VII. LA ASIMILACIÓN DE LOS DISCURSOS DEL GÉNERO
El sistema patriarcal es tan imponente y está tan arraigado en la cultura occidental que, para muchos, pasa inadvertido. El patriarcado es un modelo de dominación del hombre sobre la mujer; un sistema de explotación que se basa en el género. Se sustenta en el control, por parte de los hombres, de los aspectos más importantes de la economía, la cultura, la ideología y los aparatos represivos de la sociedad.
En un país latinoamericano y del Tercer Mundo como Costa Rica, el patriarcado es más evidente que en las naciones industrializadas, donde la mujer ha adquirido mayores beneficios. Aquí, la ideología que defiende el grupo de poder es bastante rudimentaria y la opresión es en sí clara. La mujer juega aún un papel de ciudadana de segunda clase, relegada a los trabajos que brindan servicios mal remunerados y con poco valor social. La ideología patriarcal es más rudimentaria y exagera los roles sexuales. Esta versión latinoamericana de la ideología de género se le conoce como "machismo". Se caracteriza por idealizar aún más las actividades de los hombres y por minimizar las "femeninas".
Desde la infancia se le inculcan a cada sexo patrones muy distintos de comportamiento. La ideología patriarcal sostiene la tesis de que el hombre y la mujer son dos realidades psicológicas diferentes: uno es fuerte y el otro débil; uno es agresivo y otro pasivo; uno es lógico y el otro irracional; uno es del mundo y el otro de la casa; uno debe ganar el dinero y el otro depender; uno dominar y el otro soportar. Ambos deben unirse entonces, para poder complementarse, formando una pareja equilibrada y feliz.
Como la reproducción depende del coito entre ambos sexos, lo "natural" -reza la ideología patriarcal- es la unión matrimonial y la formación de la familia nuclear. El hombre y la mujer, así, podrán criar y educar a su prole, de suerte que todo aquello que se aparte del sexo heterosexual y de la penetración vaginal a la mujer es calificado como una manera antinatural de relacionarse. Para defender esta tesis se recurre a las interpretaciones literales de las citas bíblicas que reflejan sistemas patriarcales primitivos de dominación.
Dentro de esta bucólica armonía del patriarcado, lógicamente, no tienen cabida formas sexuales no reproductoras. Todas estas, que incluyen el homosexualismo, la masturbación, la sodomía, el voyeurismo y muchas otras formas de placer, se califican de pecaminosas, morbosas o criminales. Ningún ciudadano respetable puede practicarlas y el patriarcado -cuando tiene conciencia de que es imposible suprimirlas todas- las tolera, siempre y cuando se mantengan invisibles, lejos de escrutinio público. El rol masculino no es natural. Las que crían y educan a los niños son generalmente las mujeres; el padre y el grupo de los hombres están demasiado ocupados como para interesarse en el desarrollo de los párvulos. Se aprende la masculinidad con base en lo que las mujeres creen que es ser hombre, o sea, como rechazo de lo femenino. Así que una de las primeras lecciones de los machos es diferenciarse de las mujeres, de oponerse a lo que ellas son.
Sin embargo, en Costa Rica no se inventó el patriarcado. El sistema es tan antiguo que sus orígenes se mantienen oscuros. De ahí que el análisis de su gestión se presta para todo tipo de especulaciones teóricas.
Uno de los estudios más importantes sobre los orígenes del patriarcado es el que proporciona Federico Engels en su conocida obra El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado Según Engels, la sociedad primitiva vivía bajo un régimen comunista y matriarcal. Aunque existía una división de labores, las mujeres eran respetadas y honradas (Engels, 1970).
El sistema matriarcal no implicaba el control de las mujeres sobre los hombres. Las sociedades tribales no tenían gobernantes, masculinos o femeninos. La autoridad de los líderes, hombres o mujeres, se establecía con base en su habilidad probada y en el respeto voluntario. No existía el ejército o la policía para la dominación de las comunidades.
