La frontera diurna/nocturna , zona6
( después de la lluvia )
Los charcos ya se habían secado. Sin embargo, el cielo seguía encapotado amenazando con la lluvia inminente.
Los Kuxs heridos se hallaban en la parte trasera del cobertizo tumbados en unas camillas provisionales. Les habían aplicado las vendas impregnadas de una crema espesa que contenía el extracto de tulipro.
Una planta perenne especialmente cultivada para la curación de las quemaduras de ácido.
Poex estaba nuevamente escaneando los cuadrantes particulares de la zona nocturna. El presentimiento que se le había anidado en su cerebro lo inquietaba. Miraba la peculiar actividad de los escarabajos. Se agrupaban y se unían con otras colmenas, o por lo menos eso parecía según las manchas rojas que mostraban las huellas de temperatura.
Por supuesto, en ese momento, aún no sabía nada de las mutaciones, ni de los ataques. Eso vendría más tarde. Cuando vinieran las primeras bajas.
Sus pensamientos fueron interrumpidos por uno de los Kuxs que comenzó a gritar al otro que le dejara en paz y no se metiera en los asuntos que no le incumbían. El otro, que se llamaba Goff y que era el subteniente, le respondió también con la voz bastante alta que le daba igual si el asunto le incumbía o no, pero que no le apetecía escuchar todo el tiempo la misma perorata y le advirtió que se fuera a freír tulipros. El primero, llamado Flux, le corrigió que a freír tulipros se iría él y muy pronto. Acto seguido, se abalanzó sobre él y le comenzó a dar puñetazos en su cabeza cuadrada.
-¡Ya basta!- gritó el comandante y agarró el ancho hombro de Flux y lo tiró hacia atrás. Se cayó al suelo.
Goff se incorporó y rugiendo intentaba alcanzar otra vez a su rival para vengarse. Poex lo paró con la mano derecha y le dijo a su cara enrojecida de furor: -Aléjate de él y cálmate si no quieres que te lleve al agujero, sea cual sea tu rango. Y lo mismo vale también para ti.- Giró la cabeza y miró hacia Flux.
Estos altercados pasaban con frecuencia después de las lluvias ácidas. Los Kuxs eran muy sensibles a los cambios de acidez que siempre se condensaba en el aire y que les causaba la exasperación y a menudo la furia y la agresividad.
-Ya se puede salir-continuó el comandante. -De forma que, quiero que todos escrutéis detenidamente la frontera y que estéis muy pendientes especialmente con los movimientos de los escarabajos. He notado algo raro, pero puede que sólo se trate de algún comportamiento relacionado con la reproducción. También quiero que las cuatro Centinelas vigilen los puntos colindantes con las zonas cuatro y cinco. Y quiero informes cada tercera parte de la puesta. ¿Queda claro?
Le respondieron varios gruñidos nerviosos. A continuación, uno de las Centinelas abrió la puerta del cobertizo y salió. Una ráfaga álgida metió dentro una nube de polvo grueso mezclado con arena rojiza.
Poex miró de nuevo el monitor que tenía implantado en su tercer brazo.
No cabía duda, los escarabajos creaban grupos grandes y se acercaban a la frontera. Había que informar a Lorm porque las cosas se podrían poner bastante feas.
Apagó el monitor y salió afuera. Estaba a punto de comenzar la conexión mental con su superior cuando de repente, percibió una vibración electroestática a su derecha. Volvió la cabeza para averiguar qué estaba pasando y fue entonces cuando se desgarró el espacio y apareció una brecha. En ese momento, pudo sentir la presencia del otro mundo. Incluso pudo oír un sonido estridente que, con seguridad, provenía de un claxon potente.
La brecha se abrió aún más y escupió un fardo orgánico, lleno de baba pegajosa. El fardo se retorcía espasmódicamente conforme aumentaba su tamaño y poco a poco cobraba una forma que Poex conocía muy bien.
Alguien lanzó un grito de pavor. El viento arreció y metió más polvo dentro del cobertizo. Acto seguido, salió desde él Goff frotándose la mejilla. En cuanto miró hacia la izquierda sus ojos se agrandaron. El fardo se agitaba haciendo un sonido grave parecido a un rugido gutural de una fiera hambrienta.
