La Argentina o la Conquista del Río de la Plata-Poema Histórico by Martín del Barco Centenera - HTML preview

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desgarrándolos

con

hierros;

Y por mostrarse crudos y nocivos,

En vida á muchos meten en entierros,

A dó mueren de hambre, cruda, perra,

Y vivos sepultados só la tierra.

Aquí quiero no quede por olvido

Un caso que me viene à la memoria.

Del grande Patriarca enriquecido

De bienes duraderos en la gloria,

Seràfico

Francisco

ha

merecido

Un hijo suyo palma de victoria,

En tiempo de D. Pedro le mataron,

Y el caso de esta suerte me contaron.

Estando

este

bendito

religioso

Hincado de rodillas en el suelo

Con grande devocion, el envidioso

Agaz,

tirano

indio,

sin

recelo

Le flecha: mas al punto un luminoso

Nublado descender se vé del cielo,

Y en el subir à todos parecia

Una doncella, bella en demasia.[74]

Los indios con aquesto se espantaron

De suerte, que á èl con otros

compañeros

Que

habian

muerto,

à

todos

enterraron,

Llorando porque fueron carniceros

De aquel bendito fraile que mataron.

Y estàn en su temor hoy tan enteros

Los descendientes de ellos, que recelo

Tienen que les venga fuego del Cielo.

[pág.

161]

A nuestra historia, pues, dando la

vuelta,

Cayú

de

su

hijuelo

deseoso,

Tras el Garay se fué, que à vela suelta

El

rio

arriba

iba

sin

reposo:

Y cuenta como al hijo no le suelta

El Juan Ortiz, y pìdele lloroso

Que le escriba una carta, en que le

ruegue

Que su querido hijo se le entregue.

Es Yamandù en aquesto el trujamante,

Que es primo del Cayú; muy confiado

Está, porque poniéndose delante

De nuestro Juan Ortiz, Adelantado,

Harà con su saber y buen semblante,

Que quede Juan Ortiz bien engañado:

Mas uno piensa el bayo (allá en

Castilla

Se dice) y otro es él que le ensilla.

Con priesa Cayú vuelve en compañia

Del falso Yamandù, que confiaba

Que muy presto al sobrino llevaria,

Que Garay en sus cartas lo rogaba.

Con ánimo gallardo y alegria,

Al Capitan el preso demandaba;

La gente dice toda, pues tenemos

El pajaro en la mano, ¿què hacemos?

No quiero referir las opiniones,

Juicios

y

pareceres

diferentes,

Que habia en el real, y locuciones,

Coloquios y corrillos entre gentes,

Todos daban sus causas y razones,

Al parecer de muchos suficientes:

De Yamandù se trata, si conviene

Se prenda, ò que se vuelva como

viene.

El Yamandù, como hombre cauteloso,

Procurando librar à su sobrino,

Mostròse muy alegre y muy gozoso,

Y dice à Cayú vuelva su camino,

Porque èl está ya hà dias deseoso,

De estar entre cristianos, y así vino

Con fin de bautizarse y ser cristiano;

[pág. 162]Y desta suerte habla al primo-

hermano.

"Cayú, bien vés cual quedo entre

cristianos,

Y tu hijo tambien: tén buena cuenta,

Que guardes de malicia bien tus

manos,

Y cosa contra aquesto no se sienta:

Que tratas con los indios Zapicanos,

Ni Guaraní por pienso en tal

consienta,

Que al punto que haya tal, entrambas

vidas,

De tu hijo y de mí, serán cumplidas."

"Yo quedo con contento y alegria,

Asi se lo decid á mis parientes:

Mirad que mucho hà que yo os decia,

Que habian de venir de lejos gentes.

Dejados

de

esa

vana

fantasia,

Mirad que no podeis ser tan valientes

Que deis cabo de tantos: sed ya

buenos,

Poned à vuestras almas duros frenos."

Con esto y otras cosas que hablaba,

El

falso

Yamandú

disimulando

Su pretension fingida procuraba,

Diciendo

desear

ser

bautizado:

Y tanto esta ficcion suya duraba,

Cuanto de la Asumpcion se hubo

llegado,

Como diré despues, que agora siento

En Santa Cruz un mal levantamiento.

Tratemos dél agora, que sucede

En tanto que lo pasa el zaratino

Muy mal, y yo aseguro que bien

puede

Ponerse él de Toledo ya en camino,

Sino quiere ser causa de que ruede

Don Diego con su gente al Argentino,

Y con su rueda dé tal estampida,

Que el Perú venga todo de caida.

