día
siguiente
estaría
de
vuelta
de
Anghera
con
la
traducción,
y
jurándole
él,
por
su
parte,
que
le
entregaría
lo
menos[87-4] cien duros cuando fuese descubierto el tesoro.
Despidiéronse
el
musulmán
y
el
cristiano,
y
éste
se
dirigió,
30
no
a
su
casa
ni
a
la
catedral,
sino
a
la
oficina
de
un
amigo,
donde escribió la siguiente carta:
«SR.
D.
MATÍAS
DE
QUESADA
Y
SÁNCHEZ[88-1](p88)
«Alpujarra, UGÍJAR.
«Mi queridísimo tío:
«Gracias
a
Dios
que
hemos
tenido
noticias
de
usted
y
de
tía
05
Encarnación,
y
que
éstas
son
tan
buenas
como
Josefa
y
yo
deseábamos.
Nosotros,
querido
tío,
aunque
más
jóvenes
que
ustedes,
estamos
muy
achacosos
y
cargados
de
diez
hijos,
que
pronto se quedarán huérfanos y pidiendo limosna.
«Se
burló
de
usted
quien
le
dijera
que
el
pergamino
que
me
10
ha
enviado
contenía
las
señas
de
un
tesoro.
He
hecho
traducirlo
por
persona
muy
competente,
y
ha
resultado
ser
una
sarta
de
blasfemias
contra
Nuestro
Señor
Jesucristo,
la
Santísima
Virgen
y
los
santos
de
la
Corte
celestial,
escritas
en
versos
árabes
por
un
perro
morisco
del
marquesado
del
Cenet
durante
la
rebelión
de
Aben-Humeya.[88-2]
En
vista
de
semejante
sacrilegio,
15
y
por
consejo
del
señor
Penitenciario,[88-3]
acabo
de
quemar
tan
impío
testimonio de la perversidad mahometana.
«Memorias
a
mi
tía:
recíbanlas
ustedes
de
Josefa,
y
mande
algún
socorro
a
su
sobrino,
que
está
en
los
huesos[88-4]
por
resultas
20 del pícaro dolor de estómago.
«BONIFACIO.
«CEUTA, 29 de Enero de 1821.»
VII
Al
mismo
tiempo
que
el
maestro
de
capilla
escribía
la
precedente
carta
y
la
echaba
al
correo,
Admet-ben-Carime-el-Abdoun
25
reunía
en
un
envoltorio
no
muy
grande
todo
su
hato
y
ajuar,
reducidos
a
tres
jaiques
viejos,
dos
mantas
de
pelo
de
cabra,
un
mortero
para
hacer
alcuzcuz,[88-5]
un
candil[88-6]
de
hierro
y
una
olla
de
cobre
llena
de
pesetas
(que
desenterró
de
un
rincón
del
patinillo
de
su
casa);
cargó
con
todo
ello
a
su
única
mujer,
esclava,
30
odalisca
o
lo
que
fuera,
más
fea
que
una
mala
noticia(p89)
dicha
de
y
más
sucia
que
la
conciencia
de
su
marido,
y
salióse
de
Ceuta,
diciendo
al
oficial
de
guardia
de
la
puerta
que
da al campo moro que se iban a Fez[89-2] a mudar de aires por consejo de
un
veterinario.
Y
como
quiera
que
esta
sea
la
hora,[89-3]
05
después
de
sesenta
años
y
algunos
meses
de
ausencia,
que
no
se
haya
vuelto
a
saber
de
Manos-gordas
ni
en
Ceuta,
ni
en
sus
cercanías,
dicho
se
que
D.
Bonifacio
Tudela
y
González
no
tuvo
el
gusto
de
recibir
de
sus
manos
la
traducción
del
pergamino,
ni
al
día
siguiente,
ni
al
otro,
ni
en
toda
su
vida,
que
por
10
cierto
debió
de
ser
muy
corta,
puesto
que
de
informes
dignos
de
crédito
aparece
que
su
adorada
Pepita
se
casó
en
Marbella
en
terceras
nupcias
con
un
tambor
mayor
asturiano,
a
quien
hizo
padre
de
cuatro
hijos
como
cuatro
soles,
y
era
otra
vez
viuda
a
la
muerte
del
Rey
absoluto,[89-5]
fecha
en
que
ganó
por
oposición
en
15 Málaga el destino de matrona aduanera.
Con
que
busquemos
nosotros
a
Manos-gordas,
y
sepamos
qué
fué de él y del interesante pergamino.
