La Cuerda del Ahorcado-Últimas Aventuras de Rocambole: El Loco de Bedlam by Pierre Alexis Vizconde de Ponson du Terrail - HTML preview

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—Hoy eres lord, le dijo; dentro de seis meses serás esposo de missAnna.

Y

Nizam

desapareció

de

nuevo.

Seis meses después, en efecto, miss Anna, vivamente solicitada por supadre, dejó el luto de su prometido lord William.

Sir Archibaldo tenía decidido empeño en que su hija se casase con unlord, y ella que había amado tanto y tan desinteresadamente a lordWilliam y que en nada tenía la fortuna..... no titubeó un momento enpasar a ser lady Evandale Pembleton, dando su mano al nuevo heredero deaquella poderosa familia.

El día mismo de aquel casamiento, un hombre que había llegado demasiadotarde para asistir a los funerales de su amo, declaró a lord Evandaleque dejaba su servicio.

Aquel hombre era Tom.

El fiel Tom que lloraba siempre a lord William y que no quería serviral hijo del crímen.

La noche del mismo día, y después de la brillante recepción que siguió ala ceremonia nupcial, mientras que conducían a la joven esposa a sucuarto; lord Evandale halló medio de desaparecer por un momento, y bajófurtivamente al parque.

Nizam, el supuesto Indio, Nizam que se había llamado en su juventud sirJorge Pembleton, había dado cita aquella noche a su hijo parafelicitarlo.

El lugar de la cita era junto a aquel árbol donde Nizam había esperadotantas veces a sir Evandale.

Y sir Evandale, hoy ya lord y en el colmo de todas las dichas queambicionaba, se había apresurado a acudir al llamamiento de su padre.

El cielo estaba despejado y diáfano, y la luna iluminaba con suargentada luz el parque y los jardines.

Lord Evandale salió cautelosamente de la casa, y dando la vuelta hastallegar bajo las ventanas de su habitación, no tardó en descubrir a Nizamque le esperaba bajo el árbol.

Pero el supuesto Indio no se hallaba en pie como de costumbre.

Nizam estaba acostado en tierra y parecía dormir tranquilamente.

Lord Evandale lo llamó en voz baja, después con mayor fuerza, y estorepetidas veces.

Pero Nizam no respondió.

Entonces el joven se aproximo a él, lo examinó con cuidado, y retrocedióde pronto, lanzando un grito de horror.

Nizam estaba muerto.

El brillante oficial de marina que se llamara un tiempo sir Jorge ArturoPembleton, y cuya miserable vida fue un horrible tejido de crímenes,hasta aquel día testigo de su triunfo; había dejado de existir, ytodavía llevaba clavado en el corazón el cuchillo que había ocasionadosu muerte.

Lord Evandale volvió a acercarse a aquel cuerpo ensangrentado, yarrancando de él el arma homicida, la examinó y la reconoció al punto.

Aquella arma era el cuchillo de caza de Tom, el marido de Betzy.

XXXIII

DIARIO DE UN LOCO DE BEDLAM.

XIX

¿Qué había sido de Tom?

En la misma mañana del día en que lord Evandale debía enlazarse con missAnna, la hija de sir Archibaldo, fue, como sabemos, cuando Tom anunció asu joven amo que dejaba inmediatamente su servicio.

Ya hemos visto que Tom estaba en Londres cuando tuvo lugar el fatalacontecimiento que acabamos de contar.

Tom volvió, lloró a su amo y lo creyó realmente muerto.

Y como lord Evandale parecía sentir tan vivamente la desgracia de suhermano, el fiel criado no sospechó ni un solo instante la verdad.

Sin embargo una noche, algún tiempo después de su vuelta, Tom fuetestigo invisible de una escena extraña.

Hallábase asomado a una ventana de su cuarto, que daba al parque,respirando por algunos momentos el aire de la noche, cuando viodeslizarse a un hombre por entre los árboles, y acercarse cautelosamentea la casa.

Aquel hombre era Nizam el Indio.

Tom se preparaba a bajar para echar fuera a aquel mendigo, cuando seabrió una puerta excusada de la quinta, y otro hombre salió de ellafurtivamente.

La luna inundaba de luz los jardines y se veía como en medio del día.

Tom examinó a la persona que acababa de salir y reconoció con sorpresaal joven lord Evandale.

Siguolo con la vista, y lo vio reunirse con el Indio.

Pero su sorpresa fue mayor aún, al ver que este se cogió familiarmente asu brazo.

Esto fue una revelación para el antiguo servidor de la familia.

No adivinó enteramente la verdad, pero comprendió una parte de ella.

Nizam era Indio: de consiguiente él debía haber procurado la víboraazul.

Nizam era pues cómplice de lord Evandale.

Y lord Evandale había asesinado a su hermano.

Tom, entonces, se propuso espiar incesantemente al Indio, a fin deadquirir de una manera cierta la prueba del crímen.

Obtenida esta prueba, Tom vengaría la muerte del desgraciado lordWilliam.

Sin embargo el hermano de leche de lady Evelina no sospechaba aún laverdadera identidad de Nizam.

