por
dejaros."
¡Oh! cuantas veces, dijo un tesorero,
(Hernando de Montalvo se decia)
Si Dios llevase aqueste vocinglero,
El
miserable
pueblo
quedaria
Alegre, muy contento y placentero,
Y luego nuestro mal se acabaria:
Mas suelen durar mucho aquestos
tales,
Para enmienda y castigo de mortales.
Con esta falta estando de comida,
Llegó del Paraguay socorro y gente,
Que habiendo allá llegado de corrida.
Garay, la despachò muy prestamente.
Celebròse con gozo tal venida,
Porque era necesaria de presente,
Que à tal punto llegò nuestra miseria,
Que vide à un religioso en tal laceria.
Al bosque yendo un dia desganado,
Muy falto de consuelo y de alegria,
Encontré con un fraile muy honrado,
Fray Alonso La-Torre se decia.
De letras y virtud era dotado,
A
su
Padre
Seráfico
servia:
Preguntándole
yo
¿Qué
estais
haciendo?
Al punto este me dice respondiendo.
"Entiendo que en muy breve he de
acabarme
Y he salido á cortar, y no aprovecho,
Madera: si os plugiese de ayudarme
Haré para morir un candelecho,
Que no espero jamas de levantarme,
Segun estoy sin fuerzas y deshecho.
Aquesto me diciendo, hácia el cielo
Los ojos levantando, dió en el suelo.
Yo viendo su fatiga, muy lloroso
Y triste, que le amaba en sumo grado,
De presto de aquel prado, verde,
umbroso,
Cortè para su lecho buen recado.
Del suelo se levanta algo gozoso
Por verme à mí, de varas bien
cargado;
Llevéselas à cuestas que el tal iba,
[pág. 191]Que ya no figuraba cosa viva.
Algunos otros vide en este estado,
Soldados,
sacerdotes,
religiosos:
Que no tiene respeto al esforzado
La vil hambre, ni teme poderosos;
Ni mira al que es filòsofo ó letrado,
Ni menos à los nobles generosos;
Que al Papa, Rey, y bajo zapatero,
A todos los iguala por rasero.
El socorro que digo, pues, venido
Alegra nuestro ejército hambriento,
Y en gozo y en placer es convertido,
El pasado dolor y gran lamento:
Mas nuestro Yamandú ya arrepentido,
De estarse con nosotros tan de
asiento,
En una tenebrosa noche y prieta,
Sin nadie lo sentir, huyendo aprieta.
No se tiene esperanza que parezca,
Ni que vuelva á nosotros de su grado,
Sino es para causar alguna gresca
Conforme à las demas que él ha
forjado.
Roguemos, pues, à Dios que no se
ofresca
En que el haga su oficio tan usado,
Porque él en hacer mal està tan
diestro,
Que puede en el infierno ser maestro.
Gran priesa Juan Ortiz para partirse
En este tiempo tiene, el rio arriba;
Mas no podrà aquí Trejo escabullirse,
Pues materia nos dá que de él se
escriba.
Por cierto que él que no sabe medirse
En su lengua, no siente en que se
estriba:
Hablar, muy muchas veces ha pesado
A muchos; mas callar nunca ha
dañado.
En el Perù sabemos que acontece
Perder por el hablar muchos la vida,
Y él que à hablar se atreve, mal
padece;
Y escapa quien obrò, y merecida
La muerte bien tenia, que se ofrece
A veces tropezon en la corrida.
Gran cosa es el secreto y de gran
precio,
[pág. 192]Pues vemos no le tiene el
hombre
necio.
A Trejo, Juan Ortiz bien respetaba,
Y por vicario puesto le tenia,
En tanto que de arriba se enviaba
El recado que en esto convenia:
Es cierto (que yo lo vi) le regalaba,
Con ser la falta grande en demasia,
Al Trejo no faltó jamas comida,
Mas él suelta su lengua desmedida.
En público està un dia entre soldados
Hablando de las cosas que hacia
El Juan Ortiz: trató descompasados
Negocios este Trejo en demasia;
De suerte que ya tuvo amotinados
A muchas con las cosas que decia:
Entre ellas, dice, aqueste es mal
cristiano,
Conviene muy en breve echarle mano.
Hacer informacion que roba á todos,
Que nunca hace cosa en buenos
puntos,
Habiéndonos robado por mil modos
A cada uno por si, y à todos juntos:
Que trata à todos mal, y por los lados
A todos echa; y de esto los trasuntos
A nuestro Rey envìen en proceso,
Y á vueltas en cadenas, èl, y preso.
