grande?
¿Lo
has
vuelto
a
tapar
bien?
¿Son
monedas
de
25
plata,
o
de
oro?
¿Crees
tú
que
pasarán
todavía?
¡Qué
felicidad
para
nuestros
hijos!
¡Cómo
van
a
gastar
y
a
triunfar
en
Granada[79-7]
y
en
Madrid!
¡Yo
quiero
ver
eso!
Vamos
allá....
Esta noche hace luna....
—¡Mujer
de
Dios!
¡Sosiégate!
¿Cómo
quieres
que
haya
30
topado
ya
con
el
tesoro
guiándome
por
estas
señas,
si
yo
no
sé
leer en moro ni en cristiano?
—¡Es
verdad!
Pues,
mira....
Haz
una
cosa:
en
cuanto
Dios
eche
sus
luces,[79-8]
apareja
un
buen
mulo;
pasa
la
sierra
por
el
puerto[79-9]
de
la
Ragua,
que
dicen
está
bueno,
y
llégate
a(p80)
Ugíjar,[80-1]
a
casa
de
nuestro
compadre[80-2]
D.
Matías
Quesada,
el
cual
sabes
entiende
de
El
te
pondrá
en
claro
ese
papel
y te dará buenos consejos, como siempre.
—¡Mis
dineros
me
cuestan
todos
sus
consejos
a
pesar
de
05
nuestro
compadrazgo!...
Pero,
en
fin,
lo
mismo
había
pensado
yo.
Mañana
iré
a
Ugíjar,
y
a
la
noche
estaré
aquí
de
vuelta; pues todo será apretar un poco a la caballería[80-4]....
—Pero ¡cuidado[80-5] que le expliques bien las cosas!...
10
—Poco
tengo
que
explicarle.
El
cañuto
estaba
escondido
en
un
hueco
o
nicho
revestido
de
azulejos
como
los
de
Valencia,[80-6]
formado
en
el
espesor
de
una
pared.
He
derribado
todo
aquel
lienzo,
y
nada
más
de
particular
he
hallado.
Debajo
de
lo
ya
destruido
comienza
la
obra
de
sillería
de
los
cimientos,
cuyas
enormes
piedras,
de
más
de
vara
en
cuadro,[80-7]
no
removerán
15
fácilmente
dos
ni
tres
personas
de
puños
tan
buenos
como
los
míos.
Por
consiguiente,
es
necesario
saber
de
una
manera
fija
en
qué
punto
estaba
escondido
el
tesoro,
so
pena[80-8]
de
tener
que
arrancar
con
ayuda
de
vecinos
todos
los
cimientos
de
la
Torre....
20
—¡Nada!
¡Nada!
¡A
Ugíjar
en
cuanto
amanezca!
Ofrécele
a
nuestro
compadre
una
parte...,
no
muy
larga,
de
lo
que
hallemos,
y,
cuando
sepamos
dónde
hay
que
excavar,[80-9]
yo
misma
te
ayudaré
a
arrancar
piedras
de
sillería.
¡Hijos
de
mi
alma!
Todo
para
ellos!
Por
lo
que
a
mí
toca,
sólo
siento
25 si habrá algo que sea pecado en esto que hablamos en voz baja.
—¿Qué pecado puede haber, grandísima tonta?
—No
sé
explicártelo....
Pero
los
tesoros
me
habían
parecido
siempre
cosa
del
demonio,
o
de
duendes....
Además,
30
¡tomaste
a
censo
aquel
terreno
por
tan
poco
rédito
al
año!...
¡Todo el pueblo dice hubo trampa[80-10] en el tal negocio!
—¡Eso
es
cuenta
del
secretario
y
de
los
concejales!
Ellos
me hicieron la escritura.
—Por
otro
lado,
tengo
que
de
los
tesoros
hay
que
dar
parte
al
Rey....
(p81)
—Eso
es
cuando
no
se
hallan
en
terreno
propio,
como
éste
mío....
—¡Propio!
¡Propio!...
¡A
saber[81-1]
de
quién
sería
esa
torre que te ha vendido el Ayuntamiento!
05 —¡Toma! ¡Del Moro!
—¡A
saber
quién
sería
ese
Moro!...
Por
de
Juan,
las
monedas
que
el
Moro
escondiera
en
su
casa,
serían
suyas o de sus herederos; no tuyas, ni mías....
—¡Estás
diciendo
disparates!
