Marte
Su fuerza, su valor y poderio.
Lleva entre esta gente el estandarte,
Delante del Cacique, que es su tio,
Abayubá, mancebo muy lozano,
Y el Cacique se nombra Zapicano.
Es gente muy crecida y animosa,
Empero sin labranza y sementera:
En guerras y batallas, belicosa,
Osada y atrevida en gran manera.
En siéndoles la parte ya enfadosa
Dó viven, la desechan, que de estera
La casa solamente es fabricada,
Y así presto dó quieren es mudada.
Tan sueltos y ligeros son, que
alcanzan
[pág. 105]Corriendo por los campos los
venados;
Tras fuertes avestruces se abalanzan,
Hasta dellos se ver apoderados;
Con unas bolas que usan, los
alcanzan,
Si vén que están á lejos apartados;
Y tienen en la mano tal destreza,
Que aciertan con la bola en la cabeza.
A cien pasos (que es cosa monstruosa)
Apunta el Charruaha á donde quiere,
Y no yerra ni un punto aquella cosa
Que tira; que dó apunta allí la hiere.
Entre ellos aquel es de fama honrosa,
A cuyas manos gente mucha muere,
Y tantas, cuantos mata, cuchilladas
En su cuerpo se deja señaladas.
Mas no por eso deja de quitarle
Al cuerpo del que mata algun despojo:
No solo se contenta con llevarle
Las armas ó vestidos á que echa el
ojo,
Que el pellejo acostumbra desollarle
Del rostro: ¡Qué maldito y crudo
antojo!
Que en muestra de que sale con
victoria
La piel lleva, y la guarda por
memoria.
Otra costumbre tienen aun mas mala
Aquestos
Charruahaes,
que
en
muriendo
Algun pariente, hacen luego cala
En sí propios, su carne dividiendo;
Que de manos y pies se corta y tala
El número de dedos, que perdiendo
De propincuos parientes vá en su
vida,
El Charruaha por órden y medida.
Paréceme que ya me he detenido
Con esta gente tanto, que olvidado
Dirán que tengo al campo, que
tendido
Pintè en el arenal desabrigado.
Con su memoria estoy tan afligido,
Que temo de me ver en tal estado:
Espérenme á otro canto de amargura,
Y ayuden á llorar tal desventura.
Agora á Melgarejo con su gente
[pág. 106]Volvamos: como supo que
pasado
Habia Juan Ortiz, muy prestamente
La vuelta el Argentino se ha tornado:
El caso se le cuenta en San Vicente
Por los que del patax han arribado,
Con él vienen algunos de su hecho,
Pretendiendo sacar algun provecho.
Saliendo,
pues,
en
nuestro
seguimiento,
La isla dó estuvimos han tomado,
En los sepulcros vieron el descuento,
De la terrible ruina y triste hado:
La horca dió tambien su documento,
Y muestra de temor y mal sobrado:
Con todo al Ibiaza pasan derechos,
A donde son de todo satisfechos.
Mas quiero yo contar aquí primero
De monos una cosa muy galana,
Que cierto me contó este caballero,
Diciendo: que él lo vido una mañana,
Estando en esta isla muy entero
Su juicio, y razon muy libre y sana:
De monos vió juntarse gran canalla,
Y él púsose á escondidas á miralla.
Un mono grande, viejo como alano,
Estaba á la cuadrilla predicando:
Heria y apuntaba con la mano,
Mudando el tono á veces, y gritando:
El auditorio estaba por el llano,
Atento á maravilla y escuchando,
Y él subido en un alto y seco tronco,
De dar gritos y voces está ronco.
A su lado en el tronco dos estaban,
A la banda siniestra y la derecha:
Aquestos la saliva le quitaban,
Que gritando el monazo vierte y echa.
Concluso su sermon, todos gritaban,
Y la cuadrilla y junta ya deshecha,
Aprieta cada cual dando mil gritos,
Y despacio vá el mono y pagecitos.
Rui Diaz muy confuso contemplaba
[pág. 107]El bruto razonar de aquel
monazo,
Y como el arcabuz presto llevaba,
Tirando le matò de un pelotazo.
Los dos monillos pages que llevaba,
Oyendo aquel terrible arcabuzazo,
Aprietan por el monte, dando gritos,
Mas en breve acudieron infinitos.
Fué tanta multitud la que venia
De monos á la muerte de aquel viejo,
Que la tierra dò estaba se cubria,
Y huye de temor el Melgarejo.
Un Indio del Brasil que allí venia,
Con sobrado dolor y sobrecejo,
Le dice, y embebido en cruda saña:
"¿Porqué has muerto al Señor de la
montaña?"
Entre
los
indios
era
conocido
Aquel monazo viejo, y respetado,
Y por señor y rey era tenido
De aquel áspero monte, y despoblado.
Rui Diaz de esta isla fué partido,
El rumbo al Argentino enderezado,
La costa y tierra firme van bojando,
Y con los Guaranies rescatando.
[pág. 108]En tanto que camina lo que
queda
Al rio de la Plata, quiero agora
Volver á mi real. ¡Quiera Dios pueda
Segun el corazon lo siente y llora!
Quien quisiere saber cual dió á la
rueda
Su vuelta la fortuna burladora,
Comienze con requiescant en la gloria
El infelice canto de esta história.
[pág. 109]
————————————
CANTO UNDECIMO.
Estando en tierra firme poblada la gente, son muertos y
cautivosde indios cien hombres. Retráense los que
quedan à la isla de SanGabriel, donde mueren muchos de
hambre.
————————————
Al
enhornar,
decimos,
que
se
entuertan
Los panes; y así vemos que parece,
Que cuando en el principio no
conciertan
Las
cosas
con
prudencia,
que