Poex cogió el arma. La brecha se cerró. El bicho que comenzaba a cobrar la forma de un hun-hun, saltó. El comandante, disparó intentando esquivarlo al mismo tiempo pero reaccionó demasiado tarde y el monstruo le clavó los dientes puntiagudos en el brazo. Luego lanzó una de sus extremidades deformas y le cortó la piel abdominal. El flujo amarilloso salpicó la tierra agrietada y algunas gotas mancharon el uniforme de Goff, que, en ese instante, se hallaba a dos metros de distancia.
Sonaron dos disparos. Probablemente dieron en el blanco pero el bicho seguía atacando a Poex y otra de sus extremidades le causó una herida grave en la cabeza, fue su ojo izquierdo que explotó y comenzó a correr por su mejilla. Gritó y se cayó al suelo. Su cuerpo estaba lleno del líquido corporal que ahora perdía con abundancia.
Goff sacó un cuchillo grande que tenía en la vaina atada alrededor de la pierna derecha y trató de apuñalar al bicho. Éste soltó el brazo de Poex y le embistió.
Sonaron otros tres disparos. Dos de ellos le perforaron la cabeza al ser y el tercer internó dentro de su boca. Sin embargo, antes de morir, originó con una de sus garras reforzadas una herida profunda en la mano izquierda de Goff.
Llegaron otros Kuxs. El ambiente empezó a vibrar nuevamente. Esta vez se abrieron dos brechas al mismo tiempo y en el campo en frente del cobertizo echaron dos similares fardos más.
Los Kuxs inmediatamente abrieron fuego. Las balas especiales hicieron sonar el aire denso y los acribillaron. Sin embargo, uno de ellos, el más grande, logró escaparse y cruzar la frontera nocturna. Dio varios pasos más y su medio trasformado y pesado cuerpo se desplomó cerca de una de las colmenas de los escarabajos que vivían allí. (Eran más pequeños pero mortíferos igualmente cómo sus hermanos que ocupaban las zonas más interiores.)
Los escarabajos salieron de los agujeros y atacaron a su presa. Sus ponzoñosos dientes empezaron a arrancar ávidamente la carne.
Goff entró corriendo en el cobertizo. En la parte trasera, dónde se encontraban las camillas ocupadas por los Kuxs con escaldaduras, había garrafas con golletes anchos de líquido esterilizado. Rápidamente abrió una de ellas y hundió su mano herida hasta el fondo. El dolor era ardiente y cuando el desinfectante tocó la piel abierta, aulló. Era como si le golpeasen con un martillo grande e incandescente. Desde afuera sonaron otros varios disparos y luego alguien gritó algo que no pudo descifrar.
Uno de los Kuxs que estaba tumbado en la camilla más cercana le preguntó que qué había pasado pero el subteniente en vez de responderle cogió una venda, que estaba doblaba en una silla y se envolvió la herida.
Luego tosió, escupió un salivazo verdusco y regresó al campo. Había que tranquilizar la situación e informar a Lorm.
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Observando el terreno vio satisfactoriamente que los tres bichos estaban muertos. Uno en la zona prohibida pero eso daba igual porque los escarabajos se encargarían de sus despojos. Lo malo era, que el comandante Poex probablemente estaba muerto o lo estaría muy pronto.
Se encaminó hacia él.
Tres Kuxs que lo rodeaban procuraban parar la pérdida de su líquido corporal, pero sin éxito. Las convulsiones fuertes que daba su cuerpo advertían que se acercaba su fin.
-¡Mierda!- siseó en voz apagada y miró hacia el cielo. Los nubarrones grandes, llenos de ácido no se movían. Respiró hondo.
De repente, la mano derecha de Poex agarró el uniforme de uno de los Kuxs y aunque era imposible le comenzó a hablar: -¡Habrá más! He visto de dónde vienen. Habrá muchos y nos matarán. Cuidado con los…- pero no terminó la frase, sus dos restantes ojos cambiaron el color a negro y se cerraron. Él murió. La guerra nació. Más allá tras la frontera el festín continuaba.
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Se hallaba en una sala grande iluminada por varias bombillas potentes que desprendían una luz amarilla-verdosa. A su alrededor había cuatro Xibogs de batas azules, provistas de un velcro sofisticado, descongelando su herida para poder insertar dentro de la pantorrilla un aparato que renovaba el tejido lesionado.
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Después de haber trasladado a Guw a la enfermería, Cludd se alejó a su despacho. No podía quitarse de la cabeza la conversación con Broky.
