para
remediar
el
dolorosoabandono que advirtió en algunos pueblos, siendo maravilla el que contanto descuido no faltasen ya muchas alhajas de la iglesia, mayormentesucediendo que a menudo suelen quitar y poner sacristanes, sin que a losentrantes se les entregue por cuenta la sacristía, ni a los salientes seles tome cuenta, de modo que si faltase alguna cosa sería imposible elaveriguar cuándo o en qué tiempo había faltado; y si no sucedenfrecuentes extravíos o robos es porque los indios tienen muchaveneración a las cosas de la iglesia. Aunque, si hubiera rigoroso cotejode las presentes existencias con las que había al tiempo de laexpulsión, no dejaría de encontrarse alguna falla, a la que no podríandar más salida los curas sino que se consumió con el uso.
Aunque las librerías que tenían los curas jesuitas en sus cuartos,pertenecientes a las comunidades por ser compradas con los haberes delos pueblos, no debían ni deben considerarse por bienes de la iglesia,pareció conveniente dejarlas al cuidado de los curas, así porque puedentenerlas con más aseo, como para que se aprovechen de la lectura de loslibros útiles a su ministerio. En cuyo poder permanecen, aunque algunasmuy deterioradas, y de las que faltan muchos libros por la facilidad deprestarlos y descuido en recogerlos; de modo que rara de estas libreríasse hallará hoy en buen estado, porque el polvo, los ratones y otrassabandijas las han menoscabado, y muchas obras truncadas por haberseperdido parte de sus libros.
Éstas son las noticias de estos pueblos que me parece puede apetecerusted, en las que he procurado no omitir cosa alguna digna de sunoticia. Recíbalas usted con la satisfacción de que todo cuanto digo losé por experiencia y diligencia propia, y que puedo hacerlo patentesiempre que se ofrezca; porque la aplicación de cuatro años, el tratocontinuo con los indios, el oficio de teniente gobernador y el habervisto y examinado todos los treinta terrenos con el mayor cuidado, mehan puesto en estado de poder hablar con conocimiento de todo, como lohe hecho. En esta memoria es regular encuentre usted muchas cosassuperfluas para su intento, las que desde luego podrá desechar comoinútiles; pero, por malo que sea este papel, no lo será tanto que notenga algo de bueno, a lo menos tiene el mérito de no contener cosa queno sea verdadera, y escrita con el ánimo de complacer a usted, y serútil a estos naturales y a la monarquía. Y con estos deseos concluyo laprimera parte de esta memoria, y paso a formar la segunda.
SEGUNDA PARTE
Plan general de gobierno, acomodado a las circunstancias de estos pueblos
Paréceme, amigo mío, habrá quedado satisfecho el deseo de usted con lasnoticias que le doy en la primera parte de esta memoria. Mi voluntad hasido acertar a complacerle, y mover su ánimo a desear, como yo deseo, elbien de estos naturales, facilitándoselo con algún nuevo método degobierno que los saque de la miseria, sujeción y abatimiento en que sehallan, y gocen en vida política y civil los bienes de la libertad queSu Majestad les franquea, y las abundancias y conveniencias que tanliberalmente les ofrecen sus terrenos; y que el real erario tenga losaumentos que son consecuentes al floridísimo comercio que se puedeestablecer, con otras muchas ventajas que lograría la monarquía.
Pero, como el deseo solo no es suficiente para mejorar las cosas si nose proponen los medios de conseguirlo, para que vistos y examinadospueda ponerlos en ejecución quien tiene facultad para ello, nada o muypoco habría yo adelantado con poner en la consideración de usted todoslos males que padece esta provincia y causas de que se originan; y asíme considero en la obligación de formar un plan o reglamento de nuevogobierno, acomodado a las circunstancias del país y sus naturales, paraque, examinándolo la perspicacia de usted, con el conocimiento einstrucción que le acompaña, lo corrija y reforme en los términos que leparezca; y si, después de corregido e ilustrado, conociese usted quepuede ponerse en manos de la superioridad, podrá darle el giro que creaserá útil y conveniente a los fines a que se dirige.
