carta
al
correo. ¿Te has enterado bien, cara de mona?
Zama rompió a llorar, y exclamó:
—¡Admet! ¿Piensas dejarme?
05
—¡No
rebuznes,
mujer!—contestó
el
moro.—¿Quién
habla
ahora
de
eso?
¡Demasiado
sabes
que
me
gustas
y
que
me
sirves!
Pero
de
lo
ahora
se
trata
es
de
que
te
hayas
enterado
bien de mi encargo....
—¡Trae!—dijo
la
mora,
apoderándose
de
la
carta,
abriéndose
10
el
justillo
y
colocándola
entre
él
y
su
gordo
y
pardo
seno,
al
lado
del
corazón.—Si
algo
malo
llega
a
sucederte,
esta
carta
caerá
en
el
correo
de
Ceuta,
aunque
después
caiga
yo
en
la
sepultura.
Aben-Carime
sonrió
humanamente
al
oír
aquellas
palabras,
y
15 dignóse mirar a su mujer como a una persona.
X
Mucho
y
muy
regaladamente
debió
de
dormir
aquella
noche
el
matrimonio
agareno[95-2]
entre
los
matorrales
del
camino,
pues
no
serían
menos
de
las
nueve
de
la
siguiente
mañana
cuando
llegó al pie de Cabo-Negro.
20
Hay
allí
un
aduar
de
pastores
y
labriegos
árabes,
llamado
«Medik»,
compuesto
de
algunas
chozas,
de
un
morabito
o
ermita
mahometana,
y
de
un
pozo
de
agua
potable,
con
su
brocal
de
piedra
y
su
acetre
de
cobre,
como
los
que
figuran
en
algunas
escenas bíblicas.
25
El
aduar
se
hallaba
completamente
solo
en
aquel
momento.
Todos
sus
habitantes
habían
salido
ya
con
el
ganado
o
con
los
aperos de labor a los vecinos montes y cañadas.
—Espérame
aquí
...—dijo
Manos-gordas
a
su
mujer.—Yo
voy
á
buscar
a
ben-Munuza,
que
debe
de
hallarse
al
otro
30 lado de aquel cerro arando los pobres secanos que allí posee.
—¡Ben-Munuza!—exclamó
Zama
con
terror.—¡El
renegado
de quien me has dicho....(p96)
—Descuida....—interrumpió
Manos-gordas.—
¡Hoy
puedo
yo
más
que
él!
Dentro
de
un
par
de
horas
estaré
de
vuelta,
y
verás
cómo
se
detrás
de
mí
con
la
humildad
de
un
perro.
Esta
es
su
choza....
Aguárdanos
en
ella,
y
haznos
05
una
buena
ración
de
alcuzcuz[96-2]
con
el
maíz
y
la
manteca
que
hallarás
a
mano.
¡Ya
sabes
que
me
gusta
muy
recocido![96-3]
¡Ah!
Se
me
olvidaba....
Si
ves
que
anochece
y
no
he
bajado,
sube
tú;
y
si
no
me
hallas
en
la
otra
ladera
del
cerro
o
me
hallas
cadáver,
vuélvete
a
Ceuta
y
echa
la
carta
al
correo....
10
Otra
advertencia:
suponiendo
que
sea
mi
cadáver
lo
que
encuentres,
regístrame,
a
ver[96-4]
si
ben-Munuza
me
ha
robado
o
no
este
pergamino....
Si
me
lo
ha
robado,
vuélvete
de
Ceuta
a
Tetuán,
y
denuncia
a
las
autoridades
el
asesinato
y
el
robo.
¡No tengo más que decirte! Adiós.
15
La
mora
se
quedó
llorando
a
lágrima
viva,
y
Manos-gordas
tomó la senda que llevaba a la cumbre del inmediato cerro.
XI
Pasada
la
cumbre,
no
tardó
en
descubrir
en
la
cañada
próxima
a
un
corpulento
moro
vestido
de
blanco,
el
cual
araba
patriarcalmente
la
negruzca
tierra
con
auxilio
de
una
hermosa
20
yunta
de
bueyes.
Parecía
aquel
hombre
la
estatua
de
la
Paz
tallada
en
mármol.
Y,
sin
embargo,
era
el
triste
y
temido
renegado
ben-Munuza,
cuya
historia
os
causará
espanto
cuando
la
conozcáis.
Contentaos
por
lo
pronto
con
saber
que
tendría
cuarenta
años,
25
y
que
era
rudo,
fuerte,
ágil
y
de
muy
lúgubre
fisonomía,
bien
que
sus
ojos
fuesen
azules
como
el
cielo
y
rubias
sus
barbas
como
aquel
sol
de
África
que
había
dorado
a
fuego[96-5]
la
primitiva
blancura europea de su semblante.