Pero en esta sociedad pacífica, en cierto momento del desarrollo, la agricultura y la ganadería se perfilaron como las fuentes mayores de riqueza. Los hombres, especializados en la cacería se aprovecharon de la coyuntura. Pronto se hizo necesario modificar el régimen matriarcal. Los hombres empezaron a acumular riqueza que deseaban heredarla a su descendencia. En el matriarcado, era la mujer la que heredaba. Además, los niños se convirtieron en una nueva fuente de mano de obra por adquirir. Estos derechos sólo podían lograrse con el establecimiento de la descendencia patrilineal.
La propiedad privada no solo produjo desigualdades económicas y sentó las bases para crear una sociedad de clases, sino que reemplazó el orden anterior por uno dominado por los hombres. Las relaciones sexuales libres, que permitían tanto al hombre como a la mujer escoger nuevos compañeros cuando el interés decrecía o desaparecía, fueron sustituidas. Entonces, las prácticas sexuales debían acomodarse a los intereses de los dueños de la riqueza. Los jefes empezaron a preocuparse por heredar su nombre y su propiedad y por ello demandaron la monogamia y la fidelidad de sus mujeres; solo así podían tener certeza de quiénes eran sus hijos.
El nuevo sistema se interesó por regular la vida sexual y se erigieron una serie de prohibiciones, normas y estipulaciones. Lo que antes había sido espontáneo, libre y casual se tornaba en restringido, pecaminoso y culpabilizante.
El movimiento feminista contemporáneo, por su parte, ha propuesto nuevas interpretaciones de la subordinación de la mujer y, por ende, de los orígenes del patriarcado. Algunas de ellas consideran que las razones biológicas que propone Engels para explicar la posterior sumisión de la mujer a las labores domésticas, en el momento de la eclosión de una sociedad de clases, no son del todo convincentes. Otras aceptan las explicaciones biológicas, pero no por las mismas razones que lo hace el marxismo ortodoxo.
Aunque teóricas como Sherry B. Ortner consideran que la subordinación de la mujer es universal y que alguna forma de privilegio existe en toda sociedad conocida, el que la mujer críe y eduque a los niños y sea relegada a la esfera del hogar, marca una explicación más allá de la biología y del surgimiento de las clases sociales. Aunque la mujer sea la que dé a luz, el hecho de que se le recluya para cuidar de la prole es una decisión política que se tomó desde los inicios de la sociedad y es la que explica su subordinación. El fenómeno es, pues, político en vez de biológico. Según Ortner, el hombre ideó la cultura patriarcal como vehículo de trascendencia por su incapacidad de crear la vida. Esta envidia innata hacia lo femenino explica la razón de que la cultura, que es una creación artificial del hombre, se le mantenga vedada a la mujer (Ortner, 1974).
La opresión no se originó, pues, con el advenimiento de una sociedad de clases -como arguyen Engels y el marxismo ortodoxo- sino con la misma creación de un sistema de trascendencia contrario a la Naturaleza, con la que se identifica a la mujer.
Jane Scherfey, física, desarrolló una teoría biológica, basada en los descubrimientos de Master y Johnson, para explicar el origen del patriarcado. Estos dos científicos habían descubierto que la mujer es capaz de experimentar múltiples orgasmos y que, por ende, su capacidad sexual es superior a la del hombre. De acuerdo con Scherfey, la subordinación de la mujer se realizó con el fin de reprimir esta potencialidad biológica. La sociedad primitiva -contrario a lo que sostiene Engels- inició la represión de la mujer con el fin de controlar la vida sexual femenina y obligarla, así, a dedicarse a la lactancia de los niños (Sherfey, 1970).
Otra interpretación es la de Susan Brownmiller que ve la opresión de la mujer como producto de su debilidad física. El patriarcado nació cuando el hombre se dio cuenta que podía, con su miembro sexual, violar a la mujer. Según ella, el descubrimiento que el hombre hizo de sus propios genitales como arma es uno de los grandes hallazgos prehistóricos (Brownmiller, 1976).