Cuando a un hábil arquitecto le proponen la fábrica de un suntuosoedificio, consulta la idea y voluntad del fundador, examina losmateriales de que se ha de fabricar, el terreno en que ha de tener suasiento y las calidades del clima para precaver las principaleshabitaciones de las humedades, vientos nocivos y obstáculos que puedanimpedirles la vista, y asegura toda la obra de los huracanes, terremotosy otros contratiempos que pueden sobrevenir, y principalmente consultalos fondos o caudales que se destinan para costear la obra; yconsiderado todo, y bien combinado, delinea el plano con todas susdimensiones, y la perspectiva con todos sus adornos, y lo expone algusto y censura del fundador y de otros críticos; y con sus parecerespone en ejecución la obra, sin riesgo de que se malogren los gastos.Así, pues, el arquitecto político es preciso tenga presente todos losprincipios o elementos de que ha de componerse la fábrica que quierelevantar, para combinarlos y ajustarlos con la mayor naturalidad yproporción que sea posible, y que todas las piezas se unan con taltrabazón que parezca han sido criadas o formadas para que cada una ocupeel lugar a que se le destine. Porque los hombres, que son losprincipales materiales de que se componen los edificios políticos, sonmás difíciles de labrar y ajustar que los mármoles más duros en losedificios materiales; y así es menester que, en cuanto sea posible, seles busquen y acomoden las junturas tan a su natural que sea poco o nadalo que haya que vencer. El fundador de esta grande obra política es elSoberano, cuya real beneficencia se extiende hasta lo más remoto de susdominios; el arquitecto, el vasallo o vasallos que, con el amor ylealtad que se debe a Su Majestad y a la patria, propone lospensamientos que su aplicación y experiencia le han producido. Esto eslo que haré yo, y espero del amor y celo que he conocido en usted alreal servicio y bien de la sociedad coadyuvará, ilustrando este plan conlas notas que le parezcan oportunas al logro de nuestro deseos, paramayor servicio de Dios y del Rey, Nuestro Señor, y bien de estosnaturales.
Los materiales de que debe formarse esta obra no pueden ser ni máspreciosos ni más abundantes. La bondad del clima, la fertilidad de losterrenos, la grande copia de los frutos que produce, comerciables contodas las provincias de este continente, los ríos navegables paraextraerlos con facilidad y lo bien poblado de toda la provincia sonprincipios todos que ofrecen el mejor éxito. A que debe agregarse ladocilidad y buena disposición de estos naturales, que, como una masadocilísima, están en punto de admitir la forma que quieran darles, comolos saquen de la opresión en que los tiene la comunidad, a la queaborrecen sobre todos los males que son imaginables.
Cuando se trata de fundar alguna población, o poblar alguna provincia,después de examinadas las ventajas que ofrece su situación y terrenos,presentan regularmente dos poderosas dificultades, que son: el persuadiru obligar a los primeros pobladores a que vayan a ocupar el sitiodestinado, y el proporcionar fondos propios para los gastos de todoaquello que ha de resultar en bien común. Por falta de éstos, se ventantas ciudades y poblaciones de mucha antigüedad sin las precisascomodidades y alivios que pudieran tener si los tuvieran, siendo precisopara establecer las indispensables ocurrir a los arbitrios u otrasderramas que el pueblo mira con aborrecimiento, sin conocer la utilidadque les resulta. Pero aquí en estos pueblos, en las presentescircunstancias, ninguno de estos dos escollos hay que vencer. Laprovincia está bien poblada de gentes, y los pueblos con caudalescrecidos, que pueden servir de propios, con más otras proporciones queexpresaré en donde corresponde; de modo que me parece que en todo elmundo no pudiera hallarse otra provincia con iguales recursos, si severificase el reglamento que voy a proponer.