—¡Buenos
días,
Manos-gordas!—gritó
en
castellano
el
antiguo
30 español, tan luego como divisó al marroquí.
Y
su
voz
expresó
la
alegría
melancólica
propia
del
extranjero
que
halla
ocasión
de
hablar
la
lengua
patria.
(p97)
—¡Buenos
días,
Juan
Falgueira!—respondió
sarcásticamente
ben-Carime.
El
renegado
tembló
de
pies
a
cabeza
al
oír
semejante
saludo,
y sacó del arado la reja de hierro como para defender su vida.
05
—¿Qué
nombre
acabas
de
pronunciar?—añadió
luego,
avanzando hacia Manos-gordas.
Éste
lo
aguardaba
riéndose,
y
le
respondió
en
árabe,
con
un
valor de que nadie le hubiera creído capaz:
—He
pronunciado
...
tu
verdadero
nombre:
el
nombre
10
que
llevabas
en
España
cuando
eras
cristiano,
y
que
yo
conozco
desde que estuve en Orán[97-1] hace tres años....
—¿En Orán?
—¡En
Orán,
sí,
señor!...
¿Qué
tiene
eso
de
extraordinario?
De
allí
habías
venido
tú
a
Marruecos,[97-2]
y
allí
fuí
yo
a
comprar
15
gallinas.
Allí
pregunté
tu
historia,
dando
tus
señas,
y
allí
me
la
contaron
varios
españoles.
Supe,[97-3]
por
tanto,
que
eras
gallego,
que
te
llamabas
Juan
Falgueira,
y
que
te
habías
escapado
de
la
Cárcel
Alta
de
Granada,
donde
estabas
ya
en
capilla
para
ir
a
la
horca
por
resultas
haber
robado
y
dado
20
muerte,
hace
quince
años,
a
unos
señores
a
quienes
servías
en
clase
de
mulero....
¿Dudarás
ahora
de
que
te
conozco
perfectamente?
—Dime,
alma
mía
...—respondió
el
renegado
con
voz
sorda
y
mirando
a
su
alrededor—¿y
has
contado
eso
a
algún
25
marroquí?
¿Lo
sabe
alguien
más
que
tú
en
esta
condenada
tierra?
Porque
es
el
caso
que
yo
quiero
vivir
en
paz,
sin
que
nadie
ni
nada
me
recuerde
aquella
mala
hora,
que
harto
he
purgado.
Soy
pobre;
no
tengo
familia,
ni
patria,
ni
lengua,
ni
el
Dios
que
me
crió.
Vivo
entre
enemigos,
sin
más
capital
30
que
estos
bueyes
y
que
esos
secanos,
comprados
a
fuerza
diez
años
de
sudores....
Por
consiguiente,
haces
muy
mal
en venir a decirme....
—¡Espera!—respondióle
muy
alarmado
Manos-gordas—No
me
eches
esas
miradas
de
lobo,
que
vengo
a
hacerte
un(p98)
gran
favor,
y
no
a
ofenderte
por
mero
capricho.
¡A
nadie
he
contado
tu
desgraciada
historia!
¿Para
qué?
¡Todo
secreto
puede
ser
un
tesoro,
y
quien
lo
cuenta
se
queda
sin
él!
Hay,
empero,
ocasiones
en
que
se
hacen
cambios
de
secretos
sumamente
05
útiles.
Por
ejemplo:
yo
te
voy
a
contar
un
importante
secreto
mío,
que
te
servirá
como
de
fianza
del
tuyo,
y
que
nos
obligará a ser amigos toda la vida....
—Te
oigo.
Concluye....—respondió
calmosamente
el
renegado.
10
Aben-Carime
leyóle
entonces
el
pergamino
árabe,
que
Juan
Falgueira
oyó
sin
pestañear
y
como
enojado;
visto
lo
cual[98-1]
por
el
moro,
y
a
fin
de
acabar
de
atraerse
su
confianza,
le
reveló
también
que
había
robado
aquel
documento
a
un
cristiano
de Ceuta....
15
El
español
se
sonrió
ligeramente
al
pensar
en
el
mucho
miedo
que
debía
de
tenerle
el
mercader
de
huevos
y
de
gallinas
cuando
le
contaba
sin
necesidad
aquel
robo,
y,
animado
el
pobre
Manos-gordas
con
la
sonrisa
de
ben-Munuza,
entró
al
fin
en
el
fondo
del
asunto,
hablando
de
la
siguiente
20 manera:
—Supongo
que
te
has
hecho
cargo[98-2]
de
la
importancia
de
este
documento
y
de
la
razón
por
qué
te
lo
he
leído.
Yo
no
sé
dónde
está
la
Torre
de
Zoraya,
ni
Aldeire,
ni