Las Solteronas by Claude Mancey - HTML preview

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3 de diciembre.

He pasado una gran parte del día en la Catedral. Hoy era la fiesta deSanta Catalina, fiesta parroquial tan sólo, pero interesante por el grannúmero de personas a quienes se refiere.

¡Cuántas distracciones tuve en la misa mayor!

Aunque salí de la casa con buenas disposiciones de fervor, miinsoportable imaginación hizo de las suyas. Hasta el Ofertorio todo fuebien, pero en ese momento, curiosa de reflexionar un poco sobre lainnumerable cantidad de solteronas que desfilaban delante de mi vista,me extravié completamente.

En seguida clasifiqué a las personas que pasaban en mis tres grandesdivisiones:

Solteronas voluntarias.

Solteronas resignadas.

Solteronas recalcitrantes.

Vuelta a casa, continué mis meditaciones y he aquí lo que llegué a poneren claro en conjunto.

La solterona voluntaria, diga lo que quiera el padre Tomás, se distinguea primera vista. Es viva, aunque sea reumática y sobre todo si esnerviosa. Su fisonomía es apacible y animada, su mirada benévola y susonrisa bondadosa.

La resignada es melancólicamente trivial: mirada apagada, sonrisatriste, modo de andar frío. A diez pasos y aun de más lejos se la conocede una mirada.

La recalcitrante es... recalcitrante. ¡Qué aspecto de mal genio!... Enlugar de la sonrisa amable de la primera y de la dulzura borrosa de lasegunda, es enteramente alarmante. Mirada dura, labios secos, modo deandar irritado. En vano se esfuerza la piedad por dar a su fisonomía unaspecto de ternura; se ve el esfuerzo y no se adivina la paz.

Irremediablemente formadas en mi mente las tres grandes divisiones, paséa las subdivisiones.

Las solteronas voluntarias se reclutan evidentemente entre las que sehan dejado guiar en la elección de su existencia por motivos deabnegación, o un sentimiento de pureza virginal, o el recuerdo de unaafección muerta, o el amor de la independencia, o ese vago esceptismoque se apodera de tantas jóvenes, o por el temor de lasresponsabilidades, espantosas en efecto para quien reflexiona.

El amor al estudio y a las artes hace descontentas o satisfechas, segúnque el celibato proviene de la libre elección o del encadenamiento delas circunstancias. Estas, según sus tendencias personales, se vuelvenentonces resignadas, si son de humor acomodaticio, o sublevadas sipertenecen a la categoría de las violentas.

La misma observación respecto de la falta de salud. La solterona se hasustraído por sí misma al matrimonio o la han sustraído. En la primerasuposición, su alma tranquila y estoica impone silencio a su corazón yle da los medios de llegar a las dulzuras del celibato voluntario. Enla segunda, se lamenta, se entristece, no piensa más que en su malasalud, envidia la suerte de las jóvenes más favorecidas en este conceptoy acaba por dar un ejemplo notable de rebelión en el celibato.

—Sin mi mala salud—murmura,—hubiera podido casarme...

A mi mala saluddebo, pues, el tener que vivir sola...

—En cuanto a la insuficiencia de dote o a la exageración depretensiones, que hace que una solterona sería feliz al aceptar a loscuarenta años el partido que ha renunciado a los veinte, no creoengañarme haciendo de esos dos motivos la causa inicial del granejército de las recalcitrantes.

Estas recalcitrantes no han renunciado al matrimonio; son lospretendientes los que no han querido presentarse. Por una parte, el doteera tan pequeño y tan desproporcionado con la fortuna, que era imposibleque los hombres de buen sentido se arriesgasen a la gran aventura delmatrimonio con semejantes jóvenes. Por otra parte, el dote estaba tanpoco en relación con las pretensiones emitidas, que había pretendientesque no se atrevían a pedir lo que otros no se dignaban solicitar.

En las pequeñas poblaciones es cosa corriente que la joven de buenafamilia, sin dote o con uno muy pequeño, participe de la educación y delos placeres de las muchachas ricas: piano torturado, pintura profanada,fútiles trabajos de aguja de los que enseñan a una joven a apasionarsepor lo superfino cuando no tiene siquiera lo necesario...

Todos estos tipos de solteronas viven juntas en medio del alegreconcierto de burlas imparcialmente distribuidas a todas sin distinciónde mérito.

Cuando se quiere designar un carácter susceptible se dice:

—Es una solterona.

Cuando se habla de un espíritu estrecho y vulgar, se exclama con miradadesdeñosa:

—Qué se puede esperar de una solterona...

Si se trata de una devoción mal comprendida, todo el mundo se encoge dehombros y murmura:—Es una verdadera solterona...

Si por casualidad se hace alusión a costumbres rutinarias, al egoísmo oa las conversaciones agridulces, todos repiten:

—Qué propio es de una solterona...

Para pintar un traje extravagante se exclama:

—Vaya una facha de solterona...

Si por ventura recae la conversación sobre la pasión de los gatos, delos perros, de los pájaros o de los cintajos amarillos, brota un gritounánime:

—Gustos de solterona...

En fin, última y suprema ofensa, si se quiere calificar a alguna personaprofundamente inútil a la sociedad, todos proclaman:

—Inútil como una solterona...

Véase cómo la solterona se convierte en un objeto antipático cuandodebiera ofrecer el más singular de los atractivos, el de un enigma quedescifrar.