Egipto es como el pueblo padre del continente trasatlántico: el pueblomás antiguo de todos aquellos países «clásicos». Y la casa del egipcioes como su pueblo fue, graciosa y elegante. Era riquísimo el Egipto,como que el gran río Nilo crecía todos los años, y con el barro quedejaba al secarse nacían muy bien las siembras: así que las casasestaban como en alto, por miedo a las inundaciones. Como allá hay muchaspalmeras, las columnas de las casas eran finas y altas, como las palmas;y encima del segundo piso tenían otro sin paredes, con un techo chato,donde pasaban la tarde al aire fresco, viendo el Nilo lleno de barcosque iban y venían con sus viajeros y sus cargas, y el cielo de la tarde,que es de color de oro y azafrán. Las paredes y los techos están llenosde pinturas de su historia y religión; y les gustaba el color tanto, quehasta la estera con que cubrían el piso era de hebras decoloresdiferentes.
Los hebreos vivieron como esclavos en el Egipto mucho tiempo, y eran losque mejor sabían hacer ladrillos. Luego, cuando su libertad, hicieronsus casas con ladrillos crudos, como nuestros adobes, y el techo era devigas de sicomoro, que es su árbol querido. El techo tenía un borde comolas azoteas, porque con el calor subía la gente allí a dormir, y la leymandaba que fabricasen los techos con muro, para que no cayese la gentea tierra. Solían hacer sus casas como el templo que fabricó su gran reySalomón, que era cuadrado, con las puertas anchas de abajo y estrechaspor la comisa, y dos columnas al lado de la puerta.
Por aquellas tierras vivían los asirios, que fueron pueblo guerreador,que les ponía a sus casas torres, como para ver más de lejos al enemigo,y las torres eran de almenas, como para disparar el arco desde seguro.No tenían ventanas, sino que les venía la luz del techo. Sobre laspuertas ponían a veces piedras talladas con alguna figura misteriosa,como un toro con cabeza de hombre, o una cabeza con alas.
Los fenicios fabricaron sus casas y monumentos con piedras sin labrar,que ponían unas sobre otras como los etruscos; pero como eran gentenavegante, que vivía del comercio, empezaron pronto a imitar las casasde los pueblos que veían más, que eran los hebreos y los egipcios, yluego las de los persas, que conquistaron en guerra el país de Fenicia.Y así fueron sus casas, con la entrada hebrea, y la parte alta como lascasas de Egipto, o como las de Persia.
Los persas fueron pueblo de mucho poder, como que hubo tiempo en quetodos esos pueblos de los alrededores vivían como esclavos suyos. Persiaes tierra de joyas: los vestidos de los hombres, las mantas de loscaballos, los puños de los sables, todo está allí lleno de joyas. Usanmucho del verde, del rojo y del amarillo. Todo les gusta de mucho color,y muy brillante y esmaltado. Les gustan las fuentes, los jardines, losvelos de hilo de plata, la pedrería fina. Todavía hoy son así lospersas; y ya en aquellos tiempos eran sus casas de ladrillos de colores,pero no de techo chato como las de los egipcios y hebreos, sino con unacúpula redonda, como imitando la bóveda del cielo. En un patio estaba elbaño, en que echaban olores muy finos; y en las casas ricas había patioscuadrados, con muchas columnas alrededor, y en medio una fuente, entrejarrones de flores. Las columnas eran de muchos trozos y dibujos,pintados de colores, con fajas y canales, y el capitel hecho con cuerposde animales, de pecho verde y collar de oro.
Junto a Persia está el Indostán, que es de los pueblos más viejos delmundo, y tiene templos de oro, trabajados como trabajan en las plateríasla filigrana, y otros templos cavados en la roca, y figuras de su diosBuda cortadas a pico en la montaña.
Sus templos, sus sepulcros, suspalacios, sus casas, son como su poesía, que parece escrita con coloressobre marfil, y dice las cosas como entre hojas y flores. Hay templo enel Indostán que tiene catorce pisos, como la pagoda de Tanjore, y estátodo labrado, desde los cimientos hasta la cúpula. Y la casa de loshindús de antes era como las pagodas de Lahore o las de Cachemira, conlos techos y balcones muy adornados y con muchas vueltas, y a la entradala escalinata sin baranda. Otras casas tenían torreones en la esquina, yel terrado como los egipcios, corrido y sin las torres. Pero lo hermosode las casas hindús era la fantasía de los adornos, que son como untrenzado que nunca se acaba, de flores y de plumas.