VIII
Admet-ben-Carime-el-Abdoun
respiró
alegremente,
y
aun
hizo alguna zapateta,[89-6] sin que por eso se le cayesen las mal aseguradas 20
zapatillas,
tan
luego
como
se
vió
fuera
de
los
redoblados
muros
de
la
plaza
española
y
con
toda
el
África[89-7]
delante
de
sí....
Porque
África,
para
un
verdadero
africano
como
Manos-gordas,
es
la
tierra
de
la
libertad
absoluta;
de
una
libertad
anterior
25
y
superior
a
todas
las
Constituciones
e
instituciones
humanas;
de
una
libertad
parecida
a
la
de
los
conejos
no
caseros
y
demás animales de monte, valle o arenal.
África,
quiero
decir,
es
la
de
los
malhechores,
el
seguro
de
la
impunidad,
el
campo
neutral
de
los
hombres
y
de
las
fieras,
30
protegido
por
el
calor
y
la
extensión
de
los
desiertos.
En(p90)
cuanto
a
los
sultanes,
reyes
y
beyes
que
presumen
imperar
en
aquella
parte
del
mundo,
y
a
las
autoridades
y
mílites
que
los
representan,
puede
decirse
que
vienen
a
ser,
para
tales
vasallos,
lo que el cazador para las liebres o para los corzos: un mal encuentro 05
posible,
que
muy
pocos
tienen
en
la
vida,
y
en
el
cual
muere
uno
o
no
muere:
si
muere,
tal
día
hizo
un
y
si
no
muere,
con
poner
mucha
tierra
por
no
hay
que
pensar[90-3]
más
en
el
asunto.
Sirva
esta
digresión
de
advertencia
a
quien
la necesitare, y prosigamos nosotros nuestra relación.
10
—¡Toma
Zama!—dijo
el
moro
a
su
cansada
esposa,
como si hablase con una acémila.
Y,
en
lugar
de
dirigirse
al
Oeste,
o
sea
hacia
el
Boquete
de
Anghera,
en
busca
del
sabio
santón,
según
había
dicho
a
D.
Bonifacio,
tomó
hacia
el
Sur,
por
un
barranquillo
tapado
de
malezas
15
y
árboles
silvestres,
que
muy
luego
le
llevó
al
camino
de
o
bien
a
la
borrosa
vereda
que,
siguiendo
las
ondulaciones
de
puntas
y
playas,
conduce
a
Cabo-Negro
por
el
valle
del
Tarajar,
por
el
de
los
Castillejos,
por
Monte-Negrón
y
por
las
lagunas
de
Río-Azmir,
nombres
que
todo
español
bien
nacido
20
leerá
hoy
con
amor
y
veneración,
y
que
entonces
no
se
habían
oído
pronunciar
todavía
en
España
ni
en
el
resto
del
mundo
civilizado.
Llegado
que
hubieron[90-6]
ben-Carime[90-7]
y
Zama
al
vallecillo
del
Tarajar,
diéronse
un
punto
de
descanso
a
la
orilla
del
arroyuelo
25
de
agua
potable
que
lo
atraviesa,
procedente
de
las
alturas
de
Sierra-Bullones;
y
en
aquella
tan
segura
y
áspera
soledad,
que
parecía
recién
salida[90-8]
de
manos
del
Criador
y
no
estrenada
todavía
por
el
hombre;
a
la
vista
de
un
mar
solitario,
únicamente
surcado,
tal
o
cual[90-9]
noche
de
luna,
por
cárabos
de
piratas
o
buques
oficiales
de
Europa
encargados
de
perseguirlos,
30 la mora se puso a lavarse y peinarse, y el moro sacó el manuscrito y
volvió
a
leerlo
con
tanta
emoción
como
la
primera
vez.
Decía
así
el
pergamino
árabe:
(p91)
«La
bendición
de
Alah
sea
con
los
hombres
buenos
que
lean
estas letras.
«No
hay
más
gloria
que
la
de
Alah,
de
quien
Mahoma
fué
y
es, en el corazón de los creyentes, profeta y enviado.
05
«Los
hombres
que
roban
la
casa
del
que
está
en
la
guerra
o
en
el
destierro
viven
bajo
la
maldición
de
Alah
y
de
Mahoma,
y mueren roídos de escarabajos y cucarachas.
«¡Bendito
sea,
pues,
Alah,
que
crió
estos
y
otros
bichos
para
que se coman[91-1] a los hombres malos!
10
«Yo
soy
el
caid
Hassan-ben-Jussef,
siervo
de
Alah,
aunque
malamente
he
sido
llamado
D.
Rodrigo
de
Acuña
por
los
sucesores
de
los
perros
cristianos
que,
haciéndoles
fuerza
y