[pág. 163]

————————————

CANTO DECIMO-SEXTO.

Levàntase D. Diego de Mendoza en Santa Cruz de la Sierra;

sale elVirey D. Francisco de Toledo del Perù, con gran

ejército en sudemanda.

————————————

Con su saber astuto y cauteloso,

Sintiendo la pujanza que Adam lleva,

Y viéndose no ser tan poderoso,

Que pueda entrar con él en lucha y

prueba,

En el jardin de vida deleitoso,

Satan tomó por medio á nuestra Eva,

Que vencerle, sabia, no pudiera

Si

solo

la

batalla

acometiera.

Contra el hombre quedó Satan tan

diestro

Que si vencerle quiere con pujanza,

Como viejo, sagaz y gran maestro,

En una muger pone confianza;

Y el caso que no puede muy siniestro,

Por medio de muger puede y alcanza:

De modo que de diez partes de males,

Los nueve con muger causa cabales.

Cuan claro aquesto vemos en el

cuento

Del pobre de D. Diego y de Zurita,

Pues solo por poner muger asiento

En el iglesia, y que otro se lo quita,

Se comenzó tan gran levantamiento,

Que al reyno del Perú plata infinita

Le cuesta, y aun buen triunfo le

costára

Se él de Toledo no lo remediára.

Las mugeres de aquestos dos trabadas,

Comienzan de sembrar tan gran

zizaña,

Que yendo ya las cosas mal guiadas,

Se fragua en poco tiempo gran

maraña.

El

Zurita

tenia

desganadas

Las gentes, y à D. Diego el diablo

engaña:

Al Zurita que manda allí, prendia,

[pág. 164]Y al Audiencia Real preso le

envia.

Un Diego Gomez, hombre marinero,

Con su pretension mala le traía

Al pobre de D. Diego al retortero;

El Cabildo en aquesto le elegia,

En el lugar que estaba de primero,

Zurita, que á los Charcas habia ido:

Pues veis Gobernador D. Diego

alzado,

Y el propio del gobierno despojado.

Don Diego á los alcaldes prende

luego,

Con otros que condenar su designo,

Y viendo alborotado andar el juego,

Los Salazares salen de camino.

La nueva al Perú vuela como fuego,

Y el D. Diego con grande desatino

Mató á los Salazares, procurando

Quedarse para siempre gobernando.

Don Francisco, virey de tanta fama,

Y en servicio del Rey muy estimado,

Sabido este negocio, echa de rama,

Y en breve grande ejército ha juntado.

A gente de valor y suerte llama,

Y el hecho con presteza concertado:

La cordillera se entra muy pujante,

Echando un caballero de delante.

Aqueste es D. Gabriel, que de su

tierra

Y

sangre

hereda

esfuerzo

Placentino:[75]

A Santa Cruz le envia de la Sierra

Con gente de la suerte que convino,

A que rompa por paces ó por guerra

Del triste de D. Diego su destino,

Despues, dando la vuelta, que

pretenda

En

Ibitupuá

ganar

hacienda.

Don Francisco se vá por otra parte,

Por Presidente queda el de Quiñones:

Aqueste caballero con gran arte

El Audiencia regia y escuadrones,

Temiendo de su industria el fiero

Marte,

De su sagacidad y discreciones:

Que tanto era el ardid que allí

mostraba,

Que

en

la

guerra

las

letras

encumbraba.

[pág.

165]

A Don Diego la nueva llega en esto,

Que de parte del Rey se hace gente,

De Santa Cruz se sale muy de presto

A las horcas de Chaves diligente:

En llegando despacha muy de presto

En casa Ibitupuá, indio valiente,

Diciéndoles, se junten mano armada,

Y no dèn al Virey paso ni entrada.

Que si el Virey se le entra por la

tierra,

Que vivirá en eterna servidumbre;

Que habrá de conquistar toda la

Sierra,

Sin dejar lo mas alto de la cumbre:

Que ahora podrá bien darle la guerra,

Para librarse de esta pesadumbre;

Que perfecta prudencia es y cordura,

Gozar en la ocasion la coyuntura:

El indio le responde, que guardase

Su tierra, y que jamas no pretendiese,

Que en cosa con los suyos le ayudase,

Que allá D. Diego solo se lo hubiese.