Estaba seguro de que le había ocultado algo importante. Sin embargo, primero tenía que preparar el informe y enviarlo a Jorr. La situación era muy delicada.
Se sentó en una silla acolchada de titano y encendió el mini-ordenador que tenía implantado en su brazo central. Un hormigueo repentino le pasó por toda la palma y le retorció ligeramente los dedos. Apretó un botón virtual y esta sensación desapareció. Pero al comenzar a escribir regresó otra vez. Se masajeó la palma y luego continuó trabajando. Odiaba los informes igual que odiaba a Jorr. No obstante, existía un archivo bien protegido que contenía ciertas cosas. El teniente, sonrió.
´Pronto, amigo mío, pronto todo esto cambiará.´
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El efecto del Trozen-150 ya se había pasado. Sin embargo, Guw permanecía en un estado parecido al coma. Soñaba hundido profundamente en la parte nocturna de su mente. Se encontraba en un sitio cerrado, elástico y lleno de un flujo viscoso. Se sentía opresivo, indefenso y enrollado en sí mismo. Sus diminutas extremidades flotaban enfrente de sus ojos y a veces chocaban contra su pequeñito cuerpo.
Dentro del espacio sonaba una voz, retumbante y resonante, igual que si alguien hablara dentro de un recipiente hueco y de hojalata. Todo a su alrededor vibraba y oscilaba.
(-Son los pasos. Los pasos de ella, de tu progenitora-alguien susurró)
Intentó incorporarse, pero la membrana flexible no le permitía hacer casi ningún movimiento. De repente, su mente fue anegada por unas imágenes angustiadas y molestas. Vio una figura hembra, con el abdomen abultado riéndose.
(-¡Tu madre!- de nuevo los susurros)
Vio como cogía una cuchara sucia de una mesa llena de trozos de papel.
En la mitad de la mesa había un bulto rojo, algo arrugado. Ella lo arrojó indiferente al suelo.
(la compresa)
Esta palabra emergió de la nada y comenzó a palpitar en su cerebro. No sabía que significaba pero le asqueaba.
La hembra abrió una bolsita transparente que contenía un polvo ocre y lo vertió en la cuchara.
La imagen cambió. Sentía un vértigo. Una de sus extremidades chocó contra su cara. Ahora la hembra tenía en la mano una jeringa que parecía usada muchas veces e intentaba inyectarse alguna solución blanca.
´¡Es una droga! ¡Cuidado, quiere matarte! ¡Defiéndete! Éste pensamiento se incrustó en su mente como un clavo afilado. Empezó a empujar con sus pequeñas manos contra los lados del sitio donde permanecía. Logró ensancharlos un poco pero luego, la presión de la membrana los comprimió otra vez a su forma original. Acto seguido, acudió la desesperación y el terror.
Ruddy, uno de los Xibogs que miraba el monitor que controlaba las funciones vitales de Guw notó una anomalía extraña en la curva que medía el cerebro. Quería advertir de ello a otros pero en ese momento, el cuerpo de Guw se arqueó y comenzó a temblar. Huyt y Brew que acabaron de abrir la herida apretaron sus piernas con fuerza y Brew gritó: -¡Rápido, aplicadle Yluip 50!
Durk, el cuarto de los Xibogs, dio media vuelta y corrió hacia una estantería repleta de frascos. Cogió un ámpula y la metió en una pistola especial. A continuación, inyectó el suero en el pecho de Guw. Los temblores menguaron, pero el monitor indicaba las anomalías cerebrales incluso con más deflexión.
Se agitaba. Ahora la imagen en su mente mostraba una señal roja grande con las letras ardientes que ponía una orden:
¡MÁTALOS!
(los susurros rieron)
A continuación, se oyó un chillido estridente de un silbato que provenía de alguna parte desde afuera. Era tan irritante, tan exasperado.
Yluip 50 agilizó la metamorfosis celular de su ADN. Él abrió los ojos y vio cuatro enemigos que procuraban asesinarlo. Acumuló todas las fuerzas que podía y tiró con las piernas. Brew y Huyt fueron arrojados a los lados. Se sentó y cogió de la mesa una herramienta lejanamente parecida a un bisturí. Después, atacó a Durk y le cortó profundamente la mejilla. Éste gritó. Otro corte le abrió el pecho y dejó salir un órgano oscuro. Se desplomó al suelo.