El Juan Ortiz, que supo esta maraña,
Comienza de hacer informaciones;
Convièrtese el amor en pura saña,
Y dice del vicario mil baldones:
Al fin se dá en la cosa tanta maña,
Que sube Trejo arriba con prisiones,
Dejando en este puerto mal parada
La gente que ha quedado de la
Armada.
Partido Juan Ortiz, y comenzando
A caminar por brazos, por esteros
Que el rio por allí lleva, formando
Mil islas de onsas, tigres, osos fieros
Pobladas: mas no salen rescatando
Los indios, como suelen, con sus
cueros
Ni carnes, ni pescado; que es indicio,
[pág. 193]Que quieren intentar otro
ejercicio.
Sospéchase de cierto, pues no vienen
Los indios al rescate acostumbrado,
Que guerra concertada alguna tienen,
Y el falso Yamandú la habrá forjado:
Pues ya seguro estoy, por cierto,
suenen
Muy pocos arcabuces, que el soldado
Desnudo, desarmado y desembrido,
Cansado de remar, està dormido.
Al fin á Santa-Fé, tiempo gastando,
Se llega, dò poco antes los vecinos
Salieron
à
nosotros
navegando
En balsas, y canoas los Calchinos,
Mepenes,
Chiloazas
voceando;
Tambien salen por tierra á los
caminos,
Celebrando con gozo la venida
A quien quitar quisieran alma y vida.
Estaba
esta
ciudad
edificada
Encima la barranca, sobre el rio,
De tapias, no muy altas, rodeada,
Segura de la fuerza del gentío.
De
mancebos
está
fortificada:
Procura el indio de ellos el desvío,
Que son diestros y bravos en la guerra
Los mancebos nacidos en la tierra.
Subiendo, pues, el Rio de la Plata,
Al Paraguay se llegua muy ameno,
El cual con menos furia se desata,
Y en su corriente viene mas sereno.
Por sus riberas caza bien se mata.
Que el campo de venados està lleno,
Y en él muchos dorados y patìes,
Corvinas, palometas, y mandíes.
Con esto á la Asumpcion llega la
gente
Con gran placer, contento y alegría,
Y con mucho socorro, que el teniente
Al camino enviado nos habia.
La gente paraguense alegremente
A
nuestro
Adelantado
recibía,
El cual de à poco tiempo que ha
llegado
[pág. 194]Abajo bastimentos ha enviado.
Holgó la gente, en ver que el
bastimento
Llegase à tan buen tiempo, que tenían
Gran falta de comida y de sustento,
Y mucha hambre todos padecian.
Dejémoslos ahora en su contento
Pues ha tan poco tiempo que plañian
Que no durarà mas el alegria,
Que suele, al que es tahur, en su
porfia.
La nao vizcayna, que plantada
Dejamos en la tierra á su aventura,
Habiendo sido de indios visitada,
Con fuego la consumen su hechura.
Mirad si fué la cosa bien pensada,
En no dejar en ella criatura,
Que alli fuera del fuego consumida,
Sin poder escapar libre la vida.
El Juan Ortiz arriba con presteza
Su oficio de justicia gobernaba,
Con gran solicitud, y sin pereza,
Quimeras nunca oidas inventaba.
Aquel haberse visto en gran riqueza,
Y verse de ella ageno, le cegaba
Su razon de manera, que tropieza
Por esto, é hiere siempre de cabeza.
No quiere sujetarse á otro consejo;
El suyo, dice, que es el mas seguro.
Un dia le hallé con sobrecejo,
Pregúntole, qué hace? Dice, juro
Por Dios, que si me viese en aparejo,
Y á punto de perderme, y un maduro
Me diese algun consejo, mas querria
Perderme, que hacer lo que él decia.
Los reyes, yo le dige, que tomaban
Consejo y parecer de sus letrados,
Las ciudades tambien se gobernaban,
Por hombres en las cosas mas
versados:
Y que solos aquellos acertaban,
Que de consejo bueno son guiados.
Antes, dice, querré se pierda todo,
[pág. 195]Que no tomar consejo de un
beodo.
Vivió en el Paraguay algunos meses,
Poniendo á muchos malos duro freno:
Mas tuvo mil dislates y reveses,
Que fué de caridad quito y ageno.
De ver por cierto es, tucumaneses
Nunca gobernador hallaron bueno;
Los nuestros Paraguenses cosa mala
Jamás confesarán que hizo Irala.