Los pueblos de este departamento de mi cargo, sin embargo de ser los demenos proporciones, como tengo manifestado en otra parte, se hallan alpresente con unos fondos más que medianos, y sin contar lo que puedetener o deber en Buenos Aires. Hay pueblo que no daría los haberes decomunidad por 100.000 pesos de plata sin poner en cuenta las casas,tierras, ni muebles, sino solamente los ganados, plantíos, frutos yefectos comerciables, y el que menos no bajará de 35.000. Y aunque esverdad que hay otros pueblos en la provincia que no llegará su caudal aesta suma, también lo es que hay algunos que sobrepujan mucho, y queninguno hay que con lo que tiene y sus proporciones no pueda establecerunos propios que los quisieran tener muchas ciudades de América. Conquevea usted si tengo razón para decir que los materiales para esta obrason los más preciosos y más abundantes que pueden desearse. Vamos pues adelinear la planta.
El contexto de toda la narración de esa memoria habrá sin dudapersuadido a usted que el medio único de adelantar esta provincia ysacar a sus naturales de la ignorancia, miseria y abatimiento en que sehallan es el extinguir las comunidades, dejando a los indios en plenalibertad para que cada uno trabaje para su propia utilidad, comercie conlos frutos y efectos de su trabajo e industria, y que en un todo vivan ysean tratados como los demás vasallos del Rey. Esto es lo que dicta labuena razón, y esto es a lo que parece se dirigen mis pensamientos.Pero, amigo mío, por la misma narración habrá usted conocido que lasujeción en que están los indios a sus comunidades les ha impedido, eimpide, el adquirir luces para saber proporcionarse los auxilios ysocorros necesarios a la vida; y esta incapacidad es un poderoso estorbopara franquearles la libertad, de modo que, entretanto estén encomunidad, jamás podrán adquirir las luces necesarias paraproporcionarse por sí mismos las comodidades necesarias a la vida, ymientras no tengan éstas parece imposible el franquearles la libertadsin exponerlos a su total ruina. Siendo cosa evidente a todos los quelos conocemos que el franquearles la libertad sería lo mismo que si acada individuo lo colocasen en un desierto sin ninguna compañía, y allítuviese que proporcionarse por sí solo todos los socorros necesarios ala vida, que sería lo mismo que ponerlo a perecer. Y no le parezca austed ponderación; la falta de inteligencia en todo lo que es ayudarsemutuamente, el no saber vender ni permutar unos bienes por otros, nivalerse unos de la habilidad de los otros, los reduciría al másmiserable estado, se imposibilitaría la recaudación de los realestributos, se minoraría y aun acabaría el culto de los templos, y aun sedispersarían los indios, ocasionando tal vez la total ruina de lospueblos. Y aunque no pensemos
tan
melancólicamente,
y
consideremos
másinteligencia en los indios que la que supongo, y que mediante lahabilidad de algunos pocos se lograra el que éstos conchabasen a losmenos expertos, y que por este medio se consiguiera el ponerlos a todosen ejercicio para adquirir lo necesario; en este caso sucedería que sellenarían estos pueblos de españoles vagabundos o de pocas obligaciones,que, con pretexto de poblar la tierra o de entrar a tratar y contratar,se aprovecharían del trabajo de los indios, poniéndolos en más opresióny menos asistencia que la que ahora tienen, y les quitarían por cuatrobagatelas todo lo que a costa de mucho trabajo hubieran adquirido, sinque el gobierno pudiera remediarlo, con otras peores consecuencias quepodrían esperarse.