Que no tiene temor que nadie entrase

En su tierra, por fuerza que trajese,

Que de ánimos constantes tiene un

muro,

Y fuerza, con que vive muy seguro.

Ibitupuá,

ó

viento

levantado,

Aqueste indio se llama, es de gran

brio,

Magnánimo, valiente y esforzado,

De muy grande valor y señorio:

En grande rectitud tiene su estado

Sujeto por su esfuerzo y poderio:

En toda la comarca es muy temido,

Y muchos favorecen su partido.

Entre los suyos hizo llamamiento,

Y désque á todos juntos los tenia,

Les hizo un concertado parlamento,

Diciéndoles el fin que pretendia.

"Aquesta tierra, dice, es nuestro

asiento,

A nadie de derecho otro venia;

Por

tanto

el

nuestro

propio

defendamos,

[pág. 166]Y la vida por él todos

pongamos."

"Yo he puesto diligencia en mis

agueros

Y hallo buen presagio en cuanto veo,

Y espero que saldrán bien verdaderos,

Cortados

á

medida

del

deseo:

Y veros tan valientes y guerreros,

Cual sé lo sois, y siempre yo lo veo,

Me pone nuevas fuerzas y me anima

A conquistar los Charcas, Cuzco y

Lima."

"Noticia tengo ya de como viene

El soberbio cristiano, mano armada:

En las horcas de Chaves se detiene

Don Diego con su gente levantada,

De todos el resguardo nos conviene,

Y guardar nuestra tierra libertada;

Que si cualquiera de ellos nos

venciere,

De nosotros hará lo que quisiere."

Bebiendo de la chicha y del brevage,

Que habia para ello el aparejo,

Celebrado con grita y con corage

De todos fué el acuerdo y el consejo.

En medio de la junta, de buen trage

Un indio se levanta, cano, viejo,

Con manta que parece fina grana,

Y en el brazo de plata una chipana.

Aqueste con muy grande reverencia

Al gran Cacique dijo, convenia

Despachase con mucha diligencia

A Condurillo.—Izoca: "mas valdria,

Responde

muy

soberbio,

sin

paciencia,

Matar toda la sangre vieja y fria,

Pues quita á los osados corazones

La causa de venganza y ocasiones."

El viejo Tabobá con pecho fiero,

A Izoca respondió: "mal has hablado,

Contino la tuviste ser parlero,

Sin seso, sin verguenza, deslenguado:

A ti junto con otro compañero

Haré entender quien soy en estacado."

Izoca acude al arco que traía,

[pág.

167]De

presto Ibitupuá los

despartia.

Las tazas andan tales y los mates,

Que el acuerdo se vuelve en voceria;

Allí se disputaban mil debates,

Y cada cual su caso difería.

Con borradas razones y dislates,

El uno al otro dice vencería,

Aunque traiga consigo por ayuda

La isla Jamaíca y la Bermuda.

Una India que las tazas ministraba,

Muy vieja lagañosa y colmilluda,

A todos los mancebos animaba

Con su lengua mordaz y tartamuda:

Entre otras muchas cosas que hablaba,

Aquesta razon dice la barbuda:

"En medio el Paraguay y Perú

estamos

Aquestos y á los otros resistamos."

Gran grita y alarido levantaron

Los indios en le oir estas razones:

El dicho con aplauso celebraron,

Cesaron

diferentes

opiniones.

El consejo con gozo consumaron

Conformes en el alma y corazones,

Sujetándose al dicho de la vieja

Y así cada cual dellos se apareja.

El

nuestro

Paniagua

placentino,

Con gente muy lustrosa y muy lucida,

Con ánimo de fuerte paladino

Comenzó, como dije, su partida.

Y tan pujante fué, que de camino

La tierra á su diccion quedó rendida.

Don Diego de esperarle ya cansado,

A Santa Cruz, enfermo, se ha tornado.

De manos y de pies Dios le ha tullido;

Que es lástima de ver al caballero,

Que aun obras naturales no ha podido

Sin ayuda hacer de otro tercero.

A Santa Cruz de vuelta ya venido,

De D. Gabriel le viene un mensagero

Con cartas del Virrey, y prometidas

[pág. 168]Del propio, y Gomez y Avila

las

vidas.

Llegando D. Gabriel á aqueste puesto,

Que las horcas de Chaves es llamado,

Halló como D. Diego con el resto

De su gente ya habia caminado.

Las cartas despachando muy de

presto,

Con los suyos se queda allí alojado,

Que adelante pasar no se podia,

Que la tierra de aguas se cubria.