Y no lo tengo cierto á maravilla,
Que aquesto del gobierno está en
ventura,
Y mas cuando no acierta la cuadrilla
A ser de buena masa y compostura;
Que no basta razon para regilla,
Pues que carece della y de cordura:
Bien claro está que mal será regida
La cosa que no tiene en sí medida.
Los soberbios y vanos, los altivos,
Muy
mal
vemos
que
dejan
gobernarse;
Los hombres zahareños, los esquivos,
Que no quieren á yugo sugetarse;
Aquestos son muy malos y nocivos,
Y no puede con ellos bien tratarse.
¿Pues qué hará quien manda con tal
gente
Que de toda razon es careciente?
Habrá de armarse el tal con un escudo
De
gran
paciencia
y
grande
sufrimiento;
Pedir á Dios favor muy á menudo;
Mostrar con un sagaz contentamiento
Amor á cada cual, por torpe y rudo
Que sea, procurando que su intento
Con
el
divino
sea
regulado,
Con que en el gobernar será acertado.
En la Escritura vemos claramente
Constar esta verdad muy á la larga,
Cuando para regir Moisés su gente
Ayuda pide á Dios, y le descarga
De la carga pesada; en consiguiente
A aquellos buenos viejos se la
encarga:
De Moysés y su espirítu quitando
[pág. 196]Aquello que á los viejos Dios
fué
dando.
Aunque el Adelantado procuraba
Guardar cuanto podia la justicia,
Y al malo con presteza castigaba,
Se veia que pecaba de malicia:
Con todo en gran manera le cegaba
Al tiempo el menester, mas su
codicia;
Por donde vimos todos claramente,
Que estaba muy malquisto entre la
gente.
El vulgo, en general, mal le quería,
Y su vivir les daba grande pena;
Y viendo que en la cama adolecía,
Lo tuvieron los mas á dicha buena.
El
Santo
Sacramento
recibía
En un dia, y estando casi agena
El alma de su cuerpo, por gran ruego
Testó, y apenas firma, y muere luego.
Murió con mucho ánimo y con brio,
Diciendo, ¡si podremos con la muerte!
Yo mismo se lo oí, ¿y desafio
Haceis, entonces dige, con el fuerte?
Mas ella diò con él al traves frio,
Tomando contrayerba de esta suerte
En el caldo deshecha, por huylla,
Y hállala mas presto en la escudilla.
Habia Pedernera, un hombre viejo
Rogádole
la
tome,
que
seria
Remedio
saludable
y
aparejo
Para sanar del mal que padecia.
Pues quiere aprovecharse del consejo
Al punto que su vida fenecia,
Quien de consejo en vida no curaba,
Segun él poco antes blasonaba.
Dejó en su testamento declarado,
Que
sea
su
legítimo
heredero
La hija que en los Charcas ha dejado,
Y
aquel
que
fuere
esposo
y
compañero
Suceda en el gobierno y el estado,
Segun como lo tuvo él de primero:
Y mande y rija, en tanto que ella
viene,
[pág. 197]Su sobrino Mendieta que allí
tiene.
El cabildo y ciudad le han recibido,
Comienzan
á
llamarle
Señoria;
Es mozo que veinte años no ha
cumplido
Y en seso mayor falta padecia.
Désque se vé en su trono ya subido
A todos hace agravio y demasia:
Al tio yo le oí pronosticarlo,
Y harto duro estuvo de nombrarlo.
Nombróle coadjutor que le ayudase,
Que fué Martin Duré: mas el
Mendieta
Dice á Martin Duré no le pasase
Por pensamiento tal, ni se intrometa
En cosa que hiciese èl ó mandase;
Que en el punto que tal cota acometa,
Sin duda le hará tan crudo juego,
Que tenga menester ageno ruego.
Quedando con poder solo absoluto,
Comienza de enfrascarse en desatinos,
En
obras
y
palabras
disoluto,
Haciendo mucho agravio á los
vecinos.
Por verle en sus costumbres tan
corrupto
Buscaban todos ya nuevos caminos,
Y yo quiero buscarle en canto nuevo,
Que ya en este decir mas no me
atrevo.
[pág. 199][pág. 198]
————————————
CANTO DECIMO-NONO.
Trátase del mal gobierno de Diego de Mendieta, y de como
fué presoen Santa Fé, y de como saliò Garay al Perù, y
volvió huyendo, y ensu seguimiento el capitan Valero.