Una de las tesis de carácter biológico más originales es la de Shulamith Firestone. En su obra La dialéctica del sexo ofrece, en vista de su cercanía ideológica al marxismo, un análisis dialéctico e histórico (Firestone, 1970). Según Firestone, el análisis de Engels es deficiente porque interpreta que los factores de producción se limitan a la comida, al techo o a la ropa. Para la autora, las relaciones de procreación, y no así las de producción, constituyen la base o la infraestructura, o sea la economía, es más bien parte de la superestructura. Según su punto de vista, son el sexo y la división sexual el móvil de desarrollo de la sociedad. Y la base o causa de la división sexual es biológica. Es la biología la que determinó la organización social en "familias biológicas" (el modo de producción) y la prevalência de esta unidad se debe a que las mujeres son más débiles por su función reproductora y a que los niños son indefensos y dependientes de los adultos. Para asegurar la sobrevivencia, las relaciones biológicas necesitan ciertas contrapartes sociales, como que los niños deben ser criados más específicamente por las madres en vista de ser responsables de la lactancia y ellas, por su parte, deben depender de los hombres para poder invertir el tiempo en la crianza.
Las feministas francesas y algunas norteamericanas difieren de estas interpretaciones biológicas del origen del patriarcado. Una de las principales críticas es Monique Wittig, quien rechaza la premisa de que parir sea algo natural para la mujer (Wittig, 1971). Wittig no cree siquiera que el cuerpo de la mujer lo sea. La cultura ha influido en la anatomía del ser humano y no hay que olvidar que las hormonas, el tamaño de los cuerpos y de los órganos, y el mismo aparato reproductor responden a los cambios culturales. Cuando el homo sapiens empezó a caminar, su anatomía tuvo que adaptarse reduciendo el período de embarazo para que el niño naciera antes. El cuerpo de la mujer es más débil porque los hombres prefieren a las más frágiles y pequeñas en vez de las más altas y fuertes. Estas últimas tienen, así, menos posibilidades de reproducción. Wittig cree que las causas de la opresión inicial fueron, como ahora, políticas y no producto de las realidades anatómicas.
Finalmente, Gerda Lerner en su obra, La creación del patriarcado 8, realiza un estudio histórico de las posibles causas del origen del patriarcado en Mesopotamia. Con base en el estudio de la literatura de la época, las excavaciones, el arte y la economía, la autora postula una tesis distinta a la de Engels. Según Lerner, la apropiación por parte de los hombres de la capacidad sexual y reproductiva de las mujeres ocurrió antes de la formación de la propiedad privada y de la sociedad de clases. El uso de la reproducción como mercancía serviría como modelo para el desarrollo de la propiedad privada, la esclavitud y la guerra: ALos hombres aprendieron a instaurar la dominación y la jerarquía sobre otros pueblos gracias a la práctica que ya tenían de dominar a las mujeres (p.26)
Lerner considera que el proceso se dio entre el 3100 y 600 antes de Cristo, y tuvo una duración de unos 2500 años. Aunque las mujeres se habían especializado en la recolección de alimentos y la caza de animales pequeños Apor razones biológicas (su necesidad de amamantar a los hijos), su mayor opresión cuando se inventó la propiedad privada fue, para la autora, un proceso lento e histórico. En las sociedades anteriores a la agricultura y a la ganadería, las mujeres tenían un poder similar al de los hombres. No obstante, nunca fueron sociedades matriarcales . Para Lerner, lo anterior a una sociedad patriarcal no tenía que ser- como nos hace creer Engles- su contraparte.
El valor que tenían las mujeres se reflejaba en la adoración religiosa a diosas de la fertilidad, que simbolizaban su poder e importancia. Además, eran generalmente sociedades matrifocales y matrilineales: la descendencia y la vivienda la determinaban las mujeres. Sin embargo, los hombres se aprovecharían de esta división de labores para acentuar lentamente su dominio sobre las féminas cuando se inventaron la agricultura y la ganadería. El fenómeno se evidenció con el derrocamiento de las diosas poderosas y su sustitución por un dios dominante, que se vincula con la consolidación de monarquías fuertes e imperialistas. Las sociedades pasaron así a su fase patrilineal y patriarcal: la descendencia y la vivienda la determinaba el hombre.