Por otra parte, hasta entonces no se había ocupado del mendigo, ni habíafijado en él mucho la atención; pero a partir de la noche en que le fueevidente la existencia de un crímen y la complicidad entre el Indio ylord Evandale, Tom redobló sin descanso su vigilancia.

Ocho días después, encontró una noche la ocasión que esperaba, y siguióa lord Evandale que tenía una nueva cita con Nizam.

Escondido a su vez entre la maleza, Tom oyó toda la conversación deNizam con lord Evandale.

Y cuando al fin se alejaron, el honrado mayordomo se levantó temblandode emoción y bañada en sudor la frente.

Acababa de saber quién era Nizam.

El supuesto Indio era el padre de lord Evandale, es decir sir JorgePembleton.

Sir Jorge que había muerto para todos en Calcuta hacía más de quinceaños.

Tom no podía pues dudar del crímen y de la complicidad de lordEvandale, pero había una cosa sin embargo que no sabía aún.

Y era que lord William no había muerto.

Ahora pues, como ya sabemos, el día en que lord Evandale debía casarsecon miss Anna, Tom y Betzy dejaban su servicio.

Partieron en medio del día, en un break de caza, para ir a la estaciónvecina, y tomar allí el tren del ferrocarril que pasaba para Londres.

Uno de los criados de la quinta que los condujo a la estación, los vioentrar en un vagón de segunda clase, y partir a los pocos minutos.

De consiguiente lord Evandale estaba bien persuadido de que habíandejado el país.

Y sin embargo Tom no había ido muy lejos.

Al llegar a la estación vecina, descendió del tren y, dejando a Betzycontinuar su camino hasta Londres, volvió a campo travieso haciaPembleton, y cerca de él, permaneció el resto del día escondido en unazanja.

La víspera había sorprendido una cita dada por Nizam a sir Evandale.

Tom saltó las tapias del parque cuando llegó la noche, y fue aesconderse entre las breñas, cerca del árbol donde el supuesto Indiosolía esperar a lord Evandale.

Las horas fueron trascurriendo lentamente.

La quinta estaba llena aún de luz y de ruido, y los numerososconvidados a la boda no habían partido todavía.

Sin embargo Nizam no tardó en llegar.

Estaba sin duda impaciente de ver a su hijo, pues habiéndose sentadoentre la espesura al pie del árbol, no apartaba los ojos de la casa, ysus miradas manifestaban una ansiedad creciente.

Embebido en sus pensamientos, no oyó un ligero ruido que hacían detrásde él entre las hojas, y no pudo prevenirse contra el ataque de unhombre que cayó sobre él de improviso.

Volviose bruscamente y reconoció a Tom.

El antiguo mayordomo venía armado con un cuchillo de monte.

Nizam estaba sin armas.

Así su primer movimiento fue huir, pero Tom lo cogió vigorosamente porel cuello.

Entonces quiso gritar.

—Si levantas la voz eres muerto, le dijo Tom.

El Indio luchaba sin embargo por desasirse, mas su enemigo lo sujetabasólidamente y al mismo tiempo añadía:

—¡No escaparás de mis manos, miserable!... Sé quién eres.—

Tú no tellamas Nizam, tu verdadero nombre es sir Jorge Pembleton.

El Indio soltó una carcajada feroz.

—¡Ah! me has reconocido! exclamó.

—Sí, y sé también que has asesinado a lord William.

—No es cierto, dijo sir Jorge.

—¡Miserable! ¿osas negar tu crímen?

—No lo niego, respondió Nizam; digo la verdad. Yo no he asesinado alord William.

—¿No eres tú quien ha traído la víbora?

—Sí.

—Y no la has introducido en el lecho de lord William.

—Sí, repitió Nizam.

—¿Y te atreves a defenderte?

—Yo no he asesinado a lord William.

—¡Infame!

—Lord William no ha muerto.

Tom lanzó un grito, y su emoción fue tal, que faltó poco para que dejaseescapar a sir Jorge.

—Lord William no ha muerto, repitió este. Pero cuando sepas lo que hasido de él, sentirás que se halle aún en el número de los vivientes.

Tom había echado a Nizam en tierra y lo tenía sujeto por el cuello.

Al oír su respuesta, le apoyó la rodilla sobre el pecho y el cuchillo ala garganta, y le dijo con furor:

—¿Acabarás de hablar, miserable?

—¡Ah!... ¿quieres saberlo todo?

—Sí.

—¿Y si te digo donde se halla lord William, me harás gracia de la vida?

—No.

—Pues bien, dijo Nizam, te diré lo que ha sido de él, y esa será mivenganza.

Y riendo como un condenado y con voz ahogada por la presión que sufría,refirió a Tom de qué manera el cadáver del forzado había sustituido alnoble lord, y como este, perdida la razón, se hallaba ahora en el puestode aquel miserable.

Y cuando hubo acabado su relato, añadió con una carcajada diabólica:

—Pero de nada te sirve el saber que tu noble amo vive aún, pues nolograrás encontrarlo.

Arrastrando una cadena entre otros deportados que van a morir al nuevomundo, lleva entre ellos una vida miserable, bajo el nombre fatal delforzado de quien ha tomado el puesto.......