Por otra parte, si se piensa en dejar a los indios en comunidad comoestán ahora, también me parece que la ruina de los pueblos seráinfalible antes de muchos años, o a lo menos serán poquísimos losadelantamientos; y éstos los habrá si los que los gobernareninmediatamente tienen todas las calidades que se requieren para estosparajes, porque los indios saben que son libres, y conocen los bienes dela libertad, como los conocen, los desean, y, deseándolos, la buscan; yesto es en parte causa de los muchos que se desertan de los pueblos, sinotro motivo que verse oprimidos y sin la libertad que desean, y los quepermanecen es porque aún no han adquirido valor para dejar su patria; yen la repugnancia que tienen a todo lo que los destina la comunidad seconoce lo violento que están, y así es preciso mucha prudencia ysuavidad para gobernarlos, para que no conozcan flaqueza de parte delgobierno, porque entonces nada harían, ni los exaspere el rigor, porquetendría peores consecuencias. Antes que los indios conocieran lalibertad era cosa facilísima el dirigirlos como se quisiera, y por esolos jesuitas impedían tanto la entrada de españoles en estos pueblos(mayormente paraguayos, que saben el idioma de los indios), paraocultarles todas las noticias y especies que pudieran moverles el deseode la libertad; pero ahora ni pueden gobernarse como entonces, y muchomenos el volverlos a poner en aquel estado, porque ya no están capacesde eso.
En medio de tantas dificultades no es de maravillar que hayan sidotantos los dictámenes que tengo noticia ha habido y hay sobre elgobierno de estos pueblos, y que nada se haya resuelto por laSuperioridad hasta ahora. Todos es preciso convengan en que estaprovincia es fertilísima, no tan solamente en los frutos para suconsumo, sino también en otros comerciables; que sus habitadores todostrabajan, y fuera del grosero alimento es poco lo que gastan y es casinada lo que les sobra, cuando en otras partes, en trabajando la sexta uoctava parte de los hombres en la agricultura, hay para proveer a todosde alimento con abundancia; y con la mitad de los demás, que se apliquena las artes y oficios, brilla el lujo, como se ve en las ciudades,quedando los restantes sin ocupaciones, de aquellas que aumentan losfrutos y efectos. Convendrán también en que de esto es causa el estarlos indios sujetos a la comunidad; pero, en llegando a tratarse del modode remediarlo, es preciso haya tantos pareceres como hombres. Pero yo,sin que me atemoricen tantos inconvenientes, tengo por cosa facilísimala ejecución del reglamento que voy a proponer, y por infalibles lasfavorables consecuencias en todas partes de que se componga.
Sin embargo de los riesgos e inconvenientes que he manifestado a ustedpueden seguirse de dar a los indios entera libertad, ésta deberá ser labase de toda la obra. Los indios, en mi reglamento, deberán quedarlibres enteramente, con libertad absoluta, como la tenemos todos losespañoles.
Supuesta la libertad de los indios, deberían quedar los bienes de lascomunidades para propios de los pueblos, entregándolos a administradoreshábiles y cuales convenía para los efectos que se expresarán, haciendotasación de todos ellos, a lo menos de los que son comerciables y sirvenpara el aumento del giro que había de dársele a este caudal; y así parasu entrega, como para el manejo que de él debían tener, era necesarioestablecer las reglas oportunas y convenientes.
El administrador, hecho cargo del caudal de un pueblo, debíaconsiderarse como un factor (y este nombre le convendrá mejor que el deadministrador) que abrazase en sí todos los ramos de agricultura, artesy faenas que el pueblo tuviera, o pudiera aún establecerse con utilidad;pero no había de precisar a ninguno a que trabajara contra su voluntad,y a todos los que voluntariamente
quisieran
conchabarse
les
había
de
darocupación, pagándoles su jornal y dándoles la comida del mediodía, sinque jamás se verificase que alguno, chico o grande, se había quedado sinjornal, habiéndolo pedido, pues para todos hay en los pueblos, en todostiempos, destinos en que emplearlos con utilidad del que los ocupa; ylos que no quisieran trabajar en la factoría, y lo verificasen en suslabores propias, o conchabándose con otros, ya fuesen españolesavecindados o con otros indios, dejarían hacerlo libremente. Pero a losque anduviesen ociosos (que en mi inteligencia serían raros) se lesdebía compeler a trabajar por aquellos medios más oportunos y eficacesque se tuviera por conveniente, hasta proceder contra ellos, como seejecuta con los vagos en las repúblicas civilizadas.
Las indias se deberían ocupar en hilar algodón, comprándoles por sujusto precio cada día o cada semana el hilo, pagándoselo de contadosegún su calidad, dándoles algodón en parte de pago, para que nunca lesfaltase qué hilar.