Los orígenes del patriarcado son confusos y quizás nunca sepamos con certeza su génesis. Es probable que distintas sociedades hayan tenido diferentes orígenes y períodos de constitución. Sin embargo, el sistema se preserva hasta la fecha por una serie de prácticas que lo hacen mantenerse en el tiempo: los roles sexuales, la familia, el heterosexualismo y la división de las mujeres entre las Abuenas y las Amalas, la violencia y la homofobia.
Todo sistema de dominación tiene un interés en diferenciar a los dominadores de los dominados. Los individuos deben así identificarse para poder ser adscritos a uno u otro papel y sus lazos en común, cercenados. Un modelo de opresión que abra las puertas para la integración de los seres subordinados firma su propia sentencia de muerte. Su destino depende de la segregación de las víctimas.
Los hacendados sureños de los Estados Unidos, en el Siglo XVIII, acordaron que la mezcla no otorgaría ningún pasaporte a la cultura dominante y que la "sangre" negra, sin importar su proporción, ubicada automáticamente al individuo en la posición de esclavo. Los pueblos cristianos europeos, por su parte, en los Siglos XV, XVI y XVII, para poder diferenciar y discriminar a los judíos, los condenaron a vivir en guetos infrahumanos. De esta forma, se podía reconocer y atacar fácilmente a los hebreos; lo mismo que haría Hitler en el Siglo XX para enviarlos a los crematorios.
Los grupos dominantes rechazan a aquellos individuos o sub culturas que puedan servir de puentes entre los opresores y los oprimidos. Los españoles discriminaron a los mestizos; los cristianos a los judíos conversos, y los esclavistas negros negaron la libertad a la prole nacida de sus raptos de las esclavas. Todo aquel que hace difícil la capacidad polarizar, que represente un gris entre lo blanco y lo negro, que demuestre características de ambos grupos, es un enemigo del sistema y un potencial problema de definición.
Los sectores dominados tienden, también, a rechazar a los individuos intermedios. En una forma clara, el mestizo o el converso representa la muerte de su cultura como tal; es visto como una claudicación ante la cultura dominante. Los indios americanos expulsaron de sus pueblos a los mestizos y los judíos impusieron restricciones para evitar la integración de los hijos de matrimonios mixtos. Los negros sureños no vieron la necesidad de rechazar a los mulatos porque éstos no contaron con una avenida de movilidad en la sociedad algodonera del Sur. Si la hubieran tenido, posiblemente hubiesen sido discriminados entre los mismos negros.
El patriarcado necesita también diferenciar a los opresores de los oprimidos. Para hacerlo, ha diseñado el género, o sea las características psíquicas asociadas con el hombre y con la mujer. Como lo define Judith Shapiro, el género es la construcción social, cultural y psicológica que se ha impuesto a las diferencias biológicas (Shapiro, 1983).
El rol es la actividad relacionada con el género. Incluye todas las actividades que se asocian con el hombre y la mujer. Lo femenino y lo masculino son las conductas que surgen como producto de estos roles sexuales y que, como construcciones culturales que son, varían en el tiempo y en el espacio.
La función de los roles sexuales es doble: sirve como mecanismo de dominación, por un lado, cuando margina lo femenino de las actividades importantes y de peso en la sociedad y provee, por el otro, las pautas para diferenciar a los hombres de las mujeres. En vista de que biológicamente no existe una justificación para el ejercicio del dominio de la mujer, la cultura se encarga de crear una conducta femenina que se preste para la dominación, así como una masculina entrenada para dominar.
El patriarcado impone, a la vez, severos castigos para los transgresores. Aquellos que demuestran conductas asociadas con el grupo opuesto son atacados, atropellados, burlados, perseguidos y eliminados. Los individuos que podrían servir de lazos de unión y de comunicación entre las sub culturas masculina y femenina son desechados. No hay alguien más perseguido que los disconformes del género, de los roles y de la conducta u orientación sexual asociada con éstos. Por eso los hombres "afeminados", las mujeres "masculinas" y los homosexuales son considerados, en diferente grado, enemigos del sistema.