—¿Y cuál es ese hombre? preguntó Tom.

—Eso es lo que no sabrás nunca.

—¡Habla!... ¡o te mato!

—No, dijo Nizam que procuraba ganar tiempo, y que alimentaba laesperanza de que lord Evandale llegaría de un instante a otro.

—¡Habla! repitió Tom.

—No, no..... jamás.

—¡Pues bien, muere! dijo Tom.

Y le hundió el cuchillo en el pecho.

Nizam murió sin exhalar un grito.

Entonces Tom se levantó e irguió con resolución la cabeza.

—No sé qué nombre es el que lleva mi desgraciado amo, murmuró, pero noimporta. Por grande que sea la tierra, yo lo encontraré con ayuda deDios.

Y dejando plantado su cuchillo en el pecho de Nizam, corrió a la cercadel parque, y saltando por ella, tomó precipitadamente la fuga.

XXXIV

DIARIO DE UN LOCO DE BEDLAM.

XX

Tom emprendió pues la heroica empresa que se había propuesto, y sinpérdida de tiempo, se puso en busca del desgraciado lord William.

Pero el mundo es grande, como él mismo había dicho, y buscar a unhombre por él, cuando no se sabe bajo qué nombre se oculta, es cosa biendifícil, sino imposible.

Tom se puso sin embargo a la obra.

Empezó por ir a Londres a reunirse con su mujer, y la dio parte de lasrevelaciones supremas de Nizam.

Betzy era una mujer inteligente y sobre todo de buen sentido.

Oyó a Tom hasta el fin, y cuando este hubo terminado su relato, le dijocon la mayor sencillez:

—Antes de todo, amigo mío, hay dos cosas que sería necesario saber.

—¿Cuáles? preguntó Tom.

—Primero, el nombre del teniente que conducía la cuerda depresidiarios.

—¿Y después?

—Y después de qué ciudad de Escocia venía el infeliz que se halla hoyenterrado en el panteón de la familia Pembleton, bajo el nombre de lordWilliam.

—Tienes razón, dijo Tom.

El antiguo mayordomo tenía muchas relaciones en Londres.

Entre otras personas de todas clases, conocía a un famoso detective aquien Scotland yard, es decir la prefectura de Policía de Londres,había confiado siempre los encargos más delicados.

Tom fue a verse con él, y bajo la mayor reserva le confió el secreto dela existencia de lord William.

Y al depositar en él este secreto, le puso en la mano un billete detrescientas libras.

El detective pidió ocho días para practicar sus diligencias.

Al cabo de ese tiempo, el fiel Tom que aguardaba con impaciencia,recibió la nota siguiente:

«Un teniente de presidio ha pasado, hace siete meses, por la aldea dePembleton.

»Se llama Percy, y se dirigía a Liverpool, adonde conducía una cuerda depresidiarios.

»Es muy probable que se haya embarcado con ellos.»

Tom tomó en seguida el ferrocarril y se fue a Liverpool.

Allí, compulsando los registros de la marina, encontró en efecto elnombre de Percy, seguido de la calificación de teniente.

Percy se había embarcado para la Nueva Zelanda, con los forzados queconducía.

Tom vaciló entonces sobre el partido que debería tomar.

¿Se embarcaría también desde luego, o no haría mejor en averiguar antesel nombre del presidiario que habían sustituido a lord William?

Este último partido le pareció más acertado, y tomó en seguida el caminode Escocia.

Fue primero a Edimburgo, después a Glascow, y en fin a otras ciudadesmenos importantes, tomando informes en todas ellas con una prudencia yuna habilidad consumadas.

Así llegó hasta la pequeña ciudad de Perth.

Apenas empezó en ella sus investigaciones, cuando creyó haber encontradolas huellas de lo que buscaba.

Allí le hablaron de un acontecimiento misterioso e inexplicable, quehabía tenido lugar hacia la época a que él se refería.

Un joven del país, llamado Walter Bruce, había sido condenado, por robocon fractura, a cinco años de deportación.

Aquel joven se hallaba encerrado en la cárcel de Perth, esperando salirde un momento a otro para su destino, cuando por una singularidadinexplicable, había sido víctima de un accidente que no tenía ejemplo enel país.

Una noche se había acostado en perfecto estado de salud, y se habíadespertado al día siguiente dando gritos espantosos.

Acudieron a él, y lo hallaron completamente loco y con el rostroamoratado y cubierto de una lepra asquerosa.

Tom creyó reconocer en este retrato al desgraciado cuyo nombre buscaba;pero su esperanza se convirtió en certidumbre, cuando le añadieron queuna cadena que pasó a los dos días, le tomó consigo a pesar de suhorrible estado. Y como no podía marchar, lo habían atravesado sobre unamula donde conducían el bagaje.

Tom comparó las fechas y adquirió la convicción de que la salida deWalter Bruce de la ciudad de Perth, había tenido lugar cinco días antesde la pretendida muerte de lord William.

Conocido esto, no faltaba más que encontrar a Walter Bruce.

Tom volvió inmediatamente a Londres.

El antiguo y fiel servidor de la famili