En Grecia no era así, sino todo blanco y sencillo, sin lujos decolorines. En la casa de los griegos no había ventanas, porque para elgriego fue siempre la casa un lugar sagrado, donde no debía mirar elextranjero. Eran las casas pequeñas, como sus monumentos, pero muylindas y alegres, con su rosal y su estatua a la puerta, y dentro elcorredor de columnas, donde pasaba los días la familia, que sólo en lanoche iba a los cuartos, reducidos y oscuros. El comedor y el corredorera lo que amueblaban, y eso con pocos muebles: en las paredes ponían ennichos sus jarros preciosos: las sillas tenían filetes tallados, comolos que solían ponerles a las puertas, que eran anchas de abajo y con lacornisa adornada de dibujos de palmas y madreselvas. Dicen que en elmundo no hay edificio más bello que el Partenón, como que allí no estánlos adornos por el gusto de adornar, que es lo que hace la genteignorante con sus casas y vestidos, sino que la hermosura viene de unaespecie de música que se siente y no se oye, porque el tamaño estácalculado de manera que venga bien con el color, y no hay cosa que nosea precisa, ni adorno sino donde no pueda estorbar. Parece que tienenalma las piedras de Grecia. Son modestas, y como amigas del que las ve.Se entran como amigas por el corazón. Parece que hablan.
Los etruscos vivieron al norte de Italia, en sus doce ciudades famosas,y fueron un pueblo original, que tuvo su gobierno y su religión, y unarte parecido al de los griegos, aunque les gustaba más la burla y laextravagancia, y usaban mucho color. Todo lo pintaban, como los persas;y en las paredes de sus sepulturas hay caballos con la cabeza amarilla yla cola azul. Mientras fueron república libre, los etruscos vivíandichosos, con maestros muy buenos de medicina y astronomía, y hombresque hablaban bien de los deberes de la vida y de la composición delmundo. Era célebre Etruria por sus sabios, y por sus jarros de barronegro, con figuras de relieve, y por sus estatuas y sarcófagos de tierracocida, y por sus pinturas en los muros, y sus trabajos en metal. Perocon la esclavitud se hicieron viciosos y ricos, como sus dueños losromanos. Vivían en palacios, y no en sus casas de antes; y su gustomayor era comer horas enteras acostados. La casa etrusca de antes era deun piso, con un terrado de baranda, y el techo de aleros caídos.Pintaban en las paredes sus fiestas y sus ceremonias, con retratos ycaricaturas, y sabían dibujar sus figuras como si se las viera enmovimiento.
La casa de los romanos fue primero como la de los etruscos, poro luegoconocieron a Grecia, y la imitaron en sus casas, como en todo. El atrioal principio fue la casa entera, y después no era más que el portal, dedonde se iba por un pasadizo al patio interior, rodeado de columnas,adonde daban los cuartos ricos del señor, que para cada cosa tenía uncuarto diferente: el cuarto de comer daba al corredor, lo mismo que lasala y el cuarto de la familia, que por el otro lado abría sobre unjardín. Adornaban las paredes con dibujos y figuras de coloresbrillantes, y en los recodos había muchos nichos con jarras y estatuas.Si la casa estaba en calle de mucha gente, hacían cuartos con puerta ala calle, y los alquilaban para tiendas. Cuando la puerta estaba abiertase podía ver hasta el fondo del jardín. El jardín, el patio y el atriotenían alrededor en muchas casas una arquería. Luego Roma fue dueña detodos los países que tenía alrededor, hasta que tuvo tantos pueblos queno los pudo gobernar, y cada pueblo se fue haciendo libre y nombrando surey, que era el guerrero más poderoso de todos los del país, y vivía ensu castillo de piedra, con torres y portalones, como todos los quellamaban
«señores» en aquel tiempo de pelear; y la gente de trabajovivía alrededor de los castillos, en casuchos infelices. Pero el poderde Roma había sido muy grande, y en todas partes había puentes y arcos yacueductos y templos como los de los romanos; sólo que por el lado deFrancia, donde había muchos castillos, iban haciendo las fábricasnuevas, y las iglesias sobre todo, como si fueran a la vez fortalezas ytemplos, que es lo que llaman
«arquitectura románica» y del lado de lospersas y de los árabes, por donde está ahora Turquía, les ponían a losmonumentos tanta riqueza y color que parecían las iglesias cuevas deoro, por lo grande y lo resplandeciente: de modo que cuando los pueblosnuevos del lado de Francia empezaron a tener ciudades, las casas fueronde portales oscuros y de muchos techos de pico, como las iglesiasrománicas; y del lado de Turquía eran las casas como palacios, con lascolumnas de piedras ricas, y el suelo de muchas piedrecitas de color, ylas pinturas de la pared con el fondo de oro, y los cristales dorados:había barandas en las casas bizantinas hechas con una mezcla de todoslos metales, que lucía como fuego: era feo y pesado tanto adorno en lascasas, que parecen sepulturas de hombre vanidoso, ahora que estánvacías.