Guw miró hacia la derecha y tiró el cuchillo. La hoja dio directamente en la cabeza de Brew. El médico chocó contra otra mesa llena de vendas, la volcó y cayó de bruces en una camilla baja hecha de titano. Se oyó un chasquido seco ya que se rompieron sus dos columnas vertebrales.
-¡Demonios, detenlo!- gritó Huyt a voz en cuello a Ruddy. Aún seguía tumbado en el suelo pues la caída le dislocó el tobillo.
Guw continuó con la matanza. Los enemigos debían ser eliminados.
Cogió otra herramienta de la mesa, era un serrucho de 25 cm. Acto seguido, se abalanzó rápidamente sobre Ruddy. El médico fue arrojado hacia atrás y al mismo tiempo sintió como los dientes afilados del serrucho desgarraban la piel tiesa de su bulto de cuello. El líquido corporal empezó a salpicar a borbotones directamente a la cara del loco Guw conforme seguía cortando.
Huyt intentó huir arrastrándose a cuatro patas. Su mano derecha se resbaló sobre el líquido corporal de Durk que ya había creado un charco amarillado alrededor de su cuerpo. Guw se volvió hacia él. De pronto, una punzada fuerte amartilló su cabeza. Las imágenes regresaron.
Ahora mostraban la hembra de pie en frente de un espejo grande. Sus uñas sucias se hundían poco a poco dentro de su barriga tratando de alcanzar el útero dónde llevaba el feto.
Así lo llamaba: el feto maligno. Y este feto ahora era Guw. Y ella lo quería matar. Deshacerse de ese cargo de su novio que le había metido en esa mierda de droga. Todo eso pudo leer en su mente puesto que estaban conectados por un cordón umbilical.
Las uñas penetraron dentro del abdomen de la hembra y la sangre comenzó a manar en hilos hacia su órgano de reproducción. Guw sintió la presión y el dolor. La piel del útero reventó y las manos de la hembra le apretaron.
Hubo un momento de oscuridad abismal y luego la imagen desapareció.
El dolor no.
Enfocó la vista hacia Huyt que ya casi había alcanzado la puerta. Luego, miró otra vez la mesa y cogió unas tijeras serradas de cromo.
El médico comenzó a gritar: -¡Socorro! ¡Socorro, que alguien me ayude!-
pero la enfermería estaba vacía. Todos parecían estar en otras partes del puesto avanzado.
/
Guw se acercaba.
Desde debajo veía cómo crecía su sombra. Después, su mirada se desvió hacia las tijeras abiertas. La amenaza de las cuchillas afiladas que comenzaban a bajar, le aceleró aún más la respiración. Trató de alzar las manos para protegerse pero sus movimientos eran muy lentos como si alguien le hipnotizara. El tiempo se hizo más denso. Los segundos se prolongaban casi infinitamente.
-TIC…………………….TAC-
´¿Así sabe la muerte? ´ pensó.
Luego las puntas de las tijeras se hundieron profundamente en sus ojos dilatados. Más bien agonizó que gritó de dolor. Por suerte, el fin le vino pronto.
Guw se quedó un rato inmóvil. La transformación de su ADN ya había alcanzado un 88%. Ahora los pensamientos de Xibog se mezclaban con los humanos con más rapidez y era casi imposible distinguirlos. El cerebro le pulsaba como si creciera y se contrajera al mismo tiempo. Había que encontrar un sitio donde pudiera esconderse y esperar hasta que se finalizara el cambio celular por completo.
Sacó las tijeras de los ojos muertos de Huyt y salió de la sala. Al fondo del pasillo corto había una escalera que conducía abajo a la planta subterránea que se usaba exclusivamente cómo depósito de cadáveres.
Inició el camino. Una ola fuerte de náuseas le invadió repentinamente.
Se detuvo y vomitó. El flujo que salió de sus entrañas era morado hasta casi negro y apestaba. Someramente se limpió la boca y continuó hacia la escalera.
El dolor de la cabeza se intensificó. Tuvo que apoyarse en las paredes para evitar la caída. Respiraba hondo. Su pierna herida le picaba y expulsaba un pus pardo y espeso.
Por fin, tocó la barandilla y bajó. Caminó tambaleándose unos doce pasos y luego entró en una habitación cuadrada, llena de camillas insólitamente estrechas. Se tumbó en una de las que estaban más atrás y se cubrió con una manta fina. A continuación, cerró sus tres ojos e intentó calmarse.