————————————
Refran es muy antiguo y muy usado,
Que el malo que tras otro sucediere
Hará bueno al que fuere ya pasado.
Al que el presente canto bien leyere
Seràle aquesto bien manifestado:
Que si notarlo un poco bien quisiere,
Verá que Juan Ortiz era un bendito,
Mendieta, su sobrino, muy maldito.
Al tiempo que la muerte le apretaba
A Juan Ortiz, le oí que conocia
Que el pueblo su salud no deseaba:
"Yo soy malo, mas cierto que algun
dia
Me haga alguno bueno." Si rogaba
La vieja por aquel que mal regía
En Roma, si á Mendieta conociera,
Mentarlo un solo punto no quisiera.[79]
Subido ya en la cumbre de su gloria,
De toda cosa buena descuidado,
Juicio, voluntad, y la memoria,
En solas sus pasiones ha fundado.
Y aunque esto demandaba nueva
historia,
Irá tan solamente aquí cifrado,
Que no quiero contar por las parejas
Sus cosas, que ofendiera las orejas.
Comienza, pues, Mendieta de cegarse,
Vencido
de
zelillos
y
locura,
[pág.
200]De
malos
procurando
acompañarse,
Hallando en ellos corte á su hechura.
No osaba de los buenos confiarse,
Por ser de diferente compostura:
A
cuatro
caballeros
aprisiona,
Y con mil vituperios los baldona.
En grillos y colleras los ponía,
Y así los desterró por malhechores:
Y el pobre no conoce que se vía
Que todo lo causaban sus amores.
A cumplir su destierro los envía,
Mas oye Jesu-Cristo sus clamores:
Volvieron del camino, y así presos
Estan en tanto que hay nuevos
sucesos.
Vicencio á esta sazon, dicen, dijera:
"Mal hace de prender Mendieta gentes
Sin culpa, y sin razon." Mas quien lo oyera
Denuncia con palabras diferentes.
Al fin vino la cosa en tal manera
Que encarta á los que estaban
inocentes.
Vencido del tormento, y engañado,
Por dó fué luego á muerte condenado.
Al tiempo que en la horca esta subido,
De su conciencia y alma temeroso,
Pública como en todo habia mentido
Por medio del tormento riguroso,
A voces testimonio fué pedido
De aquello que allí dice, y el furioso
Verdugo le colgó, que está compuesto
Que hiciese el oficio muy de presto.
Garay, que en Santa-Fé está teniente,
Con la muerte de nuestro Adelantado
Al Perú se salió con Pedro Puente,
Aunque
Abrego
impedirlo
ha
procurado.
A los Charcas llegando incontinente,
Habiendo
su
negocio
relatado,
Procuran Doña Juana se casase
Con persona que bien les gobernase.[80]
[pág.
201]
Por suerte á Doña Juana le cabía
El Licenciado Vera por marido:
Por Oidor en los Charcas residía;
La misma plaza en Chile hubo tenido;
Y en su tiempo el Arauco le temía,
Que á vueltas de las letras ha servido
A nuestro gran Filipo con la espada,
Andando tras la gente rebelada.
D. Francisco el Virrey, dicen, quisiera
Casar á Doña Juana de su mano:
A Garay le escribió que á Lima fuera.
Las cartas del Virrey fueron en vano,
Que el Licenciado Torres y de Vera
Habia madrugado mas temprano;
A Juan Garay hace su teniente,
Y vuélvele á enviar muy brevemente.
Matienzo en este tiempo presidía,
Y tiene del Virrey ya mandamiento
Contra Garay, que á priesa residía,
Temiendose de algun impedimento.
Tras él el Presidente al punto envía
A Valero, que sale como un viento,
Y con las provisiones le requiere,
Mas él, obedecerlas nunca quiere.
El buen Torres de Vera como entiende
Aquesto,
determina
de
partirse
Al Rio de la Plata, que pretende
Del Virrey y su ira escabullirse.
Tras él saliendo Céspedes, le prende,
Que no le aprovechò con priesa el
irse.
Triunfó Loyola de él con mucha
estima,
Y luego le despacha para Lima.
D. Francisco le tuvo aprisionado,
En
él
ejecutando
puras
sañas;
A cabo ya de dias se ha librado,
Que el tiempo vemos cura mil
marañas.
A su plaza despues que se ha tornado,
[pág. 202]A cabo ya de dias tuvo mañas;
Como se vuelve á estar, aunque le
quita
<