A los muchachos, muchachas, viejos, viejas y otros de esta calidad, seles debería emplear en cosas que cómodamente pudieran hacer, de formaque ganaran para comer y vestir; pues, como digo, hay para ocuparlos atodos con utilidad de la factoría.
Aunque con esta providencia se les aseguraba a los indios lasproporciones de subsistir, quedaban siempre expuestos al riesgo de quelos tratantes fuesen los que lograsen el fruto de su trabajo, así en losque les vendiesen como en lo que les comprasen, si no se tomasen otrasprecauciones: y así, para asegurarlos por todos lados de todo perjuicio,sería muy útil que el comercio de los efectos que se traen de fuera dela provincia corriese en cada pueblo a cargo del factor, y que fueratambién de la obligación de éste el abastecer su pueblo de víveres y decuanto es necesario a la vida y comodidad de los hombres; y del mismomodo había de estar obligado a comprar todos los frutos y efectos quelos naturales quisieran venderle, asegurando la equidad, así en lascompras como en las ventas, con reglamentos adecuados. De este modoaseguraban los naturales las ventas de sus frutos y manufacturas, ytenían con equidad dónde proveerse de cuanto necesitasen, y todas lasutilidades que resultasen de estas compras y ventas a la factoríarecaerían en beneficio del común, como que de cuenta de él se manejabatodo.
Dispuestas así las cosas, quedaba la comunidad reducida a un asiento yfactoría, para que jamás faltase qué trabajar a los indios, y el puebloestuviese abastecido de todo lo necesario; y los frutos y efectos queprodujere el trabajo e industria de los particulares lograsen el giromás ventajoso, resumiendo en una sola mano todos los ramos deagricultura, industria y comercio, y con la ventaja de que todas lasutilidades habían de recaer en los mismos que las producían, dejando, noobstante esto, la libertad a todos los particulares de disponer de susfrutos dentro y fuera de los pueblos, para venderlos o extraerlos comogustasen, como no fuese para traer en retorno efectos comerciables,porque esto debería ser privativo a la factoría.
Pero, para que este arreglo produjera las ventajas deseadas, era precisointroducir el uso de la moneda, pues sin ella todo sería embarazos, ylos efectos perderían de valor pasando de mano en mano. Es la moneda elalma del comercio y la sangre de las repúblicas; faltando ésta, falta elestímulo, la actividad y la aplicación; no puede haber igualdad en loscontratos, ni regla fija en la sociedad. Es este precioso signo delcomercio más grato a la codicia de los hombres que lo fue el maná alpaladar de los israelitas, porque al fin éstos se cansaron de él, y eldinero a nadie ha cansado hasta ahora.
Si yo escribiera para el común de los hombres, haría, antes de pasaradelante, algunas reflexiones sobre el diseño o plan propuesto, para dara conocer a los que no profundizan las cosas las grandes utilidades yventajosas consecuencias que ofrece; pero escribo sólo para usted, quiencon su profunda penetración las conocerá mejor que yo pueda explicarlas;pero no pasaré en silencio dos, que son como origen de otras muchas. Laprimera, el evitar que en esta república haya tantos hombres ociososcomo hay en todas las demás, empleados en comerciantes y tratantes,comiendo y enriqueciéndose a costa del público; y la segunda, el quetodas las ganancias, que habían de recaer en éstos e invertirse enutilidad de sus fines particulares, recaerían en beneficio del público yse emplearían en aquello que fuese más útil a la sociedad, como másadelante se dirá.
Tampoco me detendré en patentizar lo justo y necesario que es elcomercio privativo en estos pueblos; pues, además de ser una cosaforzosa para impedir los perjuicios de estos naturales, se hallaautorizado con el ejemplo de muchas compañías establecidas en diferentespartes para precaver los perjuicios que pudiera originarse de uncomercio libre, siendo así que aquellos perjuicios los sufrirían algunosparticulares comerciantes, y en nuestro caso los sufriría toda laprovincia, fuera de que esta exclusión podía durar el tiempo que fuesepreciso, o el de la voluntad del Soberano.