Intentó entrar en la zona nocturna. Pero el dolor de la cabeza era tan intensivo que no le permitía este lujo.
Las tijeras se le cayeron de la mano. Se agachó para cogerlas. Otra punzada le incrustó otro clavo dentro de su tejido cerebral. Gimió silenciosamente y se apretó las sienes. En ese momento, deseó morir.
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Afuera casi oscurecía.
Guw miró las tijeras y de repente, perdió el resto de la cordura que quizás aún quedaba en algún lugar de su subconsciencia. Se inclinó a la derecha y cayó de la camilla. La caída le abrió más la herida y el pus salpicó el suelo.
Ya daba igual. Todo daba igual. Se enderezó y agarró el metal gélido de las tijeras. Durante un rato observó la punta. Sonría.
Cuando la Xar tocó el horizonte, terminó su vida.
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Poco tiempo después de su muerte se abrió la puerta de vidrio y entró Parky. Era el asistente mayor de la enfermería. Silbaba. Cuando vio la masacre dentro de la sala, se le congeló la boca en un “O”.
Al cabo de un rato, éste “O” se torció en una mueca de terror y él encendió la alarma. Su sonido chillante llenó la enfermería. Parky dio cinco pasos más y luego empezó a vomitar en la camilla dónde antes había estado tumbado Guw.
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Apoyado sobre su sillón favorito de cuero de morm (un mamífero que habitaba las zonas donde reinaba la Xar), estaba estudiando el informe que le había mandado Crogg.
Según éste, la producción del calcio iba bien. El primer aerodeslizador con unos 300 kg debería llegar dentro de una tercera parte de la puesta.
También se habían fabricado unas cápsulas rompibles con una espoleta especial que permitían dispersar el calcio a unos 200 hasta 250 metros a su alrededor. Y eso era bastante bueno.
Cerró el archivo con el informe y abrió el otro con los resultados del laboratorio. Eso le interesaba más.
Pero antes de comenzar a leer levantó la cabeza y miró a través del ventanal. El cielo seguía encapotado. Los nubarrones grises se acumulaban cerca de la frontera. Frunció el ceño. Se avecinaba otra de las tormentas.
Pensativamente apartó la vista e hizo clic en un botón del portátil que tenía en su brazo central. Apareció una pantalla virtual de 20 cm -los resultados del laboratorio.
Como esperaba, no eran buenos. Los escarabajos del tipo X1 no mostraban reacción ninguna al calcio. Según el análisis, su ADN se diferenciaba de los tipos X2 y X3 en un cromosoma Y a cada 43 y en dos cromosomas V (muy peculiares y típicos para las formas inferiores, capaces de descomponer el metano) a cada 56. Y exactamente por eso, el calcio no reaccionaba con sus tejidos. Para poder matarlos había que crear su derivación.
Sin embargo, todo eso requería mucho tiempo. Y él no quería esperar.
Quería largarse ya de este planeta y por fin, retirarse.
/
El subteniente Goff, era el segundo en el orden que normalmente asumía el mando si Poex no estaba. Y su muerte ahora lo arrojaba directamente a las fauces de un marrón de los gordos.
Malhumoradamente examinó su brazo izquierdo. La herida le dolía bastante. A su alrededor se había creado una mancha amoratada oscura.
El líquido esterilizado paró la pérdida del flujo pero era necesario congelarla y luego someterse al tratamiento del crecimiento tisular.
Además hace poco comenzó a escuchar en su cabeza unos murmullos extraños que le perturbaban el razonamiento.
Disgustado se acercó a los Kuxs, que ahora estaban agrupados cerca del cuerpo de Poex y dijo: -Que nadie haga nada. Primero tengo que hablar con Lorm y explicarle que ha pasado. Quiero que las Centinelas se desplieguen y formen un círculo vigilando por si apareciera otra brecha.
No quiero tener más muertos. Basta por hoy. Tukky ve a buscar una manta y tapa el cuerpo del comandante-terminó y regresó al cobertizo.
Una vez dentro se sentó en una silla y apoyó la cabeza intentando conectarse con su superior.
Los Kuxs no tenían desarrollados tanto los receptores para emitir los pensamientos como los Xibogs y a menudo la conexión fallaba y se podían recibir sólo imágenes borrosas. Uno tenía que estar bastante tranquilo y en un lugar oportuno.