En España habían mandado también los romanos; pero los moros vinieronluego a conquistar, y fabricaron aquellos templos suyos que llamanmezquitas, y aquellos palacios que parecen cosa de sueño, como si ya nose viviese en el mundo, sino en otro mundo de encaje y de flores: laspuertas eran pequeñas, pero con tantos arcos que parecían grandes: lascolumnas delgadas sostenían los arcos de herradura, que acababan enpico, como abriéndose para ir al cielo: el techo era de madera fina,pero todo tallado, con sus letras moras y sus cabezas de caballos: lasparedes estaban cubiertas de dibujos, lo mismo que una alfombra: en lospatios de mármol había laureles y fuentes: parecían como el tejido de unvelo aquellos balcones.
Con las guerras y las amistades se fueron juntando aquellos pueblosdiferentes, y cuando ya el rey pudo más que los señores de loscastillos, y todos los hombres creían en el cielo nuevo de loscristianos, empezaron a hacer las iglesias «góticas» con sus arcos depico, y sus torres como agujas que llegaban a las nubes, y sus pórticosbordados, y sus ventanas de colores. Y las torres cada vez más altas;porque cada iglesia quería tener su torre más alta que las otras; y lascasas las hacían así también, y, los muebles. Pero los adornos llegarona ser muchos, y los cristianos empezaron a no creer en el cielo tantocomo antes. Hablaban mucho de lo grande que fue Roma: celebraban el artegriego por sencillo: decían que ya eran muchas las iglesias: buscabanmodos nuevos de hacer los palacios: y de todo eso vino una manera defabricar parecida a la griega, que es lo que llaman arquitectura del«Renacimiento»: pero como en el arte gótico de la «ojiva»
había muchabeldad, ya no volvieron a ser las casas de tanta sencillez, sino que lasadornaron con las esquinas graciosas, las ventanas altas, y los balconeselegantes de la arquitectura gótica.
Eran tiempos de arte y riqueza, yde grandes conquistas, así que había muchos señores y comerciantes conpalacio. Nunca habían vivido los hombres, ni han vuelto a vivir, encasas tan hermosas.
Los pueblos de otras razas, donde se sabe poco delos europeos, peleaban por su cuenta o se hacían amigos, y se aprendíansu arte especial unos de otros, de modo que se ve algo de pagoda hindúen todo lo de Asia, y hay picos como los de los palacios de Lahore enlas casas japonesas, que parecen cosa de aire y de encanto, o casitas dejugar, con sus corredores de barandas finas y sus paredes de mimbre o deestera. Hasta en la casa del eslavo y del ruso se ven las curvasrevueltas y los techos de punta de los pueblos hindús. En nuestraAmérica las casas tienen algo de romano y de moro, porque moro y romanoera el pueblo español que mandó en América, y echó abajo las casas delos indios. Las echó abajo de raíz: echó abajo sus templos, susobservatorios, sus torres de señales, sus casas de vivir, todo lo indiolo quemaron los conquistadores españoles y lo echaron abajo, menos lascalzadas, porque no sabían llevar las piedras que supieron traer losindios, y los acueductos, porque les traían el agua de beber.