¡Por
esa
cuenta,
no
debía
10
yo
ser
alcalde
de
Aldeire,
sino
el
que
lo
era
el
año
pasado
cuando
se
pronunció
Riego![81-3]
¡Por
esa
cuenta,
habría
que
mandar[81-4]
todos
los
años
a
África,
a
los
descendientes
de
los
moros,
las
rentas
que
produjesen
las
vegas
de
Granada,
de
Guadix[81-5] y de centenares de pueblos!...
15
—¡Puede
tengas
razón!...
En
fin,
ve
a
Ugíjar,
y
el
compadre te aconsejará lo mejor en todo.
III
Ugíjar
dista
de
Aldeire
cosa
de
cuatro
leguas
de
muy
mal
camino.
No
serían,[81-7]
sin
embargo,
las
nueve
de
la
siguiente
mañana
20
cuando
el
tío
Juan
Gómez,
vestido
con
su
calzón
corto
de
punto
azul
y
sus
bordadas
botas
blancas
de
los
días
de
fiesta,
hallábase
ya
en
el
despacho
de
D.
Matías
de
Quesada,
hombre
de
mucha
edad
y
mucha
salud,
doctor
en
ambos
Derechos[81-8]
y
autor
de
la
mayor
parte
de
los
entuertos
contra
la
justicia
que
25
se
hacían
por
entonces
en
aquella
tierra.
Había
sido
toda
su
vida
lo
que
se
llama
un
abogado
picapleitos,
y
estaba
riquísimo
y muy bien relacionado en Granada y Madrid.
Oído
que
la
historia
de
su
digno
compadre,
y
después
de
examinar
atentamente
el
pergamino,
díjole
que,
en
su
opinión,
nada
de
aquello
olía
a
tesoro:
que
el
nicho
en
que
30
halló
el
tubo
debió
de
ser[81-10]
un
babuchero,[81-11]
y
que
el
escrito
le
parecía
una
especie
de
oración
que
los
moros
suelen(p82)
leer
todos
los
viernes[82-1]
por
la
mañana....
Pero
que,
sin
embargo,
no
siéndole
a
él
completamente
conocida
la
lengua
árabe,
remitiría
el
documento
a
Madrid
a
un
condiscípulo
suyo
que
estaba
empleado
en
la
Comisaría
de
los
Santos
Lugares,[82-2]
a
fin
de
que
05
lo
enviara
a
Jerusalén,
donde
lo
traducirían
al
castellano;
por
todo
lo
cual
sería
conveniente
mandarle
al
madrileño
un
par
de onzas de oro,[82-3] en letra,[82-4] para una jícara de chocolate.
Mucho
lo
pensó
el
tío
Juan
Gómez
antes
de
pagar
un
chocolate
tan
caro
(que
resultaba
a
diez
mil
doscientos
cuarenta
10
reales
la
libra);
pero
tenía
tal
seguridad
en
lo
del
(y
a
fe
no
se
equivocaba
según
después
veremos),
que
sacó
de
la
faja
ocho
monedillas
de
a
cuatro[82-7]
duros
y
se
las
entregó
al
abogado,
quien
las
pesó
una
por
una
antes
de
guardárselas[82-8]
en
15
el
bolsillo;
con
lo
que
el
tío
Hormiga
tomó
la
vuelta
de
Aldeire
decidido
a
seguir
excavando
en
la
Torre
del
Moro,
mientras
tanto
enviaban
el
pergamino
a
Tierra
Santa
y
volvía
de
allá
traducido;
diligencias
en
que,
según
el
letrado,
se
tardaría
cosa de año y medio.
IV
No
bien
había
vuelto
la
espalda
el
tío
Juan,
cuando
su
compadre
20
y
asesor
cogió
la
pluma
y
escribió
la
siguiente
carta
comenzando por el sobre:
«SR.
D.
BONIFACIO
TUDELA
Y
GONZALEZ,[82-10]
Maestro
de
capilla[82-11]
de la Santa Iglesia Catedral de CEUTA. [82-12]
«Mi querido sobrino político:[82-13]
25
«Solamente
a
un
hombre
de
tu
religiosidad
confiaría
yo
el
importantísimo
secreto
contenido
en
el
documento
adjunto.
Dígolo
porque
indudablemente
están
escritas
en
él
las
señas
de
un
tesoro,
de
que
te
daré
alguna
parte
si
llego
a
descubrirlo
con
tu
ayuda.
Para
ello
es
necesario
que
busques
un
moro
30
que
te
traduzca
ese
pergamino,
y
que
me
mandes
la
traducción(p83)
en
carta
certificada,[83-1]
sin
enterar
a
nadie
del
asunto,
como
no
sea[83-2] a tu mujer, que me consta es persona reservada.
«Perdona
que
no
te
haya
escrito
en
tan