Goff cerró los ojos y comenzó a concentrarse.
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Lorm recapacitaba las posibilidades como agilizar la exterminación de los escarabajos sin poder utilizar el calcio cuando el subteniente, por fin, logró establecer con él el contacto.
-¿Qué pasa?- le preguntó algo irritado.
-Tenemos aquí un problema, jefe. Se produjeron algunas anomalías espacio-temporales cerca del cobertizo y se crearon tres brechas independientes. D..sde.. que ..liero...ichos.- Las interferencias interrumpieron la conexión.
-¡Repite! No he oído bien las últimas palabras-dijo Lorm. Pero de repente, no quería oír nada. Tuvo un presentimiento malo de que al escuchar lo que Goff iba a decir lo cambiaría todo.
Y para confirmar ese momentáneo destello de clarividencia el subteniente le mandó a su mente diurna cuatro imágenes inquietantes. Las primeras tres mostraban los fardos, la cuarta el cuerpo muerto de Yuk Poex.
La conexión se restableció.
-Uno de los bichos atacó al comandante y le causó heridas graves en el brazo, en el abdomen y en el ojo. La última fue mortal. Los bichos hemos matado. Sin embargo, uno de ellos se escapó y después de haber sido acribillado a balazos murió tras la frontera nocturna. Los escar….s… se..-
Aparecieron otras interferencias y la conexión se perdió por completo.
Lorm se levantó. Aunque era un tipo duro la pérdida de su mejor comandante le afectó profundamente.
´¡Maldita sea! ¡Mierda! ¡Caray!´ gritó para sus adentros. La situación comenzaba a irse de las manos.
Esperó si Goff lograba conectarse otra vez.
Al principio, no percibió nada pero luego de repente, emergió en su mente una imagen rara: un edificio no muy grande con la fachada desconchada, provista de ventanas pequeñas. Encima de ellas había pegados en la pared unos artefactos cuadrados. Dentro de ellos se veían aspas oxidadas. En frente del edificio estaban aparcados algunos tipos de vehículos antiguos de cuatro ruedas negras. De uno de ellos bajaba un ser.
-¡No puede ser verdad!- dijo en voz alta.
El ser, aunque era más pequeño y casi con seguridad un cachorro, se parecía bastante al que habían matado hace cinco puestas cerca del mar negro.
Ćomo, coño, ha podido enviarme Goff esta imagen si ni siquiera sabía de la existencia de ese …Śin terminar la frase salió pitando de su despacho. Se dirigió por un pasillo largo cuyas paredes estaban compuestas de placas de vidrio reforzado con hilos de titano. Al final del pasillo giró a la izquierda. Allí había una escalera estrecha que terminaba con una compuerta de acero.
Bajó, tecleó su código personal y entró en un hangar dónde se estacionaban los aerodeslizadores. El suyo se hallaba a la opuesta parte a la derecha.
Cuando atravesaba la pista de aterrizaje controló si el arma que llevaba puesta en el cinturón, estaba bien cargada. En ese momento, no dudó que lo iba a necesitar. Este asunto empezaba a apestar y mucho.
Alcanzó el aerodeslizador de color azul desteñido. Apretó un botón que servía para abrir la puerta corrediza y desapareció dentro. Al sentarse en un asiento acolchado, arrancó los motores protónicos. Acto seguido, se encendieron los monitores y él programó el rumbo al cuadrante tres.
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Aquellos murmullos le mareaban, barbullaban, parloteaban.
Se inclinó y vomitó sobre sus botas.
-¡Mierda!- siseó molestamente. Se sentía vahído. La cabeza le daba vueltas.
La conexión mental no era posible en este estado. Además le comenzaban a hormiguear los dedos de los pies y para colmo la herida le picaba.
Apoyó la cabeza contra la pared y trató de calmar las vísceras. Su mente por un rato entró en la zona nocturna y él vio la misma imagen del edificio desconchado que de alguna manera había enviado su cerebro a la mente de Lorm. Sin embargo, la imagen se borró casi en seguida.
Desde una de las camillas escuchó una voz ronca y silenciosa: -¿Está usted bien?- Era uno de los Kuxs con quemaduras que se llamaba Rutt.
-Sí, sólo me duele la cabeza-respondió y se levantó.