Ahora todos los pueblos del mundo se conocen mejor y se visitan: y encada pueblo hay su modo de fabricar, según haya frío o calor, o sean deuna raza o de otra; pero lo que parece nuevo en las ciudades no es sumanera de hacer casas, sino que en cada ciudad hay casas moras, ygriegas, y góticas, y bizantinas, y japonesas, como si empezara eltiempo feliz en que los hombres se tratan como amigos, y se vanjuntando.
Idea de la poetisa norteamericana Helen Hunt Jackson El palacio está de luto
Y en el trono llora el rey,
Y la reina está llorando
Donde no la pueden ver:
En pañuelos de holán fino
Lloran la reina y el rey:
Los señores del palacio
Están llorando también.
Los caballos llevan negro
El penacho y el arnés:
Los caballos no han comido,
Porque no quieren comer:
El laurel del patio grande
Quedó sin hoja esta vez:
Todo el mundo fue al entierro
Con coronas de laurel:
—¡El hijo del rey se ha muerto!
¡Se le ha muerto el hijo al rey!
En los álamos del monte
Tiene su casa el pastor:
La pastora está diciendo
«¿Por qué tiene luz el sol?»
Las ovejas, cabizbajas,
Vienen todas al portón:
¡Una caja larga y honda
Está forrando el pastor!
Entra y sale un perro triste:
Canta allá adentro una voz
«¡Pajarito, yo estoy loca,
Llévame donde él voló!»:
El pastor coge llorando
La pala y el azadón:
Abre en la tierra una fosa:
Echa en la fosa una flor:
—¡Se quedó el pastor sin hijo!
¡Murió el hijo del pastor!
¡Quién sabe si hay una niña que se parezca a Nené! Un viejito que sabemucho dice que todas las niñas son como Nené. A Nené le gusta más jugara «mamá», o «a tiendas», o «a hacer dulces»
con sus muñecas, que dar lalección de «treses y de cuatros» con la maestra que le viene a enseñar.Porque Nené no tiene mamá: su mamá se ha muerto: y por eso tiene Nenémaestra. A hacer dulces es a lo que le gusta más a Nené jugar: ¿y porqué será?:
¡quién sabe! Será porque para jugar a hacer dulces le danazúcar de veras: por cierto que los dulces nunca le salen bien de laprimera vez: ¡son unos dulces más difíciles!: siempre tiene que pedirazúcar dos veces. Y se conoce que Nené no les quiere dar trabajo a susamigas; porque cuando juega a paseo, o a comprar, o a visitar, siemprellama a sus amiguitas; pero cuando va a hacer dulces, nunca. Y una vezle sucedió a Nené una cosa muy rara: le pidió a su papá dos centavospara comprar un lápiz nuevo, y se le olvidó en el camino, se le olvidócomo si no hubiera pensado nunca en comprar el lápiz: lo que compró fueun merengue de fresa. Eso se supo, por supuesto; y desde entonces susamiguitas no le dicen Nené, sino «Merengue de Fresa».
