Problemas de interpretación
Los discursos son una parte de la cultura sexual. Tienen que convivir con las contradicciones que ellos mismos generan, las resistencias de aquellos que los adversan y la realidad material y tecnológica que provee las posibilidades para su implantación. De esta interacción es que se establece una cultura sexual como la de los traileros. En otras palabras, ellos pueden tener ideas machistas pero no necesariamente su cultura las reflejará automáticamente. Éstas tendrán que negociar con el medio para llegar a transformarse de muchas maneras, algunas casi irreconocibles. Además, ellos pueden, a la vez, establecer una cultura compartimentalizada en la que ciertas ideas imperan en un espacio o en un tiempo y otras contrarias en otros. De ahí que en un sector como el del hogar, el machismo sea más acentuado que en otro como el de la calle.
Estas transformaciones crean confusión. La más obvia es confundir el discurso con la cultura. Si descuidamos la relación que existe entre uno y otro, podremos adjudicar aspectos culturales al machismo que no le pertenecen. Por ejemplo, el machismo como discurso no tiene una oposición hacia la carne ni mira el sexo como pecado. Sin embargo, convive con una tradición cristiana que así lo mira. De ahí que muchas de las actitudes de los traileros como la forma sucia de mirar la sexualidad no tengan su origen en él.
Otra menos obvia es confundir las resistencias con el discurso. Algunos han vinculado al machismo con la promiscuidad, por ejemplo, entendiendo a ésta última como tener un alto número de parejas sexuales. Sin embargo, esta conducta es más bien una forma de resistir el discurso. Al tener muchas mujeres, los hombres machistas terminan relacionándose con las más liberales y menos paralizadas por el discurso del género. Ésto hace que la promiscuidad reduzca el machismo en vez de sostenerlo.
Un error común es interpretar machistas todas las conductas de los traileros. En vista de que los hombres machistas pueden darse vacaciones, como veremos, y hacer excepciones, muchas de las conductas que asociamos con el discurso no le pertenecen.
Cuando entrevistamos a los traileros en sus hogares, resultan paradójicamente más machistas que cuando lo hacemos en el camino. Es más, los traileros en el camino, como veremos, son menos sexistas que otros hombres. Pero algunos suelen vincular las conductas en el camino con el discurso machista. Ésto es el caso, como veremos, del consumo de licor. Los traileros beben licor no por ser machistas sino para tener relaciones no sexistas.
El que seres machistas puedan convivir con principios de otros discursos puede llevar al error de confudir éstos últimos como parte de un discurso ajeno. Si los hombres machistas profesan una devoción a la familia (principio religioso), por ejemplo, los investigadores sociales podrían aducir, como lo hace Mirandé, que el machismo es una ideología que se preocupa por los valores familiares cuando en la realidad no lo es.
67
El que exista una combinación de prácticas discursivas distintas, puede llevar al error de achacar ciertas conductas al discurso equivocado. Los traileros, como veremos, suelen buscar a las prostitutas. Un error muy común es señalar que por machismo. Sin embargo, como demostraremos en este libro, la relación entre prostitutas y traileros no es
“machista” en el sentido sexista del término. Por el contrario, la relación responde a necesidades mayores de simetría que de explotación, como se ha presentado tradicionalmente.