Se sentía opresivo y algo irritado. Atravesó la habitación hasta los barriles con el líquido esterilizado y metió el brazo dañado otra vez dentro de uno de ellos. El efecto era beneficioso pero desgraciadamente no por mucho tiempo.
Su mirada se encontró con la de Rutt. Un prurito súbito de dispararle de pronto, emergió en su cerebro. Los murmullos cesaron. Sacó la mano del barril, cogió un retal verde que estaba echado en una silla pequeña y se envolvió la herida. La compulsión de matar desvaneció. Por ahora.
Más tardes los murmullos regresaron nuevamente.
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Tonny, (los cambios)
La superficie del mar lodoso reflejaba los rayos brillantes del Maar poniéndose. Sin embargo, en el horizonte ya se habían acumulado los primeros nubarrones grisáceos. El viento casi no soplaba como si esperase a escondidas para poder pillar por sorpresa a los que subestimaban su fuerza. Los moluscos divagaban por la costa y escudriñaban las últimas algas antes de regresar al mar.
Tonny volvió otra vez a la cueva. Eso pasó hace una tercera parte de la puesta.
Después de alimentarse de tun-kay/ Jim, comenzó a sufrir las alucinaciones extrañas y se sentía debilitado sin poder controlar bien su cuerpo. Decidió refugiarse hasta que se le pasase el malestar. La metamorfosis de su ADN arrancó.
Las primeras modificaciones acudieron ya al cabo de la quinta parte de la puesta y afectaron principalmente su desarrollado sistema del camuflaje.
Antes era capaz de congelar su cuerpo hasta –48ºC. Ahora según su nueva y perfeccionada versión podía alcanzar hasta una temperatura de -60ºC. Asimismo se mejoró la gama de los colores de las escamas dorsales que se cambiaban sistemáticamente según el ambiente a su alrededor. Eso eran las ventajas.
La mayor desventaja eran los daños graves que había sufrido el órgano que permitía endurecer la piel. También menguó considerablemente la disposición para reducir su olor corporal.
En esa fase del cambio sus tentáculos secundarios temblaban y las imágenes perforaban incesablemente su cerebro rudimentario.
Hacia una cuarta parte de la puesta entró en un estado parecido al coma.
Su cerebro comenzó a crecer y las neuronas se multiplicaban exponencialmente. Debajo del hemisferio izquierdo se había creado un encéfalo adicional del tamaño aproximadamente de cuatro centímetros que incrementó asombrosamente su inteligencia.
Ahora era capaz de reflexionar, planear y controlar independientemente las funciones individuales de sus órganos internos. Eso era algo realmente extraordinario.
Cuando otra vez emergió del estado del coma, empezaron los últimos retoques. El extremo de su tentáculo mayor que había sufrido el corte originado por el humroid se comprimió y atrofió. Lo reemplazó un tejido nuevo y creó un músculo flexible, separado a dos como si se tratase de una pinza prolongada, provista de una capa dura, parcialmente afilada.
Esta perfección le facilitaría la lucha.
Pero todo eso ya había pasado. Ahora tenía la mente completamente despejada. Los temblores cesaron y se sentía más vital. No obstante, también muy hambriento. La trasformación consumó casi un 65% de su energía total.
Despacio se acercó a la boca de la cueva y observó, con su poca vista (que, por desgracia, no se le había mejorado), la costa.
Un pajaroid estaba aterrizando en picado. Antes de chocar contra la superficie pedregosa incorporó su cuerpo y cogió en sus garras grandes uno de los humroides. A continuación, lo arrojó violentamente contra un bloque que sobresalía de la tierra. El molusco dañado gravemente, arrastraba tras sí sus entrañas, que estaban salidas por fuera, e intentaba huir. El pajaroid se acercó a él y comenzó a desgarrar su coraza con su pico negro y largo.
Tonny contemplaba esta escena pensativamente, como si estuviera hundido en trance. Perdido en sí mismo.
La procreación era esencial. El instinto le decía que era necesario asegurar la sobrevivencia de su nueva raza. Sin embargo, aquí en el litoral no había ningún ceflopoid y eso significaba moverse y buscarlo.
´Debo crear un ejército que me proteja. Las luchas no siempre son victoriosas en estas zonas tan peligrosas.Śu encéfalo trabajaba a todo rendimiento. ´Quizá pueda intentar inyectar mi veneno paralizante dentro de las formas que viven en la costa y cambiarlas de alguna manera que me permita manejarlas. Tendré que proba