El padre de Nené la quería mucho. Dicen que no trabajaba bien cuando nohabía visto por la mañana a «la hijita». El no le decía «Nené», sino «lahijita». Cuando su papá venía del trabajo, siempre salía ella arecibirlo con los brazos abiertos, como un pajarito que abre las alaspara volar; y su papá la alzaba del suelo, como quien coge de un rosaluna rosa. Ella lo miraba con mucho cariño, como si le preguntase cosas:y él la miraba con los ojos tristes, como si quisiese echarse a llorar.Pero enseguida se ponía contento, se montaba a Nené en el hombro, yentraban juntos en la casa, cantando el himno nacional. Siempre traía elpapá de Nené algún libro nuevo, y se lo dejaba ver cuando tenía figuras;y a ella le gustaban mucho unos libros que él traía, donde estabanpintadas las estrellas, que tiene cada una su nombre y su color: y allídecía el nombre de la estrella colorada, y el de la amarilla, y el de laazul, y que la luz tiene siete colores, y que las estrellas pasean porel cielo, lo mismo que las niñas por un jardín. Pero no: lo mismo no:porque las niñas andan en los jardines de aquí para allá, como una hojade flor que va empujando el viento, mientras que las estrellas vansiempre en el cielo por un mismo camino, y no por donde quieren:
¿quiénsabe?: puede ser que haya por allá arriba quien cuide a las estrellas,como los papás cuidan acá en la tierra a las niñas. Sólo que lasestrellas no son niñas, por supuesto, ni flores de luz, como parece deaquí abajo, sino grandes como este mundo: y dicen que en las estrellashay árboles, y agua, y gente como acá: y su papá dice que en un librohablan de que uno se va a vivir a una estrella cuando se muere. «Y dime,papá», le preguntó Nené:
«¿por qué ponen las casas de los muertos tantristes? Si yo me muero, yo no quiero ver a nadie llorar, sino que metoquen la música, porque me voy a ir a vivir en la estrella azul.»«¿Pero, sola, tú sola, sin tu pobre papá?» Y Nené le dijo a supapá:—
«¡Malo, que crees eso!» Esa noche no se quiso ir a dormirtemprano, sino que se durmió en los brazos de su papá.
¡Los papás sequedan muy tristes, cuando se muere en la casa la madre! Las niñitasdeben querer mucho, mucho a los papás cuando se les muere la madre.
Esa noche que hablaron de las estrellas trajo el papá de Nené un libromuy grande: ¡oh, cómo pesaba el libro!: Nené lo quiso cargar, y se cayócon el libro encima: no se le veía más que la cabecita rubia de un lado,y los zapaticos negros de otro. Su papá vino corriendo, y la sacó dedebajo del libro, y se rió mucho de Nené, que no tenía seis años todavíay quería cargar un libro de cien años. ¡Cien años tenía el libro, y nole habían salido barbas!: Nené había visto un viejito de cien años, peroel viejito tenía una barba muy larga, que le daba por la cintura. Y loque dice la muestra de escribir, que los libros buenos son como losviejos:
«Un libro bueno es lo mismo que un amigo, viejo»: eso dice lamuestra de escribir. Nené se acostó muy callada, pensando en el libro.¿Qué libro era aquél, que su papá no quiso que ella lo tocase? Cuando sedespertó, en eso no más pensaba Nené. Ella quiere saber qué libro esaquél. Ella quiere saber cómo está hecho por dentro un libro de cienaños que no tiene barbas.
Su papá está lejos, lejos de la casa, trabajando para ella, para que laniña tenga casa linda y coma dulces finos los domingos, para comprarle ala niña vestiditos blancos y cintas azules, para guardar un poco dedinero, no vaya a ser que se muera el papá, y se quede sin nada en elmundo «la hijita». Lejos de la casa está el pobre papá, trabajando para«la hijita». La criada está allá adentro, preparando el baño. Nadie oyea Nené: no la está viendo nadie. Su papá deja siempre abierto el cuartode los libros. Allí está la sillita de Nené, que se sienta de noche enla mesa de escribir, a ver trabajar a su papá. Cinco pasitos, seis,siete... ya está Nené en la puerta: ya la empujó; ya entró. ¡Las cosasque suceden! Como si la estuviera esperando estaba abierto en su sillael libro viejo, abierto de medio a medio. Pasito a pasito se le acercóNené, muy seria, y como cuando uno piensa mucho, que camina con lasmanos a la espalda. Por nada en el mundo hubiera tocado Nené el libro:verlo no más, no más que verlo. Su papá le dijo que no lo tocase.
El libro no tiene barbas: le salen muchas cintas y marcas por entre lashojas, pero ésas no son barbas: ¡el que sí es barbudo es el gigante queestá pintado en el libro!: y es de colores la pintura, unos colores deesmalte que lucen, como el brazalete que le regaló su papá. ¡Ahora nopintan los libros así! El gigante está sentado en el pico de un monte,con una cosa revuelta, como las nubes, del cielo, encima de la cabeza:no tiene más que un ojo, encima de la nariz: está vestido con un blusón,como los pastores, un blusón verde, lo mismo que el campo, con estrellaspintadas, de plata y de oro y la barba es muy larga, muy larga, quellega al pie del monte: y por cada mechón de la barba va subiendo unhombre, como sube la cuerda para ir al trapecio el hombre del circo.¡Oh, eso no se puede ver de lejos! Nené tiene que bajar el libro de lasilla. ¡Cómo pesa este pícaro libro!