A Santa Cruz las cartas llegan breve;

El Avila ha ayudado en esta parte,

Causando que se haga lo que debe

Hacerse, aunque siguiera el estandarte

Contrario: mas agora no se atreve,

Por ver del de Toledo la grande arte,

Y que el D. Diego está sin pies y

manos,

Y aquellos que le siguen son tiranos.

El órden que se dió, que desistiese

Del mando y del gobierno que tenia,

Y al Cabildo y Consejo se le diese,

Que aquestos dicen todos convenia.

El Gomez, que fué causa que hiciese

Don Diego la contada demasia,

Y fuera al parecer su grande amigo,

En viéndole sin mando, fué enemigo.

Desiste, pues, D. Diego de su mando,

Y deja que el Cabildo gobernase,

Por

aquesta

manera

procurando

Que el Virrey su delito perdonase.

Algunos de su parte y de su bando

Le dicen al Virrey se presentase:

Que en ver su poca culpa y su

inocencia,

Sin duda que usaria de clemencia.

El Cabildo enviar procura luego

A D. Gabriel la nueva de este hecho:

Salgado sale ya sin grande ruego,

Mas no sin gran doblez de inicuo

pecho.

De Santa Cruz, saliendo como fuego,

A las horcas de Chaves vá derecho;

Veinte mancebos lleva arcabuceros,

[pág. 169]Y mas cincuenta infantes muy

guerreros.

Don Diego del negocio ya arrepiso,

Pensando de volver el juego en maña,

A Salgado le ha dado por aviso,

Que mate á D. Gabriel con su

compaña.

El indio Chiriguana nunca quiso

Venir en el concierto y la maraña;

Que si el indio en el concierto

consintiera,

Don Gabriel con su gente pereciera.

El hecho de esta suerte se guiaba,

Que llegado Salgado con su gente

A donde D. Gabriel y el campo

estaba,

Seria

recibido

alegremente,

Por el socorro y nuevas que llevaba:

Y que despues, un dia de repente

Marchando con los suyos el Salgado

Revuelta sobre el campo descuidado.

Con sus arcabuceros de delante

Habia de ir Salgado y sus flecheros:

Paniagua tras él con el restante

En dos tercios, y que él con los

primeros

Revolviese

á

traicion,

con

tal

semblante

Que pensasen ser indios los postreros:

Hicieran desta suerte todos alto,

Y así Salgado diera un crudo asalto.

Llegado, pues, Salgado donde estaban

Paniagua y los suyos alojados,

De todos con la nueva se holgaban,

Por ver ir los negocios bien guiados:

Y con esto de presto se aprestaban

Para dar en los indios no domados:

De Ibitupuá, digo, el valeroso,

Valiente, astuto, sábio y belicoso.

Salgado se ofreció que con su gente

Irá en la delantera de contino,

Recíbese

su

oferta

alegremente,

Que D. Gabriel no sabe su destino.

Mas el malvado piensa prestamente

En

efecto

poner

su

desatino;

Y así para efectuar el crudo hecho

[pág. 170]Descubre con los suyos su mal

pecho.

Al tiempo, pues, que ya lo concertaba

De dar en D. Gabriel que vá

marchando,

El

indio

guaraní

lo

revelaba,

Que con Salgado iba caminando.

Y aunque el Salgado bien se lo

rogaba,

No quiere el guaraní seguir su bando,

Que dice, que de andar está cansado

Tras D. Diego, que siempre le ha

burlado.

A D. Gabriel el caso refiriendo

El guaraní con pecho y osadia,

Y toda la maraña descubriendo,

Que trabada Salgado ya tenia,

Al tiempo que la iba mal tejiendo,

El

hilo

conocido

descubria

El triste de Salgado, de tal suerte,

Que vino á fenecerse con la muerte.

Colgóle D. Gabriel y prestamente,

Despacha á Santa Cruz de aquel

paraje

Los indios Guaranies, y la gente

Que dije que vinieron, y un mensage

A D. Diego le envia diligente,

La palabra le dando y homenaje,

Que venga, que al Virey hará servicio,

Y que él le será en todo muy propicio.

Don Diego en esto, y Avila pensando,

Que en su negocio hacen mucho

hecho,

A los Charcas caminan, procurando

Llevar siempre camino muy derecho.

A D. Diego el temor le vá acusando,

Aunque Avila le pone alegre pecho