Aunque en toda esta memoria he procedido sin método en la distribuciónde asuntos, procuraré en este reglamento tratar cada materiaseparadamente para mayor inteligencia de usted, previniendo que el quehasta ahora se ha llamado administrador ha de nombrarse en este plan factor, y lo que se ha dicho comunidad se llamará factoría; asíporque me parece mejor convenirles estos nombres, como por desterrar delos oídos de los indios el nombre de comunidad y de administrador, queaun para los mismos que ejercen estos empleos no es de buen sonido; peroesto es accidental, pues puede dársele el nombre que se quiera.
Deben buscarse para factores mozos instruidos en casas de comercio uoficinas de real hacienda, para que con la instrucción que allí hayanadquirido les sea fácil el imponerse del vasto manejo que ha de ponersea su cuidado; conviene no sean tan mozos que bajen de 30 años, ni tanviejos que pasen de los 50.
Es preciso en ellos mucha viveza de genio yrobustez, un trato dulce para con los indios y que estén libres devicios, principalmente de los de incontinencia, embriaguez y juego denaipes, siendo cosa precisa que al que se le notare cualesquiera deestos vicios fuera al instante removido; pues, aunque en todas partesson perjudiciales los que los tienen, aquí serían intolerables por lasocasiones más frecuentes y por lo trascendental que serían, con notableperjuicio de los naturales, que es preciso evitarlo, mayormente encualquiera nueva plantificación.
Al factor convendría se le entregasen los haberes del pueblo para sumanejo, del modo que hasta ahora se les han entregado a losadministradores, con sola la diferencia de que se le habían de entregartasados y hacerle cargo de sus valores; pero con la misma intervenciónque ahora tienen el corregidor y mayordomo del pueblo, conservando cadauno una de las tres llaves de cada almacén; pues, no siendo fácilencontrar factores con las calidades expresadas, y que al mismo tiempotengan fianzas para asegurar los caudales de su manejo, sería cosaarriesgada el poner en su mano, con libertad absoluta, este manejo.
Para que el factor se empeñara y buscara todos los medios imaginables enutilidad y beneficio de la factoría, era cosa conveniente el señalarle,en lugar de salario, un tanto por ciento de las utilidades anuales de lafactoría; pero al mismo tiempo convendría el que la factoría no lesuministrase nada para su alimento y comodidades, ni permitirle criadoalguno indio ni muchacho que no fuese pagándole su salario y dándole elalimento, con más la circunstancia de que había de ser voluntario y noforzado. Con esta providencia se minoraría, y aun extinguiría, lamultitud de empleados inútilmente en los colegios, y saldrían a trabajaren lo que fuese útil a ellos y al pueblo; se excusarían los crecidosgastos que diariamente tiene ahora la comunidad en alimentar no tansolamente al administrador y su familia, sino también los que seocasionan dando de comer a cuantos tratantes y aun vagabundos andan enestos pueblos; pues, siendo a costa de los factores el mantener su mesa,no la franquearían con tanta liberalidad a todos. Si se examinan lasfacturas que han venido de Buenos Aires desde la expulsión, se verá enellas que la mayor parte de lo que contienen son especies comestibles yutensilios de cocina y mesa, que todos los han consumido losadministradores y nada se ha empleado en alivio de los indios; y todoesto estaba cortado conque cada uno comiese y se sirviese a su costa.
Sería del cargo del factor el determinar las faenas que debía mantenerla factoría, prefiriendo siempre aquellas que ofreciesen mayoresutilidades. El buen estado de las estancias debía llevar la primeraatención, como que en ellas se afianzaba la principal subsistencia delpueblo, y que, estando bien atendidas, rinden con sus progresosconsiderables ganancias. Los yerbales de cultivo que hay en todos lospueblos, y que por falta de cuidado están muy deteriorados, y aunperdidos, se empeñaría el factor en restablecerlos con el oportunocultivo y con la reposición y aumento de nuevas plantas, para lograr deeste modo buenas cosechas de yerba, y la parte de aumento de valor quetendrían cuando entregase el pueblo, pues cada cosa se debería tasarsegún el estado de recibo y entrega. Atendería igualmente al aumento ybuen estado de algodonales y cañas de azúcar, así para lograr lasabundantes cosechas como para aumentar las fincas y sus valores.