Ahora sí que se puede ver bientodo. Ya está el libro en el suelo.
Son cinco los hombres que suben: uno es un blanco, con casaca y conbotas, y de barba también: ¡le gustan mucho a este pintor las barbas!:otro es como indio, sí, como indio, con una corona de plumas, y laflecha a la espalda: el otro es chino, lo mismo que el cocinero, pero vacon un traje como de señora, todo lleno de flores: el otro se parece alchino, y lleva un sombrero de pico, así como una pera: el otro es negro,un negro muy bonito, pero está sin vestir: ¡eso no está bien, sinvestir! ¡por eso no quería su papá que ella tocase el libro! No: esahoja no se ve más, para que no se enoje su papá. ¡Muy bonito que es estelibro viejo! Y Nené está ya casi acostada sobre el libro, y como siquisiera hablarle con los ojos.
¡Por poco se rompe la hoja! Pero no, no se rompió. Hasta la mitad no másse rompió. El papá de Nené no ve bien. Eso no lo va a ver nadie. ¡Ahorasí que está bueno el libro este! Es mejor, mucho mejor que el arca deNoé. Aquí están pintados todos los animales del mundo. ¡Y con colores,como el gigante! Sí, ésta es, ésta es la jirafa, comiéndose la luna:éste es el elefante, el elefante, con ese sillón lleno de niñitos. ¡Oh,los perros, cómo corre, cómo corre este perro! ¡ven acá, perro! ¡te voya pegar, perro, porque no quieres venir! Y Nené, por supuesto, arrancala hoja. ¿Y qué ve mi señora Nené? Un mundo de monos es la otra pintura.Las dos hojas del libro están llenas de monos: un mono colorado juegacon un monito verde: un monazo de barba le muerde la cola a un monotremendo, que anda como un hombre, con un palo en la mano: un mono negroestá jugando en la yerba con otro amarillo: ¡aquéllos, aquellos de losárboles son los monos niños! ¡qué graciosos! ¡cómo juegan! ¡se mecen porla cola, como el columpio! ¡qué bien, qué bien saltan! ¡uno, dos, tres,cinco, ocho, dieciséis, cuarenta y nueve monos agarrados por la cola!¡se van a tirar al río! ¡se van a tirar al río! ¡visst! ¡allá van todos!Y Nené, entusiasmada, arranca al libro las dos hojas.
¿Quién llama aNené, quién la llama? Su papá, su papá, que está mirándola desde lapuerta.
Nené no ve. Nené no oye. Le parece que su papá crece, que crece mucho,que llega hasta el techo, que es más grande que el gigante del monte,que su papá es un monte que se le viene encima. Está callada, callada,con la cabeza baja, con los ojos cerrados, con las hojas rotas en lasmanos caídas. Y su papá le está hablando:—«¿Nené, no te dije que notocaras ese libro?
¿Nené, tú no sabes que ese libro no es mío, y quevale mucho dinero, mucho? ¿Nené, tú no sabes que para pagar ese librovoy a tener que trabajar un año?»—Nené, blanca como el papel, se alzódel suelo, con la cabecita caída, y se abrazó a las rodillas de supapá:—«Mi papá», dijo Nené «¡mi papá de mi corazón!
¡Enojé a mi papábueno! ¡Soy mala niña! ¡Ya no voy a poder ir cuando me muera a laestrella azul!»
Una mora de Trípoli tenía
Una perla rosada, una gran perla:
Y la echó con desdén al mar un día:
—«¡Siempre la misma! ¡ya me cansa verla!»
Pocos años después, junto a la roca
De Trípoli... ¡la gente llora al verla!
Así le dice al mar la mora loca:
—«¡Oh mar! ¡oh mar! ¡devuélveme mi perla!»
