La primera “escuela”, para llamarla de algún modo, opina que el machismo es un bagaje cultural latino caracterizado por una masculinidad acentuada. Mirandé, en su estudio en hombres latinos que viven en los Estados Unidos, concluye que ser “macho” tiene una connotación distinta a la que usualmente se le adjudica:
Los hallazgos apuntan a la presencia de una ética cultural mexicana distintiva respecto a la humanidad, la masculinidad y el papel del padre, una ética que se presenta especialmente fuerte entre los hombres de clases bajas y trabajadoras.
Esta ética dicta que el éxito de un hombre como padre se mide no solo por cualidades externas como la riqueza, la educación o el poder, sino por internas como el ser honesto, responsable y trabajador, sacrificarse por sus hijos y, sobre todo, no ser egoísta 18. (Las citas son traducción del autor)
También cuestiona que el origen del machismo sea rural y que nazca de estados más primitivos de desarrollo ya que los más pobres son los que menos se definen como machos” 19.
La minoría que sí se define “machista”, que suele provenir de los sectores medios y profesionales, no lo hace dentro de una perspectiva de desprecio y dominio sobre lo femenino, que ha sido la visión tradicional del término. Los que sí lo usan para auto calificarse lo hacen interpretándolo como un “código de ética, honor y decencia” 20. En
otras palabras ser “macho”, para los estudiados por Mirandé, es ser hombres honestos, honorables y responsables por el cuido de sus familias. De acuerdo con él, en vista de que ser macho es ser valiente y tener honor, ésta visión no excluye a la mujer que también puede ser vista como “macha”.
Gutman está de acuerdo en que las percepciones que los antropólogos han creado sobre los hombres obreros mexicanos son “erroneous and harmful” “erróneas y peligrosas”.
Éstas han perdido de vista que no todos los mexicanos son machos “bebedores empedernidos y fiesteros” y las actividades de la paternidad en la vida de millones de hombres mexicanos” 21. En otras palabras, se han olvidado de que los mexicanos también desempeñan actividades “femeninas” como ser buenos padres. Tan importante es este modelo de “paternidad” que el autor busca en toda la ciudad de México el modelo de una foto que tomó a un hombre que sostiene en brazos a un bebé para ponerlo como portada de su libro y para demostrarnos que los machos mexicanos también pueden servir como nodrizas (ésto a pesar de que en la vida real el hombre de la foto no es el padre del bebé.
El modelo resultó ser un vendedor al que una mujer le pidió que, por unos momentos, le cuidara el crío).
18 Alfredo Mirandé, Hombres y Machos, p. 145.
19 Ibid.
20 Alfredo Mirandé, Hombres y Machos p. 143.
21 Matthew Gutman, The Meanings of Macho, p. 2.
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Gutman piensa que los habitantes de Santo Domingo, una ciudadela en la capital de México, no se definen más como “machos” y los que lo hacen, hombres mayores, comparten la definición de Mirandé que tiene que ver con ser “hombre de honor” 22. Los
jóvenes no se ubican ni machos ni mandilones (hombres afeminados y homosexuales) y más bien piensan que ser macho es algo negativo. En otras palabras, no existe en Santo Domingo una cultura que defienda el machismo tradicional.
El autor está consciente de que existe una tradición de subordinar a la mujer y de elevar los valores masculinos como superiores. Sin embargo, las identidades para él son
“procesos que cambian históricamente” y que viven de “relaciones entre sí” 23. Si las
condiciones económicas, por ejemplo, varían y las mujeres adquieren más posibilidades, así modificarán las relaciones de género a su favor: “Existe una conciencia heredada del pasado que es aceptada sin discusión y otra implícita que nace de las circunstancias y que las une para transformar el mundo” 24.
Gutman considera que entre las circunstancias que han cambiado el mundo de Santo Domingo, y así el machismo tradicional, están la integración de la mujer al mercado laboral, las ideas feministas y la erosión en la división del trabajo. Ésto crea una
“contradictory consciousness” “conciencia contradictoria”, o sea una especie de contrasentido entre lo que la gente aprendió que era ser macho y lo que hoy en día es. En vista de que los hombres no pueden dominar de la misma manera que antes a las mujeres, así ha variado la definición de la masculinidad. El machismo como masculinidad acentuada no es posible en un mundo más integrado y democrático que respeta los derechos de las féminas. Es sustituido, entonces, por el concepto de valentía que no necesariamente excluye a la mujer.
De esta manera, los hombres de Santo Domingo no suelen ser más machos en su definición tradicional. Han tenido que acostumbrarse a las nuevas circunstancias en que las mujeres han ganado libertad por medio de su inserción laboral, su conciencia de marginación por género y sus luchas políticas por conseguir sus tierras y sus casas. Los antiguos machos se han visto forzados a mirar sus territorios invadidos por las mujeres (las cantinas, los deportes, el trabajo, el vestido, etc., son ahora mixtas), sus prerrogativas lentamente eliminadas (ahora deben integrarse a las labores domésticas y en la crianza de sus hijos), al igual que el monopolio de la vida pública (las mujeres han logrado ocupar puestos de elección popular).
Esta nueva realidad ha llevado a los hombres a definirse como tales no tanto por lo que los diferencia de las mujeres, que cada vez se les parecen más, sino en relación con los mandilones, que representan la homosexualidad y el afeminamiento. Resulta irónico que la definición de lo que es ser hombre en una ciudadela mexicana cada vez se base más en cómo supuestamente son otros hombres que no son “hombres”. Si lleváramos los postulados de Gutman a sus lógicas consecuencias, ser hombre actualmente en México es la primera dualidad que se independizó de su opuesto binario.
22 Ibid, p. 221.
23 Ibid, p.18.
24 Ibid. p. 15.
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