Pueden también emprenderse otras muchas faenas en los pueblos, y losfactores no se descuidarían en aprovecharse de las proporciones delpaís. El corte de maderas y remisión de ellas a Buenos Aires; laconstrucción de embarcaciones, así para venderlas en Buenos Aires comopara trajinar con ellas por los ríos, trasportando las haciendas; losbeneficios de yerba en los yerbales silvestres del Paraná y Uruguay, asípor tierra como por agua; las vaquerías a los campos del ganado alzado,y otras muchas que se practican y se han practicado siempre.
También pueden inventarse otras nuevas faenas que ofrecen tantas omayores ventajas como las ya establecidas y conocidas: el cultivo ybeneficio del añil, de que hay ejemplar de haberse beneficiado muy buenoen los pueblos, y tengo noticia se beneficia en el Paraguay por unparticular con bastante utilidad suya; ya harina de mandioca, conocidapor fariña de páo entre los portugueses, y su almidón, que ambasespecies se estiman y consumen mucho en Buenos Aires, y que es cosafacilísima el fabricarlas y abundantísima la mandioca en estos pueblos.El arroz también ofrece mucha cuenta, en construyendo ingenios paralimpiarlo, y una infinidad de menudencias que ayudarían al aumento delcomercio, ocupaciones y utilidades de los indios.
El cultivo y beneficio del tabaco, así el negro como el que llamancolorado, ofrece en estos pueblos crecidísimas ventajas.
Este ramo, queen el estado presente no es posible adelantarlo, si se extinguieran lascomunidades podía ofrecer muchos aumentos; es la siembra y cultivo deltabaco facilísima a cualesquiera particular que esté dedicado a laagricultura, pero el beneficiarlo después de recogida la hoja es penosoa los que no tenían libertad, tiempo y proporciones para ello, y muchomás el beneficio del tabaco negro para el que son necesarios muchosaperos. Al mismo tiempo serían embarazosas a la factoría las crecidassiembras, cultivo y recogidas del tabaco, pero sería fácil elbeneficiarlo después de recogidas las hojas; y así lo que convendría eraque los indios, y cualesquiera otros particulares, hiciesen las siembrasen sus mismas chacras y comprarles la hoja en recogiéndola sazonada,pagándosela de contado al precio que se regulase, de modo que le quedaseuna moderada utilidad a la factoría, a la que, con los aperoscorrespondientes, le sería facilísimo el beneficiar crecidas porcionesde tabaco negro y colorado, aplicando a cada clase el que fuese mejorpara ella. De esta forma era preciso creciesen los acopios, pues, porpoco que cada indio sembrase, como ellos son muchos, teniendo libertadpara trabajar en los terrenos tan fértiles, se harían buenas cosechas,las que se acrecentarían con las siembras que por su parte hiciese lafactoría, que también convendría las tuviese.
Las siembras de todos los frutos de abasto, como son trigo, maíz y todaclase de menestras, las verificarían los indios, como que estánacostumbrados a hacerlas, y a ellos se las compraría la factoría para elabasto del pueblo. Bien es que, si fuese preciso o útil, también podíahacerlas la factoría.
Para mantener todas estas faenas, o aquellas que más cuenta ofreciesen,se deberían conchabar los indios que fuesen precisos para peones,aplicando a los muchachos y viejos a las ocupaciones en que ellospudiesen dar cumplimiento. Estos peones deberían ser voluntarios, y seles habría de pagar semanalmente, regulándoles un jornal muy moderado,que en mi inteligencia bastaría para que no faltasen peones y quetrabajasen con empeño, el que a los más trabajadores y aplicad