No habría poema más triste y hermoso que el que se puede sacar de lahistoria americana. No se puede leer sin ternura, y sin ver como floresy plumas por el aire, uno de esos buenos libros viejos forrados depergamino, que hablan de la América de los indios, de sus ciudades y desus fiestas, del mérito de sus artes y de la gracia de sus costumbres.Unos vivían aislados y sencillos, sin vestidos y sin necesidades, comopueblos acabados de nacer; y empezaban a pintar sus figuras extrañas enlas rocas de la orilla de los ríos, donde es más solo el bosque, y elhombre piensa más en las maravillas del mundo. Otros eran pueblos de másedad, y vivían en tribus, en aldeas de cañas o de adobes, comiendo loque cazaban y pescaban, y peleando con sus vecinos. Otros eran yapueblos hechos, con ciudades de ciento cuarenta mil casas, y palaciosadornados de pinturas de oro. Y gran comercio en las calles y en lasplazas, y templos de mármol con estatuas gigantescas de sus dioses. Susobras no se parecen a las de los demás pueblos, sino como se parece unhombre a otro. Ellos fueron inocentes, supersticiosos y terribles. Ellosimaginaron su gobierno, su religión, su arte, su guerra, suarquitectura, su industria, su poesía. Todo lo suyo es interesante,atrevido, nuevo.
Fue una raza artística, inteligente y limpia. Se leencomo una novela las historias de los nahuatles y mayas de México, de loschibchas de Colombia, de los cumanagotos de Venezuela, de los quechuasdel Perú, de los aimaraes de Bolivia, de los charrúas del Uruguay, delos araucanos de Chile.
El quetzal es el pájaro hermoso de Guatemala, el pájaro de verdebrillante con la larga pluma, que se muere de dolor cuando cae cautivo,o cuando se le rompe o lastima la pluma de la cola.
Es un pájaro quebrilla a la luz, como las cabezas de los colibríes, que parecen piedraspreciosas, o joyas de tornasol, que de un lado fueran topacio, y de otroópalo, y de otro amatista. Y
cuando se lee en los viajes de Le Plongeonlos cuentos de los amores de la princesa maya Ara, que no quiso quereral príncipe Aak porque por el amor de Ara mató a su hermano Chaak;cuando en la historia del indio Ixtlilxochitl se ve vivir, elegantes yricas, a las ciudades reales de México, a Tenochtitlán y a Texcoco;cuando en la «Recordación Florida» del capitán Fuentes, o en lasCrónicas de Juarros, o en la Historia del conquistador Bernal Díaz delCastillo, o en los Viajes del inglés Tomás Gage, andan como si lostuviésemos delante, en sus vestidos blancos y con sus hijos de la mano,recitando versos y levantando edificios, aquellos gentíos de lasciudades de entonces, aquellos sabios de Chichén, aquellos potentados deUxmal, aquellos comerciantes de Tulán, aquellos artífices deTenochtitlán, aquellos sacerdotes de Cholula, aquellos maestros amorososy niños mansos de Utatlán, aquella raza fina que vivía al sol y nocerraba sus casas de piedra, no parece que se lee un libro de hojasamarillas, donde las eses son como efes y se usan con mucha ceremonialas palabras, sino que se ve morir a un quetzal, que lanza el últimogrito al ver su cola rota. Con la imaginación se ven cosas que no sepueden ver con los ojos.
Se hace uno de amigos leyendo aquellos libros viejos. Allí hay héroes, ysantos, y enamorados, y poetas, y apóstoles. Allí se describen pirámidesmas grandes que las de Egipto; y hazañas de aquellos gigantes quevencieron a las fieras; y batallas de gigantes y hombres; y dioses quepasan por el viento echando semillas de pueblos sobre el mundo; y robosde princesas que pusieron a los pueblos a pelear hasta morir; y peleasde pecho a pecho, con bravura que no parece de hombres; y la defensa delas ciudades viciosas contra los hombres fuertes que venían de lastierras del Norte; y la vida variada, simpática y trabajadora de suscircos y templos, de sus canales y talleres, de sus tribunales ymercados. Hay reyes como el chichimeca Netzahualpilli, que matan a sushijos porque fa