Un estudio acerca de los roles sexuales costarricenses administró una lista de 200 adjetivos (considerados como estereotípicamente "femeninos" o "masculinos" por las autoras) a estudiantes de la Universidad Nacional de Costa Rica, de los que 50 eran varones y 50 mujeres. Todos los ítems de la prueba tenían la posibilidad de ser considerados como masculinos o femeninos.
Esta muestra de estudio puso en evidencia un alto grado de consistencia entre la clasificación de los sujetos varones y mujeres. Es decir, ambos sexos estuvieron de acuerdo sobre cuáles atributos son típicos de los roles "masculino" y "femenino" en la sociedad costarricense.
Para los ítemes que siguen, entre un 80 y un 90 por ciento de la muestra (tanto hombres como mujeres) estuvo de acuerdo con que eran atributos del varón los siguientes:
independiente | dominante | infiel |
atlético(a) | valiente | bebedor(a) |
enérgico(a) | que nunca llora | dispuesto(a) correr riesgos |
calidad de líder | callejero(a) | autosuficiente |
competente | masculino(a) | agresivo(a) |
cruel | aventurero(a) | no expresa sentimientos |
interesado(a) en política | abusivo(a) | intelectual |
que conoce el mundo | atrevido(a) | violento(a) |
mujeriego(a) | gusta de las matemáticas | fuerte de carácter |
brusco(a) | colérieo(a) | arriesgado(a) |
juerguero(a) | desorganizado(a) | trabajador(a) |
asertivo(a) | posesivo(a) | ambicioso(a) |
no demuestra emociones | abrumador (a) | hacendoso(a) |
embustero (a) | sexual |
Mientras que una misma proposición de hombre y mujeres estuvo de acuerdo en que éstos eran atribuidos femeninos:
lee novelas románticas | suave | devoto(a) |
religioso(a) | delicado(a) | que chismea |
llora con facilidad | frágil | romántico (a) |
cariñoso(a) con niños | inocente | histérico(a) |
romántico(a) | fácil de convencer | compasivo |
fiel | puritano(a) | entrometí do (a) |
quiere a los niños | tierno (a) | no usa lenguaje áspero |
pur o (a) | cursi | sumiso(a) |
decente | femenino(a) | débil de carácter |
cariñoso(a) | vanidoso(a) | expresa ternura |
hogareño(a) | piado so (a) | que no usa malas palabras |
que habla suave sufridor(a) | encantador(a) | |
con miedos | sutil |
Por medio de la creación de estas mentalidades "femeninas", caracterizadas por la sumisión, y "masculinas", asociadas con la agresión, el sistema patriarcal logra su control y reproducción. Para mantener los roles, el patriarcado se encarga de imponer severos castigos a los transgresores. Hasta hace poco, era casi un crimen que los sexos utilizaran la indumentaria del otro. Juana de Arco fue llevada a la hoguera principalmente por ser una travestida. En la mayoría de los países de Occidente, es aún prohibido para un hombre vestirse como mujer. Tener o mostrar características del otro género es la peor vergüenza, lo más deplorable en el patriarcado.
La estética "femenina" es otra manera de lograr el mismo fin. A la mujer se le presiona para que simbolice la carne y al hombre, el intelecto. Las féminas deben luchar contra el peso, teñir sus cabellos, pintar sus rostros, depilar sus cuerpos, jugar con los colores, vestir como objetos, lucir sus órganos y caminar como animales de presa. Al hombre no se le exige lo mismo; con llevar saco y corbata se le considera bien vestido.
Pero el daño más grande que produce el patriarcado es de tipo psicológico. La mujer es convertida en el mundo patriarcal en un ser dependiente, incapaz de valerse por sí misma. La cosificación que el patriarcado hace de ella le dificulta la posibilidad de lograr una identidad propia, diferenciada y autónoma. Se le entrena para cuidar y depender de los demás; se le dice que las "cosas de las mujeres" no tienen tanta importancia como las de los hombres. Su vida no tiene sentido sin el macho y sin su papel de esposa y de madre. Si se atreve a cuestionar su rol, se le pone en la categoría de las que no serán desposadas: prostitutas, hombrunas, castradoras, lesbianas y solteronas. En una economía dominada por los hombres, la mujer independiente está destinada 'con raras excepciones' a los estratos más bajos de la sociedad. El matrimonio, le guste o no, es su tabla de salvación.
Para Gemer, otra forma de que el patriarcado mantiene su poder es su división de las mujeres entre las Arespetables, o sea sujetas a un solo hombre, y las Apúblicas, las que pertenecen a todos. Las primeras disfrutan de ciertos privilegios desde la Antigüedad como esposas o concubinas de los patriarcas. Las segundas, prostitutas, esclavas y mujeres solas, padecen de una discriminación mayor. Este sistema de recompensas y castigos, hace más difícil surgir la solidaridad femenina y la conciencia de clase oprimida.9
No solo ser mujer, o femenina, es una desventaja en el patriarcado, sino que es dañino para la salud. Inge K. Broverman en su ensayo Sex Role Stereotypes: Clinical Judgments of Mental Health, demuestra cómo los roles no son igualitarios, ni saludables (Broverman et. al. 1981). Su hipótesis es que los juicios clínicos acerca de las características de los individuos sanos y maduros variarán de acuerdo con el sexo. Además, que el ideal de ser maduro y sano está más asociado con la masculinidad que con la feminidad. Ergo, las mujeres son vistas como inmaduras y enfermas si se conforman con su estereotipo femenino.
Los discursos del género de los jóvenes costarricenses han sufrido cambios importantes en los últimos años. Aunque los muchachos están conscientes de la existencia de una posición rígida por parte de sus padres y de sus abuelos, su percepción es distinta.
La manera en que los varones asimilan y modifican los principios del género, de acuerdo con la información que proporcionan las entrevistas a profundidad, podríamos llamarla de "dominación ilustrada", es decir, un discurso que reconoce la diferencia entre hombres y mujeres, que acepta la superioridad masculina en ciertos campos, pero que intenta enfatizar las responsabilidades del poder. En este campo, la percepción se asemeja a las discusiones sobre la posición de la mujer y de los dependientes en la Grecia Clásica en que la "temperanza" en el uso del poder se fue imponiendo lentamente a los discursos más patriarcales en que los hombres libres tenían todas las prerrogativas.
Dos factores parecieran haber tenido un impacto en el desarrollo de este nuevo modelo de género en los hombres. Uno es el temor a las ETSs, incluyendo el SIDA, que ha hecho a los hombres mirar con recelo la antigua práctica de tener relaciones sexuales múltiples. Otro es la asimilación de principios feministas por parte de hombres y de mujeres, en razón de las luchas de reivindicación de las féminas y las demandas de una sociedad moderna más compleja, que requiere de la participación de la mujer en la economía y el ahorro, así como la postergación del matrimonio.
Aunque los hombres han dejado algunos principios de los discursos del género, ésto no significa que estemos ante un nuevo discurso de equidad total. Por el contrario, podemos decir que la variación está en el campo de acción de los discursos. Unas restricciones, como las de prohibir a la mujer ciertos trabajos, se reducen mientras que otras, como lo son las de tipo emocional, se vuelven más insistentes. Si antes los hombres esperaban menos de las mujeres en el campo del apoyo emocional, ahora lo hacen mucho más. La esposa es percibida no como una proveedora de cuidados, sino como una terapista: ella debe "entender" y "apoyar" a su marido y resolverle sus crisis emocionales. Si antes se pensaba que criar los hijos era solo cuidarlos y educarlos, ahora la definición y el campo de acción de lo que es este cuido se amplía. Se mira a los hijos y su desarrollo psicológico como una responsabilidad de los padres. Un hijo puede "descarriarse" por un mal ejemplo o por recibir mucho o poco amor. Los padres son responsables de la salud mental de sus crios. Lo que antes se creía heredado, ahora se le ve como aprendido.
Los hombres miran a las mujeres como "naturalmente" más débiles. Algunos perciben esta debilidad como física y otros como emocional. Sin embargo, la supuesta debilidad física de la mujer se asocia siempre con un carácter más débil. Maikol ha aprendido de sus mayores, que los hombres son más "fuertes" que las mujeres. Jonathan tiene que levantar cosas pesadas por ser hombre y su madre le pegaba "porque era hombre y podía aguantar". Juan opina que la debilidad de la mujer justifica que no anden solas en la calle "ya que las pueden asaltar". Donaldo considera, por su lado, que son más "finas" en su forma de ser. Federico dice que la mujer es "más tierna y menos agresiva" en sus sentimientos.
La asociación de debilidad con lo femenino se traduce en un rechazo de todas sus características. Ser hombre se define así como la antítesis de lo que es ser mujer. Durante los primeros años, ser hombre es jugar con carritos y ser mujer, con muñecas. A Carlos se le dijo que ser hombre es no cocinar porque son las mujeres las que lo hacen. Lo mismo aprendió Jonathan de su madre, quien le dijo que ser hombre era "trabajar" y no hacer oficios domésticos como las mujeres. Maikol cree que ser mujer es llorar y ser varón es no hacerlo. Para Donaldo, las mujeres no expresan la cólera y los hombres sí. Para él, ser hombre es poder "golpear" a otros, cosa que las mujeres no pueden. Tampoco se puede usar el pelo largo "porque eso es de mujeres". Jorge opina que es "raro" que un varón se dedique a hacer "las cosas que son de mujeres", como arreglarse y vestirse coquetas.
Sin embargo, las "cosas" que hacen o que definen a las mujeres han sufrido cambios. Según Federico "las cosas han empezado a cambiar en los últimos años". Ahora es aceptable que los hombres usen aretes y pelo largo y ya "nadie se asusta". La moda ha permitido que los hombres sean más "vanidosos", según Jorge y además, él cree que no hay nada malo en que los varones lloren. Carlos también considera "injusto" que le prohiban llorar solo por ser macho.
Uno de los campos en que los jóvenes aceptan hacer "cosas de mujeres" es el oficio doméstico. Ya sea porque no tienen padre en la casa, su madre trabaje, o no haya otro que lo haga, ellos han ido aprendiendo a ayudar a sus madres en los oficios. Kenneth reconoce que su padre no ayuda en las labores de la casa pero él sí ayuda a barrer y limpiar el piso. En el caso de Juan, su padre es el que barre el patio y le dice que "no hay razón para que los hombres no lo hagan". Aunque Guillermo reconoce que su padre es más "vago" para ayudar en la casa, a él no le "molesta" hacer los oficios domésticos y no cree que le deba dar "vergüenza".
Los varones han ido reconociendo también que las mujeres puedan hacer casi todo tipo de trabajos o de deportes. Danny opina que la mujer puede trabajar y "tener todos los derechos". Guillermo solo tiene reparo cuando las mujeres trabajan en construcción, pero dice que pensándolo bien "también pueden hacerlo, si quieren". Lo mismo opina Aarón, aunque él está consciente que "en otras sociedades las mujeres sí trabajan en construcción y aquí es mal visto por el machismo". Mainor cree que ahora las mujeres Apueden estudiar y trabajar en lo que quieran. Existen mujeres que son choferes de buses y hasta mecánicas".
En el campo del deporte, la aceptación ha incluido más actividades. Luis considera que es injusto prohibirle a la mujer jugar bola "porque uno ve ahora a las chiquillas jugar bola y lo hacen hasta mejor que uno". Federico cree que las féminas pueden practicar "cualquier deporte". Aarón cree que las mujeres pueden hacer cualquier deporte, menos el boxeo "porque uno tiene la idea de la mujer como algo más femenino". David opina que ellas pueden jugar basquetbol.
Sin embargo, tres áreas se mantienen vedadas al cambio en los discursos del género de los hombres: el lenguaje, el rol de la "feminidad" y la práctica sexual.
El lenguaje se ha convertido en un terreno vedado para la mujer. Existen palabras que